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Adentrados en el proceso para planear la obra misionera y pastoral de nuestra Arquidiócesis de Ibagué, como si fuera una hoja de ruta para saber navegar en el desafiante mar de la próxima década, debemos tener en cuenta que no estamos construyendo un programa de acción que parte de cero. Obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, misioneros y laicos del pasado han aportado métodos, pedagogías, entusiasmos y acentos que han tenido en cada época un reconocido éxito. Es importante conocer estos procesos para darnos cuenta cómo ha trabajado la Iglesia de Ibagué en la expansión del Evangelio durante 120 años de historia y cuáles métodos han sido más eficaces que los demás.

ANTES Y DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II

En términos de historia de la pastoral debemos considerar que hay un antes y un después del Concilio Vaticano II, aquella reunión de todos los obispos de la Iglesia Católica a mediados de los años sesenta. Este Concilio trajo un cambio paradigmático porque los laicos, que antes habían sido preponderantemente objeto de la acción pastoral de la Iglesia, empezaron a ser no solo destinatarios sino también agentes y promotores de dicha actividad bajo la guía de los pastores. Esto no quiere decir que antes del Vaticano II no se hubieran dado a conocer movimientos laicales que gestionaran actividades pastorales; más bien, la diferencia se encuentra en que estos desarrollaban sus actividades sobre todo en el ejercicio de la actividad social puesto que fue con el Concilio que se desarrolló una visión carismática del laicado que acentuaba la misión del “apostolado de evangelizar y santificar” (Apostolicam Actuositatem, 31) que, hasta entonces, se entendía ser exclusiva de los ministros ordenados.

Efectivamente, la Iglesia siempre ha sabido leer los signos de los tiempos; nuestro primero obispo, Monseñor Ismael Perdomo, cuando se posesionó en la diócesis de Ibagué en 1903, encontró una situación social caótica: acababa de pasar la peor guerra civil desde la guerra de independencia: la de los Mil Días. Por ello, ante la crisis financiera, se comprometió con la promoción social, creó cajas de ahorro para el clero, para los campesinos, para los obreros. Asimismo, incentivó el asociacionismo católico, sobre todo las asociaciones de fieles devotos del Sagrado Corazón, del Santísimo Sacramento y de la Virgen María, desde una perspectiva cultual pero muy comprometida también con la promoción social.

 

LOS SÍNODOS DIOCESANOS Y LA ACCIÓN CATÓLICA

Los sínodos diocesanos fueron asambleas eclesiásticas convocadas y presididas en cada diócesis por los obispos para trazar líneas de acción pastoral. Estas asambleas estaban conformadas únicamente por presbíteros con asistencia, además, de sacerdotes de las comunidades religiosas; en el caso de Ibagué fueron reunidos con solemnidad durante una semana en cuatro ocasiones (1916, 1928, 1938 y 1948), convirtiéndose en el órgano consultivo por excelencia para el gobierno y pastoreo de la Iglesia diocesana. El primer sínodo fue convocado y presidido por Monseñor Perdomo y los tres siguientes por el segundo obispo de Ibagué, Monseñor Pedro María Rodríguez Andrade. La convocación de estos sínodos coincidió con el periodo europeo de entreguerras que incentivó una sensibilidad muy marcada por la cuestión obrera en razón de la avanzada del socialismo y la defensa apologética de la Iglesia ante el modernismo y el liberalismo.

Para enfrentar el primer reto el papa Pío XI promovió la Acción Católica que según un documento suyo de 1928 buscaba “la participación de los católicos seglares en el apostolado jerárquico para la defensa de los principios religiosos y morales, y desarrollo de una sana y benéfica acción social”. En la década de los años cuarenta del siglo XX todas las parroquias del Tolima asumieron la tarea de conformar grupos de Acción Católica: hombres, mujeres, universitarios, obreros, e incluso para los niños fue creada la Cruzada Eucarística Infantil que tenía jurisdicción parroquial y la “Congregación de Doctrina Cristiana” que, a nivel diocesano, buscaba consolidar un órgano que dirigiera la catequesis. Gracias a esta primera “delegación episcopal” la catequesis empezó a dictarse los domingos por cuenta del párroco y entre semana por parte de los profesores de escuela.

ACTIVIDAD PASTORAL DE INSERCIÓN 

Grandes logros del método pastoral de Acción Católica (AC) fueron, entre otros, la creación de asociaciones deportivas, universitarias y juveniles; el apoyo al “Yocismo” (Juventud Obrera Católica – JOC) y a los Centros Agrarios. También se ha de contar el fomento de los patronatos, las cooperativas, las cajas de ahorros, la construcción de barrios obreros, las huertas de obreros y las sociedades de socorros mutuos. De estas experiencias de Acción Católica surgiría años más tarde una nueva metodología como lo fue la de Acción Cultural Popular (ACPO) a través de las Escuelas Radiofónicas y toda la pastoral que se desarrolló entorno, desde la alfabetización hasta la formación laical, pero de ello hablaremos en la próxima edición de Kerigma.

Además de la amenaza que suponía el socialismo y el liberalismo, la metodología pastoral de aquella época quiso enfrentar otro desafío: el modernismo y el protestantismo. Por ello, a la idea modernista de racionalizar la fe con la pretensión de vaciarla de significado, aludiendo a su origen social y no divino, la pastoral diocesana motivó la realización de misiones populares rurales – recordemos que antes de los años sesenta la población del Tolima era, casi exclusivamente, de extracción campesina – para ilustrar la fe y celebrar los sacramentos. Aquí hay que recordar, sobre todo, la Gran Misión de pacificación del Tolima en 1960, liderada por el obispo Rubén Isaza Restrepo. Finalmente, contra la avanzada del protestantismo, la Iglesia diocesana promovió la devoción mariana que tuvo el 16 de julio de 1942 un acto apoteósico: la coronación de Nuestra Señora del Carmen de Apicalá como Reina del Tolima. No es gratuito que en nuestro departamento el amor por María Santísima como método pastoral de adecuación de la religiosidad popular al sentir eclesial-cultural tenga tanto éxito pastoral: el Santo Rosario, las peregrinaciones, las procesiones, las advocaciones, las 20 parroquias de nuestra Arquidiócesis dedicadas a Nuestra Señora, todo busca remitir al amor por la Madre.

En este breve recorrido por distintos acentos de la actividad pastoral de la entonces Diócesis de Ibagué, hasta antes del Concilio Vaticano II, podemos encontrar la acción del Espíritu Santo que iluminó a la Iglesia para que supiera entender los fenómenos sociales y religiosos que con más urgencia reclamaban la atención pastoral y misionera. Que este mismo Espíritu nos ilustre esta nueva etapa de programación apostólica. 

Pbro. Raúl Ortiz Toro

 

Vicario parroquial de María Auxiliadora