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III Domingo de Pascua: EN EL CAMINO DE EMAÚS:
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Comencemos con esta maravillosa oración preparada por Frey Carlos Mesters:
“Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que nos ayude a leer la Escritura con los mismos ojos con que Tú se la leíste a los discípulos sobre el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dramáticos de tu condena y muerte. Así, la Cruz que parecía ser el fin de toda esperanza, apareció ante ellos como fuente de vida y de resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Que tu Palabra nos oriente de manera que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniarle a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.”
Meditación del Papa Francisco en la bendición Urbi et Orbi
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«Al atardecer» (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas.
Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente.
En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos. Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús.