27 April 2024
 
  • §  “La máxima realización de la vida cristiana como un vivir trinitario de “hijos en el Hijo” nos es dada en la Virgen María, quien por su fe (cf 1,45) y obediencia a la voluntad de Dios (cf 1,38), así como por su constante meditación de la Palabra y de las acciones de Jesús (cf Lc 2, 19.51), es la discípula más perfecta del Señor (216)
  • §  “Interlocutora del Padre… primer miembro de la comunidad de los creyentes en Cristo… colaboradora en el renacimiento espiritual de los discípulos… mujer libre y fuerte, conscientemente orientada al verdadero seguimiento de Cristo. Ella ha vivido por entero toda la peregrinación de la fe como madre de Cristo y luego de los discípulos…”  (266)
  • §  “Imagen acabada y fidelísima del seguimiento de Cristo… la seguidora más radical de Cristo” (270)
  • §  “En María, nos encontramos con Cristo, con el Padre y el Espíritu Santo, como así mismo con los hermanos” (269)
  • §  La Virgen María es “imagen espléndida de configuración al proyecto trinitario, que se cumple en Cristo…” (141)

María madre de la Iglesia

  • §  “La Virgen de Nazaret tuvo una misión única, concibiendo, educando y acompañando a su Hijo hasta su sacrificio definitivo” (267)
  • §  “Desde la cruz Jesucristo confió a sus discípulos, representados por Juan, el don de la maternidad de María…” (Ibid.)
  • §  “… la Iglesia-familia se genera en torno a una madre (María), quien confiere “alma” y ternura a la convivencia familiar” (268)
  • §  “Ella atrae multitudes a la comunión con Jesús y su Iglesia, como experimentamos a menudo en los santuarios marianos” (Ibid.)

María misionera y formadora de misioneros

  • §  “María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros” (269)
  • §  “Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento guadalupano, presidió, junto al humilde Juan Diego, el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu Santo” (Ibid.)
  • §  “Perseverando junto a los apóstoles a la espera del Espíritu (cf Hch 1, 13-14), cooperó  con el nacimiento de la Iglesia misionera imprimiéndole un sello mariano que la  identifica hondamente” (268)
  • §  María “fortalece los vínculos fraternos entre todos, alienta a la reconciliación y el perdón, y ayuda a que los discípulos de Jesucristo se experimenten como una familia, la familia de Dios” (267)
  • §  “… constatamos que (María) se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos” (269)
  • §  “En María, nos encontramos con Cristo, con el Padre  y el Espíritu Santo, como asimismo con los hermanos” (267)
  1. María, discípula que asciende a la suma santidad

Ser discípulo es recorrer un camino que conduce hacia altas metas de perfección, en la escucha y bajo la guía de un maestro. El modelo perfecto lo tenemos en Cristo, quien en cuanto hombre aprendió la obediencia, el sufrimiento, la reverencia al Padre, la sumisión a María y José en el hogar de Nazaret. Por eso es “el Maestro”, convocó discípulos, se presentó como el Camino, la Verdad y la Vida y el sendero que conduce al Padre. Sin Él no hay discípulos pues solo Él tiene palabras de vida eterna. El mundo tiene necesidad de ver a Jesús en el testimonio vivo de sus discípulos.    

El discipulado de María es una categoría única por los sublimes alcances de su aprendizaje, por el grado elevadísimo de santidad alcanzado, por su estrechísima unidad con cada una de las Tres Divinas Personas: María es la hija predilecta del Padre y su obra maestra, es la madre de la sabiduría encarnada y está llena del Espíritu Santo que la toma como su esposa. Por esta excepcional relación trinitaria se puede ubicar el discipulado y la obra misionera de María como una categoría especial.  

El discipulado de María es un camino de perfección, en cooperación activa y entrega total a la obra de la salvación. María escucha, discierne y acepta la propuesta del Ángel, tal como viene de parte de Dios. Ella se ofrece: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38). Como madre, se consagra enteramente al servicio de su Hijo: “No fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres… no pocos Padres antiguos afirman gustosamente… que “lo atado por la virgen Eva en su incredulidad, fue desatado por la Virgen María mediante la fe”… “La muerte vino por Eva, la vida por María” (LG 56) Toda la obra de María fue una entrega fiel y de mayor perfección a cada instante.

María es discípula en el arte de cooperar con Dios. Dios ha querido hacer a los ángeles y a los hombres cooperadores de su obra, con “diversas clases de cooperación” (LG 62). Los títulos de María describen el contenido de su cooperación: Madre de Dios, Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora de toda gracia. Es una discípula que creció en cada una de las formas de cooperación a la obra del mismo Redentor, Cristo Jesús. Ha sido una cooperación íntima y del todo singular.

La vida y la obra de María es íntima unión con Cristo, con el fin de imitarlo, asimilándose más y más a Él. Es en todo momento discípula que escucha, guarda en su alma, contempla y practica la Palabra de Dios. El itinerario discipular de María es presentado por la Lumen Gentium (58) de la siguiente manera: “Avanzó… en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión al Hijo hasta la cruz…”.  Esto quiere decir que María vivió en la forma dicha por Rom 1,17: “El justo vive de la fe”.