Al leer el texto de la Exhortación, se percibe que nos encontramos frente al pensamiento de
un pastor que utiliza un lenguaje sereno, cordial y directo, que está en completa sintonía con el
1 De las 58 proposiciones sinodales esta Exhortación menciona directamente 28 de ellas, para acoger el pedido que le hicieron los Padres sinodales y para poner de manifiesto las preocupaciones que tiene el Papa en relación con la obra evangelizadora de la Iglesia (EG 16).2
estilo y con las acciones realizadas por él, como Papa, tanto en Roma como en sus viajes apostólicos a lo largo del tiempo que lleva como obispo de Roma. Así, pues, la Evangelii Gaudiumconstituye un documento central para la promoción y realización de toda la acción evangelizadora de la Iglesia y, en consecuencia, de la nueva evangelización. Asimismo la Exhortación expresa lo
que fue el espíritu con que el Cardenal Bergoglio ejerció su ministerio episcopal en Buenos Aires antes de ser elegido a la Sede de Pedro, como también su preocupación constante por la «colegialidad», ya que él siempre ha tenido un profundo respeto a la tarea que debe ejercer cada uno
de los obispos en sus respectivas sedes y al interior de las Conferencias episcopales (EG 16).
Una preocupación constante y eminentemente pastoral que se percibe en esta Exhortación es la de querer animar una transformación misionera de la Iglesia,
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que parta del corazón del Evangelio y que ponga al centro de su tarea el núcleo fundamental de la Buena Nueva: «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (EG 36). Este anuncio debe llenar de inmensa alegría el corazón y la vida entera de quienes encuentran a Jesús, pues quienes se dejan salvar por Él son libres del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento
(EG 1). El Papa indica con claridad que la entera Exhortación es una invitación para que todos nos empeñemos en poner en marcha una nueva etapa evangelizadora que esté marcada por esa alegría. Fijémonos bien lo que dice el Papa: «una nueva etapa evangelizadora », es decir, la Iglesia continúa realizando la misma tarea de siempre, pero debe avanzar en ella con un acento peculiar:«la alegría que brota del encuentro con Cristo».
Con esta invitación podemos decir que la introducción de la Evangelii Gaudium viene a ser como un eco y una continuación de lo que ya el Papa Benedicto XVI había expresado al convocar la realización del Año de la Fe —que luego en gran parte le correspondió al Papa Francisco animarlo y presidirlo—, con el cual quería que los bautizados redescubrieran el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo.
3 Este encuentro no se reduce a un simple sentimiento interior, sino que debe traducirse en un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización que lleve a percibir y a hacer sentir profundamente la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.
4 Para ello hay que seguir el ejemplo de los primeros cristianos que al comenzar a cumplir el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15), lo hicieron manifestando a todos la alegría de la Resurrección del Señor. El Papa Francisco, como lo indica con claridad el título de la Exhortación, presenta una característica ineludible para la evangelización: La alegría del Evangelio que llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús y que marca profundamente nuestra realidad de discípulos misioneros. No se trata de una alegría ficticia, simulada, sino de aquella auténtica, aquella que, a pesar de las dificultades y sufrimientos que puede experimentar la persona en su vida diaria, sin
embargo permite que brote esa luz y ese gozo que proviene del amor de Dios manifestado en Cristo.
2 Este impulso misionero se encuentra mencionado 139 veces a lo largo de la Exhortación, insistiendo en la urgencia de «poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve, dice el Papa, una ‘simple administración’. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un ‘estado permanente de misión‘» (EG 25).
3 Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, 2
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Ibid., 73
Pablo VI hablaba de la «dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas».
5 Esta alegría brota, dice Francisco, «cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora» (EG 8).
2. El anuncio del Evangelio una novedad permanente
Para entender qué es evangelizar debemos primero tratar de comprender qué significa la palabra ‘evangelio’. El Papa Benedicto XVI en la primera sesión de la Asamblea del Sínodo de los
Obispos sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe hizo una bellísima reflexión al
respecto.6 Decía el Papa que ‘evangelio’ en la literatura griega significaba el anuncio de una victoria, mientras que para Isaías (40,9) era la invitación a anunciar al pueblo de Israel que Dios estaba presente, que no se había olvidado de él y que le abriría pronto las puertas del exilio. El
Nuevo Testamento, además de recoger lo que decía el profeta, hacía eco a lo que se significaba con esa palabra en el Imperio romano, es decir, se trataba de un poderoso mensaje de salvación y renovación que provenía del Emperador. En el Nuevo Testamento, por consiguiente, la palabra
‘evangelio’ puede interpretarse como la palabra del verdadero Emperador del mundo: Jesús. Es decir, es la Palabra misma de un Dios que no se queda mudo, que no es indiferente a nuestra situación, un Dios que se hace sentir en medio de las dudas que se plantea el hombre moderno acerca de su existencia, de su acción, de su interés por nosotros. En Jesús, entonces, Dios nos muestra que nos conoce, que nos ama, que ha entrado a nuestra historia, que goza y sufre con nosotros. Surge, sin embargo, la pregunta: y si esto es así, ¿cómo podemos conocer que sea verdad?
La respuesta no está en un proceso racional, sino en buscar un encuentro personal con Él. Este encuentro se logra a través de la oración para que el Espíritu Santo venga y nos ilumine, pues si
Dios no actúa, nuestras acciones quedarán vacías. Sólo Él mismo puede hablarnos para disipar nuestras dudas, nosotros solo podemos cooperar, pero la iniciativa debe venir de Dios. Así, pues, cuando realizamos la evangelización estamos siempre cooperando con Dios, pero en la medida en que estemos unidos a Él, arraigados en su presencia real a través de la oración. Bien decía el mismo
Papa en su primera encíclica: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».
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