11 Noviembre 2012. Llamando a las cosas por su nombre, damos mucha claridad a los hechos. El aborto es un homicidio. Veámoslo. Autor: Padre, Alfonso Llano SJ. Fuente: El tiempo, Colombia.
¿Qué es un homicidio? Nos dice el Drae: "Es quitar directa y libremente la vida a una persona por parte de otra persona". Es un delito grave si la víctima es un reo. Pero es un delito peor, imperdonable, si la víctima es una criatura inocente, indefensa y oculta en la cuna de su madre: el vientre.
Aborto: es quitarle la vida, de manera directa y voluntaria, a un feto inviable, a ser posible, practicado por un médico con el consentimiento de la madre. El aborto es el acto directo y voluntario de quitarle la vida a un ser humano oculto e inocente.
Llamándolo por su nombre, es un homicidio. Que hoy día, para disimular el crimen, se lo llame 'legal', 'constitucional', 'ejercicio del derecho' de la madre (¡vaya derecho! Derecho a matar al hijo, ¡qué horror!) no cambia el crimen. Cómo disimulan los abortistas el crimen, para sentirse inocentes. La víctima no puede reclamar, es muda, se fía de su madre, y ¡vea con las que le sale! Matarlo.
A mi juicio, la persona humana comienza con el cigoto, primera célula, que ya tiene genoma, es decir, los 'planos' del desarrollo individual y pormenorizado del adulto que va a llegar a ser, si se le respeta el derecho a desarrollarse. Pero, bien, en gracia de la discusión, tomemos a este ser viviente a los tres meses, cuando ya es feto, cuando se ha formado la figura humana. Casi nadie duda de que ya tengamos a un ser humano.
Y la madre decide, de forma premeditada y voluntaria, matarlo por manos del médico. Este es la causa material; ella, la formal, la causa principal. ¡Qué curiosa la diferencia! Matarlo antes de nacer es legal. Matarlo luego de nacer es un crimen que merece treinta años de cárcel.
Aquí me viene a la memoria el conocido caso -real o fingido, da lo mismo, porque ambos casos encierran una gran lección para las madres abortivas-, el caso, repito, de una madre embarazada de tres meses que acude al médico para que le practique el aborto, y que lleva en brazos a un hijito de dos años, que no quiere, con toda razón, dejar solo en la casa. Pero Dios sabía lo que hacía. El niño va a ser el 'abogado' de su hermanito. El médico, que se había formado médico responsable para defender la vida, no para matarla, con astucia y espanto le propone a la madre: "Señora, preste atención a mi propuesta; con todo respeto, le propongo: ¿por qué no matamos a este niñito que trae en sus brazos, que ya ha vivido dos años, y dejamos con vida al que trae en su seno, para darle la oportunidad, que no ha tenido, de vivir su vida libre, a la cual tiene derecho? La madre, apretando fuertemente al niño contra su pecho, lanzó un grito de horror: ¡cómo se le ocurre, doctor; este niño está vivo; eso sería un homicidio!". "Señora -la interpela el doctor, reposadamente-, también lo sería, y quizá peor, matar al que trae en su vientre. Pero, al no verlo, le parece que no reviste la gravedad del homicidio. Pero lo es. Y caiga en la cuenta de que se trata de un hijo suyo". Agachó la cabeza la mujer, asombrada, y alcanzó a murmurar: "Gracias, doctor. Usted me ha abierto los ojos. Caigo en la cuenta del crimen que iba a cometer. Me arrepiento". Y salió la madre, apresurada y confundida, ante el crimen que estuvo a punto de cometer. Y, 6 meses más tarde, dio a luz un hijo sano y feliz.
Queridas madres: piénsenlo una y dos veces antes de dar un mal paso. El aborto es un homicidio, no de un niño cualquiera, sino de su propio hijo. Alfonso Llano Escobar, S. J. Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.