28 Abril 2013. Monseñor, Héctor Aguer, Obispo de la Plata (Argentina). Fuente: Aica. En su reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” el Arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, reflexionó sobre la ley llamada de identidad de género.
“Como ustedes saben -comenzó diciendo el prelado platense-, hace muy poco el Congreso de la Nación votó una ley llamada de identidad de género por la cual un varón que, siendo varón, se siente mujer, puede vestirse de mujer, obtener un documento que lo acredite como tal, someterse a una operación de reasignación de sexo que, además, esté cubierta por las obras sociales. Lo mismo pasa con una mujer que se siente varón y quiere convertirse en varón”.
“Es interesante -agregó- que al comienzo de esta ley los legisladores propongan una definición de lo que entienden por identidad de género. Dice: “Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género como la vestimenta, el modo de hablar y los modales”.
“En realidad -señaló el arzobispo- el sexo desaparece en esta definición, queda absorbido por lo que se llama género y no sólo por el género como algo objetivo, cultural, sino por el género entendido como aquello que la persona siente, la vivencia íntima, el deseo”.
“Parece que para los legisladores el hecho de que uno sea varón o mujer es la suerte que le tocó en una especie de lotería de la vida y que es, para algunos, una mala suerte”.
“Estuve siguiendo -dijo enseguida- las reacciones que produjo la sanción de esta ley y, especialmente, algunos comentarios de personas que se manifestaron con entusiasmo a favor de esta ley, aprobando el cambio de sexo por género. Desde el punto de vista filosófico se puede observar que en realidad aquí lo que se transforma es la idea del hombre, del ser humano, sin más”.
“Desde un punto de vista filosófico, digo, esto implica que según la ideología de género no existe más una naturaleza humana. Sostienen los comentaristas que la naturaleza ha sido culturizada, se ha convertido en cultura, y las adquisiciones culturales son ahora lo natural, de modo que hay una especie de intercambio entre naturaleza y cultura por el cual la naturaleza queda vaciada en la cultura y la cultura, en este caso lo que uno siente íntimamente, es natural”.
“De acuerdo a este planteo -señaló- ya no tenemos parámetros razonables, objetivos, para referirnos a la verdadera identidad de la persona humana. Como si no hubiera ya una naturaleza de la persona y de sus actos. Todo puede inventarse”.
El deseo y la libertad, la felicidad y el placer
Continuando con su reflexión, monseñor Aguer dijo que “otro aspecto importante es el que tiene que ver con el deseo. Aquí el género está considerado en un sentido puramente inmanente, subjetivista, íntimo. En el fondo lo que pasa es que la libertad queda convertida en deseo, en puro deseo. Ya no es algo propio de la voluntad racional. No es algo que tiene que ver con las inclinaciones naturales a la verdad y al bien, con la naturaleza propia del ser humano que es varón o mujer, sino que es lo que yo deseo. Tengo derecho a sacarme el gusto, digamos así, a cumplir mi deseo, porque soy libre; eso es la libertad”.
“También observo que en la problemática del género así planteada entra el problema de la felicidad que es, en el fondo, el fin del hombre. Algunos comentaristas sugieren que la felicidad es el placer. Un viejo error que reduce la felicidad al placer”.
“En continuidad con lo que hemos señalado anteriormente, si no hay naturaleza sino cultura, y lo cultural es ahora lo natural; si la libertad es darse el gusto, sacarse el deseo, cumplirlo, entonces quiere decir que la felicidad es simplemente el placer, y no la realización plenaria, de la vida de la persona en todas sus dimensiones, sino el placer y fundamentalmente el placer sexual. Los comentaristas a los que he aludido sugieren que ahora se abre un universo de erotismo totalmente nuevo, nuevas invenciones para darse el gusto, sin parámetro objetivo alguno”.
“¿A eso queda reducido el ser humano?”, se pregunta y lamenta el prelado.
El positivismo jurídico llevado al extremo
En el tramo final de su reflexión sobre la identidad de género, el arzobispo de La Plata, que es también presidente de la Comisión Episcopal de Educación Católica y miembro de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, sostuvo que el papa Benedicto XVI tiene razón “cuando insiste en que la problemática principal en la cultura contemporánea es la problemática antropológica, es decir la idea del hombre, la definición del hombre!”.
“En el principio Dios creó al ser humano varón y mujer, dice el Libro del Génesis; la idea del hombre, la realidad plena, total del ser humano tiene esta doble imagen diversa y complementaria: varón y mujer. La distinción y la complementariedad del varón y la mujer están orientadas a la continuidad de la humanidad sobre la tierra. En este hecho se expresa un designio divino que el legislador no puede modificar arbitrariamente”.
Y concluyó: “En la ley de identidad de género el positivismo jurídico es llevado hasta el extremo. ¿Basta que el legislador quiera que las cosas sean de un modo para que sean así? No, aunque a él se le ocurra, ¡las cosas no son así!”