19 April 2024
 

                Señor pequé ten piedad y misericordia de nosotros pecadores Padrenuestro

7ª ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ - Te adoramos Cristo y te bendecimos - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo Ha vuelto a caer el Salvador! El peso de nuestros pecados por segunda vez lo ha tendido en tierra. Jesús se ha ofrecido para reparar nuestras culpas y son muchas, por eso ¡son muchas sus caídas y dolores!. Cada pecado tiene su efecto y su perdón al soportarlo el Señor. Un peso que es especialmente duro para nosotros los sacerdotes es el ataque y la incomprensión de los que tenemos más cercanos. Esos que forman la familia a la que Dios nos ha prestado, para su servicio por un tiempo. Nos duele cuando los que reciben de nosotros, toda la fecundidad de nuestro ministerio son los que tal vez nos critican con mayor dureza. Miremos a Jesús. ¿Dónde están los que comieron el pan multiplicado? ¿Dónde los leprosos? ¿Dónde los resucitados después de una muerte segura? ¿Acaso como sacerdotes pretendemos vivir en una vía dolorosa sin dolor? ¿Acaso queremos una cruz sin sangre? ¿Tal vez pretendemos ser “otros cristos” pero sin cruz?

Cardenal Mindszenthy

                El cardenal MINSENDI de Hungría tuvo que soportar muchos sufrimientos en prisión. Lo detuvieron los comunistas el 26 de diciembre de 1948, y lo llevaron a la infamante prisión del número 60, de la calle Andrassy de Budapest, a donde llegó a las 3 a.m. Allí le hicieron lavado de cerebro para doblegarlo. Quisieron doblegarlo hasta un estado servil. Lo ingresaron en una celda de goma, cuyos golpes no dejaba señales en su cuerpo y finalmente la tortura final fue no dejarle dormir para producirle un agotamiento mental y físico que le mantuvo despierto 4 días seguidos. Después de días y días de torturas los carceleros ideólogos dijeron al público que había firmado una confesión que después resultó que era falsa.

                ¿Pudo soportar la tortura porque Dios era el centro de su vida? ¿No será que nosotros nos cuesta asumir la cruz, la contradicción porque no hemos puesto a Dios en el centro de todo? Pidamos al Señor que, en nuestras caídas, no renunciemos a Él. Que confiemos aún en medio de las angustias pastorales que padecemos. Nuestras torturas son mínimas comparadas con la cruz sobre el hombro de Cristo y de tantos hermanos nuestros que, los países del Este, siempre se levantaron antes que perder la dignidad de ser cristianos. Señor pequé ten piedad y misericordia de nosotros pecadores Padrenuestro

8ª ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALEN. - Te adoramos Cristo y te bendecimos - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo El detenerse Jesús en medio de su dolor para consolar a las mujeres, es la acción sacerdotal más común y menos valorada. Esas mujeres eran madres y Jesús se conmueve por su dolor y el de los hijos. Cada familia con sus dolores está presente en esta estación para que Cristo se detenga y los mire, y consuele… Como sacerdotes debemos olvidar las dolencias propias y dar respuesta a los que reclaman nuestra mirada, nuestro horario, nuestro despacho abierto. Camino de la Pascua, hacemos propuesta de dejar a un lado nuestros cansancios y celebrar con entusiasmo y fervor los sacramentos que el pueblo nos pide y necesita, olvidarnos de nosotros mismos y escuchar, reconfortar , acompañar a tantas almas que, por si lo hemos olvidado, viven errantes porque hace tiempo que nadie se compadece de ellas, porque hace tiempo que son indiferentes para cuántos les rodean.

                Me llamo Fernando Domínguez Domínguez, tengo 61 años. Me ordené el 23 de Septiembre del 1977. Llevo treinta y dos años de sacerdote. Realicé mis estudios en el Seminario Conciliar de Madrid. Actualmente estoy de Párroco en San Leopoldo, en el Barrio del Alto de Extremadura.

Experimento en mi vida que el ser sacerdote es una gracia, un don de Dios. Me pregunto más de una vez por qué el Señor se fijó en mí, me llamó y me confió este ministerio, yo que soy débil y frágil. Vienen a mi mente las palabras de San Pablo a los Corintios: “Este ministerio lo llevamos en vasos de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria viene de Dios”.

Un rasgo muy importante en mi vida y en la vida del sacerdote es la oración. Ponerme en presencia de Dios, abandonarme a Él. Es ahí donde uno descubre la voluntad de Dios, lo que Dios me va pidiendo en cada momento. En la oración uno recibe fuerzas para llevar a cabo la misión que el Señor te encomienda: “Los llamó para estar con Él y después enviarles a la misión” (Mc 3, 14). Sé que si no estoy con El no puedo llevar’ a cabo la misión. Ahora bien, tengo que reconocer que más de una vez he confiado más en mí que en el Señor, olvidando lo que él nos dice: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15).

                Señor pequé ten piedad y misericordia de nosotros pecadores Padrenuestro…

NOVENA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ. - Te adoramos Cristo y te bendecimos - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo La tercera caída de Jesús, fue la más dolorosa, ya cerca de la cima del monte. Portando la cruz de su martirio, ahora lo vemos besando la tierra a la que ha bajado. Vino con amor pero, ese amor, no ha sido correspondido con amor. Los sacerdotes vivimos lo que celebramos, Mamá Margarita dijo a su hijo Don Bosco: “comenzar a decir Misa es comenzar a sufrir”. El elevar a Cristo para ser adorado y reconocer que “esa” es mi carne y mi sangre, nos hace otro Cristo, esta identificación trae necesariamente para nosotros la participación en los dolores de Redención. “Ser otros cristos” en la realidad que nos toca vivir nos lleva, en muchos momentos, a estar en el centro de muchas dianas. Medios de comunicación, sensacionalismo, escándalos o el laicismo galopante son duros asfaltos en los que caemos cuando pretendemos configurar el mundo con las Bienaventuranzas de Cristo. ¿Quién de los que estamos en este vía crucis no hemos caído en algún momento en la calle de la desesperanza, del pesimismo o de las dudas por los frutos no conseguidos? En esta estación, el Señor, nos invita a configurarnos más con Él. “Si el grano de trigo no cae….pero si cae da mucho fruto”.

                Soy Juan Pedro de la Diócesis de Barcelona. Yo era un convencido de que “el hábito no hace al monje”. Un día en el interior del metro me dirigía hacia la Universidad donde imparto clases de teología. Nada me delataba. Yo era uno más en el vagón. Allá se escuchaba todo tipo de conversaciones. Las blasfemias tocaban y rompían el techo. Los ancianos permanecían de pie mientras que, algunos jóvenes, estaban cómodamente sentados.

Y yo estaba ahí. Disfrazado. Enmascarado de cobardía. Incapaz de contener aquellas palabras blasfemas. De llamar a la caridad con los más mayores. Yo era uno más. Un indiferente que no daba testimonio de la gran verdad….hice lo políticamente correcto: vivir y dejar vivir.

Llegué a casa por la noche, me arrodillé y, le pregunté al crucificado ¿tú qué hubieras hecho? No recibí respuesta alguna. ¿Acaso pretendía alguna respuesta de Cristo cuando, mi silencio o mi vergüenza, ya habían hablado de antemano?

                A partir de aquel momento decidí ir vestido con clerigman. Unos me insultan. Otros me aplauden pero….soy feliz porque, soy un signo de Dios, de Cristo, de la Iglesia. Algunos para sus adentros me escupirán, otros clavan sus ácidas miradas sobre mí. No me importa. ¿Acaso pretendo ser diferente al Maestro?

Señor pequé ten piedad y misericordia de nosotros pecadores

Padrenuestro

DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS. - Te adoramos Cristo y te bendecimos - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo En desnudez extrema está el Señor dueño del universo. Los ángeles lo contemplan y callan atemorizados, pero Jesús esposo amoroso ha venido a buscar a su esposa, la humanidad, para llevarla pura y limpia a los brazos del Padre. No dejará detalle sin probar su amor, ni despojo que vivir. A nosotros los llamados al Ministerio, elegidos para ser sacerdotes, Jesús nos invita a seguirlo por los mismos caminos y nos muestra la manera de configurarnos con El. Un día fuimos invitados a dejar nuestra familia. Algunos incluso se han marchado de nuestra tierra. Hemos dejado atrás bienes y deseos de riquezas. Pidamos al Señor que es el Amante y el Amado, que nos vaya despojando nuestro “yo”. Que, al contemplarlo desnudo en la cima del calvario, hagamos firme promesa de romper con aquellos hábitos que desdibujan nuestra vida sacerdotal, de despojarnos de todo intento de apariencia y de egoísmo para que podamos decir en algún momento de nuestra vida como Pablo: “no soy yo el que vive, es Cristo que vive en mi” Escribe Benedicto XVI con motivo del Año Sacerdotal Tengo presente a todos los presbíteros que con humildad repiten cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, identificándose con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida. ¿Cómo no destacar sus esfuerzos apostólicos, su servicio infatigable y oculto, su caridad que no excluye a nadie? Y ¿qué decir de la fidelidad entusiasta de tantos sacerdotes que, a pesar de las dificultades e incomprensiones, perseveran en su vocación de “amigos de Cristo”, llamados personalmente, elegidos y enviados por Él? “Todavía conservo en el corazón el recuerdo del primer párroco con el que comencé mi ministerio como joven sacerdote: fue para mí un ejemplo de entrega sin reservas al propio ministerio pastoral, llegando a morir cuando llevaba el viático a un enfermo grave. También repaso los innumerables hermanos que he conocido a lo largo de mi vida y últimamente en mis viajes pastorales a diversas naciones, comprometidos generosamente en el ejercicio cotidiano de su ministerio sacerdotal”

                Señor pequé ten piedad y misericordia de nosotros pecadores Padrenuestro

UNDÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ. - Te adoramos Cristo y te bendecimos - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo El pecado fue desobediencia y negación de escuchar la dulce voz de Dios, esa falta de obediencia y escucha, la repara Cristo clavado por amor a la cruz, buscando la voz del Padre. Dicen que por buscarlos a los más escondidos se trepó al madero y abrazado a él, nos gritó su sed, con infinita ternura. Cristo obedeció hasta la muerte sin moverse ni negarse a cumplir en totalidad la Voluntad Divina. Como sacerdotes estamos misteriosamente clavados en nuestro servicio eclesial. Ahí, desde el día en que fuimos ungidos en nuestras manos, quedamos fijados hasta que la obediencia nos desclava y clava en otro lugar. Mirando a Jesús en esta estación, podríamos preguntarnos si nuestras entregas a las almas son definitivas y totales. Si son para siempre. Al contemplar a Jesús clavado en la cruz podríamos preguntarnos si nuestro Ministerio es sacrificado, obediente y sin condiciones. Al contemplar a Jesús clavado en la cruz podríamos interpelarnos si preferimos clavar a otros con responsabilidades antes que comprometernos personalmente con algunas o liberarnos de algunas cruces, ofreciéndolas a los demás, porque son cruces que no nos gustan, cruces que no nos interesan.

                Cuando yo era un joven novicio (cuenta el sacerdote Ricardo Zimbrón) me pusieron al cuidado de un sacerdote muy anciano, que estaba muriéndose de cáncer en una agonía prolongada y dolorosa. Se llamaba Domingo y tenía fama de santo.

No he conocido un sacerdote más humilde que el sonriente padre Domingo; de pequeña estatura y enorme de espíritu. Un día le llevé a su cama su desayuno y mientras él luchaba por comer sin apetito, yo le hice esta pregunta:

- Padre Domingo, ¿cuál es la oración que a usted más le gusta rezar?

- El Kyrie eleison (Señor, misericordia).

                Cuando retiré la bandeja del desayuno, casi intacta, me fui a mi habitación, me senté en mi cama y me puse a meditar aquello del Kyrie eleison. Entonces, no encontré respuesta. Pero han pasado los años y he recorrido mucho camino. Soy un sacerdote, a quienes muchos estiman. Y ahora mi oración preferida es el antiquísimo Kyrie eleison, ¡Señor ten misericordia! Como el ladrón bueno, al lado de la cruz, le digo al Señor: “soy sacerdote tuyo, ten misericordia” Señor pequé ten piedad y misericordia de nosotros pecadores Padrenuestro

DUODÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ POR AMOR - Te adoramos Cristo y te bendecimos - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo Después de ofrecer la salvación al ladrón arrepentido, y darnos las últimas palabras, inclina el Señor su cabeza y entrega su Espíritu. No lo entrega al Padre como los moribundos, lo sopla sobre María y la nueva Iglesia reunida en Juan y las mujeres. Es un anticipo de la Pascua, de Pentecostés. ¡La muerte no tiene la última palabra, la tiene la Vida que se dona! Vuelve con su aliento al paraíso de donde parte el pecado y la muerte, vuelve con su amor fiel a dar Vida. Como sacerdotes en cada Eucaristía morimos con Cristo por las almas y les damos vida abundante en la Palabra. Les repartimos su Cuerpo. Gracias, Señor, por congregarnos en la unidad para que derramemos vida en los caminos del mundo, en nuestra Diócesis, en nuestras parroquias. Allá donde la Iglesia nos ha enviado. ¡Ayúdanos, Señor, a morir como tu mueres! Siempre mirando hacia el cielo…pero soplando aliento y esperanza a todos aquellos que viven junto a nosotros. Te pedimos Señor la gracia de conocer los misterios de amor que vivimos. Que como sacerdotes experimentemos tu ternura, creciendo en el amor, en cada gesto sacerdotal que realicemos. Javier gravemente enfermo, con los ojos al cielo, habla en voz alta con Dios en las diversas lenguas que él sabía. Jesús, hijo de David, ten piedad de mí que soy pecador. En las horas de su muerte invocaba a la Santísima Trinidad y a la Virgen: acordaos de mí, madre de Dios. Un poco antes del amanecer de un sábado 3 de diciembre de 1552 entregaba su alma en manos de Dios quedando con un semblante apacible. Sólo, en el mayor despojo, bajo un inmenso cielo, ante un mar enorme ante el que naufragaron sus sueños apostólicos (entrar a China), Javier terminaba su camino….pero agarrado a la cruz. Sabía que moría para este mundo pero que otra ciudad, la del Creador, le esperaba. La cruz…la muerte en cruz. Hizo de ella, de la cruz, su propio camino de liberación, de predicación, de sufrimiento y de oración.

                Señor pequé ten piedad y misericordia de nosotros pecadores Padrenuestro