DECIMOTERCERA ESTACIÓN: JESÚS BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE LA VIRGEN MARÍA. - Te adoramos Cristo y te bendecimos - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo La espada de dolor que desde la Presentación estaba en el corazón hincada, ha penetrado más hondo todavía, y se ha convertido en lanza que abrió el Corazón de su Hijo. Ahora su fiat se refiere al abandono de su Hijo y el acoger al discípulo como hijo nuevo. Con la misma docilidad y ternura con la que María recibió a Cristo entre sus brazos, en cada Misa los sacerdotes, entregamos el Cuerpo de Cristo al Pueblo de Dios. El Señor ha hablado. Ha hecho todo. Lo ha dicho todo. Ahora, nosotros los sacerdotes, seguimos siendo la prolongación de su Cuerpo en el aquí y ahora. El Señor morirá si dejamos que, su mensaje, quede colgado en la cruz. El Señor morirá si, como sacerdotes, no abrimos con todas las consecuencias los brazos para seguir llevándolo a las personas que han olvidado su amor, a tantas personas que todavía no lo han conocido, a tantos hermanos nuestros que se quedaron con la cruz en el pecho pero sin Cristo en su vida. ¿Estamos al pie de la cruz? ¿Sentimos como María que, Jesús, está en nuestras manos en el momento de la consagración o cada vez que distribuimos la comunión? ¿Tratamos con respeto y cariño, veneración y adoración los Sagrados Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección que se dan en la Santa Misa?
Nguyen Van Thuan
Obispo de Saigón en Vietnam. 9 de los 13 años que estuvo en la cárcel lo recluyeron sólo en una celda. Sin comunicarse con nadie. “Si no hubiera sido por la Eucaristía, me hubiera vuelto loco”
“Nunca podré expresar mi gran alegría al celebrar diariamente la misa con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de mi mano… Han sido las misas más hermosas de mi vida.
En la cárcel pensaba en las persecuciones; en las muertes, en los martirios, que han tenido lugar durante 350 años en Vietnam. Los mártires nos han enseñado a decir sí: un sí sin condiciones ni límites al amor por el Señor. Pero los mártires nos han enseñado también a decir no a las lisonjas, a las componendas, a la injusticia, quizás con el fin de salvar la vida o gozar de un poco de tranquilidad.
Por mi parte, tenía el apoyo de mi madre. Cuando estaba en la prisión, era mi gran consuelo. Decía a todos: Reza para que mi hijo sea fiel a la Iglesia y permanezca donde Dios quiere que esté.
Tengamos un recuerdo muy especial en esta estación por todas nuestras madres. Por aquellas que han ido hacia la casa del Padre y por aquellas que siguen sosteniéndonos con sus brazos, con su oración y con su mirada.
Señor pequé ten piedad y misericordia de nosotros pecadores Padrenuestro
DECIMOCUARTA ESTACIÓN: JESÚS ES SEPULTADO - Te adoramos Cristo y te bendecimos - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo Los fieles junto con María han depositado a Cristo en el sepulcro, la Iglesia y la creación entera esperan en silencio. Cristo ha obedecido al Padre en toda su Voluntad, hasta consumar la vida en oblación. Gimió al padre en Getsemaní y fue escuchado por su Padre que no lo dejó en ese sepulcro. El Padre que siempre lo engendra, le da un cuerpo glorioso por ese de carne, que Cristo le ha devuelto en la cruz. El cuerpo glorificado, que es Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, no puede ser sujeto por una piedra, ni detenido por un cenáculo cerrado, Jesús glorioso que se hace caminante, comensal y amigo!
De la misma manera como sacerdotes hacemos presente en el mundo los tesoros de la fe. Somos canales de la salvación. Pasan por nuestro propio cuerpo los gestos de Jesús, por nuestra voz sus palabras, por nuestras manos sus bendiciones y sanaciones, curaciones y milagros. Sin sacerdocio, no hay Eucaristía ni sacramentos. Que sepamos gozar profundamente sabiendo que vivimos y nos movemos en el secreto de la Vida abundante.
El Santo Cura de Ars llegó a decir: “El sacerdote no será bien comprendido más que en el cielo. Si se lo entendiese en la tierra, uno se moriría no de espanto, pero sí de amor”
Ante la esperanza de la Resurrección, entregamos nuestros corazones con generosidad a Jesús, diciendo todos esta oración del Santo Cura de Ars, como compromiso de amor y entrega a Dios y a nuestro prójimo.
“Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Dios mío infinitamente amable, y prefiero morir amándote a vivir sin amarte.
Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es amarte eternamente… Dios mío, si mi lengua no puede decir en todo momento que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cada vez que respiro”
Señor pequé ten piedad y misericordia de nosotros pecadores Padrenuestro
JESUCRISTO, es sumo y eterno sacerdote
Fuente: Padre, Jesús Martí Ballester
Los sacerdotes de la Antigua Alianza sacrificaban en el altar animales, pero no se sacrificaban ellos. Todos hemos de ser como él, sacerdotes y víctimas, porque nuestro sacerdocio es el suyo.
1. "Os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído a mi Padre. No me habéis elegido vosotros a mí, soy yo quien os he elegido y os he destinado a que os pongáis en camino y deis fruto, y un fruto que dure" (Jn 15,15).
Jesús entrega su amistad y pide la nuestra. Ha dejado de ser el Maestro para convertirse en amigo. Escuchad como dice: Vosotros sois mis amigos... No os llamo siervos, os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…En aras de esa amistad, que es entrañable, que es verdadera y ardorosa, desea atajar a los que aún pudieran no hacerle caso. "No sois vosotros -les dice- los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido".
Es un compañero deseoso de salvar, de alegrar y de llenar de paz a sus amigos. "Os he hablado para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud". El Maestro está con los brazos abiertos de la amistad tendidos hacia nosotros. Y con la alegría como promesa y como ofrenda. Nunca se ha visto un Dios igual. Camina ahora mismo y por cualquier calle. Por la acera de tu casa, seguro. Y está diciendo que es amigo tuyo, que te quiere igual que a su Padre y que desea llenarte de alegría. Lo va repitiendo al paso, según se acerca a tu puerta (ARL BREMEN).