16 November 2024
 

Continuación de la ponencia de Monseñor  Gustavo Vásque Montoya con motivo del Retiro espiritual para sacerdotes en Ibagué, el día 20 Enero 2011

SEGUNDA CHARLA

CONVERSION PASTORAL

 

 Iniciemos evocando en este momento el documento de Aparecida en su parte conclusiva, el número 552, que retoma la E.N número 80:

“Recobremos, pues, el fervor espiritual. Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo – como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia- con ímpetu  interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea esta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá el mundo actual- que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo”.

 

Teniendo en cuenta nuestra condición de presbíteros, el llamado a la conversión personal desemboca en el llamado a la conversión pastoral; nuestra vida debe estar conformada por una profunda unidad que se ha de expresar en la coherencia de mi existir; soy sacerdote todas las 24 horas del día, todos los días de la semana y todos los meses del año.

“la conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernimiento “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” ( Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos.” D.A. 366.

 

RASGOS  DE UNA CONVERSION PASTORAL:

 

En una auténtica conversión pastoral …se hace siempre más importante y urgente radicar y hacer madurar en todo el cuerpo eclesial la certeza que Cristo, el Dios de rostro humano, es nuestro verdadero y único salvador (D.A. 22). Cada bautizado, en efecto, es portador de dones que debe desarrollar en unidad y complementariedad con los de otros, a fin de formar el único cuerpo de Cristo, entregado para la vida del mundo (D.A. 162). En el Pueblo de Dios, la comunión y la misión están profundamente unidas entre sí… La comunión es misionera y la misión es para la comunión (DA 163).

Aparecida nos  presenta además algunos elementos que nos invitan a reconocer el perfil de los presbíteros, discípulos misionero de Jesús Buen Pastor:

“Valoramos y agradecemos con gozo que la inmensa mayoría de los presbíteros vivan su ministerio con fidelidad y sean modelo para los demás, que saquen tiempo para su formación permanente, que cultiven una vida espiritual que estimula a los demás presbíteros, centrada en la escucha de la Palabra de Dios y en la celebración diaria de la Eucaristía: “mi Misa es mi vida y mi vida es una Misa  prolongada”. P. Alberto Hurtado. Agradecemos también a aquellos que han sido enviados a otras Iglesias motivados por un auténtico sentido misionero”. DA 191

“Una mirada a nuestro momento actual nos muestra situaciones que afectan y desafían  la vida y el ministerio de nuestros presbíteros. Entre otras, la identidad teológica del ministerio presbiteral, su inserción en la cultura actual y situaciones que inciden en su existencia.”  DA 192

Leer de Aparecida los números 193 -200

193. El primer desafío dice relación con la identidad teológica del ministerio Presbiteral. El Concilio Vaticano II establece el sacerdocio ministerial al servicio del sacerdocio común de los fieles, y cada uno, aunque de manera cualitativamente distinta, participa del único sacerdocio de Cristo98. Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos ha redimido y nos ha participado su vida divina. En Él, somos todos hijos del mismo Padre y hermanos entre nosotros. El sacerdote no puede caer en la tentación de considerarse solamente un mero delegado o sólo un representante de la comunidad, sino un don para ella por la unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo cabeza. “Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir a favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios” (Hb 5,1).

 

194. El segundo desafío se refiere al ministerio del presbítero inserto en la cultura actual. El presbítero está llamado a conocerla para sembrar en ella la semilla del Evangelio, es decir, para que el mensaje de Jesús llegue a ser una interpelación válida, comprensible, esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer de hoy, especialmente para los jóvenes. Este desafío incluye la necesidad de potenciar adecuadamente la formación inicial y permanente de los presbíteros, en sus cuatro dimensiones humana, espiritual, intelectual y pastoral99.

 

195. El tercer desafío se refiere a los aspectos vitales y afectivos, al celibato y a una vida espiritual intensa fundada en la caridad pastoral, que se nutre en la experiencia personal con Dios y en la comunión con los hermanos; asimismo al cultivo de relaciones fraternas con el Obispo, con los demás presbíteros de la diócesis y con laicos. Para que el ministerio del presbítero sea coherente y testimonial, éste debe amar y realizar su tarea pastoral en comunión con el obispo y con los demás presbíteros de la diócesis. El ministerio sacerdotal que brota del Orden Sagrado tiene una “radical forma comunitaria” y sólo puede ser desarrollado como una “tarea colectiva”100. El sacerdote debe ser hombre de oración, maduro en su elección de vida por Dios, hacer uso de los medios de perseverancia, como el Sacramento de la confesión, la devoción a la Santísima Virgen, la mortificación y la entrega apasionada a su misión pastoral.

99 Cf. PDV 72.

100 Ibíd. 17.

 

196. En particular, el presbítero es invitado a valorar, como un don de Dios, el celibato que le posibilita una especial configuración con el estilo de vida del propio Cristo y lo hace signo de su caridad pastoral en la entrega a Dios y a los hombres con corazón pleno e indiviso. “En efecto, esta opción del sacerdote es una expresión peculiar de la entrega que lo configura con Cristo y de la entrega de sí mismo por el Reino de Dios”101. El celibato pide asumir con madurez la propia afectividad y sexualidad, viviéndolas con serenidad

y alegría en un camino comunitario102.

 

197. Otros desafíos son de carácter estructural, como por ejemplo la existencia de parroquias demasiado grandes, que dificultan el ejercicio de una pastoral adecuada: parroquias muy pobres, que hacen que los pastores se dediquen a otras tareas para poder subsistir; parroquias situadas en sectores de extrema violencia e inseguridad, y la falta y mala distribución de presbíteros en las Iglesias del Continente.

 

198. El presbítero, a imagen del Buen Pastor, está llamado a ser hombre de la misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que sufren grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal, anima y unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones, valora la pastoral orgánica y se inserta con gusto en su presbiterio.

 

199. El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos: que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la oración; de presbíteros-misioneros; movidos por la caridad pastoral: que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiados y a buscar a los más alejados predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda comunión con su Obispo, los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y laicos; de presbíteros-servidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los más pobres, comprometidos en la defensa de los derechos de los más débiles y promotores de la cultura de la solidaridad. También de presbíteros llenos de misericordia, disponibles para administrar el sacramento de la reconciliación.

 

200. Todo esto requiere que las diócesis y las Conferencias Episcopales desarrollen una pastoral presbiteral que privilegie la espiritualidad específica y la formación permanente e integral de los sacerdotes. La Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis enfatiza que: La formación permanente, precisamente porque es “permanente”, debe acompañar a los sacerdotes siempre, esto es, en cualquier período y situación de su vida, así como en los diversos cargos de responsabilidad eclesial que se les confíen; todo ello, teniendo en cuenta, naturalmente, las posibilidades y características propias de la edad, condiciones de vida y tareas encomendadas103. Teniendo en cuenta el número de presbíteros que abandonaron el ministerio, cada Iglesia particular procure establecer con ellos relaciones de fraternidad y de mutua colaboración conforme a las normas prescritas por la Iglesia.

 

 

A partir de estos presupuestos, algunos rasgos importantes de una conversión pastoral son los siguientes:

-          En primer lugar, reconocer que la diócesis es la unidad pastoral para realizar la misión,  por lo tanto hay una conversión hacia la Iglesia Particular y en la misma Iglesia Particular – conversión eclesial- para que la pastoral sea orgánica, inclusiva y participativa.

-          En este camino de pastoral orgánica deben participar todos los bautizados y bautizadas, como discípulas y discípulos misioneros: no sólo los sacerdotes ni solo las parroquias, como es común que suceda. En torno al Obispo deben tener lugar los consagrados, los ministros ordenados, todos los laicos, todas las pastorales, los movimientos, los colegios e instituciones diocesanas.

Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe (DA 365).

 

-          Esta conversión pastoral y eclesial debe reflejarse en todos los planes pastorales  como una respuesta consciente y eficaz para atender las exigencias del mundo de hoy, con indicaciones programáticas concretas, objetivos y métodos de trabajo, de formación y valorización de los agentes y la  búsqueda de los medios necesarios, que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en  la sociedad y en la cultura. DA. 371.

Los planes deben gestarse y realizarse teniendo en cuenta todas las expresiones apostólicas que hay en la diócesis y en las parroquias.

-          Esta conversión pastoral debe promover la corresponsabilidad, el trabajo pastoral en equipo, reconociendo los carismas de cada bautizado, de cada ministro.

-          La pastoral se hace de cara a la historia, tratando de responder a sus desafíos y procurando tocar el corazón de las personas y el corazón de las culturas. Es paradigmática la actitud pastoral de las primeras comunidades que, desde su debilidad y pobreza, sufriendo persecución y muerte, supieron encontrar caminos para evangelizar e incidir en las culturas de su tiempo. Esta fidelidad y audacia apostólicas implica necesariamente para nosotros reformas espirituales, pastorales y también institucionales. (DA 369)

-          “La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial (NMI 12) con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera. (DA 370

-          Esta tarea nos exige vivir la “espiritualidad de comunión”, en los términos tan ricos y precisos expresados por el Papa Juan Pablo II en Novo Millennio Ineunte: “Espiritualidad de comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de comunión significa, además, capacidad de sentir  al hermano de fe en la unidad profunda del cuerpo místico y, por tanto, como uno que me pertenece, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un don para mí, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin espiritualidad de comunión es saber dar espacio al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento.

Hoy, más que nunca, el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral. La programación pastoral ha de inspirarse en el mandamiento nuevo del amor.

 

ACCIONES QUE SE PROPONEN PARA FORTALECER LA CONVERSION PASTORAL

 

Para hacer operativa la conversión pastoral es necesario realizar las siguientes acciones:

- Promover la renovación integral de los sacerdotes como colaboradores inmediatos de los obispos y los primeros agentes de las pastoral: “ la renovación de la parroquia  exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La primera exigencia es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacerdote enamorado del Señor puede renovar una parroquia. Pero al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misionero que vive el constante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración. DA 201

Esta afirmación nos puede marcar un derrotero a seguir en nuestra Arquidiócesis y en nuestro proyecto personal  de vida  efectuando un sincero análisis que nos lleve a fortalecer nuestra identidad sacerdotal, nuestra identidad de presbiterio y a vivir con alegría y compromiso el ejercicio del ministerio: es necesario pensar nuestra vida, para organizarla mejor y poder hacer de nuestra vida una experiencia  plena, entusiasta, con mística, con celo apostólico.

Debemos dar prioridad a la  pastoral sacerdotal para promover una vida sacerdotal que sea fuente de alegría, en medio de las arduas y a veces áridas tareas del ministerio; para promover una fraternidad más real, así como nuevas formas de presencia sacerdotal, más equipo, más expresiones comunitarias y solidarias: ( ejemplo plan padrino de oración, padrinazgos de parroquias, diezmo sacerdotal etc).

Esta conversión pastoral nos exige además tener un clero responsable de su propia vida, de su equilibrio, de su vigor espiritual, de la frescura evangélica de su vida… un clero que se sienta mutuamente responsable de los distintos miembros del presbiterio, de quienes comienzan así como de quienes terminan, no un clero donde cada uno está abandonado a su suerte y cuyo lema sea “sálvese quien pueda”.

 

-  Optar por un proceso de renovación para construir una Iglesia misionera; y dar prioridad a la actitud de escucha, de diálogo y de acogida.  ( Experiencias de renovación que se han emprendido en L.A: renovación a partir de las comunidades eclesiales de base y comunidades cristiana de base; nueva imagen de parroquia NIP y NID; SINE; renovación parroquial impulsada por CEPLANE: centro de planificación eclesial, entre otros.

Algunos de nosotros no entramos en un proceso  sencillamente por que no nos gusta, desconocemos dichos procesos, quemamos etapas y lo que es peor no acompañamos dichos procesos.

-  Revisar los planes, programas y metas pastorales a la luz de este espíritu de renovación pastoral en vista de la misión permanente.  ( experiencia anual de respuesta de los párrocos y las parroquias, un buen porcentaje no hace este ejercicio, no se reportan las programaciones anuales).

-  Evaluar la eficacia  de nuestra acción misionera preguntándonos si dichas acciones ¿acercan a los fieles a un encuentro personal con Jesucristo? Los impulsa a la misión, al apostolado?

- Estructurar un proceso que tenga continuidad, con metas a corto, mediano y largo plazo.

- Iniciar o continuar un proceso de revisión del proceder de los organismos diocesanos y parroquiales para hacerlos más operativos y eficaces.

- provocar la solidaridad e intercambio entre diócesis y parroquias tanto de recursos humanos como de recursos físicos y económicos.

- Profundizar la espiritualidad de comunión y participación en todas las comunidades

- Dar más espacio a las jornadas de espiritualidad y de oración a nivel personal y comunitario.

- Facilitar la integración de equipos eclesiales para impulsar las acciones pastorales.

 

 Hace unos meses se clausuró el año sacerdotal, la figura emblemática fue el Santo Cura de Ars, algunos de los rasgos de su vida, también nos pueden servir para reflexionar en nuestra propia conversión personal y la propia conversión pastoral que estamos llamados a vivir:

 

Los siguientes comentarios  los tomo de la encíclica Sacerdotii nostri primordia de Su Santidad Juan XXIII:

 

“El carácter sacramental del orden sella por parte de Dios un pacto eterno de su amor de predilección, que exige de la criatura preescogida la correspondencia de la santificación…El clérigo será un preescogido  de entre el pueblo, un privilegiado de los carismas divinos, un depositario del poder divino, en una palabra, un alter Christus… no se pertenece a sí mismo, como no pertenece a sus parientes, amigos, ni siquiera a una determinada patria: la caridad universal es lo que siempre habrá de respirar. Los mismos pensamientos, voluntad, sentimientos, su vida no son suyos, sino de Cristo, que es su vida misma”  No. 2

 

San Juan María Vianney, ejemplo  admirable de pobreza evangélica: “ante todo, observad la pobreza del humilde Cura de Ars, digno émulo de San Francisco de Asís, de quien fue discípulo en la Orden Tercera. Rico para dar a los demás, pero pobre para sí, vivió con total despego de los bienes de este mundo y su corazón, verdaderamente libre, se abría generosamente a todas las miserias materiales y espirituales que a él llegaban. “Mi secreto – decía- es sencillísimo: dar todo y no conservar nada”. No. 6

 

Aplicaciones para el sacerdote hoy: en el número 7 de esta Encíclica Juan xxIII nos trae los siguientes comentarios: Pío XI dirigía los sacerdotes este aviso: “en medio de un mundo corrompido, en el que todo se vende y todo se compra, deben mantenerse los sacerdotes lejos de todo egoísmo, con santo desprecio por las viles codicias de lucro, buscando almas, no dinero: buscando la gloria de  Dios, no la propia gloria”.

 

“San Juan María Vianney, pobre en bienes, fue igualmente mortificado en la carne. “no hay sino una manera de darse a Dios en el ejercicio de la renuncia y del sacrificio – decía- y es darse enteramente a El”. 10.

 

En relación con el tema de la conversión pastoral podemos leer unos fragmentos que describen el celo pastoral del santo cura de Ars: la vida de ascesis y oración manifiesta el secreto del celo pastoral y la eficacia de su ministerio. “fue un apóstol infatigable, lleno de iniciativas para ganar la juventud y santificar los hogares, atento a las humanas necesidades de sus ovejas, cercano a su vida, solícito en prodigarse sin medida por la fundación de escuelas cristianas y a favor de las misiones parroquiales, él fue para su pequeña grey, el buen pastor que conoce sus ovejas, que las libera de los peligros y las guía con autoridad y prudencia. 23

El ejemplo del Cura de Ars conserva un valor permanente y universal en tres puntos esenciales, nos recuerda Juan XXIII:

1-       Alto sentido de las propias responsabilidades pastorales: lo que primeramente llama la atención es el sentido profundo que él tenía de sus propias responsabilidades pastorales. 24.

2-       Predicador y catequista infatigable: quien está lleno de Cristo, no encontrará dificultades para ganar a otros para Cristo. 26

3-       Eximio apóstol del confesionario: “ordinariamente pasaba unas quince horas en el confesonario. Este trabajo cotidiano comenzaba a la una o dos de la mañana y no terminaba sino de noche”… “cuanto a mi- confiaba a uno que le pedía consejo- les señalo una pequeña penitencia, y el resto lo cumplo yo en su lugar”. 29

En conclusión para alcanzar la conversión personal y la pastoral tenemos que trabajar por nuestra propia santificación.

Examinemos nuestra vida y ministerio a partir de las siguientes preguntas:

 

1-       ¿Es el Señor todo para mi? ¿Predomina en mi vida el afán de tratar a Dios?

2-       ¿soy consciente de que hace falta estar desprendido de todo para seguir a Cristo? ¿evito los caprichos y soy generoso con mis bienes, con mi tiempo, con mi salud, con mi vida?

3-       ¿Me excuso con frecuencia y rechazo trabajos que suponen esfuerzo, dedicación y constancia? ¿pienso que la entrega a Dios y a los fieles exigen que mi tiempo les pertenezca?

4-       ¿Me doy cuenta de que para el cumplimiento de mi vocación a la santidad y el apostolado necesito una intensa y constante formación espiritual, doctrinal y humana que no debería terminar nunca?

 

Pastoral del domingo. DA.l