8 de enero 2015. ¿Sólo salud, dinero y amor? Autor. Padre. Raúl Ortiz Toro. Licenciado en teología patrística e historia de la teología. Maestría en Bioética, Universidad pontifica Regina Apostolorum, Roma, Italia. Docente, Seminario Mayor, Arquidiócesis de Popayán, Colombia. Durante estos días escuchamos hasta la saciedad, en canciones, tarjetas, abrazos y publicidades el famoso deseo de: salud, dinero y amor para 2015.
Según algunas personas, detrás de estas tres realidades se esconde la felicidad y se piden las tres en conjunto porque a nadie le gustaría tener dinero postrado en una cama o tener salud pero ser despreciado por todos o ser amado y no tener medios para subsistir. El ser humano, insaciable desde los orígenes, busca siempre más, no se siente nunca satisfecho, por eso teme enormemente a la enfermedad, a la precariedad y al desprecio. Pero el verdadero ser cristiano entiende todo esto desde una perspectiva diferente: La sabiduría.
Supongamos que una persona obtiene salud, dinero y amor. Está satisfecha, en principio, y por ello se siente con una seguridad que muchas veces es asumida como absoluta. Supongamos también, que esta persona como tiene salud abusa un poco de su trabajo, de la comida, la bebida, etc.; como tiene amor, empieza a comportarse de un modo altisonante, al fin y al cabo – piensa –: "Así me tienen que querer", como tiene dinero se deja llevar por la soberbia. Son riesgos, generalmente presentes en nuestra vida cuando poseemos un bien, que producen en nosotros falsas seguridades o en otras palabras, estabilidad aparente. A ello se refería Jesús cuando hablaba de construir la casa sobre Roca y no sobre arenas movedizas (cf. Mateo 7, 21-27).
Porque el día menos pensado, si no se cuida la salud tan anhelada se termina anticipando la enfermedad de la que se huye. Si no se valora al que ofrece afecto y amor se terminará en la soledad que siempre se temió. Si no se gasta e invierte prudentemente el dinero adquirido llegará la ruina indeseada. Salud, dinero y amor son arena inestable. Todos pasaremos por esa situación límite del dolor en la ancianidad o la enfermedad, todos experimentaremos la precariedad de tener con qué pero no tener cómo, todos llegaremos a saber lo efímero que es el afecto humano incluso familiar y de sangre, de modo que la Felicidad no es sensato que se esconda simplemente en poseer esos bienes por muy buenos que sean.
En últimas, solo la Sabiduría es tierra firme. Podrás estar pasando por la más grave enfermedad pero la Sabiduría te dará felicidad para ofrecer el misterio del dolor redentor. Podrás andar en precariedad, con "el agua tasada y el pan medido" (Isaías 30,20), pero la Sabiduría te hará convencer de que el Señor es Providente. Podrás experimentar la finitud del amor humano pero la Sabiduría te hará reconocer que solo un Amor es eterno, los demás son finitos: el Amor de quien te formó y te conoce.
De modo que no seamos tan superficiales pidiendo solo salud, dinero y amor. Pidamos la Sabiduría que viene de lo alto, allí sí que se esconde la Felicidad.