21 November 2024
 

 

 

 

 

c) Vida sacramental y litúrgica.

Enseñar el sentido de los sacramentos como signos de la gracia, como acciones de Dios, no como meros ritos o símbolos, sino como presencia real de Cristo que actúa en el alma de quien los recibe iluminándola, fortaleciéndola, vivificándola. Enseñar a vivir la Sta. Misa como centro de la vida del cristiano, como fuente de gracias inagotables. Posturas, recogimiento, concentración, fe.

d) Contacto frecuente con la Sagrada Escritura.

Dar a conocer a los hijos la Sagrada Escritura que es Palabra de Dios viva: “las palabras que os he dicho son espíritu y son vida” (Jn.6, 63). Contacto con la Persona y las enseñanzas de Jesús a través del Evangelio “que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rom.1, 6). Proporcionar a nuestros hijos el alimento frecuente de la Palabra: “no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” ,(Mt.4, 4), dedicando tiempos a leer en familia, a hacer alguna reflexión evangélica en común, explicando y haciendo comprensible el mensaje.

e) Catequesis.

Enseñar las verdades de nuestra fe a los hijos. Es difícil muchas veces llegar a amar a Dios por falta de un conocimiento profundo de las verdades fundamentales de la fe

f) Vida ascética.

En el desarrollo espiritual es necesario pelear contra los enemigos de nuestra alma: mundo, demonio y carne y contra las tentaciones que por todas partes nos asedian, y para ello es necesario inculcar a nuestros hijos un trabajo de sacrificio y de abnegación: “la vida del hombre sobre la tierra es lucha” (Job.6 ). Pequeños sacrificios y renuncias que van disponiendo al alma para el combate por la santidad y van fortaleciendo el ánimo para la lucha. “El espíritu está fuerte pero la carne es muy débil” y por ello hay que mantener a raya nuestras tendencias al egoísmo, la soberbia y la sensualidad mediante una exigente y continua práctica de la mortificación cristiana.

g) Enseñar a nuestros hijos el valor del sacrificio.

Que nuestros sacrificios unidos a los de Nuestro Señor en la Cruz y ofrecidos por las almas son fuente de conversión y de redención para ellas. Aprender a ofrecer mis dolores, tribulaciones, sufrimientos físicos o morales como reparación del terrible mal del pecado que tanto ofende al Corazón de Jesús.

h) Vida apostólica.

Enseñar a nuestros hijos a descubrir a Cristo en nuestro prójimo, especialmente al que más necesitado está y motivarlos a dar, a ayudar, a preocuparse, a servir, a orar por ese prójimo. Acción social. Dar de mi tiempo, de mis cosas, de mi dinero: ir formando un corazón generoso. Visita a los enfermos. Testimonio

i) Ejemplos vivos: los santos.

Enseñarles vidas de santos, ejemplos vivos de hombres y mujeres que se entregaron heroicamente en la práctica de las virtudes, que amaron a Dios y a las almas hasta dar su vida por ellos, que abandonaron fortuna, casa y a la propia libertad para ir a proclamar la Buena Nueva en tierra de misión, etc.

j) Espíritu evangélico.

Hablar, insistir, predicar sobre el verdadero espíritu del Evangelio que es total, radical. No minimizarlo, ni suavizarlo. Presentar el ideal cristiano tal cual es y empujar a nuestros hijos a aspirar a él por duro que pueda ser o por difícil que sea vivirlo. No permitir que el conformismo penetre en la vivencia de la propia fe haciéndonos caer en un catolicismo “light”. No dejar que nuestros hijos se lleven una idea errónea de lo que es la fe católica, pensando que es cosa de mujeres, de curas y monjas.