19 April 2024
 

                Resumiendo, diría que la lectura de la Sagrada Escritura debe ser siempre una lectura a la luz de Cristo. Sólo así podemos leer y comprender, incluso en nuestro contexto actual, la Sagrada Escritura y obtener realmente de ella la luz. Debemos comprender esto: la Sagrada Escritura es un camino con una dirección. Quien conoce el punto de llegada también puede dar, ahora de nuevo, todos los pasos y aprender así, de modo más profundo, el misterio de Cristo. Comprendiendo esto, también hemos comprendido el carácter eclesial de la Sagrada Escritura, porque estos caminos, estos pasos del camino, son pasos de un pueblo. Es el pueblo de Dios que va adelante. El verdadero propietario de la Palabra es siempre el pueblo de Dios, guiado por el Espíritu Santo, y la inspiración es un proceso complejo: el Espíritu Santo guía adelante, y el pueblo recibe.

                Es, pues, el camino de un pueblo, del pueblo de Dios. La sagrada Escritura hay que leerla bien. Pero esto sólo puede hacerse si caminamos dentro de este sujeto que es el pueblo de Dios que vive, que es renovado y fundado de nuevo por Cristo, pero que conserva siempre su identidad.

                Por consiguiente, diría que hay tres dimensiones relacionadas y compenetradas entre sí: la dimensión histórica, la dimensión cristológica y la dimensión eclesiológica —del pueblo en camino—. En una lectura completa las tres dimensiones están presentes. Por eso, la liturgia —la lectura común y orante del pueblo de Dios— sigue siendo el lugar privilegiado para la comprensión de la Palabra, porque precisamente aquí la lectura se convierte en oración y se une a la oración de Cristo en la Plegaria eucarística.

                Quisiera añadir aún una cosa, que han subrayado todos los Padres de la Iglesia. Pienso, sobre todo, en un bellísimo texto de san Efrén y en otro de san Agustín, en los que se dice: si has comprendido poco, acepta, no pienses que has comprendido todo. La Palabra sigue siendo siempre mucho más grande de lo que has podido comprender. Y esto hay que decirlo ahora de modo crítico ante una cierta parte de la exégesis moderna, que piensa que ha comprendido todo y que por eso, después de la interpretación elaborada por ella, ya no se puede decir nada más. Esto no es verdad. La Palabra es siempre más grande que la exégesis de los Padres y que la exégesis crítica, porque también esta comprende sólo una parte, diría, más bien, una parte mínima. La Palabra es siempre más grande, este es nuestro gran consuelo. Y, por una parte, es hermoso saber que hemos comprendido solamente un poco. Es hermoso saber que existe aún un tesoro inagotable y que cada nueva generación redescubrirá nuevos tesoros e irá adelante con la grandeza de la palabra de Dios, que va siempre delante de nosotros, nos guía y es siempre más grande. Con esta certeza se debe leer la Escritura.

                San Agustín dijo: beben de la fuente la liebre y el asno. El asno bebe más, pero cada uno bebe según su capacidad. Sea que seamos liebres, sea que seamos asnos, estemos agradecidos porque el Señor nos permite beber de su agua.

MÉTODO DE LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

INTRODUCCIÓN

                La escucha de Dios se reduce en concreto a la escucha de su Palabra. ¿Dónde más hemos de conocer la voluntad de Dios? ¿Quién mejor que las palabras y los hechos de Dios, escritos en la Biblia, nos hablarán mejor de Él mismo? De tal forma que podemos decir que quien no lee la Escritura no conoce a Dios. Es conocidísimo el dicho de S. Jerónimo: "Quien no conoce las Escrituras no conoce a Cristo". Hasta el momento del Concilio Vaticano II la lectura de la Biblia se había vuelto exclusivista. La única lengua accesible era el latín, considerado el idioma litúrgico, y sólo pocos podían acercarse a la Biblia, por lo general sólo el clero. La mayor parte de la gente no entendía absolutamente nada. Por otra parte, los pastores no hacían nada por acercar al creyente a beber de las “fuentes de la vida”. El Concilio Vaticano II en su Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación (Dei Verbum) dio un fuerte impulso a la lectura de la Palabra de Dios.

El número 22 de la DV dice: "Todos los fieles tienen que tener un amplio acceso a la Sagrada Escritura". Este amplio acceso no se refiere simplemente a una buena traducción, ni mucho menos a promociones de biblias a bajo costo, porque en realidad hay muchas personas que tienen en sus manos el texto de la Biblia, pero no saben cómo leerlo, se encuentran con muchas dificultades y finalmente acaban por no alimentarse de la Palabra. “¿Cómo voy a entenderlo sino hay nadie que me lo explique?" decía el eunuco etiope a Felipe (Hech. 8,30). El amplio acceso se refiere mejor dicho a favorecer una lectura provechosa por parte de los fieles de la Palabra de Dios. Que la Palabra de Dios pueda llegar a ser el pan para el camino de la vida del creyente, "vigor y sustento" (cfr. DV 21) de toda la vida de la Iglesia.

El Concilio Vaticano II promovió la lectura provechosa de la Biblia, hecha por todos los fieles, poniéndola al mismo nivel del Cuerpo de Cristo: "La Iglesia siempre ha venerado a las Sagradas Escrituras como al mismo Cuerpo de Cristo" (DV 21).

¿QUÉ ES?

                La Pontificia Comisión Bíblica (1993) ofrece una definición de este método de lectura de la Biblia: "Es una lectura, individual o colectiva, de un pasaje más o menos largo de la Escritura, acogida como Palabra de Dios, que se desarrolla bajo la moción del Espíritu en meditación, oración y contemplación" (Cfr. Con el ideario guía).

Dentro de esta definición hay varios elementos:

1.- Se trata de una lectura, es decir, la Lectio Divina es una entre muchas maneras de leer la Escritura. Lectura dice dinamismo, actividad, ejercicio dinámico, individual o comunitario y no mera pasividad de escucha.

2.- Que se desarrolla a través de la meditación, oración y contemplación como partes integrantes distintas pero no separadas de un solo y único proceso.

3.- Acogida como Palabra de Dios: Aquí recae su cualifica como divina. La Palabra que leo, es Palabra de Dios, y no sólo estoy de frente a un libro que narra acontecimientos pasados, sino que es Dios quien me está hablando aquí y ahora,concretamente a través del texto que estoy leyendo.

4.- Bajo la moción del Espíritu: Para poder comprender las Escrituras hay que ponerse en sintonía con el mismo Espíritu con el cual fue escrita (cfr. DV 12). En sí toda la Lectio es oración desde el comienzo hasta el final. Se trata de darle espacio al Espíritu que está dentro de nosotros para que nos guíe en la comprensión de lo que Dios quiere decirnos cuando leemos un pasaje concreto.

¿CÓMO SE HACE?

                Guido, monje de la Cartuja de Grenoble, comparó los movimientos de la Lectio con peldaños o escalones, uno sigue al otro, siempre hacia arriba. Fundamentalmente son 4, como hemos visto, y él les llamaba la "escalera de los monjes". La imagen de la escalera es, de por sí, muy sugestiva: se parte de lo más bajo (primer peldaño, la lectura misma del texto) hasta llegar a las profundidades de Dios, en el encuentro personal y vivo con Jesucristo, como dice el Documento Ecclesia In America en el número 12, señalando los lugares concretos del Encuentro con Jesucristo: “La Sagrada Escritura leída a través de los Padres y del Magisterio, profundizada en la oración y en la meditación”.

LECTIO

                Es la repetida lectura de un texto, tratando de responder a la pregunta ¿Qué dice el texto? Se trata de interrogar continuamente al texto, de ponerle preguntas continuamente y no pasar de largo hasta que no hayan quedado solucionadas. La misma etimología de "Leer" (en latín "lego", recojo) sugiere una actividad, un esfuerzo, por "recoger", ir uniendo uno a uno los cabos sueltos en un manojo, en su conjunto.

Anotaciones

No es una lectura cualquiera, apresurada, sino lenta y atenta, tratando de evidenciar todos los elementos portantes e importantes del texto. Todo es importante. Evitaré cualquier preferencia (lo que a mí me guste) y dejaré hablar al texto. Hemos dicho que el Concilio Vaticano II comparó la Palabra de Dios con el mismo Cuerpo de Cristo (cfr. DV. 21) y así como se está atento a que ni una sola partícula de la Hostia se pierda, de igual manera hay que buscar que ningún detalle se escape de nuestra atención. Los elementos importantes a tener en cuenta son:

A) El Contexto: En qué posición se encuentra el texto que estoy leyendo con lo que está antes y después. Ubicar el texto en su contexto nos ayuda a comprender la importancia de esa perícopa en su estado actual, e ilumina al texto mismo.

B) Los Personajes: ¿Quiénes son y cuantas veces aparecen? Llevar como una estadística de sus apariciones o intervenciones nos hará ver quien es más importante, donde tenemos que centrar nuestra atención.

C) Las Acciones: Poner atención en los verbos y en las formas verbales. No es lo mismo una acción puesta en el pasado que una en el presente, una finalizada y una continua. ¿Qué hacen y qué dicen los personajes? ¿Con que intención lo dicen?

D) Los Temas: ¿De qué se está hablando o de qué hablan los personajes? ¿Cómo lo dicen?

E) Las Figuras o los Símbolos: Al principio causa mucha dificultad identificar las figuras y pero poco a poco nos iremos acostumbrando a ese simbolismo particular de la Biblia, que por lo demás, llega a ser muy sugestivo: No es lo mismo un discurso en el llano, que en la montaña; estar sentado que parado, tocar que ver, escuchar que hablar.

F) Los Contrastes: La construcción del sentido se hace a través de los contrastes: Percibo el color blanco porque conozco el negro, el gris y otros que no son el blanco. Lo mismo sucede en el texto: hay que buscar los contrastes que le van dando sentido al texto que estoy leyendo.

Sugerencias

a) Se trata de una lectura atenta, pausada de un trozo de la Escritura. No es recomendable trozos muy largos, ya que la Palabra de Dios contiene una riqueza amplísima y muchas veces siendo trozos largos, se corre el riesgo de no hacerla con provecho y perder muchos elementos importantes. Además tratándose de un trozo pequeño, podemos analizarlo de una manera exhaustiva.

b) Cuestionando al texto descubriremos que no conocemos muchos lugares, a veces palabras, y por lo tanto no nos queda muy claro. Es necesario entonces ayudarse de algún diccionario o algún comentario bíblico.

c) Uno de los principios de interpretación judía es que el texto se explica con el mismo texto: es decir, muchas veces la respuesta la encontraremos en el mismo texto que estamos leyendo, aunque no aparece a primera vista. Otras veces tendremos que recurrir a otros textos semejantes que puedan iluminar el texto que estamos leyendo. Es otro principio de la exégesis rabínica: La Biblia se explica por la misma Biblia.

d) Una de las fallas continuas es leer la Biblia cuando tenemos que decir algo, preparar algún tema, dar una charla, de alguna manera utilizar la Biblia servilmente para nuestros propósitos, o bien, buscamos lo que nos gusta, lo que queremos escuchar. Cuando realizamos la Lectio no tenemos que buscar algo que decir a los demás, ni lo que queremos oír, o hacer decir al texto lo que no dice o lo que pensamos que dice. Tenemos que dejarlo hablar. Fuera del Texto no hay salvación.

MEDITATIO

                Es la meditación sobre el texto que he "recogido" (leído). Si se ha efectuado una buena lectura, la meditación brota espontánea, con un movimiento muy natural y sin forzar absolutamente nada y responde a la pregunta ¿qué me dice a mí el texto? No se trata de un mensaje para comunicarlo a lo demás. No se trata de decir algo elocuente o bello, sino qué me está diciendo A Mí. La Palabra de Dios es viva y me está hablando a mí en concreto, con todo lo que soy y tengo, con mis situaciones personales actuales. Nunca será lo mismo para un joven que para una persona madura, para el ama de casa o para el abogado. La meditación trata de descubrir el fin último por el cual fue escrito el texto. ¿Qué quiso decir el autor inspirado? ¿Qué me dice a mí hoy? Uno de los grandes logros de la pragmalingüística contemporánea ha sido el poner de manifiesto que un texto no sólo informa, sino que también trata de FORMAR al lector. Es decir, un texto no sólo comunica sentido, narra una historia o dice algo, sino que también trata de PROVOCAR al lector, trata de cambiar algo en él, en su mente, corazón y acciones. Elementos de la meditación:

A) Si es verdad que un texto no sólo evoca sino provoca, entonces tengo que buscar cuales y de qué tipo son estas provocaciones. Detrás de los personajes, de las acciones o las palabras ¿qué provocaciones o valores percibo y puedo hacerlos míos?

B) Esta palabra tiene un sentido HOY (Cfr. Lc 4,21) y no sólo es el recuerdo del pasado. La Biblia en efecto ha sido definida como la “memoria viva de fe de un pueblo” y no como mero relato del pasado. Si analizamos las diferentes etapas por las cuales la Biblia se vino conformando, nos daremos cuenta como ella no es más que el resultado del continuo “rumiar” (Casiano) la Palabra de Dios, siempre actualizándola a las nuevas y diferentes situaciones. No actualizarla sería traicionar su naturaleza.