21 November 2024
 

 

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Animación Bíblica de la Pastoral
Delegado:
Padre:  LUIS FERNANDO AGUIRRE HURTADO
Colegio Tolimense - 2730012
Email: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.

 

CÓMO LEER LA SAGRADA ESCRITURA

Autor: José Miguel Petisco. (Fuente: Catholic). Hoy día muchos católicos comienzan a leer la Biblia, pero después de algunos capítulos la dejan de lado. No saben cómo o por dónde empezar.

                Seguramente nos ayudará esta GUÍA PARA LA LECTURA DE LA SANTA BIBLIA ya que de una manera muy sencilla y clara, podemos organizarnos para leerla sistemáticamente, sin saltarnos de una parte a otra. Podremos leer todos los días unos versículos, y al cabo de un año la habremos terminado.

Trata de organizar tu vida de tal manera que todos los días encuentres un momento de 5 a 10 minutos para la Biblia. Busca un lugar tranquilo.

No leas la Biblia como una lectura o sólo para saber más, sino para saber lo que Dios quiere decirte. Pues la Biblia es la Palabra de Dios, es la carta que El envía a sus hijos.

En la Biblia no busques ciencia, sino sabiduría. La Biblia no es un libro para guardar, sino para ser leído. Dice san Jerónimo: No debes retirarte al descanso nocturno sin haber llenado tu corazón con una pequeña parte de la Palabra de Dios.

¿Queremos escuchar a Dios? Abramos la Sagrada Escritura. Ahí está todo lo que debemos hacer para llegar al cielo. Ahí está el camino para la verdadera felicidad.

Ahí está la solución para todos nuestros problemas. Sólo tenemos que abrirla, leer, meditar, interiorizarlo, vivirlo y transmitirlo.

CÓMO ESTUDIAR LA BIBLIA 

(Autor:  P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá. Catholic)

                Hoy día en muchas familias católicas encontramos la Biblia como el libro sagrado de la casa. Ojalá que pronto llegue el día que cada católico sea un asiduo lector de la Escritura Sagrada.

Pero muchos que comienzan a leerla, después de algunos capítulos la dejan de lado por no comprender casi nada. Dicen que leer la Biblia les resulta difícil. Es un libro tan largo y a veces difícil, especialmente para uno que sabe poca historia y poca geografía, y no tiene costumbre de ubicar lo que lee en su propio contexto.

También se da el caso de católicos que, comienzan a leer la Biblia, y se dejan llevar por interpretaciones parciales, caprichosas y fanáticas que poco a poco lo llevan a uno a adherir, por mero sentimentalismo, a algunas de las muchas sectas bíblicas ya existentes, apartándose, por ignorancia, de la Iglesia Católica.

Y no faltan los que quieren leer toda la Biblia sin alguna explicación; o toman la Biblia como un juego de naipes abriendo el libro al azar, o saltando por aquí o por allá y piensan que Dios automáticamente les comienza a hablar. Es un riesgo muy grande; es como jugar a la suerte.

Para evitar estos peligros, no basta leer la Biblia con fe y devoción. Hay que juntar la fe, la oración y la devoción con el estudio. Leer la Biblia sin una adecuada preparación es tentar a Dios. Hay que prepararse para leerla. Si no, puede suceder cualquier cosa. La historia de nuestra fe es así.

Queridos hermanos, esta carta tiene como finalidad introducirnos en el estudio de la Biblia. Hoy, más que nunca, debemos tener una cierta preparación para iniciar una lectura seria de la Biblia. Para muchos, la Biblia sigue siendo un hermoso libro cerrado que adorna nuestra biblioteca. El problema es: ¿cómo leer, cómo comenzar con este libro? Siempre ha sido difícil la iniciación a la lectura de la Biblia. Exige de nosotros paciencia, humildad, serenidad y una cierta disciplina intelectual.

En esta carta vamos a indicarles algunos consejos prácticos para comenzar el estudio de la Biblia.

Las mejores Biblias

Muchas personas se preguntan cómo conseguir una buena edición moderna de la Biblia Católica.

Hoy existen muy buenas Biblias católicas; les recomendamos la Biblia de Jerusalén, la Biblia de América, la de La Casa de la Biblia y otras.

Da pena ver gente siosa de conocer la Biblia y lo hace con ediciones demasiado antiguas, incluso incompletas, sin introducciones, ni comentarios; o con ediciones de bolsillo que está bien para llevarlas a un paseo pero no para hacer estudios serios con ellas.

Una Biblia de uso personal

Conviene que cada persona tenga su propia Biblia en la que libremente vaya subrayando los textos más importantes o más significativos en relación con nuestra vida de fe, con nuestro seguimiento de Cristo, con nuestra vida de oración, de evangelización, etc. E incluso uno va poniendo anotaciones personales, inquietudes originadas de la propia reflexión y experiencia pastoral, apuntes tomados de cursillos, retiros, libros... Sólo así se aprenden las cosas, y con gusto.

Conocer bien la propia Biblia

Es decir, antes de estudiar el texto sagrado, hay que echar un vistazo general a la edición de su Biblia; ver qué dicen los editores sobre el manejo del libro, ver cómo se citan los libros, qué introducciones hay, qué notas, mapas, o temas especiales, etc... Esto puede ahorrar mucho tiempo y trabajo. No hay por qué anotar en cuadernos o papelitos cosas que ya están muy bien puestas en las notas más importantes.

Así por ejemplo, la Biblia Latinoamericana pone una especie de introducción muy buena, titulada: «¿Qué hubo en el mundo antes de la Biblia?». También tiene un «Índice del Evangelio» bien práctico y una serie de temas breves con el título de «La enseñanza bíblica» que pueden ayudar mucho. Además hay otros temas.

La Biblia de Jerusalén, entre tantas cosas excelentes, trae casi al final una sinopsis cronológica muy útil para ubicar los acontecimientos bíblicos dentro de la historia, de la geografía y de las otras culturas relacionadas con la Biblia. La Nueva Biblia Española tiene, al final, un vocabulario bíblico teológico muy bueno. Cada uno debe familiarizarse bien con su propia Biblia.

Leer y estudiar las Introducciones

Es muy conveniente leer las Introducciones que se ponen a cada libro o a los diversos grupos de libros. Casi todas las Biblias modernas católicas tienen muy buenas introducciones. La Biblia de Jerusalén es excelente en este punto y es la que ha inspirado casi todas las ediciones posteriores de la Biblia.

Algunas personas se dedican primero a leer y estudiar todas las introducciones de cada libro y luego comienzan la lectura del texto bíblico mismo. Es lo mejor.

Leer y meditar la Biblia

A continuación, ya se puede comenzar a leer y a estudiar el texto bíblico. Pero la Biblia es muy larga, y para todos nosotros nos resultará muy difícil, si no imposible, leerla toda desde la primera página hasta la última. Por tanto, hay que ser prácticos.

Si es la primera vez que te acercas a la Biblia, te proponemos un itinerario de lectura:

a) Empieza con el Evangelio de San Lucas. En él podrás conocer los rasgos más atrayentes de Jesús de Nazaret, nacido de María.

b) Continúa con el libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí podrás ver la hermosa actividad de la Iglesia naciente.

c) Después te recomendamos volver a los Evangelios, primero Marcos, luego el de Mateo y finalmente el de Juan.

Puedes intercalar, al fin, la lectura de alguna Carta de los Apóstoles: por ejemplo, a los Corintios, los Tesalonicenses, etc.

Otra forma es tener un calendario litúrgico y leer las lecturas que corresponden al día.

El Nuevo Testamento

Para el cristiano lo más importante son los cuatro Evangelios, que son el alma de toda la Biblia, y luego los otros libros del Nuevo Testamento. Eso ha de ser el objetivo constante de nuestra lectura o estudio. Pero es bueno conocer, siquiera básicamente, el Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Deuteronomio, Josué, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar, Sabiduría, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, Miqueas, Jonás.

Lectura y meditación de la Biblia

Después de haber leído la introducción de un libro, comienza a leer el texto mismo. No te apresures en leer todo de una vez. Lee solamente un pasaje, o un párrafo. Lee con atención y respeto, abriendo tu corazón a lo que Dios te quiere expresar. Subraya los textos que te impactan.

En la primera lectura de un texto, te conviene leer siempre las notas explicativas que se encuentran debajo del texto bíblico. Estas notas explicativas y los comentarios van a clarificarte la comprensión de los textos bíblicos más difíciles. Son explicaciones escritas por especialistas y hay que tratar de entenderlas y, normalmente, han de ser aceptadas con confianza. Muchas personas, por no leer atentamente las notas explicativas quedan sin comprender un texto en su contexto propio, sin comprender los diversos estilos y doctrinas, y luego abandonan la lectura por aburrimiento.

Los cursillos bíblicos intensivos, con un buen profesor, pueden ayudar mucho, y quizás sean imprescindibles para comprender ciertos problemas y notas técnicas.

Y ahora, ¡a comenzar!... Trata de organizar tu vida de tal manera que todos los días encuentres un momento de 5 a 10 minutos para la Biblia. Busca un lugar tranquilo. Lee sistemáticamente, no saltando de una parte a otra, ni abriendo el libro al azar. Nunca leas la Biblia para satisfacer tu curiosidad o sólo para saber más, sino para indagar lo que Dios quiere decirte. Pues la Biblia es la Palabra de Dios, es la carta que El envía a sus hijos. En la Biblia no busques ciencia, sino sabiduría. No tengas miedo de subrayar y poner anotaciones en tu Biblia. La Biblia no es un libro para guardar, sino para ser leída. Dice san Jerónimo: «No debes retirarte al descanso nocturno sin haber llenado tu corazón con una pequeña parte de la Palabra de Dios».

Principales Biblias Católicas

Entre las Biblias Católicas más conocidas, y más usadas hoy entre nosotros, están las siguientes:

1. La Biblia de Jerusalén: Se llama así sencillamente por haber sido preparada por un numeroso equipo internacional de biblistas, bajo la dirección de la famosa «Escuela Bíblica de Jerusalén». Apareció primeramente en francés (1956), de la que se sacó la primera edición española en 1967. Luego ha seguido una segunda edición española en 1975, revisada y mejorada.

Es la mejor Biblia desde el punto de vista crítico, teológico y académico, con notas explicativas. Su criterio ha influido decididamente en todas las otras ediciones de la Biblia. Es imprescindible para un estudio serio de la Biblia. Sin embargo el precio de esta Biblia es generalmente muy elevado.

2. La Biblia Latinoamericana: Se la conoce con este nombre, ya muy popularizado. Fue preparada por un equipo latinoamericano de pastoral. Ya han salido, al menos, 81 ediciones (1990). Tiene el mérito de estar muy adaptada al lenguaje latinoamericano y, sobre todo, en las introducciones y comentarios refleja muy bien la realidad y problemática sociopolítico-religiosa de América Latina. Ha recibido muchas alabanzas y fuertes críticas de distintos sectores de la Iglesia y de la sociedad. En nuestro medio ambiente y para fines pastorales es, con mucho, la mejor Biblia.

Generalmente no es un libro muy caro; muchas veces ha sido subvencionada para el bien del pueblo.

También existe un Nuevo Testamento Latinoamericano, que es la parte más importante de toda la Biblia Latinoamericana.

3. Otras Biblias: Hay también muchas otras ediciones católicas de la Biblia, todas muy buenas, aunque no hayan tenido, en nuestro medio, el éxito de las dos mencionadas. Entre éstas no podemos dejar de nombrar las Biblias: Nacar-Colunga y la Nueva Biblia Española de Juan Mateo.

El gran valor de estas ediciones modernas de la Biblia es, sobre todo, que se basan en los textos originales (hebreo-griego), y no en la Vulgata Latina como anteriormente se hacía. Además en sus introducciones y comentarios recogen lo mejor de las investigaciones bíblicas modernas.

Últimamente apareció la Biblia de Estudio de las Sociedades Bíblicas, elaborada por biblistas católicos y evangélicos, y que cuenta con el respaldo del CELAM para ser utilizada en América Latina.

Quien medita cada día la sagrada ley divina con esta meditación a la gloria se encamina. Quien medita cada día las Sagradas Escrituras verá la mano de Dios en todas las criaturas


Cuestionario

¿Cuál es la regla de oro para la interpretación de la Biblia? ¿Se pueden sacar frases de su contexto y darles una interpretación personal? ¿Qué significa interpretar la Biblia dentro de la Tradición Católica? ¿Cuál es la postura protestante? ¿En qué se basan? ¿Qué acontece al interpretar la Biblia en forma personal y sin tomar en cuenta la Tradición? ¿Qué se espera, al respecto, del Ecumenismo?

LA BIBLIA Y LA TRADICIÓN

 (fuente:  apologética.org)

                Los Reformadores Protestantes decían que la Biblia es la única fuente de las verdades de la fe, y que para entender su mensaje había tan solo que leer las palabras del texto. Es lo que se llama la teoría protestante de la sola scriptura, o en español "solamente la Biblia". Según esta teoría, ninguna autoridad no bíblica puede imponer una interpretación, y ninguna institución extrabíblica -por ejemplo la Iglesia- ha sido establecida por Jesucristo para hacer las veces de árbitro en caso de conflictos de interpretación.

Como buenos herederos de los Reformadores, las sectas fundamentalistas trabajan sobre la base de esta teoría, y no pierden oportunidad para sacar a relucir su principio, que por otro lado parecería ser su arma mas efectiva, algo que ellos aceptan como el fundamento indiscutible de sus puntos de vista.

Sin embargo, no hay cosa más difícil en el diálogo con los fundamentalistas que querer hacerlos demostrar porqué creen ellos en el principio de que la Biblia solamente, separada de toda otra fuente de autoridad, sea suficiente en cuestiones de fe. La cuestión se reduce a saber cuál es el motivo que un Fundamentalista tiene para creer que la Biblia es un libro inspirado, pues es obvio que ella puede tomarse como regla de fe solamente en el caso que pueda ser comprobada su inspiración, y por ende su inerrancia.

Claro que se trata de una cuestión que no preocupa demasiado a la mayoría de los cristianos, y ciertamente son pocos los que le ha brindado atención alguna vez. En general se cree en la Biblia porque es el libro aceptado por todos los cristianos, cuya autoridad no se discute; aún vivimos en tiempos en los que los principios cristianos influyen en la cultura y en el medio en el que vive la mayoría de la gente.

Un cristiano tibio que no daría ni la más mínima credibilidad al Corán, pensaría dos veces antes de hablar mal de la Biblia, ya que esta goza de cierto prestigio, aún cuando no pueda explicarla ni entenderla demasiado. Podría decirse que esa persona acepta la Biblia como inspirada -cualquiera sea su entendimiento de la inspiración- por razones de tipo cultural, razones que, sin duda, son de escaso o ningún valor, ya que por las mismas razones el Corán debería ser tenido como inspirado en países de cultura musulmana.

"Para mí es motivo suficiente"

Dígase lo mismo ante quien sostiene que la familia en la que uno vino al mundo siempre tuvo la Biblia como libro inspirado, y "para mí eso basta". Sería un buen motivo solamente para aquel que no pueda hacer un trabajo de reflexión serio, y no debemos nunca despreciar una fe sencilla, sostenida sobre fundamentos más bien débiles. Pero sea como sea, la mera costumbre familiar o local no puede establecerse como la base para creer en la inspiración divina de la Sagrada Escritura.

Algunos sectarios dicen que la Biblia es un libro inspirado porque "es un libro que inspira". Pero la palabra inspiración es precisamente lo que se quiere probar, y tengamos en cuenta que hay muchos escritos religiosos y muy antiguos que ciertamente son mas "inspirados" o "emotivos" que muchos textos, incluso libros enteros, del Antiguo Testamento. No es falta de respeto afirmar que ciertas partes de los escritos sagrados son tan áridos como lo serían estadísticas militares; ¡y algunas partes de la Biblia (Antiguo Testamento) son eso, estadísticas militares!

Por ello concluyamos que no es suficiente creer en la Sagrada Escritura por motivos culturales o por costumbre, ni tampoco por sus textos emotivos o su belleza espiritual: hay otros libros, alguno totalmente seculares, que sobrepasan en belleza poética muchos pasajes de la Escritura.

¿Qué dice la Biblia de sí misma?

¿Y qué decir de lo que la misma Biblia enseña sobre su inspiración? Notemos que son muy pocos los pasajes donde la Biblia misma enseña su inspiración, aunque sea de modo indirecto, y la mayoría de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento no dicen absolutamente nada sobre su inspiración. De hecho ningún autor de los libros del Nuevo Testamento dice estar escribiendo bajo el impulso del Espíritu Santo, excepto San Juan al escribir el Apocalipsis.

Además, en el supuesto caso de que cada libro de la Biblia comenzase con la frase: "Este libro es inspirado por Dios", semejante frase no probaría nada: el Corán dice estar inspirado, el Libro del Mormón, varios libros de algunas religiones orientales. Es más, lo libros de Mary Baker Eddy, la fundadora de la Ciencia Cristiana, y de Ellen G.White, fundadora del Adventismo del Séptimo Día se auto-declaran inspirados. Se puede concluir, con bastante sentido común, que el hecho de que un escrito se atribuya cualidades de inspiración divina no quiere decir que así lo sea.

Al fallar estos argumentos, muchos fundamentalistas retroceden y nos afirman que "el Espíritu Santo me dice claramente que la Biblia es inspirada", una noción bastante subjetiva, por decir lo menos, muy afín con aquella otra, tan común entre los sectarios, de que "el Espíritu Santo los guía para interpretar las Escrituras". Y así, el autor anónimo del artículo "Cómo puedo entender la Biblia", un folleto distribuido por la organización evangélica "Radio Bible Class" enlista doce reglas para estudiar la Biblia. La primera es "Busca la ayuda del Espíritu Santo. El Espíritu fue dado para iluminar las Escrituras y hacerlas revivir para ti cuando la estudies: deja que te guíe".

Si con esta regla se entiende que cualquier persona que pida a Dios guía para interpretar la Biblia recibirá esa guía de lo alto -y en este sentido lo entienden la mayoría de los fundamentalistas- entonces la multiplicidad de interpretaciones contrarias y contradictorias, aún entre los mismos Fundamentalistas, daría la preocupante sensación de que el Espíritu Santo no ha estado haciendo bien su trabajo...

No con silogismos

Gran parte de los fundamentalistas no dicen directamente que el Espíritu Santo les habló, asegurándoles que la Biblia es un libro inspirado. Al menos no hablan de ese modo. Más bien sucede así: al leer la Biblia el Espíritu "los convence" que esa es la Palabra de Dios, reciben cierta sensación interior de que es una palabra divina, y punto.

De cualquier modo que se lo vea, la postura fundamentalista no resiste un razonamiento serio. Son contados con los dedos de la mano los fundamentalistas que en un primer momento se acercan a la Biblia como a un libro "neutral", y luego de su lectura lo reconocen como tal, siguiendo un razonamiento lógico. De hecho los fundamentalistas comienzan dando por supuesto el hecho de la inspiración, tal como toman otras doctrinas de sus sectas sin razonar sobre ellas, y entonces encuentran partes de la Sagrada Escritura que parecen fundamentar la inspiración, cayendo así en un círculo vicioso, confirmando con la Biblia lo que ellos crían de antemano.

La persona que quiere reflexionar seriamente sobre el tema se defraudará con la posición fundamentalista de la inspiración bíblica, dándose cuenta de que no cuenta con una base sólida para mantener esa teoría. La posición católica es la única que, al fin de cuentas, puede dar una respuesta intelectualmente satisfactoria.

La manera de razonar católica para demostrar que la Biblia es inspirada es la siguiente: en un primer paso consideramos la Biblia como cualquier otro libro histórico, sin presumir que es inspirado. Estudiando el texto bíblico con los instrumentos de la ciencia moderna llegamos a la conclusión que se trata de una obra confiable, de gran precisión histórica, cuya precisión sobrepasa en mucho la de cualquier otro texto histórico.

Un texto preciso

Sir Frederic Kenyon, en The Story of the Bible hace notar lo siguiente: "Para todas las obras de la antigüedad clásica nos vemos obligados a acudir a manuscritos escritos mucho después del original. El autor que lleva la delantera en este sentido es Virgilio, aún cuando el manuscrito más antiguo que de él poseemos fue escrito 350 años después de su muerte. Para todas las demás obras clásicas, el intervalo que existe entre la fecha del escrito original y la del manuscrito más antiguo que de él se conserva es mucho mayor: para Livio es de unos 500 años, para Horacio de 900, para la mayoría de la obras de Platón es de 1300, para Eurípides 1600". Aun así, nadie pone seriamente en duda el hecho de que poseemos copias fieles de las obras de estos autores.

No solamente poseemos manuscritos bíblicos más cercanos a los originales que los de la antigüedad clásica, sino que poseemos un número mucho mayor que aquellos. Algunos de estos manuscritos son libros enteros, otros son fragmentos, otros tan sólo algunas palabras, pero todos ellos juntos suman miles de manuscritos en hebreo, griego, latín, copto, siríaco y otras lenguas. Todo esto significa que poseemos un texto rigurosamente fiel, y podemos trabajar con él con toda confianza.

Tomado históricamente


En un segundo momento dirigimos nuestra atención a lo que la Biblia, considerada sólo como libro histórico, nos enseña, particularmente en el Nuevo Testamento y en los Evangelios. Examinamos el relato de la vida de Jesús, su muerte y su resurrección.

Usando lo que nos transmiten los Evangelios, lo que leemos en otros escritos extrabíblicos de los primeros siglos y lo que nos enseña nuestra propia naturaleza -y lo que de Dios podemos conocer por la luz de la razón- concluimos que Jesús o bien era lo que decía lo que era -Dios- o bien estaba loco. (Sabemos que no pudo haber sido tan solo un buen hombre que no fuese Dios, porque ningún buen hombre se atribuye el ser Dios, si no lo es).

También podemos excluir que era un loco, no solamente por lo que él dijo y enseño -ningún loco habló jamas como lo hizo él, aunque tampoco un hombre cuerdo nunca habló así...-, sino por lo que sus seguidores hicieron después de su muerte. Un fraude (la tumba supuestamente vacía) se comprende, pero nadie da la vida por un fraude, al menos por uno que no tiene ninguna perspectiva de provecho. En conclusión, debemos afirmar que Jesús verdaderamente resucitó, y que por lo tanto era Dios, como él decía, e hizo lo que prometió que iba a hacer.

Otra cosa que él dijo que haría es fundar su Iglesia, y tanto de la Biblia (tomada aún como simple libro histórico, no como libro inspirado por Dios) como de otras fuentes históricas antiguas sabemos que Cristo estableció una Iglesia con las notas que hoy vemos en la Iglesia Católica: papado, jerarquía, sacerdocio, sacramentos, autoridad para enseñar y como consecuencia de esta última, infalibilidad. La Iglesia de Cristo debía gozar de infalibilidad de enseñanza si iba a cumplir aquello para lo cual Cristo la fundó.

Hemos tomado materia meramente histórico y hemos concluido que existe un Iglesia, la Iglesia Católica, protegida por Espíritu Santo para que pueda enseñar hasta el fin de los tiempos sin error. Vayamos entonces a la última parte del argumento.

Esa Iglesia nos dice que la Biblia es inspirada, y podemos confiar en su enseñanza porque se trata de una enseñanza autorizada, infalible. Sólo después de haber sido enseñados por una autoridad propiamente constituida por Dios para transmitirnos las verdades necesarias para nuestra fe, tal como la inspiración de la Biblia, sólo entonces podemos usar de las Escrituras como de un libro inspirado.

Un argumento en espiral

Hay que notar que nuestro argumento no cae en un circulo vicioso: no estamos basando la inspiración de la Biblia en la infalibilidad de la Iglesia y la infalibilidad de la Iglesia en la palabra inspirada de la Biblia; eso sería precisamente un circulo vicioso.

Lo que hemos hecho se llama argumento en espiral: por un lado hemos argumentado sobre la confiabilidad de la Biblia como texto meramente histórico; de allí sabemos que Jesús fundó una Iglesia infalible, y sólo entonces tomamos la palabra de esa Iglesia infalible que nos enseña que la palabra que nos transmite la Biblia es una palabra inspirada, Palabra de Dios. No se trata de un circulo cerrado, ya que la conclusión final (la Biblia es la Palabra de Dios) no es el enunciado del cual partimos (la Biblia es un libro históricamente confiable), y este enunciado inicial no esta basado en absoluto en la conclusión final. Lo que hemos demostrado es que, si excluimos a la Iglesia, no tenemos suficientes motivos para afirmar que la Biblia es la Palabra de Dios.

Claro que lo que acabamos de discutir no es precisamente el razonamiento que la gente habitualmente hace al acercarse a la Biblia, pero es la única manera razonable de hacerlo, a la hora de preguntarnos porqué creemos en la Biblia. Todo otro razonamiento es insuficiente; tal vez haya argumentos más cercanos a la gente desde el punto de vista psicológico, pero estrictamente son argumentos en el fondo no convincentes. En matemáticas aceptamos "por fe" (no en el sentido teológico del termino, claro) que dos más dos son cuatro. Es una verdad que nos parece evidente y satisfactoria sin demasiados argumentos, pero el que quiera estudiar el profesorado de matemáticas tendrá que estudiar un semestre entero tratando de probar esas verdades "obvias".

Razones inadecuadas

El punto aquí es el siguiente: los fundamentalistas tienen mucha razón en creer que la Biblia es un libro inspirado por Dios, pero sus razones para creerlo son inadecuadas, insuficientes, ya que la aceptación de la inspiración divina de las Escrituras puede basarse satisfactoriamente sólo en una autoridad establecida por Dios que nos lo asegure, y esa autoridad es la Iglesia.

Y precisamente aquí llegamos a un problema más serio: puede parecerle a alguno que mientras yo crea en la Biblia como en la Palabra de Dios poco importa el motivo por el cual lo crea: lo importante es que acepto la Biblia como la Palabra de Dios. Pero el motivo por el cual una persona cree en la Biblia afecta sustancialmente la manera de interpretar la Biblia. El creyente católico cree en la Biblia porque la Iglesia así se lo enseña, y esa misma Iglesia tiene la autoridad de interpretar el texto inspirado. Los fundamentalistas, por su lado, creen en la Biblia -aunque basados en argumentos poco convincentes- pero no tienen ninguna otra autoridad para interpretar el texto bíblico excepto sus propios puntos de vista.

El Cardenal Newman lo expresaba en 1884 de la siguiente manera: "Ciertamente que si las revelaciones y enseñanzas bíblicas del texto sagrado se dirigen a nosotros de una manera personal y práctica, se hace imperante la presencia formal en medio de nosotros de un juez y expositor autoritativo de esas revelaciones y enseñanzas. Es antecedentemente irracional suponer que un libro tan complejo, tan poco sistemático, en partes tan oscuro, fruto de tantas mentes tan distintas, lugares y tiempos diferentes, fuésenos dado desde lo alto sin una autoridad interpretativa del mismo, ya que no podemos esperar que se interprete a sí mismo.

El hecho de que sea un libro inspirado nos asegura la verdad de su contenido, no la interpretación del mismo. Como puede el simple lector distinguir lo que es didáctico de lo que es histórico, lo que es un hecho de lo que es una visión, lo que alegórico de lo que es literal, lo que es un recurso idiomático y lo que es gramatical, lo que se enuncia formalmente de lo que ocurre como al paso, cuales son las obligaciones que obligan siempre y cuales obligan sólo en determinadas circunstancias.

Los tres últimos siglos han probado tristemente que en muchos países ha prevalecido la interpretación privada de las Escrituras. El regalo de la inspiración divina de las Escrituras requiere como complemento obligatorio el don de la infalibilidad de su interpretación"

Las ventajas del razonamiento católico son dos: en primer lugar, la inspiración es estrictamente demostrada, no sólo "sentida". Segundo, el hecho principal que late detrás de este razonamiento -la existencia de una Iglesia infalible, docente- nos conduce como de la mano a dar una respuesta a la pregunta del eunuco etiope (Hechos 8:31): ¿Cómo sabemos qué interpretaciones del texto son las correctas? La misma Iglesia que autentica la Biblia, que establece su inspiración, es la autoridad establecida por Jesucristo para interpretar su Palabra.

LA BIBLIA, CÓMO MANEJARLA 

(Autor. Antonio Gracia.  Catholic)

                Cuando lees un libro cualquiera, te fijas ante todo en su título. Luego investigas sobre el nombre del autor. Después abres el libro, repasas el índice de materias y finalmente das un vistazo a las páginas. Y si te interesa la obra, la compras para leerla detenidamente.

Con mayor razón esto aplica al estudio y reflexión de la Sagrada Escritura -el libro más importante del mundo- cuyo conocimiento y estudio continuaremos proponiendo a través de estas lecciones.


Es común escuchar preguntas como ésta: "¿No conoce algún librito que me enseñe a leer la Biblia y a entenderla sin aburrirme?, es que al llegar al tercer libro me cansé, y habiéndola comprado con tanta ilusión, ahora la tengo arrinconada.

Pero oigo decir a los sacerdotes que la Biblia es la Palabra de Dios; que ignorar las Sagradas Escrituras es ignorar a Cristo y que el tiempo que mejor me va a aprovechar es el que emplee leyendo la Biblia".

Muchas personas no saben qué hacer ni por dónde comenzar. Se dedican horas y días enteros a leer y profundizar en algunos otros libros, pero la Biblia es para muchos un libro olvidado.

Leamos la Sagrada Escritura con fe, con humildad, y sobre todo dentro de la Iglesia Católica que es la encargada por Cristo para interpretar su Palabra.

Mucho cuidado con las sectas que aparentan conocer la Biblia, pero predican verdades de hombres, inventos agresivos, pero no predican la Palabra de Dios, el mensaje de salvación, el camino para salvarse, ya que no están dentro de la Iglesia que autoriza y confirma esta predicación con autoridad apostólica y divina.

"Está escrito: Abre tu boca a la Palabra de Dios. Tú, ábrela. Por Él anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos siempre de Él. Si hablamos de sabiduría. Él es la sabiduría; si hablamos de virtud, Él es la virtud; si de justicia, Él es la justicia; si de paz, Él es la paz; si de verdad, Él es la verdad; si de vida, de redención... Él es todo eso". (San Ambrosio, obispo).

a. Título

El pueblo de la Biblia no tenía nuestra Biblia, si por eso entendemos el conjunto de 73 libros que aceptamos los católicos como inspirados y canónicos. La colección aún no estaba completa; sin embargo existían ya algunos conjuntos de libros que ellos consideraban como normativos, sin que podamos llegar a una precisión exacta de cuáles eran los que abarcaban.

Los nombres que les daban eran diversos, por ejemplo:

• Libros, Daniel 9, 2.

• Libros Santos, 1 Mac 12, 9; 2 Mac 8, 23.

• Escrituras, Mt 21, 42; Mc 14, 49; Lc 24, 27; Jn 5, 39; Hech 17, 2; Rom 15, 4; 1 Cor 15, 3-4; 2 Pe 3, 16.

• Escritura, 1 Cr 15, 15; 2 Cr 30, 5; Esd 6, 18; Mc 12, 10; Lc 4, 21; Jn 2, 22; Hech 1, 16; 2 Pe 1, 19-21.

• Santas Escrituras, Rom 1, 2.

• Sagradas Letras (Escrituras), 2 Tim 3, 15.

                Antiguamente se le llamaba la Escritura o las Escrituras. En este sentido se expresa Jesús, por ejemplo, cuando dice a los saduceos: "Ustedes están equivocados porque no conocen las Escrituras" (Mt 22, 29). Y Lucas pone en labios de los dos discípulos de Emaús esta frase: "¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando Jesús venía hablando en el camino y explicando las Escrituras?" (Lc 24, 32). Esta denominación todavía la usamos hoy.

Después ha venido recibiendo otros nombres, como: Libros Santos, Libros Sagrados, Sagradas Letras, Palabra de Dios, etc. Actualmente, el nombre más usual parece ser el de Biblia, Santa Biblia o Sagrada Biblia, Sagradas Escrituras.

El origen de la expresión Biblia se remonta, según afirman los entendidos, al libro II de los Macabeos, de texto griego, en que se llama a las Escrituras: Biblia ta agía, (en griego) esto es, Libros Santos. Usándose como se usaba la lengua griega en la primitiva Iglesia, la expresión ta Biblia –los libros por excelencia- se hizo denominación general entre los cristianos.

San Clemente –padre apostólico, discípulo de San Pablo- fue el primero en llamar a la colección de los libros santos ta Biblia. En el siglo XIII se empezó a emplear en singular femenino latino lo que antes era solamente plural neutro de la misma lengua, esto es, a decirse Biblia y así fue adoptándose poco a poco por las nacientes lenguas modernas.

Hay quien ve su origen en la antigua ciudad fenicia Biblos, situada en la costa mediterránea entre Trípoli y Beirut y mencionada incluso por dos veces en la Sagrada Escritura (Jos 13, 5; Ez 27, 9), ciudad que llegó a ser un importante centro comercial y religioso, rico en madera, cobre y papiro. Pero no parece que exista una verdadera relación entre ambos aspectos.

El término Biblia, pasó del griego al latín. Y, de éste, a las lenguas modernas. Hoy significa la colección de libros sagrados para los judíos y los cristianos.

b. Manejo de la Biblia

Origen general. Desde muy antiguo, y sobre todo en orden a la lectura litúrgica se vio la necesidad de dividir el texto sagrado. Hubo diversos sistemas, tanto entre judíos ("Sedarim"; "Perashiyyot"; "Pesuquim"), como entre cristianos (Cfr. "Cánones eusabiani", de Eusebio de Cesarea [+340] para dividir los evangelios en 1162 secciones: Mt 355; Mc 233; Lc 342; Jn 232).

Cada libro está dividido en capítulos y versículos numerados. La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener todos una misma referencia.

El nombre de cada libro tiene su propia abreviatura; aparece al inicio de las diversas ediciones, en esta abreviatura la primera letra es mayúscula: Jn, Mt, Mc, Lc, Hech, etc. En cada libro el número correspondiente al capítulo se coloca después de la abreviatura, esta abreviatura no lleva un punto.

Por ejemplo, Segundo libro de los Reyes, Capítulo 5 se abrevia en 2 Re 5.

                Los capítulos se subdividen en versículos. Y se numeran poniendo una coma después del capítulo. Así, el Segundo libro de los Reyes, Capítulo 5, versículo 7 se abrevia en: 2 Re 5, 7. los libros con un solo capítulo sólo numeran los versículos.

Por ejemplo, la Carta a Filemón, versículo 5, se abrevia en Flm 5.

Los signos de puntuación tienen otros significados concretos:

• La coma (,) entre dos números indica que el primero se refiere al capítulo y el segundo al versículo: Mt 5, 7.

• El punto (.) se utiliza para significar "y": Ex 15, 5.9 = Éxodo capítulo 15, versículos 5 y 7.

• El punto y coma (;) se utiliza para separar una cita de otra: Lc 5, 6; Jn 3, 4.

c. Origen de la división actual


Esteban Langton, arzobispo de Canterbury, quien había sido gran canciller de la Universidad de París, hizo la división del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento en capítulos sobre el texto latino de la Vulgata de San Jerónimo, probablemente hacia el año 1226.

De la Vulgata, pasó al texto de la Biblia hebrea, al texto griego del Nuevo Testamento y a la versión griega del Antiguo Testamento.

Santos Pagnino (+1541, judío converso, después dominico, originario de Luca, Italia) realizó la división en versículos de la Biblia hebrea (1528). Había numerado tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento de la Vulgata; sin embargo, sólo quedó la de los libros de la Biblia hebrea.

De Roberto Estienne, proviene la actual división en versículos del Nuevo Testamento hecha en 1551. En 1555 hizo la edición latina de toda la Biblia. Para los versículos del Antiguo Testamento hebreo, tomó la división hecha por Santos Pagnino. Para los restantes libros del Antiguo Testamento, elaboró una propia y empleó para el Nuevo Testamento la que pocos años antes él mismo había realizado.

La división en versículos fue introducida por primera vez en el texto hebreo por Sabionetta en cuanto a los Salmos (año 1556) y por Arias Montano en toda la Biblia, como aparece en la edición llamada Políglota de Amberes (año 1569-1572). La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener todos una misma referencia.

En el fondo de la estructura de la Biblia se encuentra la experiencia religiosa de Israel, porque "al principio... no existía el libro, sino la palabra" (Jn 1, 1). Así como en la Iglesia el fondo es la revelación de Dios, es decir, una experiencia extraordinaria de comunión entre Dios y su pueblo (Antiguo y Nuevo).

Si queremos entender la estructura de la Palabra de Dios, es importante leer lo que se nos dice en el célebre pasaje del capítulo 8 de Nehemìas: "Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua, y pidió a Esdras, el letrado, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. Era a mediados de septiembre.

En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.

Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "Amén, Amén". Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. El gobernador Nehemías, el sacerdote y letrado Esdras y los levitas que instruían al pueblo, viendo que la gente lloraba al escuchar la lectura de la Ley, le dijeron: Hoy es un día consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis".

El pequeño "resto" de Israel, que todavía lleva dentro de sí sangrantes las heridas de la terrible tragedia nacional que fue su deportación, se ve en la necesidad de reencontrar las raíces de su propia historia. Es decir, de recordar o hacer memoria. Esto se produce escuchando "el Libro de la Ley de Moisés que el Señor le había dado a Israel" (Neh 8, 1).

Al leer el relato, surgen espontáneamente algunas observaciones:

a) El "libro de Moisés" es la memoria de Israel puesta por escrito. Así, pues, la trayectoria seguida es: de la "memoria" al libro. El libro sirve para hacer frente a los duros problemas del presente (Cfr. Neh 8, 8), y orientarse hacia el futuro de Dios. La Escritura nos abarca pasado, presente y futuro.

b) El libro es el tesoro de una comunidad: ésta es la primera destinataria del mensaje en cuestión; Esdras y los levitas sólo son intermediarios. El pueblo responde a este llamado: presta atención, se arrodilla, llora, hace fiesta...

c) La Escritura es el libro del pueblo: surgido de la comunidad y destinado a la comunidad

LA BIBLIA, SUS AUTORES Y COMPOSICIÓN 

(Fuente: conoce tu fe, biblia y tradición)

                La Biblia en cuanto a su contenido material –como lo indica su mismo nombre- es una colección de libros, escritos por diferentes autores, en lenguas, épocas y estilos literarios, distintos.

De tal manera que se puede afirmar que la Biblia es, en miniatura, toda una biblioteca religiosa de un pueblo, recopilada en un solo volumen.

Con razón, san Jerónimo, traductor de las Escrituras al latín, llamó a este libro sagrado: "La Biblioteca divina".

Te invitamos a descubrir con mayor profundidad lo que contiene.

                Supongamos que a alguien se le ocurriera coleccionar en un solo volumen todas las obras que se han escrito sobre nuestra historia patria desde su comienzo hasta nuestros días.

En ella tendríamos todo un compendio de temas, épocas y escritores con diferentes estilos literarios. Tendríamos también, una línea histórica. Algo similar ocurre con la Biblia, ya que en ella se nos presenta la historia del Pueblo escogido a través de distintas épocas y obras literarias.

A veces, perdemos mucho tiempo en la lectura de otros libros y el libro más importante, la Biblia, que es la Palabra de Dios, ha sido dejado a un lado.

El contenido doctrinal de la Biblia encierra toda la historia de la Revelación divina, es decir, "la manifestación que Dios hace de sí mismo y del misterio de su voluntad, misterio que nos es otra cosa que su plan de salvación para todos los hombres" (Concilio Vaticano II).

A. Composición de la Biblia

Para poder desentrañar el mensaje profundo de la Biblia, conviene fijarnos en los personajes que contiene.

Hay dos protagonistas en la Biblia: Dios y el hombre.

                Dios crea al hombre, lo rescata después de la caída, le promete la salvación y le salva con hechos concretos.

El hombre responde con variable docilidad a los planes de Dios, así se hace artífice de su propia salvación y también protagonista.

Este protagonismo de Dios y del hombre está en la realización de los hechos, en los relatos y en la escritura de los mismos. La Biblia no es sólo hechos de Dios relatados por la pluma del hombre.

Hombre y Dios van tejiendo una historia común. Porque la Biblia es la historia que nos presenta las relaciones de Dios con los hombres. Por eso, es tan cercana y útil para nuestra vida actual.

B. Palabra de Dios y palabra de hombre

Hay, pues, dos autores en la Biblia: Dios es el autor principal y el hombre es el autor secundario. Es palabra de Dios porque de Él viene. Y es palabra del hombre, porque surge de la inteligencia y de los dedos humanos. Dios es como el corazón y el hombre como el instrumento.

Es palabra de Dios, pero con lenguaje y con sentir de historia humana. Por eso, refleja el estilo y el carácter humano de quien la ha escrito como instrumento de revelación.

Este procedimiento de Dios es fruto de su caridad y de su bondad. Para darse a entender a los hombres, Dios se revela hablando en palabras humanas, en lenguas humanas y en historias humanas, como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 101.

A pesar de la diversidad de los autores, épocas y contenidos, la Biblia es UN solo libro. Porque UNO es el Espíritu que la ha inspirado y UNA es la palabra de Dios que se expresa en todas sus partes. Por eso, no se puede leer un texto aislándole del resto, como hacen algunas sectas.

Dice el Concilio Vaticano II: "Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano" (la Divina Revelación, # 12).

Tres principios encontramos en este pasaje:

• Dios habla en la Escritura,

• por medio de hombres y

• en lenguaje humano.

C. Dios nos habla en la Escritura como autor principal de ella.

La Biblia es la "Palabra de Dios". Es su pensamiento expresado a través de sonidos humanos. Es su estilo de hablar a la humanidad.

Dios escogió un pueblo, el pueblo de Israel, en el cual, a través de una larga historia, fue manifestando sus designios de salvación, por medio de los acontecimientos y las obras que Él fue disponiendo (la Divina Revelación # 14).

Pero no solamente Dios habla a un grupo de personas a través de su palabra; habla también al individuo, nos habla a cada uno de nosotros, para comunicarnos su mensaje de amor, de vida y de salvación personal.

                Cada página de la Biblia es la misma voz del Señor que nos invita, que nos llama, que se acerca a nosotros porque quiere comunicarnos algo: una enseñanza, un consejo, una frase de aliento o una llamada de atención cuando no sabemos corresponder a su bondad. Pero siempre es la palabra del Padre que se preocupa por sus hijos porque busca su bien y su felicidad.


Por eso, Dios es el autor principal de las Escrituras. Esto quiere decir que la Biblia es ante todo obra divina, que está inspirada directamente por Dios, que es Él quien nos habla para comunicarnos su mensaje.

Leemos en Timoteo 3, 16: "Toda Escritura es divinamente inspirada". Esto es, toda Escritura es obra de Dios, que inspira al hombre lo que quiere.

En 2 Pe 1, 21 se dice: "La profecía no ha sido jamás pronunciada por humana voluntad, sino que, llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios".

Y el Concilio Vaticano II lo confirma: "La Iglesia reconoce que todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, por que fueron escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales han sido confiados a la Iglesiaz" (Divina Revelación, # 11).

D. Cómo se fue componiendo la Biblia

¿Cómo se compusieron los libros de la Biblia? Los acontecimientos que el Pueblo de Dios fue viviendo desde sus orígenes se transmitían de viva voz por el mismo pueblo.

Se fueron completando con más interpretaciones con el correr del tiempo, para descubrir su verdadero sentido. Esta interpretación se hizo siempre a la luz de la fe.

Al principio, se ponían ocasionalmente por escrito. Pasado el tiempo, alguien recopiló los diversos escritos, las tradiciones orales y los otros documentos existentes, formando así una herencia común redactada para todo el pueblo. Esta redacción se convirtió finalmente en el libro definitivo que ahora conocemos.

Los textos no siempre quieren presentar reportajes en directo, ni narraciones históricas o científicas. Son reflexiones de la fe sobre las grandes cuestiones del hombre o sobre los problemas que golpean a la vida de la Comunidad en un determinado momento.

Estas reflexiones hacen avanzar la revelación a través de todo el Antiguo Testamento, hasta llegar a la plenitud en el Nuevo. Pero el misterio de todo este proceso está en que siempre actúa la asistencia del Espíritu Santo. Por eso, el libro es fruto de la acción humana y de la acción de Dios.

La Biblia no es un libro caído del cielo, como pretende serlo el Corán, libro santo de los que practican la religión creada por Mahoma: "No hay más Dios que Él, el poderoso, el sabio. Él es quien hizo bajar sobre ti el libro de Él" (Sura 3, 6-7).

La Biblia ha tenido una larga historia, cuya reconstrucción está llena de complejidades: no disponemos de fechas precisas y datos para todos los libros de la Sagrada Escritura.

Por otra parte, no hay que olvidar nunca el dato de la tradición oral: primero la tradición, después la Escritura; es más, la tradición se mantiene como realidad viva que interactúa con los escritos durante todo el periodo de la formación del Antiguo Testamento.

Incluso, después de haber sido puestos por escrito, la mayoría de los textos bíblicos continuaron siendo leídos, actualizados, profundizados: sólo al final, se consideró al Antiguo Testamento como algo finalmente terminado.

Veamos ahora en este esquema las etapas de la formación del Antiguo Testamento:

                a) El período de los patriarcas. El primer capítulo de la historia de Israel está ligado a tres generaciones (o tribus) de patriarcas arameos: Abraham, Isaac y Jacob (pertenecen al siglo XIX antes de Cristo, aproximadamente).

b) El Éxodo. Para la segunda gran "palabra de Dios" hemos de trasladarnos a los años 1250-1200 antes de Cristo. De un grupo de esclavos, Israel, a través de la gran "Pascua de liberación", pasa a convertirse en pueblo de Dios.

c) El periodo monárquico o de los reyes. Después de casi 200 años de lucha por la ocupación de la tierra de Canaán, sigue la larga experiencia de la monarquía (del año 1000 al año 587 antes de Cristo).

d) El Exilio o Deportación en Babilonia. El año 587 antes de Cristo cae Jerusalén y con ella se desmoronan los fundamentos de la historia de Israel: la dinastía de David, la libertad en la "tierra prometida", el templo de Jerusalén.

e) El período de judaísmo. Se llama así porque sólo un "resto" de los descendientes de Judá (hijo de Jacob y representante del Reino del Sur) vuelve a Jerusalén y a la tierra santa.

E. Fechas de composición

El Antiguo Testamento se escribe durante el largo periodo que va desde el reinado de Salomón, en el siglo X, hasta un siglo antes de Cristo.

El Nuevo Testamento, por su parte, se escribe desde unos veinte años después de la muerte de Cristo, en vida de la primera generación de cristianos hasta la muerte del último apóstol. Es decir, entre los años 50 y 100.

La Santa Biblia fue redactada por Profetas, sabios, poetas y apóstoles, durante catorce siglos, pero todos dirigidos e inspirados por Dios para que no escribieran ningún error espiritual. Los redactores más famosos de la Santa Biblia fueron: Moisés, el rey David, los profetas, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Los cuatro evangelistas San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan y, por el apóstol San Pablo.

F. El lenguaje usado por los autores bíblicos

Si nos fijamos en nuestro estilo de hablar, veremos que una misma verdad la podemos expresar de múltiples maneras.

Corrientemente, no nos importa el modo, sino que vamos abiertamente a la verdad que queremos expresar. Por ejemplo, esta es la verdad que quiero comunicar: "estoy en una situación difícil que me hace deprimirme". Para expresarlo a un amigo, le digo: "Oye, estoy hecho polvo". No cabe duda que mi amigo me entiende perfectamente.

Otro ejemplo: un niño muere en un accidente. De este accidente son testigos el papá y la mamá que iban con el niño, el policía de tránsito y un señor extraño que pasaba por el lugar del siniestro.

Los papás, llevados por la impresión tremenda de que el muerto es su propio hijo, contarán con un realismo quizá exagerado hasta los últimos detalles del accidente.

El policía lo hará, probablemente, como quien relata un atentado policiaco. Está tan acostumbrado a presenciar escenas similares, que ya casi, una más, no le impresiona gran cosa.

Por su parte, el "señor extraño" que pasaba por allí y no tenía que ver nada con la cuestión, dirá las cosas sin dejarse llevar por la emoción.

¿Cómo la vamos a juzgar nosotros que no presenciamos el accidente?

Si nos referimos a los papás, diremos quizás que al hacer el relato fueron exagerados; del policía diremos que, como no se fijó bien, mintió; y del testigo casual diremos que, al no importarle lo sucedido, confesó cualquier cosa por salir del paso.

Todo esto está diciendo que a la hora de juzgar algo, hay que hacerlo teniendo en cuenta quien lo dice o escribe, e incluso las circunstancias del hecho sucedido.

                El Concilio Vaticano II lo dice claramente: "Dios habla en la Escritura por medio de los hombres en lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios" (La Divina Revelación, # 12).

Para hacer creíble su doctrina, los Testigos de Jehová y otras sectas, aparentan mucha erudición en campo bíblico y profano. Pero naturalmente no se trata de una verdadera cultura, puesto que su finalidad no es buscar la verdad, sino apantallar, desviar la atención del problema verdadero, crear la ilusión de que ellos están bien documentados y por lo tanto, sus conclusiones son confiables.

En lugar de hacer un estudio serio sobre un tema determinado, los Testigos de Jehová tratan de convencer, presentando una que otra cita, tomada de alguna enciclopedia, libro, revista o periódico, sin tener en cuenta el contexto ni la intención del autor, a eso se le llama "manipulación bíblica" y es un gran error, porque va en contra de la Biblia misma.

DIFERENCIA ENTRE LA BIBLIA CATÓLICA Y PROTESTANTE  

( Autor: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá | Fuente Catholic.)

                Qué diferencias hay entre las Biblias católicas y las Biblias protestantes? La Biblia no es un solo libro, como algunos creen, sino una biblioteca completa. Toda la Biblia está compuesta por 73 libros, algunos de los cuales son bastante extensos, como el del profeta Isaías, y otros son más breves, como el del profeta Abdías.

Estos 73 libros están repartidos de tal forma, que al Antig Testamento (AT) le corresponden 46, y al Nuevo Testamento (NT) 27 libros.

De vez en cuando suele caer en nuestras manos alguna Biblia protestante, y nos llevamos la sorpresa de que le faltan siete libros, por lo cual tan sólo tiene 66 libros.

Este vacío se encuentra en el Antiguo Testamento y se debe a la ausencia de los siguientes libros: Tobías, Judit, 1 Macabeos, 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y el de Baruc.

¿Por qué esta diferencia entre la Biblia católica y la protestante?

Es un problema histórico-teológico muy complejo. Resumiendo mucho, trataremos de contestar esta pregunta.

Primero vamos a explicar cómo se formó la colección de libros sagrados del Antiguo Testamento dentro del pueblo judío. Y luego veremos cómo los cristianos aceptaron estos libros del A.T. junto con los libros del N.T. para formar la Biblia completa.

La antigua comunidad judía de Palestina

En tiempos de Jesucristo, encontramos que en Palestina el pueblo judío sólo aceptaba el A.T. Y todavía no habían definido la lista completa de sus libros sagrados, es decir, seguía abierta la posibilidad de agregar nuevos escritos a la colección de libros inspirados.

Pero desde hacía mucho tiempo, desde alrededor de los años 600 antes de Cristo, con la destrucción de Jerusalén y la desaparición del Estado judío, estaba latente la preocupación de concretar oficialmente la lista de libros sagrados. ¿Qué criterios usaron los judíos para fijar esta lista de libros sagrados? Debían ser libros sagrados en los cuales se reconocía la verdadera fe de Israel, para asegurar la continuidad de esta fe en el pueblo. Había varios escritos que parecían dudosos en asuntos de fe, e incluso francamente peligrosos, de manera que fueron excluidos de la lista oficial.

Además aceptaron solamente libros sagrados escritos originalmente en hebreo (o arameo). Los libros religiosos escritos en griego fueron rechazados por ser libros muy recientes, o de origen no-judío. (Este último dato es muy importante, porque de ahí viene después el problema de la diferencia de libros.)

                Así se fijó entonces una lista de libros religiosos que eran de verdadera inspiración divina y entraron en la colección de la Escritura Sagrada. A esta lista oficial de libros inspirados se dará, con el tiempo, el nombre de «Canon», o «Libros canónicos». La palabra griega Canon significa regla , norma, y quiere decir que los libros canónicos reflejan «la regla de vida», o «la norma de vida» para quienes creen en estos escritos.

Todos los libros canónicos de la comunidad de Palestina eran libros originalmente escritos en hebreo-arameo.

Los libros religiosos escritos en griego no entraron en el canon, pero recibieron el nombre de «apócrifos», «libros apócrifos» (= ocultos), porque tenían doctrinas dudosas y se los consideraba «de origen oculto».

En el primer siglo de nuestra era (año 90 después de Cristo) la comunidad judía de Palestina había llegado a reconocer en la práctica 39 libros como inspirados oficialmente.

Esta lista de los 39 libros de A.T. es el llamado «Canon de Palestina», o «el Canon de Jerusalén».

La comunidad judía de Alejandría

Simultáneamente existía una comunidad judía en Alejandría, en Egipto. Era una colonia judía muy numerosa fuera de Palestina, pues contaba con más de 100.000 israelitas. Los judíos en Egipto ya no entendían el hebreo, porque hacía tiempo habían aceptado el griego, que era la lengua oficial en todo el Cercano Oriente. En sus reuniones religiosas, en sus sinagogas, ellos usaban una traducción de la Sagrada Escritura del hebreo al griego que se llamaba «de los Setenta». Según una leyenda muy antigua esta traducción «de los Setenta» había sido hecha casi milagrosamente por 70 sabios (entre los años 250 y 150 antes de Cristo).

La traducción griega de los Setenta conservaba los 39 libros que tenía el Canon de Palestina (canon hebreo), más otros 7 libros en griego. Así se formó el famoso «Canon de Alejandría» con un total de 46 libros sagrados.


La comunidad judía de Palestina nunca vio con buenos ojos esta diferencia de sus hermanos alejandrinos, y rechazaban aquellos 7 libros, porque estaban escritos originalmente en griego y eran libros agregados posteriormente.

Era una realidad que, al tiempo del nacimiento del cristianismo, había dos grandes centros religiosos del judaísmo: el de Jerusalén (en Palestina), y el de Alejandría (en Egipto). En ambos lugares tenían autorizados los libros del A.T: en Jerusalén 39 libros (en hebreo- arameo), en Alejandría 46 libros (en griego).

Los primeros cristianos y los libros sagrados del A.T.

El cristianismo nació como un movimiento religioso dentro del pueblo judío. Jesús mismo era judío y no rechazaba los libros sagrados de su pueblo. Además los primeros cristianos habían oído decir a Jesús que El no había venido a suprimir el A.T. sino a completarlo (Mt. 5, 17). Por eso los cristianos reconocieron también como libros inspirados los textos del A.T. que usaban los judíos.

Pero se vieron en dificultades. ¿Debían usar el canon breve de Palestina con 39 libros, o el canon largo de Alejandría con 46 libros?

                De hecho, por causa de la persecución contra los cristianos, el cristianismo se extendió prioritariamente fuera de Palestina, por el mundo griego y romano. Al menos en su redacción definitiva y cuando en los libros del N.T. se citaban textos del A.T. (más de 300 veces), naturalmente se citaban en griego, según el Canon largo de Alejandría.

Era lo más lógico, por tanto, que los primeros cristianos tomaran este Canon griego de Alejandría, porque los mismos destinatarios a quienes debían llevar la palabra de Dios todos hablaban griego. Por lo tanto, el cristianismo aceptó desde el comienzo la versión griega del A.T. con 46 libros.

La reacción de los judíos contra los cristianos

Los judíos consideraban a los cristianos como herejes del judaísmo. No les gustó para nada que los cristianos usaran los libros sagrados del A.T. Y para peor, los cristianos indicaban profecías del A.T. para justificar su fe en Jesús de Nazaret. Además los cristianos comenzaron a escribir nuevos libros sagrados: el Nuevo Testamento.

Todo esto fue motivo para que los judíos resolvieran cerrar definitivamente el Canon de sus libros sagrados. Y en reacción contra los cristianos, que usaban el Canon largo de Alejandría con sus 46 libros del A.T., todos los judíos optaron por el Canon breve de Palestina con 39 libros.

Los 7 libros griegos del Canon de Alejandría fueron declarados como libros «apócrifos» y no inspirados. Esta fue la decisión que tomaron los responsables del judaísmo en el año 90 después de Cristo y proclamaron oficialmente el Canon judío para sus libros sagrados.

                Los cristianos, por su parte, y sin que la Iglesia resolviera nada oficialmente, siguieron con la costumbre de usar los 46 libros como libros inspirados del A.T. De vez en cuando había algunas voces discordantes dentro de la Iglesia que querían imponer el Canon oficial de los judíos con sus 39 libros. Pero varios concilios, dentro de la Iglesia, definieron que los 46 libros del A.T. son realmente libros inspirados y sagrados.

¿Qué pasó con la Reforma?

En el año 1517 Martín Lutero se separó de la Iglesia Católica. Y entre los muchos cambios que introdujo para formar su nueva iglesia, estuvo el de tomar el Canon breve de los judíos de Palestina, que tenía 39 libros para el A.T. Algo muy extraño, porque iba en contra de una larga tradición de la Iglesia, que viene de los apóstoles. Los cristianos, durante más de 1.500 años, contaban entre los libros sagrados los 46 libros del A.T.

Sin embargo, a Lutero le molestaban los 7 libros escritos en lengua griega y que no figuraban en los de lengua hebrea.

                Ante esta situación los obispos de todo el mundo se reunieron en el famoso Concilio de Trento y fijaron definitivamente el Canon de las Escrituras en 46 libros para el A.T. y en 27 para el N.T.

                Pero los protestantes y las muchas sectas nacidas de ellos, comenzaron a usar el Canon de los judíos palestinos que tenían sólo 39 libros del AT.

                De ahí vienen las diferencias de libros entre las Biblias católicas y las Biblias evangélicas.

Los libros canónicos

Los 7 libros del A.T. escritos en griego han sido causa de muchas discusiones. La Iglesia Católica dio a estos 7 libros el nombre de «libros deuterocanónicos». La palabra griega «deutero» significa Segundo. Así la Iglesia Católica declara que son libros de segunda aparición en el Canon o en la lista oficial de libros del A.T. porque pasaron en un segundo momento a formar parte del Canon.

Los otros 39 libros del A.T., escritos en hebreo, son los llamados «libros protocanónicos». La palabra «proto» significa «Primero», ya que desde el primer momento estos libros integraron el Canon del A.T.

Qumram

En el año 1947 los arqueólogos descubrieron en Qumram (Palestina) escritos muy antiguos y encontraron entre ellos los libros de Judit, Baruc, Eclesiástico y 1 de Macabeos escritos originalmente en hebreo, y el libro de Tobías en arameo. Quiere decir que solamente los libros de Sabiduría y 2 de Macabeos fueron redactados en griego. Así el argumento de no aceptar estos 7 libros por estar escritos en griego ya no es válido. Además la Iglesia Católica nunca aceptó este argumento.

Consideraciones finales

Después de todo, nos damos cuenta de que este problema acerca de los libros, es una cuestión histórico-teológica muy compleja, y con diversas interpretaciones y apreciaciones. Con todo, es indudable que la Iglesia Católica, respecto a este punto, goza de una base histórica y doctrinal que, muy razonablemente, la presenta como la más segura.

                Sin embargo, desde que Lutero tomó la decisión de no aceptar esta tradición de la Iglesia Católica, todas las iglesias protestantes rechazaron los libros Deuterocanónicos como libros inspirados y declararon estos 7 libros como libros «apócrifos».

                En los últimos años hay, de parte de muchos protestantes, una actitud más moderada para con estos 7 libros e incluso se editan Biblias ecuménicas con los Libros Deuterocanónicos.

En efecto, han ido comprendiendo que ciertas doctrinas bíblicas, como la resurrección de los muertos, el tema de los ángeles, el concepto de retribución, la noción de purgatorio, empiezan a aparecer ya en estos 7 libros tardíos.

                Por el hecho de haber suprimido estos libros se dan cuenta de que hay un salto muy grande hasta el N.T. (más o menos una época de 300 años sin libros inspirados). Sin embargo estos 7 libros griegos revelan un eslabón precioso hacia el N.T. Las enseñanzas de estos escritos muestran una mayor armonía en toda la Revelación Divina en la Biblia.

                Por este motivo, se ven ya algunas Biblias protestantes que, al final, incluyen estos 7 libros, aunque con un valor secundario.

                Quiera Dios que llegue pronto el día en que los protestantes den un paso más y los acepten definitivamente con la importancia propia de la Palabra de Dios, para volver a la unidad que un día perdimos.

Cuestionario

¿De cuántos libros está formada la Biblia Católica y de cuántos la Evangélica? ¿Cómo se originó esta diferencia? ¿Cuáles son los libros canónicos y los Deuterocanónicos? ¿Por qué se llaman así? ¿Qué aporte hacen estos libros a la Revelación? ¿Qué pasó con la Reforma de Lutero en lo referente al número de los libros de la Biblia? ¿Qué se confirmó con los hallazgos de Qumram? ¿Incluyen últimamente algunas Biblias protestantes los libros Deuterocanónicos? ¿Qué sería deseable a futuro?

LA ESCRITURA, EL MENSAJE VIVO DE DIOS

(Autor: Centro de Actualización Pedagógica | Fuente: Catholic)

                “¿Es acaso la Biblia un libro mágico? ¡No lo sé! Pero he podido constatar que en ella se encuentran las respuestas a todos los interrogantes del hombre, desde los más antiguos como el sentido de la vida y la muerte, hasta los que surgen cada día con los problemas cotidianos y ultramodernos del hombre.

                En los libros sagrados, Dios mismo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos.” Carlos De Haro

La Sagrada Escritura, el mensaje vivo de Dios

Dios quiso dejarnos a los hombres un mensaje escrito y lo hizo en las Sagradas Escrituras. Dios le habla al hombre en lenguaje de hombre. Esto es una prueba maravillosa de su delicadeza y amor.

¡Cuántas veces hemos oído a políticos, científicos o demagogos que hablan a su público con términos tan extraños y palabras tan rimbombantes que nadie les entiende! Esa gente, que habla con un lenguaje tan rebuscado, pretende apantallar, dejar claro lo mucho que sabe, sin importar si el que les escucha le entiende.

Dios no es así. Con su Palabra no desea sorprendernos, no desea dejar claro la poca cosa que somos junto a Él. Dios usa palabras humanas, accesibles a todos los hombres, de todas las edades y todas las culturas. Él quiere que le entendamos, que captemos la totalidad de su mensaje y "rebaja" su lenguaje divino, celestial, infinitamente sabio, que podría ser más rebuscado que el de cualquier científico, a simples palabras humanas, entendibles para la inteligencia del hombre.

¿Por qué decimos que es una Palabra viva?

                A Jesucristo se le llama “el Verbo”. Pues bien, Verbo significa Palabra. Jesucristo es la Palabra de Dios que se hizo hombre para salvarnos.

                este mismo Verbo, esta misma Palabra de Dios, el mismo Jesucristo, es el que está en las Sagradas Escrituras en forma de palabras humanas, accesibles para nosotros. Esta es la razón por la cual veneramos las Sagradas Escrituras. En ellas está presente Dios mismo.

                Por esta misma razón es una Palabra viva, porque Jesucristo está vivo y presente en ella, como lo está en la Eucaristía, y es Él quien nos habla a través de ella.

                Por eso, al leer las Sagradas Escrituras tenemos la impresión de estar leyendo un libro especial, distinto, sobrenatural. Lo que en él dice se aplica a todas las épocas, a todas las culturas, a los problemas más diversos del hombre. No es que sea mágico, sino que es Dios el que nos está hablando y Él, mejor que nadie, conoce perfectamente lo que el hombre necesita saber, porque Él fuequien nos pensó, nos diseñó y nos construyó.

¿Qué hizo Dios para escribir esos libros?

                Dios hubiera podido utilizar cualquier cosa, pero quiso utilizar al hombre para dar su mensaje. Así es Dios; siempre respetuoso con la libertad del hombre; siempre queriendo que sea el hombre mismo el que libremente colabore con Él para lograr su plan de salvación.

De esta manera, Dios eligió a unos cuantos hombres llamados hagiógrafos (escritores de algo santo, sagrado), que le sirvieron de pluma, prestándole libremente a Dios sus manos, sus ojos y su inteligencia para escribir todo y sólo aquello que Dios les dictaba a través del Espíritu Santo.

Dios mismo escribió la Sagrada Escritura obrando en los hagiógrafos y por medio de ellos.

                Por esta razón, estamos seguros de que los libros de la Sagrada Escritura enseñan fielmente y sin error la verdad que Dios hizo que los hagiógrafos escribieran para nuestra salvación.


¿Cómo se debe leer la Sagrada Escritura?

                Debemos leer la Sagrada Escritura, meditándola con profundidad y tomando en cuenta dos cosas:

1. La Sagrada Escritura está escrita por Dios, utilizando las manos de unos hombres que vivieron en una época determinada de la historia. Por tanto, al leer la Sagrada Escritura, tenemos que prestar atención a lo siguiente:

A lo que los autores quisieron afirmar de acuerdo con el tiempo histórico en que la escribieron, con su cultura, con los géneros literarios que se usaban, con la forma de sentir, hablar y narrar de los hombres de su tiempo.

A lo que Dios quiso manifestar con las palabras que escribieron los hagiógrafos. Para lograrlo, debemos leer la Sagrada Escritura con el mismo espíritu con el que fue escrita; es decir, con la idea de ofrecer un camino de salvación para los hombres de todas las épocas y culturas. Sólo as, nuestro entendimiento podrá captar el mensaje de Dios oculto tras unas palabras humanas.

2. La Sagrada Escritura tiene dos sentidos: el literal y el espiritual.

                El sentido literal lo podemos captar simplemente por el significado de las palabras que contiene.

                El sentido espiritual lo captamos en las realidades y acontecimientos que se narran, y que también son signos que manifiestan el Plan de Dios.

                Estas realidades y acontecimientos los entenderemos mejor si buscamos en ellos: aquello que nos lleva a Cristo: sentido alegórico,  aquello que nos lleva a un cambio en nuestra forma de actuar en la vida terrena: sentido moral  aquello que nos lleva a la salvación: sentido anagógico.

RELACIÓN ENTRE ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO

                En su artículo, originariamente escrito en inglés, el padre Paul Gunter, O.S.B., profesor del Instituto Pontificio Litúrgico de Roma y Consultor de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, presenta la relación entre Antiguo y Nuevo Testamento en la liturgia cristiana.

Es una contribución, sintética en la extensión, aunque densa en cuanto a contenidos y rica en ideas útiles para posteriores profundizaciones (Mauro Gagliardi). ROMA, martes 12 de enero de 2009.

La vida de Jesucristo estaba definida y ordenada por la oración pública y privada. Jesús conocía la liturgia de la sinagoga, y su constante deseo de cumplir la voluntad del Padre estaba apoyado por la liturgia de Israel, mientras la Torah coordinaba los sacrificios prescritos para el culto a Dios. El objetivo histórico del culto de Israel nos proyecta del Antiguo Testamento hacia el Nuevo Testamento, mientras que la historia de la salvación encuentra su unidad en la Cruz y en la Resurrección de Jesús [1]. Sin tener en cuenta la estrecha relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento sería imposible comprender el don y el significado de la liturgia cristiana.

En el contexto de estas fundamentales conexiones no se debe olvidar que las prácticas judías han evolucionado a lo largo de la historia, sobre todo después de la destrucción del Templo, de manera similar a como se desarrollaría después la misma liturgia cristiana, en contextos diversos, a través de los siglos. Muchos estudiosos sostienen que la liturgia de la sinagoga cambió cuando los ritos que se desarrollaban antes en el Templo fueron trasladados a las sinagogas. Al buscar paralelismos entre cristianos y judíos, se podría quizás también reconocer que hacían cosas opuestas los unos de los otros, con el objetivo de diferenciarse. Los influjos sobre el Cristianismo parecen proceder también de movimientos judíos del siglo I, a menudo ocultos en las comparaciones a causa de la destrucción del Templo, y no necesariamente de la misma amplitud que parte de las tradiciones rabínicas, que sólo más tarde fueron aceptadas como Judaísmo ortodoxo. ¿Gli influssi sul Cristianesimo sembrano essere provenuti anche da movimenti giudaici del primo secolo, spesso nascosti alla comparazione a causa della distruzione del Tempio, piuttosto che necessariamente e con la stessa ampiezza da parte di tradizioni rabbiniche, che solo più tardi sarebbero state accettate come Giudaismo ortodosso? [2].

La exhortación de san Pablo a orar constantemente (1 Ts 5,17) está inspirada en varios momentos de oración cotidiana de la liturgia de Israel. El Deuteronomio, en los versículos 6,7 y 11,19, pide recitar el Shma Israel [Escucha Israel] cada mañana y cada tarde. Daniel 6,10 añade otros tres momentos de oración a desarrollar durante la jornada. Las cinco distintas horas de la Liturgia judía de las horas giran en torno a las oraciones de la mañana y de la tarde. Se cree que Pentecostés se inició por la mañana, cuando los discípulos estaban reunidos en oración (Hch 2,15). Pedro se encontraba en oración al mediodía cuando tuvo la visión de Joppe (Hch 10,9). Pedro y Juan entraron en el Templo para la oración diaria en la hora nona (Hch 3,1). Los salmos del Hallel, 148-150, caracterizan las alabanzas cristianas. El salmo 141 da a las vísperas un énfasis de sacrificio. La liturgia doméstica de la luz en el Sábado, en el contexto del sacrificio de alabanza, ha influido en muchos himnos y oraciones cristianas que han trasladado esa luz a Cristo. La Didachè prescribía recitar el Padre Nuestro tres veces al día, en el lugar de la oración judía de las Dieciocho bendiciones [3].

También en la Liturgia de las horas, la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén centraba su vida en la Eucaristía. A pesar de ello, la comunidad participaba también en las funciones del Templo y de la sinagoga, considerando que el culto era dirigido al Padre de Jesucristo, que podía ser alabado a través del Hijo. La primera liturgia de los cristianos específicamente “cristiana” era todavía simple en cuanto a su estructura y los primeros cristianos satisfacían su deseo de solemnidad litúrgica en las funciones en el Templo.

Las primitivas celebraciones eucarísticas tenían lugar en el ámbito de una comida común, a cuyo inicio el cabeza de familia partía el pan. En la tradición judía, el significado religioso de la comida estaba expresado tanto en el Kiddush inicial como en la Berakah final, en la que se recitaban tres oraciones de bendición sobre el cáliz de plata de las bendiciones: agradecimiento por la comida que se compartía, alabanza por la Tierra Prometida, y oración por Jerusalén. El relato del cáliz y de la fracción y distribución del pan, en Lc 22,17, se introduce en la linea de la tradición del Kiddush que daba inicio a la comida. Las palabras pronunciadas sobre el cáliz “después de la cena” (Lc 22,20) se refieren al cáliz de la bendición después de la comida [4]. La Última Cena de Jesús, muy lejos de cualquier dimensión de fraternidad, se introduce en el surco de la tradición de las comidas festivas judías con los correspondientes rituales dirigidos a la Alianza con el Dios de Israel. La novedad de la Última Cena está en la nueva y eterna alianza instituida en el sacrificio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Después de la Ascensión, la comunidad de los apóstoles partía el pan toda junta “en casa” (Hch 2,46) y frecuentaba junta el templo.

En los orígenes de la historia cultual, el Génesis describía la orden a Abraham de sacrificar a su único Hijo y descendiente de una esperada tierra prometida. El sacrificio ofrecido consiste en un cordero, sacrificio representativo dado por Dios a Abraham y que Abraham ofreció debidamente. En el mismo sentido, nosotros ofrecemos el sacrificio como está descrito en el Canon Romano ‘de tuis donis ac datis’. Aquí el cordero viene de Dios no en sustitución, sino como verdadero representante [5], como el Agnus Dei, en el cual somos conducidos a Dios. En el Éxodo, capítulo 12, en la institución de la liturgia de la Pascua, el cordero del rescate es el primogénito, del cual después se dirá que es “el primogénito de toda la creación” (Col 1,15).

Junto al sistema de sacrificio del Antiguo Testamento también está la profecía. Oseas 6,6 auspicia el amor y no el sacrificio, el conocimiento de Dios más que los holocaustos. Jesús dice simplemente: “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13). La razón de la limitación en el culto del templo está indicada en el Salmo 50: “¿Es que voy a comer carne de toros o a beber sangre de machos cabríos?”. En Hechos 7, Esteban responde a la acusación de haber dicho que Jesús iba a destruir el Templo y cambiar las costumbres dictadas por Moisés (Hch 6,14). Él afirma que Moisés había construido la tienda del encuentro según el modelo que había visto en la montaña, cosa que demuestra que el templo terreno era sólo el reflejo de algo que se refiere a algo diferente a sí mismo. Esteban cita la profecía mesiánica del Deuteronomio 18,15: “Yahvé tu Dios suscitará, de en medio de ti,entre tus hermanos, un profeta como yo”. De la misma manera que Moisés construyó el tabernáculo [mirando más allá], así el culto, la enseñanza moral y los sucesivos profetas se dirigen al Nuevo Moisés. Esteban afirma que el Profeta definitivo conduciría al pueblo al cumplimiento de esta profecía sobre la Cruz [6] en la que la destrucción del cuerpo terreno de Jesús coincide con el fin del Templo en Jn 2,19: “Destruid este templo y lo levantaré en tres días”. Pero mientras no es Jesús quien ha demolido el Templo, el nuevo Templo empieza en el cuerpo viviente de Jesús, por la Resurrección. En la Misa, Cristo vivo se comunica a sí mismo a nosotros y nos lleva al Dios de la Alianza como punto de encuentro al que llega todo lo que parte de la antigua Alianza y de toda la historia religiosa del hombre, por el poder de la Cruz y de la Resurrección de Jesús.

Aunque la liturgia de la fe cristiana deba mucho de su desarrollo al culto de la sinagoga, esta última siempre estaba ordenada al Templo, también después de su destrucción. El culto de la sinagoga espera la restauración del Templo. En el culto cristiano, en cambio, el lugar del Templo de Jerusalén ha sido tomado del Templo universal del Cristo resucitado que atrae a la humanidad al eterno amor de la Trinidad, a través de la Eucaristía que es el Sacrificio de la Nueva Alianza. Tanto la sinagoga como el Templo han entrado en la liturgia cristiana [7]. La progresión del Antiguo Testamento hacia el Nuevo, la búsqueda humana y el diálogo entre Dios y el hombre en la oración se basan en la liturgia cristiana que nos presenta al Redentor mientras nos enseña a desear nuestra morada eterna en Dios.


DIOS SE COMUNICA CON EL HOMBRE 

(Fuente, conoce tu Fe, biblia y tradición)

                Dios quiere comunicarse con el hombre. Desde el principio de la creación, Dios quiso estar en contacto estrecho con el hombre. Él había creado todo para el hombre, para compartir con él su infinito amor por toda la eternidad.

Antes del pecado original, la comunicación era perfecta. El hombre convivía con Dios y hablaba cara a cara con Él. Dios podía manifestarle directamente su amor y sus planes de felicidad eterna.

No se necesitaba nada para la comunicación. Bastaban los cinco sentidos y la inteligencia del hombre para que él y Dios se entendieran a la perfección.

La comunicación se rompe

Con el pecado original, el hombre se apartó de Dios. Al desobedecer a Dios, al querer ser igual a Dios, el hombre rompió los cables, se desconectó de la red y dejó de contemplar a Dios cara a cara.

                A partir de ese momento todo le pareció confuso. Sus cinco sentidos y su inteligencia seguían funcionando, pero las imágenes llegaban distorsionadas por el pecado. Al contemplar la creación, podía adivinar la presencia de Dios, pero se volvió incapaz de conocer sus planes y su amor infinito.

Sin embargo, no todo estaba perdido. Dios quería seguir en comunicación con el hombre. Dios seguía amando al hombre y le dolía verlo desorientado, con un montón de dudas que era incapaz de resolver con su sola inteligencia. Dios contempló al hombre que, herido por el pecado, ya no sabía cuál era el sentido de la vida, de la muerte, del dolor. Dios contempló al hombre que se alejaba cada vez más de Él, buscando, por caminos erróneos, la felicidad infinita que deseaba y añoraba.

                Ante esta situación, Dios se preguntó: ¿Cómo comunicar al hombre todas las respuestas a sus interrogantes? ¿Cómo decirle que lo sigue amando? ¿Cómo decirle que quiere tenerlo eternamente junto a Él? ¿Cómo manifestarle el camino que debe seguir para saciar esa sed de felicidad y vida eterna que el hombre tiene en su interior?

                Dios quiso que el hombre fuera capaz de conocerle de nuevo, de amarle y de responderle. Entonces ideó un plan de salvación para que el hombre pudiera captar y entender su mensaje de amor.

El plan de salvación

La tarea de Dios no era nada fácil. Él mismo había dotado al hombre de libertad para que éste libremente lo amara. Y el hombre no mostraba ningún interés de volverse a “conectar a la red”, no abría el canal de comunicación, pues su “equipo receptor” estaba seriamente dañado por el pecado.

                Él quería transmitir al hombre un gran mensaje, pero el hombre no estaba preparado para recibirlo en su totalidad. Entonces, Dios eligió un sistema pedagógico para poder comunicarse con el hombre. Lo haría poco a poco, en etapas, para que el hombre pudiera entenderlo.

Las etapas de la Revelación

Después de la Creación, en donde la comunicación era perfecta, y después del pecado, que la rompió por completo, Dios se empezó a comunicar con el hombre de forma gradual, mediante obras y palabras.

La primera etapa de la Revelación la encontramos en la alianza con Noé.

                Cuenta la Biblia que de todo el género humano, el único justo y bueno era Noé. Era el único que quería estar en comunicación con Dios y, por tanto, el único con el que Dios podía establecer comunicación. A Noé, Dios le manifestó su amor por todos los hombres sin distinción de razas o naciones.

                La segunda etapa la encontramos en Abraham, a quien Dios le prometió que sería padre de una gran multitud de naciones. Abraham no llegó a comprender en su totalidad la trescendencia del mensaje, pero le respondió a Dios con confianza y siguió fielmente las indicaciones que Él le dio. Abraham no comprendió todo, pero su historia y el mensaje que Dios le dio se quedaron escritos, y así, posteriormente la Iglesia pudo interpretarlo y entenderlo.

La tercera etapa se encuentra en la elección del pueblo de Israel. Dios lo salvó de la esclavitud en Egipto, hizo con él la alianza en el Sinaí, le entregó sus leyes y se manifestó como el único Dios verdadero, Padre providente y bueno.

                A lo largo de la historia de Israel, Dios eligió a los profetas para transmitir su mensaje a los hombres y prepararlos para la plenitud de la Revelación. Los profetas ya hablaron de una redención radical, de una salvación universal.

                La última etapa de la Revelación es la venida de Jesucristo a la tierra. La plenitud de los tiempos había llegado, es decir, el hombre ya estaba preparado, ya tenía el necesario para recibir el mensaje de Dios. Dios mismo se hizo hombre para hablarnos directamente y nos reveló todo lo que tenía que decirnos.

                La Revelación quedó totalmente dicha con la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. El plan de Dios para el hombre quedó completamente revelado, pero no explicado en su totalidad.

                Dios no podía explicar todo, pues el hombre aún no estaba preparado para entenderlo, pero con la Revelación nos ha dejado los principios que se van interpretando y aplicando a las nuevas necesidades y a los nuevos interrogantes que surgen en el hombre en el transcurso de la historia.

Revelaciones particulares

                En la historia de la salvación, encontramos una serie de revelaciones especiales que Dios ha tenido con ciertos hombres y mujeres como Santa Margarita María de Alacoque, San Juan de la Cruz, San Francisco de Asís y San Ignacio de Loyola, entre otros.

Todas estas revelaciones, aprobadas y difundidas por la Iglesia, tienen algo en común: no aportan nada nuevo a la revelación dada por Jesucristo, no la mejoran ni la completan, sino que ayudan a comprenderla y vivirla en un momento determinado.

                Existen otras "pseudo-revelaciones" que algunos hombres dicen haber tenido en forma privada, y que pretenden corregir o superar lo anunciado por Jesucristo.

                Todas estas revelaciones son falsas. No existirá más revelación después de la venida de Cristo, y ningún ser humano podrá corregirla o superarla.

DIOS NOS HABLA EN LA BIBLIA COMO SU AUTOR

(Fuente. Conoce tu Fe, biblia y tradición)

¿De qué cosas y cómo nos habla Dios en la Biblia? Cómo se fue componiendo la Biblia.

Dios habla a través de la Sagrada Escritura, que es la respuesta efectiva y plena a todos los problemas y preocupaciones de la humanidad. Una vez más, Dios es la respuesta. La Iglesia que Él se ha dignado fundar mantiene fielmente esta oportunidad de salvación ofrecida por el Señor: la Iglesia católica.

1. Dios nos habla en la Escritura como autor principal de ella

La Biblia es la "Palabra de Dios". Es su pensamiento expresado a través de sonidos humanos. Es su estilo de hablar a la humanidad. Dios escogió un pueblo, el pueblo de Israel, en el cual, a través de una larga historia, fue manifestando sus designios de salvación, por medio de los acontecimientos y las obras que Él fue disponiendo. Pero no solamente Dios habla a un grupo a través de su palabra; habla también al individuo, nos habla a cada uno de nosotros, para comunicarnos su mensaje de amor, de vida y de salvación personal. El Señor que nos invita, nos llama, se acerca a nosotros porque quiere comunicarnos algo: una enseñanza, un consejo, una frase de aliento o un regaño cuando no sabemos comprender a su bondad. Pero siempre es la palabra del Padre que se preocupa por sus hijos porque busca su bien y su felicidad.

2. ¿De qué cosas nos habla Dios en la Biblia?

                Es muy difícil concretar la riqueza de su mensaje. Pero, en líneas generales abarca los siguientes temas:

a) Nos habla de sí mismo. En la Biblia, todas las páginas nos hablan de Dios. Pero no precisamente de un Dios lejano, estirado, juez, como pareciera a primera vista cuando leemos frases como: "Yo soy el que soy", "El Dios de poder", "El Señor de los ejércitos", etc., se trata de un Dios personal, vivo, cercano, providente, amoroso. Se trata, en una palabra de un Dios – Padre que se preocupa por nosotros y rige nuestros destinos en orden a nuestra felicidad temporal y eterna.

b) Nos habla del hombre, y nos dice que Él mismo lo creó formándolo "a imagen y semejanza suya". La palabra "imagen y semejanza" en hebreo significa, más que retrato, "reproducción". El hombre es imagen y semejanza de Dios porque participa, reproduciéndolas, de las bondades y cualidades divinas". "Lo has hecho – canta el salmo 8 –, poco menos que Dios, lo has coronado de gloria y honor, le diste el señorío sobre las obras de tus manos, todo lo has puesto debajo de sus pies". Todo eso es la esencia de la naturaleza humana. Claro que el hombre, a pesar de su grandeza y señorío, está revestido de carne débil; tiene inclinaciones que le invitan al pecado, al rebajamiento, al barro; y se rebaja, dando al traste con su grandeza. Entonces rompe las relaciones con Dios, se torna infiel a su amor. Pero el Señor no cesa de invitarle a que rehaga las relaciones perdidas. Ese es el drama humano a grandes rasgos que la Biblia nos muestra.


c) Nos habla de la naturaleza cuando nos dice, al abrir la Biblia, que "al principio creó Dios los cielos y la tierra". El mensaje no intenta dar de la creación una descripción científica, sino una información popular. Pero a pesar de esa intención sencilla, resulta todo un poema elocuente de la grandeza del Creador. Da gusto leer las primeras páginas de la Biblia en que el autor va descubriendo con pinceles maravillosos la obra creadora del mundo, para que veamos ya en esos párrafos el punto de partida del plan divino y de la historia de la Salvación.

d) Nos habla de la historia de la Salvación. Podríamos decir que toda la Biblia es fundamentalmente "la historia de la salvación". La historia de un pueblo que el mismo Dios escoge, para que a través de él vaya transmitiendo el mensaje salvador a toda la humanidad.

e) Nos habla de Jesucristo, el enviado de Dios al mundo, cuya misión principal es reconciliarnos con el Padre. El mismo Jesús le dirá a Nicodemo: "Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo Único, para que todos los que crean en Él no perezcan, sino que tengan vida eterna" (Jn 3, 16). El Antiguo Testamento es una promesa de esta venida; el Nuevo Testamento nos manifiesta el cumplimiento de esta promesa. Por eso ambos Testamentos están íntimamente ligados entre sí.

f) 6. Nos habla del Reino de Dios. "He aquí, leemos en san Mateo 12, 28, que ha llegado a vosotros el Reino de Dios". Toda la misión salvífica del Mesías se concentra en la idea del Reino de Dios. Cristo viene a traernos ese Reino, que se hace presente en el mundo como un grano de mostaza (Mt 13, 31), como una levadura (Mt 13, 33), pero que llegará a su plenitud poco a poco al final de los tiempos. Más aún: Ese Reino no sólo está presente en el mundo, sino que "Ya está dentro de nosotros" (Lc 17, 21).

g) Nos habla también de la religión, de la gran lucha entre el bien y el mal, de las virtudes teologales y cardinales, del comportamiento del hombre, de la felicidad matrimonial, de la buena convivencia entre los hombres, etc. Cada libro de la Biblia plantea un tema distinto, interesante y apremiante. Pero no es un tema suelto o independiente de los demás.

3. ¿Cómo nos habla Dios en la Biblia?

Primero, Dios nos habla a través de los hombres. Dice el autor de la Carta a los Hebreos: "De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; pero en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos" (1, 1-2).

Segundo, expresando su mensaje en el lenguaje propio de los hombres para que puedan entenderlo. Es decir, Dios, al hablar a la humanidad, no emplea un lenguaje rebuscado. Su mensaje no surtiría ningún efecto. Emplea un lenguaje simple, de manera que hasta los menos cultos puedan captarlo. Por eso se sirve de las maneras de hablar, modismos y géneros literarios que los escritores y las gentes usaban en el tiempo en que Dios le comunicó su Palabra.

4. Cómo se fue componiendo la Biblia

                ¿Cómo se compusieron los libros de la Biblia? Los acontecimientos que el Pueblo de Dios fue viviendo desde sus orígenes se transmitían de viva voz por el mismo pueblo.

Se fueron completando con más interpretaciones con el correr del tiempo, para descubrir su verdadero sentido. Esta interpretación se hizo siempre a la luz de la fe.

Al principio, se ponían ocasionalmente por escrito. Pasado el tiempo, alguien recopiló los diversos escritos, las tradiciones orales y los otros documentos existentes, formando así una herencia común redactada para todo el pueblo. Esta redacción se convirtió finalmente en el libro definitivo que ahora conocemos.

                Los textos no siempre quieren presentar reportajes en directo, ni narraciones históricas o científicas. Son reflexiones de la fe sobre las grandes cuestiones del hombre o sobre los problemas que golpean a la vida de la Comunidad en un determinado momento.

                Estas reflexiones hacen avanzar la revelación a través de todo el Antiguo Testamento, hasta llegar a la plenitud en el Nuevo. Pero el misterio de todo este proceso está en que siempre actúa la asistencia del Espíritu Santo. Por eso, el libro es fruto de la acción humana y de la acción de Dios.

                La Biblia no es un libro caído del cielo, como pretende serlo el Corán, libro santo de los que practican la religión creada por Mahoma: "No hay más Dios que Él, el poderoso, el sabio. Él es quien hizo bajar sobre ti el libro de Él" (Sura 3, 6-7).

La Biblia ha tenido una larga historia, cuya reconstrucción está llena de complejidades: no disponemos de fechas precisas y datos para todos los libros de la Sagrada Escritura.

Por otra parte, no hay que olvidar nunca el dato de la tradición oral: primero la tradición, después la Escritura; es más, la tradición se mantiene como realidad viva que interactúa con los escritos durante todo el periodo de la formación del Antiguo Testamento.

                Incluso, después de haber sido puestos por escrito, la mayoría de los textos bíblicos continuaron siendo leídos, actualizados, profundizados: sólo al final, se consideró al Antiguo Testamento como algo finalmente terminado.

Etapas de la formación del Antiguo Testamento

                Veamos ahora en este esquema las etapas de la formación del Antiguo Testamento:

a) El período de los patriarcas. El primer capítulo de la historia de Israel está ligado a tres generaciones (o tribus) de patriarcas arameos: Abraham, Isaac y Jacob (pertenecen al siglo XIX antes de Cristo, aproximadamente).

                b) El Éxodo. Para la segunda gran "palabra de Dios" hemos de trasladarnos a los años 1250-1200 antes de Cristo. De un grupo de esclavos, Israel, a través de la gran "Pascua de liberación", pasa a convertirse en pueblo de Dios.

                c) El periodo monárquico o de los reyes. Después de casi 200 años de lucha por la ocupación de la tierra de Canaán, sigue la larga experiencia de la monarquía (del año 1000 al año 587 antes de Cristo).

d) El Exilio o Deportación en Babilonia. El año 587 antes de Cristo cae Jerusalén y con ella se desmoronan los fundamentos de la historia de Israel: la dinastía de David, la libertad en la "tierra prometida", el templo de Jerusalén.

                e) El período de judaísmo. Se llama así porque sólo un "resto" de los descendientes de Judá (hijo de Jacob y representante del Reino del Sur) vuelve a Jerusalén y a la tierra santa.

5. Fechas de composición

                El Antiguo Testamento se escribe durante el largo periodo que va desde el reinado de Salomón, en el siglo X, hasta un siglo antes de Cristo.

                El Nuevo Testamento, por su parte, se escribe desde unos veinte años después de la muerte de Cristo, en vida de la primera generación de cristianos hasta la muerte del último apóstol. Es decir, entre los años 50 y 100.

                La Santa Biblia fue redactada por Profetas, sabios, poetas y apóstoles, durante catorce siglos, pero todos dirigidos e inspirados por Dios para que no escribieran ningún error espiritual. Los redactores más famosos de la Santa Biblia fueron: Moisés, el rey David, los profetas, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Los cuatro evangelistas San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan y, por el apóstol San Pablo.

6. El lenguaje usado por los autores bíblicos

                Si nos fijamos en nuestro estilo de hablar, veremos que una misma verdad la podemos expresar de múltiples maneras.

                Corrientemente, no nos importa el modo, sino que vamos abiertamente a la verdad que queremos expresar. Por ejemplo, esta es la verdad que quiero comunicar: "estoy en una situación difícil que me hace deprimirme". Para expresarlo a un amigo, le digo: "Oye, estoy hecho polvo". No cabe duda que mi amigo me entiende perfectamente.

Otro ejemplo: un niño muere en un accidente. De este accidente son testigos el papá y la mamá que iban con el niño, el policía de tránsito y un señor extraño que pasaba por el lugar del siniestro.

                Los papás, llevados por la impresión tremenda de que el muerto es su propio hijo, contarán con un realismo quizá exagerado hasta los últimos detalles del accidente.

                El policía lo hará, probablemente, como quien relata un atentado policiaco. Está tan acostumbrado a presenciar escenas similares, que ya casi, una más, no le impresiona gran cosa.


                Por su parte, el "señor extraño" que pasaba por allí y no tenía que ver nada con la cuestión, dirá las cosas sin dejarse llevar por la emoción.

¿Cómo la vamos a juzgar nosotros que no presenciamos el accidente?

Si nos referimos a los papás, diremos quizás que al hacer el relato fueron exagerados; del policía diremos que, como no se fijó bien, mintió; y del testigo casual diremos que, al no importarle lo sucedido, confesó cualquier cosa por salir del paso.

Todo esto está diciendo que a la hora de juzgar algo, hay que hacerlo teniendo en cuenta quien lo dice o escribe, e incluso las circunstancias del hecho sucedido.

El Concilio Vaticano II lo dice claramente: "Dios habla en la Escritura por medio de los hombres en lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios" (La Divina Revelación, # 12).

                Conclusión

Dios es el autor de la Biblia, Él nos habla en ella, nos da a conocer sus caminos de salvación y nos invita a encontrar la verdad en su Iglesia que Él funda.

NOMBRES QUE HA TENIDO Y SU ESTRUCTURA

( fuente, conoce tu Fe, biblia y tradición)

Origen del nombre "Biblia".

                Cuando lees un libro cualquiera, te fijas ante todo en su título. Luego investigas sobre el nombre del autor. Después abres el libro, repasas el índice de materias y finalmente das un vistazo a las páginas. Y si te interesa la obra, la compras para leerla detenidamente.

Con mayor razón esto aplica al estudio y reflexión de la Sagrada Escritura -el libro más importante del mundo- cuyo conocimiento y estudio continuaremos proponiendo a través de estas lecciones.

                Es común escuchar preguntas como ésta: "¿No conoce algún librito que me enseñe a leer la Biblia y a entenderla sin aburrirme?, es que al llegar al tercer libro me cansé, y habiéndola comprado con tanta ilusión, ahora la tengo arrinconada.

Pero oigo decir a los sacerdotes que la Biblia es la Palabra de Dios; que ignorar las Sagradas Escrituras es ignorar a Cristo y que el tiempo que mejor me va a aprovechar es el que emplee leyendo la Biblia".

                Muchas personas no saben qué hacer ni por dónde comenzar. Se dedican horas y días enteros a leer y profundizar en algunos otros libros, pero la Biblia es para muchos un libro olvidado.

                Leamos la Sagrada Escritura con fe, con humildad, y sobre todo dentro de la Iglesia Católica que es la encargada por Cristo para interpretar su Palabra.

                Mucho cuidado con las sectas que aparentan conocer la Biblia, pero predican verdades de hombres, inventos agresivos, pero no predican la Palabra de Dios, el mensaje de salvación, el camino para salvarse, ya que no están dentro de la Iglesia que autoriza y confirma esta predicación con autoridad apostólica y divina.

"Está escrito: Abre tu boca a la Palabra de Dios. Tú, ábrela. Por Él anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos siempre de Él. Si hablamos de sabiduría. Él es la sabiduría; si hablamos de virtud, Él es la virtud; si de justicia, Él es la justicia; si de paz, Él es la paz; si de verdad, Él es la verdad; si de vida, de redención... Él es todo eso". (San Ambrosio, obispo).

El nombre

                La Palabra Biblia viene del griego, Biblos, ciudad donde se hacían los papiros en Grecia para la escritura. Significa “los libros”, y es una pequeña biblioteca, compuesta, para el cristiano católico, por 46 libros del Antiguo Testamento, y 27 libros del Nuevo. Algunas ediciones traen 47 libros en el AT, porque separan el capítulo 6 de Baruc, secretario del profeta Jeremías, y lo colocan como “carta de Jeremías”.

Los libros bíblicos comenzaron a escribirse alrededor del siglo X a.C., en la corte del Rey Salomón, donde había lugar para el ocio (el “otium” griego), la lectura y la escritura. En la corte del hijo del Rey David comienza, por lo tanto, también la actividad literaria.

                Los lugares principales de los hechos bíblicos, son principalmente la Antigua Mesopotamia, hoy compuesta por Siria, Irak e Irán, la actual Israel, la Península Arábiga y Egipto, para los hechos del Antiguo Testamento.

                Para los hechos del Nuevo Testamento, se agregan los territorios conquistados por el griego Alejandro Magno, y en tiempos de Jesús ocupados por el Imperio Romano, que abarcan prácticamente la actual Europa, el norte de África y las Islas Británicas. En el imperio, por lo tanto, se hablaba la lengua griega, impuesta por Alejandro, que en 10 años, entre el 333 y el 323 a.C., realizó sus conquistas, comenzando cuando sólo tenía 23 años. Existía el griego “culto” y el griego “popular”. Éste último se utilizaba cotidianamente en el imperio, y su nombre era “koiné”.

1. Origen del nombre "Biblia"

                El pueblo de la Biblia no tenía nuestra Biblia, si por eso entendemos el conjunto de 73 libros que aceptamos los católicos como inspirados y canónicos. La colección aún no estaba completa; sin embargo existían ya algunos conjuntos de libros que ellos consideraban como normativos, sin que podamos llegar a una precisión exacta de cuáles eran los que abarcaban.

Los nombres que les daban eran diversos, por ejemplo:

Libros, Daniel 9, 2.

Libros Santos, 1 Mac 12, 9; 2 Mac 8, 23.

Escrituras, Mt 21, 42; Mc 14, 49; Lc 24, 27; Jn 5, 39; Hech 17, 2; Rom 15, 4; 1 Cor 15, 3-4; 2 Pe 3, 16.

                Escritura, 1 Cr 15, 15; 2 Cr 30, 5; Esd 6, 18; Mc 12, 10; Lc 4, 21; Jn 2, 22; Hech 1, 16; 2 Pe 1, 19-21.

Santas Escrituras, Rom 1, 2.

Sagradas Letras (Escrituras), 2 Tim 3, 15.

Antiguamente se le llamaba la Escritura o las Escrituras. En este sentido se expresa Jesús, por ejemplo, cuando dice a los saduceos: "Ustedes están equivocados porque no conocen las Escrituras" (Mt 22, 29).

Y Lucas pone en labios de los dos discípulos de Emaús esta frase: "¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando Jesús venía hablando en el camino y explicando las Escrituras?" (Lc 24, 32). Esta denominación todavía la usamos hoy.

Después ha venido recibiendo otros nombres, como: Libros Santos, Libros Sagrados, Sagradas Letras, Palabra de Dios, etc. Actualmente, el nombre más usual parece ser el de Biblia, Santa Biblia o Sagrada Biblia, Sagradas Escrituras.

El origen de la expresión Biblia se remonta, según afirman los entendidos, al libro II de los Macabeos, de texto griego, en que se llama a las Escrituras: Biblia ta agía, (en griego) esto es: Libros Santos. Usándose como se usaba la lengua griega en la primitiva Iglesia, la expresión ta Biblia –los libros por excelencia- se hizo denominación general entre los cristianos.

San Clemente –padre apostólico, discípulo de San Pablo- fue el primero en llamar a la colección de los libros santos ta Biblia. En el siglo XIII se empezó a emplear en singular femenino latino lo que antes era solamente plural neutro de la misma lengua, esto es, a decirse Biblia y así fue adoptándose poco a poco por las nacientes lenguas modernas.

Hay quien ve su origen en la antigua ciudad fenicia Biblos, situada en la costa mediterránea entre Trípoli y Beirut y mencionada incluso por dos veces en la Sagrada Escritura (Jos 13, 5; Ez 27, 9), ciudad que llegó a ser un importante centro comercial y religioso, rico en madera, cobre y papiro. Pero no parece que exista una verdadera relación entre ambos aspectos.

El término Biblia, pasó del griego al latín. Y, de éste, a las lenguas modernas. Hoy significa la colección de libros sagrados para los judíos y los cristianos.

2. Orden de la Biblia

a) Origen general

                Desde muy antiguo, y sobre todo en orden a la lectura litúrgica se vio la necesidad de dividir el texto sagrado.

                Hubo diversos sistemas, tanto entre judíos ("Sedarim"; "Perashiyyot"; "Pesuquim"), como entre cristianos (Cfr. "Cánones eusabiani", de Eusebio de Cesarea [+340] para dividir los evangelios en 1162 secciones: Mt 355; Mc 233; Lc 342; Jn 232).

Cada libro está dividido en capítulos y versículos numerados. La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener todos una misma referencia.

El nombre de cada libro tiene su propia abreviatura; aparece al inicio de las diversas ediciones, en esta abreviatura la primera letra es mayúscula: Jn, Mt, Mc, Lc, Hech, etc. En cada libro el número correspondiente al capítulo se coloca después de la abreviatura, esta abreviatura no lleva un punto.

Por ejemplo, Segundo libro de los Reyes, Capítulo 5 se abrevia en 2 Re 5.

                Los capítulos se subdividen en versículos. Y se numeran poniendo una coma después del capítulo. Así, el Segundo libro de los Reyes, Capítulo 5, versículo 7 se abrevia en: 2 Re 5, 7. los libros con un solo capítulo sólo numeran los versículos.

                Por ejemplo, la Carta a Filemón, versículo 5, se abrevia en Flm 5.

Los signos de puntuación tienen otros significados concretos:

La coma (,) entre dos números indica que el primero se refiere al capítulo y el segundo al versículo: Mt 5, 7.

El punto (.) se utiliza para significar "y": Ex 15, 5.9 = Éxodo capítulo 15, versículos 5 y 7.

El punto y coma (;) se utiliza para separar una cita de otra: Lc 5, 6; Jn 3, 4.

b) Origen de la división actual


                Esteban Langton, arzobispo de Canterbury, quien había sido gran canciller de la Universidad de París, hizo la división del Antiguo Testamento y Nuevo Testamento en capítulos sobre el texto latino de la Vulgata de San Jerónimo, probablemente hacia el año 1226.

De la Vulgata, pasó al texto de la Biblia hebrea, al texto griego del Nuevo Testamento y a la versión griega del Antiguo Testamento.

Santos Pagnino (+1541, judío converso, después dominico, originario de Luca, Italia) realizó la división en versículos de la Biblia hebrea (1528). Había numerado tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento de la Vulgata; sin embargo, sólo quedó la de los libros de la Biblia hebrea.

De Roberto Estienne, proviene la actual división en versículos del Nuevo Testamento hecha en 1551. En 1555 hizo la edición latina de toda la Biblia. Para los versículos del Antiguo Testamento hebreo, tomó la división hecha por Santos Pagnino. Para los restantes libros del Antiguo Testamento, elaboró una propia y empleó para el Nuevo Testamento la que pocos años antes él mismo había realizado.

                La división en versículos fue introducida por primera vez en el texto hebreo por Sabionetta en cuanto a los Salmos (año 1556) y por Arias Montano en toda la Biblia, como aparece en la edición llamada Políglota de Amberes (año 1569-1572). La división en capítulos y versículos facilita y uniforma las citas. Así es más fácil localizar exactamente un texto y tener todos una misma referencia.

En el fondo de la estructura de la Biblia se encuentra la experiencia religiosa de Israel, porque "al principio... no existía el libro, sino la palabra" (Jn 1, 1). Así como en la Iglesia el fondo es la revelación de Dios, es decir, una experiencia extraordinaria de comunión entre Dios y su pueblo (Antiguo y Nuevo).

Si queremos entender la estructura de la Palabra de Dios, es importante leer lo que se nos dice en el célebre pasaje del capítulo 8 de Nehemìas:

"Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua, y pidió a Esdras, el letrado, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. Era a mediados de septiembre.

En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley.

Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "Amén, Amén". Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. El gobernador Nehemías, el sacerdote y letrado Esdras y los levitas que instruían al pueblo, viendo que la gente lloraba al escuchar la lectura de la Ley, le dijeron: Hoy es un día consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis".

                El pequeño "resto" de Israel, que todavía lleva dentro de sí sangrantes las heridas de la terrible tragedia nacional que fue su deportación, se ve en la necesidad de reencontrar las raíces de su propia historia. Es decir, de recordar o hacer memoria. Esto se produce escuchando "el Libro de la Ley de Moisés que el Señor le había dado a Israel" (Neh 8, 1).

Al leer el relato, surgen espontáneamente algunas observaciones:

a) El "libro de Moisés" es la memoria de Israel puesta por escrito. Así, pues, la trayectoria seguida es: de la "memoria" al libro. El libro sirve para hacer frente a los duros problemas del presente (Cfr. Neh 8, 8), y orientarse hacia el futuro de Dios. La Escritura nos abarca pasado, presente y futuro.

b)El libro es el tesoro de una comunidad: ésta es la primera destinataria del mensaje en cuestión; Esdras y los levitas sólo son intermediarios. El pueblo responde a este llamado: presta atención, se arrodilla, llora, hace fiesta...

c)La Escritura es el libro del pueblo: surgido de la comunidad y destinado a la comunidad.

LA BIBLIA SU DIVISIÓN, SUS LIBROS Y LENGUAS

(Fuente: Conoce tu Fe, Biblia y tradición)

                ¿Todo lo escrito acerca de Dios, ha sido escrito por Dios?

Existen miles de libros que los hombres han escrito acerca de Dios a lo largo de la historia. De éstos, algunos son famosos como el Popol-Vuh de los mayas o el Ramayana y el Mahabaratha de los brahamanes. Cuando murió Jesucristo, sus seguidores escribieron cientos de libros acerca de su vida. Algunos eran fidedignos y otros inventaban cosas sólo para ganar adeptos. Estos últimos le atribuían a Jesús niño actos extraordinarios como dar vida a sus juguetes de madera, hablar con los animales y otro hechos similares. Estos libros los conocemos como los evangelios apócrifos.

La Iglesia, con el poder que ha recibido por la Tradición apostólica, recopiló todos estos libros, los analizó y, con la luz del Espíritu Santo, seleccionó y aprobó solamente 73 de ellos como la misma Palabra de Dios. Estos 73 libros se reunieron posteriormente en uno solo, llamado Biblia o Canon de las Escrituras.

                La Biblia es la Palabra de Dios, escrita por el mismo Dios a través de la pluma de los hagiógrafos.

                Por ser el Espíritu Santo el que iluminó a la Iglesia al hacer la selección, podemos estar seguros de que en este conjunto de libros está escrita la Verdad de manera fiel y sin error.

1. Hay muchas Biblias distintas. ¿Cuál es la buena?

                Encontramos en las librerías decenas de títulos distintos: La Biblia de los mormones, La Biblia del pueblo, La Biblia de los gedeones, La Biblia latinoamericana, La Biblia de los Testigos de Jehová, La Biblia de Jerusalén y muchas más.

Esto se debe a dos motivos:

Personas de buena voluntad, que acordes con lo dictado por la Iglesia, han hecho traducciones y adaptaciones a los diferentes lenguajes, para hacer más accesible la Palabra de Dios a todos los hombres.

                Sectas y religiones que han suprimido o retocado lo que no les gustaba, o que han adulterado el mensaje de Dios, al modificar las palabras originalmente escritas por los hagiógrafos.

Para sabe si una Biblia es la original

Por todo lo anterior, al comprar una Biblia, es importante revisar que sea la original. ¿Cómo?

1. Verificando quen incluya los 73 libros que aparecen en la siguiente tabla: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

2. Verificando en la contraportada que la Biblia esté aprobada por alguna autoridad de la Iglesia Católica. Esta aprobación aparece con las palabras en latín ‘imprimatur” y “nihil obstat”, que significan: “se puede imprimir” y “nada obstaculiza su impresión”.

3. Asesorándote con algún sacerdote de confianza.

2. División general

                La Biblia se divide, ante todo, en dos grandes partes:

Antiguo Testamento

Nuevo Testamento, ambos relacionados entre sí.

La palabra latina testamentum -de donde viene la palabra española testamento- fue empleada al principio de la era cristiana, para traducir la voz griega: diatheké, que literalmente significaba disposición, contrato.

A su vez, los traductores griegos, llamados los Setenta, la usaron para traducir la expresión hebrea berit = pacto de soberanía, por medio de la cual designaban los hebreos la Alianza del Sinaí. Lo importante es que el término Testamento ha quedado para designar, hasta nuestros días, la división de las Escrituras.

3. División numérica de la Biblia

Dos grandes religiones se rigen por las enseñanzas de la Biblia: la judía y la cristiana, la cual está integrada por católicos, ortodoxos y diferentes denominaciones.

Los judíos sólo aceptan, como es claro, lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento y lo dividen en tres grandes partes: "La Ley, los Profetas y otros escritos sagrados". Está compuesta por 39 libros.


Para los católicos, la Biblia –Antiguo y Nuevo Testamento– está formada por 73 libros: 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Los protestantes de las principales denominaciones, sólo aceptan una lista bíblica de 66 libros: 39 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo.

                Como se ve, la diferencia entre católicos y protestantes se encuentra, no en el canon o lista de los libros del Nuevo Testamento, sino del Antiguo.

                Antes se manejaba la hipótesis de que en el judaísmo había dos cánones, el largo (o alejandrino) y el corto (o palestinense). De acuerdo a esto, la Iglesia había seguido el canon largo o alejandrino, mientras que los judíos a partir del siglo I ó II después de Cristo, se habrían quedado con el canon corto o palestinense.

Hoy en día esta hipótesis es rechazada por las siguientes razones:

a) Por un lado, la traducción de la Biblia hebrea al griego no fue una obra unitaria en su finalidad o proyecto, ni fue traducida simultáneamente.

b) Por otro lado, conocemos la mayor parte de la Biblia de los Setenta a través de códices cristianos del siglo IV y V después de Cristo. Por lo tanto, ellos reflejarían, en todo caso, el uso cristiano de este tiempo. Y aún allí mismo, podemos comprobar la variabilidad que existía en algunos puntos.

c) Además, entre los judíos de Palestina no había una uniformidad en lo que respecta al canon; por esto, tampoco podremos hablar de un canon palestinense.

Por todos estos motivos, no podemos conocer las fronteras exactas de los libros reconocidos por los judíos de Alejandría.

Seguramente, además de los libros que habían surgido en Palestina, tenían libros propios compuestos en Alejandría, en lengua griega, como por ejemplo el de la Sabiduría.

La Iglesia católica, lo mismo que la ortodoxa, a partir del Concilio de Hipona en el año 383 después de Cristo, admitió como inspirados no sólo los protocanónicos (o aceptados primero, por eso se llaman de la primera ley) sino los deuterocanónicos (o de la segunda ley), lista que fue confirmada solemnemente por el Concilio de Trento, en 1546.

Hemos de mencionar, como argumento irrefutable para afirmar que la Biblia consta de 73 libros y no de 66, lo siguiente:

La primera comunidad cristiana (Comunidad de los Apóstoles y discípulos del Señor) usó esta traducción de la Biblia griega de los Setenta, es decir el Antiguo Testamento con 46 libros.

Jesucristo, al señalarle a san Pedro: "Te daré las llaves del Reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo" (Mt 16, 19), nos obliga a hacer y a aceptar lo que los primeros cristianos creían, hacían o usaban (sea de palabra o de viva voz).

Los argumentos que los judíos usaron para no aceptar los libros deuterocanónicos como parte del canon del Antiguo Testamento aceptado por ellos, no gozan de la autoridad divina, en virtud, de que en ese momento (año 100 después de Cristo), la Comunidad cristiana ya existía y gozaba de plena autoridad en la materia.

Como vemos, la Iglesia tiene la razón al afirmar que la Biblia consta de 73 libros y no de 66 como dicen las sectas.

 

No hay que olvidar que la Biblia es la Palabra de Dios puesta por escrito en un momento privilegiado de la Tradición, por lo tanto nada puede añadirse, ni nada puede quitarse "La economía cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor" (La Divina Revelación, # 4).

                Por otro lado, siendo sinceros y honestos descubriremos que: la única institución, la única Iglesia que transmitió por más de 1500 años la Palabra de Dios al mundo entero, es la Iglesia Católica: en sus monasterios, los monjes copiaban fielmente a mano el texto sagrado, la Iglesia en su Liturgia, en sus celebraciones la veneraba de manera especialísima, la vida de la Iglesia gira en torno a Cristo y éste contenido en la Biblia.

¿Cómo aceptar la Biblia y no aceptar a la Iglesia que ha sido fiel custodio y madre para que nada de lo que hay en ella se pierda?

¿Con qué autoridad puede alguien quitar o añadir algo a la Palabra de Dios, si la Iglesia Católica fundada por Jesucristo, haciendo uso de su autoridad divina ha declarado que nada puede añadirse ni nada puede quitarse:

                "Ante todo, tened presente que ninguna predicción de la Escritura está a merced de interpretaciones personales; Porque ninguna predicción antigua aconteció por designio humano; hombres como eran, hablaron de parte de Dios movidos por el Espíritu Santo" (2 P 1, 20-21)?.

Los libros que no aceptan las sectas y los Nuevos Movimientos pseudo-religiosos son los siguientes: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y 1 – 2 de Macabeos.

                Usando una fórmula fácil de aprender, podemos citar estos libros de la siguiente manera: "ToJuSaEBa Mabis".

4. División temática

Teniendo en cuenta los distintos temas que nos ofrece la Biblia, podemos dividirlos en varios grupos:

Antiguo Testamento

                En tiempo de Cristo –y aún ahora-, los judíos clasificaban las Escrituras en tres partes:

la Ley,    los Profetas   otros Escritos.

La Ley y los Profetas eran los más importantes. El mismo Cristo los cita, por ejemplo, en Mt 7, 12. Los escritos se empleaban en las asambleas. El Eclesiástico los cita en el prefacio de su libro.

Hoy dividimos las Escrituras, así:

Los libros que componen la Biblia

Antiguo Testamento

                l Antiguo Testamento comienza con un conjunto de cinco libros, a los cuales los traductores griegos dieron el nombre de Pentateuco (penta = cinco; teuco = instrumentos, de donde provino luego la expresión "estuches" para los rollos de papiro y finalmente "libros"). Los judíos llaman a estos cinco libros la Torah o la Ley y los cinco libros eran cada uno un "quinto" de la Ley.

Estos cinco libros son :

Pentateuco

Éxodo

Génesis

Levítico

Números

Deuteronomio

 

Libros sapienciales

Salmos

Job

Proverbios

Eclesiastés

Cantar de los Cantares

Sabiduría

Sirácide (Eclesiástico)

 

Libros históricos

Josué

Rut

I Samuel   II Samuel

I Reyes   II Reyes

I Crónicas  II Crónicas

Esdras

Nehemías

Tobías

Judit

Ester

I Macabeos   II Macabeos

Los judíos llaman "profetas anteriores" a Josué, Jueces, Samuel y Reyes ya que en ellos se encuentra la historia de los grandes profetas: Elías, Eliseo y aún Samuel.

A los que nosotros llamamos profetas, los judíos los llaman profetas posteriores

Digamos también que para la Biblia griega, los libros de Samuel y Reyes formaban una sola unidad y los llamaban libros de los Reyes. Del mismo modo, los libros I y II de Crónicas, formaban uno solo con Esdras y Nehemías, por considerarse como obra del mismo autor.

La Biblia griega y la Vulgata de san Jerónimo llaman a Crónicas con el nombre de Paralipómenos.

Libros proféticos

                Isaías

Jeremías*

Lamentaciones

Baruc

Ezequiel

Daniel

Oseas

Joel

Amós

Abdías

Jonás

Miqueas

Nahum

Habacuc

Sofonías

Ageo

Sofonías

Zacarías

Malaquías

                En algunas ediciones de la Biblia, los libros de Jeremías y Lamentaciones vienen unidos como un solo libro.

Nuevo Testamento

                Evangelios

Mateo

Marcos

Lucas

Juan

Hechos de los apóstoles

Pertenecen a este grupo 21 Epístolas o Cartas:

                Cartas del Nuevo Testamento

Romanos

I Corintios

II Corintios

Gálatas

Efesios

Filipenses

Colosenses

I Tesalonicenses

II Tesalonicenses

I Timoteo

II Timoteo

Tito

Filemón

Hebreos

Cartas Católicas

Santiago

I Pedro

II Pedro

I Juan

II Juan

III Juan

Judas

Apocalipsis


5. Unidad de ambos Testamentos

                El Antiguo y Nuevo Testamento se complementan mutuamente. Su interrelación es tan completa, que el primero explica el segundo y viceversa.

Sólo a la luz del Antiguo Testamento se alcanza a comprender el primero; y sólo a la luz del Nuevo Testamento, nos damos cuenta de lo que el Antiguo quiso decir.

Con razón, Cristo les decía a sus oyentes: "Investigad las Escrituras y así comprobarán que Moisés habla de mí" (Jn 5, 39-45). Y san Lucas, relatando el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús, dice que Jesús "empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó todo lo que había sobre Él en las Escrituras" (Lc 24, 25-27). De igual manera, san Mateo en sus tres primeros capítulos.

El Antiguo Testamento… ¿pasado de moda?

No necesariamente lo viejo se convierte en inservible. Hay cosas como las monedas, los muebles finos o los sellos de correo, que aumentan de valor conforme pasa el tiempo.

El Antiguo Testamento tuvo como fin preparar la venida de Cristo, pero no pasó de moda con su llegada. Jesús no vino a abolir lo que estaba escrito, sino a perfeccionarlo.

Por tanto, no podemos prescindir de los libros del Antiguo Testamento. Todos son libros revelados por Dios y en ellos, aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, encontramos el testimonio de la pedagogía divina, enseñanzas maravillosas acerca de Dios, sabiduría acerca del hombre, tesoros de oración. En ellos está escondido el misterio de nuestra salvación.

En el Nuevo Testamento está plasmada la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su resurrección.

                También nos narra los comienzos de la Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo.

Para entender plenamente el mensaje que Dios nos da en el Nuevo Testamento, es indispensable leerlo en relación con el Antiguo.

Toda la Sagrada Escritura es una sola Revelación, un solo mensaje divino que Dios quiere comunicar al hombre, y no la podremos entender si la escuchamos en forma fragmentada.

                Podríamos comparar la Biblia con una cinta magnetofónica grabada en estéreo: Para escucharla, usaremos un aparato con dos bocinas: una es el Antiguo Testamento y la otra es el Nuevo Testamento. Puedes escuchar la cinta con una sola bocina, pero no oirás la música completa, sino sólo los sonidos graves o sólo los agudos; sólo los instrumentos o sólo las voces. Para escuchar la música tal como la compuso el autor, deberás conectar las dos bocinas y entonces disfrutarás del sonido integral de la composición.

Para entender en toda su integridad el mensaje de Dios en las Sagradas Escrituras, es necesario leer el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo y leer el Nuevo Testamento a la luz del Antiguo.

La Iglesia ha descubierto una tipología que reconoce en las obras de Dios en la Antigua Alianza, prefiguraciones de lo que haría Cristo en la Nueva.

En el Antiguo Testamento está escondido el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento se hace manifiesto en el Nuevo. Ambos se esclarecen mutuamente y, por tanto, son inseparables.

6. Textos originales y copias

No existen los textos bíblicos autógrafos, escritos por la propia mano del autor del libro de los Jueces, o de la Sabiduría, o de Marcos, o de Filemón, etc. Esto no debe asustarnos, ya que tampoco se conservan los originales de las grandes obras literarias y filosóficas de la antigüedad (éstas últimas obras tienen pocos testimonios textuales, y a veces con diferencias de unos diez siglos o más entre el original y las primeras copias).

Cuando en ocasiones se habla de "originales", se refiere a las lenguas en que originalmente fueron escritos. Por ejemplo, se dice: la traducción de esta Biblia se hizo de los originales, es decir, de las lenguas originales, hebreo, arameo y griego, según el caso.

7. Copias manuscritas

Material

                En la antigüedad, para escribir algunas cosas se usaban las tablillas de arcilla, las ostraka o pedazos de cerámica rota, las piedras, los cilindros y las estelas.

Para copiar un libro de la Biblia o toda ella, este material no se utilizaba, pues sólo podía aprovecharse para textos breves. El material empleado para la copia de la Biblia fue de dos tipos: el papiro y el pergamino.

El papiro (usado en Egipto desde el año 3,000 antes de Cristo). Es una planta acuática –caña o junco- que se da sobre todo en el Delta del Nilo. Se abría primero el tallo de la planta y luego se prensaba; las láminas así obtenidas se entrecruzaban, se aplastaban y se secaban. Era el material más común, pero a la vez el más frágil. Por lo regular se escribía sólo por la parte interior. Se han conservado muchos papiros de Egipto gracias a su clima seco.

Constituyen el testimonio más antiguo en el ámbito de manuscritos bíblicos. El pergamino se forma con la piel de ciertos animales (ovejas, corderos), preparada con una técnica especial perfeccionada en Pérgamo, al norte de Éfeso, hacia el año 100 después de Cristo. Parece que fue muy difundido por los persas.

En el Nuevo Testamento tenemos un testimonio de su uso en 2 Tim 4, 13: "Cuando vengas, tráeme el abrigo que dejé en Tróada, en casa de Carpo, y los libros, en especial, los pergaminos".

Del siglo IV después de Cristo en adelante fue muy común. Es un material mucho más resistente, pero, a la vez, más caro. Por eso, algunos manuscritos en pergamino fueron raspados por completo para que pudieran ser utilizados de nuevo.

Formato

                El rollo es una larga tira de papiro o piel, reforzada en las extremidades con dos varas que servían para enrollarla (Cfr. Lc 4, 16-20; Jr 36). Aún en nuestros tiempos, los judíos utilizan los rollos. El códice o libro ordinario (más común en pergaminos) fue empleado por los cristianos desde el siglo II; pero por los judíos, más tarde, parece que a partir del siglo VII. Los códices griegos se distinguen en unciales o mayúsculos y minúsculos.

Los primeros son de letras mayúsculas continuas, más difíciles de leer por no haber separación entre las palabras; estuvieron en boga hasta el siglo X u XI; hay un poco más de 250 de ellos. Los segundos son de letras minúsculas, más fáciles de leer porque se da la separación entre las palabras. Empiezan a utilizarse a partir del siglo IX después de Cristo y se multiplican desde el siglo XI; son alrededor de 2 mil 600.

8. Lenguas en que se escribió la Biblia

                Para la composición de la Biblia se emplearon tres lenguas: la hebrea, la aramea y la griega.

En hebreo se escribió casi todo el Antiguo Testamento. Era la lengua propia del Pueblo de Israel. Su origen es bastante oscuro. Parece que comenzaron a hablarla los cananeos y después la adoptaron los israelitas a partir de su estancia en Canaán.

En Arameo, lengua más antigua que el hebreo, se escribieron pocas cosas. Se pueden citar algunos capítulos de Esdras, Jeremías, Daniel y Mateo. El arameo comenzó a introducirse en Israel hacia los siglos IV y III antes de Cristo y tomó tanto fuerza, que llegó a suplantar a la lengua hebrea. Incluso Jesús hablaba con el pueblo en uno de los dialectos arameos.

En griego fueron escritos algunos libros del Antiguo Testamento, como el de la Sabiduría, 2 Macabeos y todos los del Nuevo Testamento menos el Evangelio de san Mateo. Este griego no era un griego clásico, como era por ejemplo el de Demóstenes, sino un griego popular, vulgar y corriente, llamado Koiné = común, que usaba el hombre de la calle. Se generalizó después de la conquista en Grecia por Alejandro Magno.

Antiguo Testamento

                Daniel: hebreo, con fragmentos arameos y griegos

Esdras: hebreo, con inserción de algunos documentos en arameo

                Ester: hebreo, con fragmentos griegos

1 Macabeos: hebreo. 2 Macabeos: griego

                Tobías y Judit: hebreo o arameo

Sabiduría: griego

Todos los demás libros: hebreo

Nuevo Testamento

San Mateo: arameo

Todos los demás libros: griego

9.Versiones de la Biblia

                Hay que decir que, con el correr de los tiempos, se han hecho innumerables versiones de la Biblia. Entre las más antiguas –que son las que interesan más- hay dos muy importantes: la de los "Setenta" y la Vulgata.

La versión de los Setenta. Según una tradición, fue realizada por 70 sabios de Israel. Su elaboración, entre los siglos III y I antes de nuestra era, estuvo destinada a los judíos de la Diáspora o de la dispersión, es decir, para el culto de las comunidades judías que vivían en el mundo grecorromano, especialmente de Alejandría y que ya habían olvidado la lengua hebrea, o quizá mejor, con el fin de que pudieran propagarla en la griega. En cualquier caso, esta traducción fue importante para los judíos que hablaban el griego y que más tarde se extendió por los países mediterráneos, preparando así el ambiente para el Evangelio.

La versión de la Vulgata. Esta versión fue hecha en latín por san Jerónimo en el siglo IV en Belén. Partió de una necesidad, como la de los Setenta. Durante los dos primeros siglos se utilizaba en la Iglesia el griego popular, que era el que se hablaba en el imperio romano. Pero en el siglo III, se fue imponiendo el latín en Occidente. Por esa razón la tradujo san Jerónimo al latín. De ella se han sacado muchas ediciones hasta nuestros días, desde que el Concilio de Trento la reconoció solemnemente como la versión oficial latina sin negar por eso, el valor de otras versiones.


La Sagrada Escritura es muy valiosa para la vida de la Iglesia

                Como la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios viva, sabemos que su poder y su fuerza para los cristianos es enorme. La Sagrada Escritura, junto con la Eucaristía, es la que da sustento y vigor a la vida de la Iglesia, asegura la firmeza de la fe, es alimento del alma y fuente de vida espiritual

La Sagrada Escritura debe ser el alma de la teología, de la predicación pastoral, de la catequesis, de la instrucción cristiana. Sólo así aseguraremos en estas actividades, la presencia de Jesucristo, la Palabra, y por tanto, los frutos de santidad de las mismas. Invitando a Cristo a que nos acompañe en estas acciones, no nos quedaremos en lo humano. Él mismo se encargará de santificar cada palabra que digamos para darse a conocer a todos los hombres.

La Iglesia recomienda la lectura frecuente de la Sagrada Escritura, ya que desconocerla es desconocer a Cristo.

LOS LIBROS APÓCRIFOS

(Fuente, Conoce tu Fe, biblia y tradición)

Los libros que pretenden ser revelados pero que no forman parte del canon bíblico.

Etim: del griego apokryphos, que significa "oculto."

                Originalmente se llamaban apócrifos aquellos libros sagrados cuyo contenido era demasiado sublime para que lo comprendiera el público en general. Pero término "apócrifo" fue tomando un matiz peyorativo, pues con mucha frecuencia resultaba discutible la ortodoxia de estos libros.

Dado que estos libros secretos eran a menudo muy valorados, e incluso escritos, entre los herejes, los Padres de la Iglesia llegaron a aplicar el término "apócrifo" a las obras heréticas cuya lectura era prohibida.

En tiempos de San Jerónimo (c.400), el término "apócrifo" adquirió un nuevo sentido. Desde entonces se llaman apócrifos los libros que pretenden ser revelados pero que no forman parte del canon bíblico.

                Los católicos consideramos como "apócrifos" una serie de libros judíos o de otros grupos pertenecientes al período bíblico (o que pretenden pasar como pertenecientes al mismo) pero que no han sido aceptados por la Iglesia como parte de las Sagradas Escrituras. Se trata de muchos libros. Entre ellos hay evangelios pseudónimos que llevan nombres de personajes famosos de la Iglesia primitiva (Apóstoles, La Virgen María, Nicodemo, etc.); otras veces, el título se refiere al contenido de la obra (Evangelio de la Verdad) o a su origen (evangelios atribuidos a Marción, a Cerinto).

Estos evangelios pertenecen a distintas categorías y tratan de varios temas. Uno de los favoritos temas de los círculos gnósticos es una aparición de Jesús resucitado a algún personaje famoso de la Iglesia, normalmente un apóstol, a través del cual Jesús revela un camino secreto de perfección. Por regla general, la revelación tiene poca semejanza con el pensamiento de Jesús que nos presentan los evangelios canónicos.

                Otros libros apócrifos buscan suplir por los detalles de la vida de Jesús que no aparecen en los Evangelios canónicos. La curiosidad de la gente hace que estos sean muy populares. (Brown, R.: Apócrifos: CBSJ V, 101-102; 122).  Lutero quitó varios libros de la Biblia con el pretexto de que los consideraba "apócrifos">>>. Es por eso que a la Biblia protestante le faltan libros

LOS EVANGELIOS UNA BUENA NOTICIA

                El proceso de composición de los evangelios.

Los evangelios, como todo libro de la Biblia, es fruto de un largo proceso. Podemos distinguir varias etapas:

Evangelio anunciado. (28-30 ca).

                Jesús, con toda seguridad, no escribió nada. Al contrario de los grandes hombres de su tiempo, que escribían grandes tratados de historia, literatura, viajes,... Jesús proclamó el evangelio (=Buena noticia) por Palestina. De dos maneras predica este evangelio:

a.- A través de sus palabras

b.- A través de su vida

Evangelio transmitido y evangelio vivido. (a partir del año 30).

Todo comenzó después de la Resurrección de Jesús. Los apóstoles no se guardan la Buena Nueva para ellos. La comunican por las calles, las plazas, las calles, etc.

Su mensaje es sencillo y contundente: Vino a este mundo un hombre que nosotros conocíamos. Predicó el Reino de paz, amor, justicia. Lleva en su corazón un amor inmenso: el amor de Dios. Jesús está vivo: ¡Ha resucitado!

Junto a esta comunicación de la Buena nueva, comienzan a vivir como lo intentó Jesús. Forman la comunidad de los creyentes en Jesús: La Iglesia.

La comunidad de seguidores de Jesús aumenta. Ya no sólo están en Palestina. Hay cristianos que proceden de distinto origen... La Iglesia se universaliza y a todos estos cristianos hay que ayudarles:

A REZAR: escribieron la oración de Jesús.

A VIVIR como Jesús: escogen frases y sentencias del mismo Jesús sobre el dinero, la bondad, el amor, el seguimiento.

A DAR RAZÓN DE LA FE EN JESÚS.

Estos relatos, dichos, oraciones,... se fijan en PEQUEÑOS ESCRITOS que circulan entre las comunidades cristianas.

 

Se reúnen estas unidades en colecciones mayores: Relatos de Milagros, Parábolas, dichos y sentencias del Señor...Aunque no hay que olvidar que perdura la transmisión oral.

                Los misioneros y los transmisores de la Buena Nueva en sus predicaciones: Seleccionan multitud de recuerdos que conservaban de Jesús. Tienden a realizar una síntesis. Legitiman su predicación con alusiones a los testigos existentes (apóstoles).

                Todo lo que saben lo adaptan a los destinatarios y a sus oyentes.

Todo lo que se sabía de Jesús tenía que servir para la predicación, para que suscitara la fe en Jesús o la fortaleciera.

Evangelio escrito.

                Ya han muerto los apóstoles y los primeros cristianos por dar testimonio de Jesús.

La Iglesia está esparcida por el Imperio Romano y se universaliza. Para que se conserve con fidelidad el mensaje de Jesús, algunos cristianos comienzan a escribir.

Estos escritores cristianos (los evangelistas) se sirven de las pequeñas unidades literarias existentes y de las colecciones de relatos (milagros, parábolas, pasión, etc).

Existen tres evangelios (Marcos, Mateo y Lucas), que concuerdan en gran parte en lo que dicen. Se llaman SINÓPTICOS.

Los tres evangelios organizan sus materiales teniendo en cuenta un esquema fijo:

1.- La época de Jesús junto a Juan Bautista.

2.- Jesús en la Galilea: Predicación del Reino de Dios.

3.- La marcha y el camino hacia Jerusalén.

4.- Sus últimos días: Pasión, Muerte y Resurrección.

                El evangelio de San Marcos es el más antiguo. Mateo y Lucas montaron su narración evangélica sobre el modelo de Marcos.

Mateo y Lucas tienen una fuente común, llamada Fuente Q (viene de la palabra alemana Quelle, que significa fuente), que era un escrito que contenía dichos y sentencias de Jesús.

 

SAN MARCOS  fecha: entre los años 60 y 70.

                Destinatarios: cristianos de origen pagano.

Objetivo: mostrar las características del mesianismo de Jesús.

Autor: La tradición lo atribuye a Juan Marcos, colaborador de Pablo y después de Pedro

Lugar de composición: ciudades de Roma y Antioquía.

 

SAN LUCAS   Fecha: entre los años 70-90.

                Destinatarios: comunidades surgidas en el mundo pagano.

Objetivo: mostrar las características de los seguidores de Jesús.

Autor: Posiblemente Lucas, el compañero de Pablo.

Lugar de composición: no hay acuerdo (¿Efeso, Corinto, Roma?).

SAN MATEO   fecha: Hacia el año 80 o algo después.

                Destinatarios: cristianos de ascendencia judía.

Objetivo: Animar a su comunidad para que siga las enseñanzas de Jesús, modelo y salvador.

Autor: Cristiano de origen judío. La tradición lo ha identificado con el apóstol Mateo.

Lugar de composición: la región de Siria o Antioquía

SAN JUAN

                Este evangelio rompe el molde de los sinópticos. Se distingue de los otros por su estilo, vocabulario y estructura.

La estructura: El camino de Jesús comienza en el Padre y termina en el Padre; el escenario de su vida es Galilea y Judea; sus temas intentaron mostrar a Jesús como manifestación de la verdad divina.


Fecha: la redacción última entre los años 90 y 100.

Destinatarios: cristianos de la comunidad de Juan evangelista.

Objetivo: Jesús se revela como hijo de Dios y salvador del mundo.

Autor: La tradición lo atribuye al apóstol Juan.

Lugar de composición: Efeso, ciudad de Asia Menor, o la región de Siria lindante con Palestina.

LO QUE ENSEÑA LA IGLESIA HOY

Autor: P. Francisco Baena | Fuente: Catholic)

Los evangelios fueron escritos por hombres que pertenecen al grupo de los primeros que tuvieron fe (Mc 1,1; Jn 21,24) y quisieron compartirla con otros. Habiendo conocido por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver los rasgos de su Misterio durante la vida terrena. Desde los pañales de su natividad (Lc 2,7) hasta el vinagre de su pasión (Mt 27,48) y el sudario de su Resurrección (Jn 20,7), todo en la vida de Jesús es signo de su Misterio... Su humanidad aparece así como el Sacramento, es decir, el signo y el instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación y de su misión redentora.

(Nº 515 DEL CATECISMO).

La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia qué escritos constituyen la lista de los Libros Santos (DV 8,3). Esta lista integral es llamada Canon de las Escrituras. Comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos (45 si se cuentan Jr y Lm como uno solo), y 27 para el Nuevo Testamento.

(Nº 120 DEL CATECISMO).

La Palabra de Dios que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento (DV 17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo (DV 20).

(Nº 124 DEL CATECISMO).

Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras por ser testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador (DV 18).

(Nº 125 DEL CATECISMO).

El Evangelio cuatriforme ocupa en la Iglesia un lugar único; de ello dan testimonio la veneración de que rodea la liturgia y el atractivo incomparable que ha ejercido en todo tiempo sobre los santos.   (Nº 127 DEL CATECISMO).

EL EVANGELIO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Autor: Miguel Ángel García Iglesias | Fuente: cristiandad.o)

                La visión de San Pablo, el papel de los Evangelios en la formación del Nuevo Testamento y el contexto en que fue escrito el santo Evangelio.

La palabra "evangelio” viene del griego euangelion (de la palabra euangelos = mensajero). De esta misma procede el verbo euangelizesthai = anunciar la buena noticia.

En la biblia hebrea se utiliza esta palabra como buena noticia y/o portador de buenas noticias (2 Sam. 4; 18, 19-20). La buena nueva consiste en que el reino de este Dios restaurará la paz y la prosperidad para su pueblo exiliado, para los pobres y los afligidos.

El judaísmo palestino supo prolongar estos hermosos textos de Isaías. Las figuras de “portador de buenas noticias”, de ungido o Siervo de Yahvé proporcionará a los primeros cristianos un vocabulario para presentar a Cristo anunciando la Buena Nueva.

Los setenta traducen generalmente el verbo hebreo basser por euangelizesthai, sin embargo Friedrich, dice que el texto de los Setenta relaciona este verbo con la palabra salvación.

San Pablo utiliza la palabra Evangelio

¿Qué es el evangelio para Pablo? Es algo esencial relacionado con su vocación pues Cristo lo ha enviado a "anunciar el evangelio” y que incluso habla de "mi evangelio” (Rom. 2, 16).

La primera carta a los tesalonicenses

Pablo la escribió hacia el año 50, cuando residía en Corinto. La primera mención de la palabra “evangelio” aparece en la acción de gracias que sigue al saludo. Para los Tesalonicenses, la eficacia del Evangelio se inscribe esencialmente en la forma en que Pablo se ha comportado con ellos al servicio del evangelio, de la palabra del Señor. La acogida del Evangelio se describe como un volverse a Dios y alejarse de los ídolos.

La primera carta a los Corintios

Pablo la evangelizó la ciudad de Corinto durante una estancia hacia los años 49-51. La comunidad es todavía joven y frágil cuando le envía su primera carta, hacia el 53. Sigue una segunda carta, perdida hoy, y luego otra hacia el 55, la que llamamos Segunda carta a los Corintios.

Cuando les escribe san Pablo los Corintios están divididos. Procedentes en su mayoría, de ambiente pagano, reproducen las normas éticas de ese ambiente y desconocen qué comportamientos son conformes o no con el Evangelio. Dudan de la resurrección de los muertos; debido al pensamiento griego que tienen muy arraigado les es muy difícil entender que el alma sea naturalmente inmortal, ante esto Pablo debe aclarar su Evangelio.

Pablo manifestó que el creer o no que Cristo resucitó tiene consecuencias reales para la vida del hombre: “Si Cristo no ha resucitado vuestra fe es vana, estáis aún en vuestros pecados”.

La Segunda Carta a los Corintios

Pablo tiene una personalidad fuerte, ese celo que lo caracterizo antes de su conversión lo sigue caracterizando. Tanto que reclama que él fue el primero en llegar a Corinto con el Evangelio de Cristo. Pone su orgullo en su propio trabajo, realizado con la gracia de Dios. Tan es así actitud de luchador, que comienza a tener conflictos con las personas que influyen en la comunidad y promueven otros tipos de comportamiento distintos de los de Pablo, que lo cuestionan al decirle por que el no siguió a Jesús durante su vida como los Apóstoles y que lo llevan a insistir en la idea de que solo hay un Evangelio y no dos.

                Estos adversarios parece ser ávidos de experiencia espiritual y de verdadero conocimiento. Tal es que promueven un conocimiento superior y distinto al de Pablo. Pues honran a un Cristo espiritual, olvidando al Cristo crucificado. Es imposible disociar el Espíritu del Señor Jesucristo, como están tentados de hacer los corintios (1 Cor. 12, 1-3).

La Carta a los Filipenses

Es una carta dirigida a la 1ra. Comunidad fundada por Pablo en Europa, durante su segundo viaje misionero. A lo largo de la carta insiste en la comunión fraterna, que es en realidad entre ellos desde que les llegó el Evangelio. La comunidad tiene problemas con relación a una mayor comunión, aun mayor entendimiento fraterno en la práctica.

La Carta a los Gálatas

                Esta carta que se dirige a la Iglesias de Galacia son comunidades que Pablo fundó, durante su segundo y tercer viaje.

Los gálatas son paganos de origen, no judíos a los que Pablo les anuncia el Evangelio sin obligarlos a circunsidarse y a practicar al Ley de Moisés (Pues Pablo les ha presentado un Evangelio incompleto –según ellos- la fe sin la ley). La fe en Jesucristo basta –dice Pablo-, es conciliar la fe en Jesús con la práctica de la ley de Moisés. En esta carta la noción de Evangelio se trata de una confrontación entres dos buenas noticias: la que promueven los judaizantes y la que promueve Pablo. Para él, los gálatas se han pasado a otro “Evangelio”, que es decir, a nada pues sólo hay un Evangelio, el de Cristo.

Toda esta carta es un intento de reconducirlos al único Evangelio que existe.

La Carta a los Romanos

                Esta es escrita en Corintio poco tiempos después de la carta a los Gálatas. Pablo, dirige su carta a cristianos de origen pagano en la que reflexiona los diferentes modelos de comunidades y de fe. En la que se planteara que se debe hacer con los creyentes que habían venido del judaísmo y del paganismo, la relación de ellos, etc.

                Él les insiste que así como él a sido llamado también ellos son llamados y forman parte de los "santos por vocación de Dios”. Y esta Buena Noticia es anunciada tanto al judío como al pagano y los invita a la fe. Manifestando que el hombre sólo alcanzará la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la ley.

La Carta a los Colosenses y a los Efesios

Existe un problema en Colosas pues tienden a diluir la realidad de Cristo en ciertas “filosofías o estériles especulaciones fundadas en tradiciones humanas o en ponencias cósmicas, pero no en Cristo”. Además de que restablecen prácticas judaizantes.

Este anuncio a esta comunidad está ligado a la gracia de Dios y a la enseñanza transmitida por Epafras –quien evangelizó Colosas-. Quien entre otras cosas insiste en la eliminación de las diferencias entre los paganos y judíos por la reconciliación de todos en Cristo.

La carta a los Efesios desarrolla más ampliamente el tema. Mostrando así a los paganos sin Mesías, privados del derecho de la ciudadanía de Israel. Esta reconciliación se realiza por la cruz, que mata al odio.

Las Cartas Pastorales

En estas cartas no aparece el verbo evangelizar y el sustantivo se utiliza poco. Pablo hace mención a la Ley que fue hecha para los malvados y rebeldes, impíos, pecadores, sacrílegos y profanadores, etc. Mostrando también en una segunda parte el tema del sufrimiento y que esta ligado a la salvación por la gracia.

Las Cartas a los Hebreos y la Primera de Pedro

La carta a los Hebreos utiliza dos veces el verbo “ser evangelizado” = recibir una buena noticia. Y la 1ra. Carta de Pedro manifiesta que el mensaje transmitido a sido enviado desde el cielo y comunicado por el Espíritu Santo.

Utilización de la palabra "evangelio" en las Cartas de San Pablo

                La palabra “evangelio” es muy utilizado por san Pablo. Y curiosamente aparece más en los escritos de Pablo que en los evangelios.

                Pablo escribe cartas en primera persona y los evangelios son escritos en tercera persona. En los evangelios siempre aparece la persona de Jesús que dice o hace algo. Sin embargo podemos leer algunos capítulos de Pablo sin oír el nombre de Jesús. Existe un problema en donde algunos opinan que Pablo solo parte del Jesús celestial y no del Jesús de la historia. Se puede decir, que la diferencia radica que al promover el amor los evangelios utilizan una trama narrativa y que tienen a Jesús por héroe distinto de Pablo que utiliza el género epistolar y se apoya en la tradición que viene de Jesús.

Con géneros literarios diferentes, ni los evangelios ni Pablo desligan la celebración del Señor glorioso del recuerdo de la cruz. Esto produce la teología de la cruz en Pablo.


El Evangelio en los Evangelios

Seguramente Jesús al conocer los textos de Isaías, sabía la existencia de la palabra “evangelio”.

Marcos

Uno de los objetivos del evangelio de Marcos es la comprensión de Jesús como Cristo, Hijo de Dios. Por lo que todo el relato de Marcos la palabra Evangelio designará el mensaje anunciado por Jesús y acogido por los cristianos.

Podemos encontrar que Evangelio y Reino están juntos y notamos que la palabra Reino es muy frecuente en los Sinópticos que la palabra Evangelio. Lo que nos lleva a pensar que a Jesús le gustaba la palabra Reino pues manifestaba su cercanía y su llegada al predicar, al hacer milagros, etc.

Mateo y Lucas

Mateo utiliza cuatro veces la palabra Evangelio. Tres veces una expresión que les es propia: el “Evangelio del Reino” y que permite vislumbrar una continuidad entre Jesús y su predicación y la de los apóstoles.

Lucas utiliza la palabra “evangelio” sólo en Hechos (15,7), pero en cambio le gusta el verbo “evangelizar”, que aparece diez veces en su evangelio y quince en los Hechos.

DEL EVANGELIO ORAL A LOS EVANGELIOS ESCRITOS

Así como en los muros de algunos edificios se encuentra una piedra esculpida o inscrita que pertenece a una construcción más antigua en los evangelios encontramos algo similar y que son materiales antiguos tomados de las primeras proclamaciones cristianas y que están centradas en la muerte y resurrección de Cristo, el perdón de los pecados y el don del Espíritu

Al anunciar el Kerygma que debía de instruir y llevarlos a la conversión, no sólo se hablaba de la muerte y resurrección, sino también de las palabras del Señor Jesús, sus milagros, lo que había vivido, dicho, y así se formaron tradiciones en torno a él. Estos a su vez fueron orales hasta llevarlos hacer una especie de colección necesaria para la vida de las iglesias. Que a su vez fueron las que le dieron forma a nuestros evangelios.

Las Necesidades de las Comunidades

                Podemos encontrar cuatro necesidades

1.- La catequesis. Que pretende transformar al recién convertido en creyente adulto y lo va a lograr mediante la comprensión de la fe como por la forma de vivir del cristiano. El relato de los discípulos de Emaús es un ejemplo de catequesis en donde manifiesta cuales son los medios de reconocer a Jesús y que es mediante las Escrituras y la Fracción del Pan.

2.- La organización de las comunidades. Las jóvenes comunidades necesitaban una organización, por lo que tanto Pablo como los evangelistas escriben para las comunidades exhortándolas a tener cuidado de su manera de vivir y de actuar.

3.- Liturgia. Esta ocupaba un puesto escogido en la vida interna de las comunidades. Por tal motivo Pablo y los Evangelistas informaron de la Cena del Señor, que constituía la fuente de su propia práctica eucarística.

4.- La apologética. Las jóvenes comunidades cristianas fueron consideradas como grupos conflictivos por los judíos –fariseos y saduceos-. Estas tensiones fueron a veces violentas (Esteban Hch. 7). Unos negaban la mesianidad de Jesús y los otros la reconocían. Por lo que los relatos evangélicos nacieron para responder a las necesidades de las comunidades.

Los Géneros Literarios que componen los Evangelios

El estudio de los géneros que componen los evangelios esta ligado a la escuela llamada Historia de las Formas, que nació al final de la Primera Guerra Mundial. Ella intentó determinar los géneros en que se podía organizar el material evangélico y se proponen algunos géneros literarios esenciales:

1.- Los relatos de los milagros: Exposición, situación del enfermo, curación y admiración de testigos

2.- Las parábolas: Se puede estudiar el género comparándolo con el ambiente o la relación entre la parábola y la explicación dada por Jesús.

3.- Los logia (palabras) frases: Son palabras de Jesús y pueden ser de carácter profético, apocalíptico, jurídico, parabólico o sapiencial.

4.- Las sentencias encuadradas: Relatos que ponen de relieve una frase de Jesús.

5.- Los relatos de controversia: Vs. Saduceos.

6.- Las invectivas: Vs. Fariseos.

7.- Los sumarios y transiciones

8.- Los relatos de Jesús: Los individualizados.

9.- Las anunciaciones: Las vemos en los evangelios de la infancia.

10.- Los relatos de las apariciones: Del Resucitado.

11.- Los relatos edificantes: E/p. Infancia en Mateo.

En marcha hacia el relato

                ¿Cómo llegaron a integrarse en un conjunto narrativo y que va desde el nacimiento o el bautismo hasta su muerte y resurrección?

Encontramos en los evangelios bloques o colecciones, por ejemplo: Mt. 8,1-9,8 reúne casi exclusivamente una serie de diez milagros, Mc. 9,33-50 colecciones de palabras, Mt. 13 parábolas. Y que supone que éstas unidades independientes fueron agrupadas para formar bloques más amplios. Más adelante fueron integrados en un conjunto narrativo organizado, a grandes rasgos, como una biografía de Jesús, que iba desde su bautismo hasta su muerte y resurrección.

El hecho sinóptico y su interpretación

El ir haciendo la reconstrucción de la génesis literaria de los evangelios nos lleva a entrar en el mundo de las hipótesis y de los modelos de interpretación de los hechos. La ciencia tiende a interpretar los datos mediante la construcción de modelos que expliquen el mayor número posible de hechos. ¿Qué hechos hay que tener en cuenta?:

1.- Jesús y sus apóstoles hablaban arameo, pero los evangelios están escritos en griego. Supone que al pasar la fe cristiana de ambientes de lengua semítica a ambientes de lengua griega, fueron necesarias las traducciones.

2.- Tres evangelios se parecen, aunque son diferentes.

3.- En los textos se advierten nuevos comienzos o empalmes, que hacen pensar en varias redacciones sucesivas

En lo que se refiere a los tres primeros evangelios resaltamos:

a) Perícopas comunes en los tres: triple tradición.

b) Perícopas comunes en Mt. Y Lc.: doble tradición

c) Perícopas propias de un solo testigo: Mt. Mc. o Lc.

d) Dobletes o materiales presentes dos veces en un mismo evangelio.

Para la elaboración de los modelos sinópticos opinan algunos que se obtuvieron mediante la tradición oral. Hoy sabemos que esta tradición oral tuvo un papel muy importante, pero no podemos descartar otras vías. Como por ejemplo la hipótesis del modelo “dos fuentes” que postula que Mateo y Lucas dependen de Marcos y de otra fuente, o “logia”, llamada Q (Quelle –alemán- =Fuente).

La Autoridad de los Evangelios


Algunos investigadores como Gerhardsson han insistido en que Jesús y sus discípulos estaba inmersos en una cultura de tipo rabínico, en la que la transmisión oral de la Ley y de las tradiciones era muy fiable, gracias a las repeticiones continuas y los medios mnemotécnicos. Y aunque la enseñanza de Jesús está cerca de veces del pensamiento fariseo, no pertenece a la corriente farisea (Jn 7,15).

                Esto manifiesta que si Jesús decidió agrupar en torno a él a unos discípulos para instruirlos, formarlos y enviarlos a predicar, lo hizo porque pretendía transmitir la predicación del Reino. Por ello su enseñanza fue de un tono particular, ritmico, que favoreciese la memorización.

De ahí que una serie de dichos sobre el Reino era el centro de predicación de los primeros discípulos enviados. Por ejemplo: Las tres bienaventuranzas de Lucas Lc. 6, 20-21, o las parábolas del Reino. Y así encontramos otra serie de temas como la penitencia, la conversión urgente; reglas comunitarias, etc.

Criterios para ir de los Evangelios a Jesús

Debemos tener claro dos cosas: Los evangelizo contienen materiales historicos sobre Jesús y que esos materiales han sido elaborados para proclamar el Evangelio y alimentar la fe de los primeros cristianos. Los exagetas han encontrado criterios que nos permiten localizar lo que, dentro de los evangelios, nos permiten remontarnos hasta el Jesús pre-pascual.

1.-El criterio de atestación múltiple. El hecho está mejor atestiguado cuando lo es por diferentes fuentes distintas unas de otras.

2.- El criterio de discontinuidad. Son palabras o actitudes de Jesús que se oponen a las concepciones del judaísmo o a la iglesia primitiva.

3.- El criterio de explicación necesaria. Ante un conjunto de hechos o datos, exige una explicación coherente o suficiente, se ofrece una explicación que ilumina y armoniza estos elementos, concluimos que estamos en presencia de un dato autentico.

Una Tradición viva

Los evangelios reflejan la forma en que los creyentes de las comunidades la asimilaron. La tradición esta animada por un doble dinamismo: dinamismo de conservación y de preservación, ligado a una actitud de fidelidad y a la trasmisión del hecho; y un dinamismo de actualización y de profundización, es decir, lo que es “antiguo” y lo que es más reciente, o “redaccional”.

La Buena Nueva no admite diferencias entre una palabra que la ciencia exegetica reconoce como pronunciada por Jesús tal cual, y otra que ha experimentado cambios al ser usarla por las iglesias. Las dos tienen exactamente el mismo valor de Evangelio.

LOS CUATRO EVANGELIOS

Los cristianos siempre poseyeron escritos sagrados como todos lo judíos, la Ley, los profetas y otros escritos que lejos de abandonarlos, los utilizaron estos escritos revelados para comprender mejor el misterio del maestro. Puesto que él se convirtió en la clave que daba sentido a todas las escrituras.

Los evangelistas emplearon los mismos métodos que los judíos en su tiempo. Y que los podemos resumir con la palabra Misdrash (hebrea) = Buscar. Era necesario una precisa lectura-investigación, y a ella se consagraban los escribas y los doctores de la Ley. Los apóstoles y los evangelistas recogieron este método. La diferencia consistió en: la tradición judía farisea, los rabinos proponía una lectura-investigación de los textos de la Ley y los Profetas, en la que las interpretaciones de los diversos rabinos nunca era definitiva. Con los primeros cristianos el misdrash orientó al texto hacia Jesús como el único que abría las Escrituras y les confería un sentido decisivo.

Podemos encontrar la presencia de las Escrituras en los Evangelios en las siguientes formas:

1.- Las citas de cumplimiento. Se trata de textos de la Escritura introducidos con una mención explícita como: “Para que se cumpliese lo dicho por el profeta...”

2.- Citas introducidas de manera vaga. “Sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura...” Jn. 2, 17.

3.- Citas no introducidas. Agrupa diverso textos junto a frases que se refieren a ningún texto concreto.

4.- En toda a la Escritura, incluso cuando no es citada, constituye una especie de relación entre un sub-texto –las escrituras- y un nuevo texto, los evangelios, por ejemplo: Lc. 7, 15 = 1 Re. 17, 23.

                La tradición del Señor se organiza a raíz de sus dichos, acciones, su pasión, muerte y resurrección lo que garantiza así, una presencia viva de la figura de Cristo salvador. De tal manera que los evangelios conceden un puesto muy importante a la pasión y muerte de Salvador.

                Los evangelistas, cuando reflexionan en el misterio de la muerte del Mesías, viven en comunidades de fieles que celebran al Señor resucitado, viven de su presencia en medio de ellos. Hablan de la vida y muerte de una que está vivo, en el momento en que escriben, por lo que cada evangelista encuentra la forma de expresar que este Jesús, es el Señor.

El Evangelio de Marcos

Marcos organiza su evangelio siguiendo un esquema geográfico muy sencillo y que tiene una dimensión religiosa: Comienza con el bautismo en el Jordán, predica en Galilea (región pagana), sube a Jerusalén (ciudad cerrada y hostil), ahí predica, actúa y muere.

En el primer versículo de su relato, Marcos dice todo a su lector: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, pero necesitará 16 capítulos para decirlo, desarrollando una estrategia narrativa llamada del “secreto mesiánico”. Es decir: quien sepa que Jesús es el Mesías que se callen(1, 34; 8, 29), para que quienes no lo saben aprendan a hablar.

Si Marcos experimenta la necesidad de traducir ciertas palabras arameas (7,27), o de explicar las costumbres judías (7, 3-4), es porque se dirige a paganos. Se admite generalmente que Marcos siguió a Pedro a Roma y que allí redactó su evangelio, poco antes del 70, basándose en las enseñanzas del Apóstol. En el sentido que le da Papías de “interprete”. A Marcos se le identifica con Juan Marcos, originario de Jerusalén (Hch. 12,12) y habría sido compañero de Pablo (Hch. 12,25) y luego de Pedro (1 Pe. 5,13) en Roma.

El Evangelio de Mateo

Mateo comienza su relato con un evangelio de la infancia, centrando este momento en José. Así Mateo hace progresar su relato hacia la idea de que Jesús es el verdadero Mesías de los judíos, rechazado por algunos de ellos. Para Mateo, Jesús es el Maestro y Señor por excelencia, por tal motivo lo encontraremos enseñando en la montaña (Cap. 5).

Mateo se dirige a una comunidad de judeo-cristianos que se ha distanciado del ambiente judío. Lo vemos claro en el cap. 23 y nos da entender que es un momento fuerte de separación entre los judíos fieles de las sinagogas y los judíos convertidos a Jesús. Los años 85-90 corresponden bastante bien a este estado de cosas. Esta comunidad a la que se dirige Mateo podríamos situarla en una región como Siria, quizá en Antioquía.

La tradición identificó al autor con el apóstol Mateo-Leví, el publicano recaudador de impuestos (Mt. 9,9). Papías declara sobre él: “Mateo ordenó la sentencia (del Señor) en lengua hebrea; pero cada uno las traducía como mejor podía” (Eusebio, Historia Eclesiástica III. 39, 16). Ya que el evangelio de Mateo nos ha llegado en griego podríamos decir que ese documento del que nos habla Papías fue traducido y reelaborado por autores desconocidos, con destino a cristianos de lengua griega. Y de ello de habla de la “Escuela de Mateo”.

Lucas escribió una obra en dos volúmenes: el evangelio (centrado en Jesús) y los Hechos de los Apóstoles (comienzos de la Iglesia). Lucas escribe como un historiador creyente. Lucas como Mateo, tiene un relato de la infancia, centrando el papel de María, la madre de Jesús.

La organización del tiempo y de los lugares juega un papel importante. El tiempo se distribuye en tres períodos: tiempo de la promesa, de Jesús y de la Iglesia. La geografía tiene un peso teológico. El evangelio comienza y termina en Jerusalén; y los Hechos comienzan en Jerusalén y termina en Roma. Para Lucas, Jerusalén ya no es el centro religioso de los que creen en Cristo. Por eso, la salvación se dirige a los paganos, cuyo símbolo es Roma (Hch. 28,28).

Las tres secciones del evangelio son:

1.- El ministerio en Galilea( 4,14-9, 50). Jesús enseña con autoridad.

2.- De Galilea a Jerusalén (9,51-19,28). Deja descubrir lo que es ser discípulo y sigue el camino de los profetas que lo precedieron, que lleva a morir en Jerusalén.

3.- En Jerusalén(19,29-24,53) La parte final cuenta la muerte y la resurrección de Jesús.

Los destinatarios de Lucas son paganos de cultura griega a los que va familiarizando con la cultura judía. Lucas es un creyente venido del paganismo, posiblemente de Siria o de Filipos. La tradición antigua lo señala como compañero de Pablo.

El Evangelio de Juan

Juan tiende a limitarse a un pequeño número de acontecimientos y a subrayar su significado con ayuda de discursos y debates. Divide su evangelio en dos partes: la primera habla de una Palabra preexistente, que es luz y vida, que se hace carne. Las palabras clave de este prólogo son: vida, luz, gloria, Hijo y Revelación. La segunda parte está ocupada por la gran obra de Jesús, su muerte gloriosa en la cruz.

A pesar de algunas dudas, se puede decir que Juan, uno de los doce apóstoles de Jesús está a la base oral y escrita que produjo el cuarto Evangelio. Los destinatarios son fácilmente identificados por sus centros de interés. Este evangelio fue dirigido a las personas, en quienes Juan se interesa más que los otros evangelistas. Dirigido a creyentes que han fusionado la Tradición de Pedro y la del discípulo amado. La forma actual oscila entre los años 90 y 95.

VALOR DE LA PALABRA DE DIOS EN LA COMUNIDAD

Autor: Benedicto XVI | Fuente: Catholic.

Cuál es el valor de la palabra de Dios en la comunidad eclesial, cómo promover el conocimiento de la Biblia para que la Palabra forme a la comunidad también para un camino ecuménico.

                Sin duda alguna, la Biblia, en su integridad, es algo grandioso y que hay que descubrir poco a poco. Porque si la consideramos sólo parcialmente, a menudo puede resultar difícil comprender que se trata de la palabra de Dios: por ejemplo, en ciertas partes de los libros de los Reyes, con las crónicas, con el exterminio de los pueblos existentes en Tierra Santa. Muchas otras cosas son difíciles. Precisamente también el Qohélet puede ser aislado y puede resultar muy difícil: justamente parece teorizar la desesperación, porque nada permanece y porque también el sabio al final muere junto con los necios. Acabamos de leerlo ahora en el Breviario.

                Un primer punto me parece precisamente leer la Sagrada Escritura en su unidad e integridad. Cada parte forma parte de un camino, y sólo viéndolas en su integridad, como un camino único, donde una parte explica la otra, podemos comprender esto. Detengámonos, por ejemplo, con el Qohélet. En otro tiempo estaba la palabra de la sabiduría, según la cual quien es bueno vive también bien, es decir, Dios premia a quien es bueno. Y después viene Job y se ve que no es así, y precisamente quien vive bien sufre más. Parece verdaderamente olvidado por Dios. Siguen los Salmos de aquel período, donde se dice: ¿qué hace Dios? Los ateos, los soberbios viven bien, están gordos, se alimentan bien, se ríen de nosotros y dicen: ¿dónde está Dios? No se interesa por nosotros, y nosotros hemos sido vendidos como ovejas de matadero ¿Qué haces con nosotros? ¿Por qué es así? Llega el momento en que el Qohélet dice: pero toda esta sabiduría, al final, ¿dónde permanece? Es un libro casi existencialista, en el que se afirma: todo es vano. Este primer camino no pierde su valor, sino que se abre a la nueva perspectiva que, al final, conduce hacia la cruz de Cristo, “el Santo de Dios”, como dice san Pedro en el capítulo sexto del evangelio de san Juan. Termina con la cruz. Y precisamente así se demuestra la sabiduría de Dios, que luego nos describirá san Pablo.

                Y, por tanto, sólo si consideramos todo como un único camino, paso a paso, y aprendemos a leer la Escritura en su unidad, podemos también realmente acceder a la belleza y a la riqueza de la Sagrada Escritura. Por consiguiente, leer todo, pero siempre teniendo presente la totalidad de la Sagrada Escritura, donde una parte explica la otra, un paso del camino explica el otro. La exégesis moderna puede ser de gran ayuda en lo que respecta a este punto. Consideremos, por ejemplo, el libro de Isaías, cuando los exegetas descubrieron que a partir del capítulo 40 el autor es otro, el Deutero-Isaías, como se dijo en aquel tiempo. Para la teología católica fue un momento de gran terror.

                Alguno pensó que así se destruía Isaías y, al final, en el capítulo 53, la visión del Siervo de Dios ya no era del Isaías que había vivido casi 800 años antes de Cristo. ¿Qué hacemos?, se preguntaron. Ahora hemos comprendido que todo el libro es un camino de relecturas siempre nuevas, donde se entra cada vez con más profundidad en el misterio propuesto al inicio y se abre cada vez más plenamente cuanto estaba inicialmente presente, pero aún cerrado.

                En un libro podemos comprender precisamente todo el camino de la Sagrada Escritura: se trata de una relectura permanente, un volver a comprender cuanto se ha dicho antes. La luz se va encendiendo lentamente y el cristiano puede comprender cuanto el Señor ha dicho a los discípulos de Emaús, explicándoles que todos los profetas habían hablado de él. El Señor nos abre la última relectura: Cristo es la clave de todo, y sólo uniéndose en el camino a los discípulos de Emaús, sólo caminando con Cristo, releyendo todo en su luz, con él crucificado y resucitado, entramos en la riqueza y en la belleza de la Sagrada Escritura.

                Por esta razón, diría que el punto importante es no fragmentar la Sagrada Escritura. Precisamente la crítica moderna, como vemos ahora, nos ha hecho comprender que es un camino permanente. Y también podemos ver que es un camino que tiene una dirección y que Cristo es el punto de llegada. Comenzando desde Cristo podemos reanudar el camino y entrar en la profundidad de la Palabra.


                Resumiendo, diría que la lectura de la Sagrada Escritura debe ser siempre una lectura a la luz de Cristo. Sólo así podemos leer y comprender, incluso en nuestro contexto actual, la Sagrada Escritura y obtener realmente de ella la luz. Debemos comprender esto: la Sagrada Escritura es un camino con una dirección. Quien conoce el punto de llegada también puede dar, ahora de nuevo, todos los pasos y aprender así, de modo más profundo, el misterio de Cristo. Comprendiendo esto, también hemos comprendido el carácter eclesial de la Sagrada Escritura, porque estos caminos, estos pasos del camino, son pasos de un pueblo. Es el pueblo de Dios que va adelante. El verdadero propietario de la Palabra es siempre el pueblo de Dios, guiado por el Espíritu Santo, y la inspiración es un proceso complejo: el Espíritu Santo guía adelante, y el pueblo recibe.

                Es, pues, el camino de un pueblo, del pueblo de Dios. La sagrada Escritura hay que leerla bien. Pero esto sólo puede hacerse si caminamos dentro de este sujeto que es el pueblo de Dios que vive, que es renovado y fundado de nuevo por Cristo, pero que conserva siempre su identidad.

                Por consiguiente, diría que hay tres dimensiones relacionadas y compenetradas entre sí: la dimensión histórica, la dimensión cristológica y la dimensión eclesiológica —del pueblo en camino—. En una lectura completa las tres dimensiones están presentes. Por eso, la liturgia —la lectura común y orante del pueblo de Dios— sigue siendo el lugar privilegiado para la comprensión de la Palabra, porque precisamente aquí la lectura se convierte en oración y se une a la oración de Cristo en la Plegaria eucarística.

                Quisiera añadir aún una cosa, que han subrayado todos los Padres de la Iglesia. Pienso, sobre todo, en un bellísimo texto de san Efrén y en otro de san Agustín, en los que se dice: si has comprendido poco, acepta, no pienses que has comprendido todo. La Palabra sigue siendo siempre mucho más grande de lo que has podido comprender. Y esto hay que decirlo ahora de modo crítico ante una cierta parte de la exégesis moderna, que piensa que ha comprendido todo y que por eso, después de la interpretación elaborada por ella, ya no se puede decir nada más. Esto no es verdad. La Palabra es siempre más grande que la exégesis de los Padres y que la exégesis crítica, porque también esta comprende sólo una parte, diría, más bien, una parte mínima. La Palabra es siempre más grande, este es nuestro gran consuelo. Y, por una parte, es hermoso saber que hemos comprendido solamente un poco. Es hermoso saber que existe aún un tesoro inagotable y que cada nueva generación redescubrirá nuevos tesoros e irá adelante con la grandeza de la palabra de Dios, que va siempre delante de nosotros, nos guía y es siempre más grande. Con esta certeza se debe leer la Escritura.

                San Agustín dijo: beben de la fuente la liebre y el asno. El asno bebe más, pero cada uno bebe según su capacidad. Sea que seamos liebres, sea que seamos asnos, estemos agradecidos porque el Señor nos permite beber de su agua.

MÉTODO DE LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

INTRODUCCIÓN

                La escucha de Dios se reduce en concreto a la escucha de su Palabra. ¿Dónde más hemos de conocer la voluntad de Dios? ¿Quién mejor que las palabras y los hechos de Dios, escritos en la Biblia, nos hablarán mejor de Él mismo? De tal forma que podemos decir que quien no lee la Escritura no conoce a Dios. Es conocidísimo el dicho de S. Jerónimo: "Quien no conoce las Escrituras no conoce a Cristo". Hasta el momento del Concilio Vaticano II la lectura de la Biblia se había vuelto exclusivista. La única lengua accesible era el latín, considerado el idioma litúrgico, y sólo pocos podían acercarse a la Biblia, por lo general sólo el clero. La mayor parte de la gente no entendía absolutamente nada. Por otra parte, los pastores no hacían nada por acercar al creyente a beber de las “fuentes de la vida”. El Concilio Vaticano II en su Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación (Dei Verbum) dio un fuerte impulso a la lectura de la Palabra de Dios.

El número 22 de la DV dice: "Todos los fieles tienen que tener un amplio acceso a la Sagrada Escritura". Este amplio acceso no se refiere simplemente a una buena traducción, ni mucho menos a promociones de biblias a bajo costo, porque en realidad hay muchas personas que tienen en sus manos el texto de la Biblia, pero no saben cómo leerlo, se encuentran con muchas dificultades y finalmente acaban por no alimentarse de la Palabra. “¿Cómo voy a entenderlo sino hay nadie que me lo explique?" decía el eunuco etiope a Felipe (Hech. 8,30). El amplio acceso se refiere mejor dicho a favorecer una lectura provechosa por parte de los fieles de la Palabra de Dios. Que la Palabra de Dios pueda llegar a ser el pan para el camino de la vida del creyente, "vigor y sustento" (cfr. DV 21) de toda la vida de la Iglesia.

El Concilio Vaticano II promovió la lectura provechosa de la Biblia, hecha por todos los fieles, poniéndola al mismo nivel del Cuerpo de Cristo: "La Iglesia siempre ha venerado a las Sagradas Escrituras como al mismo Cuerpo de Cristo" (DV 21).

¿QUÉ ES?

                La Pontificia Comisión Bíblica (1993) ofrece una definición de este método de lectura de la Biblia: "Es una lectura, individual o colectiva, de un pasaje más o menos largo de la Escritura, acogida como Palabra de Dios, que se desarrolla bajo la moción del Espíritu en meditación, oración y contemplación" (Cfr. Con el ideario guía).

Dentro de esta definición hay varios elementos:

1.- Se trata de una lectura, es decir, la Lectio Divina es una entre muchas maneras de leer la Escritura. Lectura dice dinamismo, actividad, ejercicio dinámico, individual o comunitario y no mera pasividad de escucha.

2.- Que se desarrolla a través de la meditación, oración y contemplación como partes integrantes distintas pero no separadas de un solo y único proceso.

3.- Acogida como Palabra de Dios: Aquí recae su cualifica como divina. La Palabra que leo, es Palabra de Dios, y no sólo estoy de frente a un libro que narra acontecimientos pasados, sino que es Dios quien me está hablando aquí y ahora,concretamente a través del texto que estoy leyendo.

4.- Bajo la moción del Espíritu: Para poder comprender las Escrituras hay que ponerse en sintonía con el mismo Espíritu con el cual fue escrita (cfr. DV 12). En sí toda la Lectio es oración desde el comienzo hasta el final. Se trata de darle espacio al Espíritu que está dentro de nosotros para que nos guíe en la comprensión de lo que Dios quiere decirnos cuando leemos un pasaje concreto.

¿CÓMO SE HACE?

                Guido, monje de la Cartuja de Grenoble, comparó los movimientos de la Lectio con peldaños o escalones, uno sigue al otro, siempre hacia arriba. Fundamentalmente son 4, como hemos visto, y él les llamaba la "escalera de los monjes". La imagen de la escalera es, de por sí, muy sugestiva: se parte de lo más bajo (primer peldaño, la lectura misma del texto) hasta llegar a las profundidades de Dios, en el encuentro personal y vivo con Jesucristo, como dice el Documento Ecclesia In America en el número 12, señalando los lugares concretos del Encuentro con Jesucristo: “La Sagrada Escritura leída a través de los Padres y del Magisterio, profundizada en la oración y en la meditación”.

LECTIO

                Es la repetida lectura de un texto, tratando de responder a la pregunta ¿Qué dice el texto? Se trata de interrogar continuamente al texto, de ponerle preguntas continuamente y no pasar de largo hasta que no hayan quedado solucionadas. La misma etimología de "Leer" (en latín "lego", recojo) sugiere una actividad, un esfuerzo, por "recoger", ir uniendo uno a uno los cabos sueltos en un manojo, en su conjunto.

Anotaciones

No es una lectura cualquiera, apresurada, sino lenta y atenta, tratando de evidenciar todos los elementos portantes e importantes del texto. Todo es importante. Evitaré cualquier preferencia (lo que a mí me guste) y dejaré hablar al texto. Hemos dicho que el Concilio Vaticano II comparó la Palabra de Dios con el mismo Cuerpo de Cristo (cfr. DV. 21) y así como se está atento a que ni una sola partícula de la Hostia se pierda, de igual manera hay que buscar que ningún detalle se escape de nuestra atención. Los elementos importantes a tener en cuenta son:

A) El Contexto: En qué posición se encuentra el texto que estoy leyendo con lo que está antes y después. Ubicar el texto en su contexto nos ayuda a comprender la importancia de esa perícopa en su estado actual, e ilumina al texto mismo.

B) Los Personajes: ¿Quiénes son y cuantas veces aparecen? Llevar como una estadística de sus apariciones o intervenciones nos hará ver quien es más importante, donde tenemos que centrar nuestra atención.

C) Las Acciones: Poner atención en los verbos y en las formas verbales. No es lo mismo una acción puesta en el pasado que una en el presente, una finalizada y una continua. ¿Qué hacen y qué dicen los personajes? ¿Con que intención lo dicen?

D) Los Temas: ¿De qué se está hablando o de qué hablan los personajes? ¿Cómo lo dicen?

E) Las Figuras o los Símbolos: Al principio causa mucha dificultad identificar las figuras y pero poco a poco nos iremos acostumbrando a ese simbolismo particular de la Biblia, que por lo demás, llega a ser muy sugestivo: No es lo mismo un discurso en el llano, que en la montaña; estar sentado que parado, tocar que ver, escuchar que hablar.

F) Los Contrastes: La construcción del sentido se hace a través de los contrastes: Percibo el color blanco porque conozco el negro, el gris y otros que no son el blanco. Lo mismo sucede en el texto: hay que buscar los contrastes que le van dando sentido al texto que estoy leyendo.

Sugerencias

a) Se trata de una lectura atenta, pausada de un trozo de la Escritura. No es recomendable trozos muy largos, ya que la Palabra de Dios contiene una riqueza amplísima y muchas veces siendo trozos largos, se corre el riesgo de no hacerla con provecho y perder muchos elementos importantes. Además tratándose de un trozo pequeño, podemos analizarlo de una manera exhaustiva.

b) Cuestionando al texto descubriremos que no conocemos muchos lugares, a veces palabras, y por lo tanto no nos queda muy claro. Es necesario entonces ayudarse de algún diccionario o algún comentario bíblico.

c) Uno de los principios de interpretación judía es que el texto se explica con el mismo texto: es decir, muchas veces la respuesta la encontraremos en el mismo texto que estamos leyendo, aunque no aparece a primera vista. Otras veces tendremos que recurrir a otros textos semejantes que puedan iluminar el texto que estamos leyendo. Es otro principio de la exégesis rabínica: La Biblia se explica por la misma Biblia.

d) Una de las fallas continuas es leer la Biblia cuando tenemos que decir algo, preparar algún tema, dar una charla, de alguna manera utilizar la Biblia servilmente para nuestros propósitos, o bien, buscamos lo que nos gusta, lo que queremos escuchar. Cuando realizamos la Lectio no tenemos que buscar algo que decir a los demás, ni lo que queremos oír, o hacer decir al texto lo que no dice o lo que pensamos que dice. Tenemos que dejarlo hablar. Fuera del Texto no hay salvación.

MEDITATIO

                Es la meditación sobre el texto que he "recogido" (leído). Si se ha efectuado una buena lectura, la meditación brota espontánea, con un movimiento muy natural y sin forzar absolutamente nada y responde a la pregunta ¿qué me dice a mí el texto? No se trata de un mensaje para comunicarlo a lo demás. No se trata de decir algo elocuente o bello, sino qué me está diciendo A Mí. La Palabra de Dios es viva y me está hablando a mí en concreto, con todo lo que soy y tengo, con mis situaciones personales actuales. Nunca será lo mismo para un joven que para una persona madura, para el ama de casa o para el abogado. La meditación trata de descubrir el fin último por el cual fue escrito el texto. ¿Qué quiso decir el autor inspirado? ¿Qué me dice a mí hoy? Uno de los grandes logros de la pragmalingüística contemporánea ha sido el poner de manifiesto que un texto no sólo informa, sino que también trata de FORMAR al lector. Es decir, un texto no sólo comunica sentido, narra una historia o dice algo, sino que también trata de PROVOCAR al lector, trata de cambiar algo en él, en su mente, corazón y acciones. Elementos de la meditación:

A) Si es verdad que un texto no sólo evoca sino provoca, entonces tengo que buscar cuales y de qué tipo son estas provocaciones. Detrás de los personajes, de las acciones o las palabras ¿qué provocaciones o valores percibo y puedo hacerlos míos?

B) Esta palabra tiene un sentido HOY (Cfr. Lc 4,21) y no sólo es el recuerdo del pasado. La Biblia en efecto ha sido definida como la “memoria viva de fe de un pueblo” y no como mero relato del pasado. Si analizamos las diferentes etapas por las cuales la Biblia se vino conformando, nos daremos cuenta como ella no es más que el resultado del continuo “rumiar” (Casiano) la Palabra de Dios, siempre actualizándola a las nuevas y diferentes situaciones. No actualizarla sería traicionar su naturaleza.


C) La Palabra de Dios me habla a mí, individuo concreto, con nombre e historia propias, con mis situaciones personales, con mis diferentes capacidades. Esta Palabra viva me confronta en mi situación concreta. Me permite ver mi situación actual a la luz de Dios. Los sentimientos que brotan muchas veces es la de no estar a la altura de lo que Dios me está pidiendo (perdonar, amar, ayudar, socorrer …), o bien será de consuelo saber que en mi situación Dios se hace presente para transformarla; a veces será de acusación: No me he comportado según lo que Dios quiere de mí, no he seguido su Palabra sino mis caprichos e intereses; o tal vez de esperanza, alegría, solicitud, etc. Es realmente cuando experimentamos que la Palabra de Dios es de Dios y es viva.

Sugerencias

A) De por sí, si se ha efectuado una buena lectura, la meditación brota espontánea y natural sin forzaduras de hacer decir al texto lo que el texto no dice. Sin embargo, muchas veces se corre el riego de caer en esta tentación. O una tentación mayor es la de querer repartir a los demás: "El texto nos dice", o frecuentes son las frases "El señor nos pide", "tenemos que", "deberíamos de" pero no se trata de lo que NOS dice, sino de lo que me dice A Mí (perdón por la insistencia), sin repartir a los demás.

B) Para no tergiversar el sentido del texto y de creer lo que el texto no dice, hay que recurrir frecuentemente a lo que ya dijimos por lo que se refiere a la Lectura: ¿Qué sentido quiso expresar el autor inspirado a sus destinatarios inmediatos? El contacto frecuente con el sentido originario, el que quiso trasmitir a sus directos receptores, nos dará el criterio de que estamos percibiendo también el sentido para nosotros, confrontándolo con nuestra vida.

ORATIO

                Es la respuesta a la Palabra de Dios que me ha hablado y también brota espontánea desde el fondo de nuestro corazón: Dios me habla, yo respondo. Responde a la pregunta ¿qué me hace decir el texto? Es la respuesta que yo doy a las provocaciones que ha causado en mí la Lectura orante de la Palabra. Sin duda la Lectura y la Meditación, han hecho surgir en mí muchos sentimientos. Muchas cuerdas de mi corazón han sido tensadas y tocadas. Es el momento de darle rienda suelta en la oración. A veces será de agradecimiento a Dios que nos ha revelado el sentido de una palabra o una perícopa que hasta entonces no habíamos comprendido, de su voluntad, de la iluminación de nuestra vida; otras, será una petición de ayuda por no estar a la altura de esa Palabra, de no corresponder siempre como debería. La oración, como se puede notar, es variable, viva y personal.

Sugerencias:

Puesto que se está efectuando una lectura dinámica y puesto que la Palabra de Dios es actual, también la oración es actual y viva. No puede ser repetición de oraciones aprendidas y recitadas quien sabe cuantas veces. Tiene que ser viva, como viva la Palabra que me habla, aquí y ahora. Aquí y ahora, yo respondo, y es muy distinto de ayer o anteayer que leí el mismo texto.

CONTEMPLATIO

                La Contemplación es el último escalón de la Lectura creyente. Es el momento culminante y cualificativo de la lectura. Es realmente cuando me percibo que en verdad Dios me ha hablado. Es el momento de la adoración silenciosa, de la alabanza y del silencio delante de Dios que está comunicándose conmigo. San Jerónimo decía que habría que llegar a tocar el mismo rostro de Cristo en cada página de la Escritura. Es el momento del encuentro vivo con Jesucristo vivo. Los Padres de la Iglesia comparaban la Lectio al hecho de alimentarse: Lectura: preparar bien la comida, con todos y cada uno de los ingredientes; Meditación: masticar y rumiar el alimento exquisitamente preparado; Oración: ingerir el alimento y nutrirse de él; Contemplación: sentir la satisfacción de la plenitud que viene después de haber gustado un delicioso manjar que invita al descanso y al sosiego. También la asemejaban con el texto de Ap. 3,20: “Mira que estoy a la puerta y toco” Lectura (primer escalón): esfuerzo personal para comprender que es Cristo quien está llamando a nuestra puerta, identificar su voz y su toquido. “Si alguien escucha mi voz y me abre”. Meditación (segundo escalón): entrar en diálogo con él, dejar que nos hable, “Entraremos donde él”. Oración (tercer escalón): momento del diálogo y de la comunicación plena y personal, “Y cenaremos con él”. Contemplación (cuarto escalón): momento de máxima intimidad y convivencia. Todo esto da la idea de que la contemplación es un momento silencioso de satisfacción, de gusto, de gozo. La verdadera Contemplación será ese gozo indecible, difícil de comunicar lo que se siente, que me mostrará de un solo golpe quien soy yo y a lo que estoy llamado a ser según Dios.

Sugerencias

Para quien no está acostumbrado, la Contemplación será algo difícil al comienzo, y sólo con la práctica persistente logrará ver los frutos de la lectura atenta, meditada y orada de la Palabra. Cabe decir, sin embargo que si se han seguido bien los escalones, también la contemplación brotará espontánea.

CONCLUSIÓN

                La Lectura orante de la Palabra de Dios no concluye ahí. La misma Palabra de Dios lleva una fuerza interna que culminará en la acción. No una acción cualquiera, sino aquella que brota de la Palabra de Dios. Al hacer la Lectio no buscamos conocimiento o temas de predicación, algo para repartir a los demás, ni para hacer lo que a mí me parece, sino que ahora actuaré según lo que la palabra de Dios me ha iluminado. Desde este momento nuestras decisiones y acciones serán verdaderamente evangélicas.

Fuente:  Pbro. Martín Nava Bello, IAFOBI, Arquidiócesis de México

EL PROFETISMO EN ISRAEL

Fuente:  Padre William Arias, hermano de Emaús

                La mayor parte de las religiones han conocido el fenómeno profético. Por profecía no entendemos la predicción del futuro, sino la mediación e interpretación de la mente y voluntad de Dios, como lo resalta el término en griego: Profetes, que significa el que habla en lugar de otro o interprete; en hebreo el nombre dado al profeta es: Nabi. Para comunicar los designios divinos el Profeta se vale de varios medios como son: los sueños, visiones, experiencias estáticas o místicas, etc. La profecía es un carisma..

En el medio oriente antiguo existían los videntes y adivinos, la religión israelita tendía a considerar la adivinación como superstición; sociedades como la Fenicia, la Babilónica que con diversos nombres llamaba a este tipo de persona, que usualmente usaba estilos estáticos (parecido a la famosa montadera entre nosotros) y medios  tales como higados y huesos para sus artes adivinatotias con carácter mágico, eran clientelistas. Pero donde apareció el profetismo, y se dio parecido al de Israel, fue en la desaparecida región de Mari, textos encontrados recientemente aseguran un gran parecido con la profecía de Israel..

Pero aunque se den parecidos entre el fenómeno profético israelí y otras culturas o religiones, este tiene unos rasgos que le son muy propios y únicos. La tradición bíblica sitúa el comienzo de la profecía en Moisés, es decir, la profecía comienza con la misma existencia de Israel. Moisés y Aarón son llamados profetas (Ex 7,1; Num 12,2.8); luego aparece dandóle este nombre, pero  como profetisa a una mujer: Débora (Jue 4,4), y más tarde a Samuel (1Sam 19,20). Un rasgo que hay que tener en cuenta es el hecho del extatimos por el cual el profeta se convierte como en otro hombre, muy diferente al adivino o vidente, pues mediante esta situación, lo que se quiere hacer ver era que el profeta estaba ante una genuina experiencia religiosa, es decir, ante un contacto verdadero con Dios..

La época clásica y grande de la profecía israelí se da a partir de la aparición de la monarquía, es en esta época cuando aparecen los grandes profetas bíblicos, de los cuales el Antiguo Testamento ha conservado sus enseñanzas y en algunos casos sus nombres encabezan algunos libros. Vale aclarar la alusión que la misma Biblia hace a los llamados Falsos profetas, que eran en sí profetas, pero que se habían dejado engañar en sus juicios, confundiendo sus propios deseos y esperanza con la palabra auténtica de Yahvé (Is 28,7; Jer 23,5ss), eran profetas de la corte y les interesaba decir al rey y a sus ministros los que ellos querían oír, sacando beneficios monetarios de sus profecías..

El profetismo clásico se caracterizará por la revelación intrépida de la voluntad moral de Yahvé, el Dios de la alianza israelita; comenzó a manifestarse a partir de las denuncias de Elías (1Re 21,17.24) y Eliseo (2Re 5,26); vale señalar un ejercicio profético previo  través de los profetas Natán, Ajías de Silo y Miqueas ben Yimia. Los profetas clásicos más conocidos, son los aparecidos en los siglos VIII, VII y VI a.c. El siglo VIII es conocido como la época de oro del profetismo en Israel. El orden cronológico sería el siguiente: Amos, Oseas, Isaías, Miqueas, Nahum, Sofonías, Habacuc, Jeremías y Ezequiel, ahora bien, el profetismo clásico no se reduce a estos nombres hay otros profetas que también escribieron o sobre ellos se escribió e incluso cuyas palabras se han perdido y sus nombres no conocemos. Lo que mueve a estos profetas clásicos a su ejercicio profético no es otra cosa que su vocación especial de Yahvé, de la cual proviene también su autoridad en medio del pueblo de Israel..


Cuando el  pueblo de Israel regresa del exilio (533-35 a.c), el ejercicio profético continúa pero sin mucha y espontaneidad como en la época clásica. Los profetas de este tiempo fueron el Trito-Isaías (cap. 56-66), Ageo, Proto-Zacarías (cap.1-8), Abdías, Malaquías, Proto-Joel (cap. 1-2), Deutero-Zacarías (cap. 9-14) y el Deutero-Joel (cap. 3 y 4). Al parecer la diversidad de la profecía posexílica consiste sobre todo en el empleo de estilos diferentes, los temas son comunes en gran medida, propio de un pueblo que ya había definido su universo religioso a través del Judaísmo, donde el  Templo y la Torah (la Ley) habían pasado a ser las realidades permanentes que daban base a la unidad del pueblo, dando pasado al enmudecimiento de la voz profética. Después de esta época la profecía desaparecerá en Israel de una forma discreta, como apareció, por eso es imposible determinar quien fue el último profeta del Antiguo Testamento. .

Es importante ver la relación que los profetas tuvieron con las distintas instituciones que se dieron en medio de la sociedad israelí. Comenzando por el sacerdocio, habían profetas que fueron sacerdote, tales como Jeremías y Zacarías, pero se sabía distinguir entre el profeta y el sacerdote, ambos sabían que perseguían un objetivo común, pero se denota una cierta oposición entre ambos, que obedece al triunfo de una religión o culto formalista sobre una actitud más espiritual (Is 1,10-17); de aquí también se saca que los profetas se oponían al culto, pero no es así, para ellos el culto era algo elemental para identificar al Dios Yahvé, por lo tanto se sentían llamados a pronunciar un juicio, sin rechazar el culto, pues no les preocupa la cuestión de los sacrificios en su carácter externo, el asunto era que los sacrificios que se realizaban en los santuarios eran hechos por individuos que practicaban una religiosidad vacía y  sin sentido. La actitud profética ante el culto era la misma que ante cualquier otra cosa: una actitud en que las formas eran secundarias con respecto a las realidades que significan. .

Con relación a la institución monárquica la profecía coincide en cuanto a su aparición con ella y se da precisamente dentro de la época de la profecía clásica. Podemos decir que la monarquía fue una especie de estímulo para la labor profética, no es que el profetismo sintiera gusto por la actividad política, sino que su función estaba en formar la conciencia de un pueblo, no en dictar lineamientos políticos, ellos se preocuparon de que la monarquía, el rey, se ajustará a la voluntad de Yahvé, que se mantuviesen los preceptos de la Alianza y que no se relegará a la sola voluntad del soberano (1Re 21,17.24; Is 7,10ss  y Jer 21,11ss), pero esto fue un fracaso, de ahí que surja la doctrina mesiánica de los profetas, donde anuncian un rey que habría de comportarse como un verdadero hijo de Dios y en algunos de ellos es anunciado con rasgos davídicos, es decir, el Mesías descendiente del antiguo rey David (Jer 23,5-6). .

El mesianismo anunciado por los profetas entra dentro de la visión escatológica que encierran muchas profecías, en otras palabras, muchos mensajes proféticos aluden a los últimos tiempos en el cual Dios vendrá a juzgar, y  a Israel como pueblo elegido de Dios le tocará desempeñar un papel importante. No es que hicieron predicciones, su escatología es sumamente histórica, parte del presente para hacer sus oráculos ( palabra muy común entre loe escritos profético; significa que lo que el profeta dice se lo ha escuchado al mismo Dios, lo que dice viene directamente de la boca de Dios), sino que vendrá un día, el cual algunos le llaman: ´´El día de Yahvé´´( Am 5,18-20; Sof 2,1-5), en el cual Dios ajustará cuentas con los enemigos de Israel, entre los justo y los injustos y que saldrá un pequeño ´´Resto´´ que serán los verdaderos elegidos, el nuevo Pueblo.

Una de las insistencias más notorias de la doctrina profética ha sido en lo relativo a la moral social, a tal punto que algunos profetas han sido catalogados como "profetas sociales", aunque algunos críticos de la Biblia, como el francésRenan, les han llamado "panfletarios radicales", pero su mensaje ha de explicarse a base de la función propia de un profeta en Israel: actuar como la conciencia de su pueblo en aquellos asuntos en que era necesaria una voz moral, pues lo único que hacían era insistir en las virtudes sociales propias a las doctrina de su elección como pueblo de Dios y de la Alianza, virtudes que habían sido objeto de violaciones en Israel, el cual había abandonado sus grandes ideales poniendo en prácticas costumbres paganas. .

Esa insistencia social de los profetas es la que da origen a un tema muy peculiar de la Biblia: "los pobres de Yahvé", es decir los socialmente oprimidos que solo gracias a Yahvé podrán levantar la cabeza y que se identifican con los justos, con el resto fiel capaz de invocar el nombre de Dios; no es que los profetas israelitas tuvieran una visión sentimental de la pobreza, sino que la vieron como algo no deseable y también que pobreza e injusticia siempre estaban juntas. Unido a esta preocupación cabe destacar su empeño por el respeto a la voluntad de Dios, que es un dios único, ellos van hacer grandes defensores de un monoteísmo ético, pero de forma dinámica  y práctica, no en simple teorías, pues su misión consiste en revelar la mente de Dios, por lo tanto  la palabra de Dios comunicada debe ser visible en la vida.

Retomando  los libros proféticos que hay en la Biblia, las palabras allí contenidas son colecciones de profecías más que libros unitarios, pues un profeta se rodeaba de discípulos y estos eran los que recopilaban y transmitían la obra profética, aunque hay profecías que presentan indicios de ser especie de dictado, pero lo que sí esta claro es que estamos ante una transcripción sustancial de las palabras originales del profeta, pues la estructuras poéticas usadas por los profetas facilitaba la memorización a la hora de la transmisión del mensaje. Las actuales ediciones de la literatura profética datan a partir del siglo VI a.c., fue entonces cuando se añadieron los títulos a los encabezamientos de los libros.

En conclusión la profecía no fue palabra de Dios, sino que sigue siendo palabra de Dios, no es un documento de archivo. La palabra profética tiene vida propia una vez que ha salido de labios del profeta y este se identifica del todo con la palabra que ha sido pronunciada. La palabra profética supera al Profeta. Es la palabra de Isaías, Amos, de Jeremías o quizás de un hombre cuyo nombre no conocemos, un hombre que en todo caso estaba comprometido con la palabra, que vivía y estaba dispuesto a morir por ella. .

Finalmente, hoy día el profetismo solo se ve en la clave de denuncia contra las instituciones vigente llámese gobierno e incluso hasta la misma Iglesia. Se le dice Profeta aquel que solo denuncia situaciones políticas y sociales, tanto o cuanto favorece un grupo contra otro, pero en este caso estaríamos ante un gran activista social más que otra cosa, aunque sea un miembro de la Iglesia. El profeta, como hemos visto, primero es un hombre de Dios y todo lo que hace lo realiza y dice en nombre de Dios, el se siente portador de una palabra que no es suya sino de Dios; él no se presenta a sí mismo, sino que a quien presenta es a Dios. Hubo una época en nuestra América Latina de auténticos y verdaderos profetas, que no se predicaban a sí mismo, sino a Dios, prácticamente todos murieron como profetas: brutalmente asesinados; hoy, en estos días, necesitamos en nuestro continente profetas, no para que sean mártires, sino para que hagan resonar la verdadera voz de Dios en medio de nosotros, denunciando el mal corrompedor de nuestras instituciones y personas, y anunciando la necesidad de un tiempo nuevo, de redención y liberación en nombre de Dios..