Cuando el pueblo de Israel regresa del exilio (533-35 a.c), el ejercicio profético continúa pero sin mucha y espontaneidad como en la época clásica. Los profetas de este tiempo fueron el Trito-Isaías (cap. 56-66), Ageo, Proto-Zacarías (cap.1-8), Abdías, Malaquías, Proto-Joel (cap. 1-2), Deutero-Zacarías (cap. 9-14) y el Deutero-Joel (cap. 3 y 4). Al parecer la diversidad de la profecía posexílica consiste sobre todo en el empleo de estilos diferentes, los temas son comunes en gran medida, propio de un pueblo que ya había definido su universo religioso a través del Judaísmo, donde el Templo y la Torah (la Ley) habían pasado a ser las realidades permanentes que daban base a la unidad del pueblo, dando pasado al enmudecimiento de la voz profética. Después de esta época la profecía desaparecerá en Israel de una forma discreta, como apareció, por eso es imposible determinar quien fue el último profeta del Antiguo Testamento. .
Es importante ver la relación que los profetas tuvieron con las distintas instituciones que se dieron en medio de la sociedad israelí. Comenzando por el sacerdocio, habían profetas que fueron sacerdote, tales como Jeremías y Zacarías, pero se sabía distinguir entre el profeta y el sacerdote, ambos sabían que perseguían un objetivo común, pero se denota una cierta oposición entre ambos, que obedece al triunfo de una religión o culto formalista sobre una actitud más espiritual (Is 1,10-17); de aquí también se saca que los profetas se oponían al culto, pero no es así, para ellos el culto era algo elemental para identificar al Dios Yahvé, por lo tanto se sentían llamados a pronunciar un juicio, sin rechazar el culto, pues no les preocupa la cuestión de los sacrificios en su carácter externo, el asunto era que los sacrificios que se realizaban en los santuarios eran hechos por individuos que practicaban una religiosidad vacía y sin sentido. La actitud profética ante el culto era la misma que ante cualquier otra cosa: una actitud en que las formas eran secundarias con respecto a las realidades que significan. .
Con relación a la institución monárquica la profecía coincide en cuanto a su aparición con ella y se da precisamente dentro de la época de la profecía clásica. Podemos decir que la monarquía fue una especie de estímulo para la labor profética, no es que el profetismo sintiera gusto por la actividad política, sino que su función estaba en formar la conciencia de un pueblo, no en dictar lineamientos políticos, ellos se preocuparon de que la monarquía, el rey, se ajustará a la voluntad de Yahvé, que se mantuviesen los preceptos de la Alianza y que no se relegará a la sola voluntad del soberano (1Re 21,17.24; Is 7,10ss y Jer 21,11ss), pero esto fue un fracaso, de ahí que surja la doctrina mesiánica de los profetas, donde anuncian un rey que habría de comportarse como un verdadero hijo de Dios y en algunos de ellos es anunciado con rasgos davídicos, es decir, el Mesías descendiente del antiguo rey David (Jer 23,5-6). .
El mesianismo anunciado por los profetas entra dentro de la visión escatológica que encierran muchas profecías, en otras palabras, muchos mensajes proféticos aluden a los últimos tiempos en el cual Dios vendrá a juzgar, y a Israel como pueblo elegido de Dios le tocará desempeñar un papel importante. No es que hicieron predicciones, su escatología es sumamente histórica, parte del presente para hacer sus oráculos ( palabra muy común entre loe escritos profético; significa que lo que el profeta dice se lo ha escuchado al mismo Dios, lo que dice viene directamente de la boca de Dios), sino que vendrá un día, el cual algunos le llaman: ´´El día de Yahvé´´( Am 5,18-20; Sof 2,1-5), en el cual Dios ajustará cuentas con los enemigos de Israel, entre los justo y los injustos y que saldrá un pequeño ´´Resto´´ que serán los verdaderos elegidos, el nuevo Pueblo.
Una de las insistencias más notorias de la doctrina profética ha sido en lo relativo a la moral social, a tal punto que algunos profetas han sido catalogados como "profetas sociales", aunque algunos críticos de la Biblia, como el francésRenan, les han llamado "panfletarios radicales", pero su mensaje ha de explicarse a base de la función propia de un profeta en Israel: actuar como la conciencia de su pueblo en aquellos asuntos en que era necesaria una voz moral, pues lo único que hacían era insistir en las virtudes sociales propias a las doctrina de su elección como pueblo de Dios y de la Alianza, virtudes que habían sido objeto de violaciones en Israel, el cual había abandonado sus grandes ideales poniendo en prácticas costumbres paganas. .
Esa insistencia social de los profetas es la que da origen a un tema muy peculiar de la Biblia: "los pobres de Yahvé", es decir los socialmente oprimidos que solo gracias a Yahvé podrán levantar la cabeza y que se identifican con los justos, con el resto fiel capaz de invocar el nombre de Dios; no es que los profetas israelitas tuvieran una visión sentimental de la pobreza, sino que la vieron como algo no deseable y también que pobreza e injusticia siempre estaban juntas. Unido a esta preocupación cabe destacar su empeño por el respeto a la voluntad de Dios, que es un dios único, ellos van hacer grandes defensores de un monoteísmo ético, pero de forma dinámica y práctica, no en simple teorías, pues su misión consiste en revelar la mente de Dios, por lo tanto la palabra de Dios comunicada debe ser visible en la vida.
Retomando los libros proféticos que hay en la Biblia, las palabras allí contenidas son colecciones de profecías más que libros unitarios, pues un profeta se rodeaba de discípulos y estos eran los que recopilaban y transmitían la obra profética, aunque hay profecías que presentan indicios de ser especie de dictado, pero lo que sí esta claro es que estamos ante una transcripción sustancial de las palabras originales del profeta, pues la estructuras poéticas usadas por los profetas facilitaba la memorización a la hora de la transmisión del mensaje. Las actuales ediciones de la literatura profética datan a partir del siglo VI a.c., fue entonces cuando se añadieron los títulos a los encabezamientos de los libros.
En conclusión la profecía no fue palabra de Dios, sino que sigue siendo palabra de Dios, no es un documento de archivo. La palabra profética tiene vida propia una vez que ha salido de labios del profeta y este se identifica del todo con la palabra que ha sido pronunciada. La palabra profética supera al Profeta. Es la palabra de Isaías, Amos, de Jeremías o quizás de un hombre cuyo nombre no conocemos, un hombre que en todo caso estaba comprometido con la palabra, que vivía y estaba dispuesto a morir por ella. .
Finalmente, hoy día el profetismo solo se ve en la clave de denuncia contra las instituciones vigente llámese gobierno e incluso hasta la misma Iglesia. Se le dice Profeta aquel que solo denuncia situaciones políticas y sociales, tanto o cuanto favorece un grupo contra otro, pero en este caso estaríamos ante un gran activista social más que otra cosa, aunque sea un miembro de la Iglesia. El profeta, como hemos visto, primero es un hombre de Dios y todo lo que hace lo realiza y dice en nombre de Dios, el se siente portador de una palabra que no es suya sino de Dios; él no se presenta a sí mismo, sino que a quien presenta es a Dios. Hubo una época en nuestra América Latina de auténticos y verdaderos profetas, que no se predicaban a sí mismo, sino a Dios, prácticamente todos murieron como profetas: brutalmente asesinados; hoy, en estos días, necesitamos en nuestro continente profetas, no para que sean mártires, sino para que hagan resonar la verdadera voz de Dios en medio de nosotros, denunciando el mal corrompedor de nuestras instituciones y personas, y anunciando la necesidad de un tiempo nuevo, de redención y liberación en nombre de Dios..
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