IDENTIDAD Y BIOETICA
13 Octubre 2012. Alfonso Llano Escobar, S.J. RESUMEN Una preocupación de los que llevamos años trajinando con la Bioética es que cuando menos pensemos esta haya perdido su identidad y haya dejado de ser Bioética.
De aquí la necesidad de defender su identidad, lo cual requiere un estudio previominucioso del rigen y sentido de la palabra identidad, y su relación con la identidad de la persona ya que esta es el fundamento de la Bioética, tal como la entendemos en Latino América. El autor pasa luego a estudiar la relación entre identidad y Bioética, dejando para una tercera y última parte la relación entre Persona y Bioética. La conclusión es obvia: se impone la necesidad absoluta de salvar la identidad de la Bioética con el fin de evitarle el peligro evidente que corre de naufragio. PALABRAS CLAVE: Bioética. Dignidad Humana. Identidad personal.
ABSTRACT One concern of long-run bioethicists has to do with the lack of identity of bioethics as a discipline. In order to advocate its identity it is important to study both the origin and sense that the word bioethics implies and the ground that support bioethics in Latin America, namely, personal identity. So the relationship between ‘personal identity’ an bioethics and ‘the notion of person’ and bioethics are regarded in the main part of the paper. In the conclusion’s section it is stressed that there is an absolute need of saving bioethics from wreckage. KEY WORDS: Bioethics. Human dignity. Personal identity.
Tema de estudio:
PREGUNTA: en el supuesto de una fundamentación antropológica de la Bioética,
¿POR QUÉ SE REQUIERE UNA IDENTIDAD ESENCIAL DEL CONCEPTO
DE BIOÉTICA Y DE PERSONA PARA LA VALIDEZ DE SU
FUNDAMENTACIÓN?
PLAN
I- IDENTIDAD Y PERSONA
1 Presidente del Instituto De Bioética de la Universidad Javeriana de Colombia
1.- De la realidad al concepto
2.- Del concepto a la realidad
3.- Una primera aproximación: qué nos dice el DRAE
4.- Vocablo unívoco, equívoco y análogo
5.- Identidad total y esencial
6.- Diversas identidades del mismo sujeto
7.- Identidad genética.-
8.- Formación del Yo e Identidad personal
9.- Ser persona
10.- Mismidad e ipseidad, según Ricoeur
11.- Necesidad del diálogo para crecer como persona
12.- Solipsismo según Wittgenstein
13.- Identidad y persona
14.- Identidad personal y dignidad
15.- Identidad institucional
16.- Identidad personal y responsabilidad
II- IDENTIDAD Y BIOÉTICA
1.- ¿Qué es Bioética? Bioética como disciplina e identidad
2.- Interdisciplinariedad
3.- Transdisciplinariedad
4.– Bioética: Biología y Sabiduría en acción.
5.- Francesc Abel: Una nueva Responsabilidad
6.- Daniel Callahan: The Hästings Center, de Nueva York
7.- Identidad de la Bioética.
8.- Identificación de la Bioética.
III- PERSONA Y BIOETICA
1.- Fundamentación antropológica de la Bioética
2.- Bioética y Evolución. Dignidad de la Persona Humana
3.- Identidad y persona
4.- Identidad esencial
5.- Dignidad de la persona humana.
6.- Identificación y persona
VI- CONCLUSIÓN
D E S A R R OLL O ESTADO DEL ARTE
No hace cuarenta años, el bioquímico norteamericano Van Rensselaer Potter lanzó al
mundo intelectual el curioso vocablo Bioética2, con el que bautizaba una nueva
disciplina y un movimiento mundial a favor de la Tierra, ‘herida’ por el hombre, y de la
Humanidad, deshumanizada por la biotecnología y la investigación científica, en buena
parte, carente de principios y valores. El terreno estaba abonado y la necesidad del
remedio era urgente como lo demostró la respuesta rápida y universal que recibió su voz
profética de ‘alerta amarilla’.
Asistimos a un desarrollo no previsto de la Bioética en las pocas décadas de nacimiento
con que cuenta esta disciplina. Su amplia difusión por todo el mundo, la penetración en
prácticamente todas las culturas principales, organismos internacionales, estados,
universidades, afronta problemas de tan diverso orden y alcance, reviste tan variadas
tendencias, que se corre el serio peligro de acabar no sabiendo si se está hablando de la
misma disciplina o de varias afines pero distintas.
Dado el pluralismo cultural de la Posmodernidad, se impone una fundamentación
diversificada de la Bioética que garantice su solidez y su eficacia y, de hecho, así se
viene haciendo. Tal fundamentación se acomoda, como es obvio, a la diversa cultura y a
la ideología del Continente o País donde ha crecido. Estados Unidos, país que la vio
nacer, fiel a su tradición anglosajona, se ha interesado en la fundamentación jurídica
principialista. Europa, heredera de la cultura grecorromana, puso los ojos en el Hombre,
como fundamento de su teoría y de su acción. América Latina, descubierta y culturizada
por los europeos, recurre a la fundamentación antropológica, concretamente, a la
dignidad de la persona humana, como piedra fundacional y como roca firme que le
brinde firmeza y constancia.
Este sencillo estudio de la fundamentación de la Bioética se propone como meta y
propósito, empezar por establecer la identidad esencial de la disciplina, la Bioética,
desde su origen hasta nuestros días y luego, del Hombre en cuanto persona humana,
como garantía de que la fundamentación antropológica es la misma que está fundamentando la misma disciplina.
Primera parte: IDENTIDAD Y PERSONA
1.- De la realidad al concepto
Los griegos de la Antigüedad eran más densos y parcos en el uso de los conceptos y
palabras que los occidentales que les sucedieron. La conceptualización y la locuacidad
son dos enfermedades de la cultura occidental.
Para los griegos era indiscutible la primacía de la realidad sobre los conceptos, sin ir a
negar la necesidad de estos, pero no olvidaban su carácter mediático. Los conceptos
hacen las veces de medianeros para ponernos en contacto con la realidad. El peligro de
la conceptualización es el de distanciarse de tal modo de la realidad que deje de ser
medio para convertirse en fin y querer sustituir a la realidad; cuando lo logra, andamos
por las nubes; convertimos las realidades en mitos que falsean el diálogo y la vida de los
seres humanos.
2.- Del concepto a la realidad
2 Biology and Medicine, vol 14, N 1, Autum 1970, pp 127-153
El filósofo debe moverse en este doble juego: de la realidad al concepto, para volver del
concepto a la realidad. La confrontación de los conceptos con las realidades que
mediatizan debe ser continua so pena, como acabamos de anotar, de la volatilización del
pensamiento por distanciarse de la realidad. El verdadero filósofo alimenta su
pensamiento con el contacto continuo con la realidad. Esta lo nutre y vivifica. Nada la
puede sustituir.
Esta breve consideración sobre la relación entre realidad y concepto pretende poner
alerta el lector en el desarrollo del tema que nos propusimos presentar, para andar con
un pie en la realidad de la identidad personal y otro en los conceptos que la mediatizan y
nos sirven de puente para comunicarnos. Estaremos alerta, con mayor razón nosotros.
3.- Una primera aproximación al tema de la identidad: el DRAE
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) en su segunda acepción nos
define la Identidad como: “el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una
colectividad que los caracterizan frente a los demás”. Y la tercera acepción de identidad
reza así: “Conciencia que tiene una persona de ser ella misma y distinta a las demás”.
Ya contamos aquí con los datos para hacer una primera aproximación a la identidad de
la Bioética y de la persona, conociendo los peligros de las definiciones, con el fin de
evitarlos.
No basta un rasgo, se requiere el conjunto, ya que el individuo, en nuestro caso la
persona, y más la colectividad, son muy ricos en ser, y son múltiples los rasgos que la
caracterizan. Si vamos detrás de la identidad de la Bioética y de la persona humana,
tenemos que identificar primero los rasgos propios que la caracterizan como tal frente a
los demás. Se dan rasgos comunes con otros individuos y rasgos propios y distintivos
que crean la diferencia. Tenemos que buscar éstos para identificar a la persona, no los
rasgos comunes.
Nos ofrece mayor materia de reflexión la tercera acepción que ofrece el DRAE. No
pretendemos identificar a una piedra, así sea mármol de Carrara y así haya sido
transformado en la ‘Pietá’ por el genio escultórico de Miguel Angel. Pretendemos
identificar la Bioética y al individuo humano, a la persona. Millones de personas
pueblan hoy día el planeta Tierra: no se dan dos iguales, y el valor de cada una de ellas,
así sea la de un niño que se consume famélico en las estepas del Sahara, es
imponderable; su conciencia es sublime, única, inconfundible. Y vaya si se percibe ella
misma como tal, distinta a las demás, si alcanzó a superar el umbral de la escuela, para
comparar su dolorosa identidad, en revistas y televisión, con la de los niños de otros
países, sanos, robustos, bien vestidos y bien presentados. La identificación para él no
pudo menos de causarle dolor, frustración e incapacidad de superar su lamentable
situación.
Busquemos, entonces, los rasgos distintivos de la Bioética y de la persona humana, para ver si su identidad, como distinta de las otras disciplinas y de los demás seres de la
creación, nos puede servir de fundamento de la Bioética en el quehacer social de esta
disciplina. Luego veremos si la identidad de cada persona servirá para fundamentar la
estructura epistemológica de la Bioética y la aplicación de este elemento fundamental al quehacer de la Bioética en la vida diaria.
4.- Vocablo unívoco, equívoco y análogo
Un vocablo, por ejemplo ‘gallo’, puede tener varios conceptos: gallo dicho del animal
de corral, compañero de la gallina. Gallo, dicho de una persona. Pedro es un ‘gallo’
queriendo decir con esta metáfora que Pedro lleva la voz cantante entre un grupo de
amigos; finalmente, puedo distinguir un restaurante mío con el nombre de ‘el Gallo’,
teniendo por única razón el que mi apellido es Gallo y quiero que el restaurante lleve mi
nombre. Pero no hay ningún parecido entre el restaurante y mi persona.
Nos interesa ahora considerar el tipo de relación entre dichos conceptos, para aplicarlos
a la identidad. Importa mucho, al hablar de identidad, saber si entre una y otra la
relación es de completa identidad de conceptos, en cuyo caso estamos hablando de la
misma, así la encontremos en distintos seres o cosas. En este caso la palabra gallo tiene
conceptos unívocos. Pero se da el caso de dar a conocer una cualidad o modo de ser de
fulano, que es líder en su grupo, y quiero dar a conocer esta cualidad con un nombre.
Digo que mi amigo fulano es todo un gallo. Este vocablo, usado con el concepto de ave
del corral que canta por encima de todos los demás gallos y gallinas, me sirve para dar a
conocer ese rasgo que destaca a mi amigo sobre todos los demás compañeros del grupo.
Sucede entonces que gallo dicho del animal pero aplicado a mi amigo tiene un concepto
no ya idéntico sino semejante: así como el ave gallo lleva la voz cantante en el corral,
así mi amigo lleva la suya entre sus amigos. Es todo un gallo. El uso de la palabra gallo
para aplicarle el concepto en forma semejante se llama metáfora o analogía. Los
conceptos son análogos. Finalmente, puede poner a un restaurante que estoy montando,
el nombre de Gallo, sencillamente porque me gustó el nombre, sin que haya ninguna
semejanza ni parentesco entre el animal y mi restaurante. Entonces, el vocablo gallo,
dicho del animal y de mi restaurante, no ofrece ningún parentesco o relación con el
animal. Sencillamente me gustó el nombre y se lo puse a mi restaurante. Se trata de
conceptos equívocos.
El vocablo gallo es el mismo en los tres casos, idéntico, pero su sentido o significado
puede ser el mismo, y estaremos hablando de conceptos unívocos; puede ser distinto, y
se tratará de conceptos equívocos, o parecidos, y entonces llamaremos análogos a los
conceptos.
Resumiendo: un mismo vocablo puede tener dos o más usos con el mismo e idéntico
sentido, en cuyo caso tal uso será unívoco. Puede referirse, en cambio, a dos objetos distintos y tener un sentido parecido. El sentido concreto conocido me ayuda a conocer
otro desconocido con el cual tiene una verdadera semejanza, como la hay entre un
objeto material y otro espiritual. Este que suele ser más sutil y desconocido me llega a
ser conocido por medio del objeto material que me es bien conocido. Es el caso de
utilizar el vocablo ‘gallo’ para ayudar a entender su personalidad dentro del un grupo de
amigos. Dicho de los conceptos los llamamos unívocos, cuando tienen el mismo
sentido, análogos cuando lo tienen semejante, y equívocos cuando su sentido es
completamente distinto.
5.- Identidad total e identidad esencial
Dado que la identidad debe conservarse a lo largo del tiempo y dado que la identidad
que aquí nos interesa es la de la disciplina Bioética, y de la persona, conviene precisar
que tipo o grado de identidad se requiere para verificar en el proceso de identificación
que se trata de la misma disciplina y de la misma persona.
La Bioética es escasas cuatro décadas ha crecido y se ha difundido más allá de los
esperado. Pero la pregunta que nos vamos a hacer aquí es hasta qué punto se trata de la
misma disciplina o estamos hablando de una distinta a la que se originó hace cuarenta
años.
A su vez, la persona humana viene dotada de muchos elementos, unos esenciales y
necesarios otros accidentales y superficiales o innecesarios para verificar la identidad
que pueden variar o perderse a lo largo de los años. Exigir la totalidad de los bienes y
dones de una persona parece innecesario a la hora de verificar su identidad. Tratándose
de la persona humana lo que cuenta es la identidad esencial, vale decir, la continuidad
en el tiempo y el espacio de la misma persona, así se hayan dado cambios accidentales
en su edad, forma, color, tamaño, dotes y habilidades adquiridas o perdidas a través de
los años. Para establecer como fundamento de la Bioética a la persona humana, no
atenderemos aquí a los aspectos variables que dejan intacta a la persona misma. Más
aún: nos importa prestar atención a la dignidad de la persona en cuanto tal, y esta no
varía con el aumento, disminución o ausencia de cualidades secundarias, de bienes o
dotes personales.
No conviene perder de vista que nuestro estudio se mueve en dirección de la “identidad
de Bioética” que se necesita para verificar que venimos hablando de la misma disciplina
y no de otra diferente. Obviamente que no se requiere una identidad total, entendida esta
como la presencia en cualquier parte del planeta y en cualquier momento o etapa de la
historia de todos y los mismos elementos constitutivos de esta disciplina, desde que
comenzó hasta la hora actual, para que podamos llamarla con el mismo nombre.
Estamos diciendo que se requiere por lo menos una identidad esencial que nos posibilite reconocer su identidad a través del tiempo y del espacio. El problema puede darse
cuando tratemos de precisar qué elementos se consideran esenciales en una disciplina
para identificarla como tal en cualquier parte y momento. Crece el problema si nos
preguntamos cuál es la persona, el grupo o la entidad capacitada para determinar los
elementos esenciales de esta disciplina. En el caso de la Iglesia católica - que requiere
una identidad en la continuidad de los siglos, para que los miembros de la Iglesia tengan
la seguridad de pertenecer a la misma Iglesia fundada por Jesucristo hace veinte siglos -
es relativamente fácil. Cuenta con una autoridad doctrinal, el Magisterio de la Iglesia,
asistida por el Espíritu Santo, competente para garantizar esa identidad a través de los
siglos, como de hecho ha sucedido, no sin dificultades de todo género.
Pero el hecho de la Bioética es distinto, es una disciplina que, como tal, consiste en una serie de conocimientos teórico prácticos, de fundamentación, de principios, de métodos, de valores, de criterios, entre otros, ¿cuáles? ¿esenciales? ¿accidentales? ¿quién los determina? y no cuenta con una autoridad reconocida que presente carta de validez para determinar sus elementos constitutivos y verificar la identidad de los mismos en cualquier cultura y parte del mundo. Dada la rápida extensión de esta disciplina a todos los países del mundo, dadas las diversas culturas de que se ha servido para su expresión local, dadas las múltiples tendencias ideológicas, la diversidad de problemas, etc. Ha sufrido tal modificación en sus elementos primordiales, que va resultando prácticamente imposible seguirle la pista, no se puede fácilmente exigir la identidad y no cuenta con los medios eficaces para su verificación. Lo menos que podemos decir es que no se trata de exigir identidad pero sí de buscar la identidad esencial necesaria para saber que
hablamos de la misma disciplina que se fundó hace X años y no de una disciplina
distinta. De ello nos ocuparemos en la segunda parte de este estudio.
6.- Diversas identidades del individuo humano
Ya dijimos arriba que el individuo humano es sumamente rico, máxime si lo
consideramos como fruto de la evolución, ya que en él, como especie y como individuo,
se resumen y presentan todos los niveles de la evolución: material, genético, sensible,
psicológico, racional, moral, social, espiritual y personal, entre otros.
Primero digamos dos palabras sobre la identidad civil para ocuparnos luego de la
genética. La identidad civil nos la da un documento, común en todos los países, llamado
cédula de ciudadanía o tarjeta de identidad. Cuando el individuo trata de obtener este
documento, aduce algunos rasgos distintivos, - nombre completo y apellidos, país de
nacimiento, fecha, color de la cara y de los ojos, fotografía y algunos más -. Recibe su
documento y queda identificado para poder realizar múltiples actuaciones públicas que
requieren su identificación.
Este tipo de identidad es frágil, - ya que está expuesto a diversos abusos o fallas, como
pérdida, robo, duplicado, entre otros -, pero necesario, ya que se lo exigen para validar
acciones públicas, y útil ya que facilita la identificación del ciudadano en actividades
públicas.
Pero para fundamentar la Bioética la identidad civil no es suficiente ni útil, por muchas
razones, entre otras, por su misma fragilidad y porque no es válida en otros países
diferentes al propio.
7.- Identidad Genética
Vengamos a la identidad genética, la cual debido a los inmensos avances de esta
ciencia, se está convirtiendo en un instrumento muy útil, seguro y necesario para
identificar a las personas.
El constitutivo primordial del organismo de cada ser humano es la célula. Millones y
billones de estos microorganismos vivos forman los órganos o partes del cuerpo
humano.
La genética es de reciente data, siglo XIX, ausencia de ciencia debida, ante todo, a la
falta de equipos técnicos que le facilitaran al científico el conocimiento de detallado de
este último componente de la vida orgánica. Los descubrimientos en torno a la célula y
sus componentes esenciales, avanzan con celeridad inusitada y, consecuentemente,
avanza también su manipulación por medio de la ingeniería genética. Un avance
espectacular se está produciendo en las últimas décadas con el descubrimiento del
Genoma Humano, que podría ilustrarse diciendo que es una especie de manual, escrito
con letras ‘vivas’, de la organización y funcionamiento del organismo humano - de
cuyas múltiples aplicaciones van dando origen a la medicina genómica. Volvamos a la
genética3.
Visión Histórica.
Desde la época de Aristóteles, los hombres han sentido curiosidad de saber por qué los
hijos son parecidos a los padres y a los abuelos. También se ha preguntado por qué una
3 http://genética y genómica planta que produce frutos pequeños origina otra planta que produce frutos similares.
Estas interrogantes marcaron el inicio del conocimiento sobre la herencia y de la ciencia que, más tarde, sería conocida como la Genética.
La genética nace como una rama de la biología a partir de los primeros experimentos en
cruzamientos de plantas realizados por un monje agustino llamado Gregor Mendel,
entre los años 1854 y 1868.
Con anterioridad a los trabajos de Mendel, aparecieron algunas explicaciones en torno a los mecanismos de la herencia biológica. Estas explicaciones se conocen como
postulados Premendelianos de la herencia. El núcleo de cada célula esta compuesto por el ADN. Veamos cómo se obtuvo su
descubrimiento.
ADN es la abreviatura del ácido desoxirribonucleico (en inglés, DNA: Deoxyribo-
Nucleic Acid). Constituye el principal componente del material genético de la inmensa
mayoría de los organismos, junto con el ARN. Es el componente químico primario de
los cromosomas y el material en el que los genes están codificados. En las bacterias, el
ADN se encuentra en el citoplasma mientras que en organismos más complejos, tales
como plantas, animales y otros organismos multicelulares, la mayoría del ADN reside
en el núcleo celular. Se conoce desde hace más de cien años. El ADN fue identificado
inicialmente en 1868 por Friedrich Miescher, biólogo suizo, en los núcleos de las
células del pus obtenidas de los vendajes quirúrgicos desechados y en el esperma del
salmón. Él llamó a la sustancia nucleína, aunque no fue reconocida hasta 1943 gracias
al experimento realizado por Oswald Avery.
Su función es codificar las instrucciones esenciales para fabricar un ser vivo idéntico a
aquel del que proviene (o casi similar, en el caso de mezclarse con otra cadena como es
el caso de la reproducción sexual o de sufrir mutaciones).
Genoma Humano
El Genoma Humano es la secuencia completa de ADN de cada ser humano. Está
dividido en 24 fragmentos, cuya condensación altamente organizada conforma los 24
pares de cromosomas distintos de la especie humana (22 autosomas + 2 cromosomas
sexuales: X e Y). El genoma humano está compuesto por entre 25000 y 30000 genes
distintos, si bien la secuencia codificante de proteínas supone menos de un 1,5% de la
secuencia. Cada uno de estos genes contiene codificada la información necesaria para la
síntesis de una o varias proteínas (o ARN funcionales, en el caso de los genes ARN).
Cada ser humano posee 46 cromosomas (salvo aquellos que padecen alguna monosomía
o trisomía, como los enfermos con Síndrome de Down, que poseen 47). De estos hay 44
autosomas, 22 heredados de la madre y 22 del padre, y dos cromosomas sexuales que
determinan el sexo del individuo: un cromosoma X, heredado de la madre, y un X (en
las mujeres) o un Y (en los varones), heredado del padre.
El conocimiento de la secuencia completa del genoma humano es una potente
herramienta para la investigación en biomedicina y genética clínica, potenciando el
avance en el conocimiento de la patogenia de enfermedades poco conocidas, en el
desarrollo de nuevos tratamientos y de mejores diagnósticos. No obstante el
conocimiento de la secuencia del genoma, es decir, del genotipo completo de un
organismo, es tan sólo un primer paso para la comprensión, en última instancia, de su
fenotipo. En consecuencia, en la actualidad la ciencia de la genómica está aun bastante
lejos de poder plantear seriamente los problemas éticos, sociales y jurídicos que sin
embargo están siendo ya ampliamente debatidos. Por ejemplo, el conocimiento del
genoma humano podría facilitar la realización de prácticas eugenésicas, de selección
sistemática de embriones, la discriminación laboral o en la suscripción de seguros de
vida, basada en la diferente predisposición a padecer ciertas enfermedades, etc. Esto
exige una exhaustiva regulación legislativa relativa al uso del conocimiento del genoma
humano, pero no debería suponer un impedimento al avance en dicho conocimiento, que
es en sí mismo inocuo.
Con estos conocimientos científicos elementales sobre la genética, el ADN y el Genoma
Humano, pasemos a precisar un poco la identidad genética.
Cada ser humano, en el momento mismo de la formación del cigoto, adquiere una
constitución propia genética, gracias a su Genoma. Llegará muy pronto la hora en que la
identidad de cada uno de los seres humanos esté determinada por el ‘diagnóstico
genómico’, que nos proporciona los datos y características de la identidad genética de
cada individuo. Dado que el genoma se configura en forma única e irrepetible en cada
ser humano en el momento de su concepción, podemos hablar de los más de seis mil
millones de seres humanos que hoy día poblamos el planeta Tierra como de seres
genéticamente distintos, así se duplique o multiplique por ene veces dicha población
humana.
La UNESCO en su ‘Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos
Humanos’ se cuida de decir en el Art.1º: “El genoma humano es la base de la unidad
fundamental de todos los miembros de la familia humana y del reconocimiento de su
dignidad intrínseca y su diversidad”.
Como lo reconoció el presidente, entonces, del Comité de Bioética de la UNESCO, -
encargado de redactar este importante Documento - Dr. Hector Gross Espiel, en charla
personal con el autor de este estudio, faltó un poco de precisión en la redacción final de
este artículo, dadas las altas horas de la noche en que se hizo, ya que debiera decir: “El
reconocimiento de la dignidad de la Persona Humana es el criterio fundamental de esta
Declaración. El Genoma Humano es la base de la unidad fundamental y de la diversidad
de todos los miembros de la familia humana”.
El Art.2º en su letra b) fue más acertado y dice: “Esta dignidad impone que no se
reduzca a los individuos a sus características genéticas y que se respete al carácter único
de cada uno y su diversidad”. Lo cual es reconocer, en el fondo, la diversidad de valor e
importancia entre los diferentes niveles o estratos del ser humano, dando la primacía al
personal sobre el genético. Son importantes los rasgos genéticos, pero dada su
materialidad y accidentalidad, no puede reducirse el ser humano a sus características
genéticas. El respeto que exige la UNESCO a todos los seres humanos, aún en sus
características genéticas, se debe a su dignidad personal, no a la inversa, como por
precipitación viene a decir el artículo primero del Documento. En otras palabras,
interpretando el sentido último y el espíritu de fondo de este importante Documento, la
dignidad le viene al ser humano, incluyendo expresamente su nivel genético, de su
carácter personal, no de sus características genéticas.
Cada ser humano, partiendo de su constitutivo genético, va formando y desarrollando
otras dimensiones y niveles de vida, por decir algunos, el psicológico, el intelectual, el
racional y el moral. Pero el más evolucionado de todos, es el nivel personal. El
individuo, como veremos más en detalle en seguida, por influjo de Dios y de los otros,
va formando el núcleo interior de persona, donde se erige el YO como punto central de
cada individuo humano, fuera del tiempo y del espacio. Allí y sólo allí se da la toma de
conciencia del YO personal, de los demás estratos, y de mis características genéticas,
sin que ninguno de ellos pueda formar conciencia de sí mismo ni de los demás.
8.- Formación del YO y la identidad personal.
Dada la evolución, cada individuo de la especie humana recibe una dotación integral
que lo capacita para desarrollar sus diversos niveles, lo cual es válido también del nivel
personal, sin que por observación científica pueda afirmarse con certeza que la mera
evolución sea causa adecuada de dicho nivel.
Ante todo, sabemos por experiencia y por observación, que la persona no nace, se hace.
Decir que el cigoto sea persona no pasa de ser un presupuesto gratuito y muy
probablemente falso o inexacto en el desarrollo del ser humano. Ya Teilhard de Chardin
se ocupa ampliamente de la formación de la persona, - en su dimensión filogenética –
evolución de la especie - no ontogenética, -evolución del individuo, sin olvidar que cada
individuo repite la especie- en su obra: “La Energía Humana”4, donde expone el
proceso de personalización. El punto de partida, el cigoto, no pasa de ser persona
virtual, persona en potencia, o bien, fundamento orgánico de la persona. La posibilidad
inmediata del desarrollo de la persona la constituye el cerebro. Sin él no hay ni se puede
dar la persona.
Tratando de analizar dicho proceso en la forma individual de gestación personal,
tenemos el hecho innegable del influjo del ‘otro’ en dicha formación. De nada serviría
la formación del cerebro concreto del homo sapiens en orden a la formación de la
persona si no se diera este influjo del otro.
Dentro de una concepción creyente de la evolución creadora, el ‘Otro’ no puede ser más que el mismo Dios, causa primera e inmediata del ser de todo individuo humano. La
acción de Dios en el mundo, concretamente, en la formación de cada individuo, no es
dable al hombre conocerla. Sólo es posible decir que no es categorial ni semejante a la
de cualquier otra persona. Es única, es esencial, es necesaria, es constitutiva. “En El
vivimos, nos movemos y existimos”, recordó el creyente Pablo a los incrédulos griegos
en el Areópago de Atenas. El estímulo interior, inmediato y continuo de Dios, va
despertando y llamando al ser al núcleo interior de cada hombre.
El hombre, -nos enseña Karl Rahner en su tesis de grado dirigida por el notable filósofo alemán Martín Heidegger para obtener el doctorado en filosofía-, el hombre es “Hörer des Wortes”5, oyente de la palabra. Dios se encuentra en el fondo mismo del ser
4 La Energía Humana, edit.Taurus, Madrid, 1963, ‘Esbozo de un Universo Personal’ pp 59 ss.
5 Rahner, Karl. Hörer des wortes: ‘Zur Grundlegung einer Religionsphilosophie’, Edit Kosel, München”, 1963. humano, como su causa, su fundamento último y su interlocutor. Dios, Ser
infinitamente personal, invita a cada ser humano a entrar en diálogo con él, le ‘habla’ en
forma inagotablemente viva, luminosa, rica en misterio y profundidad de ser. Dios es la
‘Zarza’ ardiente que arde y no se consume, ‘es el que es’, el que da ser y vida a los
hombres; es el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Dios de vivos y no de
muertos. Por eso entrar en contacto con Dios, oír su Voz, dejarse interpelar por su
‘Palabra’ es lo esencial y fundante de la vida humana. Dios es el forjador de personas.
Esta voz interior es la que posibilita a cada individuo de la especie humana el oír a
cualquier otra ‘voz’, otro estímulo que vaya despertando el YO de la conciencia, dígase
voz de la madre o del padre, hermanos o hermanas, y todos los otros que desde los
primeros meses van propiciando el desarrollo del núcleo interior de vida que llamamos
persona.
La ‘otreidad’, o realidad del ‘otro’, es necesaria para la formación de la persona. El
‘otro’, llámese piedra, rosa, pájaro o ser humano, es ‘voz’, es palabra o estímulo que me
llama al ser, a la vida, a la conciencia. El ‘Otro’, Dios, me precede y me ‘crea’, ‘pone’
mi ser, no ‘fuera’ de, sino ‘dentro’ de él: “In ipso vivimus, movemur et sumus” observó
san Pablo a los miembros del areópago de Atenas haciendo sus pinitos de filósofo6.
Mediante el estímulo externo, empiezo a darme cuenta, primero de los objetos, luego de
personas, finalmente, de mi mismo como punto inextenso, rico en ser, al que luego le
pondré la etiqueta de Yo.
Ricoeur observa: “El ‘otro’ es justamente el que por su misma alteridad me interpela y
así me obliga a salir de mi ensimismamiento y a sentirme sujeto.”
El otro, todo otro, viene a ser como el interruptor que enciende mi lámpara personal y le
da claridad a mi interior. Sin la acción del otro permanezco en tinieblas. Clara expresión
de la fragilidad óntica de todo ser humano.
Nada se construye solo ni se comprende solo. Necesita del otro. El ‘otro’ me es
absolutamente necesario para ser, para conocerme, para darme y para poder construir
una recta conciencia y una sana autonomía, lo cual se hace siempre en diálogo.
La sola llamada del otro a mi ‘yo’ produce y causa una primera intuición del otro como
otro, y de mi persona, no como un otro más, sino como YO. Se trata aquí de una
experiencia única, intransferible, luminosa. Al ‘otro’ lo capto como otro. A mi me capto
como yo, como ser, mejor aún, me capto en el ejercicio de ser, me intuyo siendo, el
punto céntrico donde soy Yo. Como algo, no propiamente que está cerca, o que es otro,
sino como mi mismo ser. Me capto siendo, me intuyo en el ejercicio mismo de ser;
digo: SOY. Soy consciente de mí, debido a la alteridad, al influjo de otro que toca a mi
puerta y me llama para que sea, para que lleve vida consciente, para que entre en acción.
Digamos de paso: la distancia entre la experiencia de ser y la conceptualización de esa
experiencia es infinita. Aquella es pálido reflejo de esta. Nada, ni verbalización ni
conceptualización, puede adecuarse a la experiencia de ser, de existir, de vivir como
persona. La primera experiencia o autoconciencia es vida, la formulación es letra
muerta; el vocablo YO es un signo material, pobre y débil, y el concepto que formo de
6 Hechos 17, 28.
mi yo, es igualmente frágil y distante de mi experiencia de vivir, de ser, experiencia
intransferible, in-transplantable. Es imposible el transplante o la clonación del yo.
Esta experiencia constituye la ‘primera piedra’ viva de mi compleja existencia, del
edificio de mi ser. Si esto decimos de una criatura, de cada ser humano, qué diremos de
la experiencia de Jesús, siguiendo las voces de la teofanía de su Padre en el monte
Horeb frente a Moisés: YO SOY (=Yavé)7.
Para Ricoeur, a diferencia de Sartre, el ‘otro’ no es un intruso, no es el origen de una
desgracia radical, sino la causa que despierta mi ser consciente y me llena de alegría.
Me entiendo como punto de partida luminoso y vivo, con otra luz más real que la luz
solar o la artificial. Ya puedo decir Yo, centro de relaciones con otros entes y con el
Otro, el ser trascendente e inmanente, presente e infinito a quien llamo Dios.
El otro no es el agresor que trata de destruir mi Yo. Tan sólo si le hago resistencia y lo
juzgo como intruso que trata de destruir mi yo.
El otro, bien entendido y aceptado, es fundador de mi yo. El otro es destructor de mi yo sólo si niego la Verdad, si pretendo ser como Dios, buscando una autonomía absoluta,
propia sólo de Dios, paso a destruir al otro y a mi mismo.
En la medida en que quiera construir mi yo, mi identidad y mi autonomía, en la Verdad,
encontraré mi camino y mi ley, y entraré a formar un todo armónico como parte del
Universo ordenado. De lo contrario, yo mismo resulto enemigo de mi mismo, y
convierto a los otros en enemigos.
9.- Ser persona
Acabamos de aproximarnos, por autorreflexión, el núcleo más interior de mi ser, aquel
centro vital donde soy yo, centro de relaciones objetales y personales; aquel punto
inextenso donde soy yo y no mío, como lo son mis acciones, mi inconsciente, mi
corporeidad y, más distantes aún, mis objetos personales, mis seres queridos.
Este núcleo donde se condensa, sin petrificarse, antes animándose lo más ser de mi
mismo, es la persona, aquel santuario, fruto, sólo en parte, de la evolución, pero
superior a ella, para volverme a ella y decirle: ¡gracias! Cuidaré de ti como de mi Gran
Madre, de mi noble y generosa Pacha-mama.
Por eso, porque soy persona, y no piedra ni animal, me pregunto, no por ¿Qué soy yo?,
sino por ¿Quién soy yo? Y respondo con el profundo pensador alemán Romano
Guardini: “Persona es la esencia creativa, interior y dotada de ‘figura’
espiritual, en cuanto existe en sí misma. Persona significa que yo en mi propio ser no
puedo ser en último término poseído por ninguna otra instancia, sino que yo mismo me
pertenezco; persona significa que no puedo ser utilizado por otro, sino que soy mi
propio objetivo; persona significa que yo no puedo ser inhabitado por ningún otro, sino
7 Ëxodo capítulo 3, 14 que únicamente estoy en referencia a mi; no puedo ser representado por otro, sino que soy único” 8.
En estas densas palabras resuena un fuerte eco del imperativo categórico práctico de
Kant, formulado en “La Fundamentación a la Metafísica de las Costumbres”, que dice:
“Obra de tal modo que trates la humanidad (quiso decir: la dimensión humana), tanto en
tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo
y nunca sólo como un medio”9.
10.- Mismidad e ipseidad no son lo mismo.
Demos un paso adelante con la aclaración importante que aduce Ricoeur en su estudio
de la identidad de la persona en “Moi méme comme un autre” (Yo mismo como otro).
Hace notar, con razón, que la identidad de la persona puede connotar, por lo menos, dos
sentidos: yo mismo (idem en latín) como continuidad de mi yo en el tiempo, el mismo
ayer, hoy y siempre, y yo mismo (ipse en latín) como contenido de ese yo. Esta
identidad prevalece sobre la anterior. Si sigo siendo el mismo en el tiempo y el espacio
es porque se da cierta concentración y contenido de mi yo que me identifica a través del
espacio y del tiempo. Sencillamente, soy yo mismo porque continúo siendo el mismo a
pesar de los cambios accidentales de mi desarrollo. Porque soy yo sigo siendo el mismo.
Porque soy consciente de mi yo, de que soy yo distinto a los demás, sigo siendo el
mismo.
11.- Necesidad del diálogo con el otro para crecer como persona
La convivencia familiar y social nos lleva a la verificación de que existe una variedad
casi infinita en el tipo y calidad de personas. No basta con verificar el número de
personas y cosas. Es obvia la verificación de la variedad y calidad de las personas. Sin
que se pierda la calidad fundamental de persona, se da variedad en el contenido de una
persona a otra. Aludimos a una diferencia, de uno a otro, en cuanto persona, en cuanto
profundidad de conciencia, no sólo debido al crecimiento normal de los años sino a la
diferente acentuación y enriquecimiento de la persona misma. Esta diferencia viene
causada por la densidad de la llamada personal y la respuesta personal. Se dan
personalidades y personalidades. Unas son tales por el cargo, oficio, cultura, bienes
materiales o espirituales de la persona. Otras, en cambio, más discretas pero quizás por
ello, más personalidades, deben su personalidad a la calidad humana de la persona. ¿No
servirá de ejemplo recordar la diferencia entre la personalidad funesta de Hitler y
aquella fecunda y penetrante de la Madre Teresa de Calcuta? La personalidad moral de
Teresa recibió desde niña el influjo personal de seres queridos, de formadores ricos en
personalidad, de miembros de la sociedad con los cuales trabó una gran relación y
amistad.
Pero queremos que quede claro: la persona necesita del diálogo con los otros para
desarrollar la propia personalidad y crecer en ella. Es muy distinta la forma de
‘dialogar’ con las cosas, aún las más sencillas y modestas, de parte de una gran
personalidad, por ejemplo, la de un Francisco de Asís o del místico Ignacio de Loyola,
8 Selecciones de Teología, n.161, p 46.
9 Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, edit. Porrúa, S.A. Argentina, 1975, p 44. quien en su avanzada edad acariciaba la flor con el bastón y le musitaba ‘endiosado’:
“Calla, calla, que ya sé lo que me quieres decir”.
12.- Solipsismo según Wittgenstein.
Por solipsismo (del latín solus ipse: sólo uno mismo) se suele entender en filosofía la
escuela de pensamiento que afirma la ‘solitud’ del ser humano y el encerramiento sobre
sí mismo debido a que, según sostiene, al hombre no le es dable conocer más que a sí
mismo, vale decir, su mundo.
Wittgenstein militó no poco tiempo en las filas de este aislado sistema. Llegó a afirmar:
“En realidad, lo que el solipsismo significa es totalmente correcto”. Pero, obsérvese que
el filósofo del lenguaje dice: “lo que significa” el solipsismo es correcto, vale decir, lo
que da a entender corresponde a lo que ofrece en su nombre: el solipsista se encuentra
sólo consigo mismo, precisamente porque está cerrado sobre sí mismo. Luego emprende
una lucha declarada contra su misma posibilidad. No se puede dar. Solo existe en el
concepto, y allí es correcta la pretensión de dicho sistema. Dicho más exactamente y
tratando de entender la observación de Wittgenstein: es contradictorio y, por lo tanto,
imposible el solipsismo puro.
Pero el hecho es que se dan en la vida social personas tan cerradas sobre sí mismas y
sus ideas que realizan lo que sí se puede dar del solipsismo.
Pero, preguntémonos con Carlos Muñoz en su estudio: “Representación y Metáfora: la
Identidad Personal”10, ¿qué tiene que ver el tema del solipsismo con el de la identidad
personal? No otra cosa que hacernos ver la imposibilidad del solipsismo puro. El
afirmarlo ya sería contradictorio. Quien lo afirma no puede hacerlo sino en virtud de
entrar en diálogo, al menos, con lo que la sociedad de los filósofos piensa sobre el
solipsismo. Son los mismos filósofos los que fecundan al pretendido solipsista para
hacerlo pensar sobre su ficticia solitud absoluta, para luego formular su respuesta, en
diálogo con los escritores que la divulgan.
13.- Identidad y Persona
Hemos llegado al punto central de nuestra primera parte: identidad y persona.
En qué medida y con qué fin relacionamos identidad con persona. Ya es bastante
afirmar la identidad del bloque de mármol de Carrara - que ofreció su ser, sin perder su
identidad, para que Miguel Ángel le diera de forma genial la figura de David – este de
piedra - que se yergue airoso en el santuario de la Academia de Florencia. Obsérvese: de
haber perdido su identidad mineral dicho bloque de piedra, hoy no pasaría de ser una
simple copia del original desaparecido. Va mucho de uno a otro.
Si tal identidad la afirmamos no ya de una piedra, no de una planta ni de cualquier
animal, sino del animal que gracias a la evolución alcanzó el pedestal de la conciencia y
la razón, - y por ello, la posibilidad de pensar, de analizar, de reflexionar sobre sí
misma y sobre todos los seres de la creación y de entrar en diálogo continuo, vivencial y
profundo con ellos - la identidad quiere decir al menos dos cosas: continuidad genérica
e individual a través de la historia, del tiempo y del espacio, continuidad que lleva
millones de años y cuyo futuro apenas nos es dable intuir.
Mediante la conciencia es posible volver sobre el propio pasado, para encontrarse con el
núcleo del yo presente ayer, hoy y siempre en ella, presencia luminosa que, cuando toca
10 Muñoz Gutiérrez, Carlos. Representación y Metáfora: la Identidad Personal. A Parte Rei. (Revista en línea) http://aparterei.com (consultada 28-05-2007) y vivencia este núcleo, no se encuentra con ‘otro’ sino consigo misma, verifica con admiración que se está dando una ‘anagnórisis’ o reencuentro consigo misma, hasta poder decir: ‘Yo soy el mismo que empezó a ser, a darse cuenta a los dos o tres años de tal y tal experiencia, que la recuerdo, no tanto como pasada, sino como presente hoy en mi’.
En virtud de la capacidad de proyección hacia el futuro de ese mismo yo me es posible
dar la palabra comprometiendo mi futuro privada y públicamente. El hombre, no el
animal, es capaz de crear futuro, es capaz de acciones responsables que ponen en juego
su dignidad y la calidad moral de su ser.
Como se ve, la identidad personal es la base y fundamento de actuar sobre el pasado,
para borrarlo con el perdón y el arrepentimiento, y con el futuro para configurarlo,
crearlo y darle ser y ser, por lo mismo, responsable de él.
En una palabra: porque soy yo mismo, soy dueño de mi pasado y de mi futuro. Soy
responsable de mi yo total.
14.- Identidad personal y dignidad
Hemos tocado algo sustancial: la dignidad de la persona humana.
Dado que la dignidad de la persona no es nuestro objetivo, le daremos una mirada, no
más, en la medida en que sea útil para nuestro estudio sobre la identidad personal y la
Bioética, Dado el avance de la teoría de la evolución, no es raro que hayan surgido posiciones
más o menos abiertas que matizan y disminuyen el señorío del hombre sobre todos los
demás seres de la creación. Falta que hacía un correctivo de los desmanes causados por
el hombre sobre la madre Tierra. Si el Hombre, todo ser humano, es, en parte, fruto de
la evolución cambia en gran manera su relación real con todos los seres que la
componen. No es amo y señor absoluto,
- estaba engañado -, sino ‘hermano’ del átomo y la célula, ‘de la espuma, de las aguas y
del sol’, según reza nuestro bello canto araucano.
No es, en cambio, admisible la posición, que juzgamos no fundada, sino emotiva y
sentimental, de aquellos que tienden a poner en pie de igualdad a los animales, y hasta a
las plantas y las cosas, con el ser humano. La evolución, tal como viene siendo
comprobada científicamente, muestra y demuestra un verdadero desarrollo ascensional,
no uniforme y generalizado, en todos los seres de la creación hasta el punto de dar pie a
una verdadera y bien fundada escala de seres según su calidad. Si la piedra, muda y
ciega ante sus demás hermanos, seres de la creación, no puede entrar en verdadero
diálogo con ellos; no así el ser humano, dotado de conciencia y de los medios de
comunicación que le posibilitan, como a hermano mayor, la relación con los demás
seres humanos y con todos los de la creación.
La conciencia, como órgano personal del yo, dotada de medios de conocer y de actuar,
entra, en la medida en que se va desplegando, en comunicación con muchos de esos
objetos de la creación, para provecho propio y de ellos. No puede menos de verificar,
por observación y análisis, la diferente contextura e interioridad de cada uno de esos
seres, advirtiendo así la calidad propia de lo espiritual con relación a lo meramente
material. Va mucho, observa ella, de la piedra a la planta, y de esta, va todavía mucho
más, a la conciencia que piensa, analiza y observa.
Por dignidad, suele entenderse en el reino de los seres vivos inteligentes, la calidad
óntica, como ser racional, del ser personal que merece respeto y aprecio; su fundamento
es ese algo intrínseco y constitutivo del ser personal humano, que llevó al genio de Kant
a asentar el imperativo categórico personal: “Trata siempre la dimensión humana,
presente en ti y en los demás seres humanos, de tal manera que nunca te limites a
usarlos sólo como medios, sino a tratarlos siempre como fines”11. La conciencia intuye
que su ser íntimo, su centro personal, irradia a todo su ser espiritual y corporal una
dignidad que lo coloca entre lo que no es utilizable ni negociable por todo el oro del
mundo, algo absoluto, diferente de lo material, que lo constituye siempre como fin y
nunca sólo como medio. Vale por sí mismo, tiene sentido en sí mismo, no está ordenado
a ningún otro ser, no puede ser sustituido por otro ni poseído por otro.
Aquí se encierra una riqueza imponderable para establecer un criterio o punto de
referencia luminoso útil para la deliberación y toma de decisiones en las principales
actuaciones del ser humano. Sencillamente vale en razón de su ser.
Tal dignidad sigue al ser humano desde que aparece en el horizonte interior la
dimensión personal, por encima de las cualidades y defectos físicos y genéticos del
individuo, y lo acompaña inseparablemente hasta la muerte. El respeto que rendimos al
cadáver es una prolongación de esta dignidad que luego va disminuyendo hasta la
pulverización del cadáver, a la que suelen seguir una flaca memoria del individuo y su
inevitable olvido, salvo los casos de grandes personalidades que trascienden el tiempo y
el espacio para hacerse inmortales.
15.- Identidad institucional.
Cabe la pregunta de si se da y si es necesario reconocer una identidad de las
instituciones, entendiendo por tales, en sentido amplio, aquellos entes complejos y
llenos de unidad y sentido, creados por la cultura, como los saberes o disciplinas y las
organizaciones aún más complejas como las universidades, los partidos políticos, las
religiones, las etnias y culturas, entre otros. La respuesta es afirmativa: la seguridad y
confianza en el diálogo intercultural entre los seres humanos exige un mínimo de
identidad en las instituciones, entendida ésta identidad en sus dos sentidos: como
mismidad y como ipseidad. De lo contrario entraríamos en un predominio de la
equivocidad que nos conduciría a la algarabía de la Torre de Babel. Este peligro lo corre
la Bioética como veremos más adelante.
16.- Identidad personal y responsabilidad
Por responsabilidad se suele entender, según su etimología, la necesitad moral de
responder ante la autoridad competente y ante la sociedad por las consecuencias de los
propios actos. Lleva implícito el principio de causalidad. Quien causa un efecto,
positivo o negativo, es responsable de él.
Se da una responsabilidad moral y otra meramente civil. La moral implica conocimiento
y conciencia del efecto mientras se produce el acto como proceso de valoración y
decisión de una determinada acción. Si el efecto es positivo, el sujeto es merecedor de
recompensa; si negativo, de una sanción correspondiente al daño causado según la ley
penal.
La responsabilidad moral tiene por objeto regular, mediante el derecho penal, las
consecuencias de acciones conscientes, tipificadas como delitos por la ley penal.
La responsabilidad civil tiene por objeto regular, mediante el derecho civil, las
consecuencias de los actos aun en el caso de que no sean conscientes. Si el daño lo
Kant, Emmanuel, “Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres”, edit. Porrúa, S.A. Argentina, 1975, p 44. causó una acción determinada, el sujeto de dicha acción resulta responsable del daño, así no lo haya producido conscientemente.
Con estas breves pero claras nociones de responsabilidad a la vista, podemos pasar a
preguntarnos por la necesidad de verificar la identidad personal con relación a la
responsabilidad.
Para establecer la responsabilidad tanto moral como civil se requiere la identidad de la
persona en el tiempo y en el espacio, vale decir, la identidad como mismidad. Se trata
de un proceso que vemos todos los días en la vida social, que llamamos identificación:
tratar de verificar la identidad de la persona causante de unos efectos, consciente o
inconscientemente. Es de suma importancia que la persona imputada sea la misma que
causó las consecuencias, so pena de incurrir en una grave confusión.
*************
No perdamos de vista el objetivo de nuestro estudio: la identidad de la Bioética y de la
persona y su función en la Bioética. Elaborado el instrumento, la identidad personal,
ya es hora de recordar qué entendemos por Bioética, para pasar luego a preguntarnos
por la identidad de la Bioética a través de los años y por la función de la identidad
personal con respecto a dicha disciplina.
Segunda Parte: IDENTIDAD Y BIOÉTICA
1.- ¿Qué es Bioética?
1.1.- ¿Qué no es la Bioética? No es una rama de la filosofía, ni propiamente una ética
aplicada, aunque sí una ética práctica; no es la ética médica tradicional, hipocrática
restaurada, aunque si una nueva forma de hacer ética aplicable, de manera especial, a las
ciencias de la salud por gozar ambas del mismo objeto: la vida humana. Tampoco es la
Bioética una deontología profesional ni una moral confesional o particular que resuelva
problemas personales, entre otros.
1.2.- ¿Qué sí es la Bioética? Ciertamente sus dos componentes esenciales, sin los
cuales no habría Bioética, son Bios (Vida) y Ethos (Ética). Surgió a fines del siglo XX como reacción mundial contra los graves abusos del hombre y del planeta Tierra, por parte del hombre y de la biotecnología. Desde sus comienzos, la Bioética tiende a ser una nueva disciplina, una nueva forma de hacer ética, y viene buscando su ‘Estatuto
Epistemológico’, en lo que ha hecho buenos avances. Es un saber teórico-práctico, que
implica diversas disciplinas, biológicas y éticas y las pone en diálogo epistemológico
(dos formas de pensar que se conjugan para formar una nueva) con el fin de buscar y de
tratar de encontrar caminos éticos de solución a algunos de los problemas planteados al
hombre por las nuevas tecnologías. Para lo cual cuenta con, - según los diferentes
enfoques regionales de la Bioética -, diversos criterios de valoración de los problemas,
que ayuden a la deliberación y toma de decisiones correspondientes.
Ampliemos un poco estos dos componentes de la Bioética: Vida y Ética, diciendo antes
una palabra sobre cómo debe entenderse y asumirse la Bioética misma.
Dado que se trata de un movimiento mundial que suscita una nueva responsabilidad
(Ética) de parte de todos los seres humanos y organismos nacionales e internacionales a
favor de la Vida, cada que se use la palabra Bioética deberán entenderse personas
concretas e instituciones, en un número cada vez creciente, que van tomando conciencia
de los abusos que se vienen cometiendo contra los seres humanos, en forma de torturas,
guerras, guerrillas, toda clase de violencias, de asesinatos, violación de derechos, entre
otros, y contra todas las formas de vida, recursos naturales, el medio ambiente, etc.
El vocablo que recoge todos estos hechos es Bios, de los cuales se ocupa una serie de
disciplinas que se vienen uniendo a este clamor universal a favor de la Vida.
Todo bioeticista debe profesar una verdadera pasión por la vida en peligro, por los seres humanos, gravemente afectados por los avances de la tecnología. Las disciplinas no son
fines sino medios de atender en forma seria y estructurada los problemas sociales.
Veamos su segundo componente: la Ética.
Ethos: Ética. Los últimos siglos han marcado un crecimiento casi incontrolable de la
población mundial. De mil millones de habitantes a principios del siglo XIX pasamos a
tres, a principios del XX, y a seis largos a principios del siglo XXI; lo cual obligó a gobiernos a manejar gigantescos problemas de población y a las familias a limitar la natalidad. Grandes descubrimientos e inventos innumerables, superiores en un siglo (siglo XX) a todos los obtenidos en todos los siglos anteriores, precipitaron cambios radicales y acelerados, en la sociedad, en la familia y en los individuos. La industria, el
comercio, el turismo, los medios de transporte y comunicación conocieron un desarrollo
no visto en los siglos anteriores. Las ciencias de la conducta, - ética, moral, urbanidad,
entre otras, - se sintieron incapaces de responder a los problemas morales y dilemas
éticos planteados a estados, instituciones, familias e individuos por los hechos de una
nueva era que se va imponiendo a la sociedad. Se fue notando a lo largo del siglo XX un
divorcio o separación entre ciencia y ética, entre tecnología y responsabilidad, lo cual
produjo males sin cuento para el hombre y para el planeta en que habita.
No hay que desesperar. Son gravísimos, es cierto, los abusos causados por el hombre,
indicio de su falta de responsabilidad, pero también es cierto que la historia nos
confirma que el hombre siempre ha salido adelante de situaciones semejantes o peores,
proporcionalmente. A grandes males, grandes remedios.
La Bioética se presenta a finales del siglo XX como una macroética que viene en auxilio
del Hombre y del Planeta Tierra. La Vida clama Ética, y el siglo XXI se ofrece como el
escenario de un diálogo interdisciplinario a todo nivel a favor de la vida y del Medio
Ambiente. Observa N.J. Barril: “En lo concerniente a la naturaleza nosotros somos como un cáncer cuyas células extrañas se multiplican sin control, descaradamente exigiendo el alimento que todo cuerpo necesita.” Ante este hecho se pregunta Potter: “¿Es el destino del
Hombre ser para la tierra viviente lo que el cáncer es para el Hombre?”12
2.- Interdisciplinariedad
La interdisciplinariedad le es esencial a la Bioética. Digamos una palabra sobre ella y su
función esencial en la Bioética. Ya Potter, sin ser un filósofo, insinuó la
interdisciplinaridad el poner en diálogo la vida y la ética.
Las disciplinas se han diversificado y crecido en tal manera que resulta prácticamente
imposible tratarlas por aparte, fuera de que los problemas de la vida moderna revisten
tal complejidad que no pueden ser abordados por una sola disciplina. Con todo, no hay
que entender por interdisciplinariedad una mera yuxtaposición o acumulación de
disciplinas que aporte cada una por su cuenta su grado y peculiaridad de saber para el
estudio del problema. Tal yuxtaposición no pasaría de una mera multidisciplinariedad.
La interdisciplinariedad le añade a la multidisciplinariedad una interrelación en la que
cada disciplina aporta lo suyo al estudio de un problema pero de tal manera que todas
las otras entren en un proceso grupal de estudio y análisis del mismo problema con
provecho para todas las demás. Todas salen aportando y todas salen ganando de oír y
ser oídas con tolerancia, respeto y búsqueda de la verdad. “Se pasa de lo reduccionista a
lo global, de lo unívoco a lo polisémico. Hay un proceso de aprendizaje, de
construcción procesual”, según observa la filósofa Teresa Asnariz en su valioso artículo:
De qué hablamos cuando hablamos de Bioética, en ¿Qué es Bioética?13. Sólo así se da
paso a una nueva disciplina formada de dos o más disciplinas.
Cuando se trata del ejercicio de la Bioética en sus múltiples formas de aplicación, -
comisiones, comités, foros, diálogos de la vida diaria, entre otros - se debe aplicar esta
interdisciplinariedad creando espacios que la propicien y luego proceder a su aplicación
en dos momentos que me permito sugerir.
Crear espacios de interdisciplinariedad. Para un ejercicio eficiente de la Bioética, se
requiere crear espacios de diálogo interdisciplinar. Los grupos o comités deben estar
conformados por especialistas de diversas disciplinas, guiados y coordinados, a ser
posible, por un especialista en Bioética. Se debe partir del presupuesto que nadie posee
toda la verdad, sino parte o aspectos de ella, lo cual ayuda para mirar el objeto,
(fenómeno, problema, dilema) desde diversos enfoques o aspectos. Se debe profesar
mutuo respeto a la persona y a los puntos de vista de cada uno de los presentes. Cada
12 Biology and Medicine, vol 14, N 1, Autum 1970, pp 127-153
13 Llano Escobar, Alfonso, S.J., “¿Qué es Bioética?”, 3R Editores, Bogotá, 2001, p 187.
uno tiene derecho a oír y a ser oído, a preguntar y ser interrogado, a opinar procurando
siempre dar razones para sostener su punto de vista por vía de razonamiento y sensatez
y no de autoridad. Creado el espacio propicio para el diálogo interdisciplinario se pasa
al:
Primer momento: análisis interdisciplinario del problema. El bioeticista coordinador
pasa a presentar el objeto o problema que va a ser sometido a estudio. Se establece una
interrelación mutua entre cada uno de los participantes y el bioeticista coordinador. No
se trata de una suma sino de una transformación y purificación y crítica de los diversos
enfoques con que se aborda un mismo fenómeno o problema concreto. En este primer
momento, estrictamente interdisciplinario, no se hace todavía una valoración moral del
problema. Si afloran preguntas éticas el bioeticista coordinador deberá anotarlas para
tratarlas en su momento sin dar cabida todavía a su análisis por el grupo. En este primer
momento de la discusión los presentes actúan como especialistas que miran desde su
ángulo o especialidad el problema para enriquecer su análisis.
3.- Segundo momento: transdisciplinar.
Transdisciplinariedad no es lo mismo que la interdisciplinariedad; significa un paso
más. En aquella, se estudia un objeto o problema desde diversos ángulos de vista, según
cada uno de los profesionales o especialistas que estén presentes en el grupo. En cambio
en la transdisciplinariedad se busca una convergencia a partir de una sola disciplina que
las transciende y permea a todas, en nuestro caso, la ética. “Se genera un espacio común
nuevo en el que se diluyen las fronteras de cada disciplina. Ambas, la Inter y la
transdisciplinariedad son momentos de construcción grupal de espacios. En uno el perfil
profesional se reconoce más que en otro, en donde el esfuerzo de conceptualización ha
superado límites convencionales de mirada sesgada. Todos deberán ponerse de acuerdo
en el criterio que va a utilizarse como punto de referencia para la valoración moral del
problema.
En este segundo momento prevalece el enfoque ético. “Los participantes pasan de
médicos, filósofos, asistentes sociales, abogados, etc. a bioeticistas médicos, filósofos,
asistentes sociales, abogados, etc. Y esto no es un mero cambio de lugar de los términos
sino un posicionamiento cualitativamente diferente que exige reconstrucción conjunta
del objeto. Son momentos que se siguen en una secuencia tal que incorpora la anterior y
aumenta progresivamente, introduciendo modificaciones en el proceso, en un camino
dialéctico, en espiral”14.
Aplicaciones: el ejercicio de la Bioética tiene lugar en muchos niveles y en muchas
clases de diálogo o foro. Puede aplicarse en comisiones nacionales de Bioética como en
comités clínicos para el estudio de casos o problemas. Es sumamente útil para dirigir
foros nacionales o internacionales en torno a problemas que requieran la visión
interdisciplinaria y transdisciplinaria de la Bioética. En todos estos casos se requiere la
presencia de un bioeticista que sepa coordinar y dirigir la discusión, creando, ante todo,
el espacio propio del diálogo interdisciplinar, y distinguiendo luego los dos momentos
de la discusión.
Las funciones del bioeticista en todo grupo o comité pueden sintetisarse en estas tres:
identificar preguntas éticas, saber plantearlas y enseñar a resolverlas, preguntando a
todos los presentes su parecer al respecto, que cuidará de fundamentar. El moderador,
procurará buscar consensos en torno a cada una de las preguntas éticas que se quieran
14 Teresa Asnariz, Ibidem, p 188. resolver, pero en ningún caso le es lícito presionar a los presentes para llegar al consenso: este debe ser fruto maduro de la discusión y valoración. Si no se llega a él, se suspende la sesión, que puede ser continuada en otra ocasión.
4.- Bioética: ‘Biología y Sabiduría en Acción’
Cuanto más nos adentremos en el pensamiento de los ‘grandes’ de la Bioética más nos
iremos acercando a su esencia. Van Rensselaer Potter en octubre de 1970 escribió un
artículo en la revista Biology and Medicine, con el título ‘Bioethics, the Science of
Survival’15 cuyo valor histórico consiste en que allí apareció por primera vez el vocablo
Bioethics en un escrito público. El subtítulo de este artículo también es digno de mención, dice así: ‘Biology and Wisdom in Action’ (Biología y Sabiduría en acción).
Empecemos comentando el título: Bioética, la ciencia de la Supervivencia. Potter ve y
siente los males que aquejan al Hombre y al planeta Tierra, y da una voz de alerta ante
el peligro en que se encuentran. Ambos corren grave peligro, hecho que viene
confirmándose a medida que pasan los años y aparecen en la prensa nuevas voces de
alarma con datos concretos sobre la crisis planetaria que se avecina. La Bioética surge
como una ciencia que quiere aportar luces, reflexiones, métodos que miran a la
supervivencia del Hombre y de su Medio Ambiente. No hay duda: la humanidad tiene
necesidad urgente de una nueva sabiduría para la supervivencia del hombre y para el
mejoramiento de la calidad de vida. Sabiduría, del vocablo latino ‘sapientia’ no es un
simple conocimiento. Con esa palabra el libro sagrado del Antiguo Testamento, está
aludiendo a un conocimiento ‘sápido’, gustoso, un conocimiento que no se hace propiamente con la inteligencia sino con la sensatez de la conciencia. Ayuda a gustar de las cosas y personas ‘gustosamente’, acertadamente. Este concepto de sabiduría como una guía para la acción podría ser llamado ‘la ciencia de la supervivencia’, seguramente el prerrequisito para el mejoramiento de la calidad de vida.
La ciencia de la supervivencia debe ser construida sobre la ciencia de la biología, ampliada más allá de sus fronteras tradicionales para dar cabida a los elementos más esenciales de las ciencias sociales y humanas. Con la Bioética se trata de ponerle sabiduría a la vida, a la acción que se ocupa de la vida y del medio ambiente.
El subtítulo sugiere algo más: ‘La Biología y la Sabiduría en Acción’. “En el pasado,
escribe Potter, la ética fue considerada la rama especial de las humanidades en un
currículo universitario de Artes Liberales. La ética constituye el estudio de los valores
humanos, el ideal de carácter, moral, acciones y metas humanas en términos históricos;
pero sobre todo la ética implica acción según estándares morales. Lo que ahora debemos
enfrentar es que la ética humana no puede ser separada de un entendimiento realista de
la ecología en el sentido más amplio de la palabra. Los valores éticos no pueden
separarse de los hechos biológicos”. Bioética, la ciencia de la supervivencia, de Van
Rensselaer Potter16, Y poco más adelante dice Potter: “Una ciencia de supervivencia debe ser más que una
ciencia sola, y por consiguiente propongo el término ‘Bioética’ para poder enfatizar los
dos más importantes componentes para lograr la nueva sabiduría que tan
desesperadamente necesitamos: conocimiento biológico y valores humanos”17.
Resumiendo: según la mente de Potter, ‘padre’ de la Bioética, la Bioética conjuga
interdisciplinariamente dos clases de saberes, los biológicos y los humanos, pero no
15 Biology and Medicine, vol 14, N 1, Autum 1970, pp 127-153
16 Llano Escobar, Alfonso, S.J., “¿Qué es Bioética?” 3R Editores, Bogotá 2001, p 27 17 Ibidem para formar una disciplina abstracta y contemplativa sino eminentemente práctica; de
esta conjugación entre ciencia y ética tiene que resultar un saber práctico que nos lleve a
la acción. Sin teoría no hay Bioética, pero igualmente, sin acción tampoco la habrá tal.
Observa Potter en el artículo mencionado: “En esta época de la especialización parece
que perdimos el contacto con los recordatorios diarios (las tradiciones) que debieron
haber llevado al hogar la verdad de nuestros ancestros: el hombre no puede vivir sin
cosechar plantas ni matar animales. Si las plantas se marchitan y mueren, y los animales
dejan de reproducirse, el hombre se enfermará y morirá y no logrará preservar su
especie. Como individuos no podemos permitirnos dejar nuestro destino en manos de
los científicos, ingenieros, tecnólogos y políticos que han olvidado o que nunca
conocieron estas simples verdades… El destino del mundo descansa sobre la
integración, preservación y extensión del conocimiento que posee un número
relativamente pequeño de hombres, que hasta ahora ha comenzado a darse cuenta de lo
inadecuada que es su fuerza, frente a la enormidad de la tarea que les espera”18.
Quede claro: para Potter, no puede haber Bioética sin los dos temas centrales que la
definen como disciplina: Bios y Ethos, que se han venido ampliando como ciencias de
la vida y valores humanos que, conjugados en una nueva disciplina, entran en acción
orientando y humanizando la inmensa red de biotecnologías que intentan ahogar al
hombre moderno y destruir su habitat.
Ya vamos formando la ‘ipseidad’ o contenido esencial de esta disciplina, núcleo que
deberá aparecer a lo largo del tiempo de tal modo que identifique a la Bioética como
‘mismidad’. Sigamos buscando estos elementos esenciales en los maestros de la
Bioética.
5.- Francesc Abel y la Responsabilidad
Otro de los pioneros de la Bioética es el jesuita catalán Francesc Abel quien hizo su
tesis doctoral en medicina bajo la dirección del Dr. Andrew Hellegers, primer director
del Kennedy Institute of Ethics de la Universidad de Georgetown, Washington, fundado
el 1 de julio de 1971. Abel tuvo la suerte de presenciar el nacimiento y desarrollo de la
Bioética (1970-1975) en este que es uno de los dos primeros institutos de Bioética de
los Estados Unidos y del mundo, para luego regresar a Cataluña, España, y fundar allí, a
partir de 1976, el primer centro de Bioética de Europa, cuarto en el mundo, con el
nombre ‘Instituto Borja de Bioética’ con sede en el bello pueblito de Sant Cugat del
Vallés, cerca de Barcelona, España, recientemente movido a la misma ciudad de
Barcelona. En un Congreso de la FIUC (Federación Internacional de Universidades
Católicas) tenido en Buenos Aires, Argentina, el año 1982, Abel presentó una ponencia
con el título ‘Bioética: un nuevo Concepto y una nueva Reponsabilidad’19. De allí
tomamos su definición de Bioética: “La Bioética es el estudio interdisciplinar de los
avances creados por el progreso biomédico (sea a nivel de la relación individual, sea a
nivel institucional, interinstitucional o de estructura social) y su repercusión en la
sociedad y su sistema de valores”. Ibidem p 104. Cita a continuación la definición que
da David Roy, quien fundó en Montreal, Canadá, en 1976 el tercer Centro de Bioética:
“Preocupación sistemática e interdisciplinar del conjunto de condiciones necesarias para
realizar un servicio responsable a la vida y a la vida humana”20. 18 Ibidem 19 Llano Escobar, Alfonso, S.J. “¿Qué es Bioética?”, 3R Editores, Bogotá, Colombia, 2001, pp 85-118 20 Ibidem
Presenta, luego, la definición de Bioética de un gran moralista norteamericano, James Gustafson quien dice: “Bioética es la aceptación de la responsabilidad de proteger la
vida humana en un mundo caracterizado cada vez más por el desarrollo acelerado y
complejo de las ciencias biomédicas”21.
Abel pone, luego, de relieve las características de la Bioética según estos autores:
1) Carácter interdisciplinar
2) El diálogo como metodología
3) Compartir valores, filosofías y responsabilidades en la elección de los valores
que han de guiar la evolución de la humanidad22.
Me permito añadir a estas características un elemento que aparece en el título y
contenido de la ponencia de Abel y en la definición de Bioética que aporta Gustafson: la
responsabilidad.
Esta, ya conocida en el ámbito jurídico social, como una responsabilidad de corto
alcance, adquiere con la Bioética una dimensión de largo alcance frente a los
gigantescos avances logrados en el siglo XX por la biotecnología. Hans Jonas hizo un
notable aporte a esta dimensión de la Bioética con su densa obra: “El Principio
Responsabilidad” 23. No le queda corto el llamado de atención que lanza Fukuyama en
“El Fin del Hombre”24. La Bioética está despertando la gran responsabilidad que recae
sobre gobiernos e investigadores en cuanto se refiere al futuro de la humanidad.
Pero, no, algo más, mucho más. La Bioética es una responsabilidad de todos. Todos
recibimos, todos tenemos que dar. Ya no podemos pensar sólo en nosotros mismos, ni
siquiera en nuestra familia o ciudad. Potter nos invita a todos a pensar en el futuro del
Planeta Tierra y de toda la Humanidad, cuando dice en su ‘Credo’ bioético: “Creo y
acepto el carácter definitivo de la muerte, como parte necesaria de la vida. Confieso mi
veneración por la vida; mi creencia en la fraternidad de todos los hombres y el
convencimiento de que tengo una obligación con las futuras generaciones. Por tanto, me
comprometo a vivir de tal manera que haga bien a la vida de mis amigos, los hombres
presentes y futuros y sea recordado favorablemente por aquellos que me sobrevivan”25.
6.- Daniel Callahan, fundador del Hästings Center, de Nueva York.
Callahan figura entre los pioneros de la Bioética. Ya en 1969, con su colega William
Gayling, fundó sobre las riberas del río Hudson, no lejos de Nueva York, USA, el
primer centro de Bioética, sin que utilizara este nombre. Allí reunió a notables eticistas
para reflexionar sobre los grandes problemas morales del momento: población,
regulación de la natalidad, aborto, entre otros. Se trataba de crear un contexto
interdisciplinario apto para la reflexión, la deliberación y la toma de decisiones.
En 1973 publicó en el primer número de la revista del Hästings Center, un artículo con
el título “Bioethics as a discipline”26. Allí leemos: “Un primer trabajo, por lo demás
obvio, del eticista (léase bioeticista) es simplemente el de tratar de señalar y definir los
temas que plantean problemas morales. Un segundo, y no menos evidente, es
21 Ibidem 22 Ibidem 23 Jonas, Hans, “El Principio de Responsabilidad” Edit Herder, Barcelona, 1995 24 Fukuyama, Francis, “El Fin del Hombre”, Ediciones B, S.A., Barcelona, 2002. 25 Potter, Van Rensselaer, Global Bioethics”, Michigan State University Press, Appendix 2, p 194.
26 Callahan, Daniel, “Bioethics as a Discipline” en the hastings center Studies, Vol. 1, 1973, p 66. proporcionar algunas formas sistemáticas de plantear y resolver los problemas morales
que han sido indicados. Una tercera tarea, y con mucho la más difícil, es la de ayudar a
los científicos y médicos a tomar las decisiones correctas. Y esto requiere la voluntad de
aceptar todos los hechos médicos y casi todos los científicos; con esto lo que quiero
decir es que, en su momento oportuno, hay que dar por terminado el diálogo y hay que
llegar a tomar una decisión, una decisión tal que sea la más correcta y no la
equivocada”27. Ya dijimos que la Bioética es práctica. No es contemplativa. Va dirigida a la acción, una
acción que salga de una decisión tomada en un grupo interdisciplinario. Aquí radica su
novedad: integrar en un consenso de opiniones y de pareceres, la verdad más
aproximada con respecto al análisis de un problema y de su posible solución.
De aquí que sin constituir su definición, sino un aspecto importante de su ser y de su
obrar, la Bioética se viene entendiendo cada vez más como un método bien disciplinado
y estructurado en orden a valorar un problema o un dilema ético y a tomar la decisión
más adecuada para su solución.
Con toda razón la Unidad de Bioética de la OPS de Chile define la Bioética como: “El
uso creativo del diálogo interdisciplinar para formular, articular y, en la medida de lo
posible, resolver algunos de los dilemas que plantea la investigación y la intervención
sobre la vida, la salud y el medio ambiente”.
No cabe duda, la Bioética como disciplina se estudia en los cursos de pre y posgrado en las universidades; y como diálogo interdisciplinario se usa en toda clase de comisiones, comités, foros y aún en la vida diaria de familias, empresas e instituciones para tratar de valorar y resolver algunos de los problemas planteados hoy día por la biotecnología al hombre contemporáneo.
Nos falta aquí un elemento esencial, un criterio o principio moral, sin el cual no es posible deliberar ni tomar decisiones. Toda persona o grupo que pretenda tomar una decisión necesita deliberar y valorar éticamente el problema o caso que quiere resolver.
Y valorar no es posible sin hacer referencia a un criterio o principio que ilumine el objeto ante la conciencia para que esta vea si el problema o caso encuentra una salida correcta y acertada. Este es el gran beneficio que espera de la ética el hombre del siglo
XXI: poner a salvo su propia vida y la del medio ambiente apelando a la sabiduría y a la
sensatez.
La UNESCO, organismo filial de la ONU, se viene ocupando en los últimos diez años
de la Bioética con su Comisión Internacional de Bioética (CIB), precisamente con el fin de poner a salvo la investigación y la aplicación de las tecnologías en torno a la genética. Para ello viene echando mano del criterio más universal y más aceptado mundialmente, a pesar de las quejas sobre su inevitable vaguedad e imprecisión: la
Dignidad de la Persona Humana. Así es como ha lanzado tres Declaraciones Universales, a saber: Declaración sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, en 1997; Declaración sobre los Datos Genéticos Humanos, el 2003 y Declaración sobre la Bioética y Derechos Humanos, el año 2005.
7.- Identidad de la Bioética
Podríamos seguir aduciendo más datos en búsqueda de los rasgos que caracterizan a la
Bioética desde su nacimiento y la identifican en el mundo de la Academia y en la 27 Ibidem p 54 sociedad. Con todo, creemos que los datos aportados sean suficientes para identificar su ser – ipseidad - en su comienzo y luego a través del tiempo – mismidad -.
Tratemos ahora de enunciarlos sin olvidar que desde un principio la Bioética se presentó como disciplina, como método interdisciplinario de tomar decisiones y como movimiento mundial a favor de la vida y del medio ambiente. Las tres modalidades son tres formas históricas como se viene presentando la Bioética en la sociedad, siendo la misma en el fondo, advirtiendo que como disciplina se estudia en las universidades, como método se usa en comisiones, comités, foros nacionales e internacionales, y como movimiento compromete cada día más y más gente en pro de la Biota y del Medio Ambiente.
Advertimos, entonces, que la Bioética en sus tres modalidades:
- reclama como objeto o temas de que se ocupa la Vida (hechos biológicos) y la
Ética (valores, virtudes), ambos asumidos con bastante amplitud;
- requiere como método el uso del diálogo interdisciplinar;
- enseña a tomar decisiones con referencia a un criterio universal;
- impone la macro-responsabilidad frente a la biotecnología;
- y finalmente propende por la defensa de la Biota y del Medio Ambiente que se encuentran en grave peligro.
8.- Identificación de la Bioética: ejemplos
Identificada la Bioética en sus características esenciales su identificación en la academia, por ejemplo, consistirá en aplicar dichas características en una disciplina que lleve por título Bioética. ¿Qué pueden esperar unos alumnos de pregrado de medicina o de otra carrera, ingeniería o derecho, si encuentran que una de las disciplinas anunciadas en el pensum o programa de estudio es Bioética? Respondo que si el director del programa sabe de qué se trata en Bioética cuando la incluyó en el programa, tuvo que haber tenido en mente la disciplina conocida como Bioética a la cual le asignó un profesor con título en Bioética. Este, seguramente, seguirá un texto y un programa en que entran las características de que hablamos arriba.
Si este profesor quiere desarrollar en clase varios temas de Bioética, supongo que estará iniciado en el método interdisciplinar para aplicarlo en el desarrollo de dichos temas.
Pongo un ejemplo: el aborto. Lo primero que hará será identificar algunas preguntas éticas y enseñará a los alumnos a identificarlas una vez que descomponga en subtemas o temas concretos un tema tan basto como el aborto. Preguntará a los alumnos qué tema concreto desean analizar y valorar. Deberá dar a los alumnos la oportunidad de opinar, indicando que quien opine debe justificar con razones sensatas y convincentes su punto de vista. Debe establecer un criterio o punto de vista con respecto al cual los alumnos puedan valorar el asunto en cuestión. Puede sugerir el de la dignidad de la persona humana, para lo cual sería de desear que hubiera desarrollado y fundamentado en una clase anterior dicho criterio, para poderlo aplicar en un problema concreto, como el del aborto, o uno de sus problemas éticos.
Otro de los casos en que convendría aplicar la identidad de la Bioética es cuando se solicita a un bioeticista un artículo para una revista o la presentación de una charla sobre Bioética.
Aquí conviene distinguir con cierta precisión si se trata de hablar sobre la Bioética misma, como disciplina, o sobre un tema visto desde la Bioética o tratado con el método de la Bioética. En el primer caso, el expositor debe tener presente la disciplina misma y estar bien preparado y experimentado en el conocimiento y enseñanza de la Bioética. Su exposición deberá tener presentes las características de la Bioética para ceñirse a ellas y
no ir a defraudar a los oyentes.
No resulta lo mismo cuando se le solicita la exposición de un tema, entre los muchos que ofrece la biotecnología actual, para desarrollar desde el punto de vista de la Bioética o bien, con el método de la Bioética. ¿Qué diferencia habría si se le solicita presentar dicho tema desde la ética solamente? Suelo hacer esta pregunta para ver si el expositor tendrá en mente las características de la Bioética para enfocar el desarrollo del tema desde dicha disciplina o no. Dígase lo mismo si se trata de conformar un comité para una institución de salud. No es lo mismo que el comité sea de ética o que sea de Bioética. En este caso, lo miembros del comité deberán pertenecer a diversas disciplinas y actuar como tales en las reuniones del comité. Si todos son médicos y actúan como tales en el comité difícilmente el comité será de Bioética, porque, para empezar, le falta la interdisciplinariedad, la cual también estará ausente cuando se trate de analizar un problema.
9.- Identidad esencial ante todo: la interdisciplinariedad
El peligro de una pérdida de identidad de la Bioética es evidente. Desde su origen norteamericano - de hace poco más de treinta años hasta hoy - se extendió a todo el mundo y cubrió todos los niveles de la educación, de la sociedad y de los estados. Se podría decir que está a la orden del día de especialistas y no especialistas. Goza de un
cierto ‘sex appeal’ que hace de ella una etiqueta atractiva que todo mundo quiere
ostentar; pero el problema es que de ser tan manoseada sin ser estudiada corre el riesgo
de perder su identidad y dejar de ser lo que está llamada a ser.
De aquí que si nos preguntaran cual sería su identidad esencial para que al menos fuera identificada por esa característica no dudaría en responder que la interdisciplinariedad o diálogo entre dos dimensiones de la vida moderna: la biotecnología y la ética. Se trata de infundir ética a la tecnología moderna pero no de una manera impositiva sino precisamente a través del diálogo a todo nivel: entre la ciencia y los valores, entre los científicos y los eticistas, entre los miembros de un comité de Bioética, de una Comisión Nacional del Bioética, de un foro nacional o internacional, y aún en la vida diaria, entre otros.
Hay que llevar la Bioética hasta la vida cotidiana, pero salvando su identidad esencial.
Así lo sugiere Fernando Lolas en el libro ‘Ética e Innovación Tecnológica’ cuando dice:
“La bioética se instaló en el discurso social al comprobarse transgresiones a los derechos de las personas en nombre del bienestar y de la ciencia.” Y poco más adelante añade: “Así como se demanda calidad en la adquisición de nuevos conocimientos, la ampliación del ideario bioético exige también que la práctica rutinaria y corriente esté imbuida de defendibles principios morales. Ya no el caso espectacular sino el trabajo cotidiano debe ser permanentemente resguardado de los yerros morales, de las transgresiones, del dolo y del delito.” “La realidad humana es siempre mudable y, precisamente, al fundar en el diálogo y la deliberación la adopción de prácticas o su perfeccionamiento se dota a las comunidades con la práctica de una herramienta que seguirá en sus oscilaciones la opinión de los expertos, los conceptos de eficacia y eficiencia, la satisfacción de los usuarios y la armonía en que deben desarrollarse todas las actividades sociales.
La bioética, como procedimiento para formular y resolver dilemas, pertenece ya a nuestro entorno más familiar. Puede enseñarse, debe ser aprendida y, como discurso, debe generalizarse”. Fernando Lolas Stepke editor Artículo: ‘Principios bioéticos y calidad de la atención médica’28.
III- PERSONA Y BIOÉTICA
1.- Fundamentación antropológica.
Dijimos arriba que una de las funciones principales de la Bioética es deliberar y tomar decisiones en forma interdisciplinaria en toda clase de grupos o foros frente a un mundo tecnificado que demanda cada día responsabilidades colectivas de gran trascendencia para individuos y comunidades.
Ahora bien: no se puede valorar un problema, deliberar sobre una decisión que tomar si no se tiene en mente un criterio que sirva de punto de referencia y de valor universal.
Tal criterio ya fue asumido por los grandes Organismos al hacer Declaraciones Universales de Derechos Humanos: es el hombre y más concretamente la dignidad de la persona humana.
2.- Bioética y Evolución: Dignidad de la Persona Humana
Pero, ¡atención! que aquí entra en juego una forma nueva de entender y aplicar este fundamento: no se trata de un hombre abstracto, metafísico, universal ni menos de una dignidad conceptual. No. La Bioética encuentra su fundamento en la persona concreta de cada bioeticista y de cada ser humano con el que se entra en comunicación. Este enfoque nuevo nace de un entendimiento y toma de conciencia de uno mismo a la luz de la Evolución: soy fruto de una Evolución millonaria en años, de donde brota un nuevo paradigma antropológico.
Sugiero la lectura del valioso librito de Leonardo Boff que lleva por título: Principio- Tierra29. Sobre todo sugiero la lectura del capítulo 5: “El Nacimiento del Nuevo Paradigma: La Comunidad Planetaria”, que comienza así: “Hoy estamos entrando en un nuevo paradigma. Es decir, está naciendo una nueva forma de diálogo con la totalidad de los seres y de sus relaciones. Evidentemente continúa el paradigma clásico de las ciencias con sus famosos dualismos… Pero, a pesar de todo esto, en razón de la crisis actual, se está desarrollando una nueva sensibilización para con el planeta como un todo. De aquí surgen nuevos valores, nuevos sueños, nuevos comportamientos, 28 Stepke, Fernando Lolas, “Etica e Innovación Tecnológica”, editado por el Centro Interdisciplinario de Estudios en Bioética (CIEB. Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo. Universidad de Chile. p 214.
29 Colección Iglesia Nueva, N 117, Indo-American Press Service Editores, Bogotá, 1996, p35 ss. asumidos por un número cada vez más creciente de personas y de comunidades. De esta
sensibilización previa es de donde nace, según Th. Kuhn, un nuevo paradigma. Todavía
se está gestando. No ha nacido totalmente. Pero está dando los primeros signos de
existencia. Ya comienza un nuevo tipo de diálogo con el universo”.
De donde deducimos que al verdadero bioeticista no le basta para ser tal, aplicar al diálogo la interdisciplinariedad, sino que debe partir de una nueva visión de la realidad que lo implica a sí mismo y a todos los demás seres humanos, en especial aquellos con los cuales entra en relación, y a todos los seres de la creación. Se trata de vivir una verdadera y nueva ‘fraternidad universal’. Ya Francisco de Asís, en el siglo XIII, modelo ideal del bioeticista, nos invitaba a vivir esta fraternidad a la luz de la fe, llamando hermanos a los astros, a los animales y a las flores, cuánto más a los seres humanos; hoy la Bioética nos invita a practicarla a la luz de la ciencia, como una verdad adquirida que debe pasar a la acción. Igualmente, al hablar de la dignidad de la persona humana como fundamento de la Bioética y de la valoración de los problemas y de la toma de decisiones, no puede el bioeticista apegarse inútilmente a un concepto abstracto y vago de dignidad sino que
debe asumir, siguiendo a Kant, la dignidad propia y la de cada ser humano - con que se
relaciona - como un valor absoluto, criterio vivencial, fin en sí mismo, y nunca usarlo sólo como medio30.
3.- Identidad y Persona en Bioética
Lo que dijimos en la primera parte como preparación de esta tercera, debe aplicarse como elemento esencial de la identidad de la persona. Debe darse una continuidad en el tiempo y una identidad en el contenido de la persona. En las discusiones en comités y foros es de capital importancia identificar a las personas presentes, conociéndolas por sus nombres, su hoja de vida, en la medida de lo posible, de tal modo que se forme un clima caluroso y humano que facilite el respeto, la tolerancia, cualidades imprescindibles del diálogo. Dígase lo mismo en el trato y relación médico paciente que debe formarse en el ejercicio de la medicina. El profesional de la salud debe tener muy presente de forma continua, que trata seres humanos y no enfermedades ni piezas de un hospital. La relación médico paciente, bastante perjudicada en las últimas décadas por razón de la fuerte dosis científica y técnica que se ha sumado al ejercicio de la medicina, debido a factores económicos, que mediatizan y empobrecen esta relación, viene reconquistada por la Bioética, sobre todo en los Estados Unidos, cuna de la Bioética por justificadas razones.
Finalmente, la Bioética de la vida diaria, en el hogar, en la oficina, en el club y en la calle, necesita identificar la persona del celador, de la señora de los tintos, del cliente, de la secretaria y del amigo.
4.- Identificación y Bioética
La identificación, para cualquier bioeticista, significa un esfuerzo diario por sacar del
anonimato a los seres humanos y objetos con que entra diariamente en relación. El
verdadero bioeticista vivifica las relaciones inclusive aquellas que terminan en seres
vivos e inanimados. A las cosas, empezando por el computador, el automóvil, el celular,
30 Kant, Emmanuel, “Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres”, edit. Porrúa, S.A.
Argentina, 1975, p 44. y los mil objetos electrónicos que rodean al hombre y a la mujer modernos, necesita de mucha personalidad para animar sus contactos personales y objetales. Se requiere algo más que memoria. Al bioeticista se le pide y se le exige que ponga en la punta de su ser comunicativo la memoria y la atención que lo lleven a identificar y profundizar en el ser y características del universo humano y vital que lo rodea. Su día será un diálogo luminoso y personalizado con todos los seres de la creación. ‘Seriedad con las cosas’ es el título de un sensato libro de Hans Urs von Balthasar31, teólogo alemán, que pide respeto no solo en el trato con los 31 Von Balthasar, Hans Urs, Seriedad con las cosas’, ediciones Sígueme, Salamanca, 1968.
CITAS DEL P. ALFONSO LLANO EN SU ARTÍCULO “IDENTIDAD DE LA BIOÉTICA Y DE
LA PERSONA
Potter 31 Biology and Medicine, vol 14, N 1, Autum 1970, pp 127-153 demás seres humanos sino precisamente con los seres inanimados para hacerlos partícipes del calor humano y mirar, así, por su conservación. Las cosas responden cuando se las trata con amor, no sólo los seres humanos y las plantas. Que lo diga quien las trata con respeto, dialoga con ellas, como lo hace con su mascota y lo haría con su automóvil.
IV- Conclusión
Espero que no le quede duda al lector de la necesidad absoluta de salvar la identidad de la Bioética, para salvarla del naufragio, del que corre un evidente peligro, pero igualmente, de la necesidad de la identidad de la persona como fundamento de la Bioética en su sentido abstracto y concreto, para un ejercicio fecundo a todo nivel de la Bioética. La identidad, como pudo verse, es algo más que una idea abstracta, filosófica, estéril. No. Es todo un principio de acción para el bioeticista que de veras quiere fundamentar la Bioética no sobre principios abstractos, sino sobre seres humanos de carne y hueso, de vida personal digna, dentro de un nuevo paradigma que invita a la fraternidad humana.