27 April 2024
 

Biotecnología de la procreación y de la clonación

Pontificia Universidad Lateranense. Ciudad del Vaticano, 28 de febrero de 1998.   Prof. Dr. Hugo O. M. Obiglio Instituto de Etica Biomédica

Pontificia Universidad Católica Argentina

                Los medios de comunicación masiva han repetido en este último tiempo, y hasta el cansancio, los logros obtenidos en el campo de la Genética. Para la mass media la posibilidad, primero, de procrear artificialmente un ser humano y luego de clonar un mamífero superior, han sugerido la deificación del científico. Sin embargo, la sensatez en el análisis de estos hechos ha llevado a prestigiosos intelectuales interesados en el tema a publicar sus reflexiones al respecto. Algunos de ellos se encuentran hoy aquí presentes y sus trabajos nos han posibilitado el profundizar en este difícil, inestable y sorprendente campo de la ciencia.

 La procreación artificial abre las puertas a la Ingeniería Genética a través de la posibilidad de manipular el embrión in toto o a su patrimonio cromosómico. Es decir, adentrarnos en la intimidad del ser.

Podríamos decir que en este último medio siglo, han ocurrido dos hechos científico-tecnológicos que han conmovido al mundo, a tal punto que nos han llevado a re-pensar en el qué somos y hacia dónde vamos. Me refiero, cronológicamente, a la fisión del átomo y a la clonación.

Es a la tecnología y a las consecuencias que se siguen de su aplicación, a lo que el hombre debe prestar una mayor y especialísima atención.

Nuestra época se encuentra surcada por profundas contradicciones cuyo punto de partida resulta de la confrontación entre el progreso científico y técnico y el hecho moral.

Como dice H. Jonas, "el principal desafío ético de nuestro tiempo lo constituye la convergencia de dos factores: la degradación metafísica del hombre como producto de la ciencia moderna y el enorme crecimiento de su poder gracias a la tecnología moderna. El saber técnico sobre la vida humana no sólo ha tomado ventaja sobre la sapiencia y ha rehusado ser guiado por ella, sino que pretende reemplazar totalmente todo residuo del sentido del misterio, sometiendo el momento decisivo y delicado del vivir, en un hecho de tipo técnico (...) La biotecnología aplicada al hombre es quizás el punto extremo que puede alcanzar la globalización de la ciencia moderna. La misma puede caracterizarse como ‘reduccionista’ en el sentido preciso de tender a reducir los niveles más altos y menos cercanos de la realidad, como aquellos psicológicos y espirituales, a los niveles más bajos y completamente controlables. El proyecto científico y tecnológico integral toma por objeto siempre a su mismo autor en un intento prometeico que se resume en la idea fuerza de la manipulación del ser humano."

Una revisión de los alcances de inteligencia humana, próximos a finalizar este siglo XX, marcan el intento de integrar este progreso científico con la reflexión filosófico-antropológica.

"En efecto, la pregunta, ‘qué es el hombre?’, suscitada por la Iglesia a la luz del Hijo de Dios encarnado, que ‘revela plenamente el hombre al propio hombre’, puede sostener la reflexión sobre el ser. El dato que el hombre se encuentre existiendo en el mundo, engendrado como un nuevo individuo por un acto de procreación biológica, pero, más aún, el hecho de que existe como un ser espiritual, constituye un enigma que no se puede explicar, completamente, ni por la casualidad (tanto es así que el hombre es capaz de considerar y reconocer el mundo), ni como resultado de una necesidad. De ahí que, cuando el hombre reflexiona sobre sí mismo y sobre su misterio, puede entender, por una parte, que no es un producto ciego del azar y, por otra, que su puesto podía haber sido ocupado por ‘otros’ y no se sabe por qué le ha tocado precisamente a él. De este modo se encuentra siempre ante una pregunta llena de estupor (staunen)."

Las grandes metas conseguidas en las ciencias positivas constituyen en sí mismas medios para favorecer y facilitar la vida. Si la razón se ofusca y su obcecación confunde lo que son medios, en fines, las ciencias de la vida se convierten automáticamente en ciencias de la muerte, porque se revelan contra su propio autor: se revelan contra el hombre.

Como corolario de lo dicho deseo enfatizar que el gran reto, el desafío de las ciencias en los umbrales del año 2.000, está en que el hombre vuelva a sus raíces, en que se redescubra. En que el único ser racional, capaz de preguntarse quién soy, de dónde vengo, a dónde voy,...dé con la simple respuesta válida. El hombre no es únicamente fruto de leyes biológicas, sino de la voluntad creadora de Dios. El hombre ha sido creado por Dios, a su imagen y semejanza, con la misión de darle gloria.

Para tomar real dimensión de estos acontecimientos científicos en el campo de la Ingeniería Genética, creemos necesario recordar brevemente los tipos de reproducción existentes en la naturaleza.

Existen en el mundo vivo dos procedimientos de reproducción presentes tanto en el Reino Vegetal como en el Animal, con características específicas bien diferenciadas: el asexual y el sexual.

La reproducción asexual parte de un sólo individuo, del cual se desprende una porción que se transforma en un nuevo ser semejante a su progenitor.

La reproducción sexual, en cambio, se basa en la producción de dos células especializadas, llamadas gametos, procedentes de dos progenitores sexualmente distintos, pero de la misma especie.

Las células reproductoras o gametos son producidas, tanto en animales como en vegetales, en unos órganos sexuales que en los animales se llaman gónadas. Existen por tanto, gónadas masculinas -testículos- y gónadas femeninas u ovarios; suponiendo la posesión de unas u otras el carácter sexual primario que diferencia a los individuos de una misma especie.

La fecundación es el proceso biológico en el cual se unen dos gametos de sexo diferente, pero de una misma especie, para dar lugar a una única célula llamada célula huevo o cigoto.

En la reproducción sexual humana, desde el comienzo de la historia de la humanidad, dos gametos diferentes se unen para dar lugar al cigoto. Sin embargo, en la Naturaleza se presentan determinados casos en que una sola célula sexual por sí misma es capaz de generar un nuevo individuo. Es un caso especial de generación sexual en la que hay producción de gametos, pero no fecundación. En las especies animales en que se da este fenómeno llamado partenogénesis, un óvulo virgen, sin colaboración alguna del espermatozoide, da lugar a todo el proceso embrionario hasta culminar con un nuevo ser semejante a su único progenitor. En unos casos, estos óvulos son diploides, por no haberse realizado previamente la meiosis, y se desarrollan en un individuo también diploide; en otros, los óvulos sin fecundar son haploides, y el producto de su desarrollo es un animal haploide.

Es suficientemente conocido que no existe naturalmente en los mamíferos y por ende en el hombre, pero los experimentos de clonación marcan el camino de acceso a ella.

La producción experimental de embriones de seres superiores partenogenéticos se obtiene por actuación singular del óvulo, con ayuda de agentes físicos y químicos. Los ovocitos secundarios pueden duplicarse a diploides con compuestos como la citocalasina, y entonces son homocigóticos; también es factible fusionar dos ovocitos haploides para dar el diploide, con lo que se accedería a formar heterocigóticos. Si el núcleo procede de una célula somática de macho o de hembra se alcanzan embriones partenogenéticos de las clases androgenéticos y ginogenéticos, respectivamente.

Entre los inconvenientes básicos destacan los conectados con la disminución del pool genético, con sus inevitables uniformidad y empobrecimiento por pérdida de variedad de la especie. Los abusos en este terreno tienden a ser desmesurados, más aún si se llegan a romper las barreras entre la especie humana y la animal. Es recomendable a todas luces la prevención. El ir de menos a más es una cuestión de tiempo.

Desde el punto de vista moral, la objeción contra la obtención de seres humanos por clonación y partenogénesis son de una fuerza tal que, hasta para los más tolerantes, este intervencionismo genético es injustificable.

Desde el ordenamiento por Watson y Crick en 1953, del DNA, hasta la fecha, los avances en el campo de la Ingeniería Genética han sido grandes aunque no todo lo espectaculares que se pensaba que pudieran ser, ésto, hasta la clonación de Dolly, es decir, de un mamífero superior, y hace pocos meses atrás de Polly - previa translocación a su DNA de genes humanos.

Cuando Pincus y colaboradores comenzaron a llevar adelante sus experiencias con píldoras anticonceptivas, se inicia una nueva era de sexo sin concepción. Ahora nos enfrentamos, gracias a la procreación artificial -FIV-, a una concepción sin sexo, y a través de la clonación estaríamos incursionando en una reproducción no sólo asexual sino que también agámica.

En rigor de justicia, si el adentrarnos en el tema de la clonación es hacer referencia a un tipo especial de reproducción en los reinos vegetal y animal excluyendo hasta ahora al hombre, pocas consideraciones éticas caben hacer. Pero algunas conforman un peso mayor al imaginado, como aquellas vinculadas con la necesidad de mantener un razonable equilibrio en nuestro ecosistema.

Quisiera mencionar algunas de las causales que la mass media nos sugiere cuando les y nos preguntamos el porqué de la clonación en humanos. En un interesante trabajo que sobre clonación publicara en Medicina y Etica del pasado año Marta T. Michele y colaboradores, encontramos una serie ordenada de razones esgrimidas habitualmente, con el fin de justificar esta técnica:

1. el deseo de continuidad, perpetuación de la excelencia u otros similares, violando el principio de identidad del ser humano;

2. la clonación como fuente de órganos y tejidos de recambio;

3. como apoyo a las técnicas de reproducción asistida;

4. como facilitadora del diagnóstico genético, como lo sugirieran en 1993 Hall y Stillman en el Georgetown Washington Medical Center;

5. y como inspiradora de ciencia ficción.

Decíamos días atrás en la Academia Pontificia para la Vida, que muy distinta es la responsabilidad que asume el científico ante este nuevo "hacer" de la vida humana naciente. La manipulación del ovocito fecundado es contraria a la dignidad humana, como lo son la selección, el congelamiento y la fabricación de embriones a partir de gametas humanas

Aquí aportamos una nueva circunstancia que también vulnera la dignidad de la persona humana. Decía R. Colombo en una conferencia que diera en la Pontificia Universidad Católica Argentina, el pasado año: "Ya desde algunos años se practica sobre los embriones humanos obtenidos in vitro, en previsión de una transferencia a las vías genitales femeninas, una forma de selección en la esperanza de transferir sólo aquellos que tengan una mayor probabilidad de supervivencia, de implante y de desarrollo intrauterino. Selección practicada las más de las veces a través de criterios morfológicos o metabólicos. A estos últimos se ha agregado recientemente un ‘criterio genético (cariotípico y/o genotípico)’, disponible por la aplicación de las poderosas técnicas de la genética molecular: se trata de la llamada ‘diagnosis preimplante’.

He aquí por lo tanto, en manos de los embriólogos clínicos y de los médicos de la reproducción, una nueva y eficiente posibilidad de hacer nacer ‘individuos humanos cuidadosamente seleccionados’, eliminando con ‘precisión’ aquellos ‘defectuosos’ (eugenesia negativa) y favoreciendo el desarrollo de aquellos con características genéticas favorables y deseables (eugenesia positiva). Esto debería llevar, según los difusores de esta línea de conducta, a una extensión de las intervenciones de procreación asistida, mucho más allá de los casos de esterilidad de la pareja para los cuales habían sido inicialmente concebidos."

Los científicos deberían recordar que las investigaciones podrán llevarse adelante teniendo en cuenta que los protocolos de las mismas estén naturalmente destinados a mejorar el bien común de la humanidad pasada, presente y futura; y se llevarán a cabo respetando las exigencias morales que hacen a las mismas.

Ya S.S. Pío XII, en un discurso dirigido al I Congreso Internacional de Histopatología del Sistema Nervioso, el 13 de septiembre de 1952, decía: "Sin duda, antes de autorizar en moral el empleo de nuevos métodos no puede exigirse que se excluya todo peligro, todo riesgo. Esto sobrepasa las posibilidades humanas, paralizaría toda investigación seria y repercutiría frecuentemente en detrimento del enfermo. La apreciación del peligro debe dejarse en estos casos al juicio del médico experimentado y competente. (...) Se objetará tal vez que las ideas desarrolladas aquí constituyen un obstáculo grave a la investigación y al trabajo científico. Sin embargo, los límites que hemos trazado no son, en definitiva, un obstáculo al progreso. En el campo de la medicina no ocurre de modo distinto que en los otros dominios de la investigación, de las tentativas y de las actividades humanas: las grandes exigencias morales obligan a la marea impetuosa del pensamiento y del querer humanos a deslizarse, como el agua de las montañas, por un lecho determinado; la contienen para acrecentar su eficacia y su utilidad; le sirven de dique para que no desborde y no cause estragos, que no podrían jamás ser recompensados por el bien aparente que persiguen."

El tema de la clonación se actualiza en razón de los trabajos últimos que en el Roslin Institute de Edinburgo llevara adelante el Dr. I. Wilmut y su equipo sobre clonación en ovejas, publicado en la revista Nature.

Para quien está alejado de este sofisticado campo de investigación científica, llama poderosamente la atención el grado de desarrollo que muestra la manipulación no sólo a nivel embrional, sino también biomolecular. La posibilidad de modificar una microultraestructura representada por el núcleo de una célula nos hace pensar que el campo de desarrollo tecnológico, a la par que amplísimo, resulta impredecible.

El "material" con el cual se ha trabajado en el experimento llevado a cabo por Wilmut y su equipo pasó por varios estadios; es importante prestar atención a lo largo de su desarrollo a la manera en que se cosifica la vida, en este caso, la de un mamífero superior:

1°. Se extrajeron células de la mama de una oveja de cepa Finn Dorset y se las depositaron en un cultivo con baja concentración de nutrientes. De este modo, sometidas a privación, las células detienen el proceso de división y estimulan sus genes activos.

2°. Mientras , se extrae un huevo no fertilizado de una oveja de cepa inglesa de cara negra. Se succiona su núcleo (con su DNA), dejando una célula huevo vacía que contiene toda la maquinaria necesaria para producir un embrión.

3°. Se colocan ambas células una junto a la otra, y un impulso eléctrico provoca su fusión, como sucede con dos burbujas de jabón. Un segundo impulso imita el estallido de energía que se da en una fertilización natural, dando el salto a la división celular.

4°. Alrededor del sexto día, se implanta el embrión resultante en el útero de la otra oveja de cara negra.

5°. Luego del período de gestación , la oveja de cara negra da a luz a una oveja bebé de cepa Finn Dorset, que es genéticamente idéntica a su donante originaria.

Trasladar esta experimentación en animales al campo de la experimentación en el hombre, nos llama a reflexionar sobre la persona humana: ¿cuándo ha comenzado a ser?

Si lo humano tiene como componente esencial su corporeidad, entonces comienza a "ser" cuando ha iniciado el desarrollo de su propio cuerpo. Ahora bien, ¿cuándo ha comenzado el desarrollo de su propio cuerpo? Resulta indiscutible en la actualidad que el cuerpo se inicia en el momento de la fusión de los gametos, uno del padre y otro de la madre, dando como resultado un nuevo ser, es decir un hijo. Reiterando lo dicho, la vida comienza en el momento de la concepción; es decir, en el momento en que el espermatozoide penetra el óvulo, produciendo una nueva unidad como lo es el huevo fecundado llamado cigoto.

Creemos que el problema pasa por saber "si esa realidad humana en el sentido explicado es digna de un absoluto respeto e inviolabilidad desde el primer momento de su existencia" y a través de una unión normal entre un hombre y una mujer (E. López Azpitarte).

Los últimos acontecimientos en el ámbito de la experimentación en el hombre nos llaman a la reflexión: Hoy, clonamos la oveja... , mañana el pastor?.¿Es posible fotocopiar el alma?

La pregunta sobre la posibilidad de clonar humanos, nos pone una vez más frente a la difícil realidad de su contingencia.

El mito de la inmortalidad acompaña al hombre desde antiguo en su deseo de convertirse en Dios. La idea de poder reproducirse de modo idéntico para seguir viviendo después de la muerte por medio de su propio clon se hace posible, y suscita más pánico que esperanza. El mito se transforma en terror cuando de repente parece realizable, reeditando un nuevo Gilgamesh.

Todo el mundo se da cuenta de que , sin la muerte, la vida perdería todo sentido y se hundiría en un insoportable aburrimiento. ¿Qué sería ese otro yo que reproduciría mi imagen y silueta , pero que habría perdido la memoria, la experiencia y todo lo que constituye la conciencia? Otro yo que no sería yo. Indudablemente, se puede clonar un patrimonio genético, pero no una conciencia.

Para nosotros, el hombre es un ser único e irrepetible y al manipularlo no sólo se lo vulnera no respetando su dignidad sino que también se lo cosifica. La idea de la clonación es contraria a su naturaleza singular, es incompatible con la misma idea de persona que integra cuerpo y espíritu.

La ilicitud del clonaje humano es obvia. Lesiona, además de los principios éticos, el derecho de toda persona humana a que su propia identidad genética no haya sido elegida por nadie, sean cuales fueren los motivo de esa elección.

La Iglesia ha emitido una declaración acerca de la clonación, a través de la Pontificia Academia para la Vida; declaración que no cabe duda, marca un camino y fija las pautas desde el punto de vista moral sobre este tema.

Su texto no es muy extenso y se encuentra ordenado así: a) notas históricas; b) el hecho biológico; c) problemas éticos relacionados con la clonación humana; y d) ante los derechos del hombre y la libertad de investigación.

Consideramos oportuno destacar, por su relevancia, una observación que se hace en la mencionada declaración: "En el proceso de clonación se pervierten las relaciones fundamentales de la persona humana: la filiación, la consanguinidad, el parentesco y la paternidad o la maternidad. Una mujer puede ser hermana gemela de su madre, carecer de padre biológico y ser hija de su abuelo. Ya con la FIVET se produjo una confusión en el parentesco, pero con la clonación se llega a la ruptura total de estos vínculos".

Y continúa la declaración de la Academia para la Vida, diciendo: " Es preciso subrayar, una vez más, la diferencia que existe entre la concepción de la vida como don de amor y la visión del ser humano considerado como producto industrial.

Frenar el proyecto de la clonación humana es un compromiso moral que debe traducirse también en términos culturales, sociales y legislativos. En efecto, el progreso de la investigación científica es muy diferente de la aparición del despotismo cientificista, que hoy parece ocupar el lugar de las antiguas ideologías. En un régimen democrático y pluralista, la primera garantía con respecto a la libertad de cada uno se realiza en el respeto incondicional de la dignidad del hombre, en todas las fases de su vida y más allá de las dotes intelectuales o físicas de las que goza o de las que está privado. En la clonación humana no se da la condición que es necesaria para una verdadera convivencia: tratar al hombre siempre y en todos los casos como fin y como valor, y nunca como medio o simple objeto."

Ciencia y técnica médica, especialmente en el progreso actual, estando ordenadas al hombre que es el artífice, o se alimentan en los valores de fondo y se ponen a su servicio o, de lo contrario se colocan contra el hombre. En efecto, sería contradictorio e incluso ilusorio reivindicar la neutralidad moral de la investigación científica y de sus aplicaciones. La medicina tiene como justificación el servicio a la vida, servicio este que no se limita a la corporeidad sino que se consolida y fundamenta cuando se contempla la dignidad de la persona humana en su conjunto.

Tanto la biotecnología de la reproducción como la de la clonación, deben converger hacia una medicina humanizada, hoy lamentablemente olvidada.

¿Cuál será entonces la máxima que nos guíe en el ejercicio de la misma?

No olvidemos que, más allá de los códigos de deontología, de las declaraciones de los organismos internacionales, y de las legislaciones existentes en los distintos países, "el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia está la dignidad humana y según la cual será juzgado (cf. Rom. 2, 14-16)".

Decía S.S. Juan Pablo II en su discurso a la UNESCO el 2 de junio de 1980: "Los hombres de ciencia ayudarán realmente a la humanidad sólo si conservan el sentido de la trascendencia del hombre sobre el mundo y de Dios sobre el hombre".

Al finalizar esta exposición, y como conclusión de la misma, hacemos nuestros los conceptos que virtiera la Profssa. Di Pietro en un trabajo titulado "¿De la clonación del animal a la clonación del hombre?". En el mismo se destaca la preocupación de que el "pionero" experimento de clonación realizado por Wilmut pudiera repetirse sobre el hombre, ya que no existen aparentemente razones técnicas que impidieran su realización, aún cuando el mismo conlleva una serie de interrogantes vinculados con los valores éticos, como: su fin, su repercusión a nivel de nuestro ecosistema y los posibles daños que, directa o indirectamente, pudieran ocasionar al hombre. De esta manera se arroja una inquietante pregunta sobre el sentido y los límites de la investigación biomédica y sobre aquello que se ha definido -con justa razón- como el "delirio de omnipotencia" de tantos científicos.

Ya Esquilo expresaba dramáticamente medio milenio antes de la aparición de Cristo que "Cuando los dioses quieren destruir al hombre, primero lo vuelven loco". 

Palabras de apertur

Antes de comenzar mi exposición, quisiera hacerles llegar unas palabras de agradecimiento por brindárseme la oportunidad de participar en esta prestigiosa Jornada.

La misma es una nueva muestra de la relación que vuestro Rector Magnífico, S.E.R. Mons. A. Scola, y el Rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina, Fray Domingo Basso, O.P., pensaran dos años atrás con el fin de consolidar un trabajo conjunto.

Tanto el tema como los restantes oradores, responsables de las exposiciones, nos indican una vez más la importancia del análisis objetivo de la conducta ética en la sociedad actual.

Ustedes cuentan con el texto en italiano, para una mayor comprensión de mi exposición

Palabras de cierre

Les agradezco su atención y su benevolencia demostrada al no huir frente a mi pobre italiano.

El tema que me tocó en suerte tiene distintas facetas que mi exposición, en razón del tiempo, no ha podido agotar

Nuevamente, muchas gracias.