21 November 2024
 

BIOÉTICA

VAN RENSSEALER POTTER

¿Qué es la bioética y cuáles son sus contenidos? ¿Es lo mismo “bioética” y “ética médica”? En un antiguo editorial, ACEB respondía a estos interrogantes. En estas líneas respondemos de nuevo a la cuestión.

Delimitando el concepto

El término “bioética” fue utilizado por primera vez por V. R. Potter hace poco más de treinta años (Potter, 1970). Con este término aludía Potter a los problemas que el inaudito desarrollo de la tecnología plantea a un mundo en plena crisis de valores. Urgía así a superar la actual ruptura entre la Ciencia y la Tecnología de una parte y las Humanidades de otra. Ésta fisura hunde sus raíces en la asimetría existente entre el enorme desarrollo tecnológico actual que otorga al hombre el poder de manipular la intimidad del ser humano y alterar el medio, y la ausencia de un aumento correlativo en su sentido de responsabilidad por el que habría de obligarse a sí mismo a orientar este nuevo poder en beneficio del propio hombre y de su entorno natural.

 La bioética surge por tanto como un intento de establecer un puente entre ciencia experimental y humanidades (Potter, 1971) . De ella se espera una formulación de principios que permita afrontar con responsabilidad –también a nivel global- las posibilidades enormes, impensables hace solo unos años, que hoy nos ofrece la tecnología.

Bioética y ética médica

¿Acaso esta nueva disciplina viene a sustituir a la ética médica, disciplina que hasta hace poco ha venido guiando al profesional de la salud? En absoluto. Por el contrario, la ética médica permanece como matriz rectora y a la vez parte principal de la bioética. Así se deduce de la definición de bioética de la “Encyclopaedia of Bioethics”: estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y de la salud, analizada a la luz de los valores y principios morales" (Reich, 1978).

La ética médica no es sólo una parte de la bioética, sino que goza además de especial relevancia en el conjunto de la nueva disciplina. Por la riqueza de su tradición científica y humana - ausente en el resto de la bioética- posee un especial valor que no puede ser ignorado. La pretensión ilusoria de construir una “ética nueva” que habría de romper con la ética tradicional no sólo carece de fundamento sino que deja traslucir una notable ignorancia. Ciertamente la bioética – y con ella la ética médica- afronta hoy problemas nuevos, pero cuenta con los mismos medios de siempre para resolverlos: el uso juicioso de la razón y la luz de los valores y principios coherentes con la específica forma de ser del hombre. No puede ser de otra forma.

Por el contrario, sí resulta nuevo el talante dialogante, tolerante y respetuoso que preside el ejercicio bioético. Así lo exige la diversidad cultural e ideológica del mundo actual. Sin embargo, ser tolerante no significa rebajar las exigencias de la realidad, ni el reconocimiento de sus auténticas implicaciones éticas. Traduce en cambio la conciencia de que sólo una actitud de diálogo abierto y honesto, respetuoso con la legítima libertad de las conciencias, puede permitirnos avanzar juntos hacia el reconocimiento de los valores y principios auténticos.

Formación en bioética

Los motivos que empujan a perfeccionar la preparación personal son múltiples. Muchos profesionales sanitarios desean encontrar una solución adecuada a los frecuentes dilemas éticos que se plantean en la práctica clínica. Estos dilemas se plantean también a otros niveles: en los comités de bioética, en la docencia de pre o postgrado en ciencias de la salud o en disciplinas como el derecho, la política, la gestión, periodismo sanitario, etc., o en el contexto de trabajos de investigación con seres humanos. Por otro lado es cada vez mayor el número de los que sienten la urgencia de afrontar con eficacia los problemas bioéticos y desean colaborar en su resolución. Se plantea así por una u otra vía la necesidad de adquirir una formación bioética sólida, a nivel de un postgrado universitario.

Se comprende que sólo una formación pluridisciplinar a la vez teórica y práctica permitirá adentrarse en esta disciplina si se quiere evitar la frivolidad de confundir el diálogo bioético con un mercado de opiniones livianas. Es éste un punto importante y si en algunos ambientes la bioética no ha conseguido la reputación y autoridad que merece se debe quizás a la falta de preparación y de prestigio de quienes indebidamente se constituyen en "expertos" y maestros de bioética.

Por la importancia de sus fines, es necesario que quien pretenda formarse opiniones sólidas es este campo profundice en el conocimiento del ser humano y de los dilemas científicos y tecnológicos actuales, especialmente en los propios de la medicina asistencial y de la investigación clínica y biológica.

Esta preparación deberá ser exigente y continua y habrá de atender a aspectos tanto teóricos (ética, antropología, historia del desarrollo tecnológico, filosofía de la ciencia) como prácticos (pensamiento crítico [1], adquisición del hábito de la honestidad intelectual [2] y la capacidad de comunicación y diálogo, incluyendo el aprendizaje de algún idioma y cierta familiaridad con los medios informáticos de comunicación virtual).

La bioética nace además con pretensiones de globalidad. Desea ayudar a resolver un conflicto que existe dentro de cualquier cultura moderna: el conflicto entre las posibilidades que ofrece el desarrollo tecnológico y las exigencias de una vida auténticamente humana. Aunque el problema es universal, los actores se mueven en diversos entornos culturales. Por ello, se requiere de los protagonistas de la bioética que se hallen abiertos al diálogo intercultural con el fin de fijar valores y principios de actuación universalmente válidos. Para ello resulta de gran utilidad el poder acceder a los recursos de internet (disponibles en buena parte en inglés), así como la posibilidad de utilizar el correo electrónico.

División de la bioética

Podemos dividir la bioética en una parte general o fundamental y una parte especial o aplicada. La bioética general se ocupa de los fundamentos éticos, de los valores y principios que deben dirigir el juicio ético y de las fuentes documentales de la bioética (códigos médicos, derecho nacional e internacional, normas deontológicas y otras fuentes que enriquecen e iluminan la discusión, como las biográficas, literarias o religiosas). La bioética especial se ocupa de dilemas específicos, tanto del terreno médico y biomédico como referentes al ámbito político y social: modelos de asistencia sanitaria y distribución de recursos, la relación entre el profesional de la salud y el enfermo, prácticas de medicina prenatal, el aborto, la ingeniería genética, eugenesia, eutanasia, trasplantes, experimentos con seres humanos, etc.

Es claro que el enfoque que se dé a la fundamentación (bioética general) condicionará las posibles soluciones que se ofrezcan a los dilemas (bioética especial). Así ocurre con el rechazo de la eutanasia en un modelo bioético basado en la búsqueda de la verdad sobre el hombre y en el reconocimiento y respeto de su especial dignidad, o –por el contrario- la entusiasta aceptación de la eutanasia en los modelos relativistas basados en la autonomía absoluta de la libertad individual.

En ocasiones se habla de bioética clínica o toma de decisiones. En ella se examinan dilemas nacidos en el ejercicio asistencial de la medicina, analizándose los valores éticos en juego y los medios concretos disponibles para resolver el conflicto de la mejor manera. Si bien el caso particular presenta matices a considerar y priorizar, la conducta no debería entrar en contradicción con los valores utilizados en la bioética en general.

REFERENCIAS

Potter V.R. Bioethics: the science of survival, "Perspectives in Biology and Medicine" New York, 1970.

Potter V.R. Bridge to the Future, Prentice-Hall Pub, Englewood Cliffs, NJ, 1971.

Reich W.T. (coord): “Encyclopedia of Bioethics”, New York 1978.

NOTAS

[1] El pensamiento crítico (“critical thinking”) examina el curso del pensamiento para asegurar argumentaciones correctas y detectar las falacias.

[2] La honestidad o humildad intelectual evita los prejuicios nacidos del amor propio, el egoísmo y la prepotencia, permitiendo en cambio la búsqueda exclusiva de lo recto y bueno para el ser humano y su entorno

Preguntas acerca de la BIOÉTICA

   Fuente: Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud.             La palabra bioética se traduce literalmente como ética de la vida. La ética tiene que ver con la conducta de la persona humana que se asume como libre y responsable de su destino.

Esta palabra es usada sin embargo más específicamente en relación a lo que tiene que ver con los  avances tecnológicos en el campo de la Biología y la Medicina. Avances que provocan nuevos interrogantes en el campo de la ética. Porque cuando el hombre llega a tener en sus manos el poder de cambiar a los seres vivos y manipularlos genéticamente, es bueno que se pregunte cuales son los límites de sus acciones, qué es lo bueno y lo malo, lo humano y lo inhumano.

En los últimos años, debido a los desastres ecológicos que ha provocado la actividad humana, el ser humano ha descubierto que tiene una gran responsabilidad frente a su planeta y a los otros seres vivos que habitan en él, ya que es el único ser con la capacidad no sólo de influir en el medio ambiente sino de transformarlo radicalmente.

 1. -QUÉ RELACIÓN HAY ENTRE LA BIOÉTICA Y LA ÉTICA CRISTIANA? °°

                Hay una fuerte y directa relación. Sin quitarle autonomía a la ciencia, la fe cristiana le ayuda a humanizarse y a no ver los problemas que trata con el fácil pragmatismo, pensando al hombre como un objeto de estudio.

                La ética Cristiana nos habla de la dignidad del hombre, hecho a imagen de Dios, sienta sus bases en la Biblia y sobre todo en el mensaje de Cristo.

Jesús no formuló ningún código ético, pero sí habló acerca de la verdadera dimensión del hombre, de su destino de grandeza y libertad, de su responsabilidad frente al proyecto del Padre Dios, proyecto que se realiza fundamentalmente en el amor.

A la luz de este concepto, descubrimos que toda actividad humana debe tener por fin desarrollar y hacer crecer a la persona en dignidad y en libertad; es en este punto donde la Bioética y la ética Cristiana confluyen.

Pero este proyecto del Padre, no es algo acabado, explícito y completo, sino que debe ser descubierto constantemente tanto en la Biblia como en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.

No se trata de buscar pasajes bíblicos aislados para fundamentar o condenar determinadas conductas. Se trata de captar el Espíritu del mensaje evangélico para aplicarlo en el hoy

San Ireneo de Lyon, preguntándose cual era la Gloria de Dios decía: 'La Gloria de Dios es el hombre viviente'. El hombre viviente era para el gran pensador cristiano, el ser humano viviendo en plenitud de dignidad, de libertad, de amor y de vida.

Juan Pablo II, la necesidad de una colaboración entre la ciencia, la cultura y la religión cristiana. 'Esta colaboración -decía a los participantes de un Simposio sobre la ciencia en el contexto de la cultura humana- es necesaria pero difícil. No obstante los prejuicios recíprocos viejos y nuevos, que han podido alejar las unas de las otras: los trabajos de ustedes confirman nuestra común voluntad de trabajar por el bien del hombre.'

(Fuente: Osservatore Romano 6-11-1991).

 2. -QUÉ ES LA EUTANASIA? -CUÁL ES LA POSICIÓN DE LA IGLESIA FRENTE A ESTE TEMA? La palabra Eutanasia viene del griego y significa: 'muerte dulce'.

En el mundo occidental, muchos han alzado la voz, pidiendo que se conceda a los enfermos terminales el derecho de terminar su vida, antes que la enfermedad les provoque graves sufrimientos y dolores que no desean sufrir. También se habla de aquellos que provocan la muerte de un ser querido por piedad.

La Eutanasia se practica interviniendo para provocar la muerte en forma directa, o simplemente omitiendo el tratamiento necesario para prolongarle la vida. En ambos casos existe la deliberada intención de causar la muerte del enfermo.

El médico norteamericano Jack Kevorkian, apodado el 'doctor muerte', se hizo famoso y millonario al inventar y utilizar una máquina que mata sin dolor a los pacientes que así se lo soliciten; de esta forma según él, se logra una 'muerte digna'.

Para los cristianos la vida humana es un don sagrado y maravilloso, recibido de Dios. Por eso, la Eutanasia es considerada como un asesinato.

'El hombre está llamado a la vida y a una plenitud de vida, que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena... Lo sublime de esa vocación sobrenatural, manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana, incluso en su fase terminal.' (Juan Pablo II, 'Evangelium Vitae' n.2)

Todo cristiano tiene el deber de respetar, valorar y defender la vida humana. No existen 'vidas inútiles' que sean cargas para los otros. El sufrimiento y el dolor no justifican ni dan derecho a disponer de la vida de un ser humano. La muerte no es el término final y último de la vida del hombre, ni un fin absurdo de la misma.

La mentalidad que ve a la Eutanasia como un derecho absoluto, nace de una visión que prescinde de Dios y que cree erróneamente que el hombre es dueño absoluto de su vida, siendo responsable sólo ante sí mismo de sus acciones. Por más que se quiera ver a la Eutanasia como un bien, no deja de ser un acto absurdo e inhumano que ningún fin puede legitimar.

'El personal médico y de enfermería debe estar al servicio de la vida y asistirla hasta el final, no puede prestarse a ninguna práctica eutanásica, ni siquiera ante la solicitud del interesado, y aún menos de sus parientes. En efecto, las personas no poseen un derecho a la eutanasia, porque no existe el derecho de disponer arbitrariamente de la propia vida. Ningún agente de la salud, por consiguiente puede hacerse tutor de un derecho inexistente.' ('Carta de los agentes de la salud' n. 148, Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud).

                Esto no significa que tenga que prolongarse artificialmente la vida de una persona. Todos tenemos derecho a vivir y a morir dignamente. Pero esto no significa que se nos prolongue artificialmente la vida por medio de técnicas, medicamentos o aparatos que produzcan lo que se ha dado en llamar el encarnizamiento terapéutico.

Es lícito en un enfermo terminal, recurrir a calmantes (aun con el riesgo de acortarle la vida) que permitan que el enfermo viva los últimos momentos de su vida sin sufrimiento innecesario. Es legítimo y digno desear una muerte sin desfiguración, dolor y aislamiento y no se opone al Evangelio.

Un paciente terminal nos da muchas veces una lección enfrentando la muerte con gran dignidad, somos nosotros los que deberíamos acompañar al enfermo los que a menudo nos comportamos indignamente.

(Fuentes: 'Evangelium Vitae' Juan Pablo II; Carta a los Agentes de la Salud del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud; Diccionario de Teología Moral Rossi-Valsechi).

3. -TIENE DERECHO UN ENFERMO TERMINAL A CONOCER SU SITUACIÓN?

                No se puede negar este derecho. El enfermo debe saber la verdad. Antes de morir una persona, debe poder disponer de su voluntad en todo lo que tiene que ver con sus relaciones familiares y sociales.

                Para el creyente en particular, este momento se ve iluminado por la fe, como la ocasión de reconciliarse, de recibir la Santa Unción y de prepararse debidamente para el encuentro con Dios.

A veces los familiares presionan al médico para que no le revele la verdad al enfermo y piensan que la visita del sacerdote puede asustarlo. La comunicación de una enfermedad terminal debe ser hecha con amor, comprensión, solidaridad, y que no sea simplemente un frío y escueto comunicado de un dato clínico. Pero el enfermo tiene derecho a conocer su situación

                La verdad es importante, debe ser dicha con amor y respeto. Los miedos y los escrúpulos no surgen del cariño al enfermo, son muchas veces síntoma de nuestros propios miedos frente a la muerte.

El enfermo terminal nos recuerda que un día, nosotros también moriremos. Sólo quien ama la vida y la ve como un maravilloso regalo de Dios puede enfrentar estos miedos.

(Fuentes: Diccionario de Teología Moral. Rossi-Valsechi; Carta a los agentes de la Salud del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud).

4. -QUÉ ES EL PROYECTO GENOMA?

                Se llama Genoma al conjunto de información genética que posee el ser humano en la totalidad de sus genes. El Proyecto Genoma es una investigación que intenta descifrar el código genético humano.

En el núcleo de las células de todos los seres vivos se encuentran los genes que se componen de unas extrañas y complejas moléculas de una sustancia llamada ADN (ácido Desoxirribonucleico). Estas moléculas están compuestas por varias proteínas y azúcares y tienen forma de espiral helicoidal. Fueron descubiertas y descriptas por los científicos Watson y Crick en 1958, lo que les valió el premio Nobel. Ellos descubrieron que estas moléculas son capaces de dividirse y construir réplicas exactas de sí mismas, ofreciendo la información que determina la construcción de nuevas células. Esto explica por qué los hijos se parecen a sus padres, físicamente y en su temperamento, y por qué hay enfermedades genéticas que se transmiten de padres a hijos.

El ADN cumple un importante papel en la generación de una nueva vida. Cuando el 'Nuevo Ser' humano ha sido concebido, el 'Cigoto', resultado de la fecundación del óvulo, ya tiene en los genes de su núcleo celular, todas las instrucciones precisas para el futuro desarrollo de ese nuevo ser humano. El ADN tiene información de cómo sintetizar proteínas, enzimas, hormonas y cómo construir las distintas células de los distintos tejidos, órganos y partes del nuevo ser. Por supuesto, este código genético es difícil de interpretar y el conjunto de su información llenaría bibliotecas enteras; pero hoy, gracias a la tecnología, podemos descifrarlo.

Así, en un ambicioso proyecto y con el auxilio de poderosas computadoras, un conjunto de científicos, liderados por James Watson (uno de los que descubrieron la estructura del ADN), ha comenzado desde la década del 80, a descifrar el Genoma Humano. La información obtenida permitirá un avance importante en la Biología y la Ciencia Médica y permitirá corregir mediante manipulación genética, enfermedades hereditarias como el síndrome de Down, la hemofilia, la diabetes, el asma, e incluso impedir la aparición de enfermedades que tienen base en un mal funcionamiento de los genes como el cáncer, las afecciones cardiovasculares, y la misma obesidad.

En este sentido el uso de esta información sería deseable y positivo. Pero también esa información se podría usar para cambiar la información genética de un embrión humano, o para modificar a voluntad, las características de un recién nacido. Esto ya se hace con los animales y los vegetales, pero -será oportuno con el ser humano?

Los seres humanos no somos cobayos de laboratorio, y la investigación y manipulación del cuerpo humano y de sus genes, tiene sus límites. Es lícito poner la ciencia al servicio de la salud y el bienestar, pero no tenemos derecho a manipular la naturaleza humana.

'La vida humana es a la vez, irreductiblemente corporal y espiritual. En razón de su unión sustancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no puede ser considerado ni valorado del mismo modo que el cuerpo de los animales, ya que es parte inherente de la persona, que a través de su Cuerpo se expresa y manifiesta.' (Carta de los Agentes de la Salud n. 39). Por su parte, la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirma: 'Algunos intentos de intervenir sobre el patrimonio cromosómico y genético (genoma) no son terapéuticos sino que miran a la producción de seres humanos seleccionados en cuanto al sexo y otras cualidades prefijadas. Estas manipulaciones genéticas son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad e identidad. No pueden justificarse de modo alguno a causa de posibles consecuencias beneficiosas para la humanidad futura. Cada persona merece respeto por sí misma; en esto consiste la dignidad y el derecho del ser humano desde su inicio.' ('Donum Vitae' n.6).

Esta práctica, llamada eugenesia, que intenta determinar las características del embrión humano, ya fue realizada por el III Reich alemán que esterilizaba a las personas consideradas débiles y genéticamente defectuosas, favoreciendo a su vez, a los más fuertes y con características 'arias'. Para que el Proyecto Genoma no llegue a aberraciones como éstas, debe elaborarse un marco ético para la investigación científica que permita fijar límites al investigador, promoviendo el respeto por la dignidad y la vida humana.

(Fuentes: Carta Pastoral de la Salud del Pontificio Consejo de Pastoral de la Salud; 'Donum Vitae' de la Congregación para la Doctrina de la Fe).

5. -SE PUEDE ADMITIR EL ABORTO TERAPÉUTICO? La doctrina y la tradición cristiana afirma claramente que en ningún caso puede admitirse el aborto. El ser humano comienza a existir desde el momento de su concepción. Desde ese momento empieza su inalienable derecho a la vida.

El aborto siempre es una negación de la vida, como un homicidio o un asesinato.

Algunos sin embargo dicen: 'Hay un momento en que el embrión humano es inmaduro; además no puede sobrevivir fuera del cuerpo de su madre por tanto aún no es un ser humano completo'. Si éste es el criterio, se podría también aplicar al niño recién nacido, que sin ayuda perecería. Si la dependencia es el criterio, podría gruesamente decirse que un bebé, o también un niño, un adolescente, un anciano, no son seres humanos.

Otros dicen: 'No se puede obligar a la mujer violada a tener el hijo de esa brutal agresión'. No puede remediarse un mal con otro peor. El ser humano en gestación es inocente y no tiene culpa de la violación. Siempre hay matrimonios que al no poder tener hijos, lo adoptarían. No se puede vengar una injusticia en un ser inocente.

Otros dicen: 'Toda mujer puede abortar porque tiene derecho a disponer de su propio cuerpo'. Suena muy democrático, pero esta consigna de cierto feminismo radical, desconoce que en un embarazo hay dos vidas y dos cuerpos en cuestión: el de la madre y el del hijo (o hija) que tiene también derecho a disponer de su cuerpo.

Otros plantean que si el niño es defectuoso o tienes defectos genéticos se puede recurrir al aborto (eugenésico). Detrás de esa afirmación se esconde el criterio de 'control de calidad' que es inaceptable para seres humanos. La historia ha registrado las terribles consecuencias de esa mentalidad en la Alemania nazi. Si la perfección fuese requisito para la vida, -quién tendría derecho a ella? No son los discapacitados los que no son felices a causa de su condición, sino los que no los saben aceptar. Véase por ej. la película 'Mi pie izquierdo' basada en el caso real de un niño parapléjico que demuestra el enorme potencial de las personas minusválidas.

Otros dicen: 'Si la madre está grave y peligra su vida, se puede recurrir al aborto terapéutico para salvar a la madre'. Hoy en día la ciencia médica garantiza que prácticamente no hay circunstancias en la cual se deba optar entre la vida de la madre o la del hijo. Este conflicto pertenece a la historia de la obstetricia. Ya en 1951 el Congreso de cirujanos del American College dijo que 'todo el que hace un aborto terapéutico, o ignora los métodos modernos para tratar las complicaciones de un embarazo o no quiere tomarse el tiempo para usarlos'.

En todo caso, la ética médica recomienda que en el caso de complicaciones en el embarazo, reconocido el valor de la vida del niño tanto como el de la madre, se debe correr riesgos proporcionados para salvar a los dos, y nunca tener como salida la muerte premeditada de uno de ellos. Es distinto el caso cuando se deba realizar una intervención curativa en la madre que se juzgue inaplazable y eficaz.

Llamar 'terapéutico' a un aborto significa usar de un término en forma absolutamente impropia: terapéutico es lo que cura; el aborto no le cura nada a nadie.

(Fuentes: 'Carta de los derechos de la Familia', n. 4.; 'Humanae Vitae' n. 14; 'Donum Vitae' n.1; Diccionario de Teología Moral. Rossi Valsechi).

6. -SON ÉTICAMENTE CORRECTAS LAS INTERVENCIONES QUIRÚRGICAS PRENATALES? La cirugía prenatal puede ser realizada actualmente con muchas probabilidades de éxito. Como en toda operación, existen riesgos, pero se han logrado corregir defectos congénitos y salvar la vida a algunos niños.

Es necesario que la intervención sea lo más segura posible. No se puede arriesgar la vida del feto. Cuando hay garantías que el niño pueda nacer sin dificultades y existen terapias posibles luego del nacimiento, no es oportuno poner en peligro su vida antes del nacimiento.

Pero si el feto no es viable, la intervención prenatal no sólo se puede sino que se debe realizar.

(Fuentes: Carta de Agentes de la Salud n. 36; 'Donum Vitae' n. 36).

7. -ES LÍCITO EXPERIMENTAR NUEVOS MEDICAMENTOS O TERAPIAS CON SERES HUMANOS?

                El cuerpo del ser humano no es una mera máquina biológica de tejidos y órganos, y no puede ser valorado en la misma medida que el cuerpo de un animal. Por eso cualquier intervención sobre el cuerpo humano no alcanza sólo a los tejidos y órganos, sino que alcanza también y en diversos niveles a la persona misma, al yo.

En el cuerpo y a través de él se llega a la persona misma, en su realidad concreta. Por eso cualquier intervención quirúrgica, medicinal o experimental sobre el cuerpo humano, no es neutra y merece una valoración ética. Tomando en cuenta la valoración que la ética cristiana hace de cada ser humano, sacamos algunos principios éticos.

Respecto al médico o investigador: Debe respetar profundamente la vida o dignidad del paciente y tener una profunda rectitud en su investigación. No puede actuar guiado por intenciones de lucro o prestigio, sino que debe buscar antes que nada, el bien integral del paciente, y de la humanidad en general.

En cuanto a las características de la investigación: Esta puede ser efectuada con objetivo de conocimiento, utilizando métodos de observación científica, acerca de la fisiología y comportamiento del cuerpo humano.

También puede tener un fin terapéutico; en este caso busca verificar el efecto desconocido o no, de un determinado tratamiento (farmacológico o quirúrgico) destinado a curar una afección.

Si se trata de seres humanos vivos, la investigación directamente terapéutica es lícita, sólo si las personas no son puestas en peligro. Aunque el fin sea noble, el paciente no es medio para lograr algo. Aún con el consentimiento del paciente no se puede poner en peligro su vida.

Aún en el caso de enfermos graves hay ciertas condiciones para respetar: - El paciente debe ser informado previamente, conociendo en la medida de sus posibilidades el riesgo de la intervención.

- Si el enfermo no está consciente, se recurrirá al permiso de sus familiares más cercanos.

- Es lícita la investigación terapéutica realizada en enfermos terminales en un intento de salvarles la vida, no habiendo otra terapia alternativa que sea segura y pueda lograr este fin.

- Si la terapia experimentada no compromete su integridad física o psíquica. Se debe evaluar la proporción entre el bien terapéutico buscado y los riesgos que se corren (cfr: 'Decálogo del experimentador', redactado por el Tribunal de NŸremberg en 1947).

- Que se utilicen métodos terapéuticos previamente experimentados con éxito y acompañados de un estudio profundo.

En cuanto a la investigación en animales o en cadáveres de seres humanos: Se podrá realizar una investigación científica con animales, procurando no producirles dolor o sufrimiento innecesarios. La vida siempre, aun cuando no sea humana, merece nuestro respeto pues viene de Dios.

Respecto a los cadáveres de seres humanos (certificado debidamente su fallecimiento), si no hay autorización previa del difunto, se buscará la de sus familiares. Deberá ser realizada con el absoluto respeto que merecen los restos mortales de toda persona.

Toda práctica comercial con los cadáveres o el material genético de fetos es moralmente ilícita.

Respecto al material genético humano: La enseñanza de la Iglesia afirma con determinación que es inmoral producir seres humanos en estado embrionario, para usarlos como material biológico disponible para investigación o experimentación.

(Fuentes: Diccionario de Teología Moral, Rossi-Valsechi; La ética en la Investigación y en la experimentación médica, Carlos A. Scarponi).

8. -LA IGLESIA, PERMITE LA DONACIÓN DE ÓRGANOS?

                Desde hace algunas décadas el trasplante de órganos se ha vuelto una especialidad médica introducida en todo el mundo con notables resultados. Durante el año pasado en Argentina, por ejemplo, hubo 700 trasplantes, un 35% más que el año anterior. Sin embargo, la lista de los que esperan un trasplante supera las 6.000 personas.

En el caso de las transfusiones de sangre y el trasplante de órganos, la Iglesia se ha pronunciado favorablemente en la medida que esto significa un don para los hermanos más necesitados. Simplemente se subraya la importancia de respetar en forma absoluta la libertad y la conciencia del donante sin perjudicarlo en nada.

                Por otro lado, la escasez de donantes obliga a costosos tratamientos para algunas enfermedades. Así por ejemplo, a nivel mundial, el 80% de los enfermos renales no puede conseguir el dinero suficiente para una diálisis. En Perú el costo para dializar a un paciente equivale a lo que producen al año 50 trabajadores, en Egipto 100, y en Mozambique 750. Muchos pierden su vida esperando algún donante. Con todo esto se deduce la urgencia de que todos tomemos consciencia de la importancia de las donaciones de órganos.

Por otra parte, han ocurrido varios casos de negligencia culposa o de deliberados atentados contra la integridad de las personas. Es el caso, por ej., del 'turismo de los trasplantes': europeos que se trasladan a países del Tercer Mundo (India, Tailandia, etc.), consiguiendo allí donantes de órganos a bajo precio. Hubo quien estimó que para el 2000 la mayoría de los pobres de la India tendrá un solo riñón. En América Latina son conocidos los casos de tráfico de órganos, llegando al secuestro de niños y jóvenes, especialmente en Paraguay y Brasil.

Los problemas no nos tienen que hacer olvidar el valor altamente positivo y solidario de la donación libre y consciente de los órganos, especialmente después de la muerte. En este caso conviene dar el propio consentimiento comunicando también a los parientes para que ellos lo puedan confirmar en el momento que se necesite.

(Fuentes: 'Muy Interesante' n. 125; Carta Pastoral de la Salud del Pontificio Consejo de Pastoral de la Salud)

9. -QUÉ DICE LA IGLESIA DE LA INSEMINACIÓN ARTIFICIAL Y DE LA FECUNDACIÓN IN VITRO (BEBÉ DE PROBETA)? La inseminación artificial se da cuando la fecundación se realiza introduciendo por medios mecánicos, el esperma del esposo o de un donante. La Iglesia desaprueba este método porque el acto conyugal que es la expresión viva de la comunión entre hombre y mujer durante el matrimonio no se puede sustituir por un simple acto mecánico de producción.

                Por eso, si el medio técnico intenta reemplazar al acto conyugal no es moralmente correcto. Sólo es moralmente lícito cuando intenta ayudar al acto conyugal a ser más pleno y efectivo pero no lo reemplaza.

-No sería adecuado plantearse el recurso de adopción como una forma de vivir la paternidad y la maternidad?

La Iglesia se opone también a la fecundación homóloga 'in vitro', más conocida como el 'bebé de probeta'.

La fecundación 'in vitro' se realiza sin el acto conyugal. El médico retira varios óvulos del organismo de la esposa, y en una probeta a temperatura corporal, los conserva y mezcla con esperma del esposo. Los óvulos en la probeta se fecundan con mayor facilidad que en el cuerpo femenino. Así se obtienen varios embriones humanos. De estos se elige uno, el más viable, los otros se desechan o conservan en nitrógeno líquido, por si la pareja los desea usar en otra oportunidad. Luego se coloca el embrión en el útero de la madre y se espera que el embarazo transcurra hasta el nacimiento.

Este método como el anterior, reemplaza el acto conyugal, que como medio de expresión de amor y autodonación es el único 'lugar digno' para lograr la concepción humana. La técnica no puede sustituir al amor conyugal, origen legítimo de la persona humana.

Los embriones desechados y guardados son seres humanos, y tienen derecho a la vida. El guardarlos como 'depósito' abre las puertas a que los médicos dispongan de ellos como material de laboratorio. Además para lograr la viabilidad del embrión, hubo que seleccionar a uno y desechar a los otros. -Quiénes somos nosotros para decidir quien vive y quien muere? Sólo Dios es dueño de la vida.

El legítimo deseo de tener un hijo tiene sus límites. El hijo no es una propiedad de los padres, ni fruto de una técnica, merece ser fruto del amor. Tener un hijo a cualquier precio no es una expresión de amor al hijo.

(Fuentes: 'Donum Vitae'; Manipulación Genética y Reproducción Asistida en el Ser Humano, Alejandro Daniel Balzán)

10. -QUÉ SON LOS COMITÉS HOSPITALARIOS DE BIOÉTICA? Son organismos consultivos y educativos, que se encargan de asesorar y acompañar al personal de salud de un hospital en la toma de decisiones respecto a la atención de los pacientes. De esta forma se consigue mejorar la calidad de la atención al paciente respetando sus derechos y su dignidad de persona humana.

Lo integran un médico de cada especialidad clínica (cirujano, cardiólogo, neurólogo, psiquiatra, etc.), un asistente social, personal de enfermería, un sacerdote (o ministro de otras religiones) y un médico miembro de la dirección del Instituto Hospitalario.

Estos comités para funcionar bien deben ser autónomos de la dirección del Hospital, la cual participa como una voz más dentro del Comité. De esta forma se salvaguarda la independencia de juicio, y se evita caer en decisiones que sólo favorezcan al Hospital, sin tener en cuenta los derechos del paciente.

Las funciones de estos Comités son consultivas:

- Ayudan a los médicos y al personal de salud, a tomar decisiones en casos de pacientes terminales, o en situaciones conflictivas con los mismos.

- Permiten salvaguardar el derecho d paciente a ser respetado en sus convicciones morales y religiosas.

- Tienen una función educativa, puesto que informan y educan al personal de la salud sobre los criterios éticos que se deben respetar y vivir en la atención del paciente.

- Permiten, gracias a su composición interdisciplinaria una mejor atención al enfermo. Sus decisiones no son obligatorias pero tienen una gran jerarquía y peso; por lo general siempre son escuchadas y aceptadas, tanto por la dirección del Hospital, como por los médicos y personal hospitalario.

En Argentina a partir de 1985 aparecen los Comités de ética Hospitalaria que ahora todos los hospitales del Sistema Nacional de Salud deben implementar por ley.

En Uruguay existen Comités Hospitalarios de Bioética en tres Instituciones y existen dos Comisiones de Bioética: la del Sindicato Médico del Uruguay y la de la UCUDAL (Universidad Católica del Uruguay). A nivel legislativo el Parlamento está estudiando un proyecto de Ley para formar una Comisión Nacional de Bioética. Las comisiones de Bioética a nivel nacional no atienden problemas concretos, sino que desarrollan una labor de reflexión e investigación en torno a la Bioética, y a la ética Médica. Además organizan y participan en encuentros de intercambio a nivel internacional.

¿Es la bioética realmente una ética?

 por Jorge Martínez Barrera  (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina)

                El propósito de esta nota es el de poner de relieve la concepción de la ética transmitida por la bioética contemporánea y esbozar una comparación con otra idea de la moral, a mi juicio más genuina. Deseo aclarar también que cuando me refiero a la bioética contemporánea, aludo sobre todo a las corrientes que van en el sentido del trabajo de H. T. Engelhardt, Los fundamentos de la bioética (Barcelona, Paidós, 1995). Para evitar malentendidos, es importante que esto último no se pierda de vista.

                No cabe duda de que los avances tecnocientíficos han arrojado, sobre todo a aquellos que los han producido, a una situación de perplejidad frente a determinadas situaciones. Se trata de verdaderas encrucijadas en las cuales flota la sensación de que las implicancias en juego afectan a lo más íntimo de la vida. Hay incluso casos, como el de la terapia génica, que plantean una novedad radical para el moralista en tanto nos enfrentan con la posibilidad de intervenir sobre la estructura "inteligente" misma de los procesos biológicos (1). Así pues, las situaciones concretas de perplejidad a las que se ha llegado en virtud de un desarrollo tecnológico aparentemente ingobernable, exigen la búsqueda de soluciones moralmente admisibles, y se aspira a que más tarde estas soluciones se transformen en criterios de acción para situaciones semejantes. Posteriormente, estos criterios alcanzarán su validez definitiva cuando den lugar a una legislación capaz de ofrecer un marco jurídico dentro del cual las controversias quedarán acotadas. Hasta aquí, la situación global de la bioética sigue un proceso muy similar al de la ética tradicional (2): perplejidad frente a una situación, investigaciones criteriológicas que buscan una "salida" moralmente admisible, y necesidad de una regulación jurídica. Sin embargo, un examen más cuidadoso, pone en evidencia un núcleo altamente problemático que muestra al mismo tiempo las diferencias con la ética clásica. Éste está conformado por cinco dificultades principales:

1) La búsqueda de "criterios" consecuente a la situación de perplejidad, se transforma en búsqueda de "principios". En la ética clásica, más que una búsqueda de criterios, hay una investigación sobre lo bueno, que no es exactamente un principio. La diferencia entre "lo bueno" de la ética clásica y un "principio" (3) bioético, es que en lo primero se ha abierto siempre la posibilidad de reconocer un origen transubjetivo de la normatividad moral, el que permite hablar de "objetividad moral", con todas las reservas que se quieran. El "principio" bioético en cambio, tal como se entiende hoy, privilegia la instancia subjetiva, de ahí que el origen último de su normatividad es el que surge del consenso o del procedimiento seguido para llegar a ese consenso.

                El recurso permanente a una ética de principios es típico de las versiones neokantianas de la moral, tan en boga en los Estados Unidos. Esta versión de la moral centra sus esfuerzos en la búsqueda de máximas o normas para la acción que puedan ser aplicadas del mismo modo que se aplica una solución técnica a un problema técnico, o una respuesta exacta a un problema físico (4). Y, en esta búsqueda de "principios bioéticos", los aspectos consensuales han alcanzado una inusual importancia. Así, el moralista no puede dejar de sorprenderse por esta paradoja: el rigorismo deontológico kantiano, punto de partida de la caza del principio, se ha disuelto hoy en la transcendentalidad de los aspectos procedurales del consenso. Para la bioética de Engelhardt y de Hottois (5), por ejemplo, que siguen el modelo de la ética discursiva de Habermas y Apel, el problema bioético central no es tanto la discusión del bien y el mal moral de esta o aquella práxis, sino cómo asegurar el procedimiento más correcto de alcanzar el consenso. Para estos autores el bien no está en las cosas mismas, sino en la modalidad del consenso. La paradoja no es sin embargo más que una consecuencia de la subjetividad como fuente primera de legitimación moral.

2) La segunda dificultad, derivada de la anterior, es que no hay ninguna referencia a un criterio transubjetivo de lo bueno y lo malo, sino que todo queda subsumido en la figura de una definición consensual. Por ejemplo, no habría ninguna falla moral en una esterilización experimental, si se respeta estrictamente el consentimiento informado entre agente y paciente y éste es correctamente indemnizado. Pero en realidad, los principios bioéticos no tienen el carácter de lo que la ética clásica entiende como "principios", esto es, de verdades tan manifiestas que eximen de toda necesidad consensual, sino más bien de postulados. Para que exista el consenso debe haber una instancia no consensual, que es a la cual la moral clásica llama principios. En rigor de verdad, los "principios" de la moral clásica no necesitan consenso, y por eso no tiene sentido una deliberación acerca de ellos.

3) En tercer término, algunos principios sobre los que se desea hacer pivotar a la bioética, son incompatibles entre sí, si no hasta opuestos. El mismo Kant, por ejemplo, fue un enemigo tenaz del razonamiento utilitarista, y contra el utilitarismo se dirige precisamente la segunda formulación de su imperativo categórico: "Obra de modo que trates a la humanidad, en tu propia persona o en la de cualquier otro, siempre como fin y nunca sólo como medio" (6). Este principio, fundamento del principio bioético de autonomía, en el cual la persona es el valor supremo, es de imposible articulación, en su estado puro, con el de beneficencia inspirado en el utilitarismo, cuyo requisito de maximización del beneficio global instrumentaliza en alguna medida a la persona. Un ejemplo patético de esto es el caso del trasplante de órganos, en el cual el beneficio social podría superponerse al de la persona donante. Esta incompatibilidad ha sido advertida por algunos autores avisados, tal el caso de José Mainetti, quien no ve otra salida para la articulación de tales principios que una especie de "regateo" en el rigor de cada uno de ellos. Así por ejemplo, "sin renunciar al gran criterio kantiano de universalización de las máximas, no es necesario tener éstas por absolutas como requisito de consistencia (7)". Ahora bien, el mismo Mainetti no deja de observar que "la moralidad (...) consiste para Kant en seguir reglas absolutas, reglas que no admiten excepción alguna" (8). Pero, ¿hasta qué punto puede seguir hablándose de verdaderos "principios" cuando ellos son objeto de negociación en cuanto a su alcance? Una vez más, Mainetti pone las cosas en su lugar: "En el plano pedagógico cunde el cansancio con el modelo canónico, al punto que se dice es el recitado de los principios la mejor manera de hacer dormir a la audiencia" (9).

4) En cuarto lugar, la idea de justicia, que también funciona como principio de la bioética, es una noción más bien "jurídica", en la cual la norma ocupa el puesto de honor. Y en muchos casos la norma en cuestión es de carácter penal. Ahora bien, en la ética clásica, la noción de justicia tiene una significación primariamente moral y subsidiariamente normativo-jurídica. La justicia es una perfección o excelencia del carácter, y esto significa que se trata de un hábito o costumbre que dirige las decisiones humanas (10). La justicia a la que se refiere la ética clásica es definida como una virtud o condición habitual del carácter que lleva a querer obrar intencionalmente las cosas justas. Y estas cosas justas tienen, siempre dentro de la perspectiva clásica, una instancia suprapositiva y supraconsensual de legitimación (la naturaleza para Aristóteles, o la razón divina para la filosofía cristiana). La justicia del principio bioético no es una virtud del carácter, sino una norma a la que el terapeuta debe atenerse, pero sin que ello indique la menor alusión a su propio éthos personal. Cualquier alusión en este sentido podría ser considerada como una insolente invasión de su privacidad o de su libertad científica.

5) Por último, el quinto aspecto del núcleo problemático aludido, se refiere a las dificultades de legislación en materia bioética. Es una obviedad decir que las leyes son hechas por los legisladores. Pero los legisladores son hoy, tal como señala Max Weber, "políticos profesionales", es decir, gente que vive no sólo para la política sino también de la política (11). Esto hace, como señala Guy Durand en su artículo "Éthique, droit et régulation alternative" (12), que "muy a menudo el motivo último del legislador frente a la adopción de una ley, es de orden político y electoralista, y no de orden ético y científico. Cuando el gobierno apela a expertos, frecuentemente se producen interferencias de orden político y electoralista al final del recorrido, las cuales comprometen los objetivos deseados".

Por eso, en las discusiones legislativas acerca de temas bioéticos complicados, se suelen pasar por alto las implicancias fundamentales de tales discusiones. Por ejemplo, en la discusión sobre la despenalización del aborto, los argumentos referidos a la definición, ya ni siquiera filosófica de la persona humana, sino por lo menos a nivel de la misma biología, no son tomados en cuenta. En una palabra, estamos dejando la legislación de asuntos muy serios en manos de personas para quienes la aceptabilidad moral de las leyes está, en muchos casos, mediatizada por compromisos que pueden afectar su profesión de políticos, es decir, su propia estabilidad laboral en uno de los empleos más codiciados de las democracias contemporáneas.

A este conjunto de problemas se agrega otro referido a la eticidad misma de la bioética. Si se examinan con cuidado sus métodos e intereses, veremos que su fundamento no es, estrictamente hablando, lo que siempre se ha entendido por "ética", sino más bien el derecho o la ciencia jurídica. Se trata, para la bioética, de un modo de entender la ética en el cual la formación de buenas personas no es el asunto principal; lo que se busca como piedra filosofal es un vademecum de normas o fórmulas aplicables según la ocasión, que permitan salir decorosamente de una situación difícil. En la búsqueda de "soluciones éticas", la ética se transmuta sutilmente de pedagogía moral en investigación, creación o hermenéutica jurídica. Pero entre ética y derecho hay diferencias (13):

DEFINICIONES ALTAMENTE ÉTICAS

1) En primer lugar la ética es una formación de la interioridad orientada por un ideal de perfección moral. Este ideal, además, apela a la convicción y compromisos personales. No se trata de una aceptación puramente exterior y coercitiva de la norma, sino de suscitar una fuerte adhesión a ciertos valores sobre los cuales no existe desacuerdo. Pero el derecho, por su naturaleza, no puede exigir esto. Para la ciencia jurídica basta la conformidad exterior de la acción con la norma. El por qué y el cómo de una determinada conducta serán sólo un elemento subsidiario para su ponderación.

2) La ética es exigente y difícil; ella es todo lo contrario de un "minimalismo". Apunta a una perfección que no conoce de medias tintas. Una vida moralmente perfecta no es en absoluto incompatible con el ejercicio de virtudes heroicas. Pero el derecho no puede ser así y es, de algún modo, minimalista. La perfección moral no es ni puede ser jurídicamente exigible.

3) La ética se interesa por la acción habitual, lo cual implica una perspectiva de largo tiempo, el tiempo mismo de toda la vida. El derecho en cambio no tiene esa pretensión y, dentro de ciertos límites, hasta es conveniente que sea mudable. Dicho de otro modo, para la ética es de capital importancia la formación de hábitos buenos de conducta, mientras que para el derecho, esta dimensión de la práxis no es la fundamental, aunque es cierto que una buena ley no puede dejar de proponerse también este fin. En todo caso, para la ética es esencial la formación de hábitos; para el derecho no importa la habitualidad de la conducta (excepto, claro está, cuando se trata de reincidencias en conductas antijurídicas).

4) La ética busca una plenitud no sólo personal, sino que es tendencialmente ecuménica. La eficacia del derecho por su parte, depende en buena medida de sus límites jurisdiccionales.

Estas diferencias, bosquejadas tal vez con una excesiva concisión, no deben hacer pensar que la ética y el derecho sean independientes. Por el contrario, para la ética clásica, un sistema jurídico bien estructurado debe funcionar como instrumento público de formación moral (14). De ahí que la ley es buena y conveniente en tanto satisface esa necesidad ética de la comunidad. Pero cuando la ley se independiza de su sentido moral, sólo queda el acuerdo de voluntades y las soluciones de compromiso. Ahora bien, la separación postmaquiavélica entre ética y política, ha favorecido una tendencia jurídica en la cual la ley pierde su articulación con la moral para transformarse en una especie de protector y árbitro de ventajas jurídicamente protegidas. Y la bioética se inspira precisamente en este último modo de entender la ley.

De esta forma, resumo lo que a mi juicio son los tres flancos más débiles de la bioética.

El primero de ellos, es que ella no parece ser, estrictamente hablando una ética, sino un saber que desea imitar a la ciencia jurídica. Se busca una norma de aplicación tan general como sea posible, o un criterio de resolución de conflictos, pero sin importar en qué medida su cumplimiento afecta la formación personal del que decide. En una palabra, la bioética tiende a estrechar el dominio de la ética, reduciéndola a un asunto de solución coyuntural de dilemas. Este fenómeno puede ser llamado "juridización de la ética".

El segundo, es que el paradigma jurídico en el cual se inspira la bioética, ha perdido su articulación con el sentido moral de la ley y ha agotado su horizonte en las cuestiones procedurales o en la mera garantía de derechos.

En tercer término, la bioética no ha sido integrada todavía a una reflexión acerca de la técnica contemporánea. Esta última es, nada más y nada menos, que su propia condición material de posibilidad.

Estimo entonces que la bioética no ha tenido todavía un contacto genuino con lo más importante de la filosofía moral. La bioética, que no ignora la existencia de tres grandes tipos de teorías morales (15), tiene buenos instrumentos para reflexionar sobre un estatuto epistemológico más satisfactorio que el puramente canónico o "principalista", capaz de articular aquellas tres perspectivas.

                En este sentido, la ética aristotélica, puede prestar un valioso auxilio; ella no es solamente una ética de la virtud, de acuerdo al relevamiento evocado por Mainetti. Para Aristóteles, la determinación de una conducta virtuosa está precedida por la definición de qué tipo de actos es bueno obrar y en qué disposición habitual de ánimo han de serlo (16). La moral propuesta por el Estagirita no es asunto de coyunturas, sino de una vida entera, "porque una golondrina no hace verano, ni un solo día, y así tampoco hace venturoso y feliz un solo día o un poco tiempo" (17). Por otra parte, en el descubrimiento de los actos buenos, la ética aristotélica, abre la posibilidad de una instancia transubjetiva y transconsensual de legitimación moral (18). Ofrece además una relación de continuidad con la política por medio de su noción de ley, la cual aparece como un exponencial político de la virtud (19). Este pensamiento se completa con una apertura hacia los asuntos técnicos (20). La ética aristotélica no ofrecerá tal vez la solución inmediata de un problema bioético concreto, pero puede contribuir eficazmente, en lo teórico, a enriquecer el debate actual sacando a la bioética de cierta estrechez de perspectivas, y en lo práctico, a que no se den las condiciones de formación de aquellos problemas.

NOTAS

(1) Ver James F. Keenan, "What is Morally New in Genetic Manipulation?", en "Human Gene Therapy" 1 (1990), p.292.

(2) Llamaré "éticas tradicionales" o "clásicas", a las que, de modo general, siguen la inspiración aristotélica de la Ética Nicomaquea.

(3) Me refiero a la acepción de "principio" tal como es empleada en la bioética actual en la formulación de sus principios de autonomía, justicia, etc.

(4) Cfr. la "Conclusión" de la Crítica de la razón práctica de Kant: "La caída de una piedra, el movimiento de una honda, analizados en sus elementos y en las fuerzas en ellos exteriorizadas, tratados matemáticamente, produjeron, finalmente, esa concepción del mundo, clara e inmutable para todo el porvenir, que puede esperar ampliarse con progresivas observaciones sin temer jamás un retroceso. Emprender ese mismo camino en el estudio de las disposiciones morales de nuestra naturaleza, puede aconsejárnoslo ese ejemplo, dándonos la esperanza del mismo feliz éxito. Tenemos a la mano los ejemplos de la razón, que juzga moralmente. Analizándolos en sus conceptos elementales, emprendiendo, a falta de matemáticas, un procedimiento semejante al de la química, el de la separación de lo empírico y lo racional que pueda encontrarse en ellos, por medio de repetidos ensayos sobre el entendimiento humano ordinario, podremos conocerlos ambos puros (...). En una palabra, la ciencia (buscada con crítica y encarrilada con método) es la puerta estrecha que conduce a la teoría de la sabiduría (...)" (Traducción de E: Miñana y Villagrasa y Manuel García Morente. Buenos Aires, El Ateneo, 1951, p.151).

(5) Le paradigme bioéthique. Une éthique pour la tchnoscience. Bruselas. De Boeck-Wesmael, 1990.

(6) Fundamentos de la metafísica de las costumbres, p. 429, Ak. - Bd. IV.

(7) José A. Mainetti, Bioética sistemtica. Gonnet, Quirón, 1991, p.41.

(8) Ibid. p. 40.

(9) Ibid. p. 73.

(10) Ética Nicomaquea, II, 6, 1106b 36; V, 5, 1134a 1.

(11) Max Weber, El político y el científico. Madrid, Alianza Editorial, 1986, p.95 ss.

(12) En: Les fondements de la bioéthique. Textes réunis par Marie-Hélène Parizeau. Bruselas, De Boeck-Wesmael, 1992, pp.63-75.

(13) Retomamos aquí algunos puntos del artículo de Guy Durand.

(14) Ver el artículo de Carlos I. Massini Correas, "La exigibilidad jurídica de las normas morales: liberalismo, comunitarismo y realismo tomista", en prensa en Revista "El Derecho" (1996).

(15) Se trata de las teorías de la virtud, que enfatizan las cualidades del agente; las teorías deontológicas, que más bien se centran en los actos mismos, independientemente de sus fines, consecuencias o disposición interior del agente; y las teorías consecuencialistas, que privilegian los resultados de la acción. Ver Mainetti, op.cit., p.35.

(16) Son innumerables los pasajes de la Ética Nicomaquea donde se ve esto, pero el ejemplo más evidente aparece en el tratamiento de la virtud de justicia, Libro V, cap. (, 1135a ss.

(17) Ética Nicomaquea, Y, 7, 1089a 19.

(18) Id. V, 7, 1134b 29.

(19) Id. X, 9, 1179b 31ss.

(20) Id. VI, 4-5, 1140a 1 ss.