27 Febrero 2012. «Las parejas han perdido el valor del compromiso»
ENTREVISTA A IGNACIO SOCIAS
Director general del Instituto internacional de estudios sobre la familia «The Family Watch» POR LAURA PERAITA
The Family Watch» es un observatorio que, a partir del análisis de la realidad social de la familia, y desde una perspectiva interdisciplinar, se dedica a la elaboración de estudios, propuestas e iniciativas para que la familia sea mejor conocida y reciba el tratamiento y la atención adecuados a las funciones que desarrolla en la sociedad. Su origen se encuentra en la International Federation for Family Development (IFFD), un organismo internacional destinado a la coordinación de iniciativas en favor de la orientación familiar.
«Es la asociación familiar más grande del mundo porque está presente en 60 países —apunta Ignacio Socias— y Naciones Unidas nos ha concedido hace unos meses un estatus consultivo con lo que nos hemos convertido en la única institución española que lo tiene». En este mes de enero tendrán su próxima intervención en Naciones Unidas para plantear algo muy innovador como es que el concepto de exclusión social se amplié a los efectos de las rupturas familiares.
¿Por qué se producen tantas rupturas matrimoniales y las parejas se casan cada vez menos?
Porque se ha perdido el sentido del valor del compromiso. El matrimonio siempre se había planteado como un punto de partida para un proyecto de familia, lo que tiene mucho sentido porque, por ejemplo, tener hijos y educarles es un proceso que lleva años y exige que detrás haya unos padres comprometidos a ello. Pero si, por el contrario, el matrimonio se percibe por la pareja como una simple meta porque se sienten bien juntos, será un fracaso porque los sentimientos y emociones son pasajeros. Si no se trabaja por un proyecto con perspectiva de futuro llega un día en que la pareja no funciona.
¿Qué consecuencias tiene a medio plazo?
Esta situación afecta directamente sobre el bienestar y la felicidad. Nosotros defendemos el matrimonio porque todos los estudios de todos los países demuestran que lo que de verdad contribuye al bienestar de la persona es sentirse querido en un entorno de seguridad. Saber que hay una familia que te protege y cuida, hoy y mañana, tanto si uno gana mucho como si no, si está enfermo o no, es joven o viejo... da más felicidad que cualquier otra cosa. Además, los estudios apuntan que las parejas estables se suicidan cinco veces menos y tienen tres veces menos depresión. Algo querrá decir eso.
¿Cómo puede una familia transmitirlos de nuevo a sus hijos?
La familia es una escuela de derechos humanos. Los padres pueden transmitirlos guiándose por el sentido común y no dejándose engañar por las excentricidades. Cuando unos padres tienen que decir «no» a su hijo, no tienen que tener miedo a hacerlo. Deben enseñarle la importancia de los valores tradicionales: la sinceridad, la generosidad, el valor de la palabra dada, la laboriosidad... También es muy importante el valor del esfuerzo, porque las cosas no se consiguen por suerte, sino por el esfuerzo realizado. Además, no deben dejarse engañar cuando ven en la televisión situaciones que no son normales. La televisión y el cine muestran situaciones de ficción y los padres deben explicarlo correctamente a sus hijos para que no equivoquen su actitud y comportamiento y traten de imitar algo que es irreal. Educar a alguien es explicar que las acciones tienen consecuencias.
¿Dónde está el verdadero problema en esta falta de valores: en la sociedad o en los padres?
Necesitamos mejores sociedades y poderes públicos más ejemplares y responsables, un sistema educativo mejor pero, sobre todo, hacen falta mejores padres, que se dediquen a educar en profundidad a sus hijos. Lo que ocurre es que si pedimos actualmente a una pareja que tenga hijos y los eduque, le estamos solicitando que sean casi héroes porque hay un montón de circunstancias que no se han resuelto para que esto sea posible.
¿Cuáles exactamente?
Fundamentalmente la conciliación. Cuando una madre opta por primar su carrera profesional y postergar su maternidad no hace ningún favor.
¿Quiere decir que la incorporación de la mujer al trabajo ha roto el equilibrio familiar?
Más bien la falta de adecuación del mercado a la mujer. Hay un estudio de la OCDE que demuestra que los países en los que más aumenta la natalidad son aquellos en los que más mujeres trabajan, aunque parezca una contradicción. Son los países en los que las mujeres tienen más flexibilidad y las mejores condiciones laborales. En España hay un mercado laboral ajustado a las necesidades del hombre y no se piensa en las condiciones de la mujer como madre. Si para avanzar profesionalmente la mujer tiene que actuar con patrones masculinos, ser madre es un obstáculo. El problema no es la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, sino las condiciones que se le imponen. Lo que se llama familia tradicional, en la que el hombre trabajaba en el campo y la mujer en casa cuidando a los hijos, es un invento del siglo XVIII. Las mujeres han trabajado siempre en el campo, aunque cuando nacía un niño dedicaban más tiempo a su maternidad. Sin embargo, en lo que se ha mejorado a lo largo de los años es en que poco a poco se va reconociendo su trabajo. En la historia se han producido cambios sociales positivos, como todo lo que aporta la mujer al mercado de trabajo para ella y para la sociedad, pero también negativos porque si no tiene hijos, la más perjudicada es ella porque se está coartando su libertad de ser madre.
Si quieres ser un buen padre, sé un buen esposo
Fuente: Gentileza de Aciprensa. Mujer. Nueva. El último libro de Piero Ferruci, «Nuestros maestros los niños» ya ha sido traducido a 11 idiomas. Allí él dice: «Ha hecho falta tiempo, pero al final me he dado cuenta: la relación con mis hijos pasa a través de la relación con mi mujer. No puedo tener con ellos una buena relación si mi relación con ella no es buena».
La experiencia clínica de Ferruci le ha demostrado que «cada ser humano es el resultado de la relación entre dos individuos: su padre y su madre. Y esa relación sigue viviendo dentro de nosotros como una armonía bellísima o como una laceración dolorosa. La relación entre nuestros progenitores -dice Ferruci- nos constituye en lo que somos. Y esto es verdad también en la época de la familia dormitorio, de los progenitores single, de la fecundación artificial, de la manipulación genética, de los vientres de alquiler, de los bancos de espermatozoides... Un niño siente con todo su ser la relación entre sus progenitores, sea cual sea, la siente en sí mismo.
Si la relación está envenenada, el veneno circulará por su organismo. Si la atmósfera no es armoniosa, crecerá en la disonancia. Si está llena de ansias e inseguridades, también su futuro será incierto».
La conclusión entonces parece clara: si quieres ser un buen padre, sé un gran marido. Si quieres ser una buena madre, sé una gran compañera para tu marido. Esto que parece simple, en la práctica no lo es. ¿Por qué? Ferruci responde en primera persona, con gran humildad:
«A veces he olvidado esta realidad. He tenido demasiada confianza. Sabiendo que nuestra relación va bien, la he dejado allí». Abandonada la relación a su propia suerte, pronto aparecen los disgustos, las recriminaciones. Cuando un matrimonio reacciona a tiempo y recupera lo bello de su amor, los primeros en darse cuenta son los hijos. Y cuenta su propia experiencia, después de una temporada en que, obsesionado por escribir sus libros, comenzó a levantarse a las 5 de la mañana y a pasar el día rabiando por el ruido y las interrupciones:
«Comencé a sentirme deprimido, algo no andaba bien. Al fin comprendí lo que sabía pero no quería admitir. El orden de mis prioridades estaba equivocado.
Decidí devolver a Vivien, mi mujer, un marido que no se cayera de sueño. Después ocurrió algo sutil y sorprendente. Mejoró la relación entre Emilio y Vivien. No es que fuese una relación mala, pero había algo que no me gustaba. A menudo Emilio era descortés con ella y hablaba conmigo como si Vivien no existiera, ignorándola como el machista más encallecido. Después lo he entendido: Emilio me mostraba cuál era mi actitud hacia Vivien... Era yo quien la transformaba en una sombra. Por fortuna me di cuenta a tiempo».
¿Cómo mantener y mejorar constantemente la relación conyugal? Este autor italiano es un gran romántico y cree que la fuente de amor para los esposos radica en el recuerdo de sus mejores momentos.
«Al contrario de lo que muchos piensan, yo creo que el hecho de enamorarse es el instante más auténtico de la relación entre dos personas; es cuando ellas ven que todas las posibilidades se abren ante ellas, cuando tocan la esencia y belleza del amor... Ante los ojos de mi mente desfilan nuestros momentos más luminosos: los primeros paseos juntos, la decisión de casarnos una tarde de septiembre, Vivien que acude a recibirme al aeropuerto un día de lluvia, el concierto durante el embarazo de Emilio...
Todo eso es el origen, la fuente: el lugar en que todo va bien y es perfecto. Resulta positivo regresar de vez en cuando a los orígenes y beber de aquella fuente de agua pura».