ES ESENCIAL DEVOLVER A LA HUMANIDAD La certeza de que lo mejor que hay en el hombre y la mujer Tiende a la fraternidad, al mutuo afecto, a estimar a los demás Como superiores a nosotros mismos, a unir más que a dominar
EL DISCÍPULO ES ALGUIEN QUE SE IDENTIFICA TOTALMENTE CON SU MAESTRO … El cristiano de este siglo puede y debe realizar una obra mucho más original y personal, como hombre y como creyente, para ser verdaderamente discípulo.
No basta con ser cristiano de Iglesia; se ha de ser discípulo para contribuir a que la Iglesia viva. Esa vida de unión con Jesús fue conocida -aunque con modalidades propias- por quienes le siguieron en vida.
Esos pocos hombres habían llevado hasta entonces la vida laboral común al pequeño pueblo de Israel, pero fueron dignos de que Jesús reparase en ellos y también capaces de reconocerle en la suma singularidad de su grandeza humana. Ese conocimiento interior de Jesús, alcanzado por ellos, los alzó por encima de sí mismos y del destino común de su medio. Íntimamente transformados -y todo lo que siguió a la muerte de Jesús no hizo más que confirmarlo- recibieron de sus manos la misión que, por prolongaciones entonces inconcebibles, les dio en el mundo una situación y un papel que desbordaba por todas partes el lugar y la actividad que desempeñaron durante su ministerio. Su historia muestra los más brillantes ejemplos de lo que llega a ser un hombre fiel, una mujer fiel a su camino, cuando encuentra a Jesús y penetra en su intimidad.
Hoy, el acceso a esa vida de intimidad con Jesús se ha vuelto humanamente más exigente, aunque no se haya de subestimar las excepcionales dificultades con que toparon esos primeros judíos. Ese acceso, desde su inicio, pide una gran madurez humana, ya que la irradiación de Jesús a través de las Escrituras y de la Iglesia no se impone con poder como sucedía cuando él mismo, en persona, se encontraba con sus discípulos.
Sin embargo, sin exigir una vida particularmente vigorosa y singular, una comunión con Jesús, siempre latente y a veces percibida, es posible hoy en la situación en que se halla por lo general el ser humano, si trabaja en interiorizarse progresivamente, en ser más consciente de lo que ha de ser a la luz de lo que ha vivido en lo mejor de sí mismo, más abierto en profundidad y más directamente a los seres humanos y al mundo; si, lejos de dejarse seducir por la civilización moderna, sabe sacrificar lo accesorio que ella le propone con insistencia y utilizar los alivios materiales que están al alcance de su mano a fin de desarrollar el conocimiento interior de su condición de ser humano a la luz de lo real.
DEMOS EL PRIMER PASO
LA CARIDAD ES EL ALMA DE LA MISIÓN
“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley? Jesús respondió: ¡Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente! Después viene otro semejante a éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22,36-38)
El ser humano necesitado y capacitado para amar.
Toda comprensión y práctica de misión está, necesariamente, sustentada por una visión antropológica.
Para nuestra reflexión propongo una visión del ser humano como “alguien que se hace (= llega a ser) en la relacionalidad”.
Estamos plenamente identificados con la afirmación bíblica “no es bueno que el ser humano esté solo” y existencialmente convencidos de la necesidad de “compañía adecuada” (Gen 2,18).
El ser humano es, entonces, alguien necesidad de compañía – relacionalidad – amor y capacitado para acompañar – relacionarse – amar.
Tanto para satisfacer su necesidad como para ofrecer su capacidad, el ser humano, tiene que salir de sí y abrirse para acoger e ir al encuentro del otro (diferente) para dar. Es ésta interacción la que construye permanentemente la humanidad, tejiendo relaciones saludables, al servicio de la vida con calidad y en plenitud.
Así, el ser humano, misionero por naturaleza, abierto para acoger y dispuesto a salir e ir al encuentro para hacerse “compañía adecuada”, es permanentemente llamado y enviado a mantener o reestablecer las relaciones al servicio de la vida con calidad, sin dejar que la muerte la invada.
La fórmula del amor “amarse a sí mismo igual que al prójimo”, ya ensayada por muchas generaciones, conduce a la justicia y la felicidad.
El mal nace de amarse a sí mismo menos que al prójimo o de amarse a sí mismo más que al prójimo.?
El Dios Amor y el amor de Dios
“Si existe un denominador común entre todas las religiones, éste es la afirmación de Dios como amor, sinónimo de relación: utopía de la interdependencia entre los seres humanos” .
En el caso del Cristianismo ese amor tiene un nombre: “Padre”. Así nos lo reveló Jesucristo.
Claro que con ese nombre Jesús no pretendía nombrar una persona, ni simplemente darle un nombre, sino revelar unas relaciones de paternidad y filiación y, entonces, también de fraternidad.
Jesús, Hijo enviado (misionero) del Padre por amor , que se encarnó e inculturó, haciéndose “compañía adecuada” (Emmanuel = Dios con nosotros) , nos revela la filiación como don (gracia) y nos deja la fraternidad como misión (tarea)
Por qué será que debo amar primero a Dios ? ___________________
En qué consiste exactamente el amor que Dios me pide? _____________
Será desprendimiento, generosidad, libertad, paz, desinterés total ? _____________________
A qué me invita mi Maestro cuando me dice: Ámense los unos a los otros como yo los he amado. _________________________________________________________________________
Será que el amor se entiende, sin votos evangélicos, sin caridad, sin compromiso, _______
En qué queda la misión si no hay amor …? _________________________________________
DEMOS UN SEGUNDO PASO
QUIÉN ES EL VERDADERO DISCÍPULO…?
Una clave de lectura de Marcos[1]: recuperar la fuerza encantadora del primer anuncio de Jesucristo
Es ampliamente aceptado hoy que en la conclusión del Evangelio de Marcos, el mismo evangelista se encarga de ofrecernos la clave interpretativa de la obra entera. Vamos a proponer partir de ella el “principio y fundamento” en este Encuentro.
Jesús llama de nuevo a los discípulos que lo abandonaron: Marcos 16,7
El evangelio de Mc concluye con la nueva con-vocación de la comunidad de los discípulos: “Id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea, allí le veréis, como os dijo” (16,7). Los elementos que encontramos en este texto son los siguientes:
• La experiencia de la Cruz ha marcado un claro distanciamiento entre los discípulos y Jesús.
• Jesús le renueva la vocación a los mismos que le fallaron.
• Los remite al punto de partida del evangelio: Galilea.
• Es recorriendo el itinerario completo del Evangelio, de cabo a rabo, que los discípulos “verán” al resucitado (como quien dice: todo el evangelio será el equivalente de un relato pascual).
• Jesús convoca a los discípulos renuentes al Maestro, por la mediación de la voz de aquellas que sí fueron fieles hasta el final. Son las mujeres las que llaman a los varones (inversión de roles culturales).
Lo más impactante es que Jesús reúna a toda su comunidad sin hacerle reproches. En la lógica normal, incluso, Jesús debería haber llamado a nuevos discípulos una vez que éstos se mostraron indignos del llamado. Con todo, Jesús llama a los mismos, sin reparos ni objeciones ni discriminaciones –como la primera vez-:
• Llama a los once que “abandonándole, huyeron todos” (14,50). Incluso un joven se desprende de lo único que le queda del seguimiento de Jesús, huyendo desnudo (v.51). Los discípulos que han dejado la barca, la familia, sus bienes, todo por seguir a Jesús, irónicamente terminan dejando al mismo Jesús.
• Pedro que ha negado tres veces a Jesús, pero en realidad cuatro (Marcos le añade una gesto de negación en 14,72 –versión griega-), es llamado sin pedirle ninguna reparación (cfr. La triple confesión de amor antes del segundo “sígueme” en Juan 20,15-19).
• Mientras los otros sinópticos se encargan de mostrar cuál ha sido el dramático destino final de Judas (cfr. Mt 27,3-10 y Lc en Hch 1,18-19; note que en Juan, fuera de Pedro y de Juan –que nunca lo dejó-, ninguno de los otros discípulos es explícitamente llamado) y le descartan cualquier ulterior posibilidad de recuperación, para el evangelio de Mc no hay ninguna discriminación, es decir que asume a Judas junto con todos.
Precisamente en esto se nota claramente para dónde va el evangelio, cuál es la buena noticia: si los discípulos fueron desleales con Jesús, el Maestro por su parte fue leal con ellos, no rompió la amistad. Tenemos aquí una imagen bellísima del amor de Jesús por sus amigos. Este amor fiel de Jesús es el “principio y fundamento” del evangelio:
Un Maestro de cara a sus discípulos y no en contra de sus discípulos …
Jesús llama de nuevo a quienes lo abandonaron: eso qué implica? _____________________
Jesús renueva la vocación de los que fallan … eso hace parte de nuestra misión? __________
Es recorriendo el camino de Jesús como nos hacemos discípulos? Eso como es posible? ____
Si las cosas son así: qué clases de cualidades debo cultivar para poder ser esa mujer discípula que Dios quiere de mi … __________________________________________________________
DEMOS UN CUARTO PASO
EL DISCÍPULO SIGUE AL MAESTRO …
Con toda su alma, Con todo el corazón, con todas sus fuerzas …
En medio de la multitud que corre de un lugar a otro para ser instruida por Ti, agolpándose para escuchar tu Palabra, me encuentro yo, con el único interés de conocerte, de tratarte, de responder a tu llamada a ser discípulo y a inscribirme en la lista de nombres de “Tu Escuela de Apóstoles”. Quiero ser de esos afortunados que, a lo largo de los siglos, han sido llamados para ser formados personalmente por Ti.
“Todos te buscan” (Mc 1,36-38). Estas palabras de Pedro, expresan el deseo inscrito en el corazón de todos: Necesitamos ser instruidos con palabras de Vida eterna, necesitamos un “Rabbi”, un “Maestro” que nos eduque como hijos.
Necesitamos ser formados por el mismo Dios (Jn 6,45), con su cariño, con su educación. Precisamos de un Maestro infatigable que nos eduque en la verdad del Evangelio: “Jesús recorría toda Galilea, enseñando en la s sinagogas” (Mt 4,23).
Sin embargo, reconozco que he vivido mucho tiempo, matriculada en otras escuelas, buscándote con superficialidad, peor aún buscándote donde no estás. Jesús, quiero inscribirme en tu Escuela, dedicarme a aprender, vivir y proclamar tu mensaje que tiene autoridad porque es tu propia vida. Tú, no te conformas con decir lo que hay que hacer, sino que lo haces; y tus lecciones de pobreza, de fidelidad a la misión y de amor son al vivo.
Todo tu comportamiento es en sí mismo una escuela en la que tus lecciones quedan grabadas para siempre. Dame fe para creer que de la fuerza e interés con que te busque, depende el que otros muchos te busquen. Aumenta mi esperanza para confiar que no voy a quedarme en la mitad de mi camino en esa búsqueda y acrecienta mi amor para que nada ni nadie me separe de Ti (Rm 8, 28-39).
El discípulo busca a su Maestro con el corazón … Como quien halla un tesoro que ha estado escondido mucho tiempo, Andrés y Juan te vieron pasar delante de ellos, como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” aquel a quien habían esperado toda la vida, y de quien Juan el Bautista había afirmado: “En medio de ustedes hay alguien que ustedes no conocen” (Jn 1, 35-39).
Atraídos como por imán, corriendo tras de Ti, no podían dejarte pasar, como tampoco yo quiero dejar que pases de largo junto a mí (Gn 18,1-8). Quiero seguirte la pista, quiero saber dónde vives. Me sorprende Jesús, que mi vida no te sea indiferente. Eres consciente de que te sigo, y por eso te devuelves para interrogarme: ¿qué buscas? Tu iniciativa, me permite comprender que corresponde al interés que tengo por ser tu discípulo, y así, ser moldeado y educado en tu Escuela de Apóstoles. Tu pregunta es valida para todos los hombres de todas las épocas, quieres saber el objetivo por el que te seguimos y los motivos que nos mueven a ir tras de Ti. Te interesa saber que hay en nuestro interior, si verdaderamente estamos dispuestos a seguirte y a vivir dónde Tú vives” (Cfr. Rut 1,16-17).
En el fondo nos preguntas qué esperamos de Ti, qué creemos que puedes ofrecernos, y ante nuestra inquietud por conocerte, nos dices: “Ven y Verás”. Tú no nos haces discursos , nos propones una experiencia de vida. La invitación a tu Escuela es una invitación a conocerte, a escucharte y a aprender tu enseñanza. Porque “ver” dónde vives, implica quedarnos a tu lado, hacernos tus discípulos. La convivencia Contigo es tu mejor y más fecundo método de apostolado.
Sólo desde esta experiencia viva de contacto Contigo podemos anunciar que “hemos encontrado al Mesías” y como Andrés podremos atraer a muchos a tu escuela, anunciándoles: “hemos hallado al Mesías... es Jesús, el Hijo de José” (Jn 1,45).
El discípulo busca a su Maestro con toda la Mente … Para pertenecer a tu Escuela no basta con saber todo lo que Tu enseñas, no quieres mi vida llena de teorías, sino que lo que más te interesa es que opte con madurez por la verdad que contienen tus enseñanzas. Buscarte como Maestro, supone estar dispuesto a implicarme Contigo, a no reducirme a escudriñar la Palabra, si no es, con toda sinceridad y con todo el deseo de descartar todo lo que no esté de acuerdo con la Escritura (Jn 5,39), pues Tú te dejas hallar por los que te buscan con sinceridad.
Cuántas veces, no obstante, mi dureza de corazón me impide reconocerte como el único Maestro y al no aceptarte, rechazo el testimonio del Padre (Jn 5,33-47). Como muchos de los judíos de tu tiempo me escandaliza la sencillez de tu vida y de tus obras; me niego a ser instruido por Ti y considerar que tus palabras son necedad y no tienes nada que decirme (Mc 6,2-4).
Es mi falta de fe la que me ciega, la que no me deja valorar tu testimonio, la que me impide de recibirte, la que me hace vivir en la mentira de decir que te busco, cuando en el fondo solo eres un pretexto para mi autorrealización. Tal vez mi rechazo no es explicito, pero lo hago cuando busco interesadamente tus cosas, cuando uso tu palabra para mis fines y cuando busco apasionadamente las Escrituras pero no te busco a ti.
Jesús, Tú me dices que “quienes aman la verdad reconocen a los que dicen la verdad”. Enséñame a conocer la verdad para recibirte como el Maestro, para no dejarme deslumbra por falsas enseñanzas; para dejar de buscarme a mí mismo y buscarte con sinceridad, dejándome instruir por tu con sencillez. La autenticidad con que te busque y te acepte, determina que muchos puedan conocerte. Señor, renueva mi mente, para atraer a muchos hacia ti (Rm 12,2).
El discípulo busca a su Maestro con todas las fuerzas … Con la intrepidez de quien penetra las profundidades del océano, con la tenacidad de un buscador de perlas finas, así quiero buscarte Maestro… pues, ¿de qué forma podré llamarme discípulo tuyo, si no te busco con insistencia. ¿Cómo decir que te sigo, si mi vida no está adherida a la tuya? (Mt 13, 44-46).
Es por esto es que, como María Magdalena, quiero correr a tu encuentro (Jn 20,11-18), pues la experiencia de que me has rescatado de tantas falsas doctrinas enciende en mi interior un fuego que destierra mi frialdad y no puedo más que ir hacia Ti. Quisiera, Maestro, como ella, superar el miedo a la oscuridad a las dificultades y a las críticas. Quisiera salir de mi noche, adelantarme al amanecer y, con el arrojo de los enamorados, poderte decir, que Tú eres la luz y el sol de mi jornada… Tú, la esperanza firme que me queda cada día.
Enséñame a dejar a un lado tanta apatía y escepticismo que van menguando el amor y hacen que busque entre los muertos al que vive (Lc 24,5). Sólo el amor provoca esos encuentros privilegiados “a Solas Contigo”, donde me llamas por mi nombre y donde yo puedo declarar que Tú eres mi “Rabbuni, mi Maestro de Vida y Amor (Jn 20,16).
Jesús, quiero decidirme a vivir Contigo todo el día, a permanecer en tu Escuela de Apóstoles, a vivir ininterrumpidamente contigo. Y ¿qué es esto sino repetirte a cada paso, a cada instante: “Te amo, Maestro”? Dejaré que tu inundes todos los momentos de la jornada, aún en medio del trajín y de las prisas. Aprenderé a detenerme y encontrarte allí cerca, de pie ante tu vida.
Maestro, enciende en mi corazón de discípulo el fuego de tu amor que me haga salir a decirle a mis hermanos: “Mi Maestro, mi Dios ¡vive!”, y conviviendo con El, en su Escuela, forja discípulos y apóstoles enamorados y apasionados, que no se detienen ante nada ni nadie.
Hay que buscar al Maestro, con toda el alma, la mente, el corazón, las fuerzas, etc.
Cómo andamos de alma? _______________________________________
En qué anda ocupado nuestro corazón? ____________________________________________
A qué se dedica nuestra mente? ___________________________________________________
Cómo me siento de fuerzas para continuar adelante con esa misión? ____________________
DEMOS UN QUINTO PASO
El discípulo vive en plenitud los valores Evangélicos
“La Religiosa participa de esa consagración a Dios que le confiere una misión profética, y a través de la profesión de los consejos evangélicos quiere consagrarse más íntimamente al servicio de Dios y de los hermanos. Esta profesión de los consejos evangélicos, no es otra cosa, sino un modo peculiar de seguir a Jesús”[2]
En el Evangelio aparecen tres exigencias básicas para quien quiera seguir a Jesús: Relativizar los vínculos familiares.[3] Relativizar las riquezas.[4] Aprender a llevar la Cruz.[5] Son precisamente estas exigencias releídas bajo la acción del Espíritu presente en la Iglesia, las que hicieron surgir la vida religiosa.
Los consejos evangélicos, con los cuales Cristo invita a algunos a compartir su experiencia exigen y manifiestan el deseo de una conformación con El como forma radical de vivir el Evangelio.[6]
ÿ El Espíritu es el que orienta a Cristo y a los creyentes. (Una vida en el Espíritu)
Las mujeres consagradas tienen la misión de subrayar la dimensión escatológica de la Esperanza y están llamadas por el mismo Espíritu, al compromiso de vivir, testimoniar, y anunciar la Buena Noticia de la salvación.[7]
Los Evangelios nos permiten reconocer la acción del Espíritu:
El espíritu orienta a Cristo y a los creyentes (Mateo 4,1; Lucas 4,14; 2,26)
Ayuda a los discípulos en los momentos de persecución (Mateo 10,20)
El espíritu guía continuamente a la Iglesia (Act. 2,42-47)
Impulsa a evangelizar con audacia (Act. 2,29; 4,13.29.31)
Defiende la libertad y evita el apego al legalismo (Act. 15,1-5.28)
El espíritu es la nueva ley (Romanos 8, 1-17)
El Espíritu produce frutos (Gálatas 5,22)
Ayuda a conocer y penetrar las enseñanzas de Jesús (Juan 14, 25-26; 16,12-15)
ÿ DIMENSIONES DEL ESPÍRITU
Son las direcciones hacia las que El orienta su acción. Jesús fue capacitado para su misión histórica por la acción del Espíritu (Lucas 4,18 Act. 10,38) Los que creemos en Cristo participamos de la plenitud del Espíritu, don prometido para el tiempo final. El Espíritu sostiene y anima la acción de la Iglesia, a su vez toma la iniciativa (Act. 13, 1-2). El Espíritu conduce a la Iglesia como una realidad permanente y continua.
ÿ ESPIRITU Y DIMENSIÓN DE LA COMUNIÓN
Lo primero que suscita el espíritu es la hermandad entre los creyentes (Act. 2,42-47; 4, 32-35) estos se convierten en una comunidad de hermanos reunidos en el nombre del Señor. La dimensión de la comunión se manifiesta en cuatro realidades íntimamente ligadas entre sí: La enseñanza de los apóstoles, la hermandad, la fracción del pan y las oraciones (Act. 2,42). La comunidad persevera en la Palabra, la característica fundamental de la oración de la comunidad es la unidad. La dimensión de comunión se vive en medio de conflictos, porque el mismo Evangelio desaprueba y denuncia las decisiones y las opiniones humanas y contrarias (Act. 5,28-38)
ÿ DIMENSIÓN DE LIBERTAD-AMOR
La comunidad debe permanecer en la libertad con la cual Cristo nos ha liberado (Gálatas 5,1) es una comunidad de personas libres. La libertad va íntimamente ligada al amor, primer fruto del Espíritu. Razón suficiente para entender que no se debe tomar la libertad como pretexto para servir al egoísmo, sino como ocasión para servirse unos a otros en el amor (Gálatas 5, 13-14).
La liberación constituye el ideal hacia el cual debe tender la comunidad. Ellos han sido radicalmente liberados de la esclavitud que los separa de los demás y se hacen capaces de un nuevo tipo de relaciones interpersonales. No hay lugar para la discriminación y opresión del poder, del saber, del tener, de la raza, del sexo. El amor cristiano que libera debe ser como el de Cristo: un amor universal, generoso, gratuito y efectivo que se enriquece y se manifiesta en las obras (1 Juan 3,18)
Los únicos que llegarán a conocer la verdadera felicidad, son quienes han buscado y hallado el modo de vivir bien y honestamente su vida.
Aprendemos a tener una vida que sea agradable a Dios y útil para la sociedad
Le damos sentido positivo a nuestras vidas cada día.
Tenemos una meta definida en nuestras vidas
Logramos establecer la diferencia entre vivir bien y vivir mal: “Pensar bien, es sentirse bien”
La mejor sanación es la auto-crítica. Evaluemos nuestra vida religiosa
Me considero una mujer con espíritu de pobreza? ______ Acepto las limitaciones ___ Soy una persona generosa? ________ Acepto el sacrificio _______ Me lamento? ________ Quisiera vivir mejor? ______ Juzgo a quienes tienen más posibilidades _______ Entiendo qué significa, lo bueno, lo útil, lo necesario? ____Me identifico con el Jesús pobre y humilde de corazón? ___Vivo mi pureza espiritual y corporal? __He tenido dificultades en dirigir mis sentimientos y afectos? ____ Tengo dificultad para entregarme a los demás y aceptar el aprecio de los demás? _______ Comparto la riqueza de mi ser con la vida comunitaria? ___Qué valores he descubierto con la vivencia de mi castidad? _____Me cuesta obedecer y respetar la autoridad de los demás? _____ Soy humilde y valoro a los demás? ____ Soy obediente a las normas y principios de la comunidad? ____ Si soy desobediente a los principios evangélicos, qué fallas se me han presentado en mi vida religiosa? _______ Entiendo hasta dónde llega mi libertad? _____ Comprendo que la obediencia es una valor que me puede llevar a la santidad? _________ Entiendo la obediencia como un principio de salvación? ____
DEMOS EL PASO MÁS IMPORTANTE
El discípulo mantiene limpio su corazón y su conciencia
Precisamente por ser pecadores, nos cegamos ante nuestros pecados. Satanás quiere hacernos ver que no hay mal en lo que hacemos. Entonces el corazón se endurece, se hace insensible a las exigencias del amor. Por eso es tan importante la conversión del corazón. Un discípulo tiene limpio su corazón.
"Por eso, como dice el Espíritu Santo: "Si escucháis hoy MI voz, no endurezcáis el corazón... ¡Atención hermanos! Que ninguno de ustedes tenga un corazón malo e incrédulo..." Hebreos 3.
Dios es un Padre amoroso que nos hace ver el pecado para darnos la gracia del arrepentimiento y perdonarnos. El nos quiere libres. El demonio no quiere que veamos nuestro pecado. Pero si buscamos el camino de Dios tratará de acusarnos con nuestros pecados para que nos desanimemos y volvamos atrás. Podemos discernir entonces la diferencia. Dios enseña el pecado para liberar y perdonar; el demonio lo esconde pero cuando lo enseña es para que desesperemos. Debemos rechazar enérgicamente estos pensamientos e ir a la confesión con toda confianza en el perdón de Dios. Dios SIEMPRE perdona cuando hay arrepentimiento.
Es muy provechoso hacer examen de conciencia diario (Hora de completas) y también, con toda humildad, abrirnos a que personas cerca de nosotros nos corrijan. "Si nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos condenados." (1 Cor. 11, 31)
Examen de conciencia en base a los pecados capitales y a las virtudes contrarias
Soberbia / Humildad
-¿He sido humilde al pensar, me he comparado con otros, he tratado de llamar la atención con mi sabiduría', mi físico, etc.?; ¿Me reconozco pequeñito?; ¿Desprecio a otros en mi corazón?
-¿Me he resentido por el trato o puesto recibido?; ¿Cual es la motivación de mis aspiraciones?.
-¿Distingo entre lo que es doctrina y lo que es mi opinión?; -¿Soy prudente al dar mi opinión; creo que es la única; creo que sin mi presencia las cosas no van bien?
-¿Se distinguir lo que es mi misión o me entrometo en lo que no me corresponde?
-¿Reconozco que no tengo razón de gloriarme sino en Cristo?; ¿En que forma mis acciones están mezcladas con orgullo, vanidad, egoísmo?
-¿Reconozco mis errores y pido perdón?
-¿Puedo ayudar sin mandar?
Avaricia / Generosidad
-¿Estoy apegado a las cosas, ¿Sacrifico tiempo, dinero, para servir según el plan de Dios?.
-¿Juego con el dinero?
Ira vs. Paciencia
-¿Se lidiar con las cruces, enfermedades, problemas con relaciones, trabajo, etc.?
-¿pierdo la paz; manifiesto mal humor cuando las cosas no son como yo espero?
-¿Le hecho la culpa a las circunstancias (ej. "me sacaron de quicio").
Gula vs. Templanza
-¿Como mas de lo necesario?, ¿ayuno?
Envidia vs. Caridad
-¿Siento celos por posiciones, talentos... ? o me alegro cuando otros mejoran. ¿Qué casos puedo pensar en que no me alegre?
Pereza vs. Diligencia
-¿Me he quedado dormido como los discípulos ante lo que Jesús me pedía?
-¿Soy atento a cumplir mis deberes?
-¿Qué hago para edificar mi familia, grupo, comunidad?
-¿Soy rápido a servir aun cuando no tengo ganas?
-¿`Descanso mas de lo necesario?
-¿Dejo las cosas para mas tarde
Bienaventuranzas (Mateo 5, 1-2)
-¿He sido pobre de espíritu, libre de apegos?,
-¿He sido manso, paciente, edificando con medios santos?
-¿He llorado ante los pecados que ofenden a Dios?
-¿He tenido hambre y sed de justicia?
-¿He sido misericordioso?
-¿He sido limpio de corazón, puro de pensamiento?
-¿Trabajo por la paz, en mi persona, hogar, grupo, mundo?
-¿Sufro con gozo al ser perseguido por causa de la justicia (como reacciono ante las criticas "injustas" o incomprensiones?
En Jesús encontramos dos vértebras fundamentales que dieron éxito a su misión: La proclamación de su Palabra centrada en las necesidades del hombre y su entorno, y el testimonio de su propia predicación que descansa en la caridad, la justicia y el amor. En Jesús se cumple perfectamente el binomio del ser y del hacer. Su misión es perfecta, porque está convencido de lo que hace, porque lo vive, porque lo proclama con alegría, porque no tuvo dudas de lo que estaba proponiendo, porque enfrentó la realidad y se metió en el contexto del hombre.
LA VIVENCIA DE LA CASTIDAD
Vivir castamente tiene una gran importancia, no sólo por la razón suprema de mantenerse en amistad con Dios, sino porque aun humanamente las faltas o los pecados en esta materia tienen una proyección que va más allá de la inmediata. Hay que considerar esas cosas también en lo que tienen de síntoma, de actitud de fondo ante Dios primero, pero al mismo tiempo ante uno mismo, ante la persona del otro, ante el mundo. Las faltas de delicadeza, los atentados más o menos velados al pudor, las familiaridades animalescas o los pecados de lujuria que tengan lugar, si no se corrigen y adquieren carta de naturaleza, se proyectan y multiplican, de un modo absolutizador y desbordante.
La actividad humana no ha de guiarse por la espontaneidad sino por la ley moral, que enriquece y facilita el verdadero libre obrar. Lo que debe caracterizar nuestra vida no es el instinto que es lo más espontaneo que mueve a la acción, por las raíces deterministas que posee (pura bioquímica)-, sino el amor y el deber, el sentido de responsabilidad, la obediencia libre a una norma etica.
De ahí que no sea licito identificar amor humano e intimidad sexual, aunque sean cosas relacionadas. El amor, mas allá de la atracción, de la satisfacción o de la instintividad, es una decisión moral.
En el fondo, si parece a veces plantearse un conflicto entre amor y castidad, es porque no se reflexiona sobre el significado del amor humano. Tiene valor, pero no es el suyo un valor absoluto: en su nombre no se justifican acciones que vayan contra el Amor, con mayúscula. Ni podría realmente llamarse amor lo que fuera causa de un grave daño espiritual: la muerte del alma, por el pecado grave, es la más terrible manifestación de desamor.
No se puede querer un elemento impidiendo el otro, porque está en juego algo muy profundo: la esencia de un acto, que trasciende todas las técnicas, todos los resultados y todas las intenciones. Un hombre es un hombre, aunque este dormido o loco o paralitico; el acto conyugal es algo que tiene sentido y licitud únicamente donde sus dos significados pueden desarrollarse plenamente.
La sexualidad se debe que medir desde la persona y hacia la persona
La sexualidad no es asunto individual, ni siquiera un asunto que pasa entre dos. El comportamiento sexual se abre al nosotros social. Es necesario una institucionalización para la sexualidad humana.
La liberación sexual es una amenaza a los valores.
Es necesario salvaguardar los siguientes valores: La sexualidad y el amor tienen un valor en sí mismos, en cuanto que están enraizados en la persona. La sexualidad y el amor tienen una estructura que debe ser respetada para que encuentren su realización auténtica. Una relación sexual plena debe ser la expresión de un amor total, exclusivo y definitivo. Para que se entienda un amor pleno, se debe defender un amor monogámico e indisoluble.
LA VIRTUD DE LA SANTA PUREZA
Dios dio a nuestros primeros padres, y en ellos a los demás hombres, el precepto de multiplicarse y poblar la tierra. Como hemos dicho, para facilitar el cumplimiento de esta obligación, asoció un placer al acto generativo.
Por lo anterior, buscar el placer por sí mismo, olvidando el papel providencial que Dios confía al hombre, o buscarlo fuera de las condiciones establecidas por El, es ir contra el plan divino, es ofender a Dios, es un pecado grave: El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión (Catecismo, n. 2351).
La pureza es, precisamente, la virtud que nos hace respetar el orden establecido por Dios en el uso del placer que acompaña a la propagación de la vida. O bien, si se quiere una definición formal, es la virtud moral que regula rectamente toda voluntaria expresión de placer sexual dentro del matrimonio, y la excluye totalmente fuera del estado matrimonial.
Conviene detenerse a pensar en esta última definición: con la recta comprensión de los conceptos que encierra se solucionan y explican todos los cuestionamientos sobre el tema.
RAZONES PARA VIVIR LA PUREZA
Son muchas las razones que pueden darse por las que todo hombre ha de vivir la castidad:
A. Razones naturales
El placer venéreo es sólo estímulo y aliciente para el acto de la generación, dada su necesidad imprescindible para la propagación del género humano; de otra suerte, sería difícil la conservación de la especie.
Es por tanto un placer cuya única y exclusiva razón de ser es el bien de la especie, no del individuo, y utilizarlo en provecho propio es subvertir el orden natural de las cosas.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica que la virtud de la pureza o castidad significa la integración de la sexualidad en la persona, invitando así a evitar una visión mutilada de la persona humana a su sola sexualidad.
La sexualidad rectamente entendida no pertenece sólo al mundo corporal y biológico, sino que es inseparable de la persona toda. Otra forma de actuar manifestaría un reduccionismo de la persona, considerándola como “objeto de uso”. Cuando no se entiende a la persona como un todo en sí misma, sino que se le reduce a alguno de sus aspectos (en este caso su cuerpo, en el sentido del posible placer sexual que reporte), se produce una visión utilitarista de la persona, incompatible con su dignidad.
B. Razones de la revelación
Esa ley natural ha sido incontables veces positivamente prescrita por Dios: Ex. 20, 14; Prov. 6, 32; Mt. 5, 28; 19,10ss.; Col. 3, 5; Gal. 5, 19; I Tes. 4, 3-4; Ef. 5, 5; I Cor. 6, 9-10; Heb. 13, 4; etc.
C. Razones sobrenaturales
Al haber sido elevado a la dignidad de hijo de Dios, el hombre participa -en su cuerpo y en su alma- de los bienes divinos.
Gracias al bautismo, nuestro cuerpo es “templo del Espíritu Santo, que está en nosotros y hemos recibido de Dios” (I Cor. 6, 19). Como templo de Dios, debe servir para darle culto a El y no a la carne. Ha sido injertado en el Cuerpo Místico de Cristo y destinado a resucitar con El. Por eso, los pecados contra la castidad no son sólo pecados contra el propio cuerpo, sino también contra “los miembros de Cristo”, y tienen el carácter de una horrible profanación. “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Voy a tomar yo los miembros de Cristo, para hacerlos miembros de una meretriz? ¨O no sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo?”(I Cor. 6, 15-20).
VIRTUD POSITIVA
Es importante considerar que la pureza es eminentemente positiva: no supone un cúmulo de negaciones (“no veas”, “no pienses”, “no hagas”), sino una verdadera afirmación del amor, que es explicable desde dos órdenes:
a) en el plano natural, la castidad consiste en realzar el valor de la persona frente a los valores del sexo. Por ello, no es una virtud negativa (una serie de “no”), sino al contrario: un rotundo “sí” ( -“yo te veo a ti como persona, como ser espiritual”- ) al que, inseparablemente, vienen unidos los “no” (“no quiero verte como cosa, como objeto para obtener placer”). El desarrollo insuficiente de la castidad se manifiesta en una tardanza en afirmar el valor de la persona, dejando la supremacía a los valores del sexo que, al apoderarse de la voluntad, deforman la actitud respecto a la persona del sexo opuesto.
Ello exige un esfuerzo interior y espiritual considerable porque la afirmación del valor de la persona no puede ser más que fruto del espíritu. Lejos de ser negativo y destructor, este esfuerzo es positivo y creador: no se trata de destruir los valores del cuerpo y del sexo, sino de realizar una integración duradera y permanente; los valores del cuerpo y del sexo como inseparables del valor de la persona.
Por eso, la castidad verdadera no conduce al menosprecio del cuerpo ni a la minusvaloración del matrimonio y de la vida sexual. Considerarla como una virtud negativa es el resultado de una falsa concepción originada, precisamente, de la impureza. Pues la falta de dominio de la concupiscencia -el lujurioso que todo lo sacrifica a su pasión- no puede ya sino verla como algo que la coarta y limita su irrefrenable deseo de placer;
b) en el plano sobrenatural, es la afirmación del hombre que se sabe llamado a participar del mismo amor de Dios, y que su corazón no se sacia sino con la posesión de ese bien infinito. Si en ese esfuerzo pone sus mejores energías, la pureza le resultar fácilmente asequible; de otro modo, al permitir que el amor propio y las satisfacciones egoístas invadan ámbitos de su corazón, hallar que éste no se satisface, despertándose en él un deseo cada vez mayor de los bienes finitos, dentro de los cuales con particular fuerza se presentar n los relativos al placer sexual.
Por ello, el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas supone el primero y más fundamental apoyo en la práctica de esta virtud.
UNIVERSALIDAD Y EXCELENCIA DE LA VIRTUD
Todos estamos llamados a vivir la castidad o pureza:
“Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad” (Catecismo, n. 2348).
Ahora bien, “las personas casadas son llamadas a vivir la castidad conyugal; las otras practican la castidad en la continencia” (Id., 2349).
Por ello, todo aquel que no está‚ unido en legítimo matrimonio, debe vivir estos mandamientos con la abstención de todo placer sexual. Esto vale también para los novios: “los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad” (Id., 2350).
Nuestro Señor Jesucristo confirma y perfecciona la obligación de la castidad externa e interna en el Sermón de la Montaña (Mt. 5, 31ss.), y señala la virginidad como superior al estado matrimonial (Mt. 19, 10-12).
La Iglesia definió como verdad de fe que la virginidad es superior al matrimonio (Concilio de Trento; cfr. Dz. 980). Permaneciendo en el celibato, el hombre puede donar a Dios un corazón indiviso, según el modelo de su Hijo, Jesucristo, que le dio a su Padre el amor exclusivo y total de su corazón. Es entonces cuando el hombre conquista la cumbre suprema, el vértice del testimonio cristiano: “Haciendo libre de modo especial el corazón del hombre... la virginidad testimonia que el reino de Dios y su justicia son la perla preciosa que se debe preferir a cualquier otro valor” (Juan Pablo II, Enc. Familiaris consortio, n. 16).
MEDIOS PARA CONSERVARLA
Para conseguir ese dominio que Dios nos pide sobre las tendencias desordenadas, hay necesidad de poner los medios: unos, los más importantes, sobrenaturales, y otros naturales.
A. Los medios sobrenaturales
a) Confesión y comunión frecuentes: purifican el alma y la fortalecen contra las tentaciones al infundir o aumentar la gracia santificante, y la castidad es “un don de Dios, una gracia” (Catecismo, n. 2345).
La confesión frecuente es una ocasión para vencer la soberbia, además de que otorga las gracias sacramentales que nos ayudan en la lucha.
El contacto de nuestro cuerpo con el Santísimo Cuerpo de Nuestro Señor, es una magnífica ayuda para aplacar la concupiscencia.
b) Oración frecuente: sin el auxilio divino el hombre no puede con sus propias fuerzas resistir a los embates del demonio; “desde que comprendí -decía el sabio Salomón- que no podría ser casto si Dios no me lo otorgaba, acudí a Él y se lo supliqué, y pedí desde el fondo de mi corazón” (Sab. 8, 21).
Cristo Nuestro Señor hablando de la impureza dice: esta casta de demonios no se lanza sino mediante la oración y el ayuno (Mt. 17, 21); y en otro pasaje del Evangelio leemos: “velad y orad para que no caigáis en la tentación” (Mt. 26, 41).
Lo recuerda también aquel punto de Camino: La santa pureza la da Dios cuando se pide con humildad (n. 118); o aquel otro: “`Domine" ¡Señor!-, `si vis, potes me mundare" -si quieres, puedes curarme-. ¡Qué hermosa oración para que la digas muchas veces con la fe del leprosito cuando te acontezca lo que Dios y tú y yo sabemos!- No tardarás en sentir la respuesta del Maestro: `volo, mundare!" -quiero, ¡sé limpio!” (Camino, n. 142).
c) Devoción a la Santísima Virgen, que es Madre nuestra y modelo inmaculado de esta virtud; a Ella, Mater pulchrae dilectiónis -la Madre del amor hermoso- hemos de acudir llenos de confianza.
“Ama a la Señora. Y ella te obtendrá gracia abundante para vencer en esta lucha cotidiana. -Y no servirán de nada al maldito esas cosas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro de ti, hasta querer anegar con su podredumbre bienoliente los grandes ideales, los mandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en tu corazón.- `Serviam"!” (Camino, n. 493).
d) Mortificación, con la que procuramos avalar las peticiones que le hacemos a Dios.
Mortificación corporal y de los sentidos: “Al cuerpo hay que darle un poco menos de lo justo. Si no, hace traición” (Camino, n. 196). “Di a tu cuerpo: prefiero tener un esclavo a serlo tuyo” (ibid., n. 214).
B. Los medios naturales ayudan a vivir la pureza, pues ésta
“implica un aprendizaje del dominio de sí... la alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace un desgraciado” (Catecismo, n. 2339).
Esos medios son:
a) guarda de la vista, pues los pensamientos se nutren de lo que se ha visto; los ojos son las ventanas del alma. Por tanto, hacia todo aquello que es directamente excitativo del placer carnal escenas pornográficas, desnudos eróticos, etc., existe la obligación de retirar la vista por la ocasión próxima voluntaria de pecado mortal.
Aquel a quien una imagen no directamente obscena por ejemplo, contemplar una joven que va por la calle, le produce excitación, tiene también el deber de guardar la vista, pues en ese caso es igualmente ocasión de pecado;
b) sobriedad en la comida y en la bebida: “La gula es la vanguardia de la impureza” (Camino, n. 126);
c) cuidado del pudor, que puede definirse diciendo que es la aplicación de la virtud de la prudencia a las cosas que se refieren a la intimidad o, en otras palabras, la prudencia de la castidad. Es el hábito que “advierte el peligro inminente, impide exponerse a él e impone la fuga en determinadas ocasiones. El pudor no gusta de palabras torpes y vulgares, y detesta toda conducta inmodesta, aun la más leve; evita con todo cuidado la familiaridad sospechosa con personas de otro sexo, porque llena plenamente el alma de un profundo respeto hacia el cuerpo que es miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo” (PIO XII, Enc. Sacra Virginitas, n. 28);
d) evitar la ociosidad, llamada con justa razón la madre de todos los vicios; siempre ha de haber algo en qué ocupar el espíritu o ejercitar el cuerpo;
e) huir de las ocasiones: “No tengas la cobardía de ser `valiente": ¡huye!” (Camino, n. 132);
f) dirección espiritual llena de sinceridad; siempre es necesaria la ayuda de un prudente director de conciencia, pero m s aún en las épocas de especial dificultad;
g) deporte, que forma virtudes especialmente aptas para resistir al capricho;
h) modestia en el vestir, en el aseo diario, etc.
LA LUCHA CONTRA LA TENTACIÓN
Los pensamientos involuntarios contra la pureza no son pecado de suyo, sino tentaciones o incentivos del pecado. Proceden de nuestras malas inclinaciones, de la sugestión del demonio, que intenta a toda costa alejarnos de Dios, o del ambiente que nos rodea, que frecuentemente es un incentivo de la concupiscencia.
Enseña Santo Tomás (S. Th., I, q. 114, a. 3) que no todas las tentaciones que vienen sobre nosotros son obra del demonio: basta con nuestra concupiscencia, excitada por hábitos pasados y por imprudencias presentes, para dar razón de muchas de ellas. Así pues, no debe sorprendernos que vengan tentaciones, pero hay que ser fuertes para rechazarlas prontamente. Si resistimos a la tentación, crecemos en amor a Dios y en la virtud de la fortaleza. Si no luchamos por rechazar esos pensamientos -acudiendo a Dios, pensando en otras cosas, etc.- sino que nos entretenemos con ellos, son pecado mortal.
Además sabemos que la fuerza para vencerlas nos viene de Dios, que siempre nos da su gracia.
Cuando tengamos duda de si una cosa es pecado de impureza o no es, hay que preguntar a las personas competentes
LAS OFENSAS A LA CASTIDAD
DEFINICIONES Y VALORACIONES MORALES
Empleando como referencia los números 2351 a 2356 del Catecismo de la Iglesia Católica, definimos a continuación lo que se entiende por lujuria, masturbación, fornicación, pornografía, prostitución y violación, señalando el porqué de su ilicitud moral.
La lujuria es un deseo o goce desordenado del placer venéreo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión (n. 2351).
Por masturbación se ha de entender la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo. Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado (n. 2352).
Una práctica deliberada de la masturbación es indicio de falta de dominio de sí, básicamente en la educación del amor: una vida centrada en el egoísmo no raramente desemboca en este hábito desordenado. El remedio se encuentra al margen de los casos patológicos en la causa que lo origina: al ser la masturbación el replegarse sobre sí mismo, su solución ha de buscarse en la apertura a los otros; a Dios, al mundo y a los propios deberes.
“La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos.
Además, es un escándalo grave cuando hay de por medio corrupción de menores (n. 2353).
La pornografía consiste en dar a conocer actos sexuales reales o simulados, puesto que quedan fuera de la intimidad de los protagonistas, exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada.
Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno viene a ser para otro objeto de placer rudimentario y de una ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio. Es una falta grave. Las autoridades civiles deben impedir la producción y la distribución de material pornográfico” (n. 2354).
“La prostitución atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida al placer venéreo que se saca de ella. El que paga peca gravemente contra sí mismo: quebranta la castidad a la que lo comprometió su bautismo y mancha su cuerpo, templo del Espíritu Santo (cfr. I Cor. 6, 15 a 20).
Es siempre gravemente pecaminoso dedicarse a la prostitución, pero la miseria, el chantaje, y la presión social pueden atenuar la imputabilidad de la falta (n. 2355).
“La violación es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona. Atenta contra la justicia y la caridad.
La violación lesiona profundamente el derecho de cada uno al respeto, a la libertad, a la integridad física o moral. Produce un daño grave que puede marcar a la víctima para toda la vida. Es siempre un acto intrínsecamente malo” (n. 2356).
GRAVEDAD DE LOS PECADOS CONTRA LA CASTIDAD
El principio fundamental es que el placer sexual directamente buscado fuera del legítimo matrimonio, es siempre pecado mortal y no admite parvedad de materia.
No admite parvedad de materia (incluso la lujuria no consumada interna, como p. ej., un mal pensamiento: cfr. Mt. 5, 28) quiere decir que, por insignificante que sea el acto desordenado, es siempre materia grave. Sólo puede darse el pecado venial por falta de suficiente advertencia o de pleno consentimiento.
Los textos de la Sagrada Escritura que así lo muestran son muy numerosos:
Ex. 20, 14: “No adulterarás”;
Mt. 5, 8: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios”;
I Cor. 6, 9-10: “No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas... poseerán el reino de Dios”;
Mt. 5, 28: “Todo aquel que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón”.
Otros textos: I Tes. 4, 3; Rom. 12, 1-2; I Cor. 5, 1; 6, 20; Apoc. 21, 8.
Es muy clara la razón por la cual no existe materia leve en las faltas de impureza: el poder de procrear es el más sagrado de los dones físicos dados al hombre, aquel más directamente ligado con Dios. Este carácter sagrado hace que su transgresión tenga mayor malicia: Dios se empeña en que su plan para la creación de nuevas vidas humanas no se degrade a instrumento de placer y excitación perversos. La única ocasión en la que un pecado contra la castidad puede ser pecado venial es cuando falta plena deliberación o pleno consentimiento.
La materia nunca es necesario analizarla, porque ya hemos dicho que es siempre grave; en cambio, lo que sí puede cambiar son la advertencia y el consentimiento. Si se comete un acto impuro mientras se duerme, o en un estado de semiconciencia, no puede haber pecado mortal, porque falta la plena advertencia. Si nos asalta un pensamiento impuro, en contra de nuestros deseos, -y por tanto luchamos por rechazarlo- no puede haber pecado mortal, porque falta el perfecto consentimiento. Por el contrario, un simple pensamiento que, luego de advertido, se mantiene voluntariamente, es pecado mortal.
Por tanto, cada vez que se incurra en un acto o venga un pensamiento impuro, tenemos sólo que preguntarnos: ¿lo hice con plena advertencia? Sí o no. ¿Hubo perfecto consentimiento? Sí o no. Si resulta afirmativo en ambos casos, hay pecado mortal; si se luchó eficazmente por evitar la tentación, no hay falta grave.
SUS CAUSAS
Las causas del pecado pueden ser interiores y exteriores. Entre las causas interiores están:
1) la falta de moderación en el comer y en el beber, y en general toda falta de mortificación; el aburguesamiento, que debilita la voluntad;
2) la ociosidad, que es fuente y origen de muchos vicios;
3) el orgullo, que lleva a buscar egoístamente las propias satisfacciones;
4) la falta de oración y de trato con Dios.
Entre las causas exteriores pueden enumerarse las siguientes: asistencia a espectáculos cine, TV, teatro obscenos o que despiertan la concupiscencia, malas compañías, bailes impropios, asistencia a ciertas playas o piscinas, modas, familiaridades indebidas con personas del otro sexo, etc.
Estas causas exteriores se llaman también ocasiones de pecado, y si habitualmente conducen a la comisión de una falta grave, por sí mismas constituyen pecado grave. Es obligación, como ya se ha dicho (cfr. 5.8), tener la valentía de huir de dichas ocasiones.
Hay pues obligación grave de evitar todo aquello que en sí mismo o por debilidad nuestra resulta directa y gravemente provocativo: ciertos programas de TV, películas con escenas eróticas, etc. Es necesario percatarse que los productores de esas imágenes buscan precisamente excitar con ellas el placer del público, como medio añadido para aumentar sus ingresos.
Un moralista contemporáneo dice: en lo relativo a este precepto en relación. Se trata del tema de los besos y abrazos:
“a) Constituyen pecado mortal cuando se intenta con ellos excitar directamente el deleite venéreo...;
b) Pueden ser pecados mortales, con mucha facilidad, los besos pasionales -aunque no se intente el placer deshonesto-, sobre todo si son en la boca y se prolongan por algún tiempo; pues es casi imposible que no representen un peligro próximo y notable de movimientos carnales en sí mismo o en la otra persona. Cuando menos, constituyen una falta grandísima de caridad para con la otra persona, por el gran peligro de pecar a que se le expone. Es increíble que estas cosas puedan hacerse en nombre del amor. Hasta tal punto les ciega la pasión, que no les deja ver que ese acto de pasión sensual, lejos de constituir un acto verdadero y auténtico amor -que consiste en desear o hacer el bien a quienes se quiere-, constituye en realidad un acto de egoísmo grandísimo, puesto que no vacila en satisfacer la propia sensualidad aun a costa de causarle un gran daño moral al otro.
Dígase de igual manera lo mismo de los tocamientos, miradas, etc.
c) Un beso rápido, suave y cariñoso dado a otra persona en testimonio de afecto, con buena intención, sin escándalo para nadie, sin peligro o muy remoto de excitar la propia o ajena sensualidad, no puede prohibirse en nombre de la moral cristiana.
d) Lo que acabamos de decir puede aplicarse, en la debida proporción, a los abrazos y otras manifestaciones de afecto (A. Royo Marín, Teología Moral para Seglares, p. 458).
SUS CONSECUENCIAS
Las consecuencias que se derivan de no vivir la virtud de la pureza son muchas: nosotros, siguiendo a Santo Tomás (S. Th., II-II, q. 153, a. 5), enumeraremos algunas:
1) Enemistad con Dios y, consecuentemente, peligro serio para la salvación del alma. Por eso señala San Alfonso María de Ligorio que “la impureza es la puerta más ancha del infierno. De cien condenados adultos, noventa y nueve caen en él por este vicio, o al menos con él”.
Bien manifiestas son las obras de la carne, las cuales son fornicación, impureza, lascivia..., de las cuales os prevengo, como ya os tengo dicho, que los que tales cosas hacen no conseguir n el reino de Dios (Gal. 5, 19ss.).
2) Ciega y entorpece el entendimiento para lo espiritual porque, como señala San Pablo, el hombre animal no puede percibir las cosas que son del Espíritu de Dios (I Cor. 2, 14).
“La lujuria -enseña santo Tomás de Aquino- nos impide pensar en lo eterno; torna pesada la piedad y la lleva al hastío de Dios: quien no reprime los placeres carnales no se preocupa por adquirir los espirituales, sino que siente fastidio por ellos” (S. Th., II-II, q. 153, a. 5, c.).
3) Produce un tedio profundo por la vida, al ver que los deleites en los que se cifró la felicidad acaban por defraudar y torturan.
4) Arrastra a toda clase de pecados y desgracias, ya que el lujurioso todo lo sacrifica a la pasión, incluso al grado de arruinar la familia y poner en peligro la estabilidad de los hijos.
5) Ocasiona desgaste mental y físico, pudiendo acarrear graves y vergonzosas enfermedades.
6) Produce una falta de carácter y personalidad, intranquilidad y falta de alegría.
“...precisamente entre los castos se cuentan los hombres más íntegros, por todos los aspectos. Y entre los lujuriosos dominan los tímidos, egoístas, falsarios y crueles, que son características de poca virilidad” (Camino, n. 124).
Por el contrario, la pureza nos lleva a un amor de Dios cada vez más profundo, humanamente templa el carácter, y hace crecer la reciedumbre, la paz interior y la alegría sobrenatural.
ALGO MAS SOBRE EL NOVENO MANDAMIENTO
El noveno mandamiento ordena vivir la pureza en el interior del corazón, y prohíbe todo pecado interno contra esta virtud: pensamientos y deseos impuros. El enunciado del Decálogo (cfr. Ex. 20, 17) lo prescribe diciendo: “no desearás la mujer de tu prójimo”.
La pureza interior que se nos manda con este precepto va más allá de lo puramente sexual, ya que prescribe también el orden en los afectos del corazón, y puede faltarse a este mandamiento si no se tiene el cuidado de evitar apegamientos a cosas o personas enamoramientos que no resultan conformes a la recta razón.
Es importante considerar que el amor verdadero viene con el sacrificio y la entrega, después de mucho tiempo de haberse probado, y es el que busca el bien de la persona amada.
El amor repentino -los enamoramientos juveniles- no son de ordinario sino amores egoístas: se quiere a una persona, es verdad, pero sólo por los beneficios -reales o imaginativos- que se piensa se recibirán de ella: presencia agradable, comprensión, sentirse amado, compañía y consuelo, etc.
Se precisa, por tanto, una educación de la afectividad, que lleve a una verdadera madurez en los afectos, y que se base en:
1) poner sobre todo el amor en Dios y en las cosas que a Él se refieren,
2) ejercitarnos en la humildad, buscando no lo que halaga a la vanidad sino lo que resulta provechoso en servicio de los demás, empezando por la propia familia,
3) buscar la ayuda de la dirección espiritual, siendo muy sinceros al manifestar la presencia de afectos desordenados.
LA FORMA EN QUE SE CONCRETA EL NOVENO MANDAMIENTO:
“No te enamorarás de quien no debes”
“No te enamorarás de tal modo y con tal falta de control, que ese amor te lleve a ofender a Dios, porque te obceque y te impida reaccionar como cristiano (como cristiana)”.
“No te enamorarás de ningún hombre (de ninguna mujer) si el Señor te ha pedido el corazón entero”.
“No te enamorarás de quien todavía es joven o tiene más belleza, cuando quien Dios ha puesto a tu lado en el matrimonio ha dejado atrás la lozanía de la mocedad o se ha marchitado”.
“No te enamorarás sólo de la apariencia, porque el hombre (o la mujer) no son sólo cuerpo”.
“No te enamorarás de los frutos de tu fantasía”.
“No te enamorarás del protagonista de la última película que has visto, de la última novela que has leído, del último serial radiofónico que has escuchado”.
“No te enamorarás de la primera persona que te trate con educación, comprensión y delicadeza”.
“No coquetearás con los maridos de tus amigas (no serás un dechado de galantería con las amigas de tu mujer, y un erizo con ella)”.
“Probarás la calidad de tu amor con la piedra de toque del sacrificio; no olvidar s que el amor está en dar y no en recibir”.
“Por último, tendrás siempre presente que el cariño bueno ensancha el corazón, acerca a Dios, se extiende a todos; si algún cariño no hace eso, es malo” (Soria, J.L, El noveno mandamiento, Minos, México).
[1] Padre, Fidel Oñoro, cmj. Colombia.Celam.Cebipal