TIEMPO DE NAVIDAD, EPIFANÍA, BAUTISMO DEL SEÑOR
Padre, Héctor Giovanni Sandoval, Delegado Episcopal para la Liturgia, Arquidiócesis de Ibagué (Año 2011)
La celebración de la manifestación del Señor se prolonga en el tiempo de Navidad que se extiende desde las vísperas del Nacimiento del Señor hasta el domingo después de Epifanía, o después del 6 de enero, inclusive. En este tiempo se celebra la octava de Navidad con las fiestas características, de algunos santos, la fiesta de Epifanía y del Bautismo del Señor. Más lejos, aunque en cierto modo vinculada a la cronología de Navidad, tenemos la fiesta de la Presentación del Señor en el templo. Con esta última fecha se cierra idealmente el tiempo natalicio según el esquema mistérico de la Navidad y según la antigua tradición jerosolimitana testificada por Egeria. En la actual ordenación del Calendario litúrgico, después de la celebración del Bautismo del Señor, comienza el tiempo ordinario en las ferias y en los domingos per annum.
Estas sencillas anotaciones nos hacen ya percibir la complejidad del año litúrgico. Occidente celebra en Epifanía la adoración de los magos, aunque no en forma exclusiva. Oriente, sin embargo, celebra en la misma fecha la Teofanía o Bautismo del Señor. Este misterio central de la vida de Jesús ha sido plenamente recuperado ahora de manera solemne de la liturgia romana el domingo después de la Epifanía. Pero existe todavía la Presentación del Señor en el templo, que se celebra «cuarenta días después de la solemnidad de la Navidad». Se perciben, en esta complejidad de fiestas, los diversos criterios que quieren unir a la vez la dimensión cronológica y la sucesión de los misterios, la línea del Occidente cristiano y la tradición oriental.
lRAICES HISTORICAS
La fiesta oriental de la Teofanía del Señor: La fiesta de la manifestación (epiphaneia) del Señor, celebrada el 6 de enero, es de origen oriental. El testimonio más antiguo es el de Clemente de Alejandría. Los gnósticos la celebraban para indicar que en el bautismo de Jesús, Cristo-hombre se hace Cristo-Dios. En el evangelio de los Ebionitas se dice que al salir Jesús de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, una gran luz brilló sobre Él, en la manifestación de Dios. La idea de una «epiphaneia» de la Santísima Trinidad es justa y corresponde a los textos evangélicos que afirman unánimes el bautismo de Cristo, con una manifestación de su divinidad y de su humanidad junto con la revelación del Padre y del Espíritu, y por lo tanto como manifestación de la Trinidad.
En el siglo IV Epifanio la recuerda, citando a Efrén que la considera fiesta de la venida del Señor, de su nacimiento y perfecta encarnación (PG 41,927). Esto quiere decir que al principio en Oriente esta fiesta comprendía también la celebración del nacimiento del Salvador, su manifestación en la carne. Hacia finales del siglo IV existe la fiesta en Antioquía con el nombre de «ta hagia photá», las santas luces. La atención que prevalece en este nombre se explica por la manifestación misteriosa que acontece en el bautismo del Señor por parte del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, a la santificación de las aguas por parte de Cristo. Es el día de los bautismos. La peregrina Egeria nos habla de esta fiesta en Belén y en Jerusalén.
En la raíz de la fecha elegida para esta celebración encontramos una fiesta pagana de la luz celebrada en Egipto en tiempos antiquísimos en honor del Aion, el tiempo. Esto se hacía en el momento culminante del solsticio de invierno, aproximadamente dos semanas después del 25 de diciembre. En Alejandría era también festejada la diosa Kore, la virgen que había traído el sol y la luz. El tema de la luz y el del agua, que aquel día era sacada de los ríos y las fuentes, está, por tanto, unido también a un elemento cósmico celebrado por la religiosidad pagana. Para los cristianos la luz será la revelación de Cristo y la iluminación bautismal, y las aguas recordarán el bautismo de Cristo y del cristiano.
La fiesta occidental de la Epifanía: La fiesta de Epifanía se celebra en Roma desde finales del siglo IV. Pero prevalece en ella la conmemoración de la manifestación del Señor a las gentes en la adoración de los tres magos que son guiados por la estrella. Sin, embargo, tanto en Roma como en otras partes, por ejemplo en España, existe la acumulación de otros significados como el Bautismo del Señor, las bodas de Caná (temas presentes todavía en los himnos y antífonas) e incluso la multiplicación de los panes.
En el rito hispánico la fiesta de la manifestación del Señor, In apparitione Domini, acumula el recuerdo de la adoración de los magos, del Bautismo en el Jordán, del milagro de la conversión del agua en vino y de la multiplicación de los panes, como lo expresa la Inlatio de la fiesta. En esta fiesta se anunciaban las próximas fiestas pascuales, como testimonian las cartas festales de la antigüedad. ¿Por qué la fiesta de Epifanía se transforma en la fiesta de la adoración de los magos en Occidente y no prevalece el acontecimiento del Bautismo propio de Oriente? Recordemos que la imagen de la adoración es muy antigua, se encuentra en las catacumbas de Roma, en el arco triunfal de Santa María la Mayor, en los mosaicos de san Apolinar nuevo de Rávena donde aparecen los nombres a los tres personajes: Melchor, Gaspar y Baltasar, en actitud de ofrenda de sus dones a la Virgen sentada en un trono de gloria, teniendo entre su rodillas al Niño. Quizá porque era la revelación a los gentiles con los que se identificaban los cristianos convertidos del paganismo. Estos temas resuenan en las ocho homilías de Epifanía de san León Magno.
En la actual ordenación del calendario litúrgico Epifanía conserva su característico sentido de una manifestación a las gentes por medio de Cristo que es la luz del mundo.
La fiesta del Bautismo del Señor: La fiesta del Bautismo del Señor que se celebraba ya anteriormente en el rito romano el domingo siguiente a la Epifanía, ha adquirido un cierto realce en la liturgia romana renovada como fiesta del Señor, por los hermosos textos de la misa y del oficio divino y por las lecturas patrísticas del tiempo después de la Epifanía en las que se recogen algunas homilías orientales sobre el misterio del bautismo de Jesús. Nos encontramos frente a una integración Oriente-Occidente en los textos y en la espiritualidad litúrgica de este tiempo.
TEOLOGIA
Resumiendo algunas líneas de teología que están en continuidad doctrinal con las de Navidad, podemos ofrecer algunas reflexiones.
El tiempo de la progresiva manifestación: El tiempo de Navidad es idealmente el tiempo de la manifestación del Señor, desde las primeras revelaciones en el tiempo de la infancia (a los pastores, a los magos, a Simeón y Ana), hasta la prolongación ideal a las primeras revelaciones de la vida pública: en el bautismo a Juan, a los primeros discípulos, en las bodas de Caná, en la multiplicación de los panes.
El breve tiempo litúrgico no permite hacer un desarrollo cronológico de ese otro misterio de la manifestación de Cristo al mundo que es la vida oculta de Nazaret, narrada por Mateo y Lucas en los primeros capítulos de su evangelio: la vida primero en Egipto (Mateo) y después en Nazaret (Lucas), en esa larga jornada de la vida de la sagrada familia en la que Jesús crece en edad, sabiduría y gracia. Una trilogía de palabras que denota su crecimiento progresivo en línea humana, la edad, en línea cultural, la sabiduría, en vida filial ante el Padre, la gracia. Pertenece también a esta manifestación que une idealmente el episodio de los magos y la revelación del Jordán, la revelación prematura de Jesús en la Pascua de sus doce años, en el templo de Jerusalén.
Toda esta serie de episodios que la Iglesia proclama en el tiempo de Navidad, indica claramente cómo la meditación intensa de la liturgia no es simplemente episódica o cronológica, como una historia que se cuenta, sino mistérica, en la acumulación de aspectos del misterio en torno al Niño nacido en Belén, revelado, como en un segundo nacimiento, a orillas del Jordán, cuando de nuevo se rasgan los cielos y se evoca el misterio de la creación y del diluvio, con el espíritu Santo sobre las aguas, con Juan, el testigo misterioso de la Encarnación y ahora precursor y bautizador de Cristo. Todo este dinamismo orienta el misterio de Navidad hacia su desenlace, que es el misterio pascual de la muerte y de la resurrección, del que ofrece los primeros fulgores de revelación el anuncio de Simeón que presenta a Cristo como signo de contradicción, de ruina y de resurrección, en el momento de su presentación-ofrenda sacrificial en el templo, y será confirmada en el Evangelio de Mateo al presentar Cristo como Rey perseguido por Herodes y salvado por la intervención milagrosa de Dios y con la huída a Egipto.
De la luz de Cristo a la iluminación bautismal: En la Epifanía y en el Bautismo del Señor prevalece el tema de la luz, unido a los orígenes evangélicos y paganos de esta fiesta de las santas luces. La manifestación del Señor es gloriosa porque la gloria, de la cual es signo la estrella que guía a los Magos, se posa donde Cristo está presente y es adorado. La gloria de Dios que envuelve como en una nube a Jerusalén en la profecía, ahora se posa finalmente en la casa de Belén, donde encuentran al Niño con María, su Madre. La luz revela a todos la realidad de Cristo que es Lumen Gentium, luz de las gentes. La luz y la gloria evocan la fe; así viene expresado por los Magos que han buscado y encontrado. La fe se convierte en compromiso de vida para llegar a la contemplación de la gloria. El prefacio de Epifanía subraya este misterio de la luz: «Porque hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación, pues al manifestarse en nuestra carne mortal nos hiciste partícipes de la gloria de un inmortalidad».
Los Magos son, según las estrofas 8-10 del himno Acátisto, los primeros iluminados, primicia de todos los gentiles, llamados a compartir la gracia de la iluminación bautismal que conduce a la contemplación del misterio escondido en Cristo Jesús, pero también los heraldos del misterio. El tema de la luz está presente también en el Bautismo de Cristo en el Jordán; es el iluminado por la gloria del Padre y el iluminador, el que ofrece a los que le acogen la luz bautismal.
El misterio de la divino-humanidad participada: Como en Navidad, también en Epifanía y en el Bautismo se expresa la gracia de la llamada a la participación en la naturaleza divina, en la recreación del hombre a imagen del Primogénito. El prefacio de la Epifanía, en continuidad con los de la Navidad, habla de la asunción de la naturaleza mortal y el don de la inmortalidad comunicada. Semejantes expresiones se encuentran en la colecta del Bautismo del Señor.
La humanidad de Cristo, tanto en la infancia, cuando es adorado por los magos, como en la plenitud de su edad adulta, cuando es revelado en el Jordán como Mesías e Hijo amadísimo, es la que permite a la divinidad del Verbo el pleno acercamiento y la total manifestación de su gloria. La humanidad de Cristo, en el intercambio de dones con la Iglesia, nos ofrece la posibilidad de entrar en comunión con su divinidad. En el bautismo se anuncia el don del Espíritu que recibirán en abundancia los creyentes. En las bodas de Caná Cristo aparece como el Esposo de la Iglesia que cambia el agua en el vino del Reino.
CELEBRACIÓN LITÚRGICA
El calendario litúrgico: La celebración del tiempo de Navidad está cargada de fiestas, como hemos visto. Además de la fiesta de la Madre de Dios, en la octava de Navidad se celebra la fiesta de la Sagrada Familia en el domingo después de Navidad, y las de Epifanía y del Bautismo del Señor. Hay que recordar además las fiestas del santoral, desde antiguo vinculadas al ciclo natalicio: san Esteban, san Juan Evangelista, los Santos Inocentes. Si la fiesta de Epifanía se celebra el 6 de enero, existe en algunos años la posibilidad de celebrar el segundo domingo después de Navidad que prolonga la proclamación del misterio de la Encarnación.
La palabra proclamada
El leccionario ferial: En las ferias que van desde el 29 de diciembre, ya que los otros días tienen lecturas propias en las memorias de los santos Esteban, Juan evangelista y los niños inocentes se hace una lectura continua de toda la primera carta de san Juan, que ya se empezó a leer el 27 de diciembre, fiesta del mismo Juan. Los evangelios se refieren a las manifestaciones del Señor. En efecto, se leen los acontecimientos de la infancia de Jesús, tomados del evangelio de san Lucas (29 y 30 de diciembre), el primer capítulo del evangelio de san Juan (31 de diciembre al 15 de enero) y las principales manifestaciones del Señor, tomadas de los cuatro evangelios (7 al 12 de enero).
El leccionario dominical y de las solemnidades: Dejando por ahora lo referente a las fiestas de la santa Madre de Dios, de la Sagrada Familia, que veremos en su lugar adecuado en los capítulos siguientes, vamos a presentar el mensaje bíblico del segundo domingo de Navidad y de las fiestas de Epifanía y del Bautismo del Señor.
El segundo domingo después de Navidad profundiza el misterio de la Encarnación con los textos del Sir 24,1-4,12-16 sobre el tema de la sabiduría, imagen profética del Logos; con el texto de Ef 1,3-6.15-18, la bendición por designio de Dios en Cristo; y finalmente con la lectura, una vez más, de 1 Jn 1-18, la Palabra ante el Padre y hecha carne por nuestra salvación.
En la fiesta romana de la Epifanía da el tono la proclamación del evangelio de Mateo sobre la adoración de los Magos (Mt 2,1-12); antiguamente se ritualizaba la postración de los magos durante el canto del evangelio, para hacer más vivo con una mímesis litúrgica el misterio proclamado.
Este relato evangélico adquiere todo el sentido del misterio a la luz del profeta Isaías (Is 60,1-6) que canta la gloria de Jerusalén inundada de luz, y del Salmo 71, real y mesiánico, profecía de la adoración de los reyes de Sabá y de Arabia que ofrecen los dones al Mesías; estos dos textos están en la base de la comprensión de la narración evangélica y son la profecía anticipada del Evangelio de la adoración de los magos. Pablo (Ef 3,2-6) ofrece la teología de la manifestación a las gentes, que después es repetida en las oraciones y en el prefacio de la solemnidad.
En el domingo del Bautismo del Señor se leen textos unitarios sobre la unción de Jesús por medio del Espíritu (Is 42,1-4,6-7) Y sobre el testimonio de los Apóstoles con respecto al episodio del Bautismo (Hch 10,34-38). Se proclama en los diversos ciclos A, B, y C, el evangelio del Bautismo según los tres sinópticos respectivamente, con una atención particular a los detalles propios de cada evangelista. Otras lecturas ad libitum para el año B se refieren en Is 55,1-11 a la invitación a los sedientos para que acudan a las aguas de la vida; en la 1ª de Jn 5,1-9 al misterio del agua, del espíritu y de la sangre, testigos del misterio de Cristo. En el año C se puede proclamar Is 10,1-5.9-11, que expresa la revelación universal de Dios; la perícopa de la carta a Tito, 2,11-14; 3,4-7 recoge en uno los dos textos ya leídos en el día de Natividad acerca de la manifestación de la bondad y filantropía de Dios con la alusión a la regeneración bautismal.
La oración de la Iglesia: Los textos de las oraciones del misal y de las invocaciones e intercesiones de la liturgia de las horas desarrollan con gran riqueza de formularios los aspectos del misterio de la encarnación y de la manifestación del Señor en la línea de contemplación, de acción de gracias y de intercesión. En la misa y en la liturgia de las horas se explicitan temas propios del misterio celebrado: la luz y la gloria de la revelación; el significado de las ofrendas y del intercambio de dones; el compromiso de vida y la espera de la manifestación definitiva del Señor.
En la misa y en la liturgia de las horas se distingue claramente el tono de los días después de Navidad y después de Epifanía, con apropiadas lecturas patrísticas que después de Epifanía desarrollan el tema del Bautismo del Señor. Epifanía tiene también su prefacio propio y textos apropiados en el canon romano. En el Bautismo del Señor las oraciones proclaman los temas de la manifestación de Cristo en el Jordán y de nuestro bautismo, del Cordero que lava al mundo de toda mancha, de la escucha y del seguimiento de Jesús para llegar a ser discípulos suyos.
Muy hermoso el prefacio centrado en el misterio del bautismo de Jesús, símbolo del bautismo de la Iglesia, y en la consagración del Siervo, con la unción del Espíritu para su misión como sacerdote, profeta y rey.
La Presentación del Señor en el templo: final del ciclo natalicio: En Jerusalén, cuarenta días después de la Epifanía, que celebraba la fiesta de la Natividad del Señor, se desarrollaba la fiesta del encuentro o Hypapante. Así lo recuerda Egeria, testigo de excepción de esta fiesta jerosolomitana que pronto pasará a ser celebrada en Occidente: «El cuadragésimo día de Epifanía es celebrado aquí con sumo honor. Ese día hay procesión en la Anástasis, en la que todos toman parte, y todo se hace ordenadamente y con suma alegría, como por Pascua. Predican los presbíteros y también el Obispo, tratando siempre de aquel lugar del evangelio donde se dice que el cuadragésimo día llevaron José y María al Señor al templo, y lo vieron Simeón y Ana profetisa, hija de Fanuel, y de las palabras que que dijeron al ver al Señor, lo mismo que de la ofrenda que ofrecieron sus padres» (Itinerario de la Virgen Egeria). Es la fiesta de la Presentación del Señor que ahora se celebra cuarenta días después del 25 de diciembre, Nacimiento del Señor. Es la gran fiesta del ingreso de Jesús en el templo, de su ofrecimiento como Primogénito, de su subida a Jerusalén, de su revelación como Luz de las gentes y también signo de contradicción. El lucernario inicial de la fiesta con la monición y la procesión con las velas encendidas, ritualiza las palabras del anciano Simeón. María tiene un papel específico en esta fiesta como Madre Virgen oferente, a quien se le anuncia la espada de dolor. Idealmente esta fiesta se coloca al final del ciclo natalicio y es ya una profecía de la pasión del primogénito, en estrecha relación, por tanto, con el misterio pascual en la doble expresión de inmolación y glorificación de Cristo. De este modo, Navidad se enlaza teológica y espiritualmente con la Pascua del Señor que es raíz y fundamento de todo el año litúrgico.
El icono de la Presentación del Señor en el templo que se encuentra también en el ciclo natalicio del arco de triunfo de Santa María la Mayor presenta con simplicidad y expresividad este misterio, que recuerda la Navidad y la proyecta hacia la Pascua.
SUGERENCIAS PASTORALES
La celebración del tiempo de Navidad debe mantener en vilo la atención de la comunidad a través de la riqueza de elementos que ofrece la participación litúrgica en el clima festivo que tiene como principio el Nacimiento del Señor. La celebración, la presencia y la contemplación de los misterios se prolongan en esa extraordinaria riqueza de fiestas que Dios prepara para su pueblo en los gozos de la Encarnación de Cristo. La fiesta de Epifanía y del Bautismo del Señor se prestan en una cierta ritualización que es característica de toda gran celebración del misterio de Cristo. Ofrecemos aquí algunas sugerencias.
Epifanía, ritualización de la luz y de las ofrendas: El oficio de las lecturas puede ser celebrado como una vigilia de oración bajo el signo de la luz en un ambiente donde se puede recuperar plenamente el sentido de la fiesta de la luz. Si la celebración de la Eucaristía se desarrolla en la mañana o al atardecer, se podría entrar con un lucernario en el momento del rito inicial, encendiendo la luz de una lámpara que brilla delante de la Virgen, Madre de la luz, que ofrece a la adoración a Cristo, Luz de las gentes.
En la celebración eucarística se puede ritualizar todo el conjunto de la presentación de los dones, para recordar la ofrenda de los dones hecha por los sabios. Con el signo de la luz se puede ritualizar la ofrenda de la fe y se recita a el Credo. Con pequeños dones significativos, flores, incienso, dinero para los pobres ... se pueden formular las intenciones de la oración por todos pueblos de la tierra; la ofrenda fundamental sigue siendo la del pan y el vino, de Aquél que en los santos dones es «significado, inmolado y recibido».
En recientes ediciones del misal romano o en el libro de la sede se encuentra también el texto del Anuncio de la Pascua y de otras fechas importantes del Año litúrgico. Este anuncio se hacía en España el día de la Navidad. En otros lugares, según el Pontifical Romano, en el día de Epifanía. según las rúbricas actuales este anuncio se hace el día de Epifanía, según una antigua costumbre ya testimoniada por san Atanasio en sus Cartas festales. Se puede ver concretamente si el momento más oportuno para hacer esta proclamación es después del evangelio -introduciendo un elemento ajeno a la proclamación solemne del misterio de la Epifanía-, o como parece mejor por la práctica actual de la Iglesia que remite estos, anuncios al final de la misa, después de la comunión, con una monición apropiada que indique cómo la fiesta de Epifanía abre el camino a la celebración de todos los misterios del Señor.
Bautismo del Señor, memoria del bautismo de los cristianos: Este día recuerda no solamente el Bautismo del Señor, sino también la teología, la mistagogía y la espiritualidad del bautismo de los cristianos, a ejemplo de Cristo. Se puede ritualizar de algún modo el recuerdo de este sacramento, a no ser que se celebre en esta ocasión el mismo sacramento del Bautismo.
En este día, en vez de hacer la bendición del agua lustral al principio de la Misa, se puede hacer después del Evangelio y de la homilía con uno de los textos ad libitum propuesto en el misal romano para los domingos, que recuerda el Bautismo del Jordán. A continuación se puede hacer la profesión de fe con el símbolo de los apóstoles y la oración, concluyendo con la aspersión, acompañada por un canto en memoria del Bautismo de Cristo y de los cristianos. Sigue la oración de los fieles.