CUÁL ES LA MALICIA DEL PECADO?

¿Cuál es la causa del pecado?

9 Febrero 2013.  Dios nos da la vida, con ella la inteligencia, la voluntad y por lo tanto la libertad; además no ha dotado de una conciencia y una ley natural que está inscrita en nuestro ser, por ejemplo la noción de bien y mal, para que cumplamos con nuestra misión.  Autor: P Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.

Dios no puede ser responsable del mal uso que hagamos de aquello que nos ha dado. El pecado es, por lo tanto, una "iniciativa del hombre", es una negativa a colaborar con el plan de Dios en una circunstancia determinada.

El no querer colaborar con el plan del Autor generará forzosamente desorden en la obra de Dios y las consecuencias de este desorden se revertirán contra el mismo hombre que peca y contra sus semejantes, tal como ya hemos visto.

Pero, ¿por qué pecamos aún cuándo conocemos la verdad?

Causas del pecado

Aunque la causa del pecado es el mismo hombre que abusa de su libertad, haciendo lo que me más le gusta y le agrada, sin embargo, hay unos factores que inclinan al hombre a pecar:

1. El principal es el demonio, que nos presenta realidades desfiguradas como si fueran algo deseable y bueno, aunque realmente sean malas. Provoca al hombre tentándolo. Es un ser inteligente y, por ello, engaña al hombre para que se acerque al mal y no al bien.

2. Carne o concupiscencia: instintos y apetitos humanos desordenados. La carne convierte en pecado realidades que son buenas en sí mismas, dentro del plan de la creación de Dios: convierte el sexo en lujuria, el deseo de buena fama en vanidad, la justa aspiración a poseer lo necesario en avaricia, el amor a la patria en nacionalismo exarcebado.

3. Vicios o hábitos de pecado: repetición de actos malos que hacen más difícil la enmienda. Un hombre habituado a la pereza, a malgastar su tiempo, fácilmente tenderá a rehuir el esfuerzo, a no rendir en su trabajo y estará robando a su empresa.

4. Tentaciones: realidades desfiguradas que aparecen ante el hombre como bienes deseables, cuando realmente son nocivas. Hay muchos campos y pueden ser muy sutiles, internas o externas.

5. Peligros de pecado: situaciones externas que propician el ambiente de pecado: falta de educación, hambre, ociosidad, malos ejemplos, anomalías familiares, influencia de estereotipos sociales. P.e. hoy está muy difundida la promiscuidad sexual juvenil a causa de los modelos de comportamiento que se presentan en el cine, televisión, etc.

6. Atractivos del mundo: poder, riquezas, situación social. Son valores buenos en sí mismos si van ordenados al fin de la propia felicidad, a la gloria de Dios y a la salvación del alma. Sin embargo, cuando se convierten en fines en sí mismos nos llevan fácilmente al pecado. P.e. matar para adquirir poder, hacer trampas para conseguir dinero, arruinar a otros para ganar estatus social, etc.

7. Simple egoísmo o apego desordenado a sí mismo: el que sólo busca satisfacer sus deseos es fácil presa de desviaciones morales. Al contrario, el hombre altruista que piensa siempre en los demás, que vive para Dios...tiene grandes garantías de perseverar en el bien.

¿La tentación es pecado?

La tentación, es sólo una inclinación y que no hay que confundir con el pecado, pues en este último se da el paso. No es lo mismo “sentir que consentir”.

Sentir es una reacción de los sentimientos ante algo que provoca atracción o rechazo.

Consentir es un acto de la voluntad, es una decisión.

No es pecado sentir. Para que haya pecado tiene que intervenir la voluntad. Sólo cuando decidimos aceptar la invitación hay pecado.

La tentación es una sugestión interior, que por causas internas o externas, incita al hombre a pecar. Actúan engañando al entendimiento con falsas ilusiones, debilitando a la voluntad, haciéndola floja a base de caer en la comodidad, la negligencia, etc., instigando los sentidos, principalmente la imaginación, con pensamientos de sensualidad, de soberbia, de odio, etc.

Por ello hay que huir de toda ocasión de pecado, es decir las situaciones que favorecen la aceptación del pecado.

El ambiente nos puede arrastrar a cometer muchos pecados de pensamiento, palabra, obra u omisión, pero nuestras conciencias, si están bien formadas, nos ayudarán a distinguir si nuestros pecados son lo suficientemente graves como para haber roto la amistad con Dios.

Para que sea pecado mortal, deben cumplir con tres condiciones:

1. Materia grave.

Esto se cumple cuando vamos directamente en contra de la ley de Dios, cuando rompemos con el orden establecido por Él. No es que nos desviemos, sino que vayamos exactamente en sentido contrario a las indicaciones que Dios nos da a través de nuestra conciencia y de la ley.

2. Pleno conocimiento.

Sabemos que la materia es grave, sabemos que es una rebeldía contra Dios y aún así elegimos hacerlo.

3. Pleno consentimiento.

Usamos nuestra libertad y nuestra voluntad para hacerlo. Lo queremos realizar conscientemente y no porque algo o alguien nos obliga.

Cuando falta alguna de las condiciones anteriores, entonces se trata de un pecado venial. No nos hace merecedores del infierno, pero debilita la amistad con Dios y nos hace más débiles para luchar con las tentaciones del demonio, del mundo y de la carne.

Un hombre que se habitúa al pecado venial es muy fácil que se acerque al pecado mortal.

Opiniones

1. Laxismo permisivista: todo está permitido al hombre.

2. Relativismo: es la religión del “viste como quieras”, total, todo es relativo, depende desde donde lo mires.

3. Moral de situación: depende de la situación o circunstancia.

4. Liberalismo total: yo tengo mi libertad y puedo hacer lo que quiera.

5. Epicureísmo: es bueno lo que me agrada, es malo lo que me molesta o fastidia.

Malicia del pecado: ¿Por qué mi pecado hiere a Dios?

A) Porque se desobedece a la conciencia que es la voz de Dios que resuena en nuestro interior, mandándonos unas cosas y prohibiéndonos otras. El hombre al pecar desprecia esta voz de Dios.

B) Porque Dios es el fin y felicidad del hombre, y el hombre al pecar toma como fin a las criaturas en lugar de Dios. En todo pecado hay una elección implícita pero consciente en favor de otros fines que no son Dios, de otros fines que Dios ha creado precisamente como medios para acercarnos a Él: el amor sexual, los bienes materiales, la capacidad de juzgar, etc. El hombre prefiere quedarse con los medios y disfrutar de ellos, olvidándose de su verdadero fin, que es Dios.

C) Porque Dios es el Bien Sumo e infinito que se ve rechazado por un bien creado, perecedero y de menor calidad. Deleitándose en bienes que producen placeres efímeros y fugaces, se desprecia el único bien que puede saciar las ansias de felicidad.

D) Porque Dios, siendo el Señor, es despreciado, ya que el hombre al pecar se sustrae a su dominio, no quiere obedecerle. No hay motivos para justificar este rechazo ante la grandeza de lo que se desprecia. Simplemente no lo valora, y esto duele al que hace el regalo.

Consecuencias del pecado

A) A nivel personal: hastío, desánimo, desesperación y ansiedad, falta de paz, idolatría práctica, vivir sin brújula, inmadurez crónica (capricho, egoísmo, soledad).

B) A nivel social: injusticias, explotaciones, estructuras de pecad

Ánimo, amigo, vive la amistad con Dios, como el tesoro más importante. No te dejas robar este tesoro. Echa fuera de tu vida el pecado, y vive la amistad con Dios, transmitida con alegría y ganas de vivir.  

LA FE SE APOYA ES EN DIOS °°°

5 Febrero 2013 Confío en Ti, porque eres completamente de fiar. Eres la misericordia sin orillas ni fronteras. Misericordia que ha perdonado, perdona y seguirá perdonando.

Cuanto necesito de esa misericordia y bondad, yo que soy tan pecador. Espero en Ti porque eres la misericordia infinita. Si yo supiera, si yo creyera que tu bondad y misericordia no tienen medida, me sentiría para siempre seguro y tranquilo. Si eres la misericordia infinita, haz que sea también infinita mi confianza. Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic. 

Todo lo perdonas, aun los más horrendos pecados, si hay un poco de arrepentimiento y humildad. No cabe desesperanza en el corazón de los más grandes pecadores. El perdón de Dios siempre es mayor.

Espero en Ti porque eres fiel a tus promesas. Tú cumples siempre. El hombre casi nunca. Por eso tengo la certeza de tus promesas. Un día las disfrutaré de seguro. Mientras alimento mi esperanza.

La confianza tan necesaria...Las penas son grandes a veces y la esperanza no alcanza. Él nos ha dicho: Confiad totalmente en Mí. Nuestra mente nos dice: No saldrás del hoyo. Así piensan los que se suicidan.

Jesús dice: No os preocupéis... Nuestro refrigerador vacío, la tarjeta vencida, los pagos de la casa sin hacer, la falta de trabajo, no tienes remedio...

La mente y los ojos ven, constatan y deciden en consecuencia. No hay remedio. La fe no constata, se fía de un ser omnipotente e infinitamente misericordioso y elige confiar a pesar de todas las evidencias.

 

Realmente para Dios el resolver mis problemas es de risa. No le cuesta nada, nada. Y pensar que sólo depende de que yo haga un acto de fe y confianza. Jesús en Ti confío.

Todo lo obtendréis... Reto a cada uno de mis lectores a que tengan esta clase de fe que mueve montañas. La fe mueve montañas, sí, pero solo las que uno se atreve a mover.

Les decía que para los que no tienen trabajo, y sí muchas deudas empiecen a dar algo de lo que todavía tienen, que pidan por los más necesitados que ellos. Y se llevarán la gran sorpresa, Pero esto sólo lo harán los que tienen confianza en Dios.

Problemas de un esposo, hijo o hija que está tercamente alejado de Dios...Oren con confianza inquebrantable de que Dios les concederá la gracia pedida. Pero deben superar la gran prueba: el no ver resultados durante un tiempo o incluso el ver que la situación empeora. Confiar significa continuar orando con la misma seguridad. Y el milagro llegará. Ha llegado ya para muchos y muchas que han orado con esa confianza.

En el evangelio no hay ni un caso de enfermedad o necesidad que no haya sido atendido cuando Cristo encontró una fe como ésa. La siro fenicia, el Centurión y su siervo, la hemorroísa, el leproso...

Problemas duros: Mi hijo está en la cárcel, estoy en quiebra económica, mi matrimonio anda naufragando...alguien de mi familia se fue a otra religión, o anda muy alejado de Dios... Esas personas tienen un reto magnífico, valiente: La confianza mayor que el problema.

La misma confianza que tienes en Dios, tenla en María Santísima. "Si vosotros que sois malos dais buenas cosas a vuestros hijos.. cuanto más vuestro padre celestial..."

¿Crees que Ella no puede, crees que Ella no quiere? El amor que Ella te tiene es como para darte todas las cosas del mundo, con más razón la pequeña cosa que le pides. Problema de confianza, siempre es problema de confianza.

¿Cómo se adquiere la confianza?

Pidiéndosela a Dios y a María Santísima y ejercitándola en pequeños y repetidos actos de confianza. Confío en que me ayudarás a tener hoy qué comer, cómo pagar mis deudas, como conseguir trabajo, cómo lograr que mi hijo o hija regrese al buen camino...

Hay, además, una fórmula secreta para obtener cosas que uno necesita: y consiste en dar. Parece contradictoria pues, si no tengo, qué voy a dar. Siempre el más pobre puede dar algo de lo que tiene. Al dar algo parece empobrecerse de momento, pero hay una ley que se cumple siempre: el que da, recibe. Claro, al que no está acostumbrado a ese modo de proceder o no lo ha experimentado, le cuesta creerlo. Pero yo le reto a que haga la prueba.

Muchos y muchas de ustedes han dado un ejemplo de esto: comprometerse con una ofrenda de amor mensual sin saber si van tener. Pueden estar seguros que se cumplirá lo del profeta Elías con la viuda de Sarepta: No faltará la harina ni el aceite en tu casa hasta que Dios mande la lluvia del cielo...Y así sucedió. Los que han hecho anteriormente la experiencia, lo saben.

Dejo en tus manos, Señor, mi vida entera: Mi pasado, mi presente y mi futuro. También el día de mi muerte. Yo no sé cuándo será ni cómo pero no importa. Me importa que lo sepan las dos personas que más me aman en este mundo, Tú y tu Madre santísima que es también mía. Por eso no tengo miedo a la muerte. 

LA EUCARISTÍA ES UN DON DE DIOS A LA IGLESIA

2 Febrero 2013.  Juan Pablo II decía que "la Eucaristía es el más grande don que Cristo ha ofrecido y ofrece permanentemente a la Iglesia" (3 1-10-82). Es el "tesoro más precioso" (MF 1). En la celebración eucarística, "por la consagración del pan y del vino, se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo Nuestro Señor y de toda la sustancia de vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transustanciación" (Cat 1376). De ahí que, en la Eucaristía, bajo las apariencias de pan y vino se hace presente una nueva realidad: Jesús, vivo y resucitado. "Esto quiere decir que, después de la consagración, no queda ya nada del pan y del vino, sino solas las especies; bajo las cuales está presente, todo e íntegro, Cristo en su realidad física, aun corporalmente presente, aunque no del mismo modo como están los cuerpos en un lugar" (MF 5). Autor: P. Angel Peña O.A.R. | Fuente: Catholic 

"La Iglesia enseña y confiesa claramente y sin rodeos que en el venerable sacramento de la santa Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y sustancialmente Nuestro Señor Jesucristo, bajo la apariencia de esas cosas sensibles" (Trento, Denz 1636). En este sacramento está "Cristo mismo, vivo y glorioso.., con su Cuerpo, sangre, alma y divinidad" (Cat 1413). Esta presencia real de Cristo en la Eucaristía "se llama real, no por exclusión, como si las otras presencias no fueran reales, sino por antonomasia, ya que es sustancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro" (MF 5). Y está presente "no de una manera transitoria, sino que permanece en las hostias, que se conservan después de la consagración, como pan bajado del cielo, absolutamente digno, bajo el velo del sacramento, de honores divinos y de adoración" (Pablo VI en Burdeos 12-4-66).

Por eso, el sagrario, donde está Jesús, "debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la Iglesia y debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santo sacramento" (Cat 1379).

"La Eucaristía es la fuente y cima de toda la vida cristiana... La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir Cristo mismo" (Cat 1324). Por eso, "para que la Iglesia pueda desarrollarse, es preciso poner de relieve el carácter central de la Eucaristía, en virtud de la cual y alrededor de la cual, la comunidad se forma, vive y llega a su madurez" (carta aprobada por Juan Pablo II 1-10-89). Según el ritual de la Eucaristía fuera de la misa: "La celebración de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana y el manantial y la meta del culto que se brinda a Dios" (N° 1 y 2).

"La Eucaristía es el centro de la comunidad parroquial. Permaneciendo en silencio ante el Santísimo Sacramento es a Cristo, total y realmente presente, a quien encontramos, a quien adoramos y con quien estamos en relación. La fe y el amor nos llevan a reconocerlo bajo las especies de pan y de vino al Señor Jesús... Es importante conversar con Cristo. El misterio eucarístico es la fuente, el centro y la cumbre de la actividad espiritual de la Iglesia. Por eso, exhorto a todos a visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo Sacramento del altar pues todos estamos llamados a permanecer de manera continua en su presencia. La Eucaristía está en el centro de la vida cristiana... Recomiendo a los sacerdotes, religiosos y religiosas, al igual que a los laicos, que prosigan e intensifiquen sus esfuerzos para enseñar a las generaciones jóvenes el sentido y el valor de la adoración y el amor a Cristo Eucaristía" (Juan Pablo II, 28-5-96).

La Eucaristía debe ser también el centro, especialmente, de cada casa de religiosos. Dice el canon 608: "Cada casa ha de tener al menos un oratorio, en el que se celebre y esté reservada la Eucaristía y sea verdaderamente el centro de la Comunidad". "Y en la medida de lo posible, sus miembros participarán cada día en el sacrificio eucarístico, recibirán el Cuerpo Santísimo de Cristo y adorarán al Señor presenté en este sacramenta" (Canon 663). La Eucaristía es la perla preciosa, el tesoro escondido de que habla el Evangelio.

¿Que más podemos decir, si tenemos entre nosotros tan cerquita al propio Dios en persona, al mismo Jesús de Nazaret? Por eso, en la plegaria N° 1 de la misa, pedimos que "cuantos recibimos el cuerpo y la sangre de tu Hijo, seamos colmados de gracia y bendición".

Hagamos de nuestra vida, una vida eucarística, es decir, agradecida, pues Eucaristía significa acción de gracias. Allí está Jesús, irradiando rayos luminosos de amor, que, aunque invisibles, no por ella son menos reales y eficaces.

La Eucaristía no es un trozo del árbol de la cruz, donde clavaron a Jesús, sino Cristo mismo. No son sus escritos personales, sino su misma persona, no es su fotografía o su imagen, sino El mismo, vivo y resucitado con su corazón palpitante. En la Eucaristía no tenemos sólo el recuerdo, las ropas o la corona de espinas, sino su propio Corazón traspasado, su propia cabeza, su propio cuerpo. Es Jesús, nuestro amigo y Salvador.

Por eso, la Eucaristía es el punto de apoyo que mueve el mundo, como diría Arquímedes. Y nosotros necesitamos de este punto de apoyo para mover nuestras almas a la santidad. La Eucaristía es el centro de energía espiritual del catolicismo, es como una central eléctrica o atómica del espíritu. ¿Por qué no aprovechar tanta energía que tenemos a disposición? Decía un hermano separado: yo no creo en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pero, si creyera, me pasaría la vida de rodillas. Y tú ¿qué haces? ¿Qué importancia tiene la Eucaristía en tu vida? Se necesitaría toda una vida para prepararse a recibir la comunión y toda una vida para dar gracias. Y, sin embargo, comulgamos con tanta tranquilidad que parece indiferencia.

"La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico, Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración... No cese nunca nuestra adoración" (Cat 1380).

¡Oh Jesús, gracias por la misa de todos los días! ¡Gracias por el regalo inmerecido de ser católico y poder conocerte y amarte en este sacramento del amor! 

AMAS A DIOS, Y TENDRÁS LA RAZÓN DE TU VIDA

30  Enero  2013.   Te amo sobre todas las cosas porque eres infinitamente amable.

            Es el Amor con mayúscula. Dios es Amor. La Belleza misma la Santidad -el tres veces santo- el todopoderoso, creador de los cielos y la tierra.

            Cuando uno ve a una persona buena, santa, poderosa, amorosa, muy bella se entusiasma con ella, se enamora de ella. El que conoce a Dios no puede menos de enloquecer de amor por Él.  Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic 

"Tarde te amé, Oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé". San Agustín. Esta frase de San Agustín dice muchas cosas: Primera que Dios es de una belleza inmarcesible. A veces uno se enamora de un ostro de una persona que no quisiera que envejeciese, que mantuviese siempre la misma frescura, la misma juventud, idéntica sonrisa. Pero, por desgracia, las personas avanzan en edad, salen canas, arrugas, obesidad, arrugas en la frente y en el alma. Algunos podría n decir: Esta no es la persona de la que yo me enamoré. Ha cambiado demasiado.

Segundo, que uno es un pobre desgraciado cuando se enamora de todo menos de Dios. Por eso dice dos veces la palabra triste tarde, demasiado tarde. Y realmente es cierto. Los minutos, los años en que uno no ama a Dios son perdidos miserablemente. Si no he amado a Dios ¿qué he estado haciendo? Lo mínimo es perder tiempo y vida.

Cuantos de nosotros deberíamos decir como el santo: Tarde te amé, oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Y, tal vez, algunos tengan que decir: Nunca te amé, nunca te conocí. !Qué triste es esto!.

Y porque a ti sólo debo amarte con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas. Por ser mi Creador, mi Redentor, y por haberme destinado al cielo.

Te amo porque me has amado Tú primero.

Esto es fantástico -El nos amó primero a

cada uno. Desde siempre, desde toda la eternidad.

No me consultaste par darme la vida...

Porque me amaste, me creaste, me diste la existencia.

Pero no me creaste para la desdicha, para la mediocridad, sino para ser santo, feliz, para hacer algo grande en este mundo.

La aventura más grande es amar a Dios con todo el corazón...

Y al prójimo por amor a El.

No amar a Dios es la desgracia mayor.

Pero amar es darse, es cumplir la voluntad del amado, su voluntad.

"Él nos amó primero", nos recuerda San Juan. Te amé con un amor eterno.

Te amo porque me has redimido del pecado.

Librar al amado de su peor enfermedad, más aun de su muerte, de su verdadero mal, de su eterna condenación.

Gran amor representa.

Y cuál ha sido el precio. Dios envió al mundo a su Hijo no para condenar al mundo, sino para salvarlo, no para condenarte sino para salvarte. Debes saberlo.

La respuesta debiera ser como al de santa Teresa. "Tengo una vida y entera se la doy; pero si mil vidas tuviera, las mil se las daba".

El bautismo, la confesión son sacramentos de amor, porque son los sacramentos del reencuentro con el hijo pródigo.

"Daos cuenta de que no habéis sido rescatados con oro o plata, sino al precio de la sangre de Cristo".

Por eso decía San Pablo: "Líbreme Dios de gloriarme en nada, si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo"

Cuando uno se santigua se recuerda a sí mismo y recuerda a los demás que es seguidor de un gran jefe, de Jesucristo y pertenece a la religión del crucificado, la religión del amor. Cada vez que uno se santigua equivale a repetir las palabras de San Pablo: "Líbreme Dios de gloriarme en nada..."

Esconderse cuando se santigua significa que se avergüenza de ser cristiano. Soy cristiano y a mucha honra.

Librarnos del pecado es librarnos del infierno merecido por ese pecado. Mucho te ha de querer quien de tanta desgracia te ha librado. Y mucho más te ha de que querer quien, además de libarte del eterno dolor, te ha regalado la eterna felicidad.

¿Quién es esa persona, dónde vive, cómo se llama? Me muero por verlo, tengo que ser su amigo, quiero amarlo por siempre... y sabemos que es Jesús.

Te amo porque me has abierto las puertas de tu Reino

Lo más grande que podía regalarnos. Dios no tiene una cosa más grande que darnos que el cielo, su cielo, donde Él vive y es infinitamente feliz.

Las puertas de ese cielo estaban cerradas. Cristo nos las ha abierto. La felicidad de Dios la participaremos.

Los que nos han precedido en el camino nos dicen: "Es verdad...vengan".

San Pablo, que vio el cielo: "Todo lo que su sufre en este mundo es nada..."

No tienes razón cuando piensas y dices: Me piden demasiado. La verdad, hermano, es que nos piden demasiado poco.

"Alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo." Si esta no es tu máxima alegría, no sabes qué es el cielo.

Te invito en este momento a que te sientas muy alegre de que tienes tu nombre escrito en la lista del cielo. Alégrate, sí, más que de todas las demás cosas.

¿Cuántas veces te ha regalado Jesucristo el cielo? Con cada pecado mortal lo has perdido. Con cada absolución te lo han devuelto. ¿Cuántas veces has perdido el cielo, pobre hombre, pobre mujer? ¿Cuántas veces te han vuelto a dar el cielo, hombre afortunado, mujer afortunada?

Te amo porque me has hecho hijo de Dios

Decía Jesús. "Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos". No fue un santo, ni siquiera la Virgen María quienes nos indicaron que rezáramos así, sino su propio Hijo, Jesús. Mi Padre me ha pedido que les enseñe a orar así: "Padre nuestro que estás en el cielo..." Jesús podría haberle dicho con toda razón: Padre, soy tu hijo único, ¿cómo que ahora voy a ser hermano de todos los hombres? Además, no sé si te has fijado cómo se portan muchos de ellos. ¿Vas a caso a repartirles la herencia del cielo?

No, Jesús le dijo: Bendito seas, Padre mío, porque quieres además de tu hijo divino, hacer hijos tuyos también a cada uno de los hombres. Yo soy, me declaro hermano de cada uno de ellos. Esto lo dijo Jesús, está en el Evangelio, a través de María Magdalena: "Ve a decirles a mis hermanos: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios".

De la herencia también habló: "En la casa de mi padre hay muchas moradas, Voy a prepararos un lugar". Con qué profunda emoción les dijo Jesus esta noticia a los apóstoles y a cada uno de nosotros. Voy a prepararos un lugar.

Debemos atrevernos a rezar el Padrenuestro como Jesús quería que lo rezáramos: Decidlo, sentidlo, amadlo, tened una total confianza.

Desconocer el amor de ese Padre es la desgracia mayor del mundo.

Debemos enseñar a los hombres que Dios es su Padre. Porque no lo saben, no lo creen, no se lo imaginan.

Evangelizar no es sólo explicar las hermosas realidades de la religión sino hacérselas creer, sentir, experimentar.

Te amo porque me has enriquecido con el Espíritu Santo

Paráclito: consolador, santificador, es decir que nos guía hacia la santidad y hacia la vida eterna.

Bueno, ¿y dónde está el Espíritu Santo?

Responde San Pablo: ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?

También Jesús lo afirmaba: Si alguno me ama, mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. Las tres divinas personas.

El alma que vive en gracia es un templo de la Santísima Trinidad, de las tres divinas personas.

Se le llama, por esta razón, el divino huésped del alma.

Es el Don por excelencia; es el amor infinito de Dios que vive en nosotros y para nosotros. Para realizar el plan de amor de Dios en nosotros: hacernos, hombres y mujeres fieles, cristianos felices, santos y llevarnos al cielo para toda la eternidad.

Te amo, porque me has entregado a tu Madre al pie de la cruz.

¡Qué amor tan delicado, tan sincero, tan fino! María es su joya, su criatura predilecta, su Madre bendita...Pues no quiso quedársela para sí.

Es madre nuestra con todo derecho porque nos la han dado.

Podemos y debemos, por tanto, llamarla madre nuestra.

Corredentora: Jesús ha querido que, de manera semejante a Él, sufriera terriblemente y colaborara así a la redención, a nuestra redención, a la mía.

Aquí no me malentiendan los hermanos evangélicos. Pues, si San Pablo completaba en su cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo, quiere decir que todos colaboramos al menos con alguna partecita. Pero María más que nadie.

Jesús nos la dio: El regalo en sí mismo es extraordinario, único.

Pero nos la dio con un grandísimo amor.

Y María ha aceptado ser madre de cada uno de nosotros con una obediencia perfecta y con un cariño inmenso que no podemos ni medir.

Bendito el momento en que Jesús decidió darme a su Madre como Madre Mía.

Después de la alegría de ser hijo de Dios, la más entrañable felicidad es tener como madre a María.

Te amo por el don de la fe católica

Si estimáramos la fe como los santos..."Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe", está dicho.

El justo, el santo, vive de la fe, es decir, de lo que le ha dicho Dios a través de su Revelación.

La fe debe ser viva y operante, no mortecina ni somnolienta.

Por ejemplo, si al comulgar tú crees profundamente en que en ese pan consagrado está realmente Jesucristo, el día no puede de ninguna manera ser triste o malo. Has recibido a Dios.

Tener fe es ver todas las cosas con los ojos con los que ve Dios.

Si no tuviéramos fe, seriamos muy desgraciados... En realidad los que no tienen fe, ¿qué sentido encontrarán al dolor, a la muerte, al después de la muerte? Si no se tiene fe ¿qué sentido tiene la misma vida, el vivir, el amar, el cumplir con las reglas de la moral? Sin fe todo se tambalea.

La mejor forma de agradecer la fe a Dios consiste en transmitirla, en comunicarla a otros. En reanimar la fe de los que la tienen medio dormida o medio muerta. Hay muchos hermanos nuestros que pierden la fe, la están perdiendo, por falta de alguien que les ayude a vivirla con pasión.

Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Ojalá ayudemos a algunos a recuperarla, a volver a la casa del padre de la que nunca debieran haber salido.

Te amo porque te has quedado conmigo en el sagrario.

Jesús ha cumplido su promesa: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos. ¿Cómo? En la Eucaristía.

Yo animo a todos esos hermanos y hermanas nuestras que tienen gran devoción a la Eucaristía, que comulgan con devoción, hacen adoración al Santísimo, lo visitan en el tabernáculo, hacen procesiones con el Santísimo. Nos recordaba Nuestro querido Benedicto XVI que la primera procesión con el Santísimo fue la de María cuando fue a visitar a su Prima santa Isabel llevando en sus purísimas entrañas a Jesús. Con eso quedan las procesiones santificadas.

No cuesta nada visitarlo, ir a pedirle favores. Necesitamos ir al Sagrario más que al súper: Porque en el súper conseguimos alimentos para el cuerpo, pero en el Sagrario alimento para el alma: "Venid a Mí todos los que andáis fatigados y abrumados por la carga y Yo os aliviare". ¿Creen que Jesus dijo esto por decirlo nada más?

No tengo tiempo de visitarlo, porque tengo que hacer tanto por Él. Soy un apóstol tan celoso y tan ocupado que no tengo tiempo para rezar, para ir a la Iglesia. Pues soy un mal apóstol, porque me preocupo más de la viña del Señor que del Señor de la viña. Les pongo un ejemplo para que me entiendan. Hay maridos, sobre todo jóvenes, que están abrumados de trabajo y no tienen tiempo de estar con su esposa y sus hijos, porque están ganando dinero para ellos. Cuantas veces he escuchado a esas esposas: Ojalá mi esposo ganara menos y estuviera más tiempo con nosotros.

Pues tengan la seguridad de que Jesús nos dice a muchos de nosotros: Ojalá tuvieras más tiempo para estar conmigo.

Te amo porque me has enviado como a los apóstoles, a extender tu Reino entre los hombres.

Nadie más nos ha enviado, sólo Cristo. "Id y predicad el Evangelio a toda criatura. No me habéis elegido vosotros a Mí sino yo a vosotros"

Cada uno ha sido enviado a predicar la Buena Nueva: los padres a los hijos, los amigos a los amigos. A todos a los conocidos y desconocidos.

Te amo porque eres mi Dios y mi Señor.

Mi Dios y mi todo, decían los santos en un suspiro de amor.

En resumen: Te amo con todo mi corazón.

Porque lo mereces totalmente, lo esperas.

Porque es lo que más me importa y lo que más necesito.

San Pablo decía: Para mí el vivir es Cristo y el morir una ganancia.          

Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi Padre, mi grande y mi único amor y la gran razón de mi existencia.

"Señor mío y Dios mío" exclamó Santo Tomás en un momento de gracia. Es una frase que tenemos que decir y sentir con mucha frecuencia.

"No volveré a servir a un señor que se me pueda morir". Palabras de San Francisco de Borja ante el cadáver de su hermosa reina. Servimos a ese Dios y Señor que vive para siempre, que con el paso de los siglos no ha perdido nada de su belleza, de su amor, de su poder y misericordia. Dios ha sido, es y será siempre infinitamente amable y adorable para suerte nuestra.