23 November 2024
 

 

 

 

 

27 de junio 2017. El Papa Francisco negó que la Iglesia sea una institución gobernada por ancianos, y animó a los Cardenales y Obispos que ya tienen una edad avanzada, a vivir en la Iglesia “como abuelos que cuidan y enseñan a sus nietos”. El Santo Padre realizó esta afirmación durante la Misa, concelebrada con los Cardenales presentes en Roma, que presidió en la Capilla Paolina del Palacio Apostólico del Vaticano con motivo del 25 aniversario de su Ordenación Episcopal,

que tuvo lugar el 27 de junio de 1992.

En ella, reflexionó sobre los tres mandatos que Dios le da a Abraham, y que son asumibles también para los Cardenales, Obispos y demás pastores de la Iglesia: “levántate, mira y espera”. El Papa comenzó su homilía recordando que “en la primer lectura hemos escuchado cómo continúa el diálogo entre Dios y Abraham, ese diálogo que comenzó con aquel ‘deja tu tierra’”. Explicó que en ese diálogo se encuentran tres imperativos: levántate, mira y espera. “Tres imperativos que muestran el camino que debe recorrer Abraham y también el modo de hacerlo: levántate, mira, espera”.

Levántate

“Levántate, camina, no te quedes parado”, eso es lo que Dios le dice a Abraham “y a todos nosotros”. “Tienes una misión, una obligación, y debes hacer el camino. Levántate, en pie”.

Abraham escuchó ese mandato sin protestar, a pesar de su edad, “y comenzó a caminar. Siempre en camino, y el símbolo de esto es la tienda. Dice el libro del génesis que Abraham andaba con la tienda, y cuando se paraba, la montaba. Abraham nunca hizo una casa para él. En ocasiones construía un altar para adorar a Aquel que le mandaba levantarse, ponerse en camino con la tienda”.

Mira

El segundo imperativo es “mira”, “levanta los ojos, y allí donde estés, dirige la mirada en medio del oriente y el occidente, mira el horizonte. No construyas muros. Mira siempre y ve adelante. Es la mística del horizonte: cuanto más avanzas, más lejano está el horizonte. Dirige la mirada, adelante, siempre caminando hacia el horizonte”.

Espera

Por último, Dios le pide que tenga paciencia, que espere, “y se lo dice a un hombre anciano que no pudo tener hijos. Le dice: ‘Tu heredad será como el polvo de la tierra, y si alguien puede contar el polvo de la tierra, podrá contar el número de tus descendientes’”. Y más adelante le dice: ‘Levanta la mirada y mira el cielo, cuenta las estrellas: así será tu descendencia’. Y Abraham creyó y el Señor le concedió la justicia”. “Nunca muros, horizontes: levántate, mira, espera. La esperanza es sin muros, siempre con horizontes”.

Abuelos de la Iglesia

A continuación, tras reflexionar sobre estos tres imperativos, Francisco se dirigió a los Cardenales de la Curia para explicarles que, aunque casi todos tienen ya, al igual que él, una edad avanzada, deben seguir el ejemplo de Abraham, quien asumió la vocación y la misión que Dios le encargó cuando ya era anciano. El Pontífice explicó que cuando Abraham recibió la llamada de Dios, “tenía más o menos nuestra edad. Estaba más bien camino a retirarse, para descansar. Era un hombre anciano con el peso de la vejez, esa vejez que trae el dolor, las enfermedades, pero él como si fuera un joven, un ‘scout’: levántate y ve. Mira y espera”. “Estas palabras de Dios son también para nosotros, que tenemos una edad como aquella de Abraham, y a nosotros hoy el Señor nos dice lo mismo: levántate, mira y espera. Nos dice que no es hora de poner nuestra vida en cierre, que no es hora de cerrar nuestra historia. El Señor nos dice que nuestra vida está todavía abierta, en misión, una misión que se resume en esas tres palabras: levántate, mira y espera”.

 

El Obispo de Roma rechazó las acusaciones de “gerontocracia”, gobierno de los ancianos, en la Iglesia, y señaló que los Cardenales y los Obispos, sobre todos aquellos que ya tienen una edad avanzada, deben ser como “abuelos” que enseñan a sus “nietos”. “Algunos, que no nos quieren demasiado, dicen de nosotros que somos la ‘gerontocracia’ de la Iglesia. Es una maldad, no comprenden lo que dicen, nosotros no somos viejos, somos abuelos, y si no sentimos esto tenemos que pedir la gracia de sentirlo, abuelos a los que miran sus nietos, a los que debemos dar un sentido de la vida con nuestra experiencia. Abuelos que no están cerrados en la melancolía de la historia, sino abiertos”. “Para nosotros –continuó– ese ‘levántate, mira y espera’ se llama soñar. Somos abuelos llamados a soñar y a dar nuestro sueño a la juventud necesitada de hoy, porque ellos tomarán de nuestro sueño la fuerza para llevar adelante sus obligaciones”. Y concluyó insistiendo en que lo que Dios les pide es ser ‘abuelos’ de su pueblo. “Eso es lo que el Señor nos pide hoy: ser abuelos, tener la vitalidad de dar a los jóvenes lo mejor de nosotros, sin cerrarnos. Ellos esperan de nuestra experiencia y de nuestros sueños positivos la profecía y el trabajo para ir adelante”.