29 de noviembre 2017. Sanación, acompañamiento y profecía son las tres palabras que, según señaló el Papa Francisco, debe articular la acción de la Iglesia en Myanmar. En un discurso pronunciado durante el encuentro que el Santo Padre mantuvo con los Obispos de Myanmar, país cuyo nombre reconocido oficialmente por la comunidad internacional es Birmania, el Pontífice reconoció las fatigas del ministerio episcopal y sacerdotal en este país asiático, y definió como “ardua” la actividad pastoral que desarrollan obispos y presbíteros.
Sanación
El Santo Padre comenzó recordando que “el Evangelio que predicamos es sobre todo un mensaje de sanación, reconciliación y paz”. “Aquí en Myanmar, este mensaje tiene un eco particular –explicó–, puesto que el País está trabajando para superar divisiones profundamente enraizadas y para construir la unidad nacional”.Debido a que “vuestras comunidades llevan las marcas de este conflicto y han dado testigos valientes de la fe y de las antiguas tradiciones; para vosotros, la predicación del Evangelio no debe ser sólo una fuente de consolación y de fortaleza, sino también una llamada a favorecer la unidad, la caridad y la sanación en la vida del pueblo”. “La unidad que compartimos y celebramos nace de la diversidad”, insistió.
Además, tuvo palabras de elogio para la comunidad católica de Myanmar, la cual, aseguró, “puede estar orgullosa de su testimonio profético de amor a Dios y al prójimo, que se expresa en el compromiso con los pobres, con los que están privados de derechos y sobre todo, en este tiempo, con tantos desplazados que, por así decirlo, yacen heridos a los bordes del camino”. Otro aspecto importante de este ministerio de sanación es “el compromiso con el diálogo ecuménico y la colaboración interreligiosa. Pido para que vuestros esfuerzos continuos en la construcción de puentes de diálogo y en la unión con los seguidores de otras religiones, a fin de tejer una red de relaciones pacíficas, produzcan frutos abundantes para la reconciliación de la vida del País”.
Acompañamiento
El Papa Francisco insistió en que una de las principales funciones del Obispo es acompañar a su pueblo: “Un buen pastor está constantemente presente ante su grey, conduciéndola mientras camina junto a ella. Como me gusta decir, el pastor debería oler a oveja”. “En cuanto Obispos –continuó–, vuestras vidas y vuestro ministerio están llamados a conformarse a este espíritu de compromiso misionero, sobre todo a través de visitas pastorales regulares a las parroquias y las comunidades que forman vuestras Iglesias locales”. También recordó la herencia de la labor de los primeros misioneros que llevaron el Evangelio a tierras birmanas: “Gracia de Dios, la Iglesia en Myanmar ha heredado de quienes trajeron el Evangelio a esta tierra una fe sólida y un ferviente afán misionero. Sobre estos firmes fundamentos, y en comunión con los presbíteros y los religiosos, seguid inculcando al laicado el espíritu de un auténtico discipulado misionero, buscando una sabia inculturación del mensaje evangélico en la vida cotidiana y en las tradiciones de vuestras comunidades locales”.
Asimismo, destacó la importancia de los jóvenes para el futuro de la Iglesia y la sociedad, por eso pidió a los Obispos “un esfuerzo especial para acompañar a los jóvenes”. “Una de las grandes bendiciones de la Iglesia de Myanmar es su juventud y, en particular, el número de seminaristas y de jóvenes religiosos”, razonó.
Profecía
Finalmente, hizo hincapié en que “la Iglesia en Myanmar testimonia cotidianamente el Evangelio gracias a sus obras educativas y caritativas, su defensa de los derechos humanos, su respaldo a los principios democráticos”. “Poned a la comunidad católica en condiciones de seguir teniendo un papel constructivo en la vida de la sociedad, haciendo escuchar vuestra voz en cuestiones de interés nacional, insistiendo particularmente en el respeto de la dignidad y los derechos de todos, especialmente de los más pobres y vulnerables”, pidió a los Obispos. Antes de finalizar el discurso, Francisco recordó que el mismo San Pedro “recordó cuál era el primer deber del Obispo: rezar y anunciar la Palabra de Dios. Rezar es la primera obligación de los Obispos. Cada uno de nosotros debe preguntarse, durante el examen de conciencia de la noche: ¿Cuántas horas dedico a rezar cada día?”. En este sentido, resaltó que “el Obispo no sólo debe oler a oveja, sino que también debe oler a Dios”. Fuente: Aciprensa.