Llegamos una vez más a la edición de diciembre y con ella lo primero que pensamos es en la alegría por la proximidad de la Navidad. Es tal vez el tiempo del año más deseado, se nos vienen a la mente tantas imágenes, recuerdos, personas, melodías, en fin, toda la alegría de celebrar al Niño Dios entre nosotros.
Una emisora de cobertura nacional arbitrariamente un día de octubre propuso: “hoy comenzamos navidad” ... y así fue... nada más poner un fondo musical, unos cantos, hablar de natilla y buñuelos, regalos y Papá Noel ¡y eso ya era estar en Navidad!
Queridos amigos ¡nos están robando la Navidad!, la corren, la desfiguran, le quitan la espiritualidad... En el mundo del comercio desde octubre ya “es Navidad” y luego, para completar: llega el 25 de diciembre y muchos dicen: “¡qué pesar, se acabó la Navidad!” cuando en realidad estamos comenzando el tiempo litúrgico de la Navidad.
Como dice un antiguo dicho: “Toda gran fiesta tiene su vigilia”. Por eso primero viene el Adviento. Recordemos que este año tenemos el tiempo de Adviento del 3 de diciembre hasta la vigilia del 25, tiempo propicio de oración y purificación para prepararnos espiritualmente al tiempo festivo de la Navidad, el cual que va de la noche del 24 de diciembre hasta el 8 de enero, cuando celebramos la fiesta del bautismo del Señor.
Adviento significa “venida”, es el tiempo con que se inicia el año litúrgico, tiempo en el cual preparamos la venida del Señor. En realidad, en el mundo estamos en un permanente Adviento, pues Jesús resucitado viene todos los días para preparar su venida definitiva y gloriosa al final de los tiempos. El Adviento nos invita a tener una actitud personal y comunitaria de fe y esperanza, que se traduce en el fortalecimiento de nuestra confianza en Dios de que un día podamos verle, gozarle y adorarle en el cielo. Por eso nuestra jaculatoria en Adviento es “Ven a nuestras almas, no tardes tanto”. El adviento bien vivido nos permite disponernos al encuentro con el misterio de la humildad del Niño del Pesebre.
Y entonces sí viene la Navidad.
Pero el valor religioso de esta fiesta cristiana ha venido siendo sistemáticamente atacado, no solo por un fenómeno consumista pagano comercial, sino, también, inspirado en ideologías que propagan que “Dios sí existe pero que no se ha revelado”. El ataque a la religión viene hoy de esa vertiente: se difunde la idea de que no podemos decir nada de Dios porque no se ha dado a conocer.
La Nueva Era promueve la “espiritualidad sin religión” o sea que, cada uno se fabrique el concepto de dios que más le guste. Hay un dios a la medida de cada consumidor, pero el que diga que tiene el Dios que es la Verdad, ese es acusado de intolerante y enemigo de la inclusión. Somos víctimas de la dictadura del relativismo, como bien decía Benedicto XVI. Se promueve que cada uno crea en lo que quiera, pero eso sí que no diga que eso que cree es la verdad porque ofendería a los que creen otras cosas. Pero, si uno duda de que lo que cree es cierto, ¡¡no tiene sentido creer!! Sin embargo, hoy se enseña que la verdad la fabrica cada uno, no por el uso adecuado de la razón y el sentido común, sino según el deseo, el capricho o el sentimiento de cada momento. No es extraño, entonces comprobar que ante unos dioses tan imperfectos reinen la desesperanza y el miedo.
Esta ideología que se quiere imponer, choca frontalmente con la fe en un Dios que se llamó a sí mismo: el camino, la verdad y la vida. Es más cómodo proponer unas fiestas de fin de año o de año nuevo, que proponer una fiesta en torno a un Dios que por salvarnos del pecado se encarna y se hace hombre y escoge nacer pobre en Belén. Un Cristo que nos muestra el camino de la humildad, la sencillez y el perdón y que reina desde el trono de la cruz, es definitivamente un Dios incómodo, molesto, que choca y nos cuestiona... y eso no le gusta a la cultura de hoy.
No nos dejemos robar la alegría de tener al Dios con nosotros, a Jesús. Ya que en el siglo I se cristianizó la fiesta pagana del dios sol de los romanos, instaurándose en su lugar la Navidad, no dejemos que se retroceda y se nos paganice de nuevo. Vivamos la Novena, recemos de verdad, con piedad, disfrutando esas oraciones y gozos tan bellamente compuestos, sabiendo que son muy agradables a Dios; vivamos la Navidad como lo que es: una fiesta que nos llena de fe y esperanza, que nos llena de ilusión y alegría porque colma nuestras expectativas más altas, que son las espirituales y que en medio de la música y los cantos sepamos encontrar los momentos de silencio para dialogar con el Niño Jesús, y pensemos que si ha querido bajar del cielo es porque nos ama y quiere decirnos algo... ¡No nos dejemos quitar la alegría de escucharlo! ¡Feliz y santa Navidad!
Mons. Miguel Fernando González M.
Obispo Auxiliar