Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío
La Iglesia dedica el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús reconociendo que, animados por la dulce esperanza y gustando de los frutos espirituales que redundan de esta devoción, se entienda y se practique con fervor lo que brota de la profundidad del amor apasionado del Señor por las personas. A la luz de la enseñanza y la rica tradición de la Iglesia señalemos siete maneras de vivir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
1. Imitar los sentimientos de Cristo
El apóstol San Pablo en la carta a los Filipenses exhorta a la Iglesia con estas palabras: "Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo” (2,5). La devoción al Sagrado Corazón de Jesús inspira al creyente para vivir de la misericordia divina: "en esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4,9-10). Imitar la riqueza insondable del Corazón de Jesús significa amar, perdonar y dar nuestra vida por los demás.
2. Adorar la presencia de Jesucristo en la Eucarística
Jesús se entregó por completo en la Cruz para demostrar su amor por nosotros, y continúa haciéndolo todos los días en el Santo Sacrificio de la Misa. Cuando recibimos la Eucaristía, recibimos el corazón de Cristo. “Ya antes de celebrar la última cena con sus discípulos, sólo al pensar en la institución del Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, con cuya efusión había de sellarse la Nueva Alianza, en su Corazón sintió intensa conmoción, que manifestó a sus apóstoles con estas palabras: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer; conmoción que, sin duda, fue aún más vehemente cuando tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a ellos, diciendo: Este es mi cuerpo, el cual se da por vosotros; haced esto en memoria mía. Y así hizo también con el cáliz, luego de haber cenado, y dijo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derramará por vosotros” (Carta Encíclica Haurietis aquas del Papa Pio XII).
3. Orar en toda circunstancia
La oración constante es expresión de intimidad y confianza, es aliento de la vida y medio para crecer en el amor a Dios y al prójimo. Expresiones como “Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”, confirman el apelo permanente a la misericordia de Jesús. Las oraciones de consagración, de desagravio o reparación, el ofrecimiento del primer viernes de mes, entre otras devociones, permiten vivir la cotidianidad como ofrenda viva, agradable y permanente a quien es el Objeto de nuestro amor.
4. Buscar la Misericordia de Dios en la Confesión
“Del Corazón traspasado del Redentor nació la Iglesia, verdadera dispensadora de la sangre de la Redención; y del mismo fluye abundantemente la gracia de los sacramentos que a los hijos de la Iglesia comunican la vida sobrenatural (Cfr. Haurietis aquas 21). Acercarse al Sacramento del Perdón con el cual somos reconciliados con Dios, equivale a tener experiencia directa de la misericordia.
5. Unirse al corazón de María
“Y para que la devoción al Corazón de Jesús produzca más copiosos frutos de bien en la familia cristiana y aun en toda la humanidad, procuren los fieles unir a ella estrechamente la devoción al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios. Ha sido voluntad de Dios que, en la obra de la Redención humana, la Santísima Virgen María estuviese inseparablemente unida con Jesucristo; tanto, que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y de sus padecimientos, a los cuales estaban íntimamente unidos el amor y los dolores de su Madre. Por eso, el pueblo cristiano que por medio de María ha recibido de Jesucristo la vida divina, después de haber dado al Sagrado Corazón de Jesús el debido culto, rinda también al amantísimo Corazón de su Madre celestial parecidos obsequios de piedad, de amor, de agradecimiento y de reparación” (Haurietis aquas 36).
6. Entronizar la Imagen del Sagrado Corazón
En muchos hogares católicos se conserva la sentida tradición de entronizar la imagen del Sagrado Corazón en un lugar prominente; esta práctica recuerda que Jesús es el Rey y Señor de la familia, y que amarlo y servirlo es para la familia camino de unidad, reconciliación y paz.
7. Anunciar la Buena Noticia del Amor
Por último, ser un devoto fervoroso del Sagrado Corazón de Jesús compromete a vivir el mandamiento nuevo del amor: “Les doy un mandamiento nuevo que se amen los unos a los otros como yo los he amado”. Dice el Papa Pio XII: “Piensen con atención que se trata de un culto, según ya hemos dicho, que desde hace mucho tiempo está arraigado en la Iglesia, que se apoya profundamente en los mismos Evangelios; un culto, en cuyo favor está claramente la Tradición y la sagrada Liturgia, y que los mismos Romanos Pontífices han ensalzado con alabanzas tan multiplicadas como grandes: no se contentaron con instituir una fiesta en honor del Corazón augustísimo del Redentor, y extenderla luego a toda la Iglesia, sino que por su parte tomaron la iniciativa de dedicar y consagrar solemnemente todo el género humano al mismo sacratísimo Corazón”(Haurietis aquas 32).
Oración: Oh, Corazón de Jesús, Dios y Hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían; Tú nos dices amablemente: Vengan a Mí; y nos repites las palabras que dijiste al paralítico: Confía, hijo mío, tus pecados te son perdonados, y a la mujer enferma: Confía, hija, tu fe te ha salvado, y a los Apóstoles: Confíen, Yo Soy, no teman. Animado con estas palabras acudo a Ti con el corazón lleno de confianza, para decirte sinceramente y desde lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús en Ti confío. Sí, Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en tu bondad; y, por el Corazón de tu Madre, te pido que no desfallezca nunca esta confianza en Ti, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Tú quisieras enviarme, para que habiendo sido mi consuelo en vida, seas mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.