22 November 2024
 

 

 

 

 

17 de septiembre 2016. UNA TRAMPA OCULTA. Padre, Mario García Isaza, formador, seminario mayor, Ibagué, Colombia. Cuando escribí de “las orejas del lobo”, hacía alusión a los riesgos con frecuencia inadvertidos en que uno puede caer, porque están envueltos y perdidos en un conjunto con apariencia de inocuo y sano. Hoy tenemos una tremenda habilidad para utilizar el lenguaje de modo que ciertas cosas o se enmascaren con otro nombre, o se difuminen en el conjunto de cosas de bulto y, como perdidas entre la fronda, no se perciban con nitidez. Pensar en esto me ha llevado a hacer esta nueva reflexión, relacionada con el enmarañado texto del acuerdo final a que han llegado el gobierno colombiano y las FARC, y que se nos pide aprobar o rechazar en bloque.

 

Y comienzo, antes de entrar en materia, por una anotación si se quiere curiosa: en el texto del acuerdo hay unos vacíos raros; en otros términos, parece que algunas partes no se nos han dado a conocer. Miren : del número 3.2.8, se pasa al 3.5; y del número 6.3.2, se pasa al 6.5. ¿Porqué?... Tal vez yo sea demasiado suspicaz, pero…¿ y los números 3,4 y 6.4 ? Me imagino que existen. ¿Los vamos a aprobar sin tener idea de lo que contienen ? 

Pero vuelvo al principio. Para mí, la trampa oculta, que me plantea un dilema ético intrincado, y que me impide pensar siquiera por un momento en un SÍ , radica en esto : en que no puedo, en conciencia, aprobar en bloque, con un solo sí, un conjunto en el que hay, lo admito, cosas plausibles y positivas, pero hay también cosas que quebrantan principios inviolables, y decisiones inmorales que por ningún motivo pueden cohonestarse a la luz de la doctrina católica. Trato de explicarme. En aras del logro de la paz, que todos anhelamos, ( porque es mentira que votar NO es querer la guerra ! ) uno hasta podría tragarse algunos sapos : la lenidad del castigo para los peores criminales, el no reconocer ellos sus delitos ni mostrar por ellos arrepentimiento alguno, el mañoso ocultamiento y hasta la negación de los ingentes capitales mal adquiridos, las inequitativas dádivas políticas y económicas que se les ofrecen mientras a los ciudadanos honestos se les niegan, el artero e innecesario plazo para la “dejación” de las armas…. ¡ Son sapos, ya lo creo ! Porque la inocultable impunidad que aquí se establece no es compatible con el rigor de la justicia con que se castiga al ciudadano común que delinque; porque el perdón pide arrepentimiento; porque hay mentira en el hecho de conservar sus caudales mal habidos; porque unas gabelas políticas no alcanzadas por los canales democráticos no son justas… Pero si solo fueran esas cosas las que tenemos que aceptar para asegurarnos la paz, hasta venceríamos la repugnancia con que se traga un batracio. Pero lo grave es que, envueltas en la maraña de esas concesiones, hay cosas mucho más de fondo que, como dije arriba, no es posible aprobar; que ya no son sapos políticos, son imposibles morales. Es que, con el mismo SI con que yo estaría tolerando estas cosas que he enumerado, y otras, estaría cohonestando innegables atentados contra la ley natural, que es ley de Dios, y contra principios intangibles de la moral cristiana y de la doctrina social de la Iglesia. Estaría aprobando un proyecto de estado inspirado en el ateísmo materialista; estaría dando el aval de mi firma a un gobierno que se compromete – y aquí cito textualmente y en cursiva el acuerdo, para que no se diga que hay desinformación o tergiversación – “ a apoyar, mediante asistencia legal y técnica, la creación y el fortalecimiento de organizaciones y movimientos sociales, incluyendo las de mujeres, jóvenes y población LGBTI “ y a “promover la creación de redes de movimientos sociales, incluyendo aquellas de mujeres, jóvenes y población LGBTI que hagan visibles los liderazgos y garanticen su capacidad de plena interlocución con los poderes públicos” (Acuerdo final, 2.2.1) Estaría patrocinando un proyecto 

político y social que, - en vano tratan de negarlo, es demasiado evidente si se analiza el texto -, se inspira en una ideología, la de género, profundamente inmoral, y que hipócritamente le va poniendo piso al empeño por oscurecer y destruir valores como la familia natural, la castidad conyugal, la paternidad y maternidad responsables, y abriendo caminos a crímenes como el aborto y a anormalidades como el abusivamente llamado “matrimonio” entre homosexuales, la adopción hecha por parejas del mismo sexo, el ejercicio del sexo desenfrenado y sin normas, etc… 

 

Déjenme preguntar: ¿puede usted, aun en aras de lograr algo tan importante y fundamental como la paz y la desaparición de un grupo de subversivos, puede usted, en conciencia, aprobar todo esto ? El SI en el plebiscito estaría aprobándolo. Yo no puedo hacerlo. Me parece que aquí tiene alguna aplicación el principio que se nos enseñó cuando estudiábamos teología moral: ”Bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu” : para que algo sea tenido por bueno, tiene que serlo en todas sus partes; cualquier parte mala hace malo el todo. En nuestro caso, si en el paquete hay cosas que no puedo admitir, no puedo admitir el paquete…Y por eso, una vez más, tengo que decir, y créanme que lo lamento: ¡ NO !