21 de abril 2016. Padre, Mario García Isaza, cm. Formador, seminario mayor, Ibagué, Colombia. De tal puede calificarse la columna ( “10 sinsenidos sobre el matrimonio gay “) que el 20 de abril publicó la señora Florence Thomas en El Tiempo. ¡Valiente maestra de
ética, de antropología, de sociología y de todo lo divino y lo humano nos hemos ganado los colombianos con esa dama!
Arremete contra el Dane, dizque por no mostrar el verdadero rostro de la familia colombiana. Y satiriza, sin gracia por cierto, a los “movimientos conservadores, los jerarcas católicos y los godos de siempre”, porque han dicho de las parejas constituidas por dos mujeres o por dos hombres que no son familia. Pues sí, señora: no lo son. Ni a la luz de la Constitución de este país en que usted vive, ( art. 42 ) ni a la de la razón recta y la ley natural. Porque,- ¡ sí, señora, aunque a muchos les pese ¡ - , existe una ley natural, que, por serlo es universal y está por encima de cualquier ley positiva humana, que es universal e inmutable, en virtud de la cual hay cosas que son por sí mismas buenas o malas, independientemente de que una autoridad cualquiera las ordene o las prohíba. Y es de ley natural que la unión sexual solamente es normal entre hombre y mujer.
“Estamos hablando de matrimonio civil” , dice la columnista. Pues no, tampoco lo son las uniones homosexuales; el matrimonio, religioso o civil, es el que responde al concepto constitucional: “se constituye…por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio” ( art. cit. ) A las uniones que no respondan a este concepto, déseles cualquier otro nombre; no son matrimonio.
“Se ve que la mayoría de los planes de estudio de los seminarios católicos están aún en el siglo XIX “ ¡ Eso nos faltaba ! Que viniera doña Florence a decirle a la Iglesia católica cómo deben ser los programas de estudio de sus seminarios. Con desfachatez descalifica la formación que en ellos se imparte, y que, con seguridad, no conoce en absoluto. Si se hubiese asomado siquiera a ellos, sabría que durante ocho años los futuros presbíteros reciben formación en todas las áreas del conocimiento necesarias para entender al hombre y el mundo, en su más honda realidad y con su problemas más arduos; que estudian, por supuesto, teología, y derecho canónico, y exégesis bíblica, y liturgia, pero también una filosofía gracias a la cual se puede “ desarrollar una conciencia refleja de la relación constitutiva que existe entre el espíritu humano y la verdad…y alcanzar la verdad objetiva y universal… y entender que la verdad objetiva no es creada y medida por el hombre” ( 1 ) ; y sabría, también, que estudian sicología, con énfasis en lo evolutivo, lo social y lo religioso, y antropología, y sociología, y ética civil, y moral, y axiología, y ciencias de la comunicación… Y que, en los primeros años, el pensum del seminario trata de llenar los inocultables vacíos que, por desgracia, los programas oficiales de nuestro bachillerato dejan en el terreno de la formación humanística. Sabría la señora, en una palabra, que los estudios en nuestros seminarios responden a criterios tan luminosos como los siguientes : “ La situación actual, marcada gravemente por la indiferencia religiosa, y por una difundida desconfianza en la verdadera capacidad de la razón para alcanzar la verdad objetiva y universal, así como por los problemas y nuevos interrogantes provocados por los descubrimientos científicos y tecnológicos, exige un excelente nivel de formación intelectual que haga a los sacerdotes capaces de anunciar, precisamente en ese contexto, el inmutable Evangelio de Cristo, y hacerlo creíble frente a las legítimas exigencias de la razón humana” ( 2 )
Descalifica con términos ofensivos a las doctoras Rosario Guerra y Viviana Morales, al magistrado Pretelt, al Procurador General de la Nación, porque han manifestado sin ambages su desacuerdo con las nefastas decisiones de la Corte sobre el “matrimonio” homosexual y la adopción por parejas del mismo sexo. Es que para Florence Thomas, todo el que, en defensa de principios y valores, se manifieste en contra de aberraciones como el aborto, la eutanasia, las relaciones homosexuales, es alguien retrógrado, anticuado, cavernícola; porque, para ella, esos antivalores son signo de progreso y modernidad.
Promete la Florence que hará una gran fiesta en su casa cuando cese en sus funciones el Procurador General. Le aseguro, señora, que mientras ustedes celebran ese aquelarre, muchísimos, muchísimos colombianos, estaremos deseando y pidiendo que al doctor Ordóñez le suceda otro que siga alzando la voz, como él, sin estúpidos respetos humanos y con valentía y claridad en defensa de los principios inmarcesibles de la ética y de la moral que le dan solidez a nuestra sociedad.
Dice, finalmente: “ me gusta el club de los países con matrimonio civil para todos y todas “
( sic ) ¿ Porqué, entonces, no se va de éste, que no le gusta ?
(1) San Juan Pablo II, “ Pastores dabo vobis”, 52
(2) Ibid., 51
APOSTILLA. En el reciente bellísimo documento “Amoris lætitia”, del Papa Francisco, que estamos apenas comenzando a estudiar, leo: “Sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad. Debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad; pero las uniones de hecho, o entre personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse sin más al matrimonio.” ( 52 )