“ Los comunicadores sociales han de ser honestos servidores de la verdad. Su servicio a la sociedad consiste precisamente en proporcionarle la verdad…A ellos les urge mayormente el deber de guardarla, porque a ella tienen pleno derecho sus oyentes o lectores. La mentira, y con mayor razón la calumnia, en sus labios o en su pluma, causan incalculables perjuicios a la sociedad y a los individuos, por el influjo que necesariamente tienen los medios de comunicación social sobre la opinión pública, y por la ordinaria dificultad de los lesionados para defenderse en ese campo, lo cual hace más grave e irreparable su violación” (El compromiso moral de cristiano, Conferencia Episcopal de Colombia, sexta edición, N° 1356)
Estamos los colombianos en ambiente de plena campaña electoral; nos preparamos para unas jornadas democráticas de enorme trascendencia, y en las que está en juego, quizá como nunca, el destino de Colombia como sociedad y como nación. Por desgracia, dicha campaña se desarrolla en un clima de pugnacidad que no ayuda al análisis sereno y ecuánime que sería de desearse. Pero hay algo aún peor: de la agresividad y de la presentación acomodada de los propios argumentos o de los de los oponentes, hay quienes no dudan en pasar a la mentira, a la tergiversación de los hechos, y, peor aún, a la calumnia descarada e insolente.
Circula en los últimos días, y ha invadido como un auténtico virus maligno los diversos espacios electrónicos de comunicación, un texto que se atribuye al doctor Fernando Londoño Hoyos, y que va acompañado de una fotografía. En esta última, aparece el señor Arzobispo de Cali en compañía de algunos dirigentes del que fue hasta hace poco el grupo terrorista de las FARC, que posa ahora de partido político. Y el mensaje que la acompaña afirma, con grandilocuente tono de cosa indiscutible, que el Prelado hizo que esos personajes adoctrinaran al clero de su arquidiócesis, y que conminó luego a los sacerdotes a votar y hacer votar por ellos, amenazándolos, si no lo hicieren, con sanciones canónicas.
Un comunicado emitido por el Clero de Cali, nos ha hecho saber, como lo sospechábamos por el contenido mismo, impensable, de lo que se afirma, que todo – fotografía y texto –es falso; que no es más que un montaje miserable; que lo que se ha publicado es una calumnia infame, de una avilantez y de una deshonestidad que sobrepasan todos los límites de la villanía, y que ya no bordea sino que ha traspasado los del delito. Lo mínimo que debería exigírseles al doctor Londoño y al medio de comunicación a través del cual él se expresa y echó a rodar semejante infundio, es una retractación total y una petición de perdón. Eso podría aminorar un poco el profundo daño que han causado. Porque aquello de : ”mentid, mentid, que algo queda” , encierra un táctica diabólica. Y cuando alguien con ascendiente y poder de influir, como sucede en este caso, la utiliza, jamás podrá resarcir totalmente a quienes ha ofendido.
¡Es el colmo! Yo, como simple ciudadano de Colombia, alzo mi voz de protesta contra esta alevosía; y envío al señor Arzobispo de Cali – ojalá muchos lo hiciéramos – mi humilde mensaje de solidaridad y desagravio.
Mario García Isaza
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