El Ayuno nos ayuda a fortalecer la voluntad para elegir siempre el bien y permite abrirnos a la gracia de Dios.
- El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. La abstinencia consiste en no comer carne. Son días de ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, de abstinencia todos los viernes de cuaresma.
- La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad.
- Con estos sacrificios, se trata de que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia.
- ¿Por qué el Ayuno? El abstenerse de la comida y la bebida tienen como fin introducir en la existencia del hombre no sólo el equilibrio necesario, sino también el desprendimiento de lo que se podría definir como "actitud consumística".
La voz de los santos
- - “Fundamentalmente el ayuno no es una cuestión de estómago, sino de corazón.” (San Agustín)
- “Amigo mío, el demonio no hace mucho caso de la disciplina y de otros instrumentos de penitencia. Lo que le pone en bancarrota son las privaciones en el comer, beber y dormir. Nada teme tanto como esto, y por lo mismo nada es tan agradable a Dios. ¡Oh! ¡Cómo he tenido ocasión de experimentarlo! Cuando estaba solo, y lo estuve por espacio de ocho o nueve años, como podía entregarme sin medida a mis aficiones, llegaba a pasar días enteros sin comer… Entonces conseguía de Dios cuanto quería para mí y para los otros.” (San Juan María Vianney)
- “Ayunar de no decir nada que haga mal a otro. Pues ¿de qué te sirve no comer carne si devoras a tu hermano?” (San Juan Crisóstomo)
- “El cuerpo del que ayuna se hace diáfano y liviano, la vida interior se perfecciona y se manifiesta por visiones maravillosas, las sensaciones exteriores se anulan y la inteligencia, abandonando la tierra, se eleva hacia el cielo y toda entera se sumerge en la contemplación del mundo espiritual.” (San Serafín de Sarov)
- “El ayuno no da fruto si no es regado por la misericordia, se seca sin este riego; lo que es la lluvia para la tierra, esto es la misericordia para el ayuno.” (San Pedro Crisólogo)
- “Ayunen los ojos de toda mirada curiosa. Ayunen los oídos, no atendiendo a las palabras vanas. Ayune la lengua de la murmuración, de las palabras vanas, inútiles. Ayune la mano de estar ociosa. Pero ayune mucho más el alma misma de los vicios y pecados.” (San Bernardo)
- “La mejor penitencia es tener paciencia con las penas que Dios permite que nos lleguen. Una muy buena penitencia es dedicarse a cumplir exactamente los deberes de cada día y a estudiar y trabajar con todo empeño.” (San Pedro Damián)
Frutos del ayuno: No es un fin en si mismo, sino medio de conversión, conduce a libertad de corazón y mente, proceso por el cual nos liberamos de todos los apegos terrenales y de todas las cosas que nos atan: caprichos, gustos, excesivo auto cuidado. Y nos encaminamos hacia la Paz, fortalece, estabiliza y desarrolla el auto control (fruto del ES), reconocer debilidad y dependencia en Dios, pobreza de espíritu, edifica la vida interior y elimina los excesos de nuestra vida a fin de hacer más espacio para Dios. El ayuno permite llevar más fácilmente una vida interior unida a Dios y al mundo celestial; el ayuno libera de la pesantez de la materia. Los santos recomiendan el ayuno a todo aquel que quiere llegar a una mayor interioridad. El ayuno apaga poco a poco la concupiscencia.
“Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mt 6, 16-18)
"Este es el ayuno que yo amo -oráculo del Señor-: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne." (Is 58,6-7)