Cómo se interpreta el matrimonio Homosexual

Llorando  Marzo  2011    Pedro María Reyes Vizcaíno.  Iuscanonicum.org

?  Se ha puesto de moda hablar de discriminación cuando se tratan ciertos temas sensibles para la doctrina de la Iglesia Católica, como el aborto o la homosexualidad. Como consecuencia de ello se señala a la Iglesia como una fuente importante de discriminación -si no es la más importante- para los colectivos y grupos que apoyan la difusión -o como dicen ellos la “normalización”- de la homosexualidad. Son grupos muy activos que, entre otras estrategias, piden que la Iglesia revise su postura sobre esta cuestión. Es paradójico, sin embargo, que mientras en los foros internacionales se proclama la libertad religiosa, a la vez se intenta callar la doctrina de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad. La enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad también es religiosaEn efecto, la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad es una doctrina religiosa, y como tal tiene derecho a ser difundida libremente. De otra manera los activistas homosexuales estarían pretendiendo dictar a las confesiones religiosas cuáles son sus creencias, lo cual es una intolerable intromisión. Ciertamente no es solo una doctrina religiosa. Los autores católicos, junto con otros muchos autores, han elaborado argumentaciones basadas en la fuerza de la razón coincidentes con la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad. Estos autores defienden que la Iglesia no impone la doctrina católica a la sociedad, y lo pueden decir porque ofrecen argumentos sólidos basados en la naturaleza humana sin necesidad de recurrir a la Biblia o al Magisterio de la Iglesia. La doctrina que predica la Iglesia Católica sobre la homosexualidad, pues, se puede defender por la fuerza de la razón, pero no se puede olvidar que la condena de los actos homosexuales también forma parte de la doctrina de la Iglesia Católica, y por lo tanto, es una doctrina religiosa. Nadie está obligado a creer que la Biblia es un libro revelado, pero no se puede obligar a la Iglesia a alterar la redacción de este libro en versículos como este: Por lo cual Dios los entregó a afectos vergonzosos; pues aun sus mujeres mudaron el natural uso en el uso que es contra naturaleza; del mismo modo también los varones, dejando el uso natural de las hembras, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la recompensa que provino de su error (Rom 1, 26-27). Tampoco nadie está obligado a creer que Juan Pablo II estaba asistido por el Espíritu Santo cuando aprobó el Catecismo de la Iglesia Católica, pero se debe respetar que la Iglesia considere que forme parte de su doctrina lo siguiente: Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl. "Persona humana" 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357). Pero esta doctrina ¿no es una discriminación para las personas que sienten tendencias homosexuales?La Iglesia rechaza el pecado, no al pecador. La doctrina de la Iglesia es la de acoger y comprender al pecador, porque todos somos pecadores y estamos llamado a luchar para superar nuestros pecados. Nadie es responsable de sus tendencias. Todos estamos llamados a la mayor amistad con Dios, a pesar de que todos tenemos tendencia a pecar de un modo u otro. La Iglesia acoge a las personas con tendencias homosexuales igual que a los demás. Únicamente les pide -a ellos y a todos- que luchen por superar las tendencias que les llevan a cometer pecados. Nadie está obligado a adherirse a la doctrina que indica que los actos homosexuales son pecaminosos, pero la libertad religiosa exige que se respete que algunos los consideren así. Eso sí, cualquier autor católico pedirá a las personas con tendencia homosexual que si no quieren creer en la capacidad de la Iglesia para juzgar de la moralidad de los actos homosexuales, al menos atiendan los argumentos de razón que se han dado en este sentido. No pocos rechazan los argumentos de razón que dan los autores católicos tachándolos de imposición de doctrinas religiosas a la sociedad, lo cual esconde una discriminación hacia esos autores, pues rechazan sus argumentos sin analizarlos por el mero hecho de que quienes los enuncian profesan una determinada confesión religiosa. En definitiva, la Iglesia no condena la tendencia a la homosexualidad, lo que condena son los actos homosexuales. Y ello con la limitación de que nadie, salvo Dios, es capaz de juzgar la conciencia de otra persona. Por eso la Iglesia condena el hecho objetivo inmoral (en este caso el acto homosexual) dejando fuera de su juicio la responsabilidad moral de quien ha cometido ese hecho. La negativa a admitir el matrimonio entre homosexuales, ¿no es una discriminación?La cuestión del matrimonio entre homosexuales necesita aclarar una cuestión previa: nadie niega a los homosexuales su derecho a contraer matrimonio: los homosexuales pueden casarse igual que cualquier otra persona. Por matrimonio entendemos aquí el consorcio de toda la vida entre varón y mujer, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole. Ciertamente en ningún momento histórico se ha negado a los homosexuales su derecho a contraer matrimonio tal como se define esta institución. Lo que actualmente pretenden los colectivos homosexuales no es el reconocimiento del derecho al matrimonio para los homosexuales, sino el cambio de la definición de matrimonio para que incluya a las uniones entre dos varones o entre dos mujeres. No es posible detenernos en este artículo en este punto, pero se puede apuntar que el matrimonio entre varón y mujer no es una institución arbitraria, sino que tiende a proteger la unión entre dos personas de cuyo amor vienen hijos al mundo, lo cual solo es posible si esa unión se realiza entre varón y mujer. El lector interesado podrá profundizar en este argumento en el artículo El contrato matrimonial y las uniones homosexuales. En cualquier caso, interesa señalar que -además de los argumentos de razón que se pueden dar- los católicos consideran que la doctrina del matrimonio forma parte de la Revelación divina. No se puede negar a la Iglesia el derecho a organizar el matrimonio como estime conveniente. Nadie está obligado a adherirse a la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, pero todos están obligados a respetar las creencias de los católicos sobre este punto. Resulta inadmisible que los grupos de presión homosexuales intenten decirle a la Iglesia lo que deben creer y lo que no deben creer. 

Por eso, la acusación de que la Iglesia Católica discrimina a los homosexuales, esconde un ataque solapado al derecho a la libertad religiosa, pues lo que ciertos grupos de presión homosexuales intentan es que la Iglesia se adhiera a sus postulados, sin respetar la libertad de los católicos de creer lo que quieran.

¿ Qué es la Moral social Cristiana?

ILUMINACIÓN DE LA MORAL SOCIAL CRISTIANA

A LA PROBLEMÁTICA ACTUAL EN COLOMBIA 

ENSAYO:  Bondad de la Reverenda Hermana. Adriana Mayerly Henao.  Comunidad Religiosa:  Hijas de Nuestra Señora de Nazareth. Ibagué, Colombia. Marzo. 2011 

En la Iglesia Católica siempre ha existido eso que hoy llamamos «moral social», cuyo objetivo es mostrar cómo debe ser la vida en sociedad según la fe cristiana.   Parodiando al padre Thomas D. Williams, LC, decano de teología en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum de Roma, podemos entrar a decir que:  “La Iglesia deja claro que su doctrina social no es una «tercera vía», un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo. No tiene nada que ver con una agenda económica o política, y no es un «sistema». Aunque, por ejemplo, ofrezca una crítica del socialismo y el capitalismo, no propone un sistema alternativo. No es una propuesta técnica para solucionar los problemas prácticos, sino más bien una doctrina moral, que surge del concepto cristiano de hombre y de su vocación al amor y a la vida eterna. Es una categoría propia.  La doctrina social católica no es una utopía, en el sentido de un proyecto social imposible de alcanzar. No se propone describir un paraíso en la tierra en el que la humanidad pueda alcanzar la perfección.  A pesar de todo esto, la doctrina social católica se enfrenta seriamente con las realidades y estructuras existentes, y los desafíos de la humanidad para buscar soluciones a las situaciones sociales, políticas y económicas, dignas de la dignidad humana, de manera que se cree un sano grado de tensión entre las realidades temporales que encontramos y el ideal del Evangelio.  

Las enseñanzas sociales católicas no son una doctrina estática y fijada, sino una aplicación dinámica de la enseñanza de Cristo para cambiar las realidades y circunstancias de las sociedades y culturas humanas. Por supuesto, los principios fundamentales no cambian, porque están profundamente enraizados en la naturaleza humana. Pero sus aplicaciones y juicios contingentes se adaptan a las nuevas circunstancias históricas según los tiempos y lugares.La doctrina social católica pertenece al marco de la teología y especialmente de la teología moral.”  El contenido de la doctrina social se expresa en tres niveles:-- Principios y valores fundamentales. La doctrina social adquiere sus principios básicos de la teología y la filosofía, con ayuda de las ciencias humanas y sociales que la complementan. Estos principios incluyen la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad, la participación, la propiedad privada, y el destino universal de los bienes. Los valores fundamentales incluyen la verdad, la libertad, la justicia, la caridad y la paz.-- Criterios de juicio: para los sistemas económicos, instituciones, organizaciones, también utilizando datos empíricos. Ejemplos: valoración de la Iglesia del comunismo, el liberalismo, la teología de la liberación, el racismo, la globalización, los salarios justos, etc...-- Directrices de acción: opiniones contingentes sobre acontecimientos históricos. Esto no es una deducción lógica y necesaria que surja de los principios, sino también el resultado de la experiencia pastoral de la Iglesia y de la percepción cristiana de la realidad; la opción preferencial por el pobre, el diálogo, y el respeto por la autonomía legítima de las realidades políticas, económicas y sociales. Ejemplo: sugerencias de condonación de la deuda internacional, reformas agrícolas, creación de cooperativas, etc. (ver «Gaudium et Spes», Nos. 67-70).

 Fundamentos.El primer fundamento de la enseñanza social católica es el mandamiento de Jesús de amar: Ama a Dios sobre todas las cosas y ama a tu prójimo como te amas a ti mismo. Éste es el fundamento de toda la moral cristiana y, por lo mismo, de la doctrina social de la Iglesia que es parte de esta moral. Jesús decía que el doble mandamiento del amor no es sólo el primero y más importante de todos los mandamientos, sino también el resumen o compendio de todas las leyes de Dios y del mensaje de los profetas.  La doctrina social de la Iglesia proporciona por tanto una respuesta a la pregunta: ¿Cómo debo amar a Dios y a mi prójimo dentro de mi contexto político, económico y social? Nuestro amor a Dios y al prójimo no consiste simplemente en una obligación semanal de asistir a Misa y dejar algunas monedas en la cesta en el momento del ofertorio. Debe impregnar nuestra vida entera y conformar nuestras acciones y nuestro ambiente según el Evangelio.  Éste es un principio muy importante para superar la tendencia a ver la economía y la política como algo totalmente separado de la moral, cuando de hecho es precisamente allí donde un cristiano hace que su fe influya en los asuntos temporales. El mandamiento del amor por tanto debería representar el fundamento general de la doctrina social de la Iglesia. También hay, sin embargo, fundamentos específicos que pueden resumirse en cuatro principios básicos de la entera doctrina social de la Iglesia, cuatro columnas sobre las que se apoya el entero edificio. Estos principios son: la dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad. -- La dignidad de la persona humana. El primer principio clásico es el de la dignidad de la persona humana, que proporciona el fundamento para los derechos humanos. Para pensar correctamente sobre la sociedad, la política, la economía y la cultura uno debe primero entender qué es el ser humano y cuál es su verdadero bien. Cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad inalienable y, por tanto, debe ser tratada siempre como un fin y no sólo como un medio.Cuando Jesús, usando la imagen del buen pastor, hablaba de la oveja perdida, nos enseñaba lo que Dios piensa del valor de la persona humana individual. El pastor deja a las 99 en el aprisco para buscar a la perdida. Dios no piensa en los seres humanos en masa, o en porcentajes, sino como individuos. Cada uno es precioso para él, irreemplazable. 

En su carta encíclica Centessimus Annus, el Papa Juan Pablo II subrayaba la centralidad de este principio: «hay que tener presente desde ahora que lo que constituye la trama... de toda la doctrina social de la Iglesia, es la correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque «el hombre... en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma»38. En él ha impreso su imagen y semejanza (Cf. Gn 1, 26), confiriéndole una dignidad incomparable» (ver «Centessimus Annus», No. 11).   Dos son las fuentes de la moral social: la Sagrada Escritura y la razón humana. Como es lógico, en la Biblia no se encuentran juicios sobre la mayoría de las cuestiones sociales que hoy nos preocupan, porque no existían entonces. Sin embargo, encontramos en ella una serie de principios —el destino universal de los bienes, la preferencia por los débiles, la autoridad como servicio, etc.– con los que es posible enjuiciar las realidades actuales. El recurso a la razón es igualmente necesario, sobre todo si pretendemos que nuestro discurso ético pueda tener alguna validez para quienes no comparten la fe cristiana.  En la moral social existen ciertos principios de carácter permanente. El más importante de todos es la dignidad de la persona humana, del que se derivan otros dos: el principio de solidaridad (todos somos responsables de los demás) y el principio de subsidiariedad (las instancias superiores deben respetar las iniciativas de las instancias inferiores que favorezcan el bien común, e incluso facilitarles los medios necesarios para llevarlas a cabo). Ambos principios se complementan. Debido al principio de solidaridad la moral social cristiana se opone a todas las formas de individualismo, y debido al principio de subsidiariedad se opone a todas las formas de colectivismo.En la moral social existen también muchos juicios que, al referirse a realidades cambiantes, tienen una validez igualmente limitada.   

La moral social debe moverse entre la utopía y el realismo. En todos los temas —desde la distribución de los bienes hasta el recurso a la violencia y desde los sistemas económicos hasta la legislación, los cristianos deben intentar hacer presentes ya en el mundo los valores de la nueva creación inaugurada por Cristo, pero no pueden ignorar que la creación anterior conserva todavía mucha fuerza. Pablo sabía de esto cuando escribió a los corintios: «Os di a beber leche, no alimento sólido, porque no lo podíais soportar; ni podéis todavía, pues aún sois carnales» (l Cor 3,2-3).«La Iglesia, al analizar el campo del mundo, es muy sensible a todo lo que afecta a la dignidad de la persona humana. Ella sabe que de esa dignidad brotan los derechos humanos, objeto constante de la preocupación y del compromiso de los cristianos... El derecho a la vida, al trabajo, a la educación, a la creación de una familia, a la participación en la vida pública, a la libertad religiosa, son hoy especialmente reclamados» (DGC 18). Llamamos derechos humanos a los que poseen todos los seres humanos por el hecho de serlo, independientemente de cuál sea su raza, sexo, religión o clase social. Se trata de derechos naturales, es decir, fundados en la misma naturaleza humana, y por lo tanto anteriores y superiores al derecho positivo. Esto equivale a decir que las leyes no crean esos derechos; únicamente los descubren, los proclaman y los defienden.El primero y fundamental de los derechos humanos es el derecho a la vida. Si este no se respetara de nada servirían los demás. El derecho a la vida podría enunciarse así: «Mientras vivo tengo derecho a vivir». Por lo tanto, el primer derecho del hombre es el derecho a nacer cuando ha sido concebido, y el último, el derecho a morir cuando Dios quiera. Incompatibles con el derecho a la vida no son únicamente el aborto y la eutanasia activa, sino también la pena de muerte y la injusta distribución de los bienes entre el Norte y el Sur del Planeta.«La obra evangelizadora de la Iglesia tiene, en este vasto campo de los derechos humanos, una tarea irrenunciable: manifestar la dignidad inviolable de toda persona humana. En cierto sentido es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles laicos, están llamados a prestar a la familia humana» 

La moral social cristiana impulsa a construir un mundo solidario, que responda a las grandes aspiraciones humanas de igualdad y libertad, que defienda y tutele vigorosamente la dignidad y los derechos humanos.La moral social cristiana brota de la llamada que todo cristiano recibe a construir, ya en el presente, el reino de Dios: Reino escatológico —cielos nuevos y tierra nueva—, pero que se va realizando ya en nuestro mundo; Reino que es gracia de Dios, pero que es también tarea humana; Reino que no se confunde con la Iglesia, pero que subsiste en ella y del cual ella es servidora; Reino que se realiza en el mundo, pero sin identificarse con ninguna de sus realizaciones.La moral social debe aparecer en un marco de gracia –el Reino que viene, que Dios va realizando– en el que la Iglesia, y los cristianos dentro de ella, se ven comprometidos. No organizamos la convivencia en sociedad de una determinada manera para que llegue el reino de Dios, sino porque ha llegado ya: «Convertíos porque ha llegado el reino de Dios» (Mt 4,17). De ahí la necesaria referencia teológica (a Dios y su Reino) y teologal (los valores y comportamientos, signos de la gracia de Dios).Debido a la reserva escatológica, la moral social cristiana se distinguirá claramente de cualquier proyecto político concreto. Pero no por eso debe aparecer como algo irreal o irrealizable. Es necesario combinar la esperanza con el realismo.Frente a la iluminación presentada por la Moral Social Cristiana, entremos a analizar las problemática actuales de Colombia a fin de encontrar un camino frente a las necesidades más urgentes.   Problemáticas sociales en Colombia 

La sociedad colombiana, vive este tiempo de la historia humana entre luces y sombras, Mientras se mantienen históricas dolencias, nuevos sucesos despiertan esperanzas.  Sin embargo, La moral atraviesa en determinadas épocas por momentos de mayor aceptación o de crisis. En Colombia existen problemas que aun terminándose los conflictos con los grupos al margen de la ley (por la vía del sometimiento), estos problemas continuarían, entre estos tenemos: La doble moral, el doble discurso, Corrupción legalizada, Institucionalización de la mentira, El gran abismo existente entre ricos y pobres, Sociedad clasista y elitista. El fondo de los problemas del país es una cuestión de voluntad, de decisión, de cambio de actitud y mentalidad.  Los verdaderos problemas del país no son tan materiales: Desempleo, desplazamiento, violencia, terrorismo, delincuencia. Estos son el reflejo de lo que hay en el fondo, Estos son la punta de un problema eminentemente arraigado en la mentalidad de los individuos, lo cual ha configurado un imaginario social perverso y dañoso. De suerte que los efectos degenerativos (Desempleo, desplazamiento, violencia, terrorismo, delincuencia, entre otros) son más sentidos que los problemas que subyacen en el fondo.  Nuestros verdaderos problemas están en la mentalidad, de allí que las reglas, las leyes, los condicionamientos no han podido cambiar el perverso proceder, puesto que el problema tiene su caldo de cultivo en la mente, germina en el suelo fértil de la impunidad, la complicidad, y crece con los nutrientes que le proporciona la conspiración, la intolerancia y el egoísmo.  

Dado que el problema no es propiamente material sino mental, sería de lo más conveniente que revisemos nuestros paradigmas, nuestros imaginarios colectivos y todos esos constructos mentales, prejuicios y preconceptos que hemos construido en torno a los demás y para nuestro voraz apetito.  Hay que luchar por una Colombia en donde haya paz y se respeten los derechos humanos, para no condenar a los demás al ostracismo (sálvese quien pueda) y el darwinismo social -si se adapta sobreviva, sino extíngase. No es de extrañar, que existan tantas formas perversas de sobrevivir- unos se adaptan delinquiendo con la violencia, otros se adaptan robando en el erario público, unos se adaptan oprimiendo a los demás y se hacen ricos, otros se adaptan siendo cómplices de delitos, otros se adaptan conspirando con los ricos para que estos se hagan más ricos, otros se adaptan haciendo componendas en los tribunales y juzgados para favorecer y obtener grandes sumas de dinero, unos de adaptan extorsionando, otros se adaptan secuestrando, pero ya sea así o de otro manera, todos buscan adaptarse para poder sobrevivir en este DARWINISMO SOCIAL, al cual los ha condicionado el sistema. Toda conducta lesiva en menoscabo de un bien que no es de uno, es altamente reprochable, sin importar el medio que se utilice o la persona que lo haga. El mal es “mal” y es dañino y de ningún modo aceptable, pues esconde la verdad y crea descaro y cinismo. La degeneración del conflicto y el aumento de los problemas en Colombia, deben abordarse en la forma más profunda con un componente eminentemente moral, y replantear muchos juicios de valores y la forma como se juzgan las cosas.  Sinceramente, cuando se piensa que las cosas en Colombia van a cambiar, sin un cambio de mentalidad y paradigmas, y sin un verdadero y profundo replanteamiento de los aspectos éticos y morales, es claramente una forma de engañarnos a sí mismo. Ni aun con la legislación mas adecuada, se logrará que esto cambie, Hasta que no se logre poner a acuerdo la voluntad de la nación en torno a un sentimiento de equidad y dignidad humana de todos los colombianos, no habrá paz en Colombia. Frente a la problemática actual en Colombia, desarrollada anteriormente la Encíclica del Papa Benedicto XVI, “caritas in veritate” nos ilumina de manera determinante "En el contexto social y cultural actual, en el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral. Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios. Sin la verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad." (CV, 4)  

Así mismo nos ofrece algunas directrices de acción válidas para emprender un camino nuevo, en donde prevalezca el derecho a la vida y la dignidad de la persona humana. 1. Subrayar la centralidad del amor en la verdad en el mensaje social cristiano. 2. Recuperar el sentido vocacional de cada persona en su desarrollo integral. 3. Reivindicar la dimensión humana y trascendente del desarrollo. 4. Insistir en la necesidad de no excluir a Dios de la vida pública. 5. Desarrollar un verdadero humanismo abierto al Absoluto. 6. Trabajar para el reconocimiento y promoción de los verdaderos derechos humanos y compartir deberes recíprocos. 7. Asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos reclama la situación actual en el mundo 8. Tomar conciencia de la necesidad de una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir un futuro mejor. 9. Promover el reconocimiento de que todos los habitantes del mundo constituyen una sola familia humana. 10. Entender que la ética es inherente a la actividad económica y actuar en consecuencia. 11. Profundizar en la doctrina social de la Iglesia, evitando distorsiones y categorías extrañas. 12. Exhortar a los estados ricos a destinar mayores cuotas del Producto Interno Bruto para el desarrollo, principalmente para lograr un mayor acceso a la educación. 13. Respaldar la idea de promover y actuar a favor de un 'trabajo decente. 14. Actuar para mantener la integridad de la creación y promover una verdadera ecología humana. 

Por tanto los Cristianos estamos equivocados si no pensamos en construir la ciudad futura  a partir de la ciudad terrena, y por ende no podemos descuidar las tareas temporales, dándonos cuenta que la propia fe es un motivo que nos obliga, al más perfecto cumplimiento de todas ellas, según nuestra vocación personal.  Es Así como el comportamiento moral del cristiano se deriva de su fe y de ser miembro de la Iglesia.  La fe y la Iglesia conforman el ser y el estar en medio de las realidades del mundo, construyendo dicha realidad según el deseo salvífico de Dios conocido por Jesucristo en el Espíritu.  

BIBL.: AA.VV., Educar para la justicia que brota de la fe, San Pío X, Madrid 1988; AA.VV., Cómo educar en valores, Narcea, Madrid 1995; AA.VV., Introducción a los medios de comunicación, San Pablo, Madrid 1990; BOSELLO ANSELMO P., Escuela y valores. La educación moral, CCS, Madrid 1993; CALVEZ J. Y., La enseñanza social de la Iglesia, Herder, Barcelona 1991; CAMACHO L, Doctrina social de la Iglesia. Una aproximación histórica, San Pablo, Madrid 19983; CAMPS V., Los valores en la educación, Alauda-Anaya, Madrid 1993; COBO SUERO J. M., Educación moral para todos en secundaria, Narcea, Madrid 1995; CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA, Para una pastoral de la cultura, Ciudad del Vaticano (23 de mayo de 1999); CUADRÓN A. (coord.), Manual de doctrina social de la Iglesia, BAC, Madrid 1993; GONZALEZ CARVAJAL L., Fieles a la tierra. Curso breve de moral social, Edice, Madrid 1995; El reino de Dios y nuestra historia, Sal Terrae, Santander 1986; GONzALEZ LUCINI F., Temas transversales y educación en valores, Alauda-Anaya, Madrid 1993; HARING B., Libertad y fidelidad en Cristo III, Herder, Barcelona 1986; PIAJET J., El criterio moral del niño, Herder, Barcelona 1971; Pozo ABEJÓN G., Manual de moral social cristiana, Aldecoa, Burgos 1991''-; SOLITO COELHO J., Iniciación a la doctrina social de la Iglesia, San Pablo, Madrid 1995; VIDAL M., Moral de actitudes III, Perpetuo Socorro, Madrid 19958; Moral de opción fundamental y de actitudes, San Pablo, Madrid 1995.LuisGonzález-Carvajal, PabloGarcíaPérezdelRío, Isabel Mariscal Castellanos NOTAS1. GALINDO, A. Moral socioeconуmica. Op. cit. Pбg. 8-9. 2. GALINDO, A. Moral socioeconуmica. Op. cit. Pбg. 9-11. 3. GALINDO, A. Moral socioeconуmica. Op. cit. Pбg. 11-13. 4. GALINDO, A. Moral socioeconуmica. Op. cit. Pбg. 13-14. 5. GALINDO, A. Moral socioeconуmica. Op. cit. Pбg. 14-16. 6. CAMACHO, I. y OTROS. Praxis cristiana III. Op. cit. Pбg. 7-8.

La Moral, ¿Tiene algo que ver con la vida?

CONCEPTO VIDA Y MORAL.   Beso  Año 2011

LA MORAL

La Moral trata sobre los deberes y derechos del hombre que se pueden descubrir en la ley natural. Quien la practica es virtuoso.

 

El pecado oscureció la capacidad del hombre para descubrir la ley natural. Por eso Dios reveló los 10 MANDAMIENTOS. Jesús reconoce las exigencias de la antigua ley, pero requiere mucho porque El mismo nos capacita con el Espíritu Santo para amar como El ama. La vida moral está ordenada a conocer, amar y servir a Dios y, con su gracia, relacionarnos santamente con nuestros hermanos.

 

 

El verdadero cometido de la medicina "Curar cuando sea posible, atender siembre"

(to cure if possible, always to care) -Juan Pablo II, 20-III-04>>

 

¿CALIDAD DE VIDA?

Admitir que se puede decidir sobre la vida del hombre basándose en un reconocimiento exterior de su calidad equivale a reconocer que a cualquier sujeto pueden atribuírsele desde fuera niveles crecientes o decrecientes de calidad de vida, y por tanto de dignidad humana, introduciendo un principio discriminatorio y eugenésico en las relaciones sociales.  -Juan Pablo II, 20-III-04 >>

 

Concilio Vaticano II y la moral:

Declaración Dignitatis humanae:  "Los cristianos, al formar su conciencia, deben atender con diligencia a la doctrina cierta y sagrada de la Iglesia. Pues, por voluntad de Cristo, la Iglesia católica es maestra de la verdad y su misión es anunciar y enseñar auténticamente la verdad, que es Cristo, y, al mismo tiempo, declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana" (n. 14).

 

 

El cristianismo no ofrece consuelos baratos

"El cristianismo no ofrece consuelos baratos, exigente como es en pedir una fe auténtica y una vida moral rigurosa. Pero nos da un motivo de esperanza, indicándonos a Dios como Padre rico de misericordia, que nos ha dado a su Hijo, mostrándonos así su amor inmenso".

-Juan Pablo II, Angelus, 9 marzo, 1997.

 

 

El peligro del pragmatismo

Benedicto XVI, 25 marzo, 2007

Una comunidad que se construye sin respetar la auténtica dignidad del ser humano, olvidando que cada persona está creada a imagen de Dios, acaba por no traer nada bueno. Por este motivo, cada vez es más indispensable que Europa evite esa actitud pragmática, hoy ampliamente difundida, que justifica sistemáticamente el compromiso sobre los valores humanos esenciales, como si se tratara de la inevitable aceptación de un presunto mal menor. Este pragmatismo, presentado como equilibrado y realista, en el fondo no lo es, pues niega esa dimensión de valores e ideales, que es inherente a la naturaleza humana.

 

Cuando en este pragmatismo se introducen tendencias laicistas o relativistas, se acaba por negar a los cristianos el derecho mismo a intervenir como cristianos en el debate público o, al menos, se descalifica su contribución con la acusación de que buscan defender injustificados privilegios. En el momento histórico actual y ante los muchos desafíos, la Unión Europea, si quiere garantizar adecuadamente el estado de derecho y promover eficazmente lo valores humanos, tiene que reconocer con claridad la existencia cierta de una naturaleza humana estable y permanente, fuente de derechos comunes para todos los individuos, incluidos los de aquellos que los niegan. En este contexto, hay que salvaguardar el derecho a la objeción de conciencia, cada vez que los derechos humanos fundamentales sean violados. 

 

 

Moral VS Moralismo

 

-Padre Jordi Rivero

 

Hay que distinguir entre moral y moralismo. La acción moral nace del corazón puro que conoce a Dios. El moralismo se satisface tan solo con cumplir y olvida la fuente de la fe: El encuentro con el Dios vivo que es amor.

 

Los fariseos basaban su religión en cumplir reglas y pretendían que así cumplían con Dios. Pero sus corazones seguían dominados por el mal y esto se manifestaba en sus actitudes hacia las personas.

 

Benedicto XVI nos enseña: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva"1

 

La conversión no se trata de un mero cambio de prácticas. Es algo mucho más profundo: Es la obra del Espíritu Santo que transforma la mente y el corazón ordenándolo todo hacia Cristo quien está por encima de todo. Antes la mente estaba cerrada en la esfera del ego, en el placer egoísta, el poder, el dinero, en las pasiones. Pero por el Espíritu el creyente posee:

1: Una profunda conciencia del Señorío de Jesús.  El está por encima de todo y todo se ordena hacia El.

2: La fuerza del amor que da confianza en Jesús, aun cuando no entendemos por donde El nos lleva. Basta saber que él es quien nos lleva. El corazón está sometido a Cristo en la obediencia de la fe. 

 

Esta es la "nueva vida" de que habla San Pablo la cual no es posible para el hombre lograr por si mismo. Esta vida ordenada en el amor de Cristo se manifiesta en una vida moral.   -Padre Jordi Rivero

Clave para distinguir el bien del mal

Benedicto XVI, 24 julio 2207. (ZENIT.org).-

 

Un mundo en el que Dios no existe se convierte en todo caso en un mundo de la arbitrariedad y el egoísmo,

 

Para comprender la línea de demarcación entre el bien y el mal hay que escuchar la voz del Creador.  Sólo si aparece Dios hay luz, hay esperanza . Nuestra vida tiene un sentido que no podemos inventar nosotros, nos precede, nos lleva.

 

Hoy la moral y la religión «prácticamente han sido expulsadas» y «el único criterio último de moralidad y también de religión es el sujeto, la conciencia subjetiva que no reconoce otras instancias». «Pero de este modo el sujeto se convierte en una realidad aislada y cambian día a día los parámetros» de la vida moral.

 

Hoy se confunde el bien y el mal «con sentirse bien o sentirse mal» «Al final, sólo decide el sujeto, con su sentimiento, sus experiencias, con los eventuales criterios que han encontrado».

 

El Papa invitó a presentar los caminos que incluso la «conciencia laica puede ver fácilmente y a tratar de guiar hacia las voces más profundas, a la voz de la conciencia, que se comunica en la gran tradición de la oración y de la vida moral de la Iglesia.

 

«En la tradición cristiana, «conciencia» quiere decir «con-ciencia»: es decir, nuestro ser está abierto, puede escuchar la voz del mismo ser, la voz de Dios».  «Por tanto, la voz de los grandes valores está inscrita en nuestro ser y la grandeza del hombre consiste propio en el hecho de no estar encerrado en sí mismo, en no quedar reducido a lo material, cuantificable, sino en estar abierto interiormente a lo esencial».

 

«En la profundidad de nuestro ser podemos escuchar no sólo las necesidades del momento, no sólo lo material, sino también escuchar la voz del mismo Creador y de este modo se puede conocer qué es el bien y qué es el mal». «Pero, obviamente esta capacidad de escucha debe educarse y desarrollarse». «Y precisamente éste es el anuncio al que estamos comprometidos en la Iglesia: desarrollar esta capacidad elevadísima donada por Dios al hombre de escuchar la voz de la verdad, la voz de los valores»

 

 

El relativismo, nuevo rostro de la intolerancia

Cardenal Ratzinger, Murcia, 1 diciembre, 2002. Fuente: Zenit

 

El relativismo se ha convertido en la nueva expresión de la intolerancia, según considera el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe.

 

El purpurado alemán expuso su opinión de manera espontánea sobre algunos de los argumentos más candentes de la actualidad eclesial al encontrarse con un grupo de periodistas, entre los que se encontraba el corresponsal de Zenit, en la ciudad española de Murcia. 

 

--Algunos interpretan en muchas ocasiones el hecho de anunciar a Cristo como una ruptura en el diálogo con las demás religiones ¿Cómo es posible anunciar a Cristo y dialogar al mismo tiempo?

 

--Cardenal Ratzinger: Diría que hoy realmente se da una dominación del relativismo. Quien nos es relativista parecería que es alguien intolerante. Pensar que se puede comprender la verdad esencial es visto ya como algo intolerante. Pero en realidad esta exclusión de la verdad es un tipo de intolerancia muy grave y reduce las cosas esenciales de la vida humana al subjetivismo. De este modo, en las cosas esenciales ya no tendremos una visión común. Cada uno podría y debería decidir como puede. Perdemos así los fundamentos éticos de nuestra vida común.

 

Cristo es totalmente diferente a todos los fundadores de otras religiones, y no puede ser reducido a un Buda, o a un Sócrates, o un Confucio. Es realmente el puente entre el cielo y la tierra, la luz de la verdad que se nos ha aparecido. El don de conocer a Jesús no significa que no haya fragmentos importantes de verdad en otras religiones. A la luz de Cristo, podemos instaurar un diálogo fecundo con un punto de referencia en el que podemos ver cómo todos estos fragmentos de verdad contribuyen a una profundización de nuestra propia fe y a una auténtica comunión espiritual de la humanidad.

 

--¿Qué le diría usted a un joven teólogo? ¿Qué aspectos de la cristología le aconsejaría estudiar?

 

--Cardenal Ratzinger: Es importante, ante todo, conocer la Sagrada Escritura, el testimonio vivo de los Evangelios, tanto de los sinópticos como del Evangelio de san Juan, para escuchar la auténtica voz. En segundo lugar, son muy importantes los grandes concilios, sobre todo el Concilio de Calcedonia, así como los sucesivos Concilios que aclararon el significado de esa gran fórmula sobre Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. La novedad de que es realmente es Hijo de Dios, y realmente hombre, no es una apariencia, por el contrario une Dios al hombre. En tercer lugar, le sugiero profundizar en el misterio pascual: conocer este misterio del sufrimiento y de la resurrección del Señor y de este modo conocer qué es la Redención. La novedad de que Dios, en la persona de Jesús, sufre, lleva nuestros sufrimientos, comparte nuestra vida, y de este modo crea el paso a la auténtica vida en la Resurrección. Se trata de todo el problema de la liberación de la vida humana, que hoy está comprendida en el misterio pascual, por una parte se relaciona con la vida concreta de nuestro tiempo y, por otra, se representa en la liturgia. Me parece central precisamente este nexo entre liturgia y vida, ambas fundadas en el misterio pascual.

 

--¿Qué ha aprendido el cardenal Ratzinger que no supiera ya el teólogo Ratzinger?

 

--Cardenal Ratzinger: La substancia de mi fe en Cristo ha seguido siendo siempre la misma: conocer a este hombre que es Dios que me conoce, que --como dice san Pablo-- se ha entregado por mí. Está presente para ayudarme y guiarme. Esta substancia ha seguido siendo siempre igual. En el transcurso de mi vida he leído a los Padres de la Iglesia, a los grandes teólogos, así como la teología presente. Cuando yo era joven era determinante en Alemania la teología de Bultmann, la teología existencialista; después fue más determinante la teología de Moltmann, teología de influencia marxista, por así decir. Diría que en el momento actual el diálogo con las demás religiones es el punto más importante: comprender cómo por una parte Cristo es único, y por otra parte cómo responde a todos los demás, que son precursores de Cristo, y que están en diálogo con Cristo.

 

--¿Qué debe hacer una Universidad católica, portadora de la verdad de Cristo, para hacer presente la misión evangelizadora del cristianismo?

 

--Cardenal Ratzinger: Es importante que en una Universidad católica no se aprenda sólo la preparación para una cierta profesión. Una Universidad es algo más que una escuela profesional, en la que aprendo física, sociología, química.... Es muy importante una buena formación profesional, pero si fuera sólo esto no sería más que un techo de escuelas profesionales diferentes. Una Universidad tiene que tener como fundamento la construcción de una interpretación válida de la existencia humana. A la luz de este fundamento podemos ver el lugar que ocupan cada una de las ciencias, así como nuestra fe cristiana, que debe estar presente a un alto nivel intelectual.

 

Por este motivo, en la escuela católica tiene que darse una formación fundamental en las cuestiones de la fe y sobre todo un diálogo interdisciplinar entre profesores y estudiantes para que juntos puedan comprender la misión de un intelectual católico en nuestro mundo.

 

--Ante la búsqueda actual de espiritualidad, mucha gente recurre a la meditación trascendental. ¿Qué diferencia hay entre la meditación trascendental y la meditación cristiana?

 

--Cardenal Ratzinger: En pocas palabras, diría que lo esencial de la meditación trascendental es que el hombre se expropia del propio yo, se une con la universal esencia del mundo; por tanto, queda un poco despersonalizado. Por el contrario, en la meditación cristiana no pierdo mi personalidad, entro en una relación personal con la persona de Cristo, entro en relación con el «Tú» de Cristo, y de este modo este «yo» no se pierde, mantiene su identidad y responsabilidad. Al mismo tiempo se abre, entra en una unidad más profunda, que es la unidad del amor que no destruye. Por tanto, diría en pocas palabras, simplificando un poco, que la meditación trascendental es impersonal, y en este sentido «despersonalizante». Mientras que la meditación cristiana es «personalizante» y abre a una unidad profunda que nace del amor y no de la disolución del yo.

 

--Usted es prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo que antes se llamaba la Inquisición. Mucha gente desconoce los dicasterios vaticanos. Creen que es un lugar de condena. ¿En qué consiste su trabajo?

 

--Cardenal Ratzinger: Es difícil responder a esto en dos palabras. Tenemos dos secciones principales: una disciplinar y otra doctrina.

 

La disciplinar tiene que ocuparse de problemas de delitos de sacerdotes, que por desgracia existen en la Iglesia. Ahora tenemos el gran problema de la pederastia, como sabéis. En este caso, debemos sobre todo ayudar a los obispos a encontrar los procedimientos adecuados y somos una especie de tribunal de apelación: si uno se siente tratado injustamente por el obispo, puede recurrir a nosotros.

 

La otra sección, más conocida, es doctrinal. En este sentido, Pablo VI definió nuestra tarea como «promover» y «defender» la fe. Promover, es decir, ayudar el diálogo en la familia de los teólogos del mundo, seguir este diálogo, y alentar las corrientes positivas, así como ayudar a las tendencias menos positivas a conformarse con las tendencias más positivas. La otra dimensión es defender: en el contexto del mundo de hoy, con su relativismo, con una oposición profunda a la fe de la Iglesia en muchas partes del mundo, con ideología agnóstica, atea, etc., la pérdida de la identidad de la fe tiene lugar con facilidad. Tenemos que ayudar a distinguir auténticas novedades, auténticos progresos, de otros pasos que implican una pérdida de identidad de la fe.

 

Tenemos a disposición dos instrumentos muy importantes para este trabajo, la Comisión Teológica Internacional, con 30 teólogos propuestos por cinco años a propuesta de los obispos; y la Comisión Bíblica, con 30 exegetas, también ellos propuestos por los obispos. Son foros de discusión para los teólogos para encontrar por así decir un entendimiento internacional incluso entre las diferentes escuelas de teología, y un diálogo con el Magisterio.

 

Para nosotros es fundamental la colaboración con los obispos. Si es posible, deben resolver los problemas los obispos. Pero con frecuencia se trata de teólogos que tienen fama internacional y, por tanto, el problema supera las posibilidades de un obispo, de modo que es llevado a la Congregación. Aquí promovemos el diálogo con estos teólogos para llegar, si es posible, a una solución pacífica. Sólo en poquísimos casos se da una solución negativa.

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Sacrilegio contra las especies, ¿Qué es eso?

Por Pedro María Reyes Vizcaíno.  www.iuscanonicum.org

El canon 1367 del Código de derecho canónico, y el canon 1442 del Código de cánones de las Iglesias orientales, sancionan con excomunión -que será latae sententiae reservada a la Santa Sede para los fieles latinos, y excomunión mayor ferendae sententiae para los orentales- a “quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene consigo con una finalidad sacrílega”. Como se ve, en el tipo penal se distinguen dos modos de cometer este delito: por un lado, quien arroja por tierra las especies sagradas, y por otro quien las lleva o retiene consigo con una finalidad sacrílega.

 

Tipo penal del delito de sacrilegio contra las Sagradas Especies

La segunda parte del tipo parece de clara interpretación: llevarse o retener las especies sagradas con finalidad sacrílega es una conducta que difícilmente podría confundirse. Pero de la primera parte del tipo sí surgen dudas. Ante todo, la duda que surge es si sólo se debe considerar el acto de arrojar las especies, o si más bien se debe incluir algún tipo de sacrilegio más. La duda ha sido planteada al Consejo Pontificio para la interpretación de los textos legislativos, que promulgó una Respuesta sobre el significado de la palabra abicere. La respuesta está acompañada, además, de una nota aclaratoria de Monseñor Julián Herránz, Presidente de dicho Dicasterio.

 

De acuerdo con dicha nota aclaratoria, "el verbo abicit no se ha de entender sólo en su sentido estricto de arrojar, ni tampoco genéricamente en el sentido de profanar, sino el significado más amplio de despreciar, menospreciar, humillar. Por tanto, comete un grave delito de sacrilegio contra el Cuerpo y la Sangre de Cristo quien se lleva o retiene las sagradas especies con finalidad sacrílega (obscena, supersticiosa o impía) y quien, incluso sin sacarlas del tabernáculo, del ostensorio o del altar, las hace objeto de cualquier acto externo, voluntario y grave, de desprecio". Es esta la razón por la que, en la Respuesta antes comentada, se indica que "cualquier acción voluntaria y gravemente despreciativa se ha de considerar incluida en la palabra «abicere»"

 

Bien jurídico protegido

El bien jurídico que el legislador desea proteger, como es evidente, es el respeto al Santísimo Sacramento. Es esta la razón de que se deba considerar incluida la intención de desprecio en el que arroja las Sagradas Especies al suelo. Por lo tanto, no está excomulgado el sacerdote o ministro que simplemente por un descuido, quizá lamentable pero desde luego sin que se deba al desprecio o al odio, deja caer al suelo un forma sagrada, pongamos por ejemplo. Desde el punto de vista moral no hay duda de que no hay imputabilidad para este sacerdote o ministro, puesto que no tiene intención de manifestar odio hacia la Presencia real del Señor en la Eucaristía. Y no habiendo imputabilidad moral de desprecio a la Sagrada Eucaristía, no puede haber delito. Lo cual no quita que el sacerdote -o cualquier fiel que legítimamente distribuye la comunión- al que se le caiga una forma, si quiere ser delicado de conciencia, procurará extraer experiencia de lo sucedido para que no le ocurra en otras ocasiones.

 

Nótese que, por contraste, que en este segundo caso se debe tener en cuenta la intención del delincuente para que haya delito, que es la de cometer un sacrilegio: debe ser esa la intención y no otra, por reprobable que ésta sea. Así, no comete el delito quien se lleva las Sagradas Formas por descuido, aunque desde luego habrá que corregirle para que no cometa un descuido en una materia tan grave como es ésta. En este caso falta la intención de cometer un sacrilegio, es decir, de despreciar gravemente a la Eucaristía. Por eso, aunque semejante descuido sea quizá imputable moralmente, falta la intención de cometer el sacrilegio, por lo que no comete el delito.

 

Reserva a la Congregación para la Doctrina de la Fe

El delito de sacrilegio contra las Sagradas Especies ha sido incluido en las Normas de los delitos más graves, promulgadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe con autorización del Santo Padre el 18 de mayo de 2001. Por esta legislación, este delito se incluye entre los delitos más graves, y queda reservada a la misma Congregación su declaración, así como el conocimiento de las causas penales que de él deriven. No así la absolución de este delito, la cual, si no ha sido declarada ni irrogada, corresponde a la Penitenciaría Apostólica en el fuero interno, sacramental o no.