19 April 2024
 

 

 

 

10 Enero 2014.  Nuevamente nos congregamos como clero arquidiocesano en la casa de formación humano – cristiana de Ibagué, para participar en los sagrados ejercicios de encuentro directo con el Señor y Maestro, con su santa Palabra, con la fuerza del Espíritu de Dios que nos tendrán que llevar a vivir en plenitud nuestro sacerdocio para el bien de la Iglesia, para gloria de Dios y para fortaleza del ministerio sacerdotal. Esto fue durante los días 6 al 10 de Enero del año 2014.

            En esta oportunidad fuimos conducidos por la predicación del Excelentísimo señor Obispo auxiliar de Medellín, Elkin Álvarez Botero.

Su tema central fue: Discípulos y misioneros de Jesucristo. Tras las huellas de Jesús.  Nuestra tarea es entender que él toca a nuestra puerta y quiere entrar en nuestra vida. Si alguno escucha y me permite entrar, yo entraré, me quedaré con él y cenaré con él.  Esa es la realidad de la vocación sacerdotal, es iniciativa de Dios, que produce en ciertos momentos temores, las personas deben definir sus vidas, porque lo que quiere él es que lo dejemos todo para poder cumplir esa misión de ser pastores con “olor a oveja”.  El Maestro abre un ramillete de posibilidades a todos aquellos que deciden ser sus discípulos. Lo van logrando en la medida en que permiten un encuentro con Cristo, la base es la conversión de cada uno, la respuesta es el discipulado, su vivencia se hace a través de la comunión y de la misión.  De igual forma piensa el Santo Padre, Francisco, cuando dice: “El Señor involucra a los suyos poniéndose de rodillas ante los demás, para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: “Seréis felices si hacéis esto” (Juan 13,17). Los que son discípulos y evangelizadores, tendrían un olor a oveja y estas escucharían su voz.” (Evangelii Gaudium 24).

 

            Un discípulo debe tener conciencia de su propio ser, no es algo que se le pueda ocurrir al azar de la vida, sino que la “persona madura constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús Maestro, profundiza en el ministerio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este paso es de fundamental importancia, la catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen la formación inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan perseverar en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.” Muchos lo han logrado: “Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (Génesis 12,1-3), Moisés escuchó el llamado de Dios, ve, yo te envío (Éxodo 3,10), Jeremías le dijo: adonde quiera que yo te envíe, irás (Jeremías 1,7). (Evangelii Gaudium 20).

 

            Una clave importantísima en el seguimiento del mandato de Cristo es vivir como discípulos, en tener y darle funcionalidad a cada una de las actitudes que el Maestro propone:  por ejemplo, madurar es importante, cuando se entiende madurar como el hecho de darse cuenta de lo que verdaderamente es importante en la vida, por supuesto que el pecado no es importante en la vida cristiana, pero desafortunadamente muchas personas creen que es importante, incluso su falta de aceptación los lleva a convertir situaciones en importantes, Vgr. Saber decir mentiras es importante, ser muy hábil en los negocios y ganar más de lo debido, eso es importante; engañar a otra persona, le llaman astucia, etc.  Los creyentes y consagrados nos hemos ido quedando cortos en la búsqueda de la perfección cristiana.  Cuando las cosas no están funcionando bien, es preferible definir prioridades que permitan encontrar el camino correcto de la conversión.  La misma Escritura ofrece modelos en este proceso de seguimiento del Hijo de Dios: Un primer paso es, escuchar la Palabra, y para poder hacerlo es necesario dedicarle tiempo, los personajes de Marta y María, presentan ese modelo de dejarse llevar por el camino de Dios, Marta le dedica más tiempo a los quehaceres domésticos, María se sentó a los pies del Maestro y escuchaba con mucha atención, ella definitivamente escogió la parte mejor.   Un segundo paso, puede medirse desde el campo de la oración, ella es un sistema de vida, es la disposición del discípulo para entablar un diálogo con el Padre celestial, que le da la seguridad de estar siendo escuchado, pues él mismo lo dijo: “Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá” (Lucas 11,9).  Así pues, que si logran un buen clima de oración, encontraremos el camino correcto en la vivencia de nuestra Fe, esa oración debe ser, perseverante, existencial, intercesora. El mismo director de los discípulos dijo en alguna ocasión: vigilen y oren, por lo tanto no podemos poner en riesgo el amor de Dios, su llamado a ser partícipes en la historia de la salvación, quien arriesga termina perdiendo su gran oportunidad. 

 

            La conversión, es el segundo movimiento de un verdadero discípulo. Si el primero es eminentemente gratuito, el segundo tiene implicaciones de sacrificio, reconocimiento, planes de trabajo, disponibilidad para recibir ayudas. Hay que fortalecer necesariamente la conversión inicial, la Biblia advierte y recomienda: si no se convierten, todos perecerán del mismo modo.  Cuando una persona logra convertirse, provoca una gran alegría en Dios, permite un buen funcionamiento de la sociedad, alcanza una auténtica salud espiritual.  Dos episodios dentro de una buena cantidad de ejemplos bíblicos, pueden servirnos para entender la importancia y la autenticidad de la conversión.  La parábola del hijo pródigo (Lucas 15) y la historia del Rey David en el estado de Israel ( I Samuel 16 – II Samuel 11).

 

El gran enemigo de la conversión es el pecado, este permite cometer una falta gravísima en materia de reconocimiento, permite que muchas personas pierdan su capacidad de memoria, se les olvida lo son: consagrados, casados, dirigentes, bautizados etc. Cuando se logra perder el estado de memoria, no logramos recordar que esa misma situación de imperfección nos quitó el don de Dios y nos hizo perder nuestra propia identidad.  El pecado tiene un compañero ideal, lo llaman la tentación; se puede identificar fácilmente porque su mecanismo de operación es la seducción, él es el que le indica al no converso, decirle No a Dios, termina convenciendo a la persona que el pecado es la mejor opción de su vida e incluso perturba la inteligencia, cuando esta le sugiere que el pecado es un derecho, por ejemplo, abortar es una obra de caridad, la pena capital es lo mejor para limpiar la sociedad. Para un consagrado, la conversión debe ser el primer camino de evangelización, lo puede alcanzar si su primera tarea es la conversión personal, su segunda la conversión pastoral. Así podrá entender que está llamado a ser un ministro de la conversión, nadie se puede convertir sin la presencia de la Gracia divina.

            No en vano, advierte el Papa Francisco en su Exhortación apostólica: “El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, °°° la alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada día más patente.  No a una economía de la exclusión, no a la idolatría del dinero, no al dinero que gobierna en lugar de servir, no a la inequidad que genera violencia, no a la acedia egoísta, no al pesimismo estéril, no a la mundanidad espiritual, no a la guerra entre nosotros °°° (Cf. Evangelii Gaudium, numerales 55-97).  Los desafíos están para superarlos.    Lo que pueda ser imposible para muchos hombres y mujeres, es posible para Dios, (Lucas 18,27).  Es un juego filosófico a manera de antítesis, como si las personas trataran de lograr un equilibrio entre lo que indica el espíritu y lo que seduce la carne.  Se supone que lo normal sería, dejarse guiar por las razones del espíritu, pero no siempre salimos ganando, nos parece más apetecible lo que ofrece el mundo, nos cuesta perseverar manteniéndonos en las fuentes de lo que es bueno y le agrada a Dios.  El reto es vencer el mal, David logró derrotar al gigante Goliat, solo porque pensó de una manera diferente.  

Pbro. Jairo Yate Ramírez

Arquidiócesis de Ibagué

Colombia.