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Cumpleaños sacerdotes mes de Enero 2018
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Lectio Divina V Domingo de Cuaresma
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EL CAMINO DE AMISTAD Y FE QUE RESUCITA
Marta, María y Lázaro de Betania
Juan 11,1-45
Comencemos orando:
Te damos gracias, Padre, por Jesús
“El cual, hombre mortal como nosotros, que lloró a su amigo Lázaro, y Dios y Señor de la vida, que lo levantó del Sepulcro, hoy extiende su compasión a todos los hombres y por medio de sus sacramentos los restaura a una vida nueva” (Del prefacio de este domingo).
Introducción
Cuando la Cuaresma va llegando a su cumbre, el itinerario bautismal que nos propone la Iglesia nos coloca ante uno de los relatos más sublimes de todo el Evangelio de Juan: la resurrección de Lázaro (Juan 11,1-46).
· La cumbre de los siete “signos” reveladores en el Cuarto Evangelio
Éste, que es el último y el mayor de los siete “signos” reveladores de la primera parte del evangelio de Juan, en realidad es toda una historia de amor. Una historia entretejida por una gran riqueza de elementos y cargada de profundas emociones: cada palabra, cada gesto, tiene un profundo significado que sólo se puede captar mediante la lectura atenta y la contemplación amorosa del texto.
Jesús, quien mediante la serie de encuentros narrados por el evangelista Juan, se ha acercado a personas concretas que viven situaciones particulares (la falta de vino de los novios de Caná, la búsqueda de Nicodemo y de la samaritana, la aflicción del funcionario real por el hijo moribundo, los treinta y ocho años de dolencia del paralítico de la piscina de Betesda, el pueblo hambriento, las vicisitudes del ciego de nacimiento), viene ahora al encuentro de la más difícil de todas las situaciones humanas: ¡la muerte!
El don de la vida es el resultado de los encuentros de Jesús en el Evangelio. Los siete signos de Jesús nos han mostrado de qué manera Jesús es dador de vida:
(1) Le ha traído alegría a la pareja que comienza su vida matrimonial (2,1-11)
(2) Le ha dado la salud al niño en peligro de muerte (4,46-54)
(3) Le ha restaurado la salud al adulto sometido por la parálisis (5,1-18)
(4) Le ha dado pan al pueblo hambriento (6,1-15)
(5) Le ha dado ánimo a sus discípulos confundidos en medio de la tempestad (6,16-21) (6) Le ha abierto los ojos al ciego de nacimiento (9,1-41)
Y ahora el signo No.7: le da la vida a un difunto. Jesús no sólo “da vida” en medio de situaciones históricas sino que va más allá, él apunta ahora hacia el futuro y ofrece el don de la vida en la eterna comunión con Dios, esto es, en la resurrección.
Por esto, podemos denominar este pasaje que, como vimos en el del ciego, también consiste en una serie de encuentros, como “el encuentro salvífico con la muerte”. La intención es claramente pascual: en él Jesús arranca al hombre de la desgracia de la muerte y le da el don de la vida.
Muchos más que la resurrección de Lázaro
Es importante que tengamos presente que en este pasaje no todo se reduce al “milagro” de la resurrección de Lázaro sino que hay toda una dinámica interna a lo largo de la cual se ponen a la luz diversas actitudes ante la muerte de los seres queridos y ante la que nos aguarda a nosotros mismos.
Algunas características notables del relato de la resurrección de Lázaro son:
(1) Se trata del llamado de la muerte a la vida, realizado por el poder de su Palabra (2) Jesús lo realiza por un amigo y en medio de un círculo de amigos.
(3) Ocurre en presencia de muchos testigos.
(4) Los testigos participan en la acción misma.
Pero quizás lo más notable de todo sea la manera de proceder de Jesús. En los signos anteriores narrados por el Evangelio, Jesús ha realizado primero el signo y luego, mediante una pedagogía deductiva, el Maestro ha ido conduciendo hacia su comprensión, con la consecuente respuesta de fe. En este signo Jesús procede al contrario: va explicando progresivamente el sentido del signo que va a realizar, mediante diálogos sostenidos con personajes claves, para culminar con la realización del signo. Esta vez Jesús aplica una pedagogía inductiva.