16 April 2024
 

 

 

 

4 Junio 2013.  Parece que estamos en tiempos de nombramientos de obispos. Hay algunos en edad de jubilación y otros que van a llegar pronto. Y como algunos de ellos rigen diócesis importantes debido al número de fieles, se me ocurre que muchos tienen o pueden pedir obispo u obispos auxiliares.  Autor: José Gea Escolano, nació en Real de Gandía (Valencia), el 13 de junio de 1929. Fue ordenado sacerdote en 1953, y consagrado obispo en 1971. Ha sido obispo auxiliar de Valencia, obispo de Ibiza de 1976 a 1987, y, posteriormente, Obispo de Mondoñedo-Ferrol. En 2005, ya jubilado, se fue a vivir a Perú como misionero.

La cuestión que planteo en el título es la siguiente: ¿qué es más práctico, nombrar obispos auxiliares o vicarios episcopales? Sé que hay opiniones distintas sobre la conveniencia de una u otra opción. Expongo mi parecer, consciente de que habrá opiniones diferentes y, por cierto, con más autoridad que la mía.

 

Es lógico que cuando a un obispo lo nombran, por ejemplo, presidente de la conferencia episcopal o para otro cargo que le va a suponer mucha dedicación, es lógico, digo, que le den una ayuda, como puede ser un obispo auxiliar. Pero en el caso de que se trate de una diócesis con algunos millones de habitantes, me pregunto si no sería mejor que, en vez de tener normalmente uno o varios auxiliares, el obispo nombrase varios vicarios generales o episcopales que le ayudasen en el gobierno de la diócesis.

¿Ventajas? Que sería el propio obispo quien se eligiese a sus colaboradores, que los podría cambiar cuando creyese oportuno, mientras que el auxiliar es ya obispo para siempre; y los vicarios podrían ir adquiriendo experiencia pastoral tanto para su actuación en la diócesis como para si un día pudiesen ser nombrados obispos si llegara el caso. Yo lo veo así.

Me decía un amigo que el obispo auxiliar es una especie de contradictio in terminis, es decir, que va contra el principio de contradicción. Tiene la plenitud del sacerdocio y sin embargo, todas sus facultades dependen de la voluntad del obispo residencial. Aunque también es cierto que el residencial debe nombrarle vicario general o vicario episcopal, pero sus facultades, como las de los vicarios, las regula el obispo residencial. Por muchas que sean las facultades que se le concedan, a pesar de tener la plenitud del sacerdocio, en su acción pastoral más se parece a un presbítero que a un obispo.

Y yo me pregunto: ¿No sería mejor dividir las diócesis grandes como se ha hecho en Madrid y en Barcelona y en otras grandes ciudades, como Lima, donde estuve trabajando últimamente en una de las tres que se desmembraron de la capital? La impresión que tenemos, por lo menos yo, es que al dividir las diócesis de Madrid y Barcelona se ha notado una mayor y mejor acción pastoral que la que tenían antes de dividirlas. Lo mismo ha sucedido en Lima.

Es indudable que ha habido una mayor cercanía del obispo propio a sus diocesanos, tanto sacerdotes como fieles. Por otra parte, es cierto que tanto el pueblo, como los sacerdotes miran al obispo auxiliar de manera distinta a como miran a un sacerdote, porque lo ven obispo; pero también miran de manera distinta al titular que al auxiliar. Es cierto que hay como un clamor pidiendo que el obispo les visite con más frecuencia, pero el propio, no el auxiliar. Y en cuanto al clero quiere tener cerca a su obispo que marque directrices y cercano. Yo he visto de cerca a dos arzobispos con una actividad extraordinaria reuniéndose y desviviéndose por estar con sus sacerdotes, pero es una actividad agotadora que a la larga repercute en la salud. Y además, no todos están preparados ni dispuestos para ese ritmo de vida.

Además, ¿cómo se puede comprender un trato fraterno entre obispo y sacerdotes, si en muchas de las grandes diócesis el obispo ni siquiera conoce personalmente a todos sus sacerdotes? Y no es cuestión sólo de conocer, sino de una cercanía de hermano a hermano.

Además, el obispo auxiliar no tiene la última palabra, por lo que siempre ha de estar pendiente de lo que piensa el titular; eso le quita capacidad de decisión y actúa más como sacerdote que como obispo. Lo mismo sucede en las parroquias en las que hay un párroco y coadjutores. Si quieren que la parroquia funcione, los coadjutores han de ser conscientes de que el párroco tiene la última palabra. Yo, personalmente, siempre he trabajado más a gusto como párroco que como coadjutor, y también más a gusto como obispo residencial que como auxiliar y eso que he tenido a un arzobispo santo (está en proceso de canonización) de quien he aprendido mucho por su santidad y por sus deferencias para conmigo.

Soy consciente de que muchos no pensarán lo mismo. Y si el Papa y otros obispos piensan de distinta manera, sé que lo mío es obedecer a las directrices que marque la Santa Sede, que tiene medios para enfocar ésta y otras cuestione con más garantías de acierto que las que yo pueda tener.

Y por último, quiero decir a todos los sacerdotes que me lean, que nadie busque ser obispo. Si uno es llamado al episcopado, que acepte si no ha hecho nada para ser nombrado. Como decía el Papa no hace mucho, que no sean gente de trepa. Trabajar por la Iglesia y por el evangelio es lo propio del sacerdote. Y personalmente, como acabo de decir, he trabajado más a gusto cuando he sido párroco; más que cuando he sido obispo.