24 April 2025
 

17 de julio de 2014. Se publicó o no se publicó la entrevista de chris mathews,  es muy cierto lo que dijo el entonces cardenal Bergoglio.

El cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio ofreció a la MSNBC antes de ser elegido como el nuevo Papa Francisco una entrevista que nunca fue publicada pero que ha conseguido salir a la luz después de que un estudiante de Notre Dame que cumplía servicio social en MSNBC, la sustrajo y la entregó a su profesor.

 En realidad fue una "emboscada" ejecutada por el periodista Chris Mathews de MSNBC, pero que al salir mal, nunca salió al aire. Temas como la política, ideología y los responsables de la pobreza son algunos de los platos fuertes que ofrece la siguiente entrevista que ha conseguido ver la luz. Aquí una parte de la transcripción.

 Entrevista al Cardenal Bergoglio, su Santidad el Papa Francisco Publicado el Lunes, 26 Mayo 2014 23:53

 El periodista y el entonces Cardenal Bergoglio

Durango.- El periodista Chris Mathews de NBCNews iba a por lana y volvió trasquilado. Llevaba la intención de acorralar, como fuera, al cardenal Bergoglio.

 Tenía de fondo el tema de las luchas despiadadas, intrigas y turbias facciones en el seno de la curia de Roma, cardenales enfrentados por razón del poder, el maquiavelismo de los intereses creados y poderes fácticos en el seno de la Iglesia, que hicieron de Benedicto XVI “un pastor rodeado por lobos”. Por suerte y gracia de Dios, en el Vaticano son todavía más las ovejas sanas que los lobos feroces.

Pero Bergoglio termina acribillando a Mathews de tal forma que NBCN nunca pasó al aire la entrevista, y niega que haya existido.

Mathews, al darse cuenta que su plan había fallado, archivó el video. Pero un estudiante de Notre Dame, que cumplía su servicio social en MSNBC, lo sustrajo para entregárselo a su profesor.

El plato fuerte de la entrevista era el debate acerca de la pobreza. El forcejeo se inicia cuando el periodista trata de emboscar al Cardenal, que le responde:

Estoy enterado de tu formación como economista. Bien, compradores y vendedores no llevan a cabo intercambios en contra de su voluntad. El hombre comete errores, a veces es egoísta y se involucra en intercambios que no le ayudan. Algunas veces eso lo lleva a la pobreza, pero fue su decisión. Aquí lo único que puede hacer la iglesia es educar para que se conviertan en mejores agentes económicos.

Primero en Europa y ahora en América, algunos políticos se han dedicado a endeudar a la gente creando un ambiente de dependencia. ¿Para qué?  Para incrementar su poder. Son grandes expertos creando pobreza y nadie los cuestiona. Yo lucho por combatir esa pobreza.

La pobreza se ha convertido en una condición natural y eso es suficientemente malo.

Mi tarea es evitar el agravamiento de tal condición. Las ideologías que fabrican pobreza deben ser denunciadas.  La educación es la gran solución al problema.

Tenemos que enseñar a la gente cómo salvar su alma, pero enseñando a evitar la pobreza y no permitir que el gobierno los conduzca a ese penoso estado.

 Mathews, ofendido, pregunta...

 ¿Usted culpa al gobierno?

 Culpo a los políticos que buscan sus propios intereses.  Tú eres socialista y tus amigos también lo son.  Ustedes y sus políticas son la razón de los 70 años de miseria, y eso tiene a muchos países a punto del colapso. Creen en la redistribución que es una de las razones de la pobreza. Ustedes quieren nacionalizar el universo para controlar todas las actividades humanas. Ustedes destruyen el incentivo del hombre para, inclusive, hacerse cargo de su familia, un crimen contra la naturaleza y contra Dios.  Estas ideologías crean más pobres que todas las corporaciones que ustedes etiquetan como diabólicas.

Replica Mathews:

 Nunca había escuchado algo así de un cardenal.

 La gente dominada por socialistas necesita saber que no tenemos que ser pobres.

 Ataca Mathews...

 ¿Y América Latina?  ¿Quiere borrar ese progreso logrado?

 El cardenal responde:

 El imperio de la dependencia creado por Hugo Chávez, con falsas promesas, mintiendo para que lleguen a arrodillarse ante el gobierno y ante él.  Dándoles peces pero sin permitirles pescar. Si en América Latina alguien aprende a pescar, es castigado y sus peces confiscados por los socialistas.  La libertad es castigada. Tú hablas de progreso y yo de pobreza. Temo por América Latina. Toda la región está controlada por un bloque de regímenes socialistas como Cuba, Argentina, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Nicaragua. ¿Quién los salvará de esa tiranía?

Acusa Mathews:

Usted es capitalista.

 El Cardenal:

 Si ser capitalista es pensar que el capital es necesario para construir fábricas, escuelas, hospitales, iglesias, tal vez yo sea capitalista. ¿Tú te opones a este proceso?

 Por supuesto que no, pero ¿no piensa que el capital es arrebatado a la gente por corporaciones abusivas?

 No; yo pienso que la gente, a través de sus opciones económicas, decide que parte de su capital irá para esos proyectos. La utilización del capital debe ser voluntaria. Solo cuando los políticos confiscan ese capital para construir obras del gobierno, alimentar la burocracia, surge un grave problema. El capital invertido de forma voluntaria es legítimo, pero el que se invierte a base de coherción, es ilegitimo.

Sus ideas son radicales, afirma el periodista.

 No; tal vez reaccionarias. Hace años Khrushchev hizo una advertencia: “No debemos esperar a que los americanos abracen el comunismo, pero podemos asistir a sus líderes electos con inyecciones de socialismo hasta que, al despertar, se den cuenta que se embarcaron en el comunismo”. Esto es lo que sucede en estos momentos en al antiguo bastión de la libertad. ¿Cómo los EU puede salvar a América Latina si ellos se han convertido en esclavos de su gobierno?

Mathews afirma:

 Yo no puedo digerir todo esto.

 El Cardenal responde:

 Se te ve muy enojado, pero la verdad puede ser dolorosa. Ustedes han creado el estado de bienestar y ha sido sólo respuesta a las necesidades de los pobres creados por la política. El estado interventor absuelve a la sociedad de su responsabilidad. Las familias escapan de su responsabilidad con el falso estado de bienestar e inclusive, las iglesias. La gente ya no practica la limosna, pues ve a los pobres como problema del gobierno. Para la iglesia ya no hay pobres que ayudar; los han empobrecido permanentemente y son ahora propiedad de los políticos.

Y algo que me irrita profundamente, es la inhabilidad de los medios de comunicación para observar el problema sin analizar cuál es la causa. A la gente la empobrecen para que luego vote por quienes los hundieron en la pobreza.

 Matthews se levanta molesto y le dice: “Que tenga un buen día. La entrevista ha terminado. Se apaga la cámara y el video va al archivo. MSNBC niega la   existencia del mismo

En estos regímenes…”socialistas”… los ricos…SON BAJADOS AL NIVEL DE LA POBRECÍA EXISTENTE MEDIANTE CONFISCACIONES.

A LOS POBRES, aquellos que poco o nada tienen, SE LES MANTIENE ESTANCADOS, ALLÍ, EN ESE NIVEL.

NUNCA LOS SUBEN AL NIVEL DE LOS RICOS PUES LOS ÚNICOS, LOS ÚNICOS, QUE PUEDEN SER…RICOS…SON LOS QUE  DETENTAN EL PODER: EL JEFE DE ESTADO… Y… SU CAMARILLA DE ÁULICOS GENUFLEXOS. Estos gozan, a plenitud, toda suerte de prebendas.

PARASITAN… A EXPENSAS DE HOMBRES Y MUJERES… EXPLOTADOS… POR EL ESTADO.

Marx hablaba de…”la explotación del hombre…por el hombre”, propio del sistema capitalista. Y predicaba que la…PLUSVALÍA, la utilidad que produce la inversión del capitalista, debía ser REPARTIDA entre los obreros de las empresas.

Su ideología dio paso al…capitalismo…de ESTADO. El capitalista no es Pedro Pérez, UN INDIVÍDUO, sino el Estado.

¿Quién es… el Estado?

Un GRUPO DE… PERSONAS, seres humanos que “tienen la sartén POR EL MANGO”.

SIN PERSONAS, no hay estado, no hay país, no hay empresas que produzcan bienes y servicios; no hay colegios, no hay deportes, no hay PARTIDO COMUNISTA ni PARTIDO SOCIALISTA.  NO HAY NADA.

En los regímenes…socialistas y comunistas, el hombre…SIGUE SIENDO EXPLOTADO.

EXPLOTADO POR EL ESTADO.

Ahí están…CUBA, VENEZUELA, COREA DEL NORTE. 

Carta del cardenal Jorge Mario Bergoglio, a los Catequistas 

Abran las puertas al Señor: la puerta del corazón, las puertas de la mente, las puertas de la catequesis, de nuestras comunidades… todas las puertas a la Fe.  Año 2012  “En aquellos días,María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel…” (Lc. 1, 39)

Queridos catequistas:

Ya es costumbre de muchos años que, ante la proximidad de la fiesta de San Pío X, les escriba una carta. Por medio de ella quiero saludarlos en su día, agradecerles el trabajo silencioso y fiel de cada semana, la capacidad de hacerse samaritanos que hospedan desde la fe, siendo rostros cercanos y corazones hermanos que permiten trasformar, de alguna manera, el anonimato de la gran ciudad.

Este año, el día del catequista nos encuentra ante un acontecimiento de gracia que ya empezamos a gustar. Dentro de dos meses comenzará el Año de la Fe que nuestro Papa Benedicto XVI ha convocado para “iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo…” (Carta Apostólica Porta Fidei, PF 2)

Será ciertamente un año jubilar. De ahí la invitación que el mismo Papa nos hace a atravesar la “Puerta de la Fe”. Atravesar esta puerta es un camino que dura toda la vida pero que en este tiempo de gracia todos estamos llamados a renovar. Por esto me nace en este año exhortarlos, como pastor y como hermano, a que se animen a transitar el tiempo presente con la fuerza transformadora de este acontecimiento.

Todos recordamos la invitación tantas veces repetidas del Beato Juan Pablo II: “Abran las puertas al Redentor”. Dios nos exhorta nuevamente: Abran las puertas al Señor: la puerta del corazón, las puertas de la mente, las puertas de la catequesis, de nuestras comunidades… todas las puertas a la Fe.

En este abrir la puerta de la fe hay siempre un sí, personal y libre. Un sí que es respuesta a Dios que toma la iniciativa y se acerca al hombre para entablar con él un diálogo, en que el don y el misterio se hacen siempre presentes.

Un sí que la Virgen Madre supo dar en la plenitud de los tiempos, en aquella humilde aldea de Nazareth, para que se empezara a entretejer la alianza nueva y definitiva que Dios tenía preparada, en Jesús, para la humanidad toda.

Siempre nos hace bien volver nuestra mirada a la Virgen. Más a quienes, de una u otra manera, se nos confía la tarea de acompañar la vida de muchos hermanos, y así juntos, poder decirle sí a la invitación de creer.

Pero la catequesis se vería seriamente comprometida si la experiencia de la fe nos dejara encerrados y anclados en nuestro mundo intimista o en las estructuras y espacios que con los años hemos ido creando. Creer en el Señor es atravesar siempre la puerta de la fe que nos hace salir, ponernos en camino, desinstalarnos... No hay que olvidar que la primera iniciación cristiana que se dio en el tiempo y en la historia culminó en misión... que tuvo las características de visitación. Con toda claridad nos dice el relato de Lucas: María se puso en camino con rapidez y llena del Espíritu.

La experiencia de la Fe nos ubica en Experiencia del Espíritu signada por la capacidad de ponerse en camino... No hay nada más opuesto al Espíritu que instalarse, encerrarse. Cuando no se transita por la puerta de la Fe, la puerta se cierra, la Iglesia se encierra, el corazón se repliega y el miedo y el mal espíritu “avinagran” la Buena Noticia. Cuando el Crisma de la Fe se reseca y se pone rancio el evangelizador ya no contagia sino que ha perdido su fragancia, constituyéndose muchas veces en causa de escándalo y de alejamiento para muchos.

El que cree es receptor de aquella bienaventuranza que atraviesa todo el Evangelio y que resuena a lo largo de la historia, ya en labios de Isabel: “Feliz de ti por haber creído”, ya dirigida por el mismo Jesús a Tomás: “¡Felices los que creen sin haber visto!”

Es bueno tomar conciencia de que hoy, más que nunca, el acto de creer tiene que trasparentar la alegría de la Fe. Como en aquel gozoso encuentro de María e Isabel, el Catequista debe impregnar toda su persona y su ministerio con la alegría de la Fe. Permítanme que les comparta algo de lo que los Obispos de la Argentina escribimos hace unos meses en un documento en el que bosquejamos algunas orientaciones pastorales comunes para el trienio 2012-2015:

“La alegría es la puerta para el anuncio de la Buena Noticia y también la consecuencia de vivir en la fe. Es la expresión que abre el camino para recibir el amor de Dios que es Padre de todos. Así lo notamos en el Anuncio del ángel a la Virgen María que, antes de decirle lo que en ella va a suceder, la invita a llenarse de alegría. Y es también el mensaje de Jesús para invitar a la confianza y al encuentro con Dios Padre: alégrense. Esta alegría cristiana es un don de Dios que surge naturalmente del encuentro personal con Cristo Resucitado y la fe en él”.

Por eso me animo a exhortarlos con el Apóstol Pablo: Alégrense, alégrense siempre en el Señor… Que la catequesis a la cual sirven con tanto amor esté signada por esa alegría, fruto de la cercanía del Señor Resucitado (“los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor”, Jn. 20,20), que permite también descubrir la bondad de ustedes y la disponibilidad al llamado del Señor…

Y no dejen nunca que el mal espíritu estropee la obra a la cual han sido convocados. Mal espíritu que tiene manifestaciones bien concretas, fáciles de descubrir: el enojo, el mal trato, el encierro, el desprecio, el ninguneo, la rutina, la murmuración, el chismerío…

La Virgen María en la visitación nos enseña otra actitud que debemos imitar y encarnar: la cercanía.

Ella literalmente se puso en camino para acortar distancias. No se quedó en la noticia de que su parienta Isabel estaba embarazada. Supo escuchar con el corazón y por eso conmoverse con ese misterio de vida. La cercanía de María hacia su prima implicó un desinstalarse, no quedarse centrada en ella, sino todo lo contrario. El sí de Nazaret, propio de toda actitud de fe, se transformó en un sí que se correspondió en su actuar… Y la que por obra del Espíritu Santo fue constituida Madre del Hijo, movida por ese mismo Espíritu se transformó en servidora de todos por amor a su Hijo. Una fe fecunda en caridad, capaz de incomodarse para encarnar la pedagogía de Dios que sabe hacer de la cercanía su identidad, su nombre, su misión: “y lo llamará con el nombre de Emanuel”

“El Dios de Jesús se revela como un Dios cercano y amigo del hombre. El estilo de Jesús se distingue por la cercanía cordial.

Los cristianos aprendemos ese estilo en el encuentro personal con Jesucristo vivo, encuentro que ha de ser permanente empeño de todo discípulo misionero. Desbordado de gozo por ese encuentro, el discípulo busca acercarse a todos para compartir su alegría. La misión es relación y por eso se despliega a través de la cercanía, de la creación de vínculos personales sostenidos en el tiempo. El amigo de Jesús se hace cercano a todos, sale al encuentro generando relaciones interpersonales que susciten, despierten y enciendan el interés por la verdad. De la amistad con Jesucristo surge un nuevo modo de relación con el prójimo, a quien se ve siempre como hermano. (CEA, Orientaciones pastorales para el trienio 2012-2015)

Cercanía que, me consta, se hace presente muchas veces en los encuentros catequísticos de Ustedes, en la diversas edades en que les toca acompañar los procesos de fe (niños-jóvenes-adultos). Pero siempre se nos puede filtrar el profesionalismo distante, la desubicación de creernos los “maestros que saben”, el cansancio y fatiga que nos baja las defensas y nos endurece el corazón... Recordemos aquello tan hermoso de la 1° Carta de Pablo a los cristianos de Tesalónica: “…fuimos tan condescendientes con ustedes, como una madre que alimenta y cuida a sus hijos. Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la buena noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos.” (1Tes. 2, 7-8)

Pero además, les pido que, no vean reducido su campo evangelizador a los catequizandos. Ustedes son privilegiados para contagiar la alegría y belleza de la Fe a las familias de ellos. Háganse eco en su pastoral catequística de esta Iglesia de Buenos Aires que quiere vivir en estado de misión.

Miren una y mil veces a la Virgen María. Que ella interceda ante su Hijo para que les inspire el gesto y la palabra oportuna, que les permita hacer de la Catequesis una Buena Noticia para todos, teniendo siempre presente que la “Iglesia crece, no por proselitismo, sino por atracción”.

Soy consciente de las dificultades. Estamos en un momento muy particular de nuestra historia, incluso del país. El reciente Congreso Catequístico Nacional realizado en Morón fue muy realista en señalar las dificultades en la transmisión de la fe en estos tiempos de tantos cambios culturales. Quizás en más de una oportunidad el cansancio los venza, la incertidumbre los confunda e incluso lleguen a pensar que hoy no se puede proponer la fe, sino solamente contentarse con transmitir valores…

Por eso mismo, nuestro Papa Benedicto XVI nos invita a atravesar juntos la puerta de la Fe. Para renovar nuestro creer y en el creer de la Iglesia seguir haciendo lo que ella sabe hacer, en medio de luces y sombras. Tarea que no tiene origen en una estrategia de conservación, sino que es raíz de un mandato del Señor que nos da identidad, pertenencia y sentido. La misión surge de una certeza de la fe. De esa certeza que, en forma de Kerygma, la Iglesia ha venido trasmitiendo a los hombres a lo largo de dos mil años.

Certeza de la fe que convive con mil preguntas del peregrino. Certeza de la fe que no es ideología, moralismo, seguridades existenciales… sino el encuentro vivo e intransferible con una persona, con una acontecimiento, con la presencia viva de Jesús de Nazareth.

Por eso, me animo a exhortarlos: vivan este ministerio con pasión, con entusiasmo.

La palabra entusiasmo (ενθουσιασμός) tiene su raíz en el griego “en-theos”, es decir: “que lleva un dios adentro.” Este término indica que, cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo, una inspiración divina entra en nosotros y se sirve de nuestra persona para manifestarse. El entusiasmo es la experiencia de un “Dios activo dentro de mí” para ser guiado por su fuerza y sabiduría. Implica también la exaltación del ánimo por algo que causa interés, alegría y admiración, provocado por una fuerte motivación interior. Se expresa como apasionamiento, fervor, audacia y empeño. Se opone al desaliento, al desinterés, a la apatía, a la frialdad y a la desilusión.

El “Dios activo dentro” de nosotros es el regalo que nos hizo Jesús en Pentecostés, el Espíritu Santo: “Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.” (Lc 24, 49). Se realiza así lo anunciado por los profetas, “les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes.” [c] (Ez. 36, 26) (CEA, Orientaciones pastorales para el trienio 2012-2015)

El entusiasmo, el fervor al cual nos llama el Señor, bien sabemos que no puede ser el resultado de un movimiento de voluntad o un simple cambio de ánimo. Es gracia... renovación interior, transformación profunda que se fundamenta y apoya en una Presencia, que un día nos llamó a seguirlo y que hoy, una vez más, se hace camino con nosotros, para transformar nuestros miedos en ardor, nuestra tristeza en alegría, nuestros encierros en nuevas visitaciones…

Al darte gracias de corazón por todo tu camino de catequista, por tu tiempo y tu vida entregada, le pido al Señor que te dé una mente abierta para recrear el diálogo y el encuentro entre quienes Dios te confía y un corazón creyente para seguir gritando que El está vivo y nos ama como nadie. Hay una estampa de María Auxiliadora que dice: [c]“Vos que creíste, ayudame!” Que Ella nos ayude a seguir siendo fieles al llamado del Señor…

No dejes de rezar por mí para que sea un buen catequista. Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide. Afectuosamente

Card. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires  Buenos Aires, 21 de Agosto de 2012

Carta del cardenal Jorge Mario Bergoglio

en defensa del matrimonio

Carta del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires, a los párrocos, rectores y capellanes de iglesias, ante la posibilidad de sanción del matrimonio para personas del mismo sexo (22 de junio de 2010)

A los Párrocos, Rectores de Iglesias, Capellanes de Iglesias

Queridos hermanos:

“El matrimonio como relación estable entre el hombre y la mujer, que en su diversidad se complementan para la transmisión y cuidado de la vida, es un bien que hace tanto al desarrollo de las personas como de la sociedad. No estamos ante un hecho privado o una opción religiosa, sino ante una realidad que tiene su raíz en la misma naturaleza del hombre, que es varón y mujer…

Afirmar la heterosexualidad como requisito para el matrimonio no es discriminar, sino partir de una nota objetiva que es su presupuesto. Lo contrario sería desconocer su esencia, es decir, aquello que es. “El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes... El matrimonio se funda en la unión complementaria del varón y la mujer, cuyas naturalezas se enriquecen con el aporte de esa diversidad radical”.

Con estas consideraciones, entre otras, el Episcopado quiso poner luz ante la posibilidad de sanción del matrimonio para personas del mismo sexo. Al final de la declaración, también decíamos: Es responsabilidad de todos proteger este “bien de la humanidad”.

Que la familia de Nazaret nos acompañe, nos bendiga y nos cuide.

Fraternalmente,

Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires 

 

Carta por el Año de la Fe

 

(1 de octubre de 2012)  Cardenal Jorge Mario Bergoglio

 

Queridos hermanos:

 

Entre las experiencias más fuertes de las últimas décadas está la de encontrar puertas cerradas. La creciente inseguridad fue llevando, poco a poco, a trabar puertas, poner medios de vigilancia, cámaras de seguridad, desconfiar del extraño que llama a nuestra puerta. Sin embargo, todavía en algunos pueblos hay puertas que están abiertas. La puerta cerrada es todo un símbolo de este hoy. Es algo más que un simple dato sociológico; es una realidad existencial que va marcando un estilo de vida, un modo de pararse frente a la realidad, frente a los otros, frente al futuro. La puerta cerrada de mi casa, que es el lugar de mi intimidad, de mis sueños, mis esperanzas y sufrimientos así como de mis alegrías, está cerrada para los otros. Y no se trata sólo de mi casa material, es también el recinto de mi vida, mi corazón. Son cada vez menos los que pueden atravesar ese umbral. La seguridad de unas puertas blindadas custodia la inseguridad de una vida que se hace más frágil y menos permeable a las riquezas de la vida y del amor de los demás.

 

La imagen de una puerta abierta ha sido siempre el símbolo de luz, amistad, alegría, libertad, confianza. ¡Cuánto necesitamos recuperarlas! La puerta cerrada nos daña, nos anquilosa, nos separa.

 

Iniciamos el Año de la fe y paradójicamente la imagen que propone el Papa es la de la puerta, una puerta que hay que cruzar para poder encontrar lo que tanto nos falta. La Iglesia, a través de la voz y el corazón de Pastor de Benedicto XVI, nos invita a cruzar el umbral, a dar un paso de decisión interna y libre: animarnos a entrar a una nueva vida.

 

La puerta de la fe nos remite a los Hechos de los Apóstoles: “Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe” (Hechos 14,27). Dios siempre toma la iniciativa y no quiere que nadie quede excluido. Dios llama a la puerta de nuestros corazones: Mira, estoy a la puerta y llamo, si alguno escucha mi voz y abre la puerta entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo (Ap. 3, 20). La fe es una gracia, un regalo de Dios. “La fe sólo crece y se fortalece creyendo; en un abandono continuo en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios”

 

Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida mientras avanzamos delante de tantas puertas que hoy en día se nos abren, muchas de ellas puertas falsas, puertas que invitan de manera muy atractiva pero mentirosa a tomar camino, que prometen una felicidad vacía, narcisista y con fecha de vencimiento; puertas que nos llevan a encrucijadas en las que, cualquiera sea la opción que sigamos, provocarán a corto o largo plazo angustia y desconcierto, puertas autorreferenciales que se agotan en sí mismas y sin garantía de futuro. Mientras las puertas de las casas están cerradas, las puertas de los shoppings están siempre abiertas. Se atraviesa la puerta de la fe, se cruza ese umbral, cuando la Palabra de Dios es anunciada y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Una gracia que lleva un nombre concreto, y ese nombre es Jesús. Jesús es la puerta. (Juan 10:9) “Él, y Él solo, es, y siempre será, la puerta. Nadie va al Padre sino por Él. (Jn. 14.6)” Si no hay Cristo, no hay camino a Dios. Como puerta nos abre el camino a Dios y como Buen Pastor es el Único que cuida de nosotros al costo de su propia vida.

 

Jesús es la puerta y llama a nuestra puerta para que lo dejemos atravesar el umbral de nuestra vida. No tengan miedo… abran de par en par las puertas a Cristo nos decía el Beato Juan Pablo II al inicio de su pontificado. Abrir las puertas del corazón como lo hicieron los discípulos de Emaús, pidiéndole que se quede con nosotros para que podamos traspasar las puertas de la fe y el mismo Señor nos lleve a comprender las razones por las que se cree, para después salir a anunciarlo. La fe supone decidirse a estar con el Señor para vivir con él y compartirlo con los hermanos.

 

Damos gracias a Dios por esta oportunidad de valorar nuestra vida de hijos de Dios, por este camino de fe que empezó en nuestra vida con las aguas del bautismo, el inagotable y fecundo rocío que nos hace hijos de Dios y miembros hermanos en la Iglesia. La meta, el destino o fin es el encuentro con Dios con quien ya hemos entrado en comunión y que quiere restaurarnos, purificarnos, elevarnos, santificarnos, y darnos la felicidad que anhela nuestro corazón.

 

Queremos dar gracias a Dios porque sembró en el corazón de nuestra Iglesia Arquidiocesana el deseo de contagiar y dar a manos abiertas este don del Bautismo. Este es el fruto de un largo camino iniciado con la pregunta ¿Cómo ser Iglesia en Buenos Aires? transitado por el camino del Estado de Asamblea para enraizarse en el Estado de Misión como opción pastoral permanente.

 

Iniciar este año de la fe es una nueva llamada a ahondar en nuestra vida esa fe recibida. Profesar la fe con la boca implica vivirla en el corazón y mostrarla con las obras: un testimonio y un compromiso público. El discípulo de Cristo, hijo de la Iglesia, no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. Desafío importante y fuerte para cada día, persuadidos de que el que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionará hasta el día, de Jesucristo. (Fil.1:6) Mirando nuestra realidad, como discípulos misioneros, nos preguntamos: ¿a qué nos desafía cruzar el umbral de la fe?

 

Cruzar el umbral de la fe nos desafía a descubrir que si bien hoy parece que reina la muerte en sus variadas formas y que la historia se rige por la ley del más fuerte o astuto y si el odio y la ambición funcionan como motores de tantas luchas humanas, también estamos absolutamente convencidos de que esa triste realidad puede cambiar y debe cambiar, decididamente porque “si Dios está con nosotros ¿quién podrá contra nosotros? (Rom. 8:31,37)

 

Cruzar el umbral de la fe supone no sentir vergüenza de tener un corazón de niño que, porque todavía cree en los imposibles, puede vivir en la esperanza: lo único capaz de dar sentido y transformar la historia. Es pedir sin cesar, orar sin desfallecer y adorar para que se nos transfigure la mirada.

 

Cruzar el umbral de la fe nos lleva a implorar para cada uno “los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp. 2, 5) experimentando así una manera nueva de pensar, de comunicarnos, de mirarnos, de respetarnos, de estar en familia, de plantearnos el futuro, de vivir el amor, y la vocación.

 

Cruzar el umbral de la fe es actuar, confiar en la fuerza del Espíritu Santo presente en la Iglesia y que también se manifiesta en los signos de los tiempos, es acompañar el constante movimiento de la vida y de la historia sin caer en el derrotismo paralizante de que todo tiempo pasado fue mejor; es urgencia por pensar de nuevo, aportar de nuevo, crear de nuevo, amasando la vida con “la nueva levadura de la justicia y la santidad”. (1 Cor 5:8)

 

Cruzar el umbral de la fe implica tener ojos de asombro y un corazón no perezosamente acostumbrado, capaz de reconocer que cada vez que una mujer da a luz se sigue apostando a la vida y al futuro, que cuando cuidamos la inocencia de los chicos garantizamos la verdad de un mañana y cuando mimamos la vida entregada de un anciano hacemos un acto de justicia y acariciamos nuestras raíces.

 

Cruzar el umbral de la fe es el trabajo vivido con dignidad y vocación de servicio, con la abnegación del que vuelve una y otra vez a empezar sin aflojarle a la vida, como si todo lo ya hecho fuera sólo un paso en el camino hacia el reino, plenitud de vida. Es la silenciosa espera después de la siembra cotidiana, contemplar el fruto recogido dando gracias al Señor porque es bueno y pidiendo que no abandone la obra de sus manos. (Sal 137)

 

Cruzar el umbral de la fe exige luchar por la libertad y la convivencia aunque el entorno claudique, en la certeza de que el Señor nos pide practicar el derecho, amar la bondad, y caminar humildemente con nuestro Dios. (Miqueas 6:8)

 

Cruzar el umbral de la fe entraña la permanente conversión de nuestras actitudes, los modos y los tonos con los que vivimos; reformular y no emparchar o barnizar, dar la nueva forma que imprime Jesucristo a aquello que es tocado por su mano y su evangelio de vida, animarnos a hacer algo inédito por la sociedad y por la Iglesia; porque “El que está en Cristo es una nueva criatura”. (2 Cor 5,17-21)

 

Cruzar el umbral de la fe nos lleva a perdonar y saber arrancar una sonrisa, es acercarse a todo aquel que vive en la periferia existencial y llamarlo por su nombre, es cuidar las fragilidades de los más débiles y sostener sus rodillas vacilantes con la certeza de que lo que hacemos por el más pequeño de nuestros hermanos al mismo Jesús lo estamos haciendo. (Mt. 25, 40)

 

Cruzar el umbral de la fe supone celebrar la vida, dejarnos transformar porque nos hemos hecho uno con Jesús en la mesa de la eucaristía celebrada en comunidad, y de allí estar con las manos y el corazón ocupados trabajando en el gran proyecto del Reino: todo lo demás nos será dado por añadidura. (Mt. 6.33)

 

Cruzar el umbral de la fe es vivir en el espíritu del Concilio y de Aparecida, Iglesia de puertas abiertas no sólo para recibir sino fundamentalmente para salir y llenar de evangelio la calle y la vida de los hombres de nuestros tiempo.

 

Cruzar el umbral de la fe para nuestra Iglesia Arquidiocesana, supone sentirnos confirmados en la Misión de ser una Iglesia que vive, reza y trabaja en clave misionera.

 

Cruzar el umbral de la fe es, en definitiva, aceptar la novedad de la vida del Resucitado en nuestra pobre carne para hacerla signo de la vida nueva.

 

Meditando todas estas cosas miremos a María, que Ella, la Virgen Madre, nos acompañe en este cruzar el umbral de la fe y traiga sobre nuestra Iglesia en Buenos Aires el Espíritu Santo, como en Nazaret, para que igual que ella adoremos al Señor y salgamos a anunciar las maravillas que ha hecho en nosotros.

 

Card. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires

 

1 de octubre de 2012. Fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús. 

Comunicado del Cardenal. Bergoglio

sobre la resolución para abortos no punibles

Mensaje en el marco de la aprobación del protocolo para la actuación de profesionales del subsector estatal de la salud de la ciudad de Buenos Aires ante los casos de abortos no punibles (ANP) previstos en el artículo 86 incisos 1 y 2 del Código Penal

El arzobispo de Buenos aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, dio a conocer hoy un mensaje en el marco de la aprobación del protocolo para la actuación de profesionales del subsector estatal de la salud de la ciudad de Buenos Aires ante los casos de abortos no punibles (ANP) previstos en el artículo 86 incisos 1 y 2 del Código Penal.

El comunicado dice lo siguiente:

Ante la reglamentación del procedimiento sobre los casos de abortos no punibles (ANP) en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, percibimos una vez mas que se avanza deliberadamente en limitar y eliminar el valor supremo de la vida e ignorar los derechos de los niños por nacer. Al hablar de una madre embarazada hablamos de dos vidas; ambas deben ser preservadas y respetadas pues la vida es de un valor absoluto.

“La biología manifiesta de modo contundente a través del ADN, con la secuenciación del genoma humano, que desde el momento de la concepción existe una nueva vida humana que ha de ser tutelada jurídicamente. El derecho a la vida es el derecho humano fundamental.” (CEA. “No una vida sino dos”. 2011).

El aborto nunca es una solución. Debemos escuchar, acompañar y comprender desde nuestro lugar a fin de salvar las dos vidas: respetar al ser humano más pequeño e indefenso, adoptar medidas que pueden preservar su vida, permitir su nacimiento y luego ser creativos en la búsqueda de caminos que lo lleven a su pleno desarrollo.

Esta decisión que amplía la despenalización del aborto cediendo a la presión del fallo de la Corte Suprema de la Nación, la cual excediendo sus competencias exhortó a aprobar protocolos, afectando de esta manera la división de poderes y vulnerando el federalismo, tiene consecuencias jurídicas, culturales y éticas porque las leyes configuran la cultura de los pueblos y una legislación que no protege la vida favorece una “cultura de la muerte” (Evangelium vitae, n° 21).

Ante esta lamentable decisión hacemos un llamado a todas las partes involucradas, a los fieles y ciudadanos para que, en un clima de máximo respeto, adoptemos medidas positivas de promoción y protección de la madre y su niño en todos los casos, a favor siempre del derecho a la vida humana. 

 

Día del niño por nacer

 

Desgrabación de la homilía del Cardenal Jorge M. Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, en la misa celebrada en la catedral metropolitana, tras la cual se rezó un rosario por la vida (25 de marzo de 2012)

 

Día del niño por nacer  … la gracia de participar generosamente de ese amor que llevó a su Hijo Jesús a entregarse a la muerte para darnos la vida a nosotros.

 

La gracia de hacer nuestro este mensaje del Evangelio, de hacer nuestro el camino que Jesús siguió. Dar su vida para que nosotros tuviéramos vida, negarse a sí mismo en favor de nosotros.

 

Un camino nada fácil, que los llevó por tortuosos senderos de incomprensión, persecución, incluso con angustias. En este pasaje que acabamos de escuchar, Jesús dice: Mi alma ahora esta turbada, pero he llegado para esto. Y acá se proyecta esa turbación, esa tristeza, esa angustia del Corazón de Jesús, esa soledad enorme en el huerto de los Olivos, que lo hace sudar sangre. Y eso por nosotros, para que tengamos vida… y vida en abundancia. Y para que no tengamos dudas de que éste es el camino y no otro, nos habla del grano de trigo: Si el grano de trigo no muere, permanece solo, no da fruto.

 

Y nos dice que va a atraer todo cuando vaya a ser levantado en alto, es decir, cuando esté pagando con su vida nuestro rescate. Obviamente, estamos frente al misterio más grande. Dios que se hace hombre, que toma nuestra condición humana, para pagar nuestras deudas, para defender nuestra vida, para darnos vida.

 

Y este es el camino para cuidar la vida, entregar la propia. El que tiene apego a su vida la perderá. El que no está apegado a su vida en el este mundo la conservará para la vida eterna.

 

El egoísmo nos lleva a apegarnos a nuestra propia vida, hasta tal punto de disimular la situación de peligro o de injusticia de otras vidas, vidas que están en camino, están por nacer, vidas que están creciendo y que corren el riesgo de caer en manos que les deformen en corazón. La vida de nuestros chicos, las vidas de nuestros jóvenes, vidas que empiezan a trabajar y tienen que aprender a sortear las dificultades sin vender su conciencia, vidas a las que hay que acompañar y enseñarles a no venderse. Siempre hay un sobrecito tentador que se da a cambio de aceptar una idea o de hacerse el distraído mirando hacia otro lado. Vidas que tiene que engendrar y dar como herencia valores, valores humanos y valores divinos. Vidas que se van añejando en esa sabiduría de los ancianos que nos piden por favor que los cuidemos, que no los abandonemos, que no los despachemos para sacárnoslos de encima.

 

Cuidar la vida, y solamente se la cuida como la cuidó Jesús. Y cuidar la vida entraña el cuidarnos entre nosotros, el más pequeñito, que apenas se ve en una ecografía, el más anciano, añejo de sabiduría por haber caminado y trabajado con dignidad.

 

Y también cuidar la vida de aquel que se desvió, no condenar, rezar por él, hacer penitencia por él, pedir la misericordia de Dios por él.

 

Tantos Herodes que no sólo no se ocupan de la vida de los demás sino que la limitan, la acotan o la matan. Pedir, orar, todo eso es morir a uno mismo, para que la vida crezca en los demás, todo eso es morir como Jesús para que la vida sea cuidada.

 

Escuchemos la voz de Jesús en el Evangelio, el que tiene apego a su vida la va a perder. Cuidar la vida de mi hermano, cuidar la vida de cualquier ser humano supone sacrificio, supone cruz, supone no cuidarme yo. Supone que nos sea concedida esa gracia. Le pedimos al comenzar la misa: “Padre, danos la gracia de participar generosamente de este amor que llevó a tu Hijo a entregarse por nosotros.

En esta misa pidamos la gracia de cuidarnos mutuamente, de cuidar toda la vida, de trabajar para que tantos Herodes que se dan a lo largo del transcurso de una vida, no logren su cometido: facilitemos huidas a Egipto para cuidar a los hermanos, desde los más chiquitos hasta los más grandes.

La que nos da un ejemplo de cómo se cuida la vida es Ella, que cuidó a Dios chiquitito y cuidó a Dios clavado en una Cruz, de pie y de pie, con fortaleza y generosidad.  Madre, enséñanos a cuidar la vida.   Card. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires 

EL PAPA ES UN FIEL JESUITA

            16 Marzo 2013.  Autor: JOSÉ ALBERTO MOJICA Y BERNARDO BEJARANO G. |

¿Qué significa que Francisco sea miembro de la Compañía de Jesús? El padre De Roux responde.

El padre Francisco de Roux, máxima autoridad de la Compañía de Jesús en Colombia, medita cada palabra. Por su mente jamás cruzó la idea de que un jesuita, como él, llegara a ser papa. Por eso transcurren hasta 20 segundos de silencio antes de que responda una pregunta. (Lea: 'Se inició una nueva era para la Iglesia': Hans Küng).

Los jesuitas, además de hacer votos de desprendimiento frente a cualquier título (solo ingresan al gobierno eclesiástico si este se lo pide), no han sido ovejas mansas en la historia del cristianismo. Se los conoce por su pensamiento crítico y los tildan de rebeldes. (Lea: 'Una Iglesia pobre y para los pobres': papa Francisco).

Han llegado a ser tan incómodos para el sector más conservador del catolicismo que el papa Clemente XIV los suspendió en 1773. Volvieron al redil en 1814, con la bendición de Pío XII. Fueron expulsados de América por Carlos III. Y Tomás Cipriano de Mosquera los echó del país. (Lea: Retrato íntimo del nuevo papa).

Hoy suman cerca de 20.000 y son considerados la comunidad religiosa más importante. De hecho, a su superior general lo llaman el ‘papa negro’, por la supuesta sombra que le hace al pontífice de turno.

Pero parece que lo que necesita la Iglesia, en esta época de crisis, es precisamente el carisma y el estilo renovador de los jesuitas. Francisco de Roux, conocido por su trabajo en pos de la paz, habló con EL TIEMPO sobre lo que significa que el papa sea jesuita.

¿La Iglesia les entregó las riendas a los jesuitas?

No lo sentimos así. La Compañía de Jesús recibió con discreción el nombramiento, sin actitud de triunfo. Nos pondremos al servicio de este papa, como con cualquier otro.

Tras la renuncia de Benedicto XVI, ¿pensó que la Iglesia necesitaba a un jesuita?

Nunca. Lo que hice fue pedirle a Dios que el nuevo papa entendiera a los jesuitas. Juan Pablo II, que fue un santo al que se le deben cosas, como la caída del muro de Berlín, entendió bien al Opus Dei, pero no a nosotros. Tuvimos inmensas dificultades con él. Ratzinger sí entendía cuál es nuestro lugar.

¿Qué lugar es ese? ¿Qué esperar de un papa jesuita?

Un jesuita es hijo de la espiritualidad de Ignacio de Loyola –quien fundó la Compañía de Jesús en 1539–, que nos invita a seguir a un Jesús humilde, y a que encontremos a Dios en todas las cosas. El jesuita no busca prestigio, fama ni poder, sino la sencillez, como Jesucristo. En su estilo, el papa es un fiel jesuita. Cuando veo la forma como inicia su pontificado, sin la casaca roja de los papas, y que en lugar de una cruz de oro sacó la cruz vieja que se colgaba como arzobispo de Buenos Aires, y cuando antes de dar la bendición Urbi et orbi pide que oren por él, está siguiendo la espiritualidad jesuítica.

¿En qué consiste esa espiritualidad?

Se fundamenta en que Dios está presente en el mundo, en las luchas del ser humano; en los éxitos, pero también en el sufrimiento. Un jesuita está entrenado para ver cómo actúa Dios en medio de las cosas maravillosas, pero también en la oscuridad del mundo.

¿Cree que este va ser un pontificado jesuita?

Tengo la seguridad de que la Compañía de Jesús, de ninguna manera, estará interesada en influir o imponer agenda. La espiritualidad ignaciana, no la política ni las normas ignacianas, es la que le ayudará al papa a conducirse.

¿Qué diferencia hay entre Benedicto XVI y Francisco?

Francisco no es un intelectual, sino un hombre muy cercano a la devoción popular.

¿Espera un cambio de rumbo de la Iglesia en un corto plazo?

Espero una Iglesia cerca del ser humano, sobre todo del afligido, del sometido a la pobreza. Espero un papa muy sensible a los migrantes y desplazados. Sacará a la Iglesia de la búsqueda del poder y la pondrá al lado de un Jesús pobre. Espero también que luche contra la corrupción. Eso me parece muy importante para América Latina.

¿Cree que Francisco puede transformar la Iglesia?

La Iglesia está buscando un nuevo lenguaje, que la haga creíble, que les llegue a los jóvenes. Y ese es uno de los desafíos que tiene Francisco. La Iglesia se juega una disyuntiva profunda: o se presenta como seguidora de Jesucristo, apasionada por el ser humano y desprendida del interés material, o la gente se va.

¿Cómo cree que Francisco le puede llegar a la gente?

Es un hombre de la piedad popular. Capta la experiencia de Dios en la sencillez de las expresiones populares: las procesiones, los santuarios, la novena de Navidad, el rezo del rosario en familia. La fuerza del catolicismo está en la manera en la que la gente sencilla vive su fe. En eso se parece a Juan Pablo II. El catolicismo no es solo para teólogos.

¿Qué representan los jesuitas para la Iglesia universal?

Benedicto XVI nos dijo: “La Iglesia quiere que ustedes estén en las fronteras donde se libran las grandes luchas: la fe y la ciencia, la fe y los problemas sociales, la fe en el diálogo con las culturas y cómo comunicarse con el mundo. En las grandes encrucijadas de la historia, en los lugares donde llevar el evangelio es más difícil, en el diálogo con el ateísmo, en interpretar lo que Dios nos pide”.

¿Y qué les pide Dios?

Los jesuitas son hombres de discernimiento, que todo el tiempo están tratando de ver qué nos dice Dios y cómo podemos colaborarle. Por ejemplo, qué nos dice Dios en las diversas expresiones religiosas: en las indígenas, en las diversas formas del cristianismo, en el islam o en el budismo.

¿Cómo cree que Francisco va a manejar las luchas de poder?

La impresión que tengo es que Francisco será consistente consigo mismo. Es un hombre que quiere una iglesia sencilla, sin ostentación. Y creo que va a actuar en ese sentido, porque siente que la pompa y el derroche nada tienen que ver con Jesucristo.

Católicos reformista

¿Los jesuitas son unos curas rebeldes?

No pretendemos ser rebeldes. Nuestra tarea es buscar a Dios desde el corazón de Jesús. No nos metemos en los profundos problemas del ser humano para conseguir resultados sociales o políticos. Lo hacemos porque nos importa salvar al ser humano.

Si hubiera que elegir el ala del catolicismo más cercana a los protestantes, ¿sería la de los jesuitas?

Es una pregunta muy importante. Hay gente que dice que primero somos jesuitas y luego católicos... (silencio)

Se lo pregunto de otra manera: si hubieran creído que la revolución no se podía hacer desde dentro de la Iglesia, ¿se habrían ido con Lutero?

Algo así.

Jorge Bergoglio y la dictadura

El papa se estrenó diciendo que la Iglesia no puede ser una ONG. ¿Qué opina?

Yo veo allí una de las explicaciones de fondo de las confrontaciones que tuvo con los Kirchner. La suya es una reacción muy sentida y espiritual, no sociológica ni política, para significar que la lucha contra la pobreza no puede ser un espectáculo. Él lo que exige es seriedad en las políticas sociales, que se practique lo que se promete en los discursos y luchar contra la corrupción.

Pero a Bergoglio se le cuestiona haber estado cerca de la dictadura argentina…

Le tocó vivir en una Argentina convulsionada, manejada por militares católicos. Este hombre, que fue provincial de los jesuitas antes de los 40 años y que se preocupa por la gobernanza de ese país, está montado en ese momento, a mi juicio, en una ideología antimarxista, como la de los militares. Sin embargo, los critica, los aconseja y les insiste en que respeten a las personas. Pero su discurso no tiene vigor y posiblemente también hubo silencios que éticamente son muy cuestionables. Esta es una apreciación muy personal: yo veo en el papa a un hombre que con el correr de los años se libera de las posiciones ideológicas y se concentra en el dolor del ser humano; por eso se junta con los pobres y se convierte en un obispo que camina por las calles, que anda en bus.

JOSÉ ALBERTO MOJICA Y BERNARDO BEJARANO G.   Redacción EL TIEMPO

Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ,

Arzobispo de Buenos Aires,

con motivo de la 38ª Peregrinación Juvenil a Luján.  2012

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»

Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. (San Juan 19, 25-27)

Hoy terminamos esta peregrinación a la Casa de la Virgen y como hacemos en cada visita, nos quedamos en silencio ante su Imagen. La tenemos cerca, nos recibe en la entrada de su Casa este año, ésta Casa que están terminando de poner linda. Por eso estamos tan agradecidos a todos aquellos que han puesto su esfuerzo para esto. Pero lo más importante es que tenemos esta necesidad de rezar y contarle a nuestra Madre todo lo que compartimos en nuestra vida, y lo que compartimos con tantos peregrinos en el camino. Ahora, al escuchar el Evangelio que nos cuenta ese momento sagrado en el que Jesús nos deja a su Madre para que nos proteja, miramos la cruz y nos aferramos a su compañía, la compañía de la Virgen y la de Jesús. Nuestros caminos están protegidos por ellos dos. Nuestra fe está en ellos, nuestra fe está aquí, esta es la Casa de la fe de nuestra Patria! Por eso ahora rezamos y sentimos como late nuestro corazón porque estamos en la Casa de nuestra Madre, en la Casa de la fe de nuestra Patria.

Y hoy, en la Casa de nuestra Madre le venimos a hacer un pedido: que nos enseñe a trabajar por la justicia. ¿Saben ustedes a quién se le ocurrió hacer este pedido? A ustedes mismos. Sí, porque en las oraciones que escriben cuando visitan Luján fue apareciendo esta oración que hoy es el lema: “Madre, enseñanos a trabajar por la justicia”. Es un lema que late en el corazón de los peregrinos de la Virgen y que se ha hecho oración. Peregrinos que somos los hijos de esta querida patria nuestra. Luján es la Casa de todos los hijos de la Virgen y por eso estamos haciéndole este pedido: que nos enseñe a trabajar por la justicia, y que nos enseñe a trabajar por ser personas justas en la vida.

Posiblemente este pedido, hecho aquí en Luján, haya surgido del corazón de tantos peregrinos después de haber sido recibidos y escuchados. Porque aquí en Luján, a cada peregrino se lo recibe y se lo escucha. Y ser recibidos y escuchados es un gran acto de justicia; y gracias a esto estamos en paz, rezando y nos brotan cosas muy sinceras en el corazón, en la oración con la Virgen. Y por eso surge esta necesidad de ser más hermanos, ocuparnos más y mejor unos de otros. Esto ya es ser justos. Aquí en Luján aprendemos a ser personas justas, porque con el corazón sereno y perdonado, nos llenamos del amor de Dios, por eso la mirada es mucho más profunda. Es mirar la vida desde Dios, es mirar la vida con Dios, que es El justo, el gran Justo.

Cuánto bien nos hace venir a Luján para aprender a ser buenos hijos, buenos hermanos, que se ocupan por el bien de los otros. Por eso aquí hacemos este pedido para todos nosotros, para toda nuestra Patria. Es el mejor lugar para hacerlo. Que aprendamos todos a trabajar por la justicia y para esto, que siempre tengamos el corazón abierto, el corazón grande que nos anime a hacer este pedido.

Que a nadie le falte esa actitud del corazón, la de tener que aprender cada día a ser más justos en la vida. Que se nos enseñe dónde habrá que poner una mirada más abierta y disponible, menos egoísta o interesada, que se nos enseñe a que no hagamos la nuestra, a que no se diga de cada uno de nosotros: “Este hace la suya”, sino hacer una mirada, una gran mirada que nos haga hermanos, que nos preocupemos siempre por los demás.

¿Y cómo puede ayudar la Virgen a trabajar por la justicia? Lo vamos a pensar juntos durante esta Misa y mirándola a Ella, en la puerta de la Basílica o mirando la Basílica. Ustedes vinieron en peregrinación ofreciendo sus vidas por los otros, rezando por tantas necesidades, las de ustedes o esas que les pidieron que “trajeran” en el corazón hasta aquí los amigos, los vecinos, los familiares… Ya que vas a Lujan, llevá una intención mía, pedile a la Virgen por esto… Al llegar al Santuario vivimos esto tan lindo de ser recibidos, y esto es lo que nos llena el corazón, nos da esperanza y así es como podemos continuar la vida: con la bendición de Jesús y de su Madre.

Y de esta manera, con Jesús y con su Madre, es como podemos trabajar por la justicia. Porque cuando nos reconocemos hijos y hermanos, es cuando en nuestro corazón nace esa actitud generosa por la vida y es cuando buscamos lo mejor y más grande para los otros. Jesús en la Cruz nos entrega su vida y le pide a la Virgen que nos cuide. Jesús llegó a la Cruz para que ese gesto fuera reconciliador, hablara de justicia a todos. ¡El nos hizo justos, El nos justificó con su vida, con su muerte y su resurrección…! ¡Y si hoy podemos tener la frente alta, la frente de ser bautizados, la frente de decir “somos hijos de Dios” es porque El nos justificó, El nos hizo justos, El no se miró así mismo sino que nos miró a nosotros!. Hagamos lo mismo: miremos a los demás y ayudémonos a crecer por la justicia.

A la Virgen le pedimos fuerza para trabajar por la justicia. Le pedimos serenidad cuando haya dificultades. Le pedimos que seamos hermanos para poder compartir el camino. Y le pedimos a ella, que es Madre, que no nos falte el silencio de la oración: no vamos a poder ser justos si no lo rezamos, que no vamos a poder ser justos si no lo pedimos. Por eso le pedimos que no nos falte el silencio de la oración y las ganas de peregrinar para ofrecer la vida por los otros. Que ella nos conceda ésta gracia.

Que así sea.

Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, Arzobispo de Buenos Aires   Luján, 7 de octubre de 2012 

A los sacerdotes, consagrados y laicos de la Arquidiócesis.

Mensaje Cardenal Bergoglio, Cuaresma 2013

Rasguen su corazón y no sus vestidos; vuelvan ahora al Señor su Dios, porque Él es compasivo y clemente, lento para la ira, rico en misericordia…

Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué no, en nuestro corazón. Convivimos con la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y conflictos en tantos países del mundo. Convivimos con la envidia, el odio, la calumnia, la mundanidad en nuestro corazón. El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos; el desprecio a los derechos de las personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan lejanos; el imperio del dinero con sus demoníacos efectos como la droga, la corrupción, la trata de personas - incluso de niños - junto con la miseria material y moral son moneda corriente. La destrucción del trabajo digno, las emigraciones dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía. Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama. Los egoísmos más personales justificados, y no por ello más pequeños, la falta de valores éticos dentro de una sociedad que hace metástasis en las familias, en la convivencia de los barrios, pueblos y ciudades, nos hablan de nuestra limitación, de nuestra debilidad y de nuestra incapacidad para poder transformar esta lista innumerable de realidades destructoras.

La trampa de la impotencia nos lleva a pensar: ¿Tiene sentido tratar de cambiar todo esto? ¿Podemos hacer algo frente a esta situación? ¿Vale la pena intentarlo si el mundo sigue su danza carnavalesca disfrazando todo por un rato? Sin embargo, cuando se cae la máscara, aparece la verdad y, aunque para muchos suene anacrónico decirlo, vuelve a aparecer el pecado, que hiere nuestra carne con toda su fuerza destructora torciendo los destinos del mundo y de la historia.

La Cuaresma se nos presenta como grito de verdad y de esperanza cierta que nos viene a responder que sí, que es posible no maquillarnos y dibujar sonrisas de plástico como si nada pasara. Sí, es posible que todo sea nuevo y distinto porque Dios sigue siendo “rico en bondad y misericordia, siempre dispuesto a perdonar” y nos anima a empezar una y otra vez. Hoy nuevamente somos invitados a emprender un camino pascual hacia la Vida, camino que incluye la cruz y la renuncia; que será incómodo pero no estéril. Somos invitados a reconocer que algo no va bien en nosotros mismos, en la sociedad o en la Iglesia, a cambiar, a dar un viraje, a convertirnos.

En este día, son fuertes y desafiantes las palabras del profeta Joel: Rasguen el corazón, no los vestidos: conviértanse al Señor su Dios. Son una invitación a todo pueblo, nadie está excluido.

Rasguen el corazón y no los vestidos de una penitencia artificial sin garantías de futuro.

Rasguen el corazón y no los vestidos de un ayuno formal y de cumplimiento que nos sigue manteniendo satisfechos.

Rasguen el corazón y no los vestidos de una oración superficial y egoísta que no llega a las entrañas de la propia vida para dejarla tocar por Dios.

Rasguen los corazones para decir con el salmista: “hemos pecado”. “La herida del alma es el pecado: ¡Oh pobre herido, reconoce a tu Médico! Muéstrale las llagas de tus culpas. Y puesto que a Él no se le esconden nuestros secretos pensamientos, hazle sentir el gemido de tu corazón. Muévele a compasión con tus lágrimas, con tu insistencia, ¡importúnale! Que oiga tus suspiros, que tu dolor llegue hasta Él de modo que, al fin, pueda decirte: El Señor ha perdonado tu pecado”. (San Gregorio Magno) Ésta es la realidad de nuestra condición humana. Ésta es la verdad que puede acercarnos a la auténtica reconciliación… con Dios y con los hombres. No se trata de desacreditar la autoestima sino de penetrar en lo más hondo de nuestro corazón y hacernos cargo del misterio del sufrimiento y el dolor que nos ata desde hace siglos, miles de años… desde siempre.

Rasguen los corazones para que por esa hendidura podamos mirarnos de verdad.

Rasguen los corazones, abran sus corazones, porque sólo en un corazón rasgado y abierto puede entrar el amor misericordioso del Padre que nos ama y nos sana.

Rasguen los corazones dice el profeta, y Pablo nos pide casi de rodillas “déjense reconciliar con Dios”. Cambiar el modo de vivir es el signo y fruto de este corazón desgarrado y reconciliado por un amor que nos sobrepasa.

Ésta es la invitación, frente a tantas heridas que nos dañan y que nos pueden llevar a la tentación de endurecernos: Rasguen los corazones para experimentar en la oración silenciosa y serena la suavidad de la ternura de Dios.

 

Rasguen los corazones para sentir ese eco de tantas vidas desgarradas y que la indiferencia no nos deje inertes.

Rasguen los corazones para poder amar con el amor con que somos amados, consolar con el consuelo que somos consolados y compartir lo que hemos recibido.

Este tiempo litúrgico que inicia hoy la Iglesia no es sólo para nosotros, sino también para la transformación de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra Iglesia, de nuestra Patria, del mundo entero. Son cuarenta días para que nos convirtamos hacia la santidad misma de Dios; nos convirtamos en colaboradores que recibimos la gracia y la posibilidad de reconstruir la vida humana para que todo hombre experimente la salvación que Cristo nos ganó con su muerte y resurrección.

Junto a la oración y a la penitencia, como signo de nuestra fe en la fuerza de la Pascua que todo lo transforma, también nos disponemos a iniciar igual que otros años nuestro “Gesto cuaresmal solidario”. Como Iglesia en Buenos Aires que marcha hacia la Pascua y que cree que el Reino de Dios es posible necesitamos que, de nuestros corazones desgarrados por el deseo de conversión y por el amor, brote la gracia y el gesto eficaz que alivie el dolor de tantos hermanos que caminan junto a nosotros. «Ningún acto de virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros... Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada grande». (San Juan Crisóstomo)

Este año de la fe que transitamos es también la oportunidad que Dios nos regala para crecer y madurar en el encuentro con el Señor que se hace visible en el rostro sufriente de tantos chicos sin futuro, en la manos temblorosas de los ancianos olvidados y en las rodillas vacilantes de tantas familias que siguen poniéndole el pecho a la vida sin encontrar quien los sostenga.

Les deseo una santa Cuaresma, penitencial y fecunda Cuaresma y, por favor, les pido que recen por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.

Paternalmente

Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires

Buenos Aires, 13 de febrero de 2013, Miércoles de Ceniza