11 Diciembre 2011 Alfonso Llano Escobar, S. J. (Periódico El tiempo, Colombia.)
"Tampoco, echarle la culpa al karma, porque no existe. No hay nadie detrás de las desgracias, causándolas."
Ante todo, no culpar a Dios. Dios es bueno, es Padre, no manda males ni desgracias a sus hijos. Tener bien presente que los males suceden por dos causas: por las leyes de la naturaleza, por ejemplo este invierno; y por la libertad o malicia de los hombres, por ejemplo, la corrupción y la guerrilla, los robos y asesinatos. Se da una tercera: la casualidad, que nos es causa, sino casualidad, algo no previsto, pero que tiene causa.
Tampoco, echarle la culpa al karma, porque no existe. No hay nadie detrás de las desgracias, causándolas. No existe el karma, ni el destino, ni la fatalidad. Las calamidades y desgracias suceden por causas concretas.
Si soy creyente, creer en la acción de Dios que asume los males para realizar sus planes para bien nuestro. Dice san Pablo: "Dios actúa en todas las cosas que nos suceden, buenas y malas, para convertirlas en el bien de los que lo aman". Romanos: 8.28.
Preguntémonos: ¿qué bienes se pueden seguir de este invierno? Ser más previsivos. No es el primer invierno. La Universidad de La Sabana levantó su muro y le fue mejor esta vez. ¿Estaremos purgando tantos pecados: la corrupción, la falta de responsabilidad? ¿Por qué no hacer algo por los damnificados? Si estoy en condiciones de hacerlo, debo hacerlo. Cruzar los brazos, quejarme y, a lo más, rezar un Padrenuestro, no arregla nada. El adagio es muy sabio: "A Dios rogando y con el mazo dando".
Podemos estar ciertos: Dios es bueno, no puede causar el mal. Interviene en todo para sacar bienes. También es cierto: Dios no suele cambiar las normas del juego: ni suspende las leyes de la naturaleza, y menos hoy día, cuando el hombre las puede modificar, ni quita la libertad a los malvados: permitió que Hitler atormentara a los judíos en los campos de concentración.
Preguntémonos, de nuevo: ¿qué bien se puede seguir de este invierno? Unirme a Job y responder con él: "Desnudo salí del seno de mi madre, y desnudo volveré a él. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Que se cumpla su santa voluntad".
Y Dios sostuvo a Job en la desgracia, en la terrible tentación, que puso a prueba su fe, y no habló nunca contra Dios. Dios le restituyó el doble de todos sus bienes y salió más purificado de la prueba.
Importante: no preguntarle a Dios: ¿por qué a mí? Lo preguntarían todos. Tal pregunta no tiene respuesta y, por lo demás, es declararse inocente, lo cual no es tan cierto. Examínese y verá que algo encontrará en los rincones de su conciencia.
Preguntarnos, más bien, ¿qué puedo hacer en esta desgracia? ¿Qué espera Dios de nosotros? ¿Del Gobierno? ¿De los hombres de ciencia? ¿De las iglesias? ¿De otros países?
No quejarnos cuando el mal es irremediable: si no puedo arreglar este invierno, este frío, ¿para qué me quejo? Empeoro la situación. Buscar un remedio posible y fácil: ponerme más ropa, o dársela al que no tiene. Aceptar la realidad: ser sensato.
¿Qué se hace Dios en las desgracias? Pregunta muy frecuente que se hacen creyentes y no creyentes, y no es fácil de responder. Digamos algo.
Jamás podremos comprender qué se hace Dios en las desgracias ni cómo interviene en ellas. Tendríamos que tener la sabiduría y la inteligencia de Dios.
Nos dice Dios, por boca de Isaías: "No son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos. Cuánto distan los cielos sobre la tierra, así aventajan mis caminos a vuestros caminos, y mis pensamientos vuestros pensamientos" Is 55,8-9.
Cuando el mal se presenta y nos abruma, no vemos más que una parte muy pequeña de él. Dios ve el todo: sus causas, sus consecuencias y sus circunstancias, e interviene, podemos estar seguros, para sacar bienes de los males. Seamos responsables: manos a la obra. Menos quejas y más acción.