ILUMINACIÓN DE LA MORAL SOCIAL CRISTIANA
A LA PROBLEMÁTICA ACTUAL EN COLOMBIA
ENSAYO: Bondad de la Reverenda Hermana. Adriana Mayerly Henao. Comunidad Religiosa: Hijas de Nuestra Señora de Nazareth. Ibagué, Colombia. Marzo. 2011
En la Iglesia Católica siempre ha existido eso que hoy llamamos «moral social», cuyo objetivo es mostrar cómo debe ser la vida en sociedad según la fe cristiana. Parodiando al padre Thomas D. Williams, LC, decano de teología en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum de Roma, podemos entrar a decir que: “La Iglesia deja claro que su doctrina social no es una «tercera vía», un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo. No tiene nada que ver con una agenda económica o política, y no es un «sistema». Aunque, por ejemplo, ofrezca una crítica del socialismo y el capitalismo, no propone un sistema alternativo. No es una propuesta técnica para solucionar los problemas prácticos, sino más bien una doctrina moral, que surge del concepto cristiano de hombre y de su vocación al amor y a la vida eterna. Es una categoría propia. La doctrina social católica no es una utopía, en el sentido de un proyecto social imposible de alcanzar. No se propone describir un paraíso en la tierra en el que la humanidad pueda alcanzar la perfección. A pesar de todo esto, la doctrina social católica se enfrenta seriamente con las realidades y estructuras existentes, y los desafíos de la humanidad para buscar soluciones a las situaciones sociales, políticas y económicas, dignas de la dignidad humana, de manera que se cree un sano grado de tensión entre las realidades temporales que encontramos y el ideal del Evangelio.
Las enseñanzas sociales católicas no son una doctrina estática y fijada, sino una aplicación dinámica de la enseñanza de Cristo para cambiar las realidades y circunstancias de las sociedades y culturas humanas. Por supuesto, los principios fundamentales no cambian, porque están profundamente enraizados en la naturaleza humana. Pero sus aplicaciones y juicios contingentes se adaptan a las nuevas circunstancias históricas según los tiempos y lugares.La doctrina social católica pertenece al marco de la teología y especialmente de la teología moral.” El contenido de la doctrina social se expresa en tres niveles:-- Principios y valores fundamentales. La doctrina social adquiere sus principios básicos de la teología y la filosofía, con ayuda de las ciencias humanas y sociales que la complementan. Estos principios incluyen la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad, la participación, la propiedad privada, y el destino universal de los bienes. Los valores fundamentales incluyen la verdad, la libertad, la justicia, la caridad y la paz.-- Criterios de juicio: para los sistemas económicos, instituciones, organizaciones, también utilizando datos empíricos. Ejemplos: valoración de la Iglesia del comunismo, el liberalismo, la teología de la liberación, el racismo, la globalización, los salarios justos, etc...-- Directrices de acción: opiniones contingentes sobre acontecimientos históricos. Esto no es una deducción lógica y necesaria que surja de los principios, sino también el resultado de la experiencia pastoral de la Iglesia y de la percepción cristiana de la realidad; la opción preferencial por el pobre, el diálogo, y el respeto por la autonomía legítima de las realidades políticas, económicas y sociales. Ejemplo: sugerencias de condonación de la deuda internacional, reformas agrícolas, creación de cooperativas, etc. (ver «Gaudium et Spes», Nos. 67-70).
Fundamentos.El primer fundamento de la enseñanza social católica es el mandamiento de Jesús de amar: Ama a Dios sobre todas las cosas y ama a tu prójimo como te amas a ti mismo. Éste es el fundamento de toda la moral cristiana y, por lo mismo, de la doctrina social de la Iglesia que es parte de esta moral. Jesús decía que el doble mandamiento del amor no es sólo el primero y más importante de todos los mandamientos, sino también el resumen o compendio de todas las leyes de Dios y del mensaje de los profetas. La doctrina social de la Iglesia proporciona por tanto una respuesta a la pregunta: ¿Cómo debo amar a Dios y a mi prójimo dentro de mi contexto político, económico y social? Nuestro amor a Dios y al prójimo no consiste simplemente en una obligación semanal de asistir a Misa y dejar algunas monedas en la cesta en el momento del ofertorio. Debe impregnar nuestra vida entera y conformar nuestras acciones y nuestro ambiente según el Evangelio. Éste es un principio muy importante para superar la tendencia a ver la economía y la política como algo totalmente separado de la moral, cuando de hecho es precisamente allí donde un cristiano hace que su fe influya en los asuntos temporales. El mandamiento del amor por tanto debería representar el fundamento general de la doctrina social de la Iglesia. También hay, sin embargo, fundamentos específicos que pueden resumirse en cuatro principios básicos de la entera doctrina social de la Iglesia, cuatro columnas sobre las que se apoya el entero edificio. Estos principios son: la dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad. -- La dignidad de la persona humana. El primer principio clásico es el de la dignidad de la persona humana, que proporciona el fundamento para los derechos humanos. Para pensar correctamente sobre la sociedad, la política, la economía y la cultura uno debe primero entender qué es el ser humano y cuál es su verdadero bien. Cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad inalienable y, por tanto, debe ser tratada siempre como un fin y no sólo como un medio.Cuando Jesús, usando la imagen del buen pastor, hablaba de la oveja perdida, nos enseñaba lo que Dios piensa del valor de la persona humana individual. El pastor deja a las 99 en el aprisco para buscar a la perdida. Dios no piensa en los seres humanos en masa, o en porcentajes, sino como individuos. Cada uno es precioso para él, irreemplazable.
En su carta encíclica Centessimus Annus, el Papa Juan Pablo II subrayaba la centralidad de este principio: «hay que tener presente desde ahora que lo que constituye la trama... de toda la doctrina social de la Iglesia, es la correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque «el hombre... en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma»38. En él ha impreso su imagen y semejanza (Cf. Gn 1, 26), confiriéndole una dignidad incomparable» (ver «Centessimus Annus», No. 11). Dos son las fuentes de la moral social: la Sagrada Escritura y la razón humana. Como es lógico, en la Biblia no se encuentran juicios sobre la mayoría de las cuestiones sociales que hoy nos preocupan, porque no existían entonces. Sin embargo, encontramos en ella una serie de principios —el destino universal de los bienes, la preferencia por los débiles, la autoridad como servicio, etc.– con los que es posible enjuiciar las realidades actuales. El recurso a la razón es igualmente necesario, sobre todo si pretendemos que nuestro discurso ético pueda tener alguna validez para quienes no comparten la fe cristiana. En la moral social existen ciertos principios de carácter permanente. El más importante de todos es la dignidad de la persona humana, del que se derivan otros dos: el principio de solidaridad (todos somos responsables de los demás) y el principio de subsidiariedad (las instancias superiores deben respetar las iniciativas de las instancias inferiores que favorezcan el bien común, e incluso facilitarles los medios necesarios para llevarlas a cabo). Ambos principios se complementan. Debido al principio de solidaridad la moral social cristiana se opone a todas las formas de individualismo, y debido al principio de subsidiariedad se opone a todas las formas de colectivismo.En la moral social existen también muchos juicios que, al referirse a realidades cambiantes, tienen una validez igualmente limitada.
La moral social debe moverse entre la utopía y el realismo. En todos los temas —desde la distribución de los bienes hasta el recurso a la violencia y desde los sistemas económicos hasta la legislación, los cristianos deben intentar hacer presentes ya en el mundo los valores de la nueva creación inaugurada por Cristo, pero no pueden ignorar que la creación anterior conserva todavía mucha fuerza. Pablo sabía de esto cuando escribió a los corintios: «Os di a beber leche, no alimento sólido, porque no lo podíais soportar; ni podéis todavía, pues aún sois carnales» (l Cor 3,2-3).«La Iglesia, al analizar el campo del mundo, es muy sensible a todo lo que afecta a la dignidad de la persona humana. Ella sabe que de esa dignidad brotan los derechos humanos, objeto constante de la preocupación y del compromiso de los cristianos... El derecho a la vida, al trabajo, a la educación, a la creación de una familia, a la participación en la vida pública, a la libertad religiosa, son hoy especialmente reclamados» (DGC 18). Llamamos derechos humanos a los que poseen todos los seres humanos por el hecho de serlo, independientemente de cuál sea su raza, sexo, religión o clase social. Se trata de derechos naturales, es decir, fundados en la misma naturaleza humana, y por lo tanto anteriores y superiores al derecho positivo. Esto equivale a decir que las leyes no crean esos derechos; únicamente los descubren, los proclaman y los defienden.El primero y fundamental de los derechos humanos es el derecho a la vida. Si este no se respetara de nada servirían los demás. El derecho a la vida podría enunciarse así: «Mientras vivo tengo derecho a vivir». Por lo tanto, el primer derecho del hombre es el derecho a nacer cuando ha sido concebido, y el último, el derecho a morir cuando Dios quiera. Incompatibles con el derecho a la vida no son únicamente el aborto y la eutanasia activa, sino también la pena de muerte y la injusta distribución de los bienes entre el Norte y el Sur del Planeta.«La obra evangelizadora de la Iglesia tiene, en este vasto campo de los derechos humanos, una tarea irrenunciable: manifestar la dignidad inviolable de toda persona humana. En cierto sentido es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles laicos, están llamados a prestar a la familia humana»
La moral social cristiana impulsa a construir un mundo solidario, que responda a las grandes aspiraciones humanas de igualdad y libertad, que defienda y tutele vigorosamente la dignidad y los derechos humanos.La moral social cristiana brota de la llamada que todo cristiano recibe a construir, ya en el presente, el reino de Dios: Reino escatológico —cielos nuevos y tierra nueva—, pero que se va realizando ya en nuestro mundo; Reino que es gracia de Dios, pero que es también tarea humana; Reino que no se confunde con la Iglesia, pero que subsiste en ella y del cual ella es servidora; Reino que se realiza en el mundo, pero sin identificarse con ninguna de sus realizaciones.La moral social debe aparecer en un marco de gracia –el Reino que viene, que Dios va realizando– en el que la Iglesia, y los cristianos dentro de ella, se ven comprometidos. No organizamos la convivencia en sociedad de una determinada manera para que llegue el reino de Dios, sino porque ha llegado ya: «Convertíos porque ha llegado el reino de Dios» (Mt 4,17). De ahí la necesaria referencia teológica (a Dios y su Reino) y teologal (los valores y comportamientos, signos de la gracia de Dios).Debido a la reserva escatológica, la moral social cristiana se distinguirá claramente de cualquier proyecto político concreto. Pero no por eso debe aparecer como algo irreal o irrealizable. Es necesario combinar la esperanza con el realismo.Frente a la iluminación presentada por la Moral Social Cristiana, entremos a analizar las problemática actuales de Colombia a fin de encontrar un camino frente a las necesidades más urgentes. Problemáticas sociales en Colombia
La sociedad colombiana, vive este tiempo de la historia humana entre luces y sombras, Mientras se mantienen históricas dolencias, nuevos sucesos despiertan esperanzas. Sin embargo, La moral atraviesa en determinadas épocas por momentos de mayor aceptación o de crisis. En Colombia existen problemas que aun terminándose los conflictos con los grupos al margen de la ley (por la vía del sometimiento), estos problemas continuarían, entre estos tenemos: La doble moral, el doble discurso, Corrupción legalizada, Institucionalización de la mentira, El gran abismo existente entre ricos y pobres, Sociedad clasista y elitista. El fondo de los problemas del país es una cuestión de voluntad, de decisión, de cambio de actitud y mentalidad. Los verdaderos problemas del país no son tan materiales: Desempleo, desplazamiento, violencia, terrorismo, delincuencia. Estos son el reflejo de lo que hay en el fondo, Estos son la punta de un problema eminentemente arraigado en la mentalidad de los individuos, lo cual ha configurado un imaginario social perverso y dañoso. De suerte que los efectos degenerativos (Desempleo, desplazamiento, violencia, terrorismo, delincuencia, entre otros) son más sentidos que los problemas que subyacen en el fondo. Nuestros verdaderos problemas están en la mentalidad, de allí que las reglas, las leyes, los condicionamientos no han podido cambiar el perverso proceder, puesto que el problema tiene su caldo de cultivo en la mente, germina en el suelo fértil de la impunidad, la complicidad, y crece con los nutrientes que le proporciona la conspiración, la intolerancia y el egoísmo.
Dado que el problema no es propiamente material sino mental, sería de lo más conveniente que revisemos nuestros paradigmas, nuestros imaginarios colectivos y todos esos constructos mentales, prejuicios y preconceptos que hemos construido en torno a los demás y para nuestro voraz apetito. Hay que luchar por una Colombia en donde haya paz y se respeten los derechos humanos, para no condenar a los demás al ostracismo (sálvese quien pueda) y el darwinismo social -si se adapta sobreviva, sino extíngase. No es de extrañar, que existan tantas formas perversas de sobrevivir- unos se adaptan delinquiendo con la violencia, otros se adaptan robando en el erario público, unos se adaptan oprimiendo a los demás y se hacen ricos, otros se adaptan siendo cómplices de delitos, otros se adaptan conspirando con los ricos para que estos se hagan más ricos, otros se adaptan haciendo componendas en los tribunales y juzgados para favorecer y obtener grandes sumas de dinero, unos de adaptan extorsionando, otros se adaptan secuestrando, pero ya sea así o de otro manera, todos buscan adaptarse para poder sobrevivir en este DARWINISMO SOCIAL, al cual los ha condicionado el sistema. Toda conducta lesiva en menoscabo de un bien que no es de uno, es altamente reprochable, sin importar el medio que se utilice o la persona que lo haga. El mal es “mal” y es dañino y de ningún modo aceptable, pues esconde la verdad y crea descaro y cinismo. La degeneración del conflicto y el aumento de los problemas en Colombia, deben abordarse en la forma más profunda con un componente eminentemente moral, y replantear muchos juicios de valores y la forma como se juzgan las cosas. Sinceramente, cuando se piensa que las cosas en Colombia van a cambiar, sin un cambio de mentalidad y paradigmas, y sin un verdadero y profundo replanteamiento de los aspectos éticos y morales, es claramente una forma de engañarnos a sí mismo. Ni aun con la legislación mas adecuada, se logrará que esto cambie, Hasta que no se logre poner a acuerdo la voluntad de la nación en torno a un sentimiento de equidad y dignidad humana de todos los colombianos, no habrá paz en Colombia. Frente a la problemática actual en Colombia, desarrollada anteriormente la Encíclica del Papa Benedicto XVI, “caritas in veritate” nos ilumina de manera determinante "En el contexto social y cultural actual, en el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral. Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios. Sin la verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad." (CV, 4)
Así mismo nos ofrece algunas directrices de acción válidas para emprender un camino nuevo, en donde prevalezca el derecho a la vida y la dignidad de la persona humana. 1. Subrayar la centralidad del amor en la verdad en el mensaje social cristiano. 2. Recuperar el sentido vocacional de cada persona en su desarrollo integral. 3. Reivindicar la dimensión humana y trascendente del desarrollo. 4. Insistir en la necesidad de no excluir a Dios de la vida pública. 5. Desarrollar un verdadero humanismo abierto al Absoluto. 6. Trabajar para el reconocimiento y promoción de los verdaderos derechos humanos y compartir deberes recíprocos. 7. Asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos reclama la situación actual en el mundo 8. Tomar conciencia de la necesidad de una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir un futuro mejor. 9. Promover el reconocimiento de que todos los habitantes del mundo constituyen una sola familia humana. 10. Entender que la ética es inherente a la actividad económica y actuar en consecuencia. 11. Profundizar en la doctrina social de la Iglesia, evitando distorsiones y categorías extrañas. 12. Exhortar a los estados ricos a destinar mayores cuotas del Producto Interno Bruto para el desarrollo, principalmente para lograr un mayor acceso a la educación. 13. Respaldar la idea de promover y actuar a favor de un 'trabajo decente. 14. Actuar para mantener la integridad de la creación y promover una verdadera ecología humana.
Por tanto los Cristianos estamos equivocados si no pensamos en construir la ciudad futura a partir de la ciudad terrena, y por ende no podemos descuidar las tareas temporales, dándonos cuenta que la propia fe es un motivo que nos obliga, al más perfecto cumplimiento de todas ellas, según nuestra vocación personal. Es Así como el comportamiento moral del cristiano se deriva de su fe y de ser miembro de la Iglesia. La fe y la Iglesia conforman el ser y el estar en medio de las realidades del mundo, construyendo dicha realidad según el deseo salvífico de Dios conocido por Jesucristo en el Espíritu.
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