18 April 2024
 

1 de junio 2016. Pbro. Raúl Ortiz Toro. Licenciado en teología patrística e historia de la teología. Maestría en Bioética, Roma, Italia. Docente, Seminario Mayor, Arquidiócesis de Popayán, Colombia. “El Cristo de espaldas”. Hace pocos días la Corte Constitucional de Colombia ha

respondido negativamente a un derecho de petición de un funcionario de la vicepresidencia de la misma Corte que solicitaba quitar el crucifijo de la sala de deliberaciones ubicada en el Palacio de Justicia. Seis votos contra tres dieron como resultado el rechazo de la Corte a quitar el crucifijo del lugar donde hoy está ubicado. En nombre de la laicidad del Estado el peticionario justificó que el Cristo expuesto atentaba contra los derechos fundamentales de los funcionarios que profesan una fe distinta a la católica; en la respuesta, la Corte argumentó pálidamente aludiendo al valor histórico y artístico de la talla, obra de un artista de la Candelaria, y se refirió al hecho de que se trata de un recinto privado aun cuando se deliberen asuntos públicos.

Como la Corte Constitucional dejó abierto el debate sobre si en el futuro pueden ubicarse en la Sala otros “símbolos” de distintas religiones entonces un abogado ha presentado un segundo derecho de petición para que – ya que no quitaron el Cristo aludiendo a la libertad religiosa de tenerlo expuesto, respuesta muy constitucional – ahora también se fijen otros símbolos que representen a las diferentes religiones de los colombianos “incluidos los símbolos de la Logia Masónica” por ser “corriente de pensamiento”, para salvaguardar el derecho a la igualdad. Ya van descontando los quince días que tiene la Corte para dar respuesta.

La Corte Constitucional de Colombia, con Cristo y todo en su Sala, sin embargo ha dado muestras de que no siempre ha sido cristiana en sus decisiones. Eutanasia, aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo, adopción homoparental y otros temas han pasado por la Corte y han salido mal librados desde la óptica cristiana. Que hayan dejado el Cristo allí colgado, como testigo de algunos de sus desafueros, no me parece una victoria de la fe católica sino una evidencia de cómo las convicciones religiosas se han ido trasmutando en ideologías culturales. ¿De qué nos puede servir un Cristo fijado en la pared si sus enseñanzas no están fijadas en el obrar consecuente? Lo necesario es que las dos realidades estén vinculadas: manifestar externamente una convicción interna.

Y en el mismo sentido aprovecho para señalar lo siguiente: En días pasados la Corte Constitucional comenzó a hacer jurisprudencia cuando declaró inconstitucional un artículo de la ley que declara la Semana Santa de Pamplona como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación. El artículo se refiere a la destinación de recursos públicos para esta actividad religiosa; ya hemos escuchado la voz del Señor Arzobispo de esta ciudad quien ha dejado en claro que la Iglesia no recibe dineros públicos del Estado y que por lo tanto la celebración de la Semana Santa no está en riesgo ya que en realidad son fundaciones, juntas o asociaciones laicales las que reciben estos dineros. Lo que no tiene presentación es que por evitar perder un aporte de dineros públicos estas entidades quieran aparecer como tan independientes de la Iglesia Católica que presenten la Semana Santa como un acto cultural y tradicional sin raigambre religiosa, lo que vendría a ser un contrasentido. Y así se confirma lo que acabo de expresar: No basta con tener un crucifijo en una sala de la Corte o con sacarlo en procesión; tendremos un Cristo de espaldas si el Hijo de Dios pasa a ser mero símbolo cultural.  Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.