26 April 2024
 

15 de abril de 2015EN PASCUA  #  JeSuisKenian.  Autor: Pbro. Raúl Ortiz Toro. Licenciatura en Teología Patrística e Historia de la Teología - Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (Italia) - Maestría en Bioética - Universidad Pontificia Regina Apostolorum de Roma (Italia). Docente, Seminario Mayor San José de Popayán, Colombia.  La semana de Pascua hablé con Abel Mwangi, un sacerdote de Kenia con el que tuve la oportunidad de estudiar teología para contextualizarme un poco con los acontecimientos pasados.

El Jueves Santo 2015, 148 cristianos fueron martirizados en la Universidad de Garissa de aquel país africano. Martirizados, no simplemente "asesinados", porque el martirio se gana por la defensa de la fe y, según sus victimarios, el ataque fue perpetrado en nombre de "Alá" y reconocieron a los cristianos porque les pidieron a los estudiantes que recitaran versículos del Corán, que los islámicos saben de memoria, petición ante la cual los cristianos permanecieron en silencio.

Hace tres meses, el 7 de enero, el mundo hizo un gran movimiento de protesta, con ecos que llegan hasta hoy, por el asesinato de 11 periodistas en París, en el semanario satírico Charlie Hebdo, también a manos de fundamentalistas islámicos. Y tan aterrador como el martirio de los cristianos de Kenia es ahora el silencio aturdidor de los indolentes, iniciando por los medios de comunicación que presentaron la noticia en segundo plano, uno, tal vez dos días; ¿quizá porque era en África y no en Europa? ¿Quizá porque eran cristianos y no de la libre prensa? ¿Quizá por su piel diferente? Pero continuando con nosotros, cristianos también, estamos sumergidos en ese ámbito de la indiferencia quizá porque nos hemos acostumbrado a la muerte en un país donde un asesinato es noticia de segunda mano.

Los invito para que oremos por los cristianos perseguidos en todos los rincones del mundo. Desde Kenia hasta Roma, pasando por Colombia y los países más católicos. Porque aunque en nuestras latitudes no haya fundamentalismo islámico sin embargo hay fundamentalismo secular, en el que a los cristianos nos ven y nos marginan como aparente obstáculo para leyes que van contra la moral; no contra la moral católica, como muchos la llaman. Porque específicamente, no hay moral católica, sino que hay moral defendida con principios cristianos católicos, porque, en verdad, la moral es humana. Los que dicen: "Allá ustedes con su moral católica" piensan que la moral se acomoda a las circunstancias y no a los principios de lo que somos. Pero igual, están los que son perseguidos en sus propios hogares, en sus lugares de trabajo, o en sus colegios o universidades, con comentarios que ridiculizan la vida de fe o que coartan la libre expresión religiosa. Digamos que tendrían que enfrentar una especie de martirio "incruento" o sea sin derramamiento de sangre, pero al fin y al cabo, testimonio de la fe.

Pero vuelvo a Kenia. Y me ubico en aquella universidad que vio correr literalmente ríos de sangre. Me pregunto, entonces, si alguien que odia mi fe cristiana, me pusiera en la disyuntiva de renegar de ella o salvar la vida presente, qué camino tomaría aquí y ahora. Para algunos resulta fácil decir: "Salvo mi vida". Para otros les resultará fácil decir: "Muero por Cristo y la defensa de la fe". Pero no es una cuestión fácil. También en la época de las persecuciones del Imperio Romano a los cristianos, sobre todo entre los siglos III y IV, existieron aquellos que fueron denominados: "lapsi" que apostataban externamente de la fe aunque seguían vinculados religiosamente al cristianismo.

Pero con Cristo no hay vía media. "Conozco tu conducta: No eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero como eres tibio, te voy a vomitar" (Ap. 3, 15). Yo le pido al Señor que aumente mi fe cada día, porque quiero dar mi vida por Él. Lo hago mediante el sacerdocio, cotidianamente. Pero que me dé también la fuerza necesaria para que si algún día, aquí o en cualquier misión del mundo, tengo que decidir morir por Él, lo haga con gran alegría. Las dudas pasarán por la cabeza, también las imágenes de las aparentes felicidades terrenas que se pierden, pero poder decir como San Ignacio de Antioquía: "Soy trigo de Dios y soy molido por las dentelladas de las fieras para que pueda ser hallado pan puro" eso sí será una verdadera convicción.  Mientras tanto... Sigamos dando la vida, dando testimonio. Es la vida que nos comunica Cristo Resucitado.