23 April 2024
 

8 de abril 2016. Padre. Raúl Ortiz Toro. Licenciado en teología patrística e historia de la teología. Maestría en Bioética, Roma, Italia. Docente, Seminario Mayor, Arquidiócesis de Popayán, Colombia. ¿Matrimonio igualitario? Una avalancha de reacciones no se hizo esperar. Las a favor y las en contra; las mesuradas y las exacerbadas. Un tema tan álgido da para todo y es porque no se puede ser indiferente cuando se trata de una realidad que nos toca el nervio: la familia. ¿Quién no tiene una? ¿Quién no tiene

una visión de lo que es o debería ser? Quizá alguno piense que para el caso colombiano se trata del peor escenario para recibir la Exhortación Apostólica Post Sinodal del Papa Francisco sobre este tema: “Amoris Laetitia”. Pero yo pienso lo contrario: no que sea el mejor escenario posible – porque no lo es – sino que resulta siendo el ámbito más paradigmático para evidenciar el reto de cómo hacer que la Familia no pierda su esencia constitutiva. Es decir: ¿Quieren una evidencia de cómo la familia se ha resquebrajado hasta el punto de considerarse familia y matrimonio lo que no lo es?.

Es verdad que la culpa no es toda nuestra, de la Iglesia, pero sí tenemos parte en esta debacle. Seamos sensatos: ¿Qué tanto tiempo ocupa nuestra pastoral familiar? ¿No hemos ido cediendo al querer del mundo actual que solo ve el matrimonio como un acto social y no como sacramento? (¡Desde que paguen el estipendio! dirá alguno) ¿Cuánto tiempo se emplea y quién dicta los cursillos prematrimoniales? ¿Quién llena el expediente prematrimonial en la parroquia? ¿Qué tipo de diálogo se lleva a cabo con la pareja que se va a casar? ¿Vamos más allá de entregar simplemente la lista de requisitos? ¿Atendemos más las formalidades documentales que el acompañamiento pastoral para que el consentimiento de los contrayentes sea pleno, libre, consciente? Y los matrimonios de laicos comprometidos: ¿Hasta dónde se han esforzado por hacer de su experiencia de esposos una manera concreta de evangelizar?

Y si en lo antecedente hay cuestionamientos, ni se diga lo consecuente: ¿Existe en nuestras parroquias un grupo consolidado de asesoría matrimonial al menos durante el primer año de unión conyugal? ¿Hay al menos un mínimo seguimiento a las parejas de recién casados? ¿Qué crisis han sufrido, qué alegrías han experimentado: nacimientos, muerte, fracasos económicos, infidelidades, etc? ¿Nos contentamos con el mínimo esfuerzo de celebrar una esporádica eucaristía por las familias o, por el contrario, vamos a buscar a las familias, salimos a encontrarlas, a proponerles un estilo de vida cristiano? ¿La pastoral familiar en la parroquia va más allá de unos talleres anuales en el templo durante la Semana de la Familia? ¡Para algo han de servir las direcciones del domicilio después del matrimonio que quedan consignadas en el expediente prematrimonial! ¡Para algo más que para poder enviar una notificación en el caso de iniciar un proceso de nulidad matrimonial!

Rasguémonos todas las vestiduras posibles porque la Corte Constitucional Colombiana avaló el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero también hagamos de este acontecimiento una oportunidad: hay que hacer más, mucho más, por salvaguardar la familia, por favorecer la responsabilidad de los padres en la educación de los hijos, por formar personas maduras para asumir el reto del amor. Expongamos la doctrina siempre actual de la Iglesia que expone claramente que solo en la complementariedad del hombre y la mujer subyace la posibilidad de constituir un entorno adecuado para el crecimiento de las personas en el plan de Dios. Hagamos algo más y hagámoslo ya. No puede haber un contexto más “tristemente oportuno” que el actual.  Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.