18 April 2024
 

 

 

 

27 de septiembre 2017. ¿Quiénes son los enemigos de la esperanza? A esta pregunta trató dar respuesta el Papa Francisco durante su catequesis en la Audiencia General del miércoles, en la que invitó a combatir la tristeza y la melancolía. El Santo Padre manifestó que “no es verdad que ‘mientras hay vida hay esperanza’, como se suele decir. Es más bien al contrario: es la esperanza la que mantiene en pie a la vida, la protege, la custodia y la hace crecer.

Si los hombres no hubiesen cultivado nunca la esperanza, si no se hubiesen aferrado a esta virtud, no hubiesen salido jamás de las cavernas y no hubieran dejado huella en la historia del mundo”.

Francisco aludió al poeta francés Charles Péguy, que “nos ha dejado páginas estupendas sobre la esperanza” y afirma que “Dios no se sorprende tanto por la fe de los seres humanos, ni siquiera por su caridad; sino que lo que realmente le llena de maravilla y le conmueve es la esperanza”. El Papa recordó a los "rostros de tanta gente que han estado en este mundo –pobres obreros, inmigrantes en busca de un futuro mejor– que han luchado tenazmente a pesar de la amargura de un hoy difícil, colmo de tantas pruebas" pero animados "por la confianza de que los hijos habrían tenido una vida más justa y más serena”. “La esperanza es el empujón en el corazón de quien parte dejando la casa, la tierra, a veces familiares y parientes, para buscar una vida mejor, más digna para sí y para sus seres queridos”. Es además “el empujón a compartir el viaje de la vida, como recuerda la campaña de Cáritas que inauguramos hoy”, dijo. “¡No tengamos miedo de compartir el viaje!, ¡no tengamos miedo de compartir la esperanza!”, exclamó también.

El Obispo de Roma reconoció que la esperanza “no es virtud para gente con el estómago lleno”, y esta es la razón por la que “los pobres son los primeros portadores de la esperanza”. “A veces, haber tenido todo en la vida es una mala suerte. Pensad en un joven al que no se le haya enseñado la virtud misma de la espera y de la paciencia, que no ha tenido que sudar nada, que ha ido quemando etapas y con 20 años sabe ya ‘cómo va el mundo’. Ha sido destinado a la peor condena: la de no desear nada. Parece un joven, sin embargo, el otoño ya ha llegado a su corazón”. “Tener un alma vacía es el peor obstáculo para la esperanza. Es un riesgo del cual ninguno puede darse por excluido, porque ser tentados contra la esperanza puede suceder también cuando se recorre el camino de la vida cristiana”.

Francisco también denunció la tentación de caer en “jornadas que se convierten en monótonas y aburridas" en las que "ningún valor es merecedor de ser puesto en práctica. Es la acidia, como la definían los Padres”. Y cuando esto sucede, “el cristiano sabe que esa condición debe ser combatida, nunca aceptada pasivamente”. “Dios nos ha creado para la alegría y la felicidad, y no para que nos quedemos en pensamientos melancólicos”, añadió.

El Papa invitó entonces a “cuidar el propio corazón” para oponerse “a las tentaciones de infelicidad, que seguramente no provienen de Dios”. Y cuando “nuestras fuerzas parezcan flaquear y la batalla contra la angustia sea particularmente dura, podemos siempre recurrir al nombre de Jesús. Podemos repetir la oración simple de la que podemos encontrar huellas en el Evangelio y que se convirtió en el centro de tantas tradiciones espirituales cristianas: ‘¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí que soy un pecador!”. “No estamos solos para combatir la desesperación. Si Jesús ha vencido al mundo, es capaz de vencer en nosotros todo aquello que se opone al bien. Si Dios está con nosotros, ninguno nos robará la virtud de la que tenemos absolutamente necesidad de vivir. Ninguno nos robará la esperanza”. Fuente:  Aciprensa. Álvaro de Juana.   

24 de septiembre 2017. “Dios no descarta a nadie”. Durante el rezo del Ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco recordó que la justicia de Dios nada tiene que ver con la justicia humana, y que en su Reino “habrá una recompensa para todos otorgada por Él”. En el comentario del Evangelio del día previo al rezo del Ángelus el Santo Padre comentó la parábola en la que Jesús cuenta cómo el propietario de una viña contrata por la mañana a un grupo de jornaleros y les promete un denario al día. Posteriormente, encontrando al medio día a otro grupo de jornaleros también los contrató por el mismo salario, a pesar de trabajar media jornada.

De esta manera, “Jesús comunica dos aspectos del Reino de Dios: el primero es que Dios quiere llamar a todos para trabajar en su Reino. El segundo es que, al final, quiere dar a todos la misma recompensa, es decir, la salvación, la vida eterna”. “Naturalmente, los trabajadores que fueron contratados en primer lugar, se lamentan porque creían que iban a cobrar el doble que los que había trabajado menos. El dueño de la viña, en cambio, les recuerda que han recibido aquello que habían acordado; si después quiso ser generoso con los otros, los primeros no deben ser envidiosos”, explicó Francisco. En contra de lo que pueda parecer, esta parábola no se refiere a los derechos de los trabajadores, “esta ‘injusticia’ del dueño de la viña sirve para provocar en quien escucha la parábola un salto de nivel, porque aquí Jesús no quiere hablar del problema del trabajo y del salario justo, sino del Reino de Dios”.

El mensaje de la parábola es el siguiente: “en el Reino de Dios no hay desocupados, todos están llamados a hacer su parte. Para todos al final habrá una recompensa otorgada por la justicia divina, no una justicia humana, ¡por fortuna para nosotros!, es decir, la salvación que Jesucristo nos ha otorgado con su muerte y su resurrección. Una salvación que no es merecida, sino regalada” por el mismo Jesús. El Pontífice destacó que “con esta parábola Jesús quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es gratuito y generoso”. “Se trata de dejarnos asombrar y fascinar por los planes y los caminos de Dios que, como recordaba el profeta Isaías, no son ni nuestros planes ni nuestros caminos. Los planes humanos están, con frecuencia, marcados por el egoísmo y los intereses personales, y nuestras angustias y preocupaciones no son comparables a los amplios y rectos caminos del Señor”. El Señor, “ejerce la Misericordia, perdona ampliamente y está lleno de una generosidad y bondad que alcanza a cada uno de nosotros, y abre a todos los territorios su amor y su gracia que pueden dar al corazón humano la plenitud de su alegría”.

 

 

De esta manera, “Jesús quiere hacernos contemplar la mirada de aquel padrón, el dueño de la viña de la parábola, la mirada con la que mira a cada uno de los trabajadores que permanecen a la espera de un trabajo, y los llama a ir a su viña a trabajar”. “Es una mirada llena de atención y de benevolencia, es una mirada que llama, que invita a alzarse, a ponerse en camino, porque quiere la vida para cada uno de nosotros, quiere una vida plena, comprometida, protegida del rostro de la inercia”. “Dios no excluye a nadie –finalizó el Papa Francisco–, quiere que cada uno alcance du plenitud”. Fuente:  Aciprensa.