24 April 2024
 

 

 

 

“Después de haber dedicado varias catequesis a los Ritos Introductorios de la Santa Misa, consideramos ahora la Liturgia de la Palabra, que es una parte constitutiva de la celebración Eucarística, en la que nos reunimos para escuchar lo que Dios ha hecho y quiere hacer por nosotros

Es una experiencia que sucede “en directo” y no por algo que nos dijeron, porque “cuando en la Iglesia se lee la Sagrada Escritura, Dios mismo habla a su pueblo y Cristo, presente en su Palabra, anuncia el Evangelio”.

 

La Liturgia de la Palabra, «mesa» del Señor

 En la Liturgia de la Palabra las páginas de la Biblia dejan de ser un texto escrito para ser palabra viva de Dios. Él mismo nos habla y nosotros lo escuchamos poniendo en práctica lo que nos dice.

 Por ello tenemos necesidad de escucharlo. De hecho, es una cuestión de vida, como bien lo recuerda la expresión que “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. En este sentido hablamos de la Liturgia de la Palabra como de una ‘mesa’ que el Señor dispone para alimentar nuestra vida espiritual, tanto con las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento, como también del salmo responsorial.

Pensemos en la riqueza de las lecturas bíblicas que nos ofrecen los tres ciclos dominicales, que, a la luz de los Evangelios sinópticos, nos acompañan en el curso del año litúrgico. Deseo aquí recordar la importancia del Salmo Responsorial cuya función es de favorecer la meditación de lo que hemos escuchado en la lectura que lo precede. Es bueno que el Salmo sea valorizado con el canto, al menos con el estribillo.

 La Palabra de Dios manifiesta y favorece la comunión eclesial

 La proclamación litúrgica de las lecturas, con las antífonas y cantos tomados de la Sagrada Escritura manifiestan y favorecen la comunión eclesial, y acompañan nuestro camino de fe. Hay que valorar la liturgia de la Palabra, formando lectores y creando un clima de silencio que favorezca la experiencia del diálogo entre Dios y la comunidad creyente.

Sabemos que la Palabra del Señor es una ayuda indispensable para no perdernos, como bien lo reconoce el Salmista que, dirigiéndose al Señor, confiesa: «Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino» (Sal 119, 105). ¿Cómo podremos afrontar nuestra peregrinación terrena sin estar alimentados por la Palabra de Dios que resuena en la liturgia?"