4 Junio 2013. El desarrollo de la vida humana, ha cambiado a lo largo de los siglos un sinfín de cosas. En el Génesis, podemos leer que: “27 Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. 28 Y los bendijo, diciéndoles: Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla;” (Gn 1,27-28). Y el hombre cumplimentando la orden divina, con el impulso que Dios le dio y le sigue dando, día a día, va cada vez dominando más la Tierra y el avance en ese dominio, ha dado lugar a una parte positiva pero también a una negativa. Un médico de hace ya cinco siglos, no podía ni soñar que 500 años más tarde se pudiese ofender a Dios realizando manipulaciones genéticas, y otros varios supuestos más de los que más adelante trataremos. Fuente: religión en libertad.
En nada nos parecemos, nuestros ancestros de los primeros siglos, cuando una Roma prepotente dominaba el mundo entonces conocido y administraba deidades, con las que se trataba de calmar, esa ansia que el ser humano tiene, de encontrar a su Dios creador y estas deidades las trataban como si estas fuesen elementos del ius romanorum. El desarrollo de la ciencia y de la tecnología, nos ha apartado mental y sicológicamente de nuestros ancestros y a mayor velocidad, cada vez que avanza también el desarrollo científico y tecnológico humano. Y a tal grado de velocidad hemos llegado, que entre padres e hijos y no digamos ya entre abuelos y nietos, las diferencias son cada vez mayores, en relación a comportamientos, morales, educacionales y lo que es más importante en relación a lo que debe de ser el eje de nuestra vida, cual es el amor a Dios creador absoluto de todo y que con la misma facilidad que nos ha permitido llegar, hasta donde hemos llegado, puede devolvernos a la nada de donde todos nosotros hemos salido.
Pero es el caso de que aunque haya mucha cizaña sembrada y naciendo entre el trigo, también hay muy buenas espigas, que al crecer luchando contra la cizaña se han fortalecido, porque como bien sabemos el sufrimiento purifica y crea grandes santos. Es reveladora la frase de Tertuliano, que decía: “la sanagre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. El mundo podrá hundirse en el fango y la depravación, pero nunca faltarán personas que amen al Señor hasta entregándose a las manos del verdugo. Al final que ninguno de los que amamos al Señor nos olvidemos de sus palabras: “18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. 19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. 20 Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo”. (Mt 16,18-20).
Y la nueva cizaña que crece entre nosotros, aprovechándose del desarrollo de la humanidad que cumplimenta el mandato divino de creced multiplicaos y dominar la tierra, ha dado origen a unos nuevos pecados. Siete han sido los pecados capitales tradicionalmente los pecados capitales o mortales. Llamados así porque matan el alma humana al desalojar de ella a la Santísima Trinidad, que inhabita en toda persona que viva en el amor y la gracia de Dios. El pará grafo 1866 del Catecismo de la Iglesia católica, nos dice que: “….los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a San Juan Casiano (Conlatio, 5,2) y a san Gregorio Magno (Moralia in Job, 31,45,87). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza”.
El 10 de marzo de 2006, el regente del Tribunal de la Penitenciaria Apostólica del Vaticano, cardenal Gianfranco Girotti, presentó la siguiente lista, que ha sido divulgada ampliamente por los medios de comunicación, con la denominación de pecados sociales o nuevos pecados capitales:
Realizar manipulaciones genéticas.
Llevar a cabo experimentos sobre seres humanos, incluidos embriones.
Contaminar el medio ambiente.
Provocar injusticia social.
Causar pobreza.
Enriquecerse hasta límites obscenos a expensas del bien común.
Consumir drogas.
No obstante, fuentes de la Iglesia católica han matizado que esas declaraciones no suponen una nueva lista de los siete pecados capitales, y que no se ha producido sobre tal cuestión ninguna novedad dogmática.
El periodista Nicola Gori ha preguntado al prelado Gianfranco Girotti: ¿Cuáles son, según usted, los nuevos pecados? Le responde el prelado: Hay varias áreas dentro de las cuales hoy percibimos actitudes pecaminosas en relación con los derechos individuales y sociales. Ante todo el área de la bioética, dentro de la cual no podemos dejar de denunciar algunas violaciones de los derechos fundamentales de la naturaleza humana, a través de experimentos, manipulaciones genéticas, cuyos efectos es difícil prever y controlar. Y continúa diciendo el prelado: Otra área, propiamente social, es el área de la droga, con la que se debilita la psique y se oscurece la inteligencia, dejando a muchos jóvenes fuera del circuito eclesial. Está también «el área de las desigualdades sociales y económicas, por las que los pobres se hacen cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos, alimentando una insostenible justicia social, el área de la ecología, que reviste hoy un importante interés.
Si examinamos estos siete nuevos pecados, veremos inmediatamente, que todos ellos rompen con el la virtud de la caridad, quebrando el amor que cada uno de nosotros, le debemos a nuestro Señor creador absoluto de todo lo visible y lo invisible. De estos siete nuevos pecados hay unos que son claramente detectables, como por ejemplo, las manipulaciones genéticas, los experimentos sobre seres humanos, el consumo de drogas, e incluso el enriquecimiento hasta límites obscenos a expensas del bien común, que claramente son los casos de corrupción, tan frecuentes desgraciadamente hoy en día, en nuestra sociedad. Pero los otros tres pecados, contaminar el medio ambiente, provocar injusticia social y causar pobreza, no son fáciles de evaluar, porque carecen de unos límites definidos.
Alguien puede pensar, porque no se incluye el aborto, pues sencillamente porque está ya definido sin lugar a dudas, dentro del quinto mandamiento que nos dice: No matar. Ya en el libro del Éxodo se les decía a los israelitas, y a nosotros también: “No matarás”. (Ex 1,13)