23 September 2024
 

12 de Septiembre de 2014.  HACIA UN EVANGELIO POR LA PAZ Autor: Cristian Camilo Cárdenas Aguirre. Seminarista Arquidiócesis de Ibagué, Colombia.  La paz ha sido y será el eje central de toda la historia humana. Diversas culturas le han apostado a conseguirla, siempre se habla de ella y se aúnan esfuerzos por lograrla; pero, ¿por qué no hablar de un evangelio de paz?

La Sagrada Escritura a leerla en clave de paz, logra armonizar al hombre y hacer que halle una verdadera felicidad,

cuando busque la paz y la practique. Quizás hayan textos bíblicos que a primera vista se refleje violencia, esto se debe, a que violencia procura violencia, y si una persona no busca la paz, su consecuencia es violencia; es decir, no se puede tener como fin la paz, cuando se tiene como medio la violencia. ¡Esto es imposible!

La paz en el primer testamento, es transversal en todos sus libros; hasta tal punto los judíos, al saludarse, la primera palabra que utilizaban era “Shalom”; este término hebreo, en su etimología, significa lo entero o completo; precisamente es a lo que todo ser humano debe lograr: la plenitud de vida, que solo se produce con la paz. Qué bueno sería que las personas se empezaran a saludar desde este término o algunos semejantes, con el fin de que, al repetirlo cada día, vaya produciendo mella en el corazón humano. Preguntémonos que palabra se utiliza más en un día: si la paz o la violencia o sus derivados. Muchas veces culpa de esto, son los medios de comunicación social, que solo hablan de guerra, mas no de procesos de paz y acciones de paz.

Jesús en el Nuevo Testamento nos trae una paz no como la ofrece el mundo (Cfr. Juan 14,27), sino que esa paz tiene rostro y se personifica en Jesús (Cfr. Efesios 2,14). Esta paz que es Jesús, ya se anuncia por los profetas “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz…!” (Cfr. Isaías 52,7-9). Jesús nunca hace la guerra, propone un modelo de paz y la pone en práctica.

Es así, como la Palabra de Dios habla de paz, la paz es una persona, no es etérea, y quien la practique es un bienaventurado al haberla conseguido (Cfr. Mateo 5,9). No se debe dudar que Jesús es la paz personificada en el testimonio de vida (Cfr. Efesios 2,14).

Pasando ahora a analizar las partes de la Eucaristía en clave de paz, se logra intuir que ésta, tiene un eje transversal: la paz. La Eucaristía inicia con un saludo de paz y termina con una despedida de paz, además las oraciones, saludos, plegarias, prefacios, el rito de comunión están impregnados de este valor fundamental en la vida del cristiano. (Cfr. CDSI. Pie de página N° 1102). En todas las religiones se promueve la paz, aunque de diversas maneras, todas apuntando a un solo interés: la realización plena del ser humano.

En la sociedad, hay conflictos que generan violencia, y la paz inicia a obnubilarse; un ejemplo de comparación, es el sol y la luna; el sol es la paz que ilumina la vida del hombre y da armonía, pero cuando las guerras llegan, el sol se oculta y sale la luna, a lo cual, todo se convierte en oscuridad, pero aún en las tinieblas queda una luz de esperanza que la produce el sol y es la luna, es así que aún en los embotamientos de la vida siempre queda el anhelo de llegar a  la paz y permitir que las personas vuelvan a la luz y se reconcilien. Cuando la paz se oculta, es por falta de justicia y caridad, estas dos virtudes son las que producen la luz; ya lo expresa el profeta Isaías “El producto de la justicia será la paz” (Cfr. Isaías 32,17), y esta justicia, corresponde a todos los estados procurarla, pero, cuando hay injusticias y corrupción, nunca se podrá lograr la paz, ya que no hay energía que la alimente; ahora bien, la justicia tiene su límite y quien rompe el límite es la caridad; y la caridad compete a cada persona; cuando una persona es justa y caritativa con el otro, hallará el hombre la paz como una propiedad integral de la que sus trascendentales serán medio para armonizarla: unidad, bondad, verdad, y belleza. Sólo así, la paz será un evangelio viviente como una fuente de felicidad que brota en el corazón de quien lo practica.

Pero, ¿Cómo encontrar la paz, aún en los combates de la vida? Sencillamente seguir el ejemplo de Jesús. Augusto Jorge Cury, en su libro el maestro de la emoción lo expresa de esta manera “Jesús no se perturbaba cuando sus seguidores no correspondían a sus expectativas… Usaba cada error y dificultad de sus íntimos no para acusarlos y disminuirlos, sino para que revisasen sus propias historias”. En otras palabras, es a no dejarse llevar por los problemas de la vida, sino que enfrentándolos, poder transformarlos en bien. Y esto se obtiene naturalmente, dejando de un lado la inmediatez de la vida; no hay que afanarnos por lo que viene, sino que enfrentando cada obstáculo, servirme de ello para ser mejor y madurar ya que, “la madurez de una persona no se conoce en las primaveras de su vida, sino en el momento en que atraviesa los inviernos de su existencia” (Cfr. El maestro de la emoción, Pág. 25).

Ahora, surge otra pregunta: ¿Cómo llegar a la practicidad de la paz?, el problema de ello, es que se habla de paz, todos la quieren, hasta quizás la utilizan para beneficio propio, pero, así como se habla de derechos humanos y un derecho del ser humano es la paz, ¿por qué no convertirla en un deber? Los estados generalmente a diario, sacan leyes, algunas de ellas inicuas, entonces ¿por qué la paz no se legaliza?, la persona que atente contra ella sea castigado. Frente a esto, se podría decir que toda ley la procura, pero esto es un eufemismo, pues no toda ley apunta a la paz. Si se quiere hablar de un post-conflicto, la paz ha de ser un deber de todo ciudadano. Es por eso, que se debe promover un evangelio de paz (Cfr. Efesios 6,15), un evangelio que cada día, diga algo distinto y construya acciones diferentes en la vida de las personas y la sociedad; un evangelio que aunque contenga tres letras, su significado sea insondable y permita descubrir aportes nuevos y directrices de acción que conlleve a la plena realización humana; un evangelio de paz que se ancle en una Persona llamada Jesucristo, y desde esta Persona, construir la sociedad y la familia como pilares de paz para la realización de las demás virtudes que toda persona debe adquirir, logrando así alcanzar los ideales, que como arguye Santo Tomás de Aquino se convierten en trascendentales como son: la unidad, el bien, la verdad y la belleza. Una paz que de lo práctico trascienda lo espiritual y lo espiritual lo transforme en felicidad humana.