- El cristiano, aun en medio de las tribulaciones del mundo, tiene su corazón fijo en Cristo Resucitado.
- Un grupo joven ha adoptado el siguiente Slogan: “Cada hombre es tu hermano; pero tu hermano no lo sabe” y por eso tienes que informarle haciéndoselo entender con los hechos.
- Un amor manifestado con los hechos permite reconocer al cristiano a través del descubrimiento y la experiencia que uno hace al ser “Amado”.
Ese amor de familia que cada uno de nosotros recibimos, no se encuentra después y tal vez en ningún lugar de la tierra. No lo hallamos en los libros, ni en los papeles sociales que desempeñamos en la vida. Ni menos aún aparece como por encanto después de asumir nuestro compromiso con el estado de vida que elijamos (para nosotros, la vida consagrada y para los laicos, la vida matrimonial). Con ese amor de nuestros padres, Dios siempre ha querido explicar en la Biblia sus relaciones con el hombre; amor que es el anteproyecto de la fe y la preparación remota para cada uno de los sacramentos.
Démonos cuenta hermanos que, quienes hemos recibido el don de la fe y una adecuada formación cristiana ya hemos edificado una casa. Estamos pues, llamados a vivir plenamente el bautismo, el gozo de la Pascua, la vocación de la familia, y el diálogo constructivo y fraterno. Quedémonos entonces por ahora con este gran mensaje del Señor: “En la Casa de mi Padre hay muchas moradas”. Muchos modos de ser y muchas formas de amor. Muchos senderos que conducen a igual plenitud, y muchas fórmulas para construir a las personas, y también muchas recetas para fabricar la felicidad.
- VI. EL ESPÍRITU DE LUZ Y DE FRATERNIDAD…… “¡Ven Espíritu de amor!” : Hch 15, 1-2.22-29/Sal 67/Ap 21,10-14.22-23/Juan 14,23-29.
La vida y las enseñanzas de Jesús se resumen en el mandamiento del amor. Aceptar a los otros como son, respetar sus convicciones y creencias y sublimar sus tradiciones, es la gran tarea que hay que realizar en la evangelización de los pueblos teniendo en cuenta sus sentimientos religiosos.
Amar a los enemigos porque también ellos necesitan de Dios y, amarlos hasta hacerlos todos hermanos. El amor tiene que ser coherente: “El que me ama guardará mi Palabra” y el fruto de la fidelidad en el amor, es la paz que nos dejó Cristo Resucitado antes de partir definitivamente a la Patria Celestial.
Templos vivos… Adportas de la fiesta de Pentecostés la liturgia nos orienta hacia el Espíritu Santo. Sin Él no se entra en el misterio de Cristo ni se hace realidad su seguimiento. San Pablo nos recuerda una vez más nuestra verdadera condición: “¿No sabéis que sois el templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?” Nuestro examen comienza entonces desde dentro, desde nuestro propio interior.
La riqueza de las diferencias… Estamos todos llamados a entrar en sintonía con la acción del Espíritu Santo. Cada uno de nosotros tiene un pequeño fragmento de la verdad, pero a veces creemos tenerla toda y es cuando nacen de pronto las diferencias con la verdad de los demás y de allí hay un paso, tal vez, a las divisiones y a las tensiones.
Este nuestro mundo en donde los niños empiezan como a aburrirse y los jóvenes pasan de las cosas que todavía no han saboreado, y en donde todos suspiramos por la paz, Dios nos llama a dar razón de nuestra propia esperanza. La mejor manera de hacerlo es precisamente preparándonos en la humildad y en la caridad, como auténticos componentes del mensaje cristiano; los mandamientos que Cristo nos invita a guardar, se resumen en el amor de Dios al prójimo, como verdaderos signos del cristiano.
Los frutos del Espíritu… El aire hermanos no se ve, pero si de pronto desaparece, tal vez se siente uno como si fuera a morir. La respiración natural es un instinto y la respiración sobrenatural hay que tenerla de manera consciente. Debemos prestar especial atención al Espíritu Santo, que se transforme luego en una plena docilidad a su acción. El Espíritu Santo lo rejuvenece todo; y es la fuente de donde procede todo dinamismo y es principio de vida, de unidad y de crecimiento.
Para llevarlo a la práctica….
- Toda la misión de testimonio y los padecimientos que nos recuerdan los hechos de los Apóstoles, son algo muy actual en nuestra vida cristiana.
- Sin embargo, no podemos olvidar que es el Espíritu de la verdad, el defensor que Cristo nos prometió quien nos ayuda, nos consuela y nos fortalece en el seguimiento cercano por el camino de la Cruz.
- Nuestra misión de testimonio será convincente en la medida que nuestra vida sea un Evangelio verdaderamente encarnado.
- Pidamos entonces a Dios que nos conceda esta gracia por medio de su Espíritu Santo.
¡ Paz a vosotros ¡… Una maravillosa expresión enmarcada en muchos ambientes:
- Desde que Jesús nace en Belén los ángeles nos anuncian su paz.
- Durante su vida, como buen judío, saluda y se despide con la paz: “Paz a vosotros… vete en paz”.
- Pero sólo después de resucitar podía traer la paz verdadera, ya que la paz en lenguaje judío no era sólo la ausencia de guerra, sino también el bienestar total: la perfecta armonía con la naturaleza, consigo mismo, con los demás y con Dios. “Mi Paz os dejo, mi Paz os doy. No os la doy como la da el mundo”.
“Bienaventurados los artesanos de la paz”. Y nos enseña, además, que los “altercados y las discusiones violentas”, aun dentro de la comunidad cristiana, no se resuelven con la fuerza ni con los anatemas, sino con el diálogo sincero y fraterno.
La Paz os dejo, mi Paz os doy. No os la doy como la da el mundo”… Jesús después de su resurrección, saluda a sus amigos deseándoles la paz. La paz es un regalo de Dios. El mundo, entendiendo por mundo las cosas que no llevan a Dios, no puede dar la paz.
Una vida de familia armoniosa y sincera nos prepara para que las dificultades no rompan nuestro equilibrio personal y comunitario. Nuestra Señora, la Virgen María, ha sido invocada tradicionalmente como “Madre y Reina de la Paz”. Con razón el Papa Paulo VI dijo: “Al hombre contemporáneo la Virgen María ofrece una visión serena y una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comunión sobre la soledad, de la paz sobre la turbación, de la alegría y de la belleza sobre el tedio y la náusea, de la vida sobre la muerte”.
En medio de nuestra vida cristiana hermanos, vivamos el amor y la amistad dentro del hogar y con los de fuera, vivámoslo en sinceridad, en verdad y en humildad. La invitación entonces es: a llenar hoy más que nunca de amigos nuestro propio corazón, la memoria de nombres y ejercitemos cada día nuestra generosidad para con todos
“EL DON DEL ESPÍRITU SANTO” (Jn 14, 15-21) : Este Evangelio trata sobre la promesa del Espíritu Santo hecha por Jesús a sus discípulos, como la manera de quedarse con ellos después de la Ascensión. Son muchos los aspectos y enseñanzas que nos deja esta escena del Evangelio:
- Recibir el Espíritu Santo y llevar una vida de acuerdo con el Espíritu es tan importante, que Jesús resucitado retiró su presencia física y volvió al Padre, para podernos enviar su Espíritu.
- El Espíritu Santo es la presencia de Dios en nosotros. Es Jesús trabajándonos y salvándonos como a “distancia”; es “el dedo de Dios” que promueve el Reino y transforma el mundo.
- Por lo tanto el Espíritu Santo es totalmente idéntico al Espíritu de Jesús, que es el Espíritu que todos hemos recibido.
Hasta su retorno nos deja el mandamiento de su amor, el ejemplo de su vida, el recuerdo de sus obras y sus signos sacramentales, pero sobre todo la asistencia de su Santo Espíritu, el “Paráclito”, nuestro Abogado y Defensor.
Después de haberlo recibido en el Bautismo y en la Confirmación, está siempre a nuestro lado en los momentos más difíciles. No sólo cuando vienen las persecuciones, sino también cuando el espíritu de la mentira y del pecado, que es el error, atentan contra la vida. Hoy más que nunca hermanos podemos expresar: “Espíritu de verdad”, habla por nosotros suscitando las pruebas que dan razón de toda nuestra esperanza.
“No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis porque Yo sigo viviendo” (Juan 14).. Tengamos en cuenta hermanos que, mientras vamos de paso por la tierra, nuestra vida es frágil, veloz, fugaz y deleznable. Por eso Jesús nos dice: “No os dejaré desamparados; vosotros me veréis porque sigo viviendo”.
Nosotros aceptamos la presencia de alguien cuando le miramos sentado a nuestra mesa, cuando escuchamos su voz familiar y sentimos su afecto. De estas maneras, pero en su calidad de Dios, Cristo vive presente entre nosotros.
Como continuadores de los Apóstoles hoy en el mundo somos nosotros los sacerdotes. Nuestro oficio es representar al Señor; somos de alguna manera su reemplazo y su recuerdo viviente. Anunciamos y apoyamos, iluminamos y aconsejamos, celebramos los Sacramentos y acompañamos, orientamos y consolamos: “Ojalá seamos los amigos de todos y entre todos y, de tiempo completo”.
Hagamos hoy también patente nuestro estímulo hacia los religiosos, religiosas y, muy especialmente a nuestros hermanos los laicos, quienes enriquecen también a la comunidad por el servicio de la fe y de los sacramentos.