Recordamos hoy con anhelo y con gratitud, que estamos viviendo un tiempo plenamente “Trinitario”, en donde acogemos con entusiasmo la invitación del Santo Padre para valorar de manera especial la dimensión de nuestra fe, enmarcada por el don del Espíritu Santo. El Espíritu que bebemos en la Sangre de la Eucaristía y que nos trae el perdón y la paz de Cristo Resucitado: “Ven espíritu santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor”.
En pocos versículos Juan hace una síntesis de la esencia de esta fiesta en tres conceptos: la observancia de los mandamientos es posible sólo si se ama y el amor es posible sólo con la presencia del Espíritu Santo (Evangelio).
Una nueva Creación… El Espíritu Santo actualiza a Cristo y lo hace contemporáneo a todos los días y todos los tiempos. El Espíritu Santo continúa actuando interiormente en el cristiano a través de los sacramentos y de su Iglesia, modelándolo según la imagen de Cristo. Para poseerle, es necesario querer recibirle en nuestra vida, responder con docilidad a sus divinas inspiraciones y testimoniar su amor con nuestra entrega.
Signos de la presencia divina… El ento significa movimiento, para que entendamos que la presencia de Dios es activa, todo lo remueve, despierta de la modorra y arranca las ramas secas de la vida de los hombres; y el fuego significa calor, entusiasmo y amor.
La acción del Espíritu Santo en la Iglesia puede entenderse de tres maneras: como fuerza de vida, de unidad y de expansión. Es hermoso ver, después de dos mil y trece años de historia cristiana, esta Iglesia siempre viva y como signo de contestación. En algunas zonas del mundo hoy parece como cansada, pero en muchas otras demuestra una vitalidad sorprendente.
Recordemos hermanos algún paisaje en uno de los cuadros de la historia (un cuadro del Greco), donde se ve a María en medio de los apóstoles recibiendo el don personal del Espíritu Santo. Y es que “la Gracia siempre llama a la Gracia” y “ la Esposa llama al Esposo”. Si queremos ser fuertes debemos unir y unirnos todos; juntemos nuestras ilusiones y juntemos nuestra fe; hagamos frente al demonio, al mundo y a nuestra propia debilidad; creamos en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador; creamos siempre en el amor.
¡El amor es más fuerte!.... Nos dice San Ambrosio: “Acuérdate que recibiste el Sello espiritual, el Espíritu de Sabiduría y de entendimiento, el Espíritu de Consejo y de Fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el Espíritu del Temor, y guarda lo que recibiste. Dios Padre te signó, Cristo Señor te confirmó y puso en tu corazón las arras del Espíritu”. El día de nuestra confirmación se repite el milagro de Pentecostés
El Papa Juan Pablo II les recordaba a los jóvenes que iban a recibir este Sacramento: “El Amor del Espíritu Santo que vais a recibir, es más fuerte que cada uno de vosotros, es más fuerte que la indiferencia y la pasividad, es más fuerte que la falta de frutos y el desgano, es más fuerte que el pecado y la desesperanza”.
Todo esto es lo mismo que Jesús nos dice, después de su muerte a todos nosotros en este tiempo: “Serán mis testigos porque sólo con el amor serán más fuertes que el mundo. Ese mundo ante el que callas, ante el que guardas un sutil silencio de complacencia y, el amor es más fuerte que la misma cobardía de ser y vivir en cristiano.
- El amor es más fuerte que todo el mundo que llevas en ti.
- No somos del mundo, poco tenemos que ver con el mundo y, tenemos que orientar el mundo por el amor. ¡Qué fácil es vivir la vida cristiana de una manera escondida y callada, silenciosa y temerosa.
- Es que no sabemos que el amor es más fuerte” (Juan Pablo II).
Para llevar a la práctica…
- Ante la tentación de la comodidad y la cobardía, el cristiano debe poner en práctica el verdadero sentido del amor.
- El amor es más fuerte que los enemigos del alma porque sabe taparse los oídos, sabe alejarse del mal y sabe perdonar.
- Seamos cristianos valientes y sepamos redescubrir la fuerza, que han dado los mártires y santos a la Iglesia y a la humanidad.
- La Iglesia pide a este mismo Espíritu que renueve la faz de la tierra, que ordene todas las cosas en la paz, la justicia y el amor y, que transforme los corazones de todos los hombres.
Recordamos hoy con anhelo y con gratitud lo que nos dice San Pablo: “Formamos un solo cuerpo los que hemos sido bautizados en un mismo espíritu”.
Contemplemos hermanos desde hoy a Cristo vencedor del pecado y de la muerte, el que está a la diestra del Padre y nos ha permitido a nosotros como bautizados profundizar en nuestra pertenencia a la Iglesia y en la salvación como comunión de vida con Dios.
Dejemos hermanos que el Espíritu del Señor impregne nuestros corazones, nuestros compromisos y acciones apostólicas y evangelizadoras ; y sobre todo, nuestra continua vida tomada verdaderamente como una obra del Señor.
“Hoy te bendecimos Padre, porque todos hemos sido bautizados en Cristo y en un mismo Espíritu, para formar un solo Cuerpo”
“Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos la llama de tu amor”.
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Este es el Evangelio de la Solemnidad del Sagrado Corazón (Mañana viernes 7 de junio/2013):
Lucas 15, 3-7: “¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido”… De las parábolas con las que Jesús describió cómo es Dios y cómo reacciona ante nuestra historia, esta es de las más sencillas y positivas.
Lo que celebramos es el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús. El amor que Dios nos tiene ya desde el Antiguo Testamento, pero que se mostró más plenamente en la vida y la muerte de su Hijo, el que fue radicalmente “el-por-los-demás”
Mañana viernes 7 de junio de 2013, se celebra la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús: Comprometámonos todos con la “Jornada mundial de oración por la santificación de todos los sacerdotes”.
Jesús representó a su Padre, y a sí mismo, en la figura del buen pastor que cuida de todas las ovejas, especialmente de las descarriadas.
En la fiesta que celebramos mañana se nos invita a mirar hacia Dios y agradecer su amor misericordioso.
- A mirar hacia Cristo y ver la seriedad de su amor, que le llevó a entregarse en la cruz por nosotros.
- A mirar al Espíritu, el amor de Dios que ha sido infundido en nuestros corazones.
- Y a vivir así envueltos en el amor del Dios Trino.
- Es la mejor clave para vivir nuestro camino con ánimos.
- El amor “trasciende toda filosofía” y nos da fuerzas para poder seguir adelante.
Esto, por una parte, nos da ánimos a nosotros. Y, por otra, nos estimula a ser transmisores de ese mismo amor a los demás en la catequesis, en la predicación, y en el trato con los demás: si creemos en el amor de Dios, se tiene que notar que vivimos en esperanza y que presentamos a un Dios lleno de amor, ayudando y colaborando siempre con la construcción del Reino.
Este servidor tal vez les compartía la vez pasada a los hermanos que me acompañaron la siguiente reflexión: Si nuestra tarea es la educación, la formación, la catequesis, la misión, trabajo con los marginados, la evangelización en la parroquia…….. Pero si esto no tiene nada que ver con lo nuestro, entonces: “Desafortunadamente, No servimos para ayudar a construir el Reino”
La oración poscomunión (de esta fiesta) nos invita a pedirle al Señor ambas cosas: “Enciende en nosotros el fuego de la caridad, que nos mueva a unirnos más a Cristo y a reconocerle presente en los hermanos”.
Compartamos estas expresiones del Papa Francisco en estos días:
A los sacerdotes, consagrados y laicos:
- Rasguen su corazón y no sus vestidos; vuelvan ahora al Señor su Dios, porque Él es compasivo y clemente, lento para la ira y rico en misericordia.
- El drama lo encontramos en la calle, en nuestra propia casa y, por qué no, en nuestro propio corazón.
- Convivimos con la violencia que mata, que destruye hogares y familias, aviva guerras y conflictos en tantos lugares del mundo.
- El sufrimiento de inocentes y pacíficos no deja de abofetearnos.
- El desprecio a los derechos de las personas y de los pueblos más frágiles no nos son tan ajenos para nosotros.
- Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama.
- Podemos caminar cuanto queramos, podemos construir tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, nada nos vale.
- Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que así haya “una gran fraternidad”. Mis hermanos en el Señor: “Que Dios los bendiga y les dé siempre su Paz”. F R A Y H E R N A N D O M O R E N O P A T I Ñ O , o f