6 October 2024
 

13. El sacerdote nos introduce en la memoria del Señor, no sólo en su pascua, sino en el misterio de toda su obra, desde su bautismo hasta su pascua en la cruz. Él exhorta a la asamblea de los creyentes a vivir en sintonía con el sacrificio de la cruz, que ésta vuelve a vivir en el presente en espera de su consumación definitiva. Por eso el ministerio del sacerdote no se puede limitar a la celebración de un rito; compromete toda la vida y se desarrolla de acuerdo con todo el orden sacramental.

14. Pero no sería fiel a la tradición quien pretendiera defender que las funciones del sacerdote son de naturaleza estrictamente sacramental y cultural. También es función del sacerdote proclamar la palabra de Dios. La misma Cena, en la que el Señor llama a su sangre "sangre de la alianza", lo pone de manifiesto, pues no hay ningún rito de alianza sin una proclamación de la palabra de Dios a los hombres. El acontecimiento de la alianza es al mismo tiempo acción y palabra.

Esta relación aparece todavía más clara cuando se parte de la base de que eucaristía (1 Cor 11,24) no significa tanto una "acción de gracias" en el sentido actual de esta expresión, cuanto una clara y gozosa proclamación de las "maravillas de Dios", de sus hechos salvíficos. Cuando Jesús declara: "Cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva" (1 Cor 11,26), su acto de bendición ritual tiene también el sentido de una proclamación de la palabra de Dios.

El ministerio de ofrecer la eucaristía ratifica y complementa simplemente una proclamación de la palabra, que va desde el kerigma inicial hasta la catequesis y la misma celebración litúrgica. Predicar, bautizar y celebrar la eucaristía son las funciones esenciales del sacerdote.

Sin embargo, dentro del presbiterio dichas funciones pueden estar distribuidas distintamente, según que unos se dediquen más a tareas misioneras y otros a la acción pastoral dentro de la comunidad reunida (Mysterium Salutis). Predicar y enseñar, de otra manera, ¿cómo podrán hacer y administrar los sacramentos con provecho y eficacia salvadores?

15. El sacerdocio hoy está bastante desvalorizado. Las cosas poco prácticas no se cotizan. Esta generación consumista sólo tiene ojos para sus intereses. Ha perdido el sentido de la gratuidad. Un beso y una sonrisa no sirven para nada, pero los necesitamos mucho. Un jardín no es un negocio, pero necesitamos su belleza. Cultivar patatas y cebollas es más productivo, pero los rosales y las azucenas son necesarios.

16. El sacerdote sirve. Siempre está sirviendo. Es necesario como la escoba para que esté limpia la casa. Pero a nadie se le ocurre poner la escoba en la vitrina. El sacerdote perdona los pecados, es instrumento de la misericordia de Dios. En un mundo lleno de rencores y envidias, el sacerdote es portador del perdón. Está siempre dispuesto a recibir confidencias, descargar conciencias, aliviar desequilibrios, a sembrar confianza y paz.

El sacerdote ilumina. Cuando nos movemos a ras de tierra, nos señala el cielo. Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, nos descubre a Dios en el fondo. El sacerdote intercede. Amansa a Dios, le hace propicio, le da gracias, da a Dios el culto debido. Impetra sus dones.

El sacerdote ama. Ha reservado su corazón para ser para todos. El sacerdote es antorcha que sólo tiene sentido cuando arde e ilumina. El sacerdote hace presente a Cristo. En los sacramentos y en su vida. Es el alma del mundo. Donde falta Dios y su Espíritu él es la sal y la vida. No hace cosas sino santos.

Todos hemos de ser santos, pero sin sacerdotes difícilmente lo seremos. Es grano de trigo que si muere da mucho fruto. Nada hay en la Iglesia mejor que un sacerdote. Sí lo hay: dos sacerdotes. Por eso hemos de pedir al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies (Mt 9,38).

17. "No me habéis elegido vosotros a mí, os he elegido yo a vosotros". La elección indica siempre predilección. Si voy a un jardín, miro y remiro: tallo, capullo, color, aguante...Elijo, corto y me la llevo. Pero sé que yo no podré ni cambiar el color, ni darles más resistencia, ni aumentarles la belleza.

Cuando Dios elige, elige a través de su Verbo: "Por Él fueron creadas todas las cosas". Cuando un joven elige a su novia, es él quien elige. Si eligiesen sus padres u otros, probablemente saldría mal. Cuando Dios elige esposa, respeta a su Hijo, que se ha desposar con ella. Cuando Dios elige ministros suyos, deja a su Verbo la elección. Porque han de continuar sus mismos misterios.

Parece que el Señor tendrá sus preferencias. Contando con que siempre puede rectificar y enderezar, romper el cántaro y rehacerlo, y purificar, es verosímil que cuente con lo que ya hay en las naturalezas, creadas por El: "Omnia per ipso facta sunt".

Una de las primeras cualidades que parece buscará será la docilidad. Docilidad que casi siempre es crucificante. Otra, será la sencillez: "Si no os hacéis como niños"... Manifestarse sin hipocresía, con naturalidad.

"Vosotros sois mis amigos." ¡Cuánta es la misericordia de nuestro Creador! ¡No somos dignos de ser siervos y nos llama amigos! ¡Qué honor para los hombres: ser amigos de Dios! Pero ya que habéis oído la gloria de la dignidad, oíd también a costa de qué se gana: "Si hacéis lo que yo os mando." Alegraos de la dignidad, pero pensad a costa de qué trabajos se llega a tal dignidad.

En efecto, los amigos elegidos de Dios doman su carne, fortalecen su espíritu, vencen a los demonios, brillan en virtudes, menosprecian lo presente y predican con obras y con palabras la patria eterna; además, la aman más que a la vida; pueden ser llevados a la muerte, pero no doblegados.

Considere, pues, cada uno si ha llegado a esta dignidad de ser llamado amigo de Dios, y si así es no atribuya a sus méritos los dones que encuentre en él, no sea que venga a caer en la enemistad. Por eso añadió el Señor: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto".

18. HIMNO SACERDOTAL

Brota de mi corazón un himno ardiente cuajado en el manantial del ser: Jesús Martí, yo te elijo, vente, yo te llamo: Jesús Martí Ballester. Cogiste mi corazón de niño con ternura delicada y paternal, me sedujeron tu afecto y tu cariño y me dejé cautivar. Yo escuché tu llamada gratuita sin saber la complicación que me envolvía, me enrolé en tu caravana de tu mano sin pensar ni en las espinas ni en los cardos.  Te fui fiel, aunque a girones fui dejando en mi camino pedazos de corazón, hoy me encuentro con un cáliz rebosante de jazmines que potencian mis anhelos juveniles y me acercan más a Dios. En el ocaso de la carrera de mi vida siento el gozo de la inmolación a Ti. Tienes todos los derechos de exigirme, puedes pedir si me ayudas a decir siempre que ¡Sí!. Necesitaste y necesitas de mis manos para bendecir, perdonar y consagrar; quisiste mi corazón para amar a mis hermanos, pediste mis lágrimas y no me ahorré el llorar.  Mis audacias yo te di sin cuentagotas, mi tiempo derroché enseñando a orar, gasté mi voz predicando tu palabra y me dolió el corazón de tanto amar. A nadie negué lo que me dabas para todos. Quise a todos en su camino estimular. Me olvidé de que por dentro yo lloraba, y me consagré de por vida a consolar. Muchos hombres murieron en mis brazos, ya sabrán cuánto les quise en la inmortalidad, me llenarán de caricias y de flores el regazo, migajas de los deleites de su banquete nupcial. Pediste que te prestara mis pies y te los ofrecí sin protestar, caminé sudoroso tus caminos, y hasta el océano me atreví a cruzar. Cada vez que me abrazabas lo sentía porque me sangraba el corazón, eran tus mismas espinas las que me herían y me encendían en tu amor. Fui sembrando de hostias el mino inmoladas en la cenital consagración: más de treinta mil misas ofrecidas han actualizado la eficacia de tu redención. No me pesa haber seguido tu llamada, estoy contento de ser latido en tu Getsemaní; sólo tengo una pena escondida allá en el alma: la duda de si Tú estás contento de mí. Mi gratitud hoy te canto, ¡Cristo de mi sacerdocio! Mi fidelidad te juro, Jesucristo Redentor. Ayúdame a enriquecer con jardines a tu Iglesia, que florezcan y sonrían aún en medio del dolor. Sean esos jardines para tu recreo y mi trabajo, multiplica tu presencia por los campos hoy en flor, que lo que comenzó con la pequeñez de un pájaro, se convierta en muchas águilas que roben tu Corazón.