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LAS DOS NATURALEZAS DE JESUCRISTO
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16 Diciembre 2012 La Santa Biblia y la Sagrada Tradición.
Autor: Guido A. Rojas Zambrano | Fuente: ApologeticaCatolica.org
I. LA NATURALEZA DIVINA DE JESÚS
En el antiguo testamento Isaías había revelado al pueblo de Israel que el “Hijo de Dios” sería llamado el “Emmanuel” (7,14), que en Hebreo traduce “Dios con nosotros”. Igualmente, el mismo profeta en otro de sus apartes lo llamó también “Dios invencible” (9,6). Del mismo modo, el nombre de “Jesús” quiere decir en hebreo “Dios salva”; así lo identificó el Arcángel San Gabriel al anunciarle a la Virgen María su misión (Lucas 1,31-33). Claro está, que el libro Bíblico donde más se hace alusión a la naturaleza divina de Jesús se encuentra condensado en el Evangelio de San Juan; escrito en la ciudad de Éfeso a finales del siglo I, por petición de los obispos de Asia, para refutar y aclarar el error teológico que empezaba a extender un hereje de nombre Cerinto en compañía de los ebionitas, los cuales negaban esta verdad de Fe.
Las Sagradas Escrituras nos indican que “Jesús ha venido de Dios” (Juan. 6,46; 13,13), bajado del cielo (Juan 3,13), siendo de “Naturaleza divina” (Filipenses 2,6); “Porque todo lo que Dios es, se encuentra plenamente en la persona de Cristo” (Colosenses 2,9). “Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es” (Hebreo 1,3). “Nadie ha visto jamás ha Dios, el hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado ha conocer” (Juan 1,18). Dios quiso habitar en la persona de Cristo (Colosenses 1,19), quien es de Dios (1 Corintios 3,23) y procede de Dios (Juan 7, 29; 8,42). “Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha hecho que el Hijo tenga vida en sí mismo” (Juan 5,26); pues la gloria de Dios brilla en la cara de Jesucristo (2 Corintios 4,6)”. “ Cristo el que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos” (Romanos 9,5), es la imagen viva de Dios (2 Corintios 4,4). Por esta razón, los fariseos lo atacaban porque siendo un hombre se hacía igual a Dios (Juan 5,18; 10,33).
Percatados de esta verdad, Cristo Jesús fue por eso adorado por los magos de Oriente (Mateo 2, 11), por el ciego de nacimiento al que le dio la vista (Juan 9,35-38), por las mujeres que se lo encontraron después de la resurrección (Mateo 28,9), por los apóstoles cuando lo vieron regresar a la presencia del Padre (Mateo 28,17; Lucas 24,52) y también por los ángeles del cielo (Hebreos 1,6). Cómo si fuera poco, el mismo Señor Jesús puso de manifiesto varias veces su naturaleza divina, pues “nadie conoce al hijo sino el Padre, ni al padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar”(Mateo 11,27), “el que no honra al hijo no honra al Padre que lo envió” (Juan 5,23). “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Juan10, 30), “el Padre esta en mí y yo en el Padre” (Juan10, 38); porque “todo lo que tiene el padre es mío” (Juan16, 15). Por todas estas declaraciones, el Unigénito de Dios puede decir con autoridad: “Nadie va al Padre sino por mí, si me habéis conocido a mí, conocéis también a mi Padre, y desde ahora lo conocéis y lo veis” (Juan14, 7).
Asimismo, tanto San Pablo como San Pedro nombran a Jesucristo en sus cartas como “Dios y Salvador” (Tito 2,13; 2 Pedro 1,1); título que también recibe “Dios padre” (Daniel 6, 27,1 Timoteo 2,3; 4,10; Tito 3,4). Es más, en la resurrección del Mesías, el apóstol Tomás exclama maravillado y convencido: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20,28); comparar con (1 Reyes 3,7: Salmo 86,12). Por su parte, el apóstol San Juan concluye diciendo: “Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna “(1 Juan 5,20), comparar con (Juan 17,3).
II. LA NATURALEZA HUMANA DE JESÚS
El hijo de Dios sólo podía ser verdaderamente el redentor del género humano, si adoptaba enteramente un cuerpo y un alma humana, con todo lo que implicaba haber tenido nuestra propia naturaleza (Hebreos 2,14). Sin embargo, por el mismo hecho de ser Dios, no tuvo en su vida terrenal caída alguna. “Porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó” (Hebreos 4,15), ya que “nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca” (Isaías 53,9; 1 Pedro 2,22), “El es santo, sin mancha, apartado de los pecadores” (Hebreos 7,26), puesto que “ha sido hecho perfecto para siempre” (7,28), como hombre celestial (1 Corintios 15,47).
“Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés” (Gálatas 4,4). “Por medio de los profetas, Dios había comunicado este mensaje que trata de su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor, que como hombre es descendiente del rey David” (Romanos 1, 3-4), porque El mismo “tomando naturaleza de siervo nació como hombre” (Filipenses 2,7). En cuanto a lo humano es de raza judía (Romanos 9,5), pues “por un poco tiempo, Dios hizo (a su Hijo) algo menor que los ángeles” (Hebreos 2,9); teniendo un desarrollo normal, ya que fue creciendo en cuerpo y mente, gozando del favor de Dios y de los hombres (Lucas 2,52; Proverbios 3,4).
De la vida pública de Jesucristo las Sagradas Escrituras nos aportan una abundante información sobre las necesidades físicas, virtudes y pasiones que sintió en carne propia. Pues experimentó el aguijón del hambre (Mateo 4,2; 21,18; Lucas 24,41-42), le pide agua de beber a la mujer de Samaria (Juan 4,6-8), siente nuevamente sed cuando esta en la cruz (Juan19, 28-30). En varias ocasiones llega al cansancio y el agotamiento físico (Marcos 4, 38; Juan 4,6), oraba en las madrugadas (Marcos1, 35), predicaba el mensaje de la salvación en aldeas y pueblos (Mateo 9,35), se retira a descansar a solas con sus apóstoles (Marcos 6, 30-32). Era un hombre pobre (2Corintios 8,9), que no tenía “donde recostar la cabeza” (Mateo 8,20). Vestía discretamente (Lucas 7,25; Juan 19,23), cargaba una túnica (o capa) (Lucas 8,44), usaba bastón (Marcos 6,8) y calzaba sandalias (Marcos 6,9). No obstante, y a pesar de vestir modestamente, su personalidad era atrayente; pues tenía una mirada penetrante (Marcos 5,32-33; 8,33); conocía el corazón de los hombres ((Juan 2,24-25; 6,64). Los apóstoles y los discípulos sienten temor y asombro, por sus predicaciones y prodigios (Marcos 4,41; 6,51; 9,6.32; 10,24.32); también los fariseos tienen miedo, porque la gente estaba admirada por sus enseñanzas (Marcos 11,18; Juan 7,15.32); al igual que toda la multitud (Marcos 9,15); “porque lo hacia con plena autoridad, y no como sus maestros de la ley”(Mateo 7,28-29; Lucas 4,22.32); “y comenzaron a albar a Dios, diciendo -Un gran profeta ha aparecido entre nosotros” (Lucas 7,16); “otros decían -Este es el Mesías” (Juan 7,40-41). Igual admiración despertaba por sus milagros (Marcos 2,12; Mateo 15,31).
Del mismo modo, el Mesías y el Salvador fue profundamente sensible con las criaturas humanas (2Corintios 10,1); es tierno con los niños que se acercaban a Él (Marcos 10, 13-16), siente cariño ante la primera confesión del Príncipe de la sinagoga (Marcos 10,20-21); es paciente y humilde de corazón (Mateo 11,29), eternamente misericordioso con los hombres (Hebreos 7, 25; 1Juan 2,1; Judas 21). Multiplica en dos oportunidades los panes y los peces, por que tiene compasión con la multitud hambrienta que lo seguía a todas partes (Mateo 14, 13-21; 15, 32-38); se conmueve con el leproso que le pide de rodillas que lo cure de su enfermedad (Marcos 1,40-42), por la madre que llora a su hijo muerto (Lucas 7,13), y por toda la gente “porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas, que no tienen pastor” (Mateo 9,36 ; Marcos 6,34). Ama intensamente a los apóstoles hasta el final (Juan 13, 1; 15, 9-10), al igual que a toda la humanidad (Efesios 3,19; 5,2). Tiene alegría por la buena cosecha espiritual de los setenta y dos discípulos (Lucas 10,21), se admira por la fe del capitán romano (Lucas 7,9), y asombro ante la noticia de la muerte de Lázaro (Juan 11,33), también siente enojo y a la vez tristeza por los judíos que dudaban de su poder curativo (Marcos 3,5; 9,19), además de ira santa por los mercaderes que habían profanado el templo de Jerusalén (Juan 2,13-16; Mateo 21, 12-13). Llora por el terrible castigo que le aguardaba a la Ciudad Santa (Lucas 19, 41-44), y por el fallecimiento de su amigo (Juan 11, 35). Incluso, su humildad se vio probada al lavarles los pies a sus discípulos, antes de la última cena (Juan 13,5).
Al acercarse los días de su trágico destino, sufre intensamente por la prueba que tendrá que padecer (Marcos 8, 31; Lucas 12, 50; 24,26). Le duele la traición de Judas (Juan 13, 21). Llegada la hora suprema vive una tremenda angustia en el jardín de Getsemaní (Marcos 14, 35-36; Juan 12, 27), hasta el punto de que su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que le caían por el rostro (Lucas 22, 44). Pues “mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo con voz fuerte y muchas lágrimas, oró y suplicó a Dios; quien tenía poder para liberarlo de la muerte” (Hebreos 5,7). Sin embargo, “ era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento” (Isaías 53,3; 1 Pedro 2, 21). Ya en la cruz se encuentra abandonado por su padre en los cielos (Mateo 27, 46; Salmo 22, 1-2). Finalmente grita y muere con dolor (Mateo 27,50).
Todo esto pasó “porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. El era bueno, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a Dios” (1 Pedro 3,18). “Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió a obedecer” (Hebreos 5,8), y “se humilló a sí mismo, y por obediencia fue a la muerte, a la vergonzosa muerte de la cruz” (Filipenses 2,8). Por esta razón, “no hay duda de que el secreto de nuestra religión es muy grande: Cristo se manifestó en su condición de hombre, triunfó en su condición de espíritu y fue visto por los ángeles. Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo y recibido en la gloria” (1 Timoteo 3, 16).
SERÁ QUE EL HÁBITO HACE AL MONJE
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12 Diciembre 2012. Qué el hábito sí haga al monje
Una circular interna firmada por el cardenal Bertone invita a todos los eclesiásticos que trabajan en la Santa Sede a que usen la sotana negra o el clergyman
Autor: Andrea Tornielli | Fuente: vaticaninsider. lastampa. it
El hábito debe hacer al monje, por lo menos en el Vaticano. El pasado 15 de octubre, el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, firmó una circular enviada a todos los entes de la Curia romana para subrayar que los sacerdotes y religiosos deben presentarse al trabajo con la vestimenta adecuada, es decir el “clergyman” o la sotana negra. En las ocasiones oficiales, sobre todo ante la presencia del Papa, los monseñores ya no podrán dejar en el armario los paramentos de botones rojos y franja púrpura.
Un llamado para respetar las normas canónicas que representa una señal precisa, que seguramente tendrá un eco incluso fuera de las fornteras del estado más pequeño del mundo: de hecho, en el Vaticano son muy raros los religiosos que no visten como tales. Y es probable que este llamado para tener una presentación fiel e impecable, formalmente, será interpretado como un ejemplo para los que llegan de fuera al Vaticano, es decir para los obispos o sacerdotes de paso por Roma. Una forma de “decírselo a la suegra para que lo entienda la nuera”, como se dice en italiano.
El Código de derecho canónico establece que «los cléricos deben llevar un hábito eclesiástico decoroso», según las normas emanadas por las diferentes conferencias episcopales. La Conferencia de Italia, por ejemplo, establece que «el clero en público debe usar la sotana o el “clergyman”», es decir el traje negro o gris con el alzacuello blanco. El nombre en inglés revela su origen protestante, pero entró a formar parte del vestuario de los eclesiásticos católicos, aunque al inicio era una concesión para los que debían viajar.
La Congregación vaticana para el Clero explicaba en 1994 los motivos incluso sociológicos del aspecto de los sacerdotes: «En una sociedad secularizada y tendencialmente materialista», es «particularmente necesario que el presbítero -hombre de Dios, dispensador de sus misterios- sea reconocible a los ojos de la comunidad».
La circular de Bertone pide a los monseñores que usen el «hábito llano», es decir el vestido con los botones rojos, en los actos «en los que esté presente el Santo Padre», así como en el resto de las ocasiones oficiales. Una invitación que también se extiende a los obispos que asisten a una audiencia con el Papa, que, a partir de ahora, deberán seguir rigurosamente la etiqueta.
El uso de vestimenta civil para el clero estaba relacionado, en el pasado, a situaciones particulares, como en el caso de Turquía durante los años ochenta o en México hasta hace no mucho tiempo, en donde los obispos estaban acostumbrados a salir de casa vestidos como empresarios. Esta costumbre se fue extendiendo poco a poco por Europa: no hay que olvidar las conocidas imágenes del joven teólogo Joseph Ratzinger con saco y corbata oscura durante los años del Concilio. Sobre todo, fue después del Vaticano II cuando la sotana acabó en el armario, por lo que el sacerdote se distingue cada vez menos. Desde hace años, sobre todo entre los sacerdotes jóvenes, se registra una contracorriente. Un cambio “clerical” que ahora está por escrito en una circular del Secretario de Estado.
Excelencias de la sotana
¿Qué importa que un cura no vista su sotana?
Esta breve colección de textos nos recuerda la importancia del "uniforme sacerdotal", la sotana o hábito talar. Valga otro tanto para el hábito religioso propio de las órdenes y congregaciones. En un mundo secularizado, no hay mejor testimonio cristiano de parte de los consagrados a Dios que la vestimenta sagrada en los sacerdotes y religiosos.
Siete excelencias de la sotana
"Fíjese si el impacto de la sotana es grande ante la sociedad, que muchos regímenes anticristianos la han prohibido expresamente. Esto debe decirnos algo. ¿Cómo es posible que ahora, hombres que se dicen de Iglesia desprecien su significado y se nieguen a usarla?"
Hoy en día son pocas las ocasiones en que podemos admirar a un sacerdote vistiendo su sotana. El uso de la sotana, una tradición que se remonta a tiempos antiquísimos, ha sido olvidado y a veces hasta despreciado en la Iglesia posconciliar. Pero esto no quiere decir que la sotana perdió su utilidad sino que la indisciplina y el relajamiento de las costumbres entre el clero en general es una triste realidad.
La sotana fue instituida por la Iglesia a fines del siglo V con el propósito de darle a sus sacerdotes un modo de vestir serio, simple y austero. Recogiendo esta tradición, el Código de Derecho Canónico impone el hábito eclesiástico a todos los sacerdotes (canon 136).
Contra la enseñanza perenne de la Iglesia está la opinión de círculos enemigos de la Tradición que tratan de hacernos creer que el hábito no hace al monje, que el sacerdocio se lleva dentro, que el vestir es lo de menos y que lo mismo se es sacerdote con sotana que de paisano.
Sin embargo, la experiencia demuestra todo lo contrario, porque cuando hace más de 1.500 años la Iglesia decidió legislar sobre este asunto fue porque era y sigue siendo importante, ya que ella no se preocupa de niñerías.
Seguidamente exponemos siete excelencias de la sotana condensadas de un escrito del ilustre Padre Jaime Tovar Patrón.
1º - El recuerdo constante del sacerdote
Ciertamente que, una vez recibido el orden sacerdotal, no se olvida fácilmente. Pero nunca viene mal un recordatorio: algo visible, un símbolo constante, un despertador sin ruido, una señal o bandera. El que va de paisano es uno de tantos, el que va con sotana, no. Es un sacerdote y él es el primer persuadido. No puede permanecer neutral, el traje lo delata. O se hace un mártir o un traidor, si llega el caso. Lo que no puede es quedar en el anonimato, como un cualquiera. Y luego... ¡Tanto hablar de compromiso! No hay compromiso cuando exteriormente nada dice lo que se es. Cuando se desprecia el uniforme, se desprecia la categoría o clase que éste representa.
2º - Presencia de lo sobrenatural en el mundo
No cabe duda que los símbolos nos rodean por todas partes: señales, banderas, insignias, uniformes... Uno de los que más influjo produce es el uniforme. Un policía, un guardián, no hace falta que actúe, detenga, ponga multas, etc. Su simple presencia influye en los demás: conforta, da seguridad, irrita o pone nervioso, según sean las intenciones y conducta de los ciudadanos.
Una sotana siempre suscita algo en los que nos rodean. Despierta el sentido de lo sobrenatural. No hace falta predicar, ni siquiera abrir los labios. Al que está a bien con Dios le da ánimo, al que tiene enredada la conciencia le avisa, al que vive apartado de Dios le produce remordimiento.
Las relaciones del alma con Dios no son exclusivas del templo. Mucha, muchísima gente no pisa la Iglesia. Para estas personas, ¿qué mejor forma de llevarles el mensaje de Cristo que dejándoles ver a un sacerdote consagrado vistiendo su sotana? Los fieles han levantado lamentaciones sobre la desacralización y sus devastadores efectos. Los modernistas claman contra el supuesto triunfalismo, se quitan los hábitos, rechazan la corona pontificia, las tradiciones de siempre y después se quejan de seminarios vacíos; de falta de vocaciones. Apagan el fuego y luego se quejan de frío. No hay que dudarlo: la desotanización lleva a la desacralización.
3º - Es de gran utilidad para los fieles
El sacerdote lo es, no sólo cuando está en el templo administrando los sacramentos, sino las veinticuatro horas del día. El sacerdocio no es una profesión, con un horario marcado; es una vida, una entrega total y sin reservas a Dios. El pueblo de Dios tiene derecho a que lo asista el sacerdote. Esto se les facilita si pueden reconocer al sacerdote de entre las demás personas; si éste lleva un signo externo. El que desea trabajar como sacerdote de Cristo debe poder ser identificado como tal para el beneficio de los fieles y el mejor desempeño de su misión.
4º - Sirve para preservar de muchos peligros
¡A cuántas cosas se atreverán los clérigos y religiosos si no fuera por el hábito! Esta advertencia, que era sólo teórica cuando la escribía el ejemplar religioso P. Eduardo F. Regatillo, S. I., es hoy una terrible realidad.
Primero, fueron cosas de poco bulto: entrar en bares, sitios de recreo, alternar con seglares, pero poco a poco se ha ido cada vez a más.
Los modernistas quieren hacernos creer que la sotana es un obstáculo para que el mensaje de Cristo entre en el mundo. Pero, al suprimirla, han desaparecido las credenciales y el mismo mensaje. De tal modo, que ya muchos piensan que al primero que hay que salvar es al mismo sacerdote que se despojó de la sotana supuestamente para salvar a otros.
Hay que reconocer que la sotana fortalece la vocación y disminuye las ocasiones de pecar para el que la viste y los que lo rodean. De los miles que han abandonado el sacerdocio después del Concilio Vaticano II, prácticamente ninguno abandonó la sotana el día antes de irse: lo habían hecho ya mucho antes.
5º - Ayuda desinteresada a los demás
El pueblo cristiano ve en el sacerdote el hombre de Dios, que no busca su bien particular sino el de sus feligreses. La gente abre de par en par las puertas del corazón para escuchar al padre que es común del pobre y del poderoso. Las puertas de las oficinas y de los despachos por altos que sean se abren ante las sotanas y los hábitos religiosos. ¿Quién le niega a una monjita el pan que pide para sus pobres o sus ancianitos? Todo esto viene tradicionalmente unido a unos hábitos. Este prestigio de la sotana se ha ido acumulando a base de tiempo, de sacrificios, de abnegación. Y ahora, ¿se desprenden de ella como si se tratara de un estorbo?
6º - Impone la moderación en el vestir
La Iglesia preservó siempre a sus sacerdotes del vicio de aparentar más de lo que se es y de la ostentación dándoles un hábito sencillo en que no caben los lujos. La sotana es de una pieza (desde el cuello hasta los pies), de un color (negro) y de una forma (saco). Los armiños y ornamentos ricos se dejan para el templo, pues esas distinciones no adornan a la persona sino al ministro de Dios para que dé realce a las ceremonias sagradas de la Iglesia.
Pero, vistiendo de paisano, le acosa al sacerdote la vanidad como a cualquier mortal: las marcas, calidades de telas, de tejidos, colores, etc. Ya no está todo tapado y justificado por el humilde sayal. Al ponerse al nivel del mundo, éste lo zarandeará, a merced de sus gustos y caprichos. Habrá de ir con la moda y su voz ya no se dejará oír como la del que clamaba en el desierto cubierto por el palio del profeta tejido con pelos de camello.
7º - Ejemplo de obediencia al espíritu y legislación de la Iglesia
Como uno que comparte el Santo Sacerdocio de Cristo, el sacerdote debe ser ejemplo de la humildad, la obediencia y la abnegación del Salvador. La sotana le ayuda a practicar la pobreza, la humildad en el vestuario, la obediencia a la disciplina de la Iglesia y el desprecio a las cosas del mundo. Vistiendo la sotana, difícilmente se olvidará el sacerdote de su papel importante y su misión sagrada o confundirá su traje y su vida con la del mundo.
Estas siete excelencias de la sotana podrán ser aumentadas con otras que le vengan a la mente a usted. Pero, sean las que sean, la sotana por siempre será el símbolo inconfundible del sacerdocio porque así la Iglesia, en su inmensa sabiduría, lo dispuso y ha dado maravillosos frutos a través de los siglos.
Notas
- El autor: El Padre Jaime Tovar Patrón, coronel capellán, ocupó importantes responsabilidades en el Vicariato Castrense. Oriundo de Extremadura, España, fue rotundo orador sacro. Autor del libro Los curas de la Cruzada, auténtica enciclopedia de los heróicos sacerdotes que desarrollaron su labor pastoral entre los combatientes de la gloriosa Cruzada de 1936. Es además, una historia del sacerdocio castrense. Falleció en enero del 2004.
- Código de Derecho Canónico (1983): Título III. De los ministros sagrados o clérigos 284 Los clérigos han de vestir un traje eclesiástico digno, según las normas dadas por la Conferencia Episcopal y las costumbres legítimas del lugar. 285. 1. Absténganse los clérigos por completo de todo aquello que desdiga de su estado, según las prescripciones del derecho particular. 2. Los clérigos han de evitar aquellas cosas que, aun no siendo indecorosas, son extrañas al estado clerical.
- CONVIENE RECORDAR: Muchos sacerdotes y religiosos mártires han pagado con su sangre el odio a la fe y a la Iglesia desatado en las terribles persecuciones religiosas de los últimos siglos. Muchos fueron asesinados sencillamente por vestir la sotana. El sacerdote que viste su sotana es para todos un modelo de coherencia con los ideales que profesa, a la vez que honra el cargo que ocupa en la sociedad cristiana.
Si bien es cierto que el hábito no hace al monje, también es cierto que el monje viste hábito y lo viste con honor. ¿Qué podemos pensar del militar que desprecia su uniforme? ¡Lo mismo que del cura que desprecia su sotana!