20 April 2024
 

Homilía del santo padre en la misa de clausura del VII Encuentro Mundial de las Familias

MILÁN, Domingo 3 junio 2012 (zenit).- A las 10 de la mañana de hoy, el papa Benedicto XVI presidió la ceremonia eucarística de clausura del VII Encuentro Mundial de las Familias, que se realizó en la ciudad ambrosiana desde el 30 de mayo, con el tema: “La familia, el trabajo y la fiesta”. En su homilía, el santo padre se dirigió a los presentes con las siguientes palabras.

Venerados hermanos, Ilustres autoridades,

Queridos hermanos y hermanas:

Juan Pablo II. Fuente (Catholic) Cristo propone al matrimonio y a la familia cristiana: la misión que Él ha propuesto siempre y propone también en nuestra época, en el mundo contemporáneo. (5-IX-79/9-IX-79) catequesis sobre el amor humano en el plan divino.

«El Creador al principio los hizo hombre y mujer» (Mt 19,4; Mc 10,6)

1. Desde hace algún tiempo están en curso los preparativos para la próxima Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en Roma en el otoño del próximo año. El tema del Sínodo: «De muneribus familiæ christianæ (Misión de la familia cristiana»), concentra nuestra atención sobre esta comunidad de vida humana y cristiana, que desde el principio es fundamental. Precisamente de esta expresión, «desde el principio» se sirve el Señor Jesús en el coloquio sobre el matrimonio, referido en el Evangelio de San Mateo y en el de San Marcos. Queremos preguntarnos qué significa esta palabra «principio». Queremos además aclarar por qué Cristo se remite al «principio» precisamente en esta circunstancia y, por tanto, nos proponemos un análisis más preciso del correspondiente texto de la Sagrada Escritura.

«Todo el que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,28) (16-IV-80/20-IV-80) catequesis sobre el amor humano en el plan divino. Juan Pablo II. Fuente (Catholic)

1. Como tema de nuestras futuras reflexiones quiero desarrollar la siguiente afirmación de Cristo, que forma parte del sermón de la montaña: «Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. Pero yo Os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón» (Mt 5, 27-28). Parece que este pasaje tiene un significado-clave para la teología del cuerpo, igual que aquel en el que Cristo hizo referencia al «principio», y que nos ha servido de base para los análisis precedentes. Entonces hemos podido darnos cuenta de lo amplio que ha sido el contexto de una frase, más aún, de una palabra pronunciada por Cristo. Se ha tratado no sólo del contexto inmediato, surgido en el curso de la conversación con los fariseos, sino del contexto global, que no podemos penetrar sin remontarnos a los primeros capítulos del libro del Génesis (omitiendo las referencias que hay allí a los otros libros del Antiguo Testamento). Los análisis precedentes han demostrado cuán amplio es el contexto que comporta la referencia del Cristo al «principio».

Juan Pablo II. Catequesis sobre el amor humano según el plan divino. Fuente (Catholic)

1. Iniciamos hoy un nuevo capítulo sobre el tema del matrimonio, leyendo las palabras de San Pablo a los Efesios:

«Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo.

«Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a si gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. ‘Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne’. Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido), (Ef 5, 22-33).