3 Marzo 2013. Ponencia del Excelentísmo Monseñor, Orlando Roa Barbosa, Obispo Auxiliar de Ibagué, con motivo del primer congreso sobre san José y la Fe, realizado en la Arquidiócesis de Ibagué, Colombia, durante los días 1, 2, 3, de Marzo. “El creyente no solo cree, sino que espera… y es necesario esperar contra toda esperanza” Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
¿Qué es la FE?
“La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha revelado, y que la Iglesia nos propone creer, dado que Dios es la Verdad misma. Por la fe, el hombre se abandona libremente a Dios; por ello, el que cree trata de conocer y hacer la voluntad de Dios, ya que ´la fe actúa por la caridad´” (Gal 5,6). ¿Qué es la ESPERANZA?
“La esperanza es la virtud teologal por la que deseamos y esperamos de Dios la vida eterna como nuestra felicidad, confiando en las promesas de Cristo, y apoyándonos en la ayuda de la gracia del Espíritu Santo para merecerla y perseverar hasta el fin de nuestra vida terrena”. (Catecismo 387). Algunos aspectos de la fe en la Carta a los Hebreos
Actitud de San José ante sus dudas
Magisterio del Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica Spe Salvi (Salvados en la esperanza)
Conclusión
Primer punto:
ALGUNOS ASPECTOS DE LA FE EN LA CARTA A LOS HEBREOS
Carta a los Hebreos 11,1-2 ss (Leer).
“La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve”. Esta es quizás la definición más famosa que la Biblia hace acerca de la fe. Es una seguridad de que lo que esperamos sí se va a cumplir. Y es una prueba de que lo que no vemos sí existe y sucede en realidad. Es seguridad.
La fe nos invita a darle primerísima importancia a lo que nos espera en el más allá, y que aquí no se logra ver. La fe es una certeza y seguridad de que las realidades invisibles son más reales que las visibles.
Nuestro texto, evocando a Abrahán en los capítulos 12, 23 y 26 de Gen, lo resalta como el tipo más impresionante que tiene seguridad de lo que espera del buen Dios, y quien admite como cierto lo que no ve pero que le ha sido dicho por Nuestro Señor. Con razón la Iglesia llama a Abrahán: “nuestro padre en la fe”
Abrahán, Isaac y Jacob esperaban habitar un día en la hermosa ciudad del cielo que el Apocalipsis describe tan hermosamente en el cap. 21. Estos versos del capítulo once de la carta a los Hebreos van pasando rápidamente por los personajes del Antiguo Testamento que tuvieron su mirada fija en el cielo: para invitarnos a imitarlos en su gran fe y poner también nosotros nuestra mirada en Cristo Jesús que nos espera en la Ciudad Celestial.
Los grandes creyentes de la historia estaban convencidos de que Dios dará siempre un salario justo y generoso a quienes realizan esfuerzos por obedecerle y honrarle.
Segundo punto:
ACTITUD DE SAN JOSÉ ANTE SUS DUDAS
San Mateo 1,18-24
En el pueblo de Israel, el desposorio era una promesa de matrimonio meses antes a la boda, esto garantizaba la seriedad del compromiso, así el novio podría ir preparando el mobiliario, sin peligro de que después la novia lo dejara por otro y perdiera los gastos hechos. María estaba desposada con José.
“Y resultó que ella esperaba un hijo”. Al volver María, después de estar tres meses ayudando a su prima Isabel, José nota que ella estaba esperando un hijo, y los dos no han convivido todavía. ¿Se habrá casado por allá con otro? Ella no le ha contado la concepción milagrosa que se ha obrado. En esto era extraordinariamente reservada. A José le atormentaban las dudas.
“Era bueno y no quería denunciarla”. Aquí el evangelio canoniza o declara santo a José. “Era bueno”, o sea: era justo, era santo. Esto es lo que significa esa frase. Era un hombre que se comportaba como le agrada a Dios, pues fallar al desposorio traía consecuencias como el repudio público.
“Decidió repudiarla en secreto”. O sea dejarle una autorización para que pudiera casarse con otro, y él alejarse de aquella región. Afortunadamente José dejó para el día siguiente ejecutar esa resolución. Puso en manos de Dios su suerte y la de su prometida y se acostó a dormir y aquella noche Dios le dio una solución a sus dudas.
Y ante la revelación del ángel en sueños, José obedece sin más ni más. Se celebra el matrimonio y se van a vivir juntos. Ha tenido que pasar por momentos de graves angustias, pero así logró Dios aumentarle su santidad y sus merecimientos para el cielo. Pasó también sus horas amargas y de angustias e incertidumbres, pero el sufrimiento aumenta la personalidad y hace confiar más en las ayudas de Dios. Y por ser creyente y orante, encontró respuestas de Dios.
Tercer punto:
MAGISTERIO DEL PAPA BENEDICTO XVI EN SU CARTA ENCÍCLICA “SPE SALVI” (SALVADOS EN LA ESPERANZA)
La fe es esperanza n. 2 y 3
el Papa “que “esperanza” es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes “fe” y “esperanza” parecen intercambiables. Así la Carta a los Hebreos une estrechamente la “plenitud de la fe” con la “firme confesión de la esperanza”.
El haber recibido como don una esperanza fiable fue determinante para la conciencia de los primeros cristianos, como se pone de manifiesto también cuando la existencia cristiana se compara con la vida anterior a la fe o con la situación de los seguidores de otras religiones. Pablo recuerda a los Efesios cómo antes de su encuentro con Cristo no tenían en el mundo” ni esperanza ni Dios” (Ef 2,12).
De este modo, podemos decir ahora: el cristianismo no era solamente una «buena noticia», una comunicación de contenidos desconocidos hasta aquel momento. En nuestro lenguaje se diría: el mensaje cristiano no era sólo «informativo», sino «performativo». Eso significa que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva”.
¿En qué consiste la esperanza que, en cuanto esperanza, es «redención»?
El núcleo de la respuesta se da en la Carta a los Efesios: antes del encuentro con Cristo, los Efesios estaban sin esperanza, porque estaban en el mundo «sin Dios». Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza.
El 9 de enero de 1890 recibió el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión. El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces -junto con sus labores en la sacristía y en la portería del claustro- en varios viajes por Italia, exhortó a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo; que la debían recibir otros. La esperanza que en ella había nacido y la había «redimido» no podía guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos”.
El concepto de esperanza basada en la fe en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva
El cristianismo no traía un mensaje socio-revolucionario como el de Espartaco que, con luchas cruentas, fracasó. Jesús no era Espartaco, no era un combatiente por una liberación política. Lo que Jesús había traído, habiendo muerto Él mismo en la cruz, era algo totalmente diverso: el encuentro con el Señor de todos los señores, el encuentro con el Dios vivo y, así, el encuentro con una esperanza más fuerte que los sufrimientos de la esclavitud, y que por ello transformaba desde dentro la vida y el mundo.
La novedad de lo ocurrido aparece con máxima claridad en la Carta de san Pablo a Filemón cuando describe las nuevas relaciones de éste con Onésimo, su esclavo, al que invita a tratarlo como a un hermano. Aunque externamente las estructuras permanecieran igual, los cristianos ya comprendían que todos en la tierra eran peregrinos que caminaban hacia una Patria futura, reconociendo a su vez, que la sociedad actual no es su ideal.
Hemos de añadir todavía otro punto de vista. 1 Cor (1,18-31) nos muestra que una gran parte de los primeros cristianos pertenecía a las clases sociales bajas y, precisamente por eso, estaba preparada para la experiencia de la nueva esperanza, como hemos visto en el ejemplo de Bakhita. No obstante, hubo también desde el principio conversiones en las clases sociales aristocráticas y cultas. Precisamente porque éstas también vivían en el mundo «sin esperanza y sin Dios».
Pablo explica también de manera absolutamente apropiada la problemática esencial de entonces sobre la religión cuando a la vida «según Cristo» contrapone una vida bajo el señorío de los «elementos del mundo» (Col 2,8).
Gregorio Nacianceno nos ilumina tambien sobre el sobre donde debe ponerse la fe y la esperanza:
“En el mismo momento en que los Magos, guiados por la estrella, adoraron al nuevo rey, Cristo, llegó el fin para la astrología, porque desde entonces las estrellas giran según la órbita establecida por Cristo. Se invierte la concepción del mundo de entonces que, también hoy está nuevamente en auge. La última instancia no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona. Y si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros, ya no somos esclavos del universo y sus leyes, ahora somos libres. Esta toma de conciencia ha influenciado en la antigüedad a los espíritus genuinos que estaban en búsqueda. El cielo no está vacío. La vida no es el simple producto de las leyes y de la casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor”.
En los antiguos sarcófagos se interpreta la figura de Cristo mediante dos imágenes: la del filósofo y la del pastor. El filósofo era más bien el que sabía enseñar el arte esencial: el arte de ser hombre de manera recta, el arte de vivir y morir. al auténtico filósofo, que supiera indicar verdaderamente el camino de la vida Hacia finales del siglo III encontramos por vez primera en Roma, en el sarcófago de un niño y en el contexto de la resurrección de Lázaro, la figura de Cristo como el verdadero filósofo, que tiene el Evangelio en una mano y en la otra el bastón de caminante propio del filósofo. Con este bastón Él vence a la muerte.
La imagen del pastor. Expresaba generalmente el sueño de una vida serena y sencilla, de la cual tenía nostalgia la gente inmersa en la confusión de la ciudad. Pero ahora la imagen era contemplada en un nuevo escenario que le daba un contenido más profundo: «El Señor es mi pastor, nada me falta... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo…» (Sal 23,1-4). El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte; va conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto. Saber que existe Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su «vara y su cayado me sosiega», de modo que «nada temo» (Sal 23,4), era la nueva «esperanza» que brotaba en la vida de los creyentes”.
En Hb 11,1 se encuentra una especie de definición de la fe que une estrechamente esta virtud con la esperanza. Desde la Reforma, se ha entablado entre los exegetas una discusión sobre la palabra central de esta frase, y en la cual parece que hoy se abre un camino hacia una interpretación común. Dejo por el momento sin traducir esta palabra central. La frase dice así: «La fe es hypostasis de lo que se espera y prueba de lo que no se ve». Para los Padres y para los teólogos de la Edad Media estaba claro que la palabra griega hypostasis se traducía al latín con el término substantia. la fe es la «sustancia» de lo que se espera; prueba de lo que no se ve.
Santo Tomás decía que la fe es un Habitus, una constante disposición de ánimo, gracias a la cual comienza en nosotros la vida eterna y la razón se siente inclinada a aceptar lo que ella misma no ve.
La fe reposa en la persona como un germen, ya están las realidades que se esperan, esto produce la certeza de lo que vendrá.
A Lutero, que no tenía mucha simpatía por la Carta a los Hebreos en sí misma, el concepto de «sustancia» no le decía nada en el contexto de su concepción de la fe. Por eso entendió el término hipóstasis/sustancia no en sentido objetivo (de realidad presente en nosotros), sino en el sentido subjetivo, como expresión de una actitud interior Esta interpretación se ha difundido también en la exégesis católica en el siglo XX –al menos en Alemania– de tal manera que la traducción ecuménica del Nuevo Testamento en alemán, aprobada por los Obispos, dice: «fe es: estar firmes en lo que se espera, estar convencidos de lo que no se ve».
En sí mismo, esto no es erróneo, pero no es el sentido del texto, porque el término griego usado (elenchos) no tiene el valor subjetivo de «convicción», sino el significado objetivo de «prueba». Por eso, la exégesis protestante reciente ha llegado con razón a un convencimiento diferente: «Ahora ya no se puede poner en duda que esta interpretación protestante, que se ha hecho clásica, es insostenible».
La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una « prueba » de lo que aún no se ve.
Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro «todavía-no». El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras”.
Esta explicación cobra mayor fuerza aún, y se conecta con la vida concreta, si consideramos Hb 10,34 que está relacionado con esta definición de una fe impregnada de esperanza y que al mismo tiempo la prepara. El autor habla a los creyentes que han padecido la experiencia de la persecución y les dice: «Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes (hyparchonton – Vg: bonorum), sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes (hyparxin – Vg: substantiam)».
Hyparchonta son las propiedades, lo que en la vida terrenal constituye el sustento, la base, la «sustancia» con la que se cuenta para la vida y se la han quitado a los cristianos durante la persecución. Lo han soportado porque después de todo consideraban irrelevante esta sustancia material.
Podían dejarla porque habían encontrado una «base» mejor para su existencia, una base que perdura y que nadie puede quitar. No se puede dejar de ver la relación que hay entre estas dos especies de «sustancia», entre sustento o base material y la afirmación de la fe como «base», como «sustancia» que perdura.
La fe otorga a la vida una base nueva, un nuevo fundamento sobre el que el hombre puede apoyarse, de tal manera que precisamente el fundamento habitual, la confianza en la renta material, queda relativizado. Se crea una nueva libertad ante este fundamento de la vida que sólo aparentemente es capaz de sustentarla, aunque con ello no se niega ciertamente su sentido normal.
Esta libertad no se ha puesto manifiesto solo en el martirio, sino en la oposición de las ideologías políticas, a través de las grandes renuncias (San Francisco de Asís). Es la nueva vida que surge del encuentro con Jesús y que produce una esperanza firme.
Para comprender más esta reflexión sobre las dos especies de sustancias hypostasis vayamos a Hb 10. Se trata de las palabras hypomone (10,36) e hypostole (10,39). Hypomone se traduce normalmente por «paciencia», perseverancia, constancia. Dios se ha manifestado en Cristo. Nos ha comunicado ya la «sustancia» de las realidades futuras, la espera de Dios adquiere una nueva certeza. Se esperan las realidades futuras a partir de un presente ya entregado.
Con hypostole se expresa el retraerse de quien no se arriesga a decir abiertamente la verdad quizás peligrosa. Esconderse ante los hombres por espíritu de temor ante ellos lleva a la «perdición» (Hb 10,39). La 2 Tim caracteriza la actitud de fondo del cristiano con una bella expresión: «Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio»
Terminemos esta reflexión pidiendo que María, la siempre Virgen, la virgen de la cual nació el que es “Dios con nosotros”, “María la que virginizó a San José y le ayudó a mantenerse siempre virgen él también, María la patrona de todos los que desean conservar el alma pura y limpia de todo pecado, ruegue por nosotros a su Hijo Jesús y nos alcance de su bondad el que Él siga siendo cada día y cada hora, para cada uno de nosotros el que “salva de los pecados”. Amén.