28 April 2025
 

2 Marzo 2013.  Lectio divina dirigida por el Reverendo Padre, Carlos Andrés Pinzón, con motivo del Primer Congreso sobre San José y la la Fe, en la Arquidiócesis de Ibagué, Colombia, durante los días 1, 2 y 3 de Marzo.  Hablar de la genealogía de Jesús es profundizar en el camino de la “ansiosa espera” de un pueblo expectante a la manifestación de su Mesías. Mateo y Lucas presentan genealogías de Jesús y son proclamadas al menos dos veces al año en el calendario litúrgico (Adviento y Navidad), y si que son inolvidables estos días para quienes proclamamos estos textos, como para los fieles que los escuchan. Podría afirmar que se pueden contar con los dedos las ocasiones extralitúrgicas donde se proclaman estos evangelios, pues al menos yo, nunca he participado en un retiro espiritual, o en un grupo de oración en donde se vaya a estos textos sagrados, incluso en los cursos de Biblia y hasta, como lo compartía con un sacerdote amigo, nos sentimos inseguros e insatisfechos con algunas homilías sobre la genealogía de Jesús.

Al proclamarla, vemos a nuestros fieles con un poco de angustia, cara de aburrimiento y con bostezos prolongados. Personalmente y con vergüenza lo digo, siendo seminarista al escuchar este texto, sabiendo cuánto se demoraba su lectura, me sentía ya cansado solo con escuchar Abraham engendró a Jacob. Pensaba y sé que muchos también lo habrán pensado así: ¿para qué esta cantidad de nombres? ¿Por qué el padre no se salta unos cuántos versículos? Y resignado me decía: esta misa estará larga hoy. A tal punto que me sugirieron proclamar la parte final que solo corresponde a José, pero aprendí en el estudio de Mt 1, 1-16, que es inseparable el texto para comprender su sentido.

Hablemos de la genealogía para luego profundizar luego en la Imagen de San José.

En occidente, no nos es tan familiar la genealogía, quizá por eso recibe nuestro poco interés, muchos sabemos el nombre de nuestro bisabuelo o tatarabuelo, pero pocos sabemos más de nuestros antepasados.

El cardenal Nguyen Van Thuan, prisionero vietnamita y quien dictó los ejercicios espirituales a la curia Romana en el año 2000, en el inicio de su libro “Testigos de esperanza” dice que a través de la genealogía pertenecemos a una historia que es más grande que nosotros. Y captamos el sentido de nuestra propia historia.

En el Antiguo Testamento ya había algunas listas de genealogías (15). Flavio Josefo, historiador cristiano, nos dice que en la Palestina de Jesús se estudiaban minuciosamente los árboles genealógicos de todo sacerdote o levita que quisiera contraer matrimonio. Y su futura esposa debía ser de origen sacerdotal, ¿cómo se comprobaba esto? Con su árbol genealógico. Existían peritos que formaban comisiones para estudiarlas. 

Algunos han llegado a pensar que la genealogía de Jesús fue un invento de los apóstoles para atribuir a Jesús una familia noble, pero esta teoría se cae por su peso, pues si fuera así los apóstoles tan solo hubieran leído los libros de Reyes y Crónicas para presentar una genealogía más organizada, pues tanto en Mateo, como en Lucas, existen una gran cantidad de incoherencias: incestos, violencias, adulterios, años incorrectos entre las generaciones, abuelos que engendran a sus nietos, la presencia de “hombres y mujeres pecadores”, nombres que fácilmente pudieron haberse omitido.

Pero el ser de la genealogía de Jesús tiene un derrotero especial. Dios se encarna en la historia de un pueblo golpeado por el pecado, en la historia humana de crímenes, idolatrías, de esperanzas y de fe, es un pueblo necesitado de Dios, su finalidad es catequética, nos dice José Luis Martin Descalzo en su libro Vida y Misterio de Jesús de Nazaret.      

No nos interesa la exactitud de la lista, sino su contenido teológico. Este contenido dice el cardenal Danielou es “mostrar que el nacimiento de Jesús no es un acontecimiento fortuito, perdido dentro de la historia humana, sino la realización de un designio de Dios al que estaba orientado todo el Antiguo testamento. Por lo tanto, Mateo trata de probar que en Jesús se cumplen todas las profecías hechas a Abraham y David”.

El mismo Cardenal Guardini, quien fuera recordado en su despedida final por el papa emérito Benedicto XVI, dice: “estas listas de nombres, no son más que la corte de gigantes del Espíritu que escoltan la espalda del Mesías recién nacido.”

Genealogía de Mateo

Libro de la generación de Jesucristo, el término “gheneseos” usado en Mateo, es el mismo que usa el primer libro de la Escritura refiriéndose a la creación, es preciso decir, que el génesis-nacimiento de Jesucristo es la segunda creación incorruptible. Al mismo Jesucristo se le llama el nuevo Adán.  

San mateo, que escribe a los judíos convertidos, asciende las generaciones hasta Abraham, padre de la fe, el israelita, san Lucas, que escribe a paganos convertidos,  asciende hasta Adán, es decir, la humanidad mas allá de la israelita, denotando la salvación universal. Dos genealogías que en su trasfondo quieren mostrarnos que Jesús, hijo adoptivo de José es salvador de toda la humanidad.

Mujeres en la genealogía

Cuatro mujeres en la genealogía: Tamar, Rajab, Rut y Betsabé. En la finalidad esencial de la genealogía la mención de estas cuatro mujeres no era necesaria. En efecto, para la mentalidad judaica (que es masculinista) el que engendra es el varón, mientras que la mujer le engendra al marido. Y Mateo lo sabe bien, hasta el punto que une los nombres de Tamar, Rajab, Rut y Betsabé a los de sus maridos respectivos (Judá, Salmón, Booz y David).

Algunas interpretaciones:

San Jerónimo y otros dirán que ellas son pecadoras, y así lo pensamos muchos; sin embargo, Rut que es presentada como una mujer virtuosa, que procedía de una tierra pagana, la de Moab. En cuanto a Tamar, el mismo Judá reconoció: "Es más justa que yo" (Gén 38,26). Rajab es celebrada en Josué como una heroína. Y sobre Betsabé hay que notar que el pecado se hizo recaer más bien sobre David, que la mandó raptar (2Sam 11,4).

Otros resaltan su carácter de extranjeras. Tamar y Rajab eran de Canaán; Rut es moabita; Betsabé, por el hecho de ser mujer de un hitita (Urías), puede que fuera también de origen extranjero. Por eso Mateo incluiría a cuatro mujeres no hebreas en la genealogía de Cristo, casi como un preludio para la salvación universal que había venido a traer.

Un tercer motivo subraya el hecho de que cada una de estas cuatro mujeres realizaron hechos muy beneméritos para el destino del pueblo de Israel. Tamar, fingió ser prostituta e impidió que se extinguiera la raza de Judá (Gén 38), de la que tenía que surgir el mesías (Gén 49,10). Rajab, al esconder a los espías de Josué y profesar su fe en Yavé, favoreció la entrada de los israelitas en la tierra de Canaán (Jos 2),  fue considerada como un modelo de fe. Rut, a pesar de ser de Moab siguió a su suegra a Israel y para suscitar descendencia a su marido difunto, tal como prescribía la ley de Moisés, se casó con Booz, su pariente cercano; así nacerá Obed, abuelo de David (Rut 1-4). Betsabé, con su intercesión ante David, obtuvo que Salomón se convirtiera en heredero del trono. Los exegetas afirman que el Espíritu Santo condujo a estas mujeres en sus distintas situaciones, siendo instrumentos fundamentales en la preparación de la venida del Mesías En cierto sentido, vislumbran la acción del Espíritu que actuará en María y en José, pues en Mateo el espíritu Santo es el gran amigo de estos dos esposos, inmaculados, destinados a recibir al Cristo: María con su sí se convierte en la tierra abonada para el nuevo Adán y José con su sí en sueños acoge terrenalmente al Hijo de Dios.

José y la genealogía.

La genealogía busca llevarnos a conocer el origen humano de Jesús, su parentesco con los que vino a salvar. La expresión: “padre de Jacob, Jacob, padre de José, el esposo de María de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo”, no es desprecio de José, por el contrario se resalta en primer lugar el milagro de la concepción virginal y segundo, la responsabilidad legal y jurídica de José con su hijo adoptivo (para muchos más importante que el vinculo de sangre), en otras palabras, es realmente su padre, por designio de Dios, con el que tendrá  vinculación directa, protegiéndolo, educándolo y amándolo. Todo esto ocurre en la primera etapa del matrimonio judío, es decir, el desposorio (compromiso firme y bien definido entre la pareja y sus familias por constituir un matrimonio sagrado). Antes del segundo momento del matrimonio, la convivencia, ya José había experimentado profundamente su vida de fe. El conformar una familia con María y Jesús, comportó para José una decisión realmente conmovedora, movido por la revelación de Dios y su justicia.

Por otra parte la expresión “esposo de María de la cual nació Jesús, llamado el Cristo”, nos revela que José, sin entrar en detalles de la encarnación, ha aceptado por la fe, que ese Hijo que espera su esposa es realmente Hijo de Dios. Los acepta como suyos a Él y a su madre, y en justicia, en santidad, les provee de todos los cuidados necesarios, como un buen esposo y padre. 

Ya adentrándonos en el versículo 16 del primer capítulo de Mateo, judíos debemos decir: que por María, Jesús nace a la vida humana, se hace hombre entre los hombres, no reniega nunca de ser raza judía. El concilio de Lyon recuerda que Jesús es realmente humano, no es hijo adoptivo de la humanidad. Por José se introduce en la historia de esa humanidad, particularmente, en la historia de la salvación, en la historia del pueblo de Israel. Es por José, que el Mesías es realmente descendiente de David, de quien venía la redención esperada, preparada y anunciada. Es la bisagra que une el pasado con el presente, lo antiguo con lo nuevo, la promesa con el cumplimiento, la sombra con la plenitud; Por José, es congregado todo el Antiguo Testamento para concederlo a Jesús y pudiera Él redimir este pueblo que asume con amor y misericordia. Por María, entonces asume y redime la humanidad, por José, descendiente de las antiguas alianzas, el Señor asume y redime la historia de las relaciones entre Dios y la niña de sus ojos. Podría decir, tan sólo como una expresión espiritual y sin la intención de ser hereje que “Jesús tendría una triple filiación, hijo Divino de Dios Padre, hijo humano de la virgen María, e hijo de un pueblo y su historia en san José.

Sin disminuir la grandeza de los escoltas de Jesús, José, junto con su esposa, la Santísima Virgen María, se convierten en la antesala digna y justa para recibir la Nueva Creación, Ellos dos son el Pórtico de pureza total en el penúltimo escalón de la genealogía.  Y así como Abraham es el padre de la fe y, consigo de los creyentes, también José es el padre espiritual de la nueva creación en Cristo y padre de la nueva fe en quien cumple las profecías anunciadas desde antiguo, Jesús. Es nuestro padre espiritual, custodio de la Iglesia, comunidad de creyentes. Si María fue elegida desde antiguo para ser la madre del Mesías Salvador, ya San José estaba también elegido en los planes de Dios para proveerle de un padre aquí en la tierra, digno y justo, santo como María.

Nosotros los monoteístas, nos llamamos hijos de Abraham y descendientes de él. Damos gracias a San José, que nos ha vinculado a esa descendencia al aceptar por la fe, ser el padre del salvador que congrega a los creyentes de todas las generaciones.

José llamado descendiente de David, nosotros llamados descendientes de José, al cual le debemos toda la veneración por participar activamente, aunque en el silencio, de los acontecimientos definitivos de nuestra salvación.

José, hijo de una historia humana, padre espiritual del humano y Divino, su hijo Jesús, es también el intercesor de la nueva historia humana con todas sus generaciones que siguen a Jesús, intercesor de la Iglesia peregrina, que sin perder el sentido de su historia, avanza hacia su plenitud, la Nueva Jerusalén, la Jerusalén del Cielo.  

Meditación

Contemplación

Oración

Bendición